La producción abierta y comunal basada en el conocimiento libre como forma de creación de valor social.

Santiago José Roca P.

Resumen. Este trabajo se propone fundamentar un esquema de producción para organizaciones de base tecnológica sustentado en la gestión del conocimiento como bien común. Para ello se revisan propuestas organizacionales como las redes de producción basada en el procomún y se plantea cómo pueden aportar a experiencias de gestión de proyectos sociotécnicos. Como resultado se presentan elementos para la fundamentación de un modo de producción distribuido y de gestión colectiva, que puede introducir formas novedosas de creación de valor y proporciona oportunidades para democratizar el acceso a los factores de producción y la generación de ingresos (1).
Palabras clave: procomún, producción abierta, conocimiento libre.

Introducción.
El surgimiento de economías informacionales como forma separada de las economías de manufactura ha traído varios retos para el pensamiento socioeconómico de las últimas décadas. En una economía global de mercados, la presión de los agentes dominantes ha estado dirigida al traslado de la lógica de producción industrial al campo informacional, por lo que, a pesar de que existen condiciones para democratizar el acceso a la información, el escenario está marcado por la utilización de esquemas privativos de control de la producción, lo que se ha dado en llamar “capitalismo cognitivo”. La reacción global a este tipo de medidas ha abierto un campo de reflexión preocupado por el libre acceso a los recursos y procesos de la economía informacional considerados como bien común.
El objetivo de este trabajo es presentar algunos elementos de un modo de producción de bienes y servicios apoyado en esquemas organizacionales y tecnológicos basados en el conocimiento como bien común, orientado a la creación de redes sociotécnicas gestionadas de forma comunal y dirigidas a la creación de valor social. El interés en el desarrollo endógeno no dependiente de la renta petrolera proporciona una plataforma para fundamentar la creación de redes socioproductivas que, a través de la gestión participativa de infraestructura, servicios informáticos y contenidos, ejecuten actividades relacionadas con la producción de bienes y servicios en el campo de las tecnologías de información, para obtener participación en la generación de ingresos y facilitar la creación de formas novedosas de valor para la sociedad. La metodología utilizada es documental y está basada en la revisión de bibliografía en torno al tema, la elaboración de un caso de análisis y la extrapolación de algunos elementos del marco teórico al caso revisado para el diseño de un esquema de interacción entre actores basado en la producción abierta y comunal.

1. La producción abierta y comunal basada en el conocimiento como bien común.
Desde la perspectiva del procomún (“commons”) el conocimiento es tanto un recurso compartido como también un bien común. Benkler (2003, 6) define el procomún de la siguiente manera:
“El procomún es un tipo particular de ordenación institucional para gobernar el uso y la disposición de los recursos. Su característica prominente, que la define en contraposición a la propiedad, es que ninguna persona individual tiene un control exclusivo sobre el uso y la disposición de cualquier recurso particular. En cambio, los recursos gobernados por procomún pueden ser usados por, o estar a disposición de, cualquiera que forme parte de un cierto número de personas (más o menos bien definido), bajo unas reglas que pueden abarcar desde “todo vale” a reglas formales finamente articuladas y cuyo respeto se impone con efectividad”.
Esta definición introduce los elementos sustanciales del procomún en tanto que hace referencia a una comunidad que se rige por un conjunto de normas para organizar el manejo compartido de recursos. Desde esta perspectiva el procomún es más que un inventario de recursos que son utilizados por varios agentes. Se trata más bien de que el manejo colaborativo de recursos compartidos por parte de una comunidad es lo que convierte a los recursos en bienes comunes. Lo mismo señalan Hess y Ostrom (2016, 88-93) acerca de los bienes comunes cognitivos cuando afirman que pueden identificarse en el conjunto de los recursos, las normas de uso y las características de una comunidad.
Ahora bien, es necesario describir un tipo de organización basada en la producción de bienes comunes cognitivos. Benkler (2006, 60-62) utiliza el término de “producción de pares basada en el procomún” (“commons based peer production”) para referirse a una forma de organizar los derechos de acceso, uso y control de recursos de manera no exclusiva en contraste con el régimen privativo. El término “producción de pares” (“peer production”) hace referencia a un sistema de producción integrado por unidades autónomas y descentralizadas, mientras que “basada en el procomún” (“common-based”) quiere decir que los insumos y resultados del proceso de producción se encuentran disponibles para todos a través de mecanismos institucionales.
Bauwens (2006) utiliza el término de “producción de pares” (“peer to peer production” o P2P) para referirse a un modo de producción donde se genera valor de uso a través de la libre cooperación entre productores, quienes cuentan con acceso a capital distribuido, formas de propiedad colectiva y condiciones de gobernanza colaborativa. De esta manera la producción de pares se distingue porque se proporciona acceso a recursos que son procesados de forma participativa y cuyos resultados se orientan a fomentar la institucionalidad del procomún.
Resulta importante describir cómo se caracteriza este esquema en cuanto que sistema sociotécnico (Thomas y Fressoli, 2009) de manera de poder entender qué es lo que se comparte y de qué forma. Al referirse a una “economía política del procomún”, Benkler (2003, 4-5) aboga por una infraestructura básica común que coexista con la infraestructura propietaria, acompañada por reformas institucionales para facilitar la adopción de políticas de conocimiento abierto en la investigación y la producción. Esta infraestructura estaría integrada por una capa física de redes inalámbricas abiertas, una capa lógica de protocolos abiertos y de aplicaciones de software libre, y una capa de contenidos abiertos.
Hess y Ostrom (2016, 72) clasifican los recursos en tres categorías: ideas (contenidos intangibles, como una fórmula matemática), artefactos (soporte físico de la expresión de una idea, como un libro) e instalaciones (infraestructura que facilita la disponibilidad de los artefactos, como una biblioteca). De esta manera, los recursos que son susceptibles de entrar en el procomún son todos aquellos que intervienen en la generación y circulación de conocimientos. Quienes participan en el sistema sociotécnico conforman ciertos patrones de interacción que son reforzados por resultados y determinados mecanismos de evaluación (2016, 88-93). En este sentido, en un sistema sociotécnico abierto, la gestión colectiva se convierte en requisito para garantizar la participación de los diferentes actores y el control equitativo de los recursos.
Este tipo de modelo se apuntala con la integración de procesos organizacionales e instrumentos basados en conocimientos y tecnologías libres. Una aproximación convencional al concepto de “tecnologías libres” es que son aplicaciones del conocimiento que pueden ser estudiadas, copiadas, modificadas y redistribuidas con anuencia de los creadores originales, de acuerdo con ciertas condiciones relacionadas con el derecho de propiedad intelectual. Un ejemplo es el software libre, identificado con la General Public License de la Free Software Foundation; o la documentación abierta identificada con la licencia Creative Commons. Esta aproximación al conocimiento y la tecnología libre destaca las condiciones jurídicas que permiten participar en la transformación de un recurso cognitivo.
Desde una perspectiva sociotécnica preocupada por la ingeniería de procesos, podemos describir la tecnología libre a partir de dos categorías: (a) Bienes cognitivos: Existe información disponible sobre las fuentes de un documento, el diseño del hardware o el código del software, que puede ser utilizada como insumo para nuevos productos, por lo que, a diferencia del esquema privativo, el ciclo de vida de un bien es continuo y permite la participación de sujetos independientes; (b) Procesos organizacionales: Se propician formas de producción horizontales y distribuidas, con acceso a la información de todos los procesos; relaciones participativas y resultados que se destinan a un banco común de recursos. Suele haber presencia de una comunidad que ejecuta acuerdos tácitos o explícitos sobre los recursos de información.

