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¿Cómo desarrollar la empatía en nuestros estudiantes?

Por: Emmanuel Alejandro Sandoval Pérez

La empatía es una habilidad social imprescindible. Para tener éxito es más importante saber relacionarse asertivamente con los demás que competir con ellos.

Nuestra sociedad actual enfrenta retos muy diversos, desde problemáticas ecológicas y ambientales que podrían acabar prácticamente con todas las especies que habitan este planeta, incluyendo la nuestra hasta aquellas problemáticas relacionadas con la salud mental y psicológica de las personas, provocando malestar e incluso la muerte como en el caso de la depresión y el suicidio. Nunca antes los ciudadanos habíamos tenido que estar tan informados sobre lo que sucede a nuestro alrededor en todos los ámbitos. Sin embargo, pudiendo acceder a toda la información que tenemos con un simple click, preferimos, paradójicamente, ignorarlo todo.

“La empatía es la capacidad de comprender los sentimientos y emociones de los demás, basada en el reconocimiento del otro como similar”.

– López, Filippetti y Richaud (2014) –

La empatía es una habilidad social imprescindible en el mundo actual, así lo plantea la teoría de las inteligencias múltiples. Es más importante relacionarse asertivamente con los demás para lograr el éxito que competir con ellos. Las instituciones educativas, por ejemplo, son un espacio donde podemos proponer con mayor rigor y claridad ideas acciones que nos ayuden a superar los retos antes descritos y los que se vayan presentando.

En México, el debate escolar se considera como una actividad muy enriquecedora que fomenta en los alumnos importantes competencias como son: adquirir un razonamiento crítico, mejorar habilidades lingüísticas, solución de problemas, capacidad de síntesis y búsqueda constante de fuentes académicas fiables, pero, sobre todo, desarrollar empatía al escuchar, entender y compartir con los demás diferentes argumentos y puntos de vista, en otras palabras, “ponerse en los zapatos del otro”.

Los debates académicos nos permiten desarrollar análisis epistemológicos y éticos sobre un tema o concepto. La epistemología estudia los criterios de verdad de una disciplina, es decir, ¿por qué se dice verdadera y también a la luz de qué argumentos? (Piaget, 1986), mientras que la ética es un tipo de saber que intenta construirse racionalmente, utilizando el rigor conceptual y métodos de análisis y explicación sobre cuestiones morales (Cortina, 2008). De acuerdo con autores como Gooch (2017:14), vivimos en la era de la posverdad y ésta se puede definir como: “una circunstancia en la que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública, que las emociones y las creencias personales”. Es por ello que necesitamos urgentemente apelar a la ética y la epistemología.

Cuando los seres humanos nos volvimos hacia nosotros mismos como seres pensantes, en lugar de dirigirnos al mundo en términos de dioses o fuerzas sobrenaturales, nació la Filosofía (Cohen, 2008). Sin embargo, con nuestra capacidad de reflexión e imaginación, nos volvimos proclives a crear una Weltanschauung (concepción del mundo), a partir de nuestras experiencias e ideas, situación que llevó a algunos a creer que su visión del mundo era la única posible. La Filosofía promueve lo contrario. Es por ello que no se conforma con una “verdad”, en lugar de eso, acepta la posibilidad de que existan verdades, así como existen multiversos. No obstante, que hablemos en plural sobre la verdad, no quiere decir que no existan niveles más elevados de certeza en ciertos argumentos que en otros. En algunos casos basta con el sentido común para saber que algo es cierto, pero, otras veces, es más complicado y necesitamos de la experimentación y de la comprobación científica.

A continuación, presento una actividad didáctica para la enseñanza de la epistemología a nivel licenciatura por medio de un torneo de debate y una actividad de inducción:

Mi propuesta parte del siguiente supuesto: siempre que se estudie epistemología se debe enseñar a la par ética. Debemos tomar en cuenta análisis científicos sobre lo que se considera como moralmente bueno o malo para que no haya personas afectadas por criterios sin fundamento, y de igual manera, se deben hacer análisis éticos sobre la ciencia si ésta trabaja, junto con la tecnología, en beneficio del sistema económico y no para la gente que los necesita.

¿Entonces, en qué consiste mi propuesta? Como ejercicio previo al torneo de debate de la clase de epistemología, apliqué con varios grupos la siguiente actividad:

Con el pizarrón dividido en dos, de un lado la frase “estoy de acuerdo” y del otro lado la frase “estoy en desacuerdo”. Presenté algunas afirmaciones que incitaron al debate, tales como: “despenalizar el aborto es necesario”, “la despenalización de las drogas sería positivo”, etc. Los alumnos se ubicaron según su opinión sobre el tema y explicaban su decisión. Les expliqué que podrían cambiarse de lugar si los argumentos de otro compañero les parecían interesantes y modificaban de alguna manera su punto de vista. Posteriormente los invité a elegir el lugar contrario al de su opinión, es decir, si estaban de acuerdo se ubicaban en la parte de desacuerdo. El objetivo era que, con la misma vehemencia con la que defendían hace unos momentos su opinión, encontraran puntos positivos en los argumentos contrarios y los citaran como suyos. Aunque al principio sentían que actuaban, el simple hecho de buscar en otros argumentos algo “defendibles”, los ayudaba a verlos de manera distinta. Así lo expresaron ellos mismos en la retroalimentación de la actividad. De esta manera práctica busqué desarrollar la empatía en mis alumnos.

Los docentes pueden aplicar esta actividad en sus clases con el objetivo de promover valores, actitudes y conocimientos con una visión ética y comprometida con el saber científico, su transmisión y el beneficio social que conlleva.

Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-bits-blog/como-desarrollar-la-empatia-en-estudiantes

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Xavier Bonal y Sheila González: “Es necesaria una clara política de lucha contra la desigualdad educativa y de acompañamiento a las familias”

Por: www.educaweb.com

Los investigadores de la UAB, Xavier Bonal y Sheila González, explican algunas conclusiones y propuestas de su estudio Desigualdades de aprendizaje en confinamiento, ganador de la 8ª Mención Enric Renau i Permanyer.

