Las organizaciones de protección de la infancia alertan de las “consecuencias catastróficas” de la medida, que afecta a 27.000 colegios que ofrecían una comida caliente y horas de clase suplementarias para los menores más desfavorecidos
El Diario de la Federación ha hecho oficial una pesadilla para las organizaciones de protección a la infancia. La Secretaría de Educación ha eliminado el programa Escuelas a Tiempo Completo, una iniciativa que apoyaba con alimentación y horas de clase suplementarias a 3,6 millones de niños en condiciones de pobreza en México. Llevaba más de una década funcionando en unos 27.000 colegios del país y ha sido borrada de un plumazo por el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Colectivos como Mexicanos Primero han dado la voz de alarma sobre la “consecuencias catastróficas” de esta eliminación, que incluyen la malnutrición y el abandono de menores de edad de las familias más desfavorecidas. La secretaria de Educación, Delfina Gómez, ha dicho este martes que la decisión se ha tomado para priorizar el presupuesto en la mejora de las infraestructuras.
Las reglas de operación de La Escuela Es Nuestra (LEEN) para el 2022, publicadas esta semana, escondían la eliminación de uno de los proyectos educativos más defendidos por investigadores y organizaciones. “El programa Escuelas a Tiempo Completo era un igualador social, una muestra de política pública buena para la equidad, la seguridad y el desarrollo”, afirma Ana Razo, investigadora en prácticas educativas del CIDE, “quitar este programa supone atentar contra las condiciones de la población más vulnerable, contra las infancias que no tienen otra oportunidad más allá de la que el Estado les brinde”.
Este programa contemplaba entre 1,5 y 3,5 horas de clases suplementarias —desde música, arte, deporte o lenguas extranjeras, sobre todo inglés— para estudiantes de entre cinco y 14 años en zonas de alta marginación. Además incluía al medio día un almuerzo caliente para los alumnos. Un análisis de Unicef en 2019 constató que para el 11% de los niños incluidos en el programa esa era su única comida en todo el día. De las 27.000 escuelas que participaban el 70% eran indígenas y rurales, y el 55% de los menores beneficiados estaban por debajo de la línea de pobreza.
“Son los niños de familias marginales, son los que tienen el mayor rezago escolar. Pero los estudios indican que después de dos ciclos con el programa Escuela a Tiempo Completo empiezan a alcanzar el promedio. Y en cuatro ciclos o más tienen avances superiores al promedio”, detalla David Calderón, presidente ejecutivo de Mexicanos Primero, que afirma que los resultados del programa para reducir la brecha educativa y luchar contra la malnutrición estaban avalados por Unicef y el CONEVAL. “Lo que se recomendaba era ampliarlo y reforzarlo”, afirma.
La eliminación llega en un momento crítico después de casi dos años de escuelas cerradas por la pandemia. La crisis sanitaria ha disparado el abandono escolar y ha ensanchado la desigualdad entre los alumnos de colegios públicos y privados. Los primeros apenas contaban con 100 minutos al día de clases televisadas en las que no veían a otros compañeros ni podían hacer preguntas a los maestros. “La parte que más duele es que justo lo que necesitamos ahora es reforzar lo que los niños y niñas han perdido durante el encierro, y esta medida es justo lo contrario”, apunta Rocío Rozada, del colectivo Abre Mi Escuela de Guanajuato.
Una de las caras más duras del encierro fue el incremento de los delitos cometidos contra los menores, desde maltrato a abuso infantil. “Las escuelas son espacios que ofrecen a los niños refugio, les satisfacen necesidades básicas que trascienden lo académico. Limitar el tiempo en las escuelas es exponerlos a los delitos que ocurren puertas para dentro de la casa”, apostilla Ana Cárdenas de la misma organización en Ciudad de México.
Un golpe para las madres trabajadoras
El regreso a las aulas en México ha sido asimétrico y confuso, a la voluntad de cada Estado. En algunos de ellos, solo se contemplan cuatro horas de clases presenciales. Ahora que la jornada ya no va a estar ampliada, los expertos se preguntan: ¿qué les espera a los menores sin recursos fuera del entorno seguro de la escuela? ¿Trabajo infantil? ¿Ser coptados por organizaciones delincuenciales? ¿Cómo va a ser su tarde? ¿Van a aprender o van a cuidar y cocinar para sus hermanos menores?