2. Economía de la producción abierta y comunal.
En este punto se exploran las implicaciones económicas de este tipo de producción con referencia particular a la producción de bienes de información. Ante todo es necesario aclarar que la perspectiva va más allá de la generación de ingresos y apunta a la creación de valor social.
Se comenzará por revisar un esquema económico asociado con la producción de pares. De acuerdo con Bauwens (2012), el término de “economía colaborativa” (“collaborative economy”) hace referencia a un conjunto de prácticas de colaboración en el ámbito de la producción, tales como el diseño colaborativo, la manufactura distribuida y el financiamiento colectivo. En este esquema se reúnen la lógica de la interactividad entre productores y usuarios, la comunicación horizontal sin intermediarios y la posibilidad de crear valor con sentido ético (2012, 21).
Algunas de las prácticas relacionadas con este enfoque pueden organizarse de la siguiente manera (Bauwens 2012, 51-54): (a) Economía colaborativa con enfoque inmaterial: Producción de pares orientada al procomún en conocimiento y software, Plataformas para compartir conocimientos; (b) Economía colaborativa con un enfoque mixto: Infraestructuras compartidas, Diseño y producción de masas (“crowdsourced”), Diseño compartido y manufactura distribuida, Innovación abierta; (c) Economía colaborativa con enfoque material: Consumo colaborativo de infraestructuras materiales, Mercados digitales.
Bauwens y Niaros (2016, 39-42) abogan por un modo de creación de valor distintivo, basado en el conocimiento abierto y en la mutualización de infraestructura física, que cuide la equidad distributiva y el respeto hacia la organización del ecosistema de productores. En este sentido, proponen maneras de trasladar el valor creado en los mercados hacia entornos basados en el procomún, a través de medidas dirigidas a proteger el régimen de valor interno y a contrarrestar las iniciativas que buscan privatizar el valor colectivo. Entre las medidas que mencionan se encuentran las siguientes: (a) Mutualización de los recursos digitales (software) y físicos (infraestructura) para la creación de bancos de recursos comunes; (b) Fomento de formas de registro y contabilidad del valor creado a través de los aportes parciales; (c) Impulso de formas organizacionales orientadas a la generación de bancos de conocimiento y la mutualización de infraestructuras físicas, tales como cooperativas que integren estos objetivos entre sus estatutos; (d) Licenciamiento basado en la reciprocidad entre productores a través de fórmulas de copyfair como la licencia de producción de pares; (e) Creación de ecosistemas globales de cooperación para la mutualización de recursos. Además, los autores presentan un conjunto de propuestas políticas orientadas a darle forma institucional a la dinámica, tales como la creación de organizaciones de representación política (cámaras) y de órganos de integración (asambleas) de productores del procomún, así como de asociaciones empresariales globales y alianzas internacionales con partidos y movimientos políticos.
En resumen, las actividades económicas de los productores en un sistema orientado al procomún se encuentran dirigidas a la generación de recursos tangibles e intangibles (como códigos informáticos y diseños abiertos) con énfasis en actividades colaborativas, como la manufactura de bienes materiales de forma distribuida. La finalidad sería fomentar una economía de conocimientos y tecnologías apropiadas cuya circulación apuntale formas de producción y consumo colaborativo, mientras que aporta a la creación de valor social en áreas como la satisfacción de necesidades básicas. Este esquema requiere una capa organizacional que facilite la gestión colectiva de procesos productivos abiertos y que apunte a la generación de valor social.
La lógica de compartir recursos y actividades en dinámicas de interacción colaborativa puede nutrirse con aportes de los modelos de negocios convencionales, como por ejemplo el modelo del software libre, con la salvedad de que en este esquema las actividades orientadas al mercado son revisadas dentro de la lógica de la colaboración. Así mismo, en el contexto de la economía informacional, se pueden adaptar algunos aportes de la economía social (Scholz, 2016). En cuanto a las formas de protección del conocimiento, las licencias utilizadas se basan en el modelado de las relaciones socioproductivas que se desea fomentar, por lo que tienen mayor importancia las licencias basadas en la reciprocidad y en la propiedad comunal que aquellas que favorecen la propiedad privada o la propiedad estatal de los bienes cognitivos. Por tanto se debe tomar en cuenta que una economía basada en el procomún se caracteriza por el impulso de bancos de conocimientos y recursos físicos, gestión participativa de los bienes comunes y creación de formas de valor que permitan la apropiación comunal.

