Son las siete de una gélida tarde de primavera. Este señor que aparenta una década menos de sus 75 años lleva todo el día hablando de su libro y, con la excusa de que esta es su última entrevista y me ve llegar destemplada, me arrastra al bar del hotel Palace de Madrid para invitarme a un café y, de paso, regalarse un “cubalibre como está mandado» como premio de fin de jornada. Se lo sirve, solícito, su camarero, un profesional que, a base de atenderle en sus cuatro o cinco visitas anuales a España desde Nueva York, donde reside desde hace medio siglo, se ha convertido en un amigo. Barman y psiquiatra. Difícil encontrar dos oficios donde se escuche más al otro. Estoy de suerte.
Si “somos como hablamos”, ¿cómo es usted, doctor?
Hablador. Me hablo mucho a mí mismo, a veces en voz alta, a veces en voz baja, pero me ayuda a gestionarme, a animarme, a ponerme límites. Hablarme es fundamental en mi día a día. Todos deberíamos hablar más solos.
¿No era eso cosa de locos?
Ese es el problema. Se ha estigmatizado. Los niños, desde los 2 o 3 años, se hablan a sí mismos, se animan, se acunan, se consuelan. Luego, nos da vergüenza, porque se identifica a la persona que habla sola con el enfermo que oye voces. Nos reprimimos, y es un gran error. Igual que nos enseñan a hablar, y a pedir las cosas por favor, deberían enseñarnos a hablar con nosotros mismos.
Hoy se ve a mucha gente hablando sola, pero al móvil.
Si están hablando con alguien, bien. Lo malo de la tecnología es cuando interfiere en tu capacidad de hablarte a ti mismo, o hablar con los demás, o tener relaciones reales: es un problema muy serio.
Canarias va a hacer obligatoria la educación emocional en los colegios. ¿Qué le parece la idea?
MEDIO SIGLO A LA ESCUCHA
Luis Rojas-Marcos (Sevilla, 75 años), adquirió notoriedad mundial como jefe de Salud Mental de Nueva York durante los atentados del 11-S. Ahora, quien lleva medio siglo escuchando al prójimo, presenta un libro defendiendo el valor terapéutico de hablar a los demás y a uno mismo. Y predica con el ejemplo.
Una maravilla. Ponerle palabras a lo que sientes. Hablar. Si tienes ganas de llorar, saber que eso se llama estar triste. Si tienes ganas de insultar a alguien, es estar enfadado. Es una educación muy útil para la vida y la salud de los niños, que luego serán adultos.
Le van a quitar el trabajo.
Has dado en el clavo. Pero no hacerlo sería antihumano. Esa sería una buena causa, buscar otro trabajo, con la satisfacción de haber podido ayudar al grupo.
O sea, que «charlatán» para usted no es ningún insulto.
Si te lo dicen como insulto, tendrán que explicártelo, porque, en general, las personas parlanchinas tienen mucha suerte de serlo.
¿Por qué?
Las personas extrovertidas, que hablan más, que conectan con los demás, están más satisfechas de su vida en general. La razón es sencilla: al conectar con los demás, tenemos relaciones afectivas, nos ayudamos, compartimos y nos apoyamos en situaciones difíciles, y también nos quejamos y pedimos ayuda si la necesitamos…
¿Las mujeres hablamos más o es una puyita de los hombres?
La mayoría de los estudios demuestran que las mujeres hablan de promedio 15.000 palabras más que los hombres. Y eso es porque tienen la parte del cerebro que controla el lenguaje más desarrollada. Y porque los padres les hablan más a las hijas que a los hijos, sobre todo de temas emocionales. Estoy convencido de que las mujeres viven más porque hablan más. Y las españolas, más.
Pero se nos dice que calladitas estamos más monas. ¿Cuándo hay que morderse la lengua?
Cuando vayamos a desbarrar. Cuando sabemos que lo que diremos va a crear un conflicto o a herir a alguien, mejor callarse.
¿Merece la pena insultar?
No. El insulto ataca la autoestima, la identidad y el valor de la persona. No aporta nada. Las palabras no se las lleva el viento.
Lleva medio siglo escuchando penas. ¿Son siempre las mismas?
Lo que nos pasa, lo que oigo en consulta es básicamente lo mismo. O miedo, o tristeza, o angustia, o necesidad de que nos orienten en un momento de la vida.
¿Y tenemos remedio?
Muchos, para empezar, hablar, contar lo que nos pasa. Hablar es fundamental para entender lo que nos pasa y pedir ayuda.
