Los jóvenes argentinos, con los niveles más bajos de bienestar emocional del mundo

Por: Luciana Vázquez

Según una encuesta, apenas un 20% dice sentirlo; el país ocupa el segundo lugar en el ranking de malestar emocional.

Son pocos. Ni siquiera llegan al 20%. El porcentaje de adolescentes y jóvenes argentinos de entre 15 y 21 años que dicen que sienten un buen grado de bienestar emocional apenas alcanza el 18%.

Es decir, más de cuatro de cada cinco chicos y chicas de la llamada generación Z, los nacidos entre 1995 y 2001, la están pasando mal en la Argentina, que así se convierte en el segundo país, después de Brasil, en el ranking de malestar emocional que experimentan sus adolescentes y jóvenes. En Brasil, el porcentaje de adolescentes y jóvenes que dicen que disfrutan de bienestar emocional es de tan sólo 16 puntos, mientras que el promedio mundial es de 30 puntos.

Así surge del estudio global «Generación Z: encuesta de ciudadanía mundial. Lo que piensan y sienten los jóvenes del mundo», realizado en veinte países a más de 20.000 jóvenes, mil por cada país, y divulgado hoy en todo el mundo. La encuesta, implementada de forma online, es una iniciativa de la Fundación Varkey, una ONG con base en Londres que desde hace tres años entrega el Global Teacher Prize.

El trabajo es el primer estudio comparativo internacional a gran escala de las actitudes de jóvenes y adolescentes. Se trata de un intento abarcativo de comprender cómo piensan y sienten los adolescentes y jóvenes de hoy, los «bebes del milenio», según los llama el estudio, que serán los protagonistas del rumbo que el planeta tome en los próximos sesenta años.

La encuesta recoge información valiosa acerca de las actitudes, los comportamientos y los valores de adolescentes y jóvenes de Brasil, además de la Argentina, en América latina; de Estados Unidos y Canadá; de Gran Bretaña, Francia, Alemania e Italia; de Rusia, China, Corea del Sur y Japón; de la India, Indonesia, Turquía e Israel, y de Australia y Nueva Zelanda.

¿Hasta qué punto los jóvenes y los adolescentes de hoy se sienten felices con sus vidas? Ésa es la primera cuestión que instala el reporte, que tiene en cuenta una serie de factores que impactan en esa percepción de felicidad, cuantificados a partir de frases positivas a las que los encuestados responden asignándoles una frecuencia: «nunca experimenté» o «siempre».

En términos generales, el 68% de los adolescentes y los jóvenes del mundo se sienten felices. En la Argentina, ese porcentaje llega al 70%, lo que la deja sexta en el ranking mundial de felicidad de los jóvenes. En Brasil, un 69% de los adolescentes y los jóvenes se siente feliz. El porcentaje más alto se da en Indonesia, con el 92%, y el más bajo, en Japón, con el 45%.

La foto es menos optimista cuando se ve el resultado de la percepción de las distintas variables que hacen a la felicidad. El bienestar emocional, el segundo entres los más bajos del ranking en el caso argentino, es uno de esos factores y registra el grado en que los adolescentes y los jóvenes no piensan demasiado en problemas y no se sienten en general ansiosos, acosados, poco amados o solos.

El porcentaje de jóvenes que experimentan bienestar emocional es mayor en Indonesia, con 40%. Le siguen Israel, con 38%; Alemania, con 36%; China, con 36%, y Nigeria, con 34%. En países como Estados Unidos y Canadá, el porcentaje es de 30% y 27%, respectivamente.

Las relaciones personales con padres y amigos son otra variable clave para la felicidad general. En la Argentina, el porcentaje de chicos que sienten que tienen una buena relación con sus padres y un vínculo sólido con sus amigos llega al 61%, y aunque es de los más bajos registrados por el estudio, está cerca del promedio mundial, de 67 puntos porcentuales. Además de la Argentina, Brasil y Rusia, con 60 y 57% de sus jóvenes expresando esta insatisfacción, respectivamente, son los que presentan menor cantidad de casos de vínculos sólidos.

En Indonesia y China, en cambio, la proporción de jóvenes que responden positivamente es mucho mayor, con el 81 y el 80%, respectivamente. En Canadá y Estados Unidos, la proporción es de 68 y 62%, respectivamente.

La relación con los padres

La relación con los padres es central para la generación Z en todo el mundo, para la cual en promedio los padres son el factor con más influencia en sus valores: un 89% destacó esa influencia. El 70% encontró en los docentes el factor de mayor influencia. Sólo el 30% atribuye ese poder a las celebridades, factor que pesa menos en la Argentina que en ningún otro país. Y para apenas un 17% de los adolescentes y los jóvenes los políticos influyeron en sus valores.