3. Aplicaciones para la gestión de proyectos sociotécnicos.
A continuación se describe de manera muy sucinta un escenario de análisis. El Estado venezolano realiza una inversión en el desarrollo de sistemas de información para la ejecución de políticas públicas. La implementación de un sistema de apoyo para la administración pública involucra actividades de diseño, investigación, desarrollo, pruebas, instalación en servidores y soporte continuo. Estas actividades son realizadas por entes especializados encargados de la ejecución de políticas públicas de investigación y desarrollo sociotécnico. Los operadores de los sistemas son los responsables de procesos en la administración pública nacional, aunque los beneficiarios son los ciudadanos que participan en tales procesos.
Este escenario se corresponde con un ciclo cerrado de inversión, investigación, desarrollo e implementación de tecnologías libres que tiene por impulsor y destinatario a la administración pública. En cuanto que ciclo cerrado, los límites del sistema sociotécnico se encuentran determinados por elementos como la dirección de la política pública y el alcance de los recursos. Así mismo, la red sociotécnica, es decir, el conjunto de actores que se relacionan gracias a la mediación del sistema sociotécnico, se encuentra restringida a los espacios de los entes públicos.
Desde la perspectiva de un sistema de producción abierta, la red sociotécnica se amplía a un conjunto de actores que realizan diferentes aportes con apoyo de recursos distribuidos utilizados de forma colaborativa. La ampliación de la red sociotécnica generaría actividades que agregarían valor al sistema sociotécnico, como por ejemplo en diseño y desarrollo colaborativo, formación al usuario y soporte técnico, en tanto que los nodos especializados pueden enfocarse en la investigación y desarrollo base, formación técnica y asesoría jurídica. Así mismo, la ampliación de la red y del sistema sociotécnico puede facilitar que aparezcan mejoras en las aplicaciones de acuerdo con el plan del proyecto. No está de más afirmar que desde esta perspectiva la red sociotécnica tiene alcance global, por lo que debe pensarse en políticas de cooperación y reciprocidad. En suma, el mismo proyecto sociotécnico planteado originalmente puede llevarse a un esquema de producción abierta con la implementación de medidas para nutrir la organización comunal y pluralizar el impacto de la inversión pública.

4. Resultados de la investigación.
4.1. Esquema de Producción del Procomún.
A partir del marco conceptual revisado y tomando como referencia el escenario descrito anteriormente, se presenta una propuesta de esquematización para un sistema de producción abierta y comunal. El conjunto ilustrado en el Diagrama 1 puede comprenderse como un sistema sociotécnico de producción basado en el procomún. El mismo se encuentra integrado por agentes de la administración pública y entidades socioproductivas, quienes realizan actividades de forma colaborativa y comparten recursos en una dinámica de gestión de los bienes comunes. En consonancia con la definición planteada, el conocimiento y las tecnologías libres, en tanto que tecnologías apropiadas, representan a la vez un insumo y un resultado de la producción. El intercambio colaborativo permitiría la generación de actividades de producción de bienes y servicios (mercantiles y no mercantiles) que apuntarían a la creación de valor social. En la base del sistema se encuentran las entidades de gestión comunitaria que le proporcionan el carácter institucional. La pertinencia de este esquema radica en que podría proyectarse sobre los casos de análisis de ejecución de proyectos sociotécnicos en un escenario de formulación y evaluación de políticas públicas.

diagrama1
Diagrama 1. Sistema de Producción del Procomún. Fuente: elaboración propia.

4.2. En torno a un espacio de gestión pública y comunal.
En este contexto pueden adoptarse un conjunto de acciones para canalizar la integración de redes de productores asociados en un régimen de procomún. Instrumentos jurídicos como la Ley de Infogobierno y la Ley del Sistema Económico Comunal, entre otros, establecen políticas que pueden tomarse como referencia. Por ejemplo, la Ley de Infogobierno propone en el artículo 70 la promoción de la industria nacional de tecnologías de información libres para garantizar el ejercicio de la soberanía tecnológica y el desarrollo integral de la Nación. Allí se plantean formas de integración como los polos de innovación regional, medidas de financiamiento y formación sociotécnica, creación de empresas de propiedad social en tecnologías libres, redes de soporte técnico y despliegue de infraestructura de servicios en tecnologías libres. En el Diagrama 2 se presentan algunas dimensiones que puede ser necesario observar a partir de un enfoque sistémico de la producción abierta y comunal.

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Diagrama 2. Estrategias de fortalecimiento del Procomún. Fuente: elaboración propia.

Conclusiones.
La producción basada en el procomún se sustenta en el manejo participativo de procesos caracterizados por la forma distribuida de elementos como conocimiento, trabajo, recursos financieros y activos productivos, los cuales se articulan dentro de regímenes normativos ordenados por comunidades de gestión. De forma ideal, este modelo favorece el acceso compartido a los factores de producción a través de esquemas de gobernanza colaborativa. Así mismo, la implementación de un sistema de producción basado en el procomún se encuentra orientada hacia la ampliación de la red de agentes sociotécnicos asociada con un sistema tecnológico, y por tanto, tiende a la diversificación y desarrollo del mismo.
El énfasis en el valor social de la producción basada en el procomún no se encuentra reñida con la preocupación por la generación de ingresos de forma independiente de la renta petrolera. Precisamente este enfoque es anterior a la definición de cadenas de valor económico y la formulación de modelos de servicio basados en la tecnología de información libres, en el sentido de que establece una diferenciación entre un sistema de intercambio fundado en esquemas propietarios de gestión del conocimiento y otro basado en el fortalecimiento de redes colaborativas.
En el plano socioeconómico, este esquema está dirigido a mejorar la participación de los trabajadores en la generación total de ingresos de la economía a través de actividades de producción de bienes y servicios del mercado de capitales (maquinarias y comunicaciones), pero de una forma que fomenta la gestión colectiva de procesos productivos y la distribución equitativa de los resultados de la actividad económica. Propuestas como la creación de bancos de saberes como práctica de economía colaborativa pueden ayudar a democratizar el acceso a los factores de producción, mientras que favorecen el tejido de un conjunto de relaciones basada en formas novedosas de creación de valor más allá de la producción mercantil.

Bibliografía.
Bauwens, M. (2006). “The political economy of peer production”. CTheory: 12 (1).
Bauwens, M. (2012). Synthetic overview of the collaborative economy. Orange Labs – P2P Foundation.
Bauwens, M. y Niaros, V. (2016). Value in the Commons Economy: Developments in Open and Contributory Value Accounting. Heinrich Böll Stiftung.
Benkler, Y. (2003). “La economía política del procomún”. Novática, 163.
Benkler, Y. (2006). The Wealth of Networks. How Social Production Transforms Markets and Freedom. Londres, Reino Unido: University Press.
Hess, Ch. y Ostrom, E. (Ed.) (2016). Los bienes comunes del conocimiento. Madrid, España: Traficantes de Sueños.
Scholz, T. (2016). Cooperativismo de plataforma. Desafiando la economía colaborativa corporativa. Barcelona, España: Dimmons.net. Internet Interdisciplinary Institute – Universitat Oberta de Catalunya.
Thomas H. y Fressoli, M. (2009). “En búsqueda de una metodología para investigar Tecnologías Sociales”. Dagnino, D. (Ed.) Tecnologia social: ferramenta para construir outra sociedade. Brasil, IG/UNICAMP.