La 8ª Mención Enric Renau i Permanyer ha recaído en la investigación Desigualdades de aprendizaje en confinamiento, realizada por Xavier Bonal y Sheila González, miembros del equipo de investigación Globalisation, Education and Social Policies del departamento de Sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona.

El estudio se basa en una encuesta dirigida a más de 35.000 familias y 59.000 estudiantes de entre 3 y 18 años de Catalunya durante las dos primeras semanas de confinamiento. La investigación describe la realidad socioeducativa de las familias; identifica las desigualdades existentes en el ámbito formal, no formal e informal; analiza el apoyo educativo facilitado por los padres y madres; mide el impacto del confinamiento en las actividades extraescolares, y realiza propuestas para avanzar hacia una igualdad educativa real.

El jurado de la Mención ha valorado la rapidez con la que se ha diseñado, realizado y analizado la investigación, el esfuerzo divulgativo a la hora de presentar los resultados y la inclusión de «conclusiones clave para la reflexión en la situación actual». En la siguiente entrevista, Bonal y González comparten las principales conclusiones de su estudio.

¿Cuáles han sido los principales efectos del COVID-19 sobre las desigualdades educativas?

Los resultados de nuestra investigación apuntan un efecto claro del COVID-19 sobre las desigualdades educativas. O bien porque ha intensificado aquellas desigualdades que ya sabíamos que existían antes de la llegada del virus, o bien porque están produciendo nuevas formas de expresión de esta desigualdad en el terreno educativo. Y esto lo observamos tanto en la educación formal como en la no formal o la informal.

La desaparición de la institución escolar durante el confinamiento, desde las guarderías a las universidades, ha puesto de manifiesto, por un lado, el sentido de su existencia -cuestionado a menudo por la irrupción de las plataformas digitales-; y, por otro, la multiplicidad de valores que van más allá de su función estrictamente educativa. Y es que los efectos educativos del confinamiento se han observado en el aprendizaje, pero también en la sociabilidad, socialización, la conciliación laboral-familiar y la salud mental, entre otros.

En cuanto a la educación obligatoria, el traslado del aprendizaje desde los centros educativos al ámbito privado ha dado mayor visibilidad y ha enfatizado una desigualdad que no es nueva, que existía ya antes de la llegada del virus, y que se manifiesta a través de diferentes lógicas, siendo la primera de ellas la brecha digital.

La conversión de las escuelas presenciales en escuelas a distancia nos permitió observar claramente la existencia de una brecha digital, pero también mostró las desiguales capacidades de los centros educativos para adaptarse a este nuevo entorno de aprendizaje.

A esta brecha de acceso se suma una importante desigualdad en la capacidad de uso de la tecnología, y es que el acceso a internet no resuelve por sí mismo el dominio de las aplicaciones, la capacidad de seleccionar información y las posibilidades de procesarla. Es en este terreno donde más se extreman las diferencias sociales, también entre escuelas.

La pandemia ha permitido observar con mayor claridad la concentración del alumnado vulnerable en determinadas escuelas, como consecuencia de la segregación escolar. En un escenario de extremada dificultad, hay centros que han tenido que responder a una gran complejidad de situaciones (gestionar becas comedor, violencias familiares, desconexión del alumnado…); y, en el otro lado, centros que sólo han tenido que reorganizar la docencia y han dispuesto de familias con recursos y de recursos en la escuela, en buena parte sufragados por las aportaciones voluntarias a través de las asociaciones de familias.

«Ni la escuela ni la sociedad estaban preparadas para aprender sin escuela presencial y todavía menos para hacerlo de manera equitativa».

¿Qué desigualdades educativas han detectado en función del nivel socioeconómico y cultural del entorno familiar del alumnado?

La sustitución repentina del aprendizaje guiado por el docente en el aula por un aprendizaje a distancia, con un apoyo más o menos intenso del docente, ha situado a las familias en muchos casos como acompañantes necesarios de las tareas escolares. Sabíamos que había desigualdades entre las familias en cuanto a los recursos a su disposición para acompañar a sus hijos e hijas en el itinerario académico, y esto se ha vuelto mucho más importante en un momento en que toda la educación se realizaba en casa.

En nuestra investigación, las madres han sido las principales responsables de este acompañamiento (prácticamente doblando los porcentajes de los padres) y, de nuevo, con diferencias sociales claras: el 48% de las madres con estudios universitarios apoyaban a sus hijos e hijas de la ESO en sus estudios, frente al 38% de las madres sin estudios.

La diferencia es todavía más clara en las motivaciones. Si bien la gran mayoría de familias han justificado el no acompañamiento porque el niño o la niña no lo necesitaba, una cuarta parte de las madres con estudios obligatorios afirmaba no disponer de los conocimientos necesarios para hacerlo (solo el 2,6% en el caso de las madres con estudios universitarios). Parece pues, que ni la escuela ni la sociedad estaban preparadas para aprender sin escuela presencial y todavía menos para hacerlo de manera equitativa.

¿Qué otras desigualdades significativas han percibido durante el confinamiento teniendo en cuenta la respuesta de los centros educativos y de las familias?

La reacción de las escuelas durante el confinamiento no ha sido igual y por tanto se ha producido un desigual seguimiento del curso escolar por parte del alumnado. Con el objetivo de medir la intensidad del trabajo escolar, construimos un índice de oportunidades de aprendizaje (IOA), que concentra información sobre las horas dedicadas a las tareas escolares, el contacto en línea con la escuela y el tutor, la realización de deberes y las tareas corregidas por la escuela por alumnado de ciclo superior de primaria o más grande. Este índice se mueve entre 0 y 100 en función de la frecuencia observada en la realización de estas tareas. Pues bien, a pesar de ser considerado un periodo no lectivo, a lo largo de las dos primeras semanas de confinamiento la mayoría de los niños y las niñas realizaron tareas escolares. Los datos, sin embargo, nos muestran diferencias importantes.

