Por: Diana Franco Ortega.
Por las amistades y un novio que tuve a los 18 años caí en la droga y terminé en El Bronx. Llegué y no volví a salir de ahí, en casi cinco años. Mis días allá eran horribles; aguantaba frío, hambre, todo el tiempo era fiesta, alcohol y droga. A veces duraba hasta una semana sin dormir. Cuando desaparecí, mi familia me buscó en hospitales y en las URI. Tres años después, alguien le dio la razón a mi hermana de que me habían visto en el centro de Bogotá. Me encontró, pero era una persona completamente diferente. Estaba tan pegada a ese mundo que no volví a casa con ella. Un día estábamos en una residencia y entró la policía. Me arrestaron y condenaron por tráfico y porte de droga. Me dieron tres años de cárcel.
Sindy Liseth Barreto fue una de las 12 presas que hizo parte de la primera obra de teatro que Johana Bahamón montó en el Buen Pastor, de Bogotá, hace siete años. La inicial de su nombre está tatuada en la muñeca izquierda de Johana, junto a las de sus otras 11 compañeras. Este grupo de mujeres interpretó La casa de Bernarda Alba, la famosa obra del poeta y dramaturgo español Federico García Lorca, en la que cinco hermanas son obligadas por su madre, que acababa de enviudar, a guardar luto y perder toda clase de contacto con el exterior, durante ocho años. Una versión minimizada de la prisión.
Estas doce mujeres fueron el primer contacto cercano que tuvo Johana con la población carcelaria de Colombia, con sus realidades y necesidades, sus anhelos y desesperanzas. También, marcaron el comienzo de una obra social gigantesca, que ha liderado en todas las cárceles del país, y que hoy es ejemplo de resocialización y reconciliación en muchas partes del mundo.
—Johana, ¿cómo alguien que viene de afuera puede llegar a entender lo que quieren o necesitan los presos?
—Fue algo del día a día, de estar en la cárcel. Mientras ellas montaban la obra, yo aprovechaba y conocía lo que pasaba con el resto de las mujeres. Hablaba con ellas, les preguntaba cómo estaban, qué querían hacer, qué les gustaba, qué las motivaba. Luego, empezamos a trabajar también con hombres y el proceso fue igual.
—¿Qué le respondían ellos?, ¿qué era lo que los motivaba?
—En la cárcel, las emociones varían. Hay días en que están contentos; otros, deprimidos; otros, en los que quieren ocupar su tiempo y aprender cosas nuevas, y a veces solo esperan tener contacto con sus familias. Hay muchos altibajos. Fue en ese diálogo constante en el que obtuvimos las herramientas para estructurar un modelo de intervención que funcionara.
Acción interna
La cárcel era un mundo totalmente diferente, y un poco mejor que donde yo había estado los últimos años. Al menos dormía, me bañaba, comía, descansaba. Aunque había mucha monotonía. Eso no es bueno, porque uno comienza a pensar en cosas que no debería, como en peleas o en vicio. Cuando estaba ahí me enteré de que estaba embarazada. Eso me dio voluntad para dejar las drogas.
Llevaba unos seis meses en prisión cuando pusieron en el patio una cartelera que hablaba de un curso de danza. Yo me inscribí y luego conocí a Johana. Junto a ella y otras compañeras comenzamos a montar una obra de teatro. Fue una experiencia muy bonita porque nos reuníamos a leer los libretos, nos reíamos y recochábamos muchísimo. Luego de ensayar por un tiempo, nos presentamos en el patio frente a las demás reclusas. Tenía pena, pensaba que se iban a burlar de nosotras, pero no fue así. Ellas se rieron y nos aplaudieron. Luego nos llevaron a presentar La casa de Bernarda a las instalaciones del Inpec. Mi personaje se llamaba Angustia.