(1) Trabajo presentado en el “II Congreso Internacional: Ciencia, Tecnología e Innovación desde la perspectiva del Desarrollo Económico y Social de Latinoamérica y el Caribe”. 26-27 de mayo de 2017. Universidad Nacional Experimental Rafael María Baralt, República Bolivariana de Venezuela.

Fuente: http://conocimientolibre.cenditel.gob.ve/2017/06/21/la-produccion-abierta-y-comunal-basada-en-el-conocimiento-libre-como-forma-de-creacion-de-valor-social/

Imagen tomada de: https://conocimiento-libre.com/wp-content/uploads/2017/10/inteligencia-artificial.jpg

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Libro Rebeldías en común: sobre comunales, nuevos comunes y economias colaborativas

ISBN:  978-84-946151-4-6
Coleccion del libro:  Sin Colección
Idioma:  Castellano
Número de páginas:  223

Fecha edición:01/05/2017

Materia:  Economía SOCIAL

Reseña:

Montes que se manejan de forma comunal, cofradías de pescadores/as que insisten en realizar una pesca artesanal y sostenible, programadores/as que reproducen entornos comunicativos basados en el software libre, mercados que ligan directamente a personas productoras y consumidoras, redes de semillas que trabajan para mantener la biodiversidad cultivada, cooperativas que apuestan por una energía sostenible, iniciativas de crédito colectivo o comunitario, grupos educativos o de crianza que atienden las necesidades de las/os más pequeñas/os, organizaciones asamblearias de agricultores/as que cultivan territorios y bienes naturales, grupos locales que construyen monedas sociales, aprovechamiento compartido de dehesas, experiencias de economía social con criterios de sostenibilidad y horizontalidad como base de su funcionamiento, medios de comunicación y de difusión de información que se construyen según pautas cooperativas: todo este paisaje de autoorganización social formaría parte de lo que podemos reconocer como el “paradigma de los comunes”. Evocadoras realidades que apuntan a otras formas de recrear un mundo que se nos aparece roto ambiental y socialmente, donde la economía convencional insiste en provocar desigualdades, depredar recursos, precarizar vidas y esclavizar a base de deudas externas y hogares endeudados.

Muchas de estas prácticas tienen una larga tradición en el mundo. Son y han sido formas resilientes de gestionar, de forma sostenible y democrática, bienes naturales que resultaban esenciales para la reproducción de las comunidades. Son los comunales tradicionales, que desde antaño han llegado al presente, reivindicando tanto su vigencia como su necesidad de reinventarse, para continuar desarrollando su papel en el funcionamiento de ecosistemas y economías a escala planetaria. En el Estado español, los terrenos gestionados de forma comunal ocupan más de 4 millones de hectáreas, la pesca artesanal apoyada en cofradías locales es la ocupación de miles de personas, las redes de semillas agrupan por todo el territorio a plataformas que pretenden “resembrar” e “intercambiar” la biodiversidad cultivada. Iniciativas con larga historia, como el Tribunal de las Aguas en Valencia, o más recientemente, comunidades de regantes revitalizadas desde administraciones públicas y agricultores/as, son un referente de manejo que impulsa la gestión comunitaria del riego.

Más longevos y con mayor arraigo inclusive serían los comunes entendidos desde tradiciones indígenas, campesinas o de esclavos/as rebeldes en toda América Latina y África: los ejidos mexicanos, la concepción comunitaria del territorio a lo largo de los Andes o en buena parte de los territorios del África subsahariana, las prácticas de trabajo cooperativo como las mingas en el seno de los ayllús bolivianos, los quilombos 1 en Brasil, la familia extensa que se gobierna en solidaridad (el ujamaa que acuñara posteriormente Julius Nyere como el socialismo de base africana).

Dichas formas, adaptadas a distintos contextos geográficos y culturales, ayudaban a crear sinergias entre territorios, comunidades y economías que aseguraban la disposición sostenible de ciertos recursos. No conviene forjarse visiones románticas o idealizadas: no aseguraban necesariamente una redistribución de las riquezas producidas en un territorio, garantizaban solo el acceso a estos bienes a una parte de la población, pues frecuentemente no encontraremos en ellos mujeres o jóvenes. Y sin embargo, con todas sus carencias, limitaciones y contradicciones resurgen como inspiradoras referencias, en un contexto de previsible naufragio social y de transición inaplazable hacia nuevos sistemas políticos y socioeconómicos.

Experiencias surgidas de la necesidad y perfiladas por siglos de práctica, que invitan a indagar los aprendizajes que se pueden extraer de estas iniciativas que ya tuvieron que lidiar con la conflictividad de la organización colectiva, la gestión del poder o el cuidado del territorio en clave de sostenibilidad socioambiental. Este libro surge del afán por generar un conocimiento, anclado en prácticas concretas, pero que aspire a construir nuevas instituciones económicas, que mantengan el espíritu de lo que Elinor Ostrom señalara en El gobierno de los bienes comunes: experiencias de gestión sostenible en materia política y ambiental, basadas en reglas nítidas que garantizan condiciones de acceso a bienes, respetando ciertos límites y arraigadas en unos principios culturales y políticos, que apuntan a una distribución del poder y a ciertas garantías de inclusión social. Apuntes que nos permitan sistematizar prácticas y construir economías pegadas al territorio, a la democratización desde abajo y a la satisfacción de nuestras necesidades humanas por encima de visiones de la economía depredadoras, injustas e insostenibles.

Como sabemos, bajo la modernidad se impuso un modelo de desarrollo basado en métodos “científicos”, se consolidó el capitalismo como modelo económico, se conformaron los nuevos Estados-nación, surgió la colonización y se terminó imponiendo la razón técnica, de manos de personas consideradas expertas que se encargarían de “civilizar” el mundo. Un proceso que desvertebró las economías campesinas e hizo saltar por los aires buena parte de estos manejos comunales. Territorio, comunidad y reglas para resolver conflictos, garantizar el acceso y la reproducción de bienes naturales, se fueron desacoplando.