¿Qué palabras hay en su botiquín?
Para mí la palabra más importante, profesional y personalmente, es “cuéntame”, pero para eso, tienes que estar dispuesto a escuchar, y eso no siempre sucede. Otra es “perdona”: pedir perdón es fundamental, porque sin perdón no hay futuro en la vida.
¿Y si no perdonas?
Enfermas. El perdón es fundamental para sobrevivir. Para reinventarse. La víctima perpetua es una persona muy limitada por su herida abierta. El duelo no se puede eternizar. Pasar más de tres años de víctima no es saludable. Te encierra en el papel de traumatizado. Evita abrir otro capítulo de tu vida con ilusión, esperanza y creatividad.
¿El dolor nos alcanza a todos?
Sin excepción. Pérdidas, traumas, divorcios. Según los epidemiólogos tocamos a dos adversidades serias por persona y vida. Unos tienen 4; otros, 1. Pero las horas bajas nos llegan a todos.
En lo de las palabras mágicas se ha olvidado de “te quiero”.
Decir te quiero es fantástico, sobre todo si es verdad y tienes a alguien a quién decírselo. Lo decimos, pero lo decimos por dentro. Y es bueno verbalizarlo. Pero no solo al otro, sino a nosotros mismos. Decirte: “mira, Luis, te quiero mucho” es muy útil, sé que no se nos enseña de pequeños, pero yo lo recomiendo.
Según el Instituto Nacional de Salud Mental, aproximadamente el 32 por ciento de los adolescentes tiene un trastorno de ansiedad, esto significa que, en un aula de 24 estudiantes, ocho de ellos sufrirán de ansiedad clínica.
Es importante comprender que la ansiedad es una reacción normal que puede ser provocada por muchos factores desencadenantes. Sin embargo, puede convertirse en un problema real, especialmente en los niños.
De acuerdo con la organización The WayAhead Anxiety, cada etapa de desarrollo infantil tiene diferentes temores y ansiedades, que se describen de la siguiente manera:
Siete meses a infante: miedos a extraños, a la separación, ruidos fuertes, animales y a máquinas grandes.
Infante a la infancia media: miedo a los animales o insectos, la oscuridad, la separación, los monstruos y otros seres sobrenaturales, como por ejemplo el trueno.
Infancia media a infancia tardía: miedo a la oscuridad, seres sobrenaturales, lesiones, miedo a las alturas, a perderse o atraparse, ser víctima de un delito, a los dentistas, médicos y miedo a morir.
Infancia tardía a la adolescencia temprana: los temores se centran en situaciones sociales, especialmente el rechazo por parte de otros, la vergüenza, las citas, las presentaciones orales, los exámenes, la muerte y las lesiones físicas.
La parte crítica es observar e identificar qué miedo puede provocar un ataque de ansiedad en el estudiante. Si interfiere con sus actividades diarias, la preocupación no es apropiada para su edad (como por ejemplo, un niño de diez años estresado porque no están sus padres). Si la angustia dura un tiempo inusualmente largo, puede ser un problema de ansiedad y el maestro debe buscar un experto.
¿Cómo pueden ayudar los docentes?
Tener emociones negativas es normal y los estudiantes necesitan aprender cómo sobrellevar y manejar estos sentimientos. La forma en que los docentes, y todos los adultos, reaccionan a estas emociones sirve de ejemplo para ellos, por lo que los educadores deben saber cómo reconocer y comprender las emociones del niño.
En primer lugar, cuando alguien está sufriendo un ataque de ansiedad, el profesor no deben descartarlo como algo tonto o decirle que deje de preocuparse. Para ellos, sus temores son muy reales, por lo que aceptarlos o validarlos puede tranquilizar al estudiante, especialmente en momentos estresantes como época de exámenes o presentaciones.
Otra forma de ayudar a los estudiantes es enseñándoles a nombrar diferentes emociones para que puedan identificar el origen de manera que puedan lidiar con sus emociones y obtener cierto control sobre ellas. Esto se puede lograr a través de juegos como las charadas o mostrándoles diferentes personajes de dibujos animados que representan emociones distintas y haciendo que las identifiquen y expliquen por qué el personaje puede sentirse así.
Pedirles que recuerden momentos específicos en los que se hayan sentido ansiosos puede ser realmente útil. ¿Es antes de una prueba o presentación en clase? Después de que recuerden lo que los puso nerviosos o preocupados, discute con ellos qué hicieron para superar ese momento y qué pueden hacer para ayudar a un compañero de clase que puede sentirse así.