La autopercepción del bienestar físico, sentir que se duerme y se ejercita lo suficiente y se dedica suficiente tiempo a descansar y reflexionar, es otro factor que hace a la felicidad, de acuerdo con el reporte.

En ese caso, el 16% de los adolescentes y jóvenes de la Argentina dice que goza de bienestar físico, casi en el promedio mundial, del 17%. La proporción mayor de jóvenes con esta percepción se da en Nigeria, con un 41%. Rusia, con el 12%; Corea del Sur, con el 11%, e Israel, con el 8%, están entre los lugares más bajos del ranking. En Estados Unidos, el porcentaje de jóvenes que se sienten bien físicamente es del 18%, y en Canadá, del 14%, lo mismo que en Brasil.

En cualquiera de los casos, la proporción de chicos que dicen que gozan de bienestar físico es alarmante por los bajos niveles que alcanza: menos de una quinta parte de los jóvenes encuestados.

En otras dimensiones la excepcionalidad argentina resulta destacable. Por un lado, en el altísimo grado en que sus adolescentes y jóvenes apoyan la libertad de expresión. El 70% de los argentinos de entre 15 y 21 años apoya la libertad de opinión aun cuando resulte ofensiva para una religión y el 64%, aun cuando pueda ofender a una minoría. En este caso, la Argentina ocupa el segundo puesto en el ranking mundial de apoyo a la libertad de expresión por parte de jóvenes y adolescentes. Lidera Turquía, con 78 puntos porcentuales.

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1982977-los-jovenes-argentinos-con-los-niveles-mas-bajos-de-bienestar-emocional-del-mundo

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La filosofía Reggio Emilia o donde los niños aprenden lo que experimentan

3 de enero de 2017/Fuente: Cadena ser

Algunos especialistas le llaman la pedagogía del asombro porque ofrece una nueva mirada sobre el niño. Dos profesores por aula encargados de crear contextos educativos y talleres artísticos son algunas de las características de este enfoque nacido al norte de Italia después de la Segunda Guerra Mundial cuando las madres viudas buscaban un lugar de calidad para sus hijos.

Un niño de poco más de 2 años se mete dentro de una caja de madera. Otro desde fuera se acerca y le dice: «tu estás dentro, yo fuera». Acaba de aprender dos conceptos valiosos. Por sí mismo. A partir de su experiencia y de una forma natural. Un conocimiento que le abre la puerta a otro y así sucesivamente. Se produce de forma espontánea.  El profesor David Brierly explica que la emoción es imprescindible para aprender: «Se recuerda lo que siente, y eso se convierte en experiencia».

El maestro es el encargado de crear un contexto educativo; es decir, un entorno adecuado para el aprendizaje. A partir de ahí, el niño manipula a su aire lo que le permite hacer descubrimientos. El ambiente se convierte en una herramienta más. Esta es unas de las bases de la filosofía Reggio Emilia. Algunos especialistas la llaman la pedagogía del asombro. «El protagonista es el niño, ya es un ciudadano en sí mismo con derechos como ser escuchado. Nace con competencias, con curiosidad y es un investigador nato. Se trata de cambiar la mirada», explica Carola Di Marco, formadora en España de Reggio Emilia, de la Escuela Infantil Reggio en Madrid.

La misma arquitectura y el espacio son fundamentales, se pone cuidado en la estética porque se considera un derecho. En las clases, siempre hay parejas educativas. Dos personas por aula que permite el trabajo en pequeños grupos para observar mejor. «Logramos que haya dos perspectivas que ayudan a entender mejor al niño y a no etiquetarle. Fue una revolución cuando el pedagogo Loris Malaguzzi quiso poner en cada aula dos profesores», cuenta Di Marco.

Malaguzzi fue la persona que estructuró este enfoque educativo que nació al norte de Italia, en la localidad de Reggio Emilia de unos 170.000 habitantes. Después de la Segunda Guerra Mundial numerosas mujeres se habían quedado viudas. Tenían que trabajar fuera de casa  y buscaban un lugar donde poder dejar a sus hijos. Decidieron unirse para formar escuelas autogestionadas a cargo de un grupo de maestros. Era la primera vez que la educación no estaba en manos de la Iglesia católica.  «En esta zona de Italia siempre ha habido mucha inquietud y se ha considerado que la educación es lo que hace al hombre libre. Fueron años duros en los que sacaron dinero de donde pudieron para mantener sus escuelas. Hasta vendieron la chatarra de los tanques alemanes», explica Carola Di Marco.

