Italia prohíbe usar celulares en clases por ser ‘falta de respeto a profesores’

El Mineducación de ese país presentó un informe con los riesgos para los niños  de los celulares.

El ministro de Educación italiano, Giuseppe Valditara, envió hoy una circular a todos los colegios e institutos en la que prohíbe el uso del móvil durante las clases, ya que es un «elemento de distracción para uno mismo y para los demás y una falta de respeto a los profesores»

El uso de teléfonos móviles y otros dispositivos electrónicos «puede permitirse, obviamente, con la autorización del profesor, y respetando la normativa escolar, con fines educativos, inclusivos y formativos», indica la nota ministerial.

«No estamos introduciendo sanciones disciplinarias, nos estamos refiriendo a un sentido de responsabilidad. Invitamos también a los centros educativos a velar por el cumplimiento de la normativa vigente y a promover, en su caso, refuerzos normativos más estrictos y pactos de corresponsabilidad educativa, para prevenir eficazmente el uso indebido de estos dispositivos», explica.

La circular ministerial incluye un informe realizado por una comisión parlamentaria sobre los riesgos para la salud de los niños que pueden derivarse del uso continuado de los teléfonos móviles.

En una reciente entrevista, Valditara había afirmado: «Yo no digo que no puedas entrar a clase con tu móvil. Pero puedes dejarlo en la entrada o en todo caso fuera de la lección: vas a la escuela a estudiar no a chatear».

Hasta ahora era decisión del director del centro educativo el consentir o no que los alumnos pudieran usar el teléfono en clase.

Pero la circular ministerial no indica si los teléfonos móviles tendrán que ser requisados por los profesores antes de entrar en el aula o si bastará dejarlos en la mochila y no utilizarlos durante el horario escolar.

EFE

 

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El móvil en el aula: ¿ayuda o interferencia?

Por Milagros Pérez Oliva

Francia prohíbe que los escolares puedan tener sus teléfonos en el aula, el patio o las actividades extraescolares

El curso ha comenzado en Francia bajo el síndrome de una nueva ley que prohíbe el uso del móvil en los centros de educación infantil, primaria y secundaria. En los institutos, la decisión queda en manos de cada centro. Desde 2010 estaba prohibido el uso del móvil en clase, pero ahora se extiende al patio y a las actividades extraescolares. La medida fue aprobada en la Asamblea Nacional en medio de una fuerte controversia. El mismo debate se repite en otros países donde también se discute si aplicar o no medidas similares. En España no hay una norma general, pero muchos centros prohíben el uso del móvil en clase, aunque no fuera de ella.

La decisión plantea hasta qué punto podemos y debemos modular el uso de las nuevas tecnologías. Y en el caso concreto de la educación, hasta qué punto o de qué forma esas tecnologías pueden convertirse en una ayuda o en un elemento perturbador. Tanto el presidente, Emmanuel Macron, que llevaba la prohibición en su programa electoral, como el ministro de Educación, Jean Michel Blanquer, lo tienen muy claro: el móvil, las tabletas o los relojes inteligentes con capacidad de conexión son un elemento perturbador, interfieren en el proceso de aprendizaje y por eso deben ser apartados del alumno.

En el aula, está claro que tener la tentación en el bolsillo resulta irresistible para unos niños que han hecho de la conectividad su principal herramienta de relación y diversión. ¿Qué tiene el móvil para ejercer ese poderoso influjo sobre nuestra atención? Si en los mayores, que supuestamente tenemos más autocontrol ocurre lo que ocurre, qué no será en el caso de los niños. Solo hay que pararse en pensar cuántas veces lo abrimos y lo consultamos en una hora. O cómo nos comportamos y qué hacemos cuando lo olvidamos.

La parte perturbadora del móvil en la escuela tiene que ver con que es una puerta abierta a las redes sociales. Lo que perturba es su capacidad para estimular y satisfacer la curiosidad innata, la misma curiosidad que nos hacer mirar por la ventana cuando oímos gritos, o detenernos a mirar en la carretera cuando ha ocurrido un accidente. Tener una ventana al lado desde la que siempre se oyen gritos puede ser bastante incompatible con la atención que requiere, por ejemplo, un problema de matemáticas. Pero no solo en el aula modula el comportamiento. También en el patio. Los niños que tienen móvil tienden a comunicarse a través del móvil, a jugar con el móvil y pueden acabar prefiriendo las relaciones virtuales que el contacto personal.

Aprender requiere esfuerzo. Las nuevas tecnologías pueden ayudar, por supuesto, pero siempre que su uso esté dirigido por el profesor y para tareas determinadas. Los móviles y tabletas pueden ser muy útiles, obviamente, en la búsqueda de materiales e información. El problema se plantea cuando disponer de los dispositivos induce a utilizarlos de una manera que interfiere con el proceso de aprendizaje. Las nuevas tecnologías pueden y deben incorporarse a las tareas educativas. Pero estar abiertos a las nuevas tecnologías no significa quedar prisioneros de ellas. Y mucho menos sucumbir al poder adictivo que tienen como herramienta de entretenimiento. ¿Significa eso que lo mejor es la prohibición? No está claro. Habrá que ver qué pasa en Francia.

Fuente del artículo: https://elpais.com/elpais/2018/09/04/opinion/1536089211_651332.html

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