El libro como praxis transformadora de la realidad social

Con motivo del Día Internacional del Libro y del Derecho de Autor a celebrarse el 23 de abril de cada año, cabe matizar en algunas reflexiones que evidencien la relevancia de este objeto que contribuye al cultivo y difusión de la riqueza intelectual y espiritual de las sociedades. Es de destacar que en esa fecha coincidieron los fallecimientos de dos titanes de la literatura universal: Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) y William Shakespeare (1564-1616).

En principio, el libro es la memoria histórica de la humanidad y una forma efectiva de resguardar los conocimientos y saberes ante la corrosión del tiempo y el olvido. Sin el libro las sociedades perderían la brújula respecto a las formas de imaginar, fabular, sentir, proyectar, ser y hacer que se expresan y acumulan en sus praxis cotidianas.

Con el libro es posible compendiar las experiencias y observaciones pasadas y presentes para otorgarles una proyección histórica en generaciones futuras que accesarán a sus páginas, y desde ellas nutrir su espíritu y contribuir a la edificación y reconfiguración perpetúa de su civilización y materialidad. Sin el libro, toda praxis cotidiana carece de refinamiento y organicidad, al tiempo que se perpetuaría en el silencio y el anonimato. Solo el libro es capaz de preservar la palabra que le otorga sentido a la realidad social.

Sea en su formato impreso o digital, el libro está dotado de un potencial semántico que cimbra la mirada y la mente. Nos transforma a medida que interiozamos su lenguaje y sus símbolos; al tiempo que modifica las condiciones de vida en las que estamos inmersos.

Una oda al libro supone comprender su carácter creador y transformador. Supone asumirlo como un elemento que puede detonar el sentido de comunidad en medio de la entronización del individualismo hedonista y del social-conformismo. El libro es, pues, un nexo que nos vincula con otras culturas y con diversas formas de vida y de pensamiento, al tiempo que abre paso a la interculturalidad. Su contenido no es neutral a medida que el autor tiene como finalidad última transformar la realidad y las formas de concebirla. El libro es, en parte, conocimiento riguroso de la realidad y a su vez es ideología, biografía y sensibilidad.

En principio, el conocimiento es una construcción social; una praxis colectiva, fruto de las interacciones de los individuos en sociedad. No se crea conocimiento –en cualquiera de sus modalidades– de manera aislada. Se crea conforme los autores se confrontan con la realidad y la alteran al nombrarla y categorizarla. El libro tiene como función atesorar ese conocimiento y dotarlo de validez a medida que se expone al fragor de la contrastación y la deliberación. Aunque también existen libros –los literarios– que apelan a la incentivación y exaltación de las emociones tras sensibilizar a sus lectores y llevarlos a múltiples confines en alas de la imaginación, la ficción, la metáfora y la moraleja.

El libro forma una mancuerna indisoluble con la lectura (https://bit.ly/3u30A2S). Sin el ejercicio de la lectura, el libro perdería sentido y deambularía perdido por el desierto del olvido y la resignación. De ese ejercicio fructifican nuevos diálogos e hipertextualidades que permiten edificar renovadas ideas, argumentos y concepciones sobre el mundo y la vida. Los conocimientos se recrean, al tiempo que esos diálogos abren cauces para posicionar nuevas facetas observables de la realidad.

La lectura del libro es un proceso imaginativo, multidireccional y creativo. Más que asumir al lector como un ser pasivo, su carácter activo se eslabona a medida que incursiona en ese diálogo con el autor y explora facetas de la realidad anteriormente inimaginables. Sin ese diálogo, lo que persisten son leedores y libros a la deriva sin mensaje recibido.

Sin el libro el ser humano sería incapaz de trascender y de condensar la memoria histórica que forja referentes de pensamiento y acción. El libro es creación, es proyección, es lucha eterna contra la desmemoría y la negligencia, y es praxis política a medida que contribuye a transformar la realidad y a medida que es fruto de diálogos colectivos que fusionan procesos civilizatorios y refinamientos de los errores pasados.

Recurrir al libro no solo es un mero ornato intelectual que puede aislarnos de la realidad y de su carácter contradictorio y cambiante. Es, ante todo, una praxis que nos posiciona en el sendero de la conciencia donde reconocemos a «el otro» como un «nosotros». Es, pues, una forma de construir interculturalidad y de acercarnos a lo ajeno y distante, reivindicando lo sui géneris y lo que nos hace diferentes.

Sin el libro se pierde capacidad para discernir y para refinar el juicio y el razonamiento lógico. El acompañamiento de sus páginas permite al ser humano reducir la incertidumbre y orientar la brújula que guía el caminar cotidiano y sus avatares.

En suma, acercarnos al libro es una manera más de sensibilizarnos, de descubrir múltiples mundos de la vida y de encarrilarnos por el sendero de la esperanza, la utopía y la creatividad. Solo así será posible nutrir la formación de la cultura ciudadana, alejar el colapso civilizatorio y de revertir la crisis de sentido y la desciudadanización.

Fuente: https://rebelion.org/el-libro-como-praxis-transformadora-de-la-realidad-social/

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Colombia: Sin equidad educativa para la paz

Colombia/15 de mayo de 2017/Las 2 Orillas

“Un sistema educativo pertinente, equitativo e incluyente es un referente sustancial para hablar de paz efectiva y duradera como se estipula en los acuerdos”.

Uno de los grandes retos del país es promover una educación incluyente que disminuya los índices de deserción y garantice condiciones equitativas para el éxito social de la mayoría de la población. En la última década, Colombia ocupa el primer lugar entre los países  de Sudamérica con menor gasto público educativo, con tan solo un 3,3% según su PIB.

En América Latina, Colombia supera solo a República Dominicana (2,3%), Panamá y Guatemala (ambos con 3,2%), países donde según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) la educación es de muy baja equidad y calidad. Hablar de equidad educativa atribuye al Estado reconocer de manera imparcial el derecho que cada colombiano tiene a recibir lo mejor de la calidad en términos de “justicia educativa”. La anterior palabra se entiende como la posibilidad integral de estudiar en condiciones tales que se pueda potenciar los talentos, capacidades e inteligencias independientemente de procedencias sociales, condiciones culturales o  individuales.

 A Colombia en el campo internacional le exigen cumplir varias agendas enmarcadas en la lógica de cierre de brechas educacionales. Así, por ejemplo la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) en el documento “metas educativas 2021” establece como primer propósito fortalecer las políticas públicas de la primera infancia (menores de 6 años). Para cuya agenda Colombia, hoy a 4 años de finalización de las metas propuestas, presenta para esta población baja tasa de escolarización, desnutrición y pobreza. Situación alarmante para un país que proyecta ser el más educado en el 2025, porque hay 1,5 millones de niños-infantes sin recibir atención integral.

De igual modo, otra preocupación por el mejoramiento de la calidad escolar está en el desarrollo profesional de los docentes. En la actualidad es incuestionable la importancia  imprescindible de los maestros como parte fundamental de la calidad del sistema educativo, dicha calidad deviene en gran parte de las transformaciones significativas de las prácticas pedagógicas, por lo que suspender los programas como maestros de excelencia que se impulsan en este sentido, va en contravía del mejoramiento integral del sistema escolar del país.

Socialmente es inocultable reconocer que la educación es el modo más efectivo para promover  democracia, equidad y la anhelada paz. Invertir en la formación de los maestros es un mandato clave para mejorar la calidad. Por ello, cuando el presidente Santos en 2015, lanzó el plan de  incentivos a la calidad en el marco del mejoramiento de los resultados del Índice Sintético de la Calidad Educativa –ISCE y el Mejoramiento Mínimo Anual-MMA  se provocó en la sociedad y el magisterio altísimas expectativas que con el pasar de los meses se han hecho imposibles de cumplir, lo que provoca un efecto negativo y contrario que desmotiva o deslegitima el sistema educativo en aspectos como la formación y/o actualización  docente en  educación.

Si revisamos los mandatos de la Organización de Naciones Unidas (ONU), en los Objetivos de Desarrollo del Milenio, se dispone disminuir la pobreza, utilizando para tal fin la educación como elemento constitutivo e instrumental del desarrollo y la equidad. Lo anterior, se sustenta bajo el paradigma del desarrollo humano y social cuyo eje central de acción se ubica en el cumplimiento de  garantías a los derechos mínimos para la población más vulnerable. Colombia sin duda le apostó a movilizar competencias educativas y presionar la efectiva aplicación de los derechos básicos de aprendizaje-DBA como forma para avanzar educativamente en dichos estándares mundiales. Vale decir, que aunque son precarios los resultados se ha mejorado un poco en las pruebas PISA, que evalúan la calidad, equidad y eficiencia de los sistema educativos en el mundo.

En la última edición de las pruebas PISA 2015 entre 72 países, Colombia ocupó el puesto 57 gracias a que aumentó 28 puntos en ciencias, 40 en lectura y 20 en matemática.  Aún así, se está  muy lejos (38,2%) de alcanzar el promedio internacional (13%) de los países participantes de la OCDE. Desde esta óptica con la cual se mide la educación, somos un país pobre, que requiere con urgencia aumentar su inversión educativa a través de renovar  el capital cultural (riqueza de saberes y conocimientos que generan una plataforma para disfrutar de otras riquezas personales y sociales) para mejorar considerablemente el sistema educativo.

Todo lo mencionado se ratifica en los desafíos del foro mundial sobre educación 2015, celebrado en Incheon, República de Corea, donde la meta es a 2030 fortalecer una educación  de calidad, equitativa e inclusiva con  modelos de aprendizajes equitativos en particular para las niñas y mujeres. Foro que propende en equiparar condiciones para todos y todas, en especial para los más pobres, porque la equidad según sus relatores “entraña un trato especial y medidas orientadas a contrarrestar las desventajas históricas y sociales que impiden que los estudiantes accedan a la educación y se beneficien de ella de manera igualitaria”  todo indica que son momentos para que el MEN amplíe la cobertura, la investigación y la inversión en educación, de manera que asegure cerrar las brechas educativas para consolidar la paz, basada en una educación incluyente al alcance de todos.

Un sistema educativo pertinente, equitativo e incluyente es un referente sustancial para  hablar de paz efectiva y duradera como se estipula en los acuerdos entre el gobierno nacional y la guerrilla de las FARC-EP. No es bueno mentirnos, proyectando planes sectoriales como indicativos que no comprometen pensar la educación como un bien común para la paz y el bienestar social. No hay nada más justo que recibir una oportunidad de progreso social a través de una educación con calidad, que disponga enseñanza, infraestructuras, ambientes y aprendizaje de calidad. Evitando con ello, el viejo sofisma de que a más enseñanza, más aprendizaje como implícitamente se esboza en la jornada única escolar. La expresión final del foro deja bien definido que “el aprendizaje de calidad no es solo esencial para satisfacer las necesidades básicas de la población, sino que también resulta indispensable para fomentar las condiciones que hacen posible la paz”. Entonces, si el referente para medir la paz es la calidad se tiene que intervenir mucho más en la  integralidad de la educación.

Señora Ministra Giha, claramente los estudios evidencian la importancia de trabajar unificadamente con los demás ministerios las múltiples variables de los contextos culturales, administrativos, pedagógicos, de innovación, o de modernización tecnológica que necesitan ser articuladores de un sistema educativo que hoy esta fraccionado por múltiples intereses, muchos ajenos a la educación, pero que afectan directamente a la mayoría de la población pobre de Colombia. No olvidemos que parte del éxito escolar se construye en la medida de edificar el derecho a la diversidad, la paz y la equidad educativa como posibilidad concreta de hacer de la calidad escolar un hecho real dentro de un sistema confiable y no un discurso artificial engañoso de una falsa política.

Fuente: https://www.las2orillas.co/colombia-sin-equidad-educativa-la-paz/

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