En los años 60, el Ayuntamiento se hizo cargo de la gestión con una red de escuelas. Se creó un gabinete a cargo del pedagogo Loris Malaguzzi. En la actualidad, hay alrededor de 80 escuelas y la mayoría son públicas.

El taller en las aulas

El taller es una de las esencias de este enfoque educativo. El encargado es siempre un artista, ya sea bailarín, músico o pintor, encargado de poner en duda lo preestablecido e invita a trabajar con otros materiales en el aula. «Ofrece otros contextos e invita a investigar. El niño tiene 100 lenguajes, pero los adultos les arrebatamos 99 porque les decimos todo el rato lo que tienen que hacer o cómo deben actuar. Les quitamos las posibilidades de ser ellos mismos y gracias al taller y a los recursos del arte, el niño puede hablarnos», cuenta Di Marco. Se ofrecen todo tipo de materiales para manipular, hasta cámaras o microscopios. «El cambio está en el rol del maestro que aprender con él. El profesor es el observador de los procesos cognitivos del niño», concluye.

Unos niños juegan en la Habitación de Colores
Unos niños juegan en la Habitación de Colores / Escuela Infantil Reggio

En Italia, existe un Centro de Reciclaje Creativo (Remida) donde las empresas llevan el material que ya no utilizan. Los profesores acuden a seleccionar lo que necesiten para sus clases. «Hay que dejarles ser y no interrumpirles. Los adultos estamos predispuestos a ver lo que conocemos y no dejamos hacer. Al construir el niño su mundo nos va a soprender», cuenta la coordinadora de la vida de la Escuela Reggio, Cristina Miguel.

Los proyectos nacen de lo cotidiano

Partir del interés del niño en una de las claves. Así que se crean los proyectos sobre los que trabajan y que luego se documentan. Nacen de lo cotidiano. Desde una sombra que llama la atención o de las distintas formas que adopta la luz. «Se suele pensar que trabajar por proyectos es proponer un tema desde el punto de vista del adulto y esa manera de trabajar es artificial», apunta la formadora partidaria de respetar las afinidades del niño.

«Un mismo material puede convertirse en cosas muy distintas», explica Di Marco que destaca la importancia de la labor de documentación de los profesores. «Lo que no se ve no existe, no tiene sentido hacerlo si no hay un adulto que documente. Se documentan los proyectos, no lo puedes programar todo y tomas nota de lo que pasa. Observamos y con una mirada profesional le damos un valor. Gracias a la documentación se puede dar la formación.

Investigación con luces.
Investigación con luces. / Escuela Infantil Reggio

La relación con la familia

La escuela es un derecho y una responsabilidad tanto de la familia como de los profesores. La directora de la Escuela Infantil Reggio, Eva Martín, explica que existe un contacto directo que no se acaba con el horario escolar y organizan actividades para toda la familia. Intenta que la escuela salga a la calle y organizar exposiciones con los trabajos de los alumnos.

Eva puso en marcha la escuela hace 7 años. La crisis no ha impedido que saliera adelante y hoy cuenta con veintitrés personas a su cargo. Convencida del poder transformador de la educación en la sociedad, tiene muy claro el papel del maestro: «Interviene todo el tiempo en un sentido latente, es el que crea un espacio y observa. Hay una presencia, pero no una invasión. Se trata de crear un contexto educativo de calidad teniendo en cuenta el momento evolutivo y las características del niño que tienes delante. Un derecho fundamental es que los niños se colocan en igualdad con ellos. La educación convencional pone una gran distancia de roles entre alumno y profesores. Aquí el maestro acompaña e interviene desde el principio. Para crear un vínculo seguro, hay que tener en cuenta las necesidad del niño y no la del adulto», concluye Eva.

Una niña mira a través de un cilindro de cartón.
Una niña mira a través de un cilindro de cartón. / Escuela Infantil Reggio

Reggio Emilia es un enfoque, una filosofia que impregna la enseñanza y  no cuenta con materiales propios como otros métodos como el Montessori. En pleno debate educativo, las formas de enseñar alternativas despiertan el interés de los educadores en nuestro país.

Fuente: http://cadenaser.com/ser/2016/12/16/sociedad/1481887887_887255.html

Imagen: cadenaser00.epimg.net/ser/imagenes/2016/12/16/sociedad/1481887887_887255_1482151631_sumario_normal.jpg

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