Además, el gran impacto de la medida es para las madres, quienes se ocupan mayoritariamente del cuidado de los menores. El golpe, en especial, para aquellas que son trabajadoras. La ampliación del horario escolar les permitió entrar en el mercado laboral, ahora los obstáculos se incrementan. “Era una política de equidad para las mujeres”, asegura la investigadora del CIDE Ana Razo.
La medida tampoco beneficia a los maestros, apunta David Calderón, puesto que les elimina un ingreso suplementario y la continuidad de un proyecto en una misma escuela.
En la provincia siria de Idlib es imposible escapar a la guerra, entonces la única manera que Abdulá Al Mohamed encontró para consolar a su hija, de tres años, es vivir los bombardeos diarios como un juego. Un vídeo que mostraba a Salwa riéndose cuando escuchaba el ruido de las explosiones se volvió viral en las redes sociales, lo que atestigua la rutina diaria surrealista y amarga que viven los habitantes de la región de Idlib, objetivo de una ofensiva del régimen en el noroeste. “¿Es un avión o un proyectil?”, pregunta el padre, mientras que un zumbido cada vez más fuerte se hace oír. “Un proyectil”, responde sonriendo a la niña. “Cuando llega, nos reiremos”, prosigue. Lee más: Los civiles en Idlib, Siria, se están quedando sin opciones para escapar de la violencia En otro vídeo, Salwa está de pie en el regazo de su padre en el salón. Su risa sincera es provocada por el estruendo siniestro de una bomba lanzada por un avión. “Dime Salwa, ¿qué hizo el avión?”, pregunta el padre. “El avión vino y me reí mucho. El avión nos hizo reír, nos dijo: ríanse de mí, ríanse de mí”, contesta. Foto: Abdulaziz KETAZ / AFP Huir de los ataques Un corresponsal de la AFP se reunió con el padre, de 32 años, en Sarmada, una localidad de la provincia de Idlib, el último gran bastión yihadista y rebelde que se enfrenta a una ofensiva del poder sirio y de su aliado ruso. Abdalá Al Mohamed se refugió allí después de haber huido con su familia de Saraqeb, otra ciudad de Idlib reconquistada por las fuerzas del régimen. Sin embargo, los ataques continúan diariamente en Sarmada y en otras partes de la provincia. Mohamed explica que, cuando tenía un año, Salwa lloraba al oír el estruendo de los fuegos artificiales. Le explicó que eran sólo niños celebrando el Id al Fitr, la fiesta musulmana que marca el fin del Ramadán. “Después de eso, cada vez que había aviones en el aire le decía: “Ven riamos juntos, son niños que juegan y es Id al Fitr”, cuenta el padre. “Intento hacerle creer que lo que está pasando es algo divertido”, prosigue Mohamed. Foto: Abdulaziz KETAZ / AFP) Una vida decente “Más tarde se dará cuenta de qué es la muerte. Pero cuando llegue ese día, también habrá comprendido quiénes somos y cuál es nuestra historia”, confía Mohamed. La provincia de Idlib, dominada por yihadistas, también acoge a rebeldes que se alzaron en armas contra el gobierno de Damasco tras la represión de las manifestaciones que exigían reformas en 2011. La mitad de los 3 millones de habitantes de la provincia son desplazados internos. Entérate: Mueren al menos siete niños por las condiciones en los campamentos de desplazados del noroeste de Siria Según el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH), más de 400 civiles han muerto desde mediados de diciembre, entre ellos varios niños, en los bombardeos que también afectaron hospitales y escuelas. Según Naciones Unidas, cerca de 900,000 personas fueron desplazadas por la violencia. Después de nueve años de una guerra en la que murieron más de 380,000 personas, el padre de Salwa no tiene esperanzas. “Estamos cansados de enviar llamadas (de ayuda), no tenemos ninguna aspiración. Sólo queremos una vida decente para nuestros hijos”, asegura.
Tras la primera guerra mundial, la activista británica Eglantyne Jebb dio origen a un movimiento que continúa defendiendo los derechos de los niños y niñas más vulnerables en todos los rincones del mundo
Entrevista/Autora: Alejandra Agudo/Fuente: El país
Henrietta H. Fore, directora ejecutiva de Unicef desde enero de 2018, pide a los Gobiernos del mundo que «asuman su responsabilidad» en la protección de la infancia
Los siete directores ejecutivos que ha tenido el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) desde su creación en 1947 han sido estadounidenses, es decir, ciudadanos de uno de los únicos dos países del mundo —Estados Unidos y Sudán del Sur— que todavía, tres décadas después de su aprobación, no han ratificado la Convención de los Derechos del Niño. También lo es Henrietta H. Fore, quien asumió el cargo en enero de 2018 y cree que su país se acabará adhiriendo al tratado internacional, el primer instrumento jurídicamente vinculante que reconoce a los niños y niñas como agentes sociales y titulares activos de sus propios derechos. Así lo ha expresado durante una entrevista en Madrid, ciudad en la que ha estado de paso antes de partir hacia Palma de Mallorca para participar en la III Conferencia Internacional de Escuelas Seguras.