Además, la ansiedad hace que las personas se sientan incómodas, angustiadas y alarmadas, por lo que enseñarles cómo reducir esos sentimientos puede ser muy enriquecedor para ellos. Las habilidades de relajación, como la respiración lenta y la relajación muscular, son habilidades que los niños pueden dominar y usar casi en cualquier momento.
Otra forma de ayudarlos es guiándolos a pensar a través de sus sentimientos negativos. Los estudiantes ansiosos a menudo piensan en el peor de los casos y buscarán el estímulo de un adulto para intentar justificar su miedo. Entonces, en lugar de darles una respuesta concreta, ayúdalos a pensar en lo que les preocupa.
Cuando las personas experimentan una situación de ansiedad, piensan emocionalmente, no lógicamente, por lo que otra forma de hacerlas sentir mejor es mediante la resolución de problemas. Esta habilidad les hace desarrollar una forma sistemática de abordar los problemas, para que aprendan a manejarlos. Pregúntales cuál es el problema, qué pueden hacer para manejarlo y qué pasaría si hicieran esas cosas. Pregúntales qué piensan que es lo peor que podría pasar, qué sucedió la última vez que pasaron por esto; ¿Qué saben ellos sobre la situación? Ayúdales a diferenciar entre un resultado realista y no realista.
Otra característica de los estudiantes ansiosos es el diálogo interno negativo porque tienden a pensar lo peor de sí mismos y de la situación. Los maestros deben alentar una conversación positiva con uno mismo o tener sesiones de lluvia de ideas en clase para pensar en formas en que pueden cambiar su propia conversación. Si alguien está pasando por un momento difícil, puede comenzar por pensar lo que puede decirle a otra persona. Haz que cambien: «No tengo remedio, sé que no puedo hacer esto», por cosas como: «Puedo hacer mi mejor esfuerzo».
Exponer gradualmente a los estudiantes a su miedo también puede ayudarlos realmente con su ansiedad. Por ejemplo, si la profesora nota que un estudiante tiene ansiedad antes de hablar en la clase, puede iniciar haciendo preguntas simples (de sí o no) hasta que el alumno se sienta más cómodo. Luego, cambia a preguntas abiertas o más complicadas, hasta que empiecen a sentirse más relajados cuando hablan en clase.
Más allá de las actividades en el aula o la enseñanza al alumno, los docentes también deben aprender a autorregularse en torno a personas ansiosas, principalmente para evitar las actitudes sobreprotectoras. Al «rescatar» al estudiante de situaciones estresantes, el estudiante recibe el mensaje equivocado: que el profesor no cree que pueda hacer frente por sí mismo a esa situación o que es peligroso y que, al estar ansioso, recibirá consuelo y protección. Por el contrario, si el maestro reacciona de manera enojada, el estudiante se irritará.
Una forma de controlar la reacción al enfrentarse a un estudiante ansioso es mediante la planificación, especialmente la planificación para ignorar un comportamiento indeseable, porque prestar demasiada atención puede reforzar este tipo de comportamiento. Los estudiantes pueden ver que, al sentirse estresados, pueden evitar las presentaciones en el aula o dejar impune el mal comportamiento y obtener consuelo, por lo que, al comenzar a ignorar lentamente, un estudiante ansioso fomentará la independencia.
La ansiedad clínica se está convirtiendo en una crisis de salud mental. Los docentes que aprenden cómo ayudar al estudiante a manejar su ansiedad y aprender a sobrellevar este tipo de situaciones pueden hacer realmente una diferencia. También el saber distinguir entre un estudiante “travieso” y uno ansioso. Además, es muy importante saber identificar cuando un problema se puede manejar en clase y cuándo se necesita un profesional, sobre todo cuando está interfiriendo con la vida académica del estudiante.
Fuente de artículo: https://observatorio.tec.mx/edu-news/ansiedad-una-crisis-de-salud-publica
«El viaje más emocionante» es el título de este editorial de la revista especial «National Geographic Cerebro y Emociones» publicado en 2010 y en el que el famoso divulgador nos explicó por qué la ciencia se ha inmiscuido de un tiempo a esta parte en campos tan trascendentales como la salud mental, la educación o la vida empresarial de las personas.