El confinamiento impactó también en la educación no formal o informal. Durante la segunda semana, el 70% de las actividades extraescolares se habían dejado de hacer. De nuevo, con diferencias destacadas según las características familiares. Antes de esta situación excepcional, entre las familias con niños de primaria que respondieron la encuesta, solo el 60% de aquellas con estudios obligatorios realizaban algún tipo de actividad extraescolar, el 94% en el caso de las familias con mejor nivel socioeconómico. En confinamiento, fueron las familias más instruidas las que más las mantuvieron (31,4%, respecto al 16% de las familias más vulnerables), incrementando así la distancia entre unos y otros niños.

¿Qué medidas deberían implementarse para reducir el impacto del COVID-19 en la educación?

El sistema educativo ya planteaba importantes limitaciones en su capacidad para eliminar las desigualdades sociales de partida y requería de más y mejores políticas. La acumulación de desigualdades educativas en tiempos de pandemia hace ahora urgente nuevas respuestas. Las modificaciones parciales a que estábamos acostumbrados parecen no ser válidas, y hace falta un replanteamiento más integral.

Evitar el incremento de la desigualdad educativa requiere de acciones durante los confinamientos y cuarentenas parciales, que tendrán lugar durante el curso actual. Durante el cierre escolar es básico garantizar el acceso a la conexión y los dispositivos, pero también hay que continuar facilitando instrumentos alternativos al aprendizaje online (materiales en papel, apoyo telefónico, programas educativos en la televisión) como han llevado a cabo algunas comunidades autónomas, ciudades o centros educativos por iniciativa propia.

Es también necesario repensar el rol de los y las docentes y de las familias en este proceso de aprendizaje a distancia, redefinir no solo cómo enseñamos sino también qué enseñamos, todo esto teniendo en cuenta que las condiciones de confinamiento y las necesidades de cada familia son altamente desiguales. Hay que completar la atención educativa con la garantía de que las familias pueden atender sus hijos e hijas durante las cuarentenas escolares, a través de permisos remunerados u otras formas de atención que eviten la desprotección de los menores.

Fuera del ámbito escolar es necesario ampliar los tiempos educativos del alumnado más vulnerable a través de un ocio educativo de calidad, que permita crear espacios de socialización, sociabilidad y aprendizajes más allá del horario lectivo. Las competencias del ámbito local, a pesar de ser limitadas, serán ahora imprescindibles. Los programas de acompañamiento en el estudio (refuerzo escolar, impulso lector, mentorías) se tienen que redefinir para continuar buscando la adhesión y éxito escolar, ahora a través de la conexión con la escuela.

La proximidad de la administración local a las familias y la existencia de canales de identificación de la vulnerabilidad social tienen que servir, con la coordinación con otros agentes educativos, para acceder a los niños con peores condiciones de educabilidad o en riesgo de exclusión, que se han visto incrementadas por el aumento de la pobreza y la precariedad, pero también por la carencia de tiempo que sufren madres y padres para conciliar. Los recursos municipales (bibliotecas, espacios deportivos, centros cívicos, programas de ocio) se tienen que incorporar para ampliar las oportunidades educativas de los niños y las niñas, especialmente de aquellos que más están perdiendo a causa de esta situación excepcional.

En conclusión, es necesaria una clara política de lucha contra la desigualdad educativa, que por supuesto debe tener en consideración la brecha digital y por tanto tiene que garantizar a todos los alumnos y alumnas el acceso a dispositivos para poder hacer un trabajo escolar correcto en casa. Pero también necesitamos políticas de acompañamiento a las familias, necesitamos refuerzo en las escuelas para que puedan dar respuesta a las necesidades diferenciadas de su alumnado. También hace falta una apuesta clara por el ocio extraescolar, que sabemos que es generador de igualdad de oportunidades. Por lo tanto, debemos apostar e invertir recursos en aquel alumnado que más ha perdido durante el tiempo de confinamiento.

Fuente e Imagen: https://www.educaweb.com/noticia/2020/12/10/entrevista-autores-estudio-desigualdades-aprendizaje-confinamiento-19394/

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México: Convocan a paro general este lunes en el ITAM, por suicidio de joven

América del Norte/México/15-12-2019/Aturo(a):Notimex /Fuente: www.jornada.com.mx

Por: Notimex

Alumnos de Derecho del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) convocaron a una huelga para este viernes y a un paro total el próximo lunes, en memoria de Fernanda Michua Gantus, estudiante que se habría quitado la vida.

Luego del presunto suicidio de la alumna de las licenciaturas de Derecho y Relaciones internacionales por supuesta “carga de trabajo”, llamaron en redes sociales a tomar una postura frente a las autoridades académicas y a exigir un cambio en las políticas de atención a la salud mental de la comunidad estudiantil.

En la cuenta @SororisDerecho, de Twitter, la representación de alumnos de Derecho de la institución educativa explicó que también buscan integrar un pliego petitorio para exigir a la autoridad una educación integral.

Alrededor de las 13 horas, decenas de jóvenes efectuaron una huelga silenciosa “para ilustrar la parálisis física, mental y emocional que provoca el ambiente académico de la institución”, y sostuvieron que “la excelencia académica no debe alcanzarse a costa de nuestra salud mental y nunca debería de cobrar vidas”.

A su vez, el ITAM implementó programas de apoyo para ayudar a sus estudiantes “a tener vidas plenas” y convocó a los alumnos allegados a la joven fallecida a una sesión para escucharlos y brindarles atención psicológica, luego del fallecimiento de Fernanda, el pasado 11 de diciembre.

La institución también solicitó a directivos y profesores recibir y canalizar a los alumnos que manifiesten la necesidad de platicar “sobre este asunto o sobre otros problemas de carácter emocional”.

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Rodrigo Floriano@rflorianov

Qué inspirador es ver a @Andie_Naruve parándose ante autoridades del @ITAM_mx y exigiendo un cambio real. No solo en el abuso psicológico institucional, también en las medidas para combatir la violencia de género tan chafas que han prometido.

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55 personas están hablando de esto

Niemich@Niemich

¿Saben el esfuerzo que implica buscar salir adelante dependiendo de una beca para hacerlo?

El que no entiende el estrés que causa una mala calificación, no entiende que para muchos de nosotros implica dejar de estudiar.