A través de sus tres líneas de acción, la fundación ha logrado resultados que ya son conocidos por muchos. Uno de ellos es Interno, el primer restaurante en el mundo abierto al público en una cárcel de mujeres y atendido por ellas. En tres años, ya ha sido visitado por unas 9.000 personas. Está también la barbería en la cárcel Modelo de Bogotá (no abierta el público), donde muchos presos se capacitan y se certifican para poder trabajar o montar su propio negocio cuando salgan de la cárcel. Y recientemente ha sido noticia Agencia Interna, la primera agencia de publicidad que funciona desde un centro carcelario y cuyo primer cliente fue Carulla.
El propósito de cada uno de estos proyectos no es solo brindarles conocimientos y habilidades para que puedan desarrollarse personal y laboralmente dentro de la cárcel, sino también fuera de ella, cuando enfrenten el difícil reto de la reintegración con la sociedad. “Hemos tratado que ellos aprendan de los mejores –agrega Johana–. En cada proyecto se han capacitado con los mejores chefs, los mejores estilistas, las mejores agencias de publicidad, los mejores directores de teatro, y han obtenido certificados que les van a servir en el futuro. Queremos brindarles siempre educación de calidad y no de caridad. Ellos se lo merecen. Ya están pagando por su error y necesitan el mejor apoyo para lograr una resocialización efectiva”.
— ¿Cuál de todos los programas de Acción Interna es su favorito?
— El Festival de Teatro Carcelario es uno de mis preferidos, porque genera un encuentro muy lindo entre las dos poblaciones (civil y carcelaria). Este se realiza cada dos años y participan seis cárceles a nivel nacional. Cada una presenta una obra y el grupo ganador viene a Bogotá a presentarse en el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá. Ya vamos para la cuarta edición y creo que tiene un poder muy especial.
—¿Por qué?
—Porque los hijos, papás y hermanos de estas personas están en primera fila, viéndolos actuar sobre un escenario. Es un encuentro muy diferente al que se da en las visitas en la cárcel. Y detrás de ellos hay otras 500 personas que no están señalándolos o juzgándolos, sino valorándolos por su talento. Hay mucha reconciliación en esos momentos: los presos se reconcilian con ellos mismos, porque están viendo el fruto del trabajo de casi un año, que es el tiempo durante el cual montan la obra; se reconcilian con su familia, cuando pueden encontrarse con ellos tras bambalinas y abrazarlos; y finalmente hay una reconciliación con el público, porque están actuando ante la sociedad que los ha condenado, pero esta vez son aplaudidos y apoyados. Con este festival conseguimos que ellos no sientan ese resentimiento hacia afuera y que la sociedad ya no los señale.
— ¿Cuál es el papel de la educación en el trabajo que realiza con Acción Interna?
La educación está en el día a día, no solo en la parte académica. La educación está en tener respeto por las diferencias y a no distanciarnos de ellas. No todos somos iguales, y eso tenemos que entenderlo. A mis hijos y a las personas, en general, intento transmitirles que debemos entender la situación de las otras personas antes de ser cómodos y juzgar desde nuestros privilegios. Hay que ser más empáticos y considerados con las personas que no han tenido oportunidades.
Líneas de acción de la fundación:
1. Crecimiento Interno: desarrollo personal, apoyo psicosocial y rehabilitación de adicciones.
2. Arte Interno: expresión y resocialización por medio del arte y la cultura.
3. Trabajo Interno: desarrollo productivo y fomento del emprendimiento.
Casa Libertad
Por las actividades que estaba haciendo y debido a mi embarazo, me concedieron prisión domiciliaria para la mitad de la condena. Pude tener a mi hijo en la casa. Cuando estaba a punto de quedar libre, lo único en lo que pensaba era en trabajar para mis hijos. Tenía esa expectativa de luchar y de salir adelante. En todo ese proceso tuve el apoyo de Johana y de la fundación. Cuando salí, en Casa Libertad me dieron un curso para aprender a convivir en sociedad, a expresarme y prepararme para la vida laboral. A través de ellos conseguí trabajo. Ahora estoy en una empresa, haciendo enchapes.
Johana Bahamón describe Casa Libertad como un espacio para las segundas oportunidades. En una casa ubicada en la Avenida Caracas con calle 36, en Bogotá, trabajan el Ministerio de Justicia, el Inpec, Colsubsidio, la Secretaría Distrital de Seguridad y la Fundación Acción Interna. Juntos intentan generar rutas de acompañamiento e intervención para las personas que obtienen la libertad. El objetivo final es ubicarlos laboralmente. “Cada vez más empresas se unen a nosotros y crean opciones de trabajo para ellos. Uno de nuestros grandes aliados, por ejemplo, es Tostao’, que es el que más pospenados ha contratado hasta ahora”.
— ¿Cómo toman ellos esta segunda oportunidad?
— Son una población totalmente receptiva y agradecida, que valora mucho cuando una persona va a la cárcel a apoyarlos en cualquier área. Lo que mi equipo y yo hemos sentido es que somos bienvenidos y que están agradecidos de que estemos ahí. Es muy agradable trabajar con ellos, saben valorar esta segunda oportunidad, que para muchos es tan solo la primera, y entregan todo de ellos en cuanto a responsabilidad, disciplina y compromiso.
— ¿Cuál es su sentimiento hacia la población carcelaria?
— Mi sentimiento es de admiración. Esas personas que están ahí adentro –en cárceles que no están cien por ciento adecuadas para cumplir con la finalidad de la pena, que es la resocialización– son capaces de convertir sus errores en oportunidades, de transformar este momento difícil de su vida y volverlo un tiempo productivo. En un espacio donde uno siente que tiene todo perdido, ellos tienen la fortaleza de volver a tener motivación y trabajar para eso. Esas son las personas con las que nosotros trabajamos, las que se inscriben a nuestros programas, las que quieren tener una nueva esperanza, una nueva vida. También tienen todo mi agradecimiento, porque gracias a ellos mi vida es otra desde hace siete años. Por ellos soy una mejor persona. Me han hecho apreciar cosas que antes daba por sentado, las cosas simples. Y lo más importante, me han hecho valorar más y necesitar menos.
En el 2018, el restaurante Interno fue elegido por la Revista TIME como uno de los 100 mejores lugares del mundo para visitar.
Una nueva vida
Johana Bahamón significa para mí una gran amistad. Ella es mi apoyo, quien siempre está ahí y se preocupa por mí. Es un amor de persona. Hay muchas mujeres que queremos iniciar una nueva vida y tenemos muchas expectativas, pero lo que necesitamos es ese apoyo, esa mano que nos dé una oportunidad. Johana ha sido la que nos ha ayudado en ese camino. Hoy estoy luchando para poder tener una casa y sacar adelante a mis dos niños. Quiero pagarles el estudio y educarlos para que vean mi historia como una forma de aprender lo que está bien y lo que está mal.
—Johana, ¿qué debe saber la sociedad sobre las personas privadas de la libertad?
Que los tenemos estigmatizados. Ellos son seres humanos que, como cualquiera de nosotros, cometieron un error, que se encuentran pagando por eso, y que, una vez salden su deuda con la justicia y recuperen su libertad, todos estamos en la obligación de recibirlos y ayudarlos. Eso es en lo que trabajamos cada día.
—Por último, ¿extraña la actuación? ¿volvería a interpretar algún papel?
Yo creo que haber trabajado en el medio por 15 años me ha permitido mantener una interacción permanente con los medios de comunicación y eso ha sido clave para poder visibilizar a la población carcelaria. Pero ahora ya no quiero ser la protagonista de nada, quiero que ellos sean los protagonistas y cuenten sus historias. No extraño la actuación, pero volvería a actuar si es en algo que tenga que ver con las cárceles, algo en donde podamos contar las historias de las personas que están ahí. Si no, no.