Hasta que asumió su nueva posición, Fore era la máxima ejecutiva de la empresa familiar cuyo nombre corresponde a la H de su primer apellido, Holsman International, una compañía de inversiones. Con dilatada experiencia también en el sector público, destaca en su currículo que fue la primera mujer en ser nombrada administradora de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y directora de ayuda exterior en el Departamento de Estado. Ocupó ambos cargos entre 2006 y 2009. «Además, llevo décadas trabajando en desarrollo y asistencia humanitaria. Así que conozco lo que sucede en el mundo y me importa», apostilla.
«Uno de nuestros mayores retos es plantar las semillas del desarrollo en situaciones de emergencias. Un ejemplo: cuando estuve en Sudán del Sur, vi que necesitaban agua. En ese momento, se transportaba en camiones alrededor de Juba y nos costaba alrededor de un millón de dólares al día, hasta que Alemania no dio algo de dinero para instalar una tubería que llevaría agua hacia la ciudad. El agua es algo que necesitas desde el primer día de una crisis. Pero también lo necesitarás para siempre. Así que esa tubería significaba un desarrollo a más largo plazo», explica.
El segundo reto es, en su opinión, que haya más clínicas comunitarias de atención primaria. «No debe suceder que una madre o un padre que lleve a un niño enfermo en sus brazos no pueda llegar a un centro de salud el mismo día. En muchos lugares del mundo, tienen que caminar dos o tres días antes de poder encontrar uno; debemos cambiar eso, salvaríamos miles de vidas cada año», argumenta.
En tercer lugar, Fore sitúa la necesidad de innovar para mejorar la vida de los niños.»Tenemos que estar atentos a lo que hacen las empresas privadas, a todas las innovaciones que tienen, ya sean digitales o de productos, así como plataformas de servicios, que podrían contribuir a que lleguemos y ayudemos a más jóvenes». Menciona en este capítulo los programas de Unicef para llevar vacunas con drones a zonas remotas.
Para Fore, el cuarto reto es asegurar que los jóvenes entre 10 y 24 años acceden a una educación secundaria moderna. «Que les conecte con empleos», anota. «Necesitan formación en comunicación, emprendimiento, en habilidades ocupacionales para ser sastres, reparadores de teléfonos móviles, ingenieros, médicos o enfermeros. Requieren también de conocimientos digitales. Tenemos que defender a esta generación. Hay 1.800 millones de jóvenes, son el grupo de edad más grande del mundo hoy día. Es extremadamente importante», detalla.
A este cuarteto de retos, Fore suma, según transcurre la conversación, un quinto: «Debemos repensar lo que estamos haciendo en relación con el clima y lo que podríamos hacer si los jóvenes tuvieran poder para cambiar las cosas. El tiempo se está acabando: hay sequías por todo el planeta y 160 millones de niños se ven afectadas por ellas, a menudo están desnutridos, perdemos sus vidas. Las inundaciones son también muy duras: 300 millones están en riesgo por ellas porque destruyen los sistemas de saneamiento y de agua potable, lo que provoca brotes de cólera o diarreas. Y luego la contaminación del aire es uno de los mayores asesinos de niños: 200 millones viven en ciudades en las que los niveles son seis veces más altos de lo que recomienda la Organización Mundial de la Salud; lo que sucede entonces es que los tejidos del cerebro no se forman de manera adecuada».
Pregunta. Afirma que uno de los principales retos de Unicef es implementar programas de desarrollo durante las crisis humanitarias. ¿Cómo se hace en países donde no desean soluciones permanentes para que los refugiados y desplazados no se asienten definitivamente?
Respuesta. Tratamos de trabajar en el marco de las políticas y programas del Gobierno de cada país. En algunos, como el caso de Líbano, que quiere que todo sea temporal para que los refugiados sirios regresen a su país, negociamos para, al menos, expandir el sistema escolar. Se decidió establecer un doble turno en las escuelas. Luego empezamos a trabajar con los maestros pues hacían falta más para lograr una mayor cobertura, de tal modo que los niños accediesen a la educación, que es extremadamente importante.