Qué chingón que esto ya esté explotando. Ya fue demasiado.

Video insertado

3.236 personas están hablando de esto
Fuente: https://www.jornada.com.mx/ultimas/sociedad/2019/12/13/convocan-a-paro-general-este-lunes-en-el-itam-por-suicidio-de-joven-5775.html
Imagen: https://www.excelsior.com.mx/comunidad/convocan-a-marcha-silenciosa-tras-muerte-de-alumna-del-itam/1353081
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Los adolescentes de minorías sexuales, cinco veces más propensos a sufrir depresión

Europa/Reino Unido/08-12-2019/Autor(a): SINC/Fuente: www.agenciasinc.es

Por: SINC

Un nuevo estudio en Reino Unido muestra cómo los jóvenes homosexuales o bisexuales tienen cinco veces más probabilidad de estar deprimidos que los heterosexuales, y dos o tres veces más de ser intimidados y victimizados.

Los adolescentes de minorías sexuales tenían menor satisfacción con la vida y autoestima que sus contrapartes heterosexuales. / Pixabay

Una nueva investigación realizada en Reino Unido revela que los adolescentes de minorías sexuales –atraídos por el mismo o ambos sexos– son más propensos a experimentar problemas de salud mental, ambientes sociales adversos y efectos de salud negativos que sus contrapartes heterosexuales.

El objetivo del estudio, publicado en The Lancet Child and Adolescent Health, fue rectificar la falta de datos actuales sobre las minorías sexuales en la Generación Z (personas nacidas entre 1995 y 2015) que han crecido en una época de avances en los derechos universales.

A pesar de los avances conseguidos, todavía existen grandes desigualdades para los adolescentes de minorías sexuales que crecen en el siglo XXI

Los autores, investigadores de la Universidad de Liverpool y del University College de Londres, analizaron información sobre casi 10.000 adolescentes –629 de minorías sexuales versus 9.256 heterosexuales– nacidos entre 2000 y 2002 que actualmente participan en el Estudio de Cohorte del Milenio (MCS).

Los expertos analizaron la salud mental (depresión, autolesión), social (victimización, intimidación) y otros datos relacionados con la salud (percepción del peso, uso de sustancias) en los jóvenes a la edad de 14 años. Además, estimaron el número de dificultades concurrentes en cada grupo.

Los investigadores encontraron que las minorías sexuales eran alrededor de cinco veces más propensas a experimentar síntomas depresivos (54 % vs 15 %) y autolesión (54 % vs 14 %).

También tenían menor satisfacción con la vida (34 % vs 10 %), menor autoestima y eran más propensos a experimentar intimidación de compañeros (27 % vs 10 %) y victimización (es decir, agresión sexual/ o acoso, 11 % vs 3 %).

Apoyo para los jóvenes

Las minorías sexuales también tenían más probabilidad de consumir cannabis (16 % vs 6 %) o alcohol (67 % vs 52 %), de percibirse a sí mismas con sobrepeso (49 % vs 33 %), y de hacer dieta para perder peso (66 % vs 44 %).

Según la autora principal, Rebekah Amos, de la Universidad de Liverpool, estas cifras “ilustran las adversidades actuales a las que se enfrentan este grupo de adolescentes”.

La investigación muestra la necesidad de mayores esfuerzos de prevención e intervención a nivel escolar, comunitario y de políticas para garantizar que los adolescentes de minorías sexuales no se enfrenten a situaciones sociales, económicas y de salud adversas de por vida.

Son necesarios más esfuerzos de prevención para que no se enfrenten a situaciones adversas de por vida

Para Ross White, psicólogo clínico y coautor del estudio, “los profesionales de salud mental, maestros, padres y jóvenes deben trabajar juntos para crear sistemas de apoyo que permitan a los jóvenes prosperar independientemente de su orientación sexual”.

De ahí que un aspecto importante será fomentar actitudes sociales que celebren la diversidad, reconozcan la humanidad común y fomenten la compasión por uno mismo y por los demás.

“A pesar de la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo y la introducción de la orientación sexual como una característica protegida, todavía existen grandes desigualdades sociales y de salud para los adolescentes de minorías sexuales que crecen en el siglo XXI”, concluye Rebekah Amos.

Referencia bibliográfica:

‘Mental health, social adversity & health-related outcomes in sexual minority adolescents: findings from a contemporary national cohort’. The Lancet Child and Adolescent Health, noviembre de 2019. DOI.org/10.1016/S2352-4642(19)30339-6

Fuente e Imagen: https://www.agenciasinc.es/Noticias/Los-adolescentes-de-minorias-sexuales-cinco-veces-mas-propensos-a-sufrir-depresion

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El coste mental de la carrera investigadora

Por: Víctor M. Lozano

Cuando uno se embarca en la carrera investigadora sabe que realizar el doctorado es sólo el principio de una larga y difícil travesía, en la que si todo va bien y el barco no se hunde a la mitad -que no deja de ser lo más probable en la mayoría de los casos- puede que se llegue a buen puerto y se disfrute de una plaza permanente. Este camino no es nada sencillo, una vez realizado el doctorado si se quiere dedicar a la investigación es imprescindible realizar un periodo postdoctoral. En teoría este periodo está pensado para que el investigador joven afiance una línea investigadora propia, explore otros caminos y se forme con otros grupos. Por ello, este tiempo está plagado de contratos de dos o tres años -normalmente en distintos países y sin seguridad de continuación- que se van encadenando uno tras otro para intentar conseguir alguna plaza fija. Debido a la gran competencia para conseguir una plaza, las exigencias y la presión sobre la persona que emprende la carrera investigadora son enormes. Todo lo anterior puede dañar la salud mental de los investigadores, desarrollando cuadros de ansiedad y depresión mayoritariamente. Esto a la larga es contraproducente en la actividad investigadora e incluso puede tener consecuencias fatales.