Posteriormente, entre los años sesenta y ochenta, la Guerra Fría estableció recurrentemente una aparente dicotomía política en torno a las instituciones: ¿debía ser el Estado o el mercado el motor de un “desarrollismo” que no se ponía en duda?, ¿era el camino institucional, el llamado socialismo real de la extinta URSS, y su propuesta de centralización económica, o por el contrario era el capitalismo estadounidense montado a lomos de un individualismo consumista y de marcada desconfianza hacia los poderes públicos? Como advertía Karl Polanyi, economía y política se daban la mano: cada salto en los procesos de acumulación capitalista se sustenta en decisiones políticas orientadas a legitimar nuevas depredaciones comunitarias, la mercantilización de nuevas esferas de la vida o la elaboración de una gramática económica acorde con estos intereses.

Y contra todo pronóstico, muchas de estas iniciativas comunales resistieron y resisten a las nuevas legislaciones que impulsan la desposesión a través de ajustes estructurales del FMI o de la Unión Europea, los programas de desarrollo rural para la inserción de territorios como industrias subordinadas al capitalismo global o la regulación de determinadas administraciones locales, de manera que se garantice su servidumbre a las demandas de las grandes empresas. Los comunes tradicionales son islas en un océano de mercantilización y de enfoques estadocéntricos, capaces de reproducirse a contracorriente y de servir de inspiración para nuevas prácticas emergentes que denominamos nuevos comunes. Las islas se van interconectando y aspiran a conformar un archipiélago.

Los nuevos comunes son aquellas prácticas que intentan cerrar circuitos (políticos, energéticos, alimentarios) en un territorio dado y nos ayudan a democratizar fragmentos del mundo. Agrupaciones desde las que desarrollar formas diferenciadas de producir (economía solidaria, cooperativismo de trabajo, consumo justo, cooperativas para una transición energética, el mundo de la agroecología…); aprender (cooperativas de enseñanza, escuelas populares, comunidades de aprendizaje…); convivir (grupos de crianza, formas cooperativas de organizar los cuidados, cooperativas de vivienda, recuperación de pueblos abandonados….); cuidarse (mutualidades, cooperativas de salud, grupos de crianza…); relacionarse con las culturas y las nuevas tecnologías, de forma que sean accesibles y no se mercantilicen (software libre, cultura libre…); en definitiva, instituciones capaces de sostener y hacer deseables otros estilos de vida.

Iniciativas innovadoras que arrancan de un sustrato de cooperación social, que surgen de procesos vivos antes que de modelos estancos y de instituciones formalizadas administrativamente, asumen la gestión colectiva y la reproducción de bienes naturales (agua, bases alimentarias, montes, etc.) o bienes que nos permiten la cooperación (conocimiento, tecnologías de comunicación, mercados, espacios públicos o comunitarios, educación…) y no lo hacen de forma restringida, sino poniendo el acento en la democratización de las relaciones económicas, dentro y fuera de las propias experiencias. La importancia de los nuevos comunes se basa en las diversas iniciativas que se multiplican hoy en día, y que queremos ayudar a visibilizar con la publicación de este libro. No se trata de una nueva filosofía política, sino más bien, de una práctica que desarrolla transiciones hacia otros sistemas económicos y políticos. De esta manera, si hablamos de economías sociales en una ciudad como Barcelona, la economía en régimen cooperativo atiende a un 8% del total de lo producido y valorado monetariamente en la ciudad. Los grupos que ligan directamente producción y consumo, generalmente bajo iniciativas locales y asamblearias, suponen más de 100.000 personas dedicando tiempo en este Estado a la construcción cooperativa de sistemas agroalimentarios locales.

Comunales y nuevos comunes tienen mucho en común, aunque los separe y política se daban la mano: cada salto en los procesos de acumulación capitalista se sustenta en decisiones políticas orientadas a legitimar nuevas depredaciones comunitarias, la mercantilización de nuevas esferas de la vida o la elaboración de una gramática económica acorde con estos intereses.

Y contra todo pronóstico, muchas de estas iniciativas comunales resistieron y resisten a las nuevas legislaciones que impulsan la desposesión a través de ajustes estructurales del FMI o de la Unión Europea, los programas de desarrollo rural para la inserción de territorios como industrias subordinadas al capitalismo global o la regulación de determinadas administraciones locales, de manera que se garantice su servidumbre a las demandas de las grandes empresas. Los comunes tradicionales son islas en un océano de mercantilización y de enfoques estadocéntricos, capaces de reproducirse a contracorriente y de servir de inspiración para nuevas prácticas emergentes que denominamos nuevos comunes. Las islas se van interconectando y aspiran a conformar un archipiélago.

Los nuevos comunes son aquellas prácticas que intentan cerrar circuitos (políticos, energéticos, alimentarios) en un territorio dado y nos ayudan a democratizar fragmentos del mundo. Agrupaciones desde las que desarrollar formas diferenciadas de producir (economía solidaria, cooperativismo de trabajo, consumo justo, cooperativas para una transición energética, el mundo de la agroecología…); aprender (cooperativas de enseñanza, escuelas populares, comunidades de aprendizaje…); convivir (grupos de crianza, formas cooperativas de organizar los cuidados, cooperativas de vivienda, recuperación de pueblos abandonados….); cuidarse (mutualidades, cooperativas de salud, grupos de crianza…); relacionarse con las culturas y las nuevas tecnologías, de forma que sean accesibles y no se mercantilicen (software libre, cultura libre…); en definitiva, instituciones capaces de sostener y hacer deseables otros estilos de vida.

Iniciativas innovadoras que arrancan de un sustrato de cooperación social, que surgen de procesos vivos antes que de modelos estancos y de instituciones formalizadas administrativamente, asumen la gestión colectiva y la reproducción de bienes naturales (agua, bases alimentarias, montes, etc.) o bienes que nos permiten la cooperación (conocimiento, tecnologías de comunicación, mercados, espacios públicos o comunitarios, educación…) y no lo hacen de forma restringida, sino poniendo el acento en la democratización de las relaciones económicas, dentro y fuera de las propias experiencias. La importancia de los nuevos comunes se basa en las diversas iniciativas que se multiplican hoy en día, y que queremos ayudar a visibilizar con la publicación de este libro. No se trata de una nueva filosofía política, sino más bien, de una práctica que desarrolla transiciones hacia otros sistemas económicos y políticos. De esta manera, si hablamos de economías sociales en una ciudad como Barcelona, la economía en régimen cooperativo atiende a un 8 % del total de lo producido y valorado monetariamente en la ciudad. Los grupos que ligan directamente producción y consumo, generalmente bajo iniciativas locales y asamblearias, suponen más de 100.000 personas dedicando tiempo en este Estado a la construcción cooperativa de sistemas agroalimentarios locales.