P. En contexto de reducción de fondos y atención concentrada en un puñado de crisis, ¿nos estamos olvidando de demasiados niños?
R. Sí. Y los medios de comunicación son muy importantes en este sentido. Sin ellos, no podemos obtener fondos. El año pasado logramos recaudar la mitad de lo que se necesitaba a nivel global. Esto significa que hay muchos a los que no llegamos. Ni siquiera son invisibles, están justo delante de nosotros, pero no podemos ayudarlos porque no tenemos los fondos, la comida, nada… para hacerlo. También hay muchas crisis olvidadas, sobre todo en países pequeños de África, porque nos centramos en los lugares que están en las noticias. Pedimos a los periodistas que viajen, que cubran todos esos lugares que necesitaban atención; como Burkina Faso, que se está deteriorando rápidamente; Malí, donde ahora entran los terroristas; Chad…
P. De entre todos los niños invisibles, las niñas se llevan normalmente la peor parte. ¿Qué trabajo realiza Unicef para promover la igualdad de género en su labor humanitaria y de desarrollo?
R. Es importante conocer las costumbres y tradiciones de la población local, pero a la vez hay que asegurarse de que las niñas reciban educación. Si no, no podrán ganarse la vida, ni convertirse en líderes o tener voz. Es muy importante que ayudemos a las chicas. Y continuamente repetimos que no debería haber matrimonio infantil ni mutilación genital femenina.
P. El acceso a la educación es más difícil cuando los colegios dejan de ser espacios seguros para la infancia. Ha venido a participar en la III Conferencia sobre escuelas seguras. ¿Cuál es su propuesta para prevenir los ataques a los centros escolares?
R. Todos deberíamos respetar la Convención de Ginebra y los derechos de los niños. Esto quiere decir que no se bombardean escuelas, ni hospitales o centros de salud. Esto significa no permitir que se secuestren niños o se trafique con ellos. Ningún niño debe ser un soldado. Es responsabilidad de todo el mundo mantenerlos a salvo. Es nuestro deber. En muchos países, son atacados o violados en su camino hacia y desde la escuela. Debemos detener esa violencia para que sea seguro para una niña caminar a su colegio sin riesgo de ser violada en el trayecto. También tenemos que enseñar a los niños a protegerse en Internet. Hay mucho acoso y engaños sexuales a través de las redes. No podemos proteger a los niños de todo, pero podemos educarlos e informarles sobre cómo hacerlos ellos mismos.
P. ¿Es efectivo que los países firmen acuerdos, tratados, convenciones para proteger a la infancia a la vez que venden armas a países que atacan a la población civil o reclutan niños soldado?
R. Esto es algo en lo que trabaja intensamente la ONU. Antonio Gutiérrez, nuestro secretario general, habla con todos en este sentido; y todas las agencias se pronuncian al respecto. Pero hay algunas particularmente enfocadas en este asunto. Deseamos un mundo de paz. Es lo que necesitan los niños.
P. Como mujer de negocios, ¿cómo planea convencer a los donantes de que apoyen su trabajo para mejorar la vida de los niños?
R. Tenemos que seguir hablando de ellos. Los donantes deben comprender que realmente los niños son el futuro. A medida que nos hacemos mayores, nos darnos cuenta de que nuestras vidas no son tan importantes como las de los niños. Y si podemos conseguir que crezcan sanos, fuertes y bien educados, quizás crearán un mundo mejor del que les estamos dejando. Pero tenemos que esforzarnos al máximo mientras somos los líderes del planeta, para dejarles un mundo más seguro, pacífico y próspero. Es difícil. El contexto es muy complejo, respondemos a unas 300 emergencias al año, y son más largas, más profundas y más graves que en el pasado. Una crisis que antes duraba dos o tres meses, ahora se prolonga durante cinco o más años; y son más mortales. La ONU y entidades como Unicef son las que están manteniendo a la gente con vida en lugares como Yemen, Siria o Sudán del Sur. No debería ser así, debería ser responsabilidad de los Gobiernos cuidar de su propia gente.
P. ¿Y el sector privado?
R. Creo que va a ser una aliado clave en el futuro. Las empresas nos pueden ayudar de muchas maneras. Las invito a unirse a Unicef porque eso significará una vida mejor para los jóvenes. Por ejemplo, una de las innovaciones que estamos implementando es el registro de nacimientos a través de los teléfonos móviles.
