En el descanso también se aprende, ¿por qué el recreo es tan importante como las clases?

Por: Sofía García-Bullé

Las clases están enfocadas el conocimiento y desarrollo académico, artístico y físico. Abarcan el 99 % del tiempo que los estudiantes pasan en la escuela. Pero, ¿qué hay del recreo? ¿Tiene alguna otra utilidad además de solo permitirle un necesario descanso a los estudiantes? Expertos sostienen que su propósito podría ser tan crucial como el de las clases formales.

Según una investigación realizada por la universidad de Oregón, el recreo ofrece beneficios para la formación de los niños ya que les da la oportunidad de desarrollar habilidades sociales, solución de problemas concretos, diálogo y resolución de conflictos interpersonales con sus compañeros.

En el salón de clases, el maestro lleva un control más cercano de las interacciones entre los alumnos, acción necesaria para poder inculcar una disciplina que permita llevar la clase en una forma eficiente, el receso es valioso porque es el único momento en que los niños están a cargo de sus propias interacciones con sus compañeros.

Sin embargo, también se trata del momento en el que los docentes deben estar más atentos, como lo explica William Massey, profesor de la Universidad de Oregón y autor principal del estudio.

“Los niños juegan y necesitan el recreo, pero no podemos pensar en función de tenerlo o no tenerlo. Este rato de ocio puede ser muy bueno para el desarrollo del niño o, por el contrario, algo desastroso si no se organiza bien”

Massey destaca la necesidad de docentes empáticos y vigilantes que se aseguren que el tiempo invertido en el descanso sea productivo y libre de conflictos graves, peleas, agresiones verbales o bullying.

Si el recreo es ese tiempo en el que el niño deja de estudiar, el trabajo de los maestros es estar atentos y ofrecer una guía oportuna para que ese niño tenga las herramientas sociales y emocionales para ser la mejor versión de si mismo.

¿Cómo lograr esto? Es necesario reevaluar la manera en la que vemos el receso y cómo puede aprovecharse en conjunto con los alumnos como un espacio de aprendizaje diferente, en el que los niños se desarrollen en sus propios términos.

Una nueva armonía entre maestros y alumnos

El recreo es el principal espacio en el que los niños están a cargo de sus interacciones, pero esto no significa que los maestros no puedan encontrar la manera de participar sin obstruir la convivencia entre pares.

El primer paso es dejar de entender el recreo como una recompensa y empezar a verlo como la ocasión de democratizar el aprendizaje, gestionando oportunidades en las que los alumnos puedan convivir entre ellos y con los maestros en un ambiente relajado y divertido.

Peter Wilson, director de la Escuela Primaria Burbank, en California, comentó haber reducido su número de detenciones anuales de 118 a 44 tras haber implementado un programa de juegos en el recreo que impulsaba el juego con alumnos y maestros.

“Prefiero salir y estar presente, activo e involucrado todos los días en 15 minutos de juego, en vez de pasar de 30 a 45 minutos en detención con un alumno. Ahora parte de mi trabajo es jugar con niños y enseñarles en vez de castigarlos”

Wilson expone lo necesario que es un cambio en la conversación con respecto a la utilidad del recreo en el desarrollo infantil. Con la guía y organización correcta, puede convertirse en el espacio para divertirse y aprender, tanto para alumnos como para docentes también.

El mejor lugar para practicar la empatía

El recreo puede ser una zona de peligro para situaciones como peleas y bullying, o un espacio para sensibilizar a los alumnos, ayudarlos a gestionar autoconocimiento y desarrollar las habilidades para una convivencia sana.

La escuela primaria John F. Kennedy, también en California, tenía un problema de constantes peleas en el recreo. El director Matthew Harris, entendió que lo que sucedía en el recreo no era el problema, sino su consecuencia, por lo que recurrió a una consultoría de recesos y comenzó a implementar talleres para cambiar de raíz la cultura escolar en su plantel.

Con ayuda de un coach, la escuela comenzó a dirigir juegos inclusivos diseñados para enseñarles a compartir el espacio y resolver conflictos, de la misma forma se trabajó con estudiantes de grados avanzados para que fueran guías y ejemplos de los alumnos más jóvenes.

Los problemas de conducta en el recreo se redujeron considerablemente y el tiempo de transición de los estudiantes para volver a concentrarse en la clase después del recreo bajó un 34 por ciento.

El director agregó, basado en su experiencia, que promover la empatía en la escuela crea un ambiente en el que los estudiantes se sienten seguros, respetados y listos para aprender.

Hay muchas maneras de aprovechar el recreo como una experiencia de aprendizaje y ayudar a los niños a generar la inteligencia emocional y habilidades sociales necesarias para recibir mejor el conocimiento producido por las clases formales. Solo es necesario cambiar la imagen mental que los maestros tienen de este tiempo, como interrupción o recompensa, y considerarlo una clase más en la que los alumnos deciden cómo quieren aprender.