Salud mental en la investigación
A pesar de que todavía es uno de los grandes tabús, los problemas de salud mental afectan a un gran número de personas dentro de la academia. De acuerdo con un estudio realizado en Bélgica, aproximadamente la mitad de los doctorandos sufrían al menos dos síntomas asociados con problemas de salud mental y un tercio presentaba al menos cuatro. Estos síntomas eran tales como sentimiento de sobrecarga, tristeza continua, depresión, pérdida de sueño, pérdida de confianza, sentimiento de inutilidad o imposibilidad de tomar decisiones. Otro estudio de la Royal Society -éste centrado en los resultados de diferentes investigaciones acerca de la salud mental en el sector científico- se encontró que más del 40% de investigadores doctorales y postdoctorales presentaban síntomas de depresión o problemas relacionados con niveles altos de estrés. También apuntan que la mayoría de los investigadores encontraba su trabajo estresante y sufrían niveles de desgaste que eran mayores que la media de un trabajador fuera del ámbito científico. Y es que un sistema en el cual hay un porcentaje nada desdeñable de personas que sufren problemas tales como ansiedad y depresión de manera continuada es un sistema en el que sus condiciones de trabajo no son saludables -es obligado señalar que apenas contamos con muestras en el caso del estado español-. Pero, ¿qué condiciones son ésas que hacen desarrollar desórdenes mentales a los que trabajan en la academia? FACTORES DETONANTES Según el estudio de la Royal Society los factores son diversos, pero los más importantes son: altos niveles de estrés, contratos a corto plazo con limitadas oportunidades de progresión, cultura de trabajo basada en largas jornadas laborales, trabajo frecuente en festivos, presión por entregar el trabajo a tiempo y un gran riesgo de que la vida laboral desbanque a la personal. Si uno quiere mantenerse en investigación y optar a nuevos contratos, dando así el siguiente paso en su carrera científica, se tiene que enfrentar a miles de personas que en la misma situación compiten para poder optar a tales puestos. Esto conlleva a una sobreproducción de artículos científicos, alcanzando los 3 millones al año en la actualidad. Para llevar a cabo esto, el investigador, la mayoría de las veces, sacrifica su vida personal y trabaja más horas de las establecidas en su contrato de trabajo simplemente para poder sacar aquella investigación puntera que podrá impulsar su currículum. A veces, incluso se llega a las malas praxis y al falseamiento de datos para poder tener una publicación de impacto. Todo esto conduce a unos niveles de estrés enormes entre el personal investigador. Sin embargo, los más afectados son el sector más joven: los investigadores predoctorales y los postdoctorales. Estos son los que suelen llevar el peso de la investigación -son al final los que realizan los cálculos, los experimentos, etc- y, sobre todo, son los que se juegan su futuro. A pesar de que ambos tipos de investigadores sufren la misma presión y comparten factores que empeoran la salud mental, hay ligeras diferencias simplemente por la idiosincrasia de las posiciones que ocupan.

En el caso de los investigadores predoctorales, el estudio de la Royal Society destaca como factores más dañinos el poco control sobre el trabajo realizado, apoyo muy pobre o inexistente por parte de sus supervisores y sobre todo exclusión casi total en la toma de decisiones, además de los altos niveles de exigencia en el trabajo que conllevan un conflicto entre vida laboral y personal. Y es que el sector más joven en el ámbito de la investigación es el más vulnerable. Según un artículo publicado en Nature, un 41% de los estudiantes de doctorado padecen ansiedad mientras que un 39% sufre depresión siendo los factores, al ser consultados, coincidentes con los expuestos anteriormente. En la mayoría de los casos son los investigadores predoctorales los que suelen llevar el peso del trabajo en la investigación; son los encargados de realizar la acción práctica bajo la orden de su director de tesis o un investigador principal. El doctorando se esforzará al máximo con tal de sacar la investigación adelante y poder hacer méritos, aunque ello implique largas jornadas de trabajo. Esto genera una supresión paulatina de la vida social quedando en ocasiones totalmente anulada a favor de la ciencia.

Además de ello, la imposibilidad de poder tener decisión en el trabajo que se está haciendo y ver cómo las opiniones de uno son ignoradas y ninguneadas frente a las del resto del equipo puede llevar a una frustración enorme y sentimientos de inferioridad creyendo que uno no es lo suficientemente bueno para el puesto en el que está y es un fraude. Cabe destacar también que a veces la presión que sufren por parte del grupo y de manera directa por parte de sus jefes puede llegar a ser de facto casos de acoso. La mala supervisión por parte los investigadores principales no sólo puede destruir una carrera académica de un investigador predoctoral sino que puede suponer un peligro para su salud mental. Como tal lo indica el estudio de Nature, en el cual de todos aquellos doctorandos que sufren ansiedad o depresión cerca del 50% aseguran que no tienen el apoyo suficiente ni la dirección adecuada por su director de tesis y no se sienten lo suficientemente valorados.

Acerca de la etapa del doctorado, Gareth Hughes, investigador sobre el bienestar del alumnado de la universidad de Derby, comenta:

“Existe un gran interrogante alrededor de la cultura y lo que ella espera de ellos [los investigadores] (…) muchos de los académicos que han seguido esta ruta ven el sufrimiento como una medalla de honor. Hay un sentimiento general acerca de que hacer un doctorado te enferma, si lo estás haciendo correctamente. Eso es extraño”.

Es por tanto un hecho asumido que la realización de un doctorado afecta a la salud mental de quien lo hace.

El siguiente paso en la carrera investigadora, el periodo postdoctoral, no es para nada mejor. A pesar de tomar cierto control y ganar algo de independencia sobre lo que se puede investigar, factores como los altos niveles de exigencia y el conflicto entre la vida laboral y personal persisten. Unido a lo anterior hay que sumarle la concatenación de contratos cortos- 2 o 3 años de duración- que además suelen darse en diferentes países, con lo que el investigador habrá de cambiar de residencia cada poco tiempo. Esto último añadido a las largas jornadas laborales hace que sea más difícil mantener una vida social. La ausencia de ésta, en la cual se pueda tejer una red de cuidados fuerte, hace que cualquier problema relacionado con la salud mental se agudice. Y si todos estos factores no eran suficientes, hay que sumar que cada dos o tres años se ha de volver a echar solicitudes para obtener otro contrato, sin ninguna seguridad de obtenerlo y con menos probabilidades aún de conseguir un empleo estable con la incertidumbre y la inseguridad que ello implica.