P. En la aplicación de estas tecnologías, normalmente, con socios del sector privado, ¿se plantean qué sucede con la privacidad de los beneficiarios?
R. En este caso, no. Todos necesitamos un registro de nuestro nacimiento, un nombre, una identidad y una ciudadanía. Solo así, los niños pueden ir a la escuela y tener acceso a servicios de salud. Muchos de nosotros, que nacemos en hospitales, a menudo obtenemos ahí nuestro certificado de nacimiento. Pero el hecho de que se pueda hacer con un teléfono móvil es tan beneficioso que los padres están encantados, porque a veces es la única forma. Si no, tendrían que caminar dos días para llevar a sus hijos a una oficina pública, a menudo sobrecargada de trabajo, donde probablemente solo se tomaría una foto del niño para introducir sus datos en el sistema. Entonces, ¿por qué no hacerlo de forma remota?
P. En la Agenda 2030 de la ONU hay varios objetivos que llaman a mejorar la situación de la infancia para esa fecha. ¿Cree que se lograrán?
R. Trabajamos duro para conseguirlos, aunque nos preocupa no alcanzar todos ellos. Solo se lograrán avances si el sector privado y la sociedad civil organizada se alían con los organismos multilaterales y los gobiernos locales. En los últimos 30 años se han producido muchos progresos: se ha reducido a la mitad la cantidad de niños que mueren durante el parto, así como los que viven en situación de pobreza. Esta bien, pero podemos hacer más, aunque será lento, complejo y necesitamos el apoyo de todo el mundo.
Imagen tomada de: https://ep01.epimg.net/elpais/imagenes/2019/05/27/planeta_futuro/1558950882_481683_1558960350_noticia_normal.jpg
América del Sur/ Uruguay/ 05.08.2019/ Fuente: www.lr21.com.uy.
El Comité de Derechos del Niño del Uruguay, La Red Uruguaya contra la Violencia Doméstica y Sexual, la Intersocial Feminista, y la Asociación Nacional de Organizaciones No Gubernamentales orientadas al Desarrollo emitieron un comunicado a través del cual expresan su más profundo dolor por el reciente asesinato de la niña Ana Clara, y manifestaron sus condolencias para familiares, vecinos y personas del entorno institucional allegados afectivamente a la niña.
Los colectivos sociales indican que la violencia contra niñas, niños y adolescentes en Uruguay “es una situación grave y fuertemente invisibilizada”.
En el año 2018 el Sistema Integral de Protección a la Infancia y a la Adolescencia contra la Violencia (SIPIAV) informó sobre la detección de 4.131 situaciones, 23% de ellos de abuso sexual, 950 aproximadamente. “La mayoría de los casos son detectados en fase crónica”.
El Sistema Integrado de Protección a la Infancia y Adolescencia contra la Violencia (SIPIAV),…
Tales datos muestran que el problema tiene una magnitud “altísima” y pone en riesgo la vida y la salud de los menores.
Las organizaciones sociales manifiestan que proteger a la infancia y a la adolescencia contra la violencia “debe ser una prioridad”.
Para ello se necesitan políticas públicas y recursos genuinos para “la prevención, atención, reparación del daño, además de la sanción de los responsables”.
“Hemos avanzado en un discurso de derechos que no se traduce en acciones concretas acordes para la protección. Los recursos económicos destinados no son suficientes y los recursos humanos tienen debilidades en la formación o están saturados en su capacidad de respuesta. No se logra garantizar la atención en condiciones seguras y la respuesta no siempre llega en el momento necesario”, advierten los colectivos.
Propuestas
En tal sentido plantean que es urgente “creer en la palabra de las niñas y niños cuando expresan estar viviendo situaciones de violencia”.
Indican que se debe “proteger a toda niña, niño y adolescente que esté expuesto a la violencia que viven sus madres, en especial en situaciones de altísimo riesgo con tobilleras”.
Proponen generar estrategias masivas de “prevención que cuestionen las prácticas de crianza violentas contra niñas, niños y adolescentes”.
Indican que es necesario “formar para la detección de situaciones de violencia a operadores de la educación formal y no formal, de la salud, de la Policía, del Poder Judicial, Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay, organizaciones sociales y operadores comunitarios”.
Manifiestan que se deben “fortalecer los recursos humanos de las instituciones para que realmente puedan detectar y acompañar las acciones de protección”.