Comunales y nuevos comunes tienen mucho en común, aunque los separe lazos sociales (expresión, afectos, identidad) a la casa donde habitamos (el hogar, el territorio, el planeta).

Lo común es un concepto, que de forma innegable, está de plena actualidad en los debates de la esfera pública sobre nuevas institucionalidades y mecanismos de gobernanza, conformando un nuevo campo de investigación académica pero, sobre todo, porque forma parte del léxico compartido entre quienes se enfrentan a la oleada de privatizaciones, la mercantilización o el acaparamiento de recursos (agua, tierra, semillas…), construyendo nuevas realidades.

Comunaria es una red de personas de toda nuestra geografía ligadas a instituciones académicas y organizaciones sociales, que desde ámbitos urbanos y rurales venimos trabajando en torno a la sistematización de experiencias y el diálogo entre comunes tradicionales y nuevos comunes. http://comunaria.net/

Fuente: https://www.ecologistasenaccion.org/?p=96729

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George Monbiot: “La restauración de lo común puede cambiar la sociedad”

Europa/ReinoUnido/

El investigador británico George Monbiot es otro que considera que el debate entre Estado y mercado es estéril, y que ambos modelos están contribuyendo al malestar y degradación de las sociedades en el mundo.

“El mercado por sí mismo no puede satisfacer nuestras necesidades, y tampoco el Estado. Ambos alimentan la alienación, la ira y la anomia (degradación o eliminación de reglas sociales), que generan extremismos. A lo largo de los últimos 200 años un elemento ha sido el principal ausente de las ideologías dominantes, algo que no es ni el mercado ni el Estado: lo Común”, afirma.

Lo común (también llamado el acervo común, o lo comunal, etc.), es un activo o conjunto de activos sobre los cuales una comunidad tiene derechos compartidos e iguales. Esto, en principio, puede incluir a recursos como el agua, la tierra, los minerales, el conocimiento, la investigación científica y el software.

Pero el investigador advierte que actualmente la mayoría de éstos están cerrados: “atrapados por intereses estatales o privados, y tratados como cualquier otra forma de capital. A través de este encierro hemos sido despojados de nuestra riqueza común”.

Algunos activos o bienes comunes todavía existen. Varían desde por ejemplo bosques comunales en Nepal y Rumania, pesquerías de langosta en Maine (EEUU), pastizales en el Este de África y en Suiza, el Internet, Wikipedia, Linux.
Otros ejemplos interesantes son la Biblioteca Pública de Ciencia (PLOS por su sigla en inglés, ver www.plos.org), y el Banco de Tiempo en Helsinki (Finlandia). PLOS es una biblioteca de acceso abierto, que implica no solo gratuidad sino también acceso irrestricto, libre y transparente, fundada ya en 2001.

En el Banco de Tiempo de Helsinki, sus miembros intercambian una diversidad de servicios por tiempo. Un Tovi (la moneda del banco) equivale a una hora de trabajo. El principio que guía el banco es que el tiempo, el trabajo y las necesidades de todos tienen el mismo valor. El banco es abierto a todos y cualquiera puede aplicar para ser miembro. Su objetivo es apoyar la colaboración mutua entre la gente y a través de ello fortalecer la cultura comunal. Claro que todas estas son excepciones a la regla general: la propiedad exclusiva.

Lo Común
El exfinancista, investigador y escritor Martin Adams, argumenta que al principio, la tierra pertenecía a todos y a nadie, pero que fue adquirida por una minoría que excluye a otros de disfrutar de ésta. Adams propone que quienes utilizan la tierra de manera exclusiva paguen una “contribución a la tierra comunitaria” como compensación.

Esto, afirma, podría parcialmente reemplazar a los impuestos sobre el ingreso y las ventas, prevenir el acaparamiento de tierras y reducir los precios de las tierras. Las recaudaciones podrían ayudar a financiar un salario básico universal. Y eventualmente su idea es avanzar hacia un sistema en el que la tierra sea propiedad de la comunidad local, la que la arrienda a quienes la utilizan.

A su vez, Monbiot piensa que se podrían utilizar principios similares para la energía. El derecho a producir carbono mediante la quema de combustibles fósiles podría ser subastado. Cada empresa que quiera emitir carbono deberá comprar en subastas estos permisos, y los ingresos generados por estas ventas financiarían servicios públicos y energías limpias. Esto hará que “la demanda por combustibles fósiles caiga, por lo que año tras año se emitirán cada vez menos permisos”.

También observa que “en vez de permitir que las corporaciones utilicen los derechos de propiedad intelectual para crear una escasez artificial del conocimiento, o  que capturen el valor generado por otras personas (como Google y Facebook), podríamos movernos hacia una ‘economía del conocimiento social’, similar a lo que promueve el gobierno de Ecuador”.

La propuesta mencionada se basa en lo que ha estado trabajando el Proyecto FLOK (Conocimiento Abierto Libre) -compuesto por un equipo internacional de investigadores- junto al gobierno ecuatoriano, en los últimos años.
El resultado ha sido un extenso y original documento (titulado “Plan de transición hacia una sociedad basada en el procomún”) enfocado en transformar la matriz productiva de Ecuador, desde una  que es “dependiente del capital extranjero y de la extracción de petróleo” hacia la “construcción de un modelo económico basado en los valores de lo común, la cooperación, y el acceso libre y abierto al conocimiento”.

Urgente restauración de lo común
“La restauración de lo común tiene gran potencial no sólo para distribuir riqueza sino también para cambiar la sociedad”, afirma Monbiot. Y es que lo común no se refiere sólo a recursos (como la tierra, bosques o software); también incluye a la comunidad de personas que gestionan, manejan y protegen estos recursos.

En este esquema, una gran ventaja es que “los miembros de lo común desarrollan conexiones mucho más profundas entre sí y con sus bienes que nosotros como consumidores pasivos de productos corporativos”.

Gestionar y manejar recursos comunes implica desarrollar reglas, valores y tradiciones: “Significa, en algunos casos, volver a incrustarnos en los lugares donde vivimos. Significa darle una nueva forma al gobierno para que satisfaga las necesidades de las comunidades, no de las corporaciones. En otras palabras, revivir lo común puede funcionar como un contrapeso frente a las fuerzas atomizantes y alienantes que actualmente generan mil formas de reacciones tóxicas”, concluye el experto.