De unos años a esta parte hemos empezado a reflexionar -y, en cierto modo, a inventar- la inteligencia emocional, la inteligencia social y el aprendizaje social y emocional. Se trata de tres conceptos que están ya siendo aplicados en campos tan trascendentales como la salud mental de las personas, los sistemas educativos y la vida corporativa.
En primer lugar, por el hecho insólito de que la esperanza de vida se haya casi triplicado en los últimos 200 años. Los recién nacidos en este nuevo siglo dispondrán, en promedio, de 40 años de vida redundante en términos biológicos. Una vez cumplidos los cometidos evolutivos como el de perpetuar la especie, nos siguen quedando a los humanos varias décadas para plantearnos misiones, objetivos y procesos que hace sólo unos años no nos hubiéramos podido ni siquiera imaginar. Por primera vez en la historia, la gente puede sustituir la vieja e inconclusa pregunta de si hay vida después de la muerte por la constatación de que hay vida antes de la muerte, que merece la pena vivirla.
Por primera vez en la historia podemos cambiar la pregunta de si hay vida después de la muerte por la constatación de que hay vida antes de la muerte y que merece la pena vivirla
El Segundo factor responsable de este cambio radica en la revolución tecnológica, que está permitiendo medir por primera vez los procesos internos como el estrés, la actividad cerebral y hasta la propia capacidad de aprender e imaginar. Las técnicas, basadas la mayoría de ellas en las resonancias magnéticas funcionales, han permitido a los científicos diferenciar los papeles desempeñados por el entorno y por la genética, y calibrar el impacto mental del aprendizaje o, simplemente, del paso del tiempo en el entramado neuronal. Esta entrada en tromba de la ciencia en la gestión de las emociones representará un alivio insospechado para la gente. A eso me refiero cuando hablo de la irrupción de la ciencia en la cultura popular.
En el último tiempo, el tema de la salud mental de los estudiantes universitarios ha adquirido una visibilidad notoria a través de diversas columnas de opinión, reportajes, manifestaciones de estudiantes, y un abordaje aún muy incipiente en el Parlamento. Como académicos de la Escuela de Psicología de la Pontificia Universidad Católica de Chile, nos sentimos comprometidos con este problema y con avanzar hacia una solución.
Las posiciones frecuentemente representadas en los medios normalizan el estrés de los universitarios, asociándolo al rendimiento académico, y avanzando en la idea de que, por alguna razón, los estudiantes de hoy no estarían preparados para enfrentar las demandas propias del periodo universitario. En este contexto, se alude frecuentemente a categorías generacionales (por ejemplo, los “Millenials” o la “Generación Z”). Para esta posición, la universidad siempre ha sido demandante, y las nuevas generaciones serían menos resistentes a las presiones propias de la educación superior.
En este marco, el problema no es la demanda por rendimiento académico dirigida por las casas de estudio a los universitarios; la cual es y siempre ha sido una constante. El problema lo tienen las y los estudiantes. Incluso, se desliza la idea que esta generación se dedica más a disfrutar que a desplegar habilidades por el trabajo.
Otras voces denuncian la excesiva carga académica a la que objetivamente estarían expuestos los estudiantes universitarios, exigiendo modificaciones sustantivas. Desde este punto de vista, la exigencia académica se ha incrementado en el marco de modelos pedagógicos anticuados, e incluso obsoletos, cargados de un contenido que, al momento de ser impartidos, han caducado; enfrentando a los estudiantes con un futuro laboral incierto, que demanda habilidades que no son sistemáticamente impartidas por las casas de estudio.
Desde esta posición, el problema no son los estudiantes, sino la exigencia académica excesiva a la cual están sometidos y la posible desconexión entre lo que se enseña en la academia y las habilidades efectivamente demandadas por el mercado laboral actual.
Otro punto de vista indica que los problemas “siempre han existido”, pero que la salud mental ocupa un lugar diferente en el discurso social actual, con lo cual, por primera vez, los estudiantes universitarios se sienten autorizados para plantear sus demandas en este sentido. Nada ha cambiado en la universidad, excepto la posibilidad de visibilizar el tema de la salud mental.
Las escasas investigaciones científicas se han enmarcado una discusión que, probablemente, ha demorado demasiado en llegar. Un estudio reciente, que ha tenido bastante cobertura en los medios, indica que un 44% de los estudiantes universitarios chilenos ha recibido tratamiento psicológico; que un 46% presenta síntomas de depresión; y que más de la mitad sufre estrés (Primera Encuesta de Salud mental Universitaria).