Expresan que se requiere instalar servicios especializados en todos los departamentos, “con acompañamiento diurno y de acogimiento en la emergencia para trabajar la protección y el acceso a la Justicia”.
Consideran que también deben establecerse equipos “especializados en el sector salud en todos los departamentos, para el tratamiento y reparación del daño producido por la violencia”.
Aseguran que niños y adolescentes en situación de violencia “necesitan del compromiso real de los responsables en todos los niveles de gobierno y del sistema político en su conjunto para garantizar su efectiva protección”.
Fuente de la noticia: http://www.lr21.com.uy/comunidad/1407079-violencia-ninos-adolescentes-sipiav-denuncias
En 2019, la Organización Internacional del Trabajo celebra 100 años promoviendo la justicia social y el trabajo decente. Sin embargo, hoy en día, 152 millones de niños todavía se encuentran en situación de trabajo infantil. El trabajo infantil existe en casi todos los sectores, sin embargo, 7 de cada 10 niños trabajan en el sector de la agricultura.
Protejamos a los niños del trabajo infantil
Unos 168 millones de niños y niñas son víctimas del trabajo infantil. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) lanzó el “Día mundial contra el trabajo infantil” en 2002 para concienciar acerca de la magnitud de este problema y aunar esfuerzos para erradicar esta realidad. El 12 de junio de cada año tenemos la oportunidad de fomentar y coordinar las iniciativas de los gobiernos, las patronales y sindicatos, la sociedad civil, los medios de comunicación y muchos otros actores locales, como escuelas y ayuntamientos, en la lucha contra el trabajo infantil.
En 2015, los dirigentes mundiales adoptaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que incluían un renovado compromiso para acabar con el trabajo infantil. En particular, la Meta 8.7, hace un llamamiento a la comunidad internacional para “adoptar medidas inmediatas y eficaces para erradicar el trabajo forzoso, poner fin a las formas contemporáneas de esclavitud y la trata de seres humanos, y asegurar la prohibición y eliminación de las peores formas de trabajo infantil, incluidos el reclutamiento y la utilización de niños soldados, y, para 2025, poner fin al trabajo infantil en todas sus formas”.
Los niños deberían trabajar en sus sueños, no en el campo
Los niños no deberían trabajar en el campo, sino en sus sueños. Sin embargo, hoy en día, 152 millones de niños todavía se encuentran en situación de trabajo infantil. Aunque esto ocurre en todos los sectores, 7 de cada 10 niños en situación de trabajo infantil pertenecen al sector de la agricultura.
Este 2019, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) celebra 100 años promoviendo la justicia social y promoviendo el trabajo decente. La celebración de este día examinará los avances logrados a lo largo de los 100 años de apoyo de la OIT a los países para luchar contra el trabajo infantil. Desde su fundación en 1919, la protección de los niños se ha inscrito en la Constitución de la OIT (Preámbulo). Uno de los primeros convenios adoptados por la OIT se refería a la edad mínima en la industria (Convenio núm. 5, 1919).
Asimismo, este año miraremos con especial interés hacia la Meta 8.7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para eliminar el trabajo infantil en todas sus formas de aquí a 2025. Para fomentar la Alianza 8.7 Disponible en inglés, que tiene como objetivo catalizar la acción para lograr dicha meta, solicitamos que se tomen dichas medidas para llevar a cabo los últimos desafíos, de modo que la comunidad mundial pueda avanzar firmemente hacia la eliminación del trabajo infantil. Un informe de la OIT Disponible en ingléspublicado recientemente allana el camino para los enfoques y respuestas en materia de políticas.
Este 2019 es, además, el vigésimo aniversario de la adopción del Convenio sobre las peores formas de trabajo infantil de la OIT, 1999 (núm. 182). Con la pequeña ausencia de algunos países que aún no lo han revalidado, este Convenio está cerca de la ratificación universal. En este Día, pedimos la plena ratificación y aplicación de este convenio y del Convenio de la OIT sobre la edad mínima, 1973 (núm. 138); así como la del Protocolo de 2014 del Convenio sobre el trabajo forzoso, que protege tanto a los adultos como a los niños.
¿Qué se entiende por trabajo infantil?
El trabajo infantil pone en riesgo a los menores y viola tanto el derecho internacional como las legislaciones nacionales. Priva a los niños de su educación o les exige asumir una doble carga: el trabajo y la escuela. El trabajo infantil, que debe ser eliminado, es un subconjunto de actividades laborales llevadas a cabo por menores de edad e incluye:
Las «incuestionablemente» peores formas de trabajo infantil, tales como la esclavitud, o prácticas similares, y el uso de niños en la prostitución u otras actividades ilegales.
El trabajo hecho por los niños menores de la edad legal para ese tipo de tareas, tal y como se establece en las legislaciones nacionales de acuerdo con los estándares internacionales.
En la actualidad, cerca de 168 millones de niños trabajan en el mundo, muchos a tiempo completo. Ellos no van a la escuela y no tienen tiempo para jugar. Muchos no reciben alimentación ni cuidados apropiados. Se les niega la oportunidad de ser niños. Más de la mitad de estos niños están expuestos a las peores formas de trabajo infantil como trabajo en ambientes peligrosos, esclavitud, y otras formas de trabajo forzoso, actividades ilícitas incluyendo el tráfico de drogas y prostitución, así como su participación involuntaria en los conflictos armados.
El Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC), guiado por los principios consagrados en el Convenio núm 138 sobre la edad mínima y el Convenio núm 182 sobre las peores formas de trabajo infantil de la OIT, trabaja para alcanzar la abolición efectiva del trabajo infantil.
Estándares laborales
Uno de los principales objetivos que se fijaron para la Organización Internacional del Trabajo (OIT) cuando se fundó en 1919 fue la abolición del trabajo infantil. Desde una perspectiva histórica, el principal instrumento de la OIT para alcanzar el objetivo de la abolición efectiva del trabajo infantil ha sido la adopción y la supervisión de los estándares laborales en los que se aborda el concepto de edad mínima de admisión al empleo o al trabajo. Además, desde 1919, el principio de que las normas relativas a la edad mínima deberían ir asociadas a la escolarización ha formado parte de la tradición normativa de la OIT en esa esfera. En él Convenio núm. 138 se establece que la edad mínima de admisión al empleo no deberá ser inferior a la edad en que cesa la obligación escolar.
La adopción por la OIT diez años después del Convenio núm. 182 consolidó el consenso que existía a escala mundial en torno a la eliminación del trabajo infantil. Este instrumento estableció los objetivos más concretos que tanto se necesitaban, sin abandonar el objetivo general expresado en el Convenio núm. 138 de la abolición efectiva del trabajo infantil. Además, el concepto de las peores formas contribuye a fijar prioridades y puede servir como punto de partida para abordar el problema principal del trabajo infantil. El concepto también ayuda a prestar atención a los efectos del trabajo en los niños y al tipo de trabajo que realizan.
El trabajo infantil, prohibido en el derecho internacional, queda comprendido en tres categorías, a saber:
Las formas incuestionablemente peores de trabajo infantil, que internacionalmente se definen como esclavitud, trata de personas, servidumbre por deudas y otras formas de trabajo forzoso, reclutamiento forzoso de niños para utilizarlos en conflictos armados, prostitución y pornografía, y otras actividades ilícitas.
Un trabajo realizado por un niño que no alcanza la edad mínima especificada para ese tipo de trabajo (según determine la legislación nacional, de acuerdo con normas internacionalmente aceptadas), y que, por consiguiente, impida probablemente la educación y el pleno desarrollo del niño.
Un trabajo que ponga en peligro el bienestar físico, mental o moral del niño, ya sea por su propia naturaleza o por las condiciones en que se realiza, y que se denomina «trabajo peligroso»
Datos y cifras
En todo el mundo, 218 millones de niños de entre 5 y 17 años están ocupados en la producción económica. Entre ellos, 152 millones son víctimas del trabajo infantil; casi la mitad, 73 millones, están en situación de trabajo infantil peligroso.
En términos absolutos, casi la mitad del trabajo infantil (72 millones) se concentra en África; 62 millones en Asia y el Pacífico; 10,7 millones en las Américas; 1,1 millones en los Estados Árabes; y 5,5 millones en Europa y Asia Central.
En términos absolutos, casi la mitad del trabajo infantil (72 millones) se concentra en África; 62 millones en Asia y el Pacífico; 10,7 millones en las Américas; 1,1 millones en los Estados Árabes; y 5,5 millones en Europa y Asia Central.
En términos de prevalencia, 1 de cada 5 niños de África (19,6 por ciento) están en situación de trabajo infantil, mientras que en otras regiones la prevalencia oscila entre el 3 por ciento y 7 por ciento: 2,9 por ciento en los Estados Árabes (1 de cada 35 niños); 4,1 por ciento en Europa y Asia Central (1 de cada 25); 5,3 por ciento en las Américas (1 de cada 19); y 7,4 por ciento en la región de Asia y el Pacífico (1 de cada 14).