Las consecuencias de todos estos factores en los investigadores en fase inicial conllevan comúnmente niveles altos de estrés, ansiedad y depresión, como han demostrado los diferentes estudios. Esto, además, juega en contra del propio investigador como comenta Hughes:

“Cuando los niveles de ansiedad aumentan, la gente se vuelve menos creativa” – dice el investigador- “No se está predispuesto a tomar riesgos, y por tanto no se toman esos saltos hacia delante que de otra manera se habrían tomado”.

Esta falta de creatividad puede crear niveles elevados de ansiedad y una bajada de la productividad. Muchos científicos deciden cortar tajantemente y dejar la academia,

“Hemos perdido a muchos investigadores que eran muy buenos académicamente simplemente porque no podían sobrevivir a la toxicidad”

-aclara Hughes. Entre los que deciden quedarse a veces se dan situaciones límite donde los problemas mentales se agravan de tal manera que acaban induciendo al suicidio. Uno de estos casos ha sido el del doctorando Huixiang Chen, el cual se suicidó debido a que su jefe le obligó a falsificar datos de un experimento y no aguantó la presión de estar engañando a la comunidad. Otro caso notorio de suicidio fue el del investigador postdoctoral Francis Dolan. Este investigador, que sufrió depresión durante toda su carrera investigadora, no aguantó la presión que le exigía cambiar de trabajo cada dos años y dejar toda su vida atrás. Su amigo Oliver Rosten denunció el suicidio de Dolan al final de un artículo de investigación, acusando directamente de la brutalidad psicológica que suponía el sistema postdoctoral y la inactividad por parte de la academia para atajar dicho problema.

¿Todas las personas son igual de propensas?
A pesar de que el sector más joven es el más vulnerable, la aparición de problemas de salud mental no afecta a todos los colectivos que lo componen de igual manera. Según revela el estudio de Nature las mujeres son más propensas a sufrir ansiedad y depresión que los hombres. Si para los hombres los porcentajes de ansiedad y depresión representan un 34% y un 35% respectivamente, en mujeres los números son 43% y 41%. En el caso de la ansiedad es casi diez puntos porcentuales mayor. Esta diferencia podría estar reflejando las desigualdades existentes en la sociedad hacia las mujeres trasladadas al ámbito científico. Otro colectivo todavía más vulnerable es el de las personas transgénero o/y no binarias. Para este colectivo, el porcentaje de personas que sufren ansiedad se eleva a un 55% y el de depresión a un 57%, ambos porcentajes bastante elevados y mayores que en el caso de las personas cisgénero. Esto es una indicación de que las opresiones sociales hacia grupos ya de por sí discriminados en la sociedad se repiten en el sector de la investigación, a los que además hay que sumar los factores producidos por el propio ámbito científico.
 
Un silencio a voces
A pesar de que toda la comunidad conoce los efectos que produce la academia en los investigadores -no hay más que leer las palabras de Hughes- la salud mental como un problema real en la academia sigue siendo tabú. Se prefiere pasar por encima de ello o correr un tupido velo antes que abordarlo. Es notable el hecho de que el artículo que escribió Rosten fuera rechazado para la publicación en diversas revistas científicas por el simple hecho de contener una denuncia contra el sistema que había provocado el suicidio de su amigo Dolan, y no por razones que conciernen a su investigación. El sistema científico y universitario no está a día de hoy capacitado -o no quiere afrontarlo para mantener el statu quo- para poder ofrecer ayuda o cualquier clase de apoyo ante el padecimiento de un problema de salud mental por parte de los investigadores. Por ello, no es raro que en el estudio de la Royal Society se encuentre que sólo un 6.7% de los investigadores que aseguraban tener un problema de salud mental lo habían comunicado a sus instituciones. La academia no es un lugar seguro y mucho menos se espera encontrar apoyo dentro de ella. Sin embargo, más y más voces afectadas se están alzando contra este silencio. Como resultado de ello, en diferentes conferencias se ha abierto un espacio en el que hablar de salud mental lo que ha llevado a que este año se celebre la primera Conferencia Internacional en Salud Mental y Bienestar de los Investigadores en Brighton, Reino Unido, un evento dedicado exclusivamente a tratar este problema. Dando visibilidad a esta situación, muchas más voces podrán no sólo alzarse, sino unirse y apoyarse de tal manera que puedan presionar a las instituciones a tomarse en serio este problema y tratar de solventarlo desde dentro. Pero no sólo las instituciones son las que deben atajar y concienciar acerca del problema. Suelen ser los investigadores sénior los responsables de perpetuar comportamientos perjudiciales y a su vez invisibilizar o ningunear los problemas que conllevan. En este sentido todo el sistema científico está funcionando como aislante del sonido que producen las voces pidiendo ayuda.
 
Discusión y soluciones
La salud mental en ciencia es, dados los números, un problema real y acuciante que parece estar lejano de solucionarse. Este problema está derivado directamente del sistema académico que funciona en universidades y centros de investigación. Para poder darle solución habría que ahondar hasta las raíces de éste y cambiar los cimientos sobre los que está construido. Dado que desde arriba no se tiene en cuenta nada más que los resultados que puedan obtener los investigadores más jóvenes, recaería en estos últimos las labores de evitar todo aquello que desestabilice su salud mental. Para ello creemos que la lucha contra este problema se debe asentar en cuatro pilares igual de importantes. El primero es una red de cuidados colectivos, mediante un grupo de confianza donde se pueda socializar el sufrimiento y organizar la lucha. Ejemplos como los grupos GAYAM de Stop Desahucios demuestran que este tipo colectivos, cuya función es la de cuidados y atención en un marco general de reivindicaciones sociales, sirven de gran ayuda ante este tipo de situaciones. En segundo lugar estaría la atención psicológica. A pesar de que el grupo pueda ayudar, es necesaria la asistencia terapéutica en casos más graves en los que se necesite un especialista. El tercer punto es un protocolo de actuación eficaz dentro de la academia para cuando un problema así se detecta. Este punto es el más difícil debido a que depende de las instituciones el que estos protocolos se lleven a cabo y sobre todo se respeten y se tengan en cuenta. Y eso nos lleva al cuarto pilar, los sindicatos. A nivel de hoy, la sindicación en el sector científico -a pesar de ser también trabajadores- es muy baja. Sin embargo, sólo mediante la actuación de estos se podrían emprender acciones para mejorar las condiciones de trabajo, se podría exigir el cumplimiento por parte de las instituciones de los protocolos y además podría fortalecer la unión de las personas que los componen reforzando las redes de cuidado y los grupos de confianza.

Así, empleando estos cuatro pilares, primero de una manera local y después global, se podría avanzar en la transformación de las condiciones que mantiene el sistema y que son perjudiciales para la salud y poco a poco modificar las bases de la cultura académica.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=261307

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Francia: la muerte de un director levanta la alarma sobre las condiciones de trabajo en las escuelas

La carta de suicidio de un director de preescolar en Saint-Denis culpa a sus condiciones laborales y al estado de la profesión por su agotamiento mental y físico. La trágica muerte ha desencadenado una campaña de sensibilización a nivel nacional.

Europa/Francia/PrensaIE

Christine  Renon  tenía 58 años y el director de la guardería Méhul en Saint-Denis, un  barrio a las afueras de París. Se suicidó en el 21 st  de septiembre en la escuela  donde  estaba empleada Antes de su muerte, escribió a todos los directores de la zona y a su sindicato ( SNUIpp , afiliado a Education International),  para  explicarles su decisión. Ella se enmarca en el contexto de la creciente carga de trabajo y la presión sobre los directores de las escuelas y de la “soledad” a la que estaba sujeta  

Los sindicatos exigen una  revisión  de las condiciones de trabajo 

Los sindicatos de educación franceses  UNSA-Education, SNES-FSU, CGT Education, SGEN CFDT y  SNUIpp  han reaccionado unánimemente al condenar la situación que  ha  contribuido  a este  trágico  resultado. En varias declaraciones públicas han expresado su apoyo   educadores, maestros y directores de escuela que carecen de las herramientas, el apoyo y la capacitación necesarios para enfrentar una carga de trabajo cada vez mayor y una legislación educativa en constante cambio.  

A fin de que  la muerte de su colega  a  “no sea en vano”, declaró su unión sería entregar una ‘alerta social’ llamar   las autoridades de educación – un primer paso hacia lo que podría ser la convocatoria de una huelga. Se  exige que el  ministerio y el canciller  subir con medidas concretas para garantizar “la salud de la integridad, la moral y física de los trabajadores de la educación”. 

Fuente: https://www.ei-ie.org/en/detail/16475/france-the-death-of-a-principal-raises-the-alarm-over-working-conditions-in-schools

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España: Ser madre con enfermedad mental: “Me decían que lo mejor que me podían hacer era quitarme a los niños”

Europa/España/03 Octubre 2019/El país

Mujeres con trastornos psiquiátricos relatan las dificultades a las que se enfrentan y piden más apoyos

Gema Juanas, de 43 años, desprende y contagia energía. Vital y habladora, es la que rompe el hielo cuando se pide que alguna de las madres reunidas para este reportaje cuente su experiencia. Cuesta imaginarla hace ocho años, cuando estaba, como ella describe, “rota, deshecha, porque lo había perdido todo”. Diagnosticada de esquizofrenia paranoide, de celos delirantes y con dos niños, entonces de cinco y tres años, no tomaba la medicación. “Hacía la vida imposible a mi pareja”, reconoce. Así que cuando él pidió el divorcio, se quedó sin nada. “Me quitaron la custodia de mis hijos, estaba en la calle, sin ingresos, con una vida absolutamente desestructurada”, recuerda con absoluta naturalidad.

Juanas forma parte del 43% de padres y madres con algún trastorno mental de la Comunidad de Madrid que, según un estudio de la Universidad Complutense con la Fundación Manantial, acaba perdiendo la tutela de sus hijos. Las enfermedades psiquiátricas, sobre todo en el caso de las madres, no solo las aboca en muchos casos a ser separadas de sus niños, con el sufrimiento que conlleva para todos, sino que también afecta a la salud mental y al comportamiento de los pequeños. Para prevenir dicho riesgo y ayudar a estas mujeres, para las que ser madres es el mayor aliciente para cuidarse, la fundación puso en marcha en 2011 Casa Verde.

“Es un proyecto para huir de los centros psiquiátricos, que parezca una casa, donde se sientan como en una familia”, explica su directora, la psicóloga Raquel del Amo. En este pequeño piso del barrio madrileño de Vallecas reciben terapia embarazadas y madres con trastornos desde los más graves, como la esquizofrenia o el bipolar, hasta otros que pueden afectar al vínculo con el niño, como el trastorno de ansiedad o el obsesivo compulsivo. También sus hijos y otros familiares que puedan suponer un apoyo y a la vez necesitarlo, como padres y abuelos. La entrevista tiene lugar en el salón, con un café y unos bollos para desayunar. Las seis madres presentes están en confianza, y la reunión se convierte en una tertulia donde comparten experiencias por las que todas han pasado, como el miedo y el sentirse marcadas por los prejuicios sobre la enfermedad mental.

De pie, de izquierda a derecha, Mar Encinas, Chelo López, Rosa García y Silvia García. Sentadas, Joana Jiménez y Gema Juanas, en Casa Verde.
De pie, de izquierda a derecha, Mar Encinas, Chelo López, Rosa García y Silvia García. Sentadas, Joana Jiménez y Gema Juanas, en Casa Verde. ANDREA COMAS

“Lo mejor que te podían hacer es quitarte a los niños, porque no vas a poder”, le decían a Juanas sus propios familiares. “Nos hemos encontrado con ese tipo de obstáculos; tenemos que luchar 20 veces más que una madre normal”, dice. Al trastorno psiquiátrico y a la dificultad inherente de la maternidad, que incluso en las mejores condiciones desborda a muchas mujeres, estas madres añaden más impedimentos. Muchas cuidan de sus hijos solas. En algunos casos, han sufrido malos tratos antes de ser abandonadas por sus parejas. La mayoría está en paro o trabaja “de lo que va saliendo”.