Fuente:  http://www.elpaisonline.com/index.php/blogs/la-billetera/item/248514-la-restauracion-de-lo-comun-puede-cambiar-la-sociedad
Imagen tomada de: http://www.monbiot.com/wp-content/themes/monbiot/assets/img/logo.jpg
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Pensar desde los comunes: entrevista a David Bollier

Ni Estado o mercado, ni público o privado: entrevista a David Bollier sobre la alternativa de los comunes.

Por 01/03/2016 – 

El aire, la biodiversidad, el genoma, el lenguaje, las calles, Internet… Los comunes no nos rodean: nos atraviesan y constituyen, nos hacen y deshacen. De todos y de nadie, sostienen el mundo, son el mundo. En el cuidado y enriquecimiento de los comunes nos jugamos la vida misma. Es un asunto demasiado importante como para dejarlo en manos del Estado o del mercado. Nuestro desafío es hacernos cargo en común de un mundo común.

David Bollier es activista y una voz destacada dentro del movimiento de los comunes. Junto a Silke Helfricht, también activista de los comunes, han coordinado la antología Patterns of Commoning donde hacen hincapié en que los comunes no pueden definirse en términos de objetos, recursos ¡ni siquiera de bienes!, sino como estructuras, modelos y procesos sociales.

El libro recopila más de 50 ensayos provenientes de 20 países firmados por activistas, académicos y líderes de proyectos relacionados con los comunes. Los temas incluyen monedas alternativas, maquinaria agrícola de código abierto, bosques comunitarios, comunes de co-aprendizaje, comunes de teatro, proyectos de mapeado, el procomún urbano, los comunes digitales y mucho más. La revista Shareable entrevistó a Bollier sobre el libro y el futuro de los comunes, es la entrevista que puedes leer a continuación.

En el libro, Silke y tú hacéis hincapié en lo que describís como esa conciencia de pensar, aprender y actuar desde los comunes, algo vital para el movimiento del mismo nombre. ¿Qué supone esto para ti?

Supone la deconstrucción de algunas dicotomías que damos por sentadas, como las dicotomías entre lo público y lo privado, lo colectivo y lo individual, lo racional y lo irracional, ya que en la esfera de los comunes estas polaridades se confunden.

Tenemos que hablar del procomún como un todo orgánico, no como una máquina que podemos desensamblar o diseccionar. Es un organismo viviente y eso es, precisamente, lo que tenemos que estudiar: su vivacidad.

La ciencia moderna convencional se niega a explorar la vivacidad. Sin embargo, hace gala de muchas categorías reduccionistas incapaces de llegar a la esencia de -ya no sólo lo que es ser un ser humano- sino un ser humano vivo en un planetavivo. Creo que el procomún quiere entablar un diálogo con esas preocupaciones. Por tanto, no es de sorprender que no tenga cabida dentro de las categorías intelectuales convencionales utilizadas por los investigadores, por poner un ejemplo concreto.

Una de las cosas que más me llamaron la atención del libro es que los políticos y expertos no pueden diseñar o construir comunes desde arriba y esperar que prosperen. ¿Cuál es la distinción entre un procomún orgánico y uno fabricado?

Cuando los comunes están patrocinados por las instituciones, no pueden disfrutar de ese mismo espíritu de dedicación, propiedad y creación mutua que surge desde abajo. En tal sentido, siempre serán objetos dentro de una obra ajena con directores externos, en vez de ser la expresión de un brote creativo surgido de las propias personas para satisfacer sus intereses, necesidades y vida interior

Las instituciones son marcadamente incapaces de evidenciar o expresar las necesidades interiores de las personas y sus anhelos, pero creo que los comunes pueden hacerlo y lo hacen. Ahí está la esencia de esa vivacidad a la que me refería. Los comunes contienen una energía y un entusiasmo propios capaces de perpetuarse a sí mismos. A veces incluso vemos destellos de auténtica belleza y eso es muy especial. Todo esto se entiende en el contexto de que el procomún es un fenómeno social, histórico y cultural único y propio del momento en el que surge para expresar las necesidades reales de las personas.

Esto dista mucho del análisis de asignación de recursos que algunos utilizan para intentar comprender los comunes. Lo cual no quiere decir que algunos de esos análisis de recursos no tengan su razón de ser, pero solo constituyen una parte del todo.

El libro explora una noción muy interesante: hay muy pocos aspectos de la vida o de la producción que no podrían reestructurarse desde los comunes. En estos dos últimos libros, has presentado una sorprendente variedad de proyectos relacionados con lo comunal. Describe tu visión de una economía o un mundo basado en los comunes.

En cierto modo, eso es como preguntar qué aspecto tendrá un niño de tres años llegado a los cincuenta o a los ochenta.

Hay muchísimas experiencias vitales que, a decir verdad, son contingentes, impredecibles. Hay todo un proceso de desarrollo que creo que tiene que desplegarse y emerger antes de que podamos hacer predicciones.

Dicho eso, no creo que se trate de algo que precise de una autoridad central para diseñarlo, apropiárselo y después construirlo. Creo que se trata de un proceso de desarrollo más bien biológico, o incluso evolutivo, que se verá animado por muchos principios y dinámicas a pequeña escala.

Esa es la gran evolución y el drama que planteamos. Hay quien dice que tenemos que aumentar la escala de los comunes, pero ya se ha señalado que la palabra “escala” es un término jerárquico. Creo que más bien se trata de reproducir y federar. Eso conlleva una estructura muy distinta, dado que conservaría la integridad y el compromiso del contexto local sin dejar de lado una solidaridad y apoyo más amplios.

Es algo que ya vemos en Internet, donde hay un sinfín de tribus digitales distintas. No hay autoridad central, aunque a veces se necesitan ciertas infraestructuras para avanzar hasta el nivel siguiente.

Lo que lo mantendrá unido, en gran parte, será cierto tipo de ética y cultura emergentes que se están empezando a hallar la una a la otra. Si vas a cualquier encuentro de especialistas, activistas y comuneros, normalmente verás mucha alegría, acompañada del placer de encontrarse y aprender unos de otros… Aunque tengan trasfondos distintos, todos comparten gran cantidad de principios éticos e inquietudes culturales.