Casi la mitad de los 152 millones de niños víctimas del trabajo infantil tienen entre 5 y 11 años; 42 millones (28 por ciento) tienen entre 12 y 14 años; y 37 millones (24 por ciento), entre 15 y 17 años.
La prevalencia del trabajo infantil peligroso es mayor en los niños de entre 15 y 17 años. Con todo, una cuarta parte de los niños ocupados en el trabajo infantil peligroso (19 millones) son menores de 12 años.
De los 152 millones de niños en situación de trabajo infantil, 88 millones son varones y 64 millones son niñas.
Los niños varones representan el 58 por ciento del total de ambos sexos en situación de trabajo infantil, y el 62 por ciento del total de ambos sexos que realizan trabajo peligroso. Se observa que los niños corren más riesgos que las niñas de verse involucrados en el trabajo infantil, pero esta apreciación puede deberse a que el trabajo de las niñas no siempre se declara, especialmente en el caso del trabajo infantil doméstico.
El trabajo infantil se concentra en primer lugar en la agricultura (71 por ciento), que incluye la pesca, la silvicultura, la ganadería y la acuicultura, y comprende tanto la agricultura de subsistencia como la comercial; el 17 por ciento de los niños en situación de trabajo infantil trabaja en el sector de servicios; y el 12 por ciento en el sector industrial, en particular la minería.
Fuente: Estimación mundial sobre el trabajo infantil: Resultados y tendencias, 2012-2016, Ginebra, septiembre de 2017.
La lucha contra el matrimonio infantil no ha sido fácil, sin embargo, en la última década se han evitado 25 millones de matrimonios y su prevalencia se ha reducido de un 50% a un 30%, según datos de la UNICEF.
Pero todavía queda camino por recorrer. Una de las tareas pendientes de la Agencia de las Naciones Unidas para la protección de la infancia era el reconocimiento de los hombres como víctimas en esta práctica ilegal.
Su último informe publicado este viernes 7 de junio confirma que el matrimonio de menores no solo concierne a las chicas: se calcula que 115 millones de hombres han contraído nupcias siendo niños, de estos, 23 millones se han casado antes de cumplir los 15 años.
El documento que recoge los datos de 82 países concluye que estos casos son frecuentes en el África subsahariana, América Latina y el Caribe, Asia meridional y Asia oriental y el Pacífico.
Estas cifras no apacigua la urgencia que posee el matrimonio infantil femenino con más de 650 millones de niñas y que, si los esfuerzos no aumentan, para el 2030 alrededor de 150 millones más se casarán antes de los 18 años, según las proyecciones de UNICEF.
Con estas nuevas estimaciones, se eleva a 765 millones el número total de niños que se casan.
Pero el reconocimiento también hace parte de los esfuerzos, «si bien se han estudiado ampliamente la prevalencia, las causas y los efectos del matrimonio precoz entre las niñas, se han realizado pocas investigaciones sobre el matrimonio precoz entre los varones», dice la publicación.
«El matrimonio roba la infancia»
Las causas pueden variar dependiendo del país y su contexto, aunque la tendencia indica que los menores pertenencen a entornos rurales y que tienen poco o ningún acceso a la educación.
“Cuando tenía 13 años, mi madrastra quiso que me casara con un hombre. Todavía era pequeña y quería estudiar, así que me negué. Entonces, mi madrastra me llevó al mercado y me abandonó. No volví, lo cual fue una buena decisión: pude continuar con mis estudios y ahora estoy en mi último año de primaria. Quiero ir a la escuela secundaria y luego ser comerciante”, contó Florence de 14 años en Kinshasa, República Democrática del Congo para UNICEF.
Muchas familias tienen como costumbre (religiosa o no) de casar a sus hijos con el objetivo de recibir algún tipo de recompenza o intercambio que genere un beneficio a su hogar.
«El matrimonio roba la infancia», dijo Henrietta Fore, Directora Ejecutiva de UNICEF. «Los novios se ven obligados a asumir responsabilidades de adultos para las que tal vez no estén preparados. El matrimonio precoz trae consigo la paternidad precoz, y con ello una presión adicional para mantener a la familia, reduciendo las oportunidades de educación y empleo».
Asimismo, UNICEF detalla que la República Centroafricana tiene la mayor prevalencia del matrimonio infantil en los hombres (28%), seguido de Nicaragua (19%) y Madagascar (13%).
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