Un segundo estudio desarrollado recientemente bajo el alero del Instituto Milenio para la Investigación en Depresión y Personalidad (MIDAP, FONDECYT Regular 1150166) mostró que las estudiantes mujeres exhiben mayores síntomas de depresión, y que los niveles de depresión entre los estudiantes no varían según institución de pertenencia, edad o nivel socioeconómico. Este último estudio mostró que mientras mayor sea el nivel de bienestar psicológico de los estudiantes, menor el nivel de sintomatología depresiva. Todo indica que nuestros estudiantes universitarios presentan niveles altos de síntomas depresivos, y que en general, presentan una carga de problemas de salud mental mayor a la población general, es decir, son un grupo de alto riesgo. Este punto ya es gruesamente una mala noticia acerca de la calidad de vida y el bienestar subjetivo de jóvenes que actualmente están definiendo y tomando decisiones en dimensiones cruciales de su futura vida adulta.
¿Cómo serán los profesionales del futuro si estos niveles de salud mental se mantienen o agudizan? No podemos concluir nada con precisión si las mismas universidades no entregan elementos serios y argumentados acerca de la salud mental de sus propios estudiantes. La ausencia de pistas claras permite que mitos y tensiones intergeneracionales vengan a responder a las preguntas que insisten en estos días: ¿Cuánto sufren?, ¿de qué?, ¿con cuáles riesgos?, ¿qué pueden hacer concretamente las universidades?, ¿qué participación podrían tener los mismos estudiantes en este hacer con su propio sufrimiento y/o en el de sus compañeros?, ¿qué rol compete a las organizaciones estudiantiles?
No nos apresuremos en responder estas las preguntas con explicaciones fáciles (del tipo “los Millenials son así”) o en hacer caer el juicio de las generaciones anteriores sobre las nuevas, como si las cosas no cambiaran. La carga de salud mental en nuestros estudiantes universitarios es muy real, está respaldada por algunos estudios preliminares, y requiere, por cierto, de un abordaje a la altura del desafío. Que acoja adecuadamente este sufrimiento. La pregunta que necesitamos hacernos es “¿cómo dar lugar y acompañar decididamente este malestar?” y no banalizar un sufrimiento, a todas luces real.
Amanda Céspedes es médica psiquiatra de la Universidad de Chile. Se especializó en psiquiatría infantil y juvenil. Además realizó un posgrado en neuropsicología y neuropsiquiatría infantil en la Universidad degli Studi en Italia, ha dictado clases de psicología y es miembro directivo de la Fundación Mírame, entidad que busca innovar en el sistema de integración escolar de niños con trastornos del desarrollo. A través de diversos libros como el Déficit Atencional en niños y adolescentes, Niños con pataletas, adolescentes desafiantes y Educar las emociones, educar para la vida, la experta se ha centrado en dar herramientas claves para que educadores, padres (y otras personas que se relacionan de forma permanente con niños), puedan guiar a los niños en su formación emocional, desarrollando así sus potencialidades y talentos.
En su libro Educar las emociones, educar para la vida, la autora dedica un capítulo a hablar del profesor como agente clave en la educación de las emociones.
Amanda parte de la premisa de que evidentemente, los niños pasan muchas horas de su día en la escuela, un espacio donde profesores, compañeros y otros adultos, influencian su vida. Luego de la escuela, los niños salen para intentar conquistar el mundo pero, ¿están realmente preparados para hacerlo desde todos los puntos de vista? Inspirada en la visión de Maria Mon tessori, quien decía que la educación debía hacer énfasis en la formación integral del niño (más allá del intelecto) y en el desarrollo de la personalidad saludable como medio para construir sociedades mejores, Amanda asegura que el maestro tiene que orientar su esfuerzo hacia ese objetivo y debe trabajar desde dos planos en particular: el sólido desarrollo del intelecto y el emocional.
Pero, desde su punto de vista, ¿cuáles son los requisitos para que un profesor pueda llevar a cabo un educación emocional efectiva?
Tener un conocimiento intuitivo e informado acerca de la edad infantil y adolescente, particularmente de sus características psicológicas.
Conocer la importancia y las características de los ambientes emocionalmente seguros en el desarrollo de la afectividad infantil.
Poseer un razonable equilibrio psicológicos y ausencia de psicopatología.
Conocer técnicas efectivas de afrontamiento de conflictos.
Emplear estilos efectivos de administración de la autoridad y el poder.
Un permanente y sincero trabajo de autoconocimiento.
Una reflexión crítica constante acerca de los sistemas de creencias y de su misión como educador.