Tras perder la tutela, Juanas estuvo varios meses sin ver a sus hijos. Fue de las primeras en entrar en Casa Verde, derivada desde servicios sociales y el centro de salud mental. Aquí, el equipo, formado por una psicóloga de adultos y otra infantil, un trabajador social, una terapeuta ocupacional y un educador social, intercedió para que pudiera ver a los niños varias horas a la semana, y la acompañó en las distintas citas con el juez para ir cambiando el régimen de visitas conforme mejoraba. “Me animaron a buscar trabajo, a recuperar la autoestima, a creer que podía salir adelante”. Y también le dieron herramientas para criar y relacionarse con sus hijos. “Te enseñan que no se les pega, a dialogar. Una madre ‘normal’, si el niño se porta mal en el parque, le da un par de azotes; si yo hago eso, el juez me los quita. Sientes que te están juzgando por algo que no puedes evitar, que está dentro de ti”, confía.

«La enfermedad mental da miedo»

“La enfermedad mental da miedo, y cuando hay niños pequeños implicados, saltan todas las alarmas”, reconoce Carlos Rodríguez, el trabajador social de Casa Verde. Pero no solo a los demás. “El terror que tenía antes de ser madre era que mis hijos tuvieran lo mismo que yo. Tenía miedo, sobre todo por mi dolor”, cuenta Silvia García, 45 años, con trastorno bipolar y dos niñas de 13 y 8 años. “Ves que la sociedad te dice que no puedes ser madre, y ese estigma se acaba convirtiendo en autoestigma y tú misma lo crees”, afirma. En su caso, el diagnóstico temprano, a los 20 años, y el trabajo con su psicoanalista le permitieron “construir un proyecto de maternidad saludable”. “Con el apoyo suficiente, una madre con un diagnóstico mental es capaz de cualquier cosa”, asegura.

Sin embargo, eso es lo difícil. Por eso, las mujeres reunidas piden que se extiendan recursos como Casa Verde, un proyecto piloto que ha atendido en estos ocho años a 114 familias, con 135 niños y 147 adultos en total. “Debería haber una en cada barrio”, dice Rosa, de 49 años, y con dos hijas de 13 y 9 años. “Nos orientan y dan pautas en situaciones en que no eres ni persona”. Auxiliar de geriatría, ahora cuida de su exmarido, que padece esquizofrenia. Aunque se encuentra “físicamente fuerte”, se nota “emocionalmente muy débil”.

Joana Jiménez, de 37 años, acude aquí casi desde que se creó. Llegó con un trastorno adaptativo de la conducta con muchas crisis de ansiedad. “Mi marido me abandonó cuando el niño tenía siete meses, venimos los dos a terapia semanal desde entonces”, cuenta. “Tenía la autoestima muy baja, mi ex me maltrataba, mi hijo me estorbaba, no sabía qué hacer con él”, relata. En aquel momento, Jiménez trabajaba de noche en discotecas, y la abuela se hacía cargo del niño. “Estábamos totalmente desconectados”, describe. “No sabía ni cómo jugar con él, sentía que me quitaba tiempo para estar con otras personas. Ahora me lo paso mejor con él que con nadie”, dice. En estos años, ha estudiado y cubre suplencias como auxiliar de enfermería.

«Me siento mala madre»

Las veteranas consuelan a Mar Encinas, de 46 años, madre del pequeño Jairo, de casi tres años, que corre, pinta y juega en este centro que no parece un centro como si estuviera en su casa. “Mi hijo es la razón para vivir”, dice entre lágrimas, “pero me siento mala madre”. “No me quiero, estoy siempre depresiva, con ganas de llorar”, describe Encinas, que sufre un trastorno de personalidad. También dan ánimos a Chelo López, de 44 años, que está muy agobiada porque desde servicios sociales proponen que su hija, de tres años, pase unos días a la semana en casa de una familiar para que la pequeña “se estabilice”. El caso viene de un año y medio atrás, cuando López, con trastorno bipolar, sufrió una crisis. Pero los propios expertos que la tratan creen que la medida, ahora, no tendría sentido. “Tengo pánico por si mi hija piensa que no la quiero”, dice sobre la posible separación.

Y es que la enfermedad mental no altera en absoluto, según Del Amo, la psicóloga, “la capacidad de amar ni de transmitir amor” de estas madres, fundamental en los primeros años de vida de los niños. Juanas lo corrobora. “Mis hijos han sido mi objetivo para luchar, si no qué sentido tendría mi vida. Lo que no pensaba es que de esa fuerza del amor madre-hijo fuera a salir algo tan bonito”, asegura. “Mi hija dice que soy admirable, porque aunque esté enferma ven que los quiero y me preocupo por ellos”, se enorgullece.

EL FANTASMA DE LA RETIRADA DE LA CUSTODIA

La proporción de mujeres con trastornos mentales graves con al menos un hijo está alrededor del 60%, duplicando al número de hombres, según un estudio de la Universidad Complutense. El 43% de los padres y madres con este tipo de diagnóstico en la Comunidad de Madrid acaba perdiendo la tutela de sus hijos menores.

La retirada de la custodia es uno de los principales fantasmas que persiguen a estas madres. La directora de Casa Verde explica que, pese a las palabras de agradecimiento que expresan, han tenido que vencer mucha desconfianza. “Cuando las mandan aquí no nos conocen, piensan que las vamos a juzgar y les vamos a quitar a los niños. Tenemos que hacerles entender que somos la mejor garantía de que podrán mantener la custodia”.

De los 135 niños que han pasado por el centro, solo ha habido un caso, de dos hermanos, en el que ha sido necesario retirarla. Por su experiencia, cree que los jueces de familia “suelen ser sensatos, saben de la importancia de mantener el vínculo”, y entienden que “la enfermedad mental no determina la calidad del cuidado de los niños cuando se tienen apoyos”.

Fuente e imagen: https://elpais.com/sociedad/2019/09/29/actualidad/1569766406_670479.html

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