Este acercamiento al procomún basado en los patrones o modelos da por sentado que los comunes son sistemas complejos y vivos y pone de relieve sus cualidades emergentes y su crecimiento. También celebra el hecho de que estos patrones constituyen nuestra herencia cultural. ¿Qué beneficios surgen al estudiar los comunes bajo este cariz?

Te permite captar la realidad de esa complejidad humana que caracteriza a lo comunal, sin comprimirlo en categorías reduccionistas ni en modelos que no reflejan las fuerzas que los suscitan. No quiero plantearlo en términos absolutos. Y no cabe duda de que necesitamos muchísimos estudios académicos centrados en el procomún pero, al mismo tiempo, hay otra realidad muy fértil más allá de lo que logran los modelos teóricos.

Existe un punto óptimo entre la anécdota base y los modelos excesivamente abstractos. El modelado basado en patrones es una manera de recopilar algunas de estas formas recurrentes, pero se trata de un proceso desde abajo, en vez de una imposición intelectual sobre la realidad.

El libro está concebido como un primer esbozo de estos “patrones de hacer procomún” a medida que fomentamos el desarrollo de un nutrido lenguaje de patrones derivado de los comunes y sus acciones asociadas. ¿Por qué es esto importante, y cómo sería ese lenguaje de patrones aplicado al procomún?

En su capítulo, Silke intenta describirlo mediante una aproximación: identificar ciertas temáticas notorias recurrentes surgidas a raíz de la experiencia vivida. Algunos ejemplos de estas temáticas serían: ¿cómo se protege el procomún? ¿Cómo creamos los sistemas legales o sociales para protegerlo?

Otro patrón podría ser: ¿cómo volvernos conscientes del propio procomún? ¿Cómo visibilizar mejor las dimensiones invisibles de los comunes? Silke ha intentado identificar algunos de estos patrones temáticos; son como hilos dorados que atraviesan gran parte de los relatos del libro, que aparecen en repetidas ocasiones.

Tenemos que empezar a educarnos para reconocer algunos de estos patrones y comenzar a entender la función interna de los comunes con una sensibilidad más sofisticada y mediante métodos más realistas. Todo ello sin caer en la rivalidad, la exclusividad y otros componentes propios del marco económico que rige el análisis.

Este es el segundo volumen de una trilogía en curso. ¿De qué tratará el tercero?

El siguiente libro, que apenas hemos comenzado, se pregunta qué significa todo esto a nivel macrodimensional, en términos políticos, económicos y de Estado.

En este libro nos hemos centrado en la dimensión interna de los gerundios del procomún y en la realidad vivida a pequeña escala. En el próximo queremos fijarnos en algunas de las macroimplicaciones y contemplar cuestiones como: ¿qué cambios necesita la ley para acomodar a los comunes? ¿Cómo habría que cambiar el rol del Estado para fomentar una sociedad centrada en el procomún? ¿Qué supone esto en términos de relaciones internacionales? De eso trata el tercer volumen.

Si te ha interesado esta entrevista, te interesará también saber que una red de publicaciones en castellano con licencias abiertas (Tinta Limón de Argentina, Sursiendo de México, La Libre de Perú, Guerrilla Translation y Traficantes de Sueños de España) acaban de traducir Pensar desde los comunes  de David Bollier, un texto básico para entender el alcance y la importancia de los comunes. Hay en marcha una campaña de crowdfounding para colaborar en su publicación.  Más información sobre el libro y la campaña.

Fuente: http://www.eldiario.es/interferencias/Pensar-comunes-entrevista-David-Bollier_6_489661061.html

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Hay un sábado de común denominadores

Por sursiendo

-Ya están armando el IV Simposio Internacional LAVITS que se realizará en noviembre en Buenos Aires: ¿Nuevos paradigmas de vigilancia? Miradas desde América Latina. Parece un buen momento para leer sobre Internet y el imperio de la vigilancia porque «La defensa de la vida privada, cuya valor correría el casi seguro riesgo de perderse en una sociedad vigilada, es indispensable para que no se produzca lo que la filósofa Hannah Arendt llama auténtica calamidad existencial». Por eso desde Perú lanzaron una campaña para derogar un decreto legislativo que autoriza la vigilancia estatal: con una divertida parodia del chapulin-colorado presentan No por mucho vigilar se amanece más seguro. Esto se suma a otras formas de saber lo que hacemos: Así es como el gobierno mexicano escucha tus conversaciones privadas. Será, como mínimo divertido, prestar especial atención al momento en que Edward Snowden muestra cómo combatir el espionaje telefónico.

metadatos-Sabemos que acercarse al mundo del software libre no lo es todo ¡pero es un gran paso para cuidar nuestra privacidad! Y para defender el anonimato… Porque el anonimato sí importa, y así lo explican desde Derechos Digitales en este videíto. Otro aspecto para cuidar en nuestras comunicaciones son los datos de los datos… o los metadatos. En este otro video podemos ver qué son y cuánta información recolectan sobre nuestras actividades… para que la próxima vez que un gobierno o empresa nos diga que “solo guardan los metadatos” estemos alertas y sepamos que su recolección no es tan inocente como parece.

-Ah, claro… Y hablando de software libre, en Ecuador ya está en marcha la Migración a Software Libre del Consejo Sectorial de Conocimiento y Talento Humano. Esperemos que ese talento también se refleje en otros espacios de cuidado a uno de los derechos humanos fundamental como lo es la libertad de expresión.

-Más libertades colectivas que analizar y defender en el nuevo libro de Beatriz Busaniche, Propiedad intelectual y derechos humanos. Hacia un sistema de derechos de autor que promueva los derechos culturales. Porque cuando las creaciones son compartidas podemos reapropiarnos de ellos y crear nuevos contenidos! Disfruten esto de Rapear Filosofía: Foucault, Sontag, Butler, Mbembe. Nos vamos despidiendo con alguien que hizo grandes cosas por los derechos digitales y el conocimiento abierto: Cuatro entradas del blog de Aaron Swartz para leer en español (y en el dominio público).

Como BOLA EXTRA, una con numeritos interesantes: 10 Datos increíbles de la plantas que quizá no sabías.

@Sursiendo

Fuente: http://sursiendo.com/blog/2016/05/hay-un-sabado-de-comun-denominadores-209/

Imagen tomada de: http://lomasenlared.info/wp-content/uploads/2014/11/ALTERNATIVAS-A-WORDPRESS5.png

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