De la mano con esto, Amanda sugiere que el profesor debe ser consciente de un proceso de crecimiento que surge paralelo al de sus estudiantes y debe ser consciente de su papel protagónico en la gestión de un clima en el aula que puede ser favorable o desfavorable para el aprendizaje propio y el de sus alumnos. En ese sentido, el impacto de la salud mental del profesor sobre su calidad como educador de las emociones y su capacidad para crear climas en el aula de crecimiento emocional y cognitivo es también un aspecto fundamental.
La salud mental de los profesores
La salud mental laboral es un concepto de la salud preventiva que alude a un estado de bienestar integral del trabajador. Lamentablemente, ese bienestar en los profesores, a menudo se deteriora y resulta preocupante, dice Amanda, que aquellos docentes que sufren de ansiedad o estrés por múltiples razones, deban enfrentarse a la educación emocional. ¿Por qué? Porque el cerebro de los niño leen las emociones negativas de una persona que sufre de estrés crónico y hace una comprensión implícita de éstas. En otras palabras, las emociones son contagiosas y un profesor que sufre del llamado síndrome burn out (desgaste), puede llegar a perder la sensibilidad para atender las emociones de sus alumnos. Por lo mismo, proteger la salud mental de los profesores debería ser una tarea urgente e ineludible; hacerlo no sólo es proteger sus emociones, sino también las de los estudiantes.
Esta tarea, dice la experta, debe abordarse de forma integral. ¿Cómo? No ofreciendo medidas temporales (como una licencia médica), sino más bien otorgando herramientas que perduren en el tiempo, como medidas multidisciplinarias centradas en el trabajo individual, técnicas grupales de efectividad en el tratamiento de conflictos y estrategias organizacionales dentro de las escuelas. Esto, acompañado de un mejoramiento sustancial de las condiciones laborales, especialmente lo relativo al clima laboral, las remuneraciones, la extensión de jornadas laborales, entre otras.
“El profesor que busca efectividad real debe empezar por creer en sí mismo para poder creer desde el corazón que, como maestro, tiene un papel de trascendencia en el destino de sus alumnos”.
Fuente del artículo:https://eligeeducar.cl/la-salud-mental-los-docentes-agente-clave-la-educacion-las-emociones
Susana Sáez Fernández nos presenta el tema de su TFM y nos invita a participar en su investigación
En la actualidad, podemos ver grandes avances respecto a la aceptación de la diversidad sexual. Uno de los grandes hitos ha sido la aprobación del Matrimonio Igualitario en el año 2005, y para muchas personas, esto es haber conseguido por fin la igualdad. Pero, ¿es la ley una garantía de que se está dando una igualdad real en la cotidianidad?
Hoy día, muchas personas que se identifican como lesbianas, gays y bisexuales (LGB) pueden salir a la calle en España y visibilizar su orientación sexual, mientras antes ésta permanecía plenamente oculta para los/las demás (o incluso para ellos/as mismos/as). Se visibiliza para reivindicar o simplemente porque están ejerciendo su libertad y su derecho a expresarse tal y como son. Sin embargo, al mismo tiempo que hay personas que lo hacen y/o pueden hacerlo, hay muchas otras que no.
Y más allá de estos dos polos en blanco y negro, también existen personas gays, lesbianas y bisexuales que en algunos momentos y contextos hacen visible su orientación sexual, mientras que en otras situaciones no lo hacen. En algunos casos esto podrá ser un hecho casual, pero en muchos otros, es debido a la estigmatización de las personas lesbianas, gays y bisexuales todavía existente. La orientación sexual LGB y el estigmasexual asociado tiene una peculiaridad: la persona puede decidir hacerlo visible u ocultarlo al resto. De este modo, el ocultamiento de la orientación sexual se convierte en una estrategia bastante frecuente para evitar la discriminación (real o imaginada), y aunque esto a corto plazo sirve para protegerse, se ha visto que a largo plazo puede tener consecuencias negativas para la salud mental.
Se ha encontrado que en entornos donde se promueve la autonomía y se respeta el “derecho a ser”, el ocultamiento de la orientación sexual se ve disminuido, a diferencia de los entornos controladores que empujan a ser de una determinada manera. En esta línea, es interesante plantearse ¿hemos logrado un contexto social que promueve la autonomía y en el que no existe discriminación y restricción hacia la orientación sexual LGB?