Fuente: https://observatorio.tec.mx/edu-news/beneficios-de-la-hora-del-recreo-educacion

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Del recreo como pausa a la recreación como continuidad

Por: Antoni Tort

Necesitamos que los espacios y los tiempos, las aulas y los patios, formen parte de un continuo que sirva para el conocimiento y la experimentación, para que niños y niñas den sentido al quehacer escolar.

La continuidad entre los espacios, los tiempos y las acciones es una de las características significativas de las escuelas que intentan construir un proyecto pedagógico centrado en el aprendizaje autónomo, asumido desde la propia capacidad del alumnado para llevar a cabo experiencias e indagaciones. Ello contrasta con una historia escolar en la que la oposición dentro/fuera ha sido siempre muy marcada. No sólo por el hecho de que las escuelas, como muchas otras instituciones, fueron fundadas precisamente para establecer una cesura entre ellas y su entorno exterior, sino también por tratarse de una oposición que señalaba una gran diferencia, dentro del propio centro educativo, entre el dentro y el fuera del aula. Lo relevante tenía que pasar en ella. Lo demás, era secundario o clandestino y debía acompasarse a los dispositivos instruccionales que acaecían oficial y exclusivamente en el aula, bajo un control preciso del maestro o de la maestra.

Otra cosa es cómo lo vivía el alumnado. Podemos recordar grandes novelas donde lo significativo ocurría en otros lugares; en espacios prohibidos, en rincones, dormitorios o buhardillas. Un estudio francés de hace cuarenta años, de cuando las emociones no estaban de moda, señalaba que las entradas y salidas, las transiciones, los pasillos, eran los espacios y tiempos más valorados desde el punto de vista comunicativo, por niños y niñas de primaria.

En realidad, la escuela, más que un lugar, ha sido siempre un sistema de lugares: el patio, el gimnasio, el pasillo, el laboratorio, el aula, el comedor. Hoy pretendemos organizar un entorno educativo fluido, confiado y comprensible, donde las identidades de los que transitan en él se construyan en positivo, en el que los hechos cotidianos sean un motivo para enriquecer y no un motivo para convertir en dóciles, el cuerpo y el alma del alumno. Una parte importante de nuestro alumnado se mueve entre laboratorios, talleres y otros entornos, mientras algunas personalidades nostálgicas del viejo régimen reivindican las tarimas, pero no saben dónde ponerlas porque los alumnos no están sólo en el aula. Pero tampoco podemos limitarnos a sustituir el cuarto-de-las-ratas por el rincón-de-pensar. En fin, está claro que, por decirlo en términos foucaultianos, la historia de nuestras instituciones es comprensible, pero no racional.

De ahí la necesidad de replantear o, si cabe, rehabilitar interiores y exteriores. El bosque amable y próximo, el jardín civilizador y armónico que debe de ser cuidado, o el huerto, espacio de sorpresas y trabajo cooperativo que algunas escuelas reivindicaron hace cien años, desaparecieron en beneficio de duros pavimentos: más baratos en su mantenimiento que los trabajos necesarios a la hora de acompañar la vida secreta de las plantas. Patios de cemento que se justificaron y sirvieron al monocultivo futbolero. (Con algunas excepciones: uno recuerda la campaña por la implantación del mini básquet en los años sesenta o la apuesta por algún otro deporte por su arraigo local, caso del hockey o el balonmano). Espacios duros, que se conjugaban en masculino para niños con pelotas, mientras las niñas se movían por las periferias.

No es sólo la necesidad de aproximar la infancia al aire libre y a la naturaleza como muchas escuelas del norte y del centro de Europa que ávidas de luz buscan los exteriores con constancia y naturalidad, valga la redundancia; no sólo se trata de una voluntad higienista que tuvo una gran importancia en nuestro país con la renovación de la escuela y el cuidado de la infancia en el primer tercio del siglo XX. Vale la pena recuperar las tradiciones que tienen que ver con el respeto a la infancia y sus necesidades y vivir también junto a la naturaleza y sus ciclos. Pero hoy algunas escuelas van más allá. El patio no es un tiempo, es un espacio en continuidad con otros espacios, me señala una maestra. Y algunos niños y niñas para descansar prefieren quedarse en el aula, leyendo o dando de comer a los peces o para acabar una tarea apasionante, sin relojes. Investigan dentro y fuera. Trabajan fuera y juegan dentro, si es que podemos disociar estas dos acciones. Estamos ante una continuidad de los procesos que se dosifica mediante el propio interés por los procesos que se están llevando a cabo y no por una normativa.

En definitiva, no estamos hablando de la mera suspensión de la clase para descansar o jugar, tal y como la Real Academia de la Lengua Española define la palabra “recreo”, sino de la continuidad en la recreación gracias a la cual, espacios y tiempos están en función del conocimiento, la experimentación y la capacidad de los niños y las niñas, orientados por los adultos, para dar sentido a su quehacer escolar.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/03/30/del-recreo-como-pausa-a-la-recreacion-como-continuidad/

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