Es frecuente encontrar que las personas perciban mayor discriminación grupal que individual. Es decir, se percibe mayor discriminación hacia el grupo con el que se identifica o al que pertenece la persona, que a nivel personal. Por otro lado, mientras que la discriminación manifiesta se ha podido ver reducida en algunos lugares como España (aunque todavía sigue presente), existe un tipo de discriminación que es más frecuente en la sociedad actual: la discriminación sutil. Mientras la discriminación manifiesta hace referencia a un trato desigual y de rechazo que se realiza de forma directa y clara, la discriminación sutil conlleva la percepción de desconfianza, rechazo indirecto o trato diferencial hacia las personas LGB. Se ha visto que ésta puede tener efectos más nocivos sobre la salud psicológica de las personas, ya que es más frecuente, existe ambigüedad sobre si se está siendo discriminado y es más difícil de detectar y hacerle frente.
La percepción de discriminación se ha relacionado con diversos aspectos del bienestar psicológico, encontrando que a mayor percepción de discriminación mayor es la sintomatología depresiva, entre otros. Aunque la mayoría de personas LGB presentan una buena salud psicológica, muchos autores han subrayado la importancia de tener en cuenta la discriminación a la que se enfrentan las personas LGB para comprender la mayor prevalencia de problemas de salud mental (como la ansiedad y la depresión) con respecto a la población heterosexual. Particularmente, algunos autores han señalado que hay mayor discriminación hacia las personas bisexuales, mayor invisibilización y menor apoyo afirmativo y que esto repercute más negativamente sobre la salud mental.
En una realidad, en la que conviven los avances y progresos y al mismo tiempo distintos tipos de discriminación, es importante conocer cómo y cuánto perciben la discriminación las personas que se identifican como lesbianas, gays y bisexuales, ver si esto tiene influencia en la aparición y presencia de la sintomatología depresiva y conocer si existen diferencias en la percepción de discriminación y en la sintomatología depresiva en función del género y la orientación sexual.
Esto es algo poco estudiado en España y por ello os animo a que si queréis, realicéis una encuesta totalmente anónima para una investigación que estoy realizando para un Trabajo de Fin de Máster (TFM), en Psicología General Sanitaria, sobre la percepción de discriminación (grupal y personal, manifiesta y sutil) en personas lesbianas, gays y bisexuales y sintomatología depresiva en España.
Una escuela de Nuevo México aborda la agresión sexual, el suicidio y otros temas difíciles con la ayuda de las personas que los alumnos tienen más probabilidades de escuchar: unos a otros
De pie frente a 240 estudiantes de primer año y 80 compañeros de último año en el gimnasio de su escuela, una pequeña de 17 años con su cabello en trenzas de trenzas tomó un largo aliento estremecedor.
Su audiencia estaba en silencio. La niña acababa de revelar que había pasado la mayor parte de sus años de escuela secundaria sintiéndose suicida, había sido hospitalizada por su propia protección y había pasado dos años en terapia antes de finalmente contarle a su madre la causa de su profunda depresión y sus pensamientos de autolesión: Ella había sido violada por un hombre que conocía.
Después de dos latidos que parecieron una eternidad, la sala explotó en un aplauso de apoyo. La cara de la niña se arrugó cuando los amigos corrieron a su lado. Con el efecto de los abrazos de sus amigos y todos los vítores, ella recuperó la compostura.
«Sentí que era mi culpa», dijo sobre la violación. «Sentí que lo provocé». Ella dijo que había aprendido a través de la terapia y la comunicación abierta con sus padres que la violación nunca es culpa de la víctima y que pensar en el suicidio no es un signo de debilidad.
«Puedes superar lo peor y regresar», dijo la niña con las trenzas a los estudiantes de primer año reunidos, que estaban sentados en las gradas naranja y negro frente a un grupo de adultos mayores sentados en filas de sillas en la cancha de baloncesto. «Estoy vivo. No quiero morir más. Estoy aquí. Estoy bien. Estoy viviendo lo mejor de mis habilidades «.
La idea de que las escuelas pueden ser responsables de abordar la salud mental y emocional de sus estudiantes se ha generalizado en la última década, dijo Jessica Hoffmann, científica investigadora y directora de iniciativas de escuelas secundarias en el Centro de Inteligencia Emocional de Yale. Pero cada vez es más una responsabilidad que los líderes escolares dicen que deben asumir si quieren ayudar a los alumnos a alcanzar el éxito académico. Catorce estados , incluidos Arkansas, Nevada y Tennessee, ahora tienen objetivos de aprendizaje socioemocional para estudiantes de K-12, según la Colaboración para el Aprendizaje Académico, Social y Emocional, una organización nacional sin fines de lucro centrada en la integración del aprendizaje socioemocional en el currículo escolar estadounidense. Nuevo México no es uno de ellos.
«Es un cambio cultural reconocer que los seres humanos son seres emocionales y que las emociones se pueden aprovechar y canalizar para mejorar el rendimiento académico y mejorar las relaciones y mejorar la toma de decisiones», dijo Hoffman.
Los educadores, legisladores y estudiantes de todo el país parecen estar haciendo ese cambio. La salud emocional y mental, el clima escolar y la cultura escolar fueron temas prioritarios para los tres grupos, según un estudio reciente de Child Trends , una organización de investigación centrada en los problemas que afectan a los niños. Los estudiantes mencionaron el clima escolar como una parte importante de su salud mental y emocional con el doble de frecuencia que los maestros y los responsables de la formulación de políticas, quienes mencionaron la familia, la comunidad y otros problemas externos con más frecuencia que los estudiantes.
La escuela secundaria, al parecer, es un lugar incómodo para muchos estudiantes. Cuando se les preguntó en una encuesta de 2015 que describía cómo se sentían en la escuela, las palabras que los estudiantes de secundaria usaban con más frecuencia eran «cansados», «estresados» y «aburridos». De hecho, aproximadamente el 75 por ciento de las palabras que los estudiantes eligieron para describir cómo Sentido en la escuela fueron negativos. La encuesta, que fue administrada a 22,000 estudiantes de secundaria de todo el país por investigadores del Centro de Inteligencia Emocional de Yale, también encontró que los estudiantes que informaron que sus compañeros habían sido malvados o crueles expresaron mayores niveles de soledad, miedo y desesperanza.
El EQ Retreat es la respuesta de Taos al problema de que muchos estudiantes pasen sus días escolares deprimidos. Los maestros y miembros de la comunidad dirigen sesiones sobre cómo lidiar con el dolor a través de la meditación, enseñan habilidades de improvisación para ayudar a los estudiantes a aprender a mantenerse en el momento y guían a los estudiantes a través de actividades destinadas a demostrar cuánto tienen en común. Pero las personas mayores de 17 y 18 años ocupan el papel principal, en lo que respecta a los estudiantes de primer año. Dirigen juegos para romper el hielo, dirigen un proyecto de arte, comparten sus propias historias de lucha, alientan a los estudiantes de primer año a que vengan con problemas y se aseguren de aprender el nombre de cada estudiante más joven en su grupo.
Sasha Kushner, una estudiante de primer año con cabello rojo brillante, dijo que había estado un poco preocupada por pasar tanto tiempo con personas mayores, que podrían juzgarla o ser mala con ella. «Pero después de un tiempo, fueron increíbles y me acerqué mucho a ellos», dijo Sasha. «Nos respetamos».
Varios adultos mayores señalaron que, aunque eran mayores que los estudiantes de primer año, era solo por unos pocos años. Dijeron que todavía podrían relacionarse con la sensación de comenzar en una nueva escuela, conocer a mucha gente nueva y tratar de descubrir quién es usted en medio de todo ese cambio.
«Nos cuidamos mutuamente y lo superaremos juntos», dijo Angel Martínez, estudiante de último año. Los adultos pueden haber pasado por cosas similares en el pasado, agregó, «pero los tiempos han cambiado desde entonces hasta ahora».
«Quería que los estudiantes de primer año se sintieran seguros», dijo Manuel Baca, otro estudiante de último año que compartió una historia de lucha. «Esperaba abrir todo lo que tenía dentro y compartir todo lo que pudiera, al mismo tiempo que le muestro a los estudiantes de primer año que está bien compartir».
Sin embargo, la apertura puede ser difícil, y Baca, quien habló con los estudiantes de primer año sobre los momentos difíciles en su familia cuando era más joven, admitió que su voz se estaba rompiendo al final. «Fue difícil mantenerlo», dijo.
¿Estaba preocupado por llorar delante de sus compañeros? En realidad no, dijo Baca. «Siento que en realidad es el tipo de emoción de la vieja escuela. Siento que la nueva sociedad que estamos dirigiendo está más abierta la una a la otra. Es menos sexista y todos estamos en el mismo equipo «.
Tener a un estudiante como Baca, que organiza un disco para el equipo de pista de Taos, es un ejemplo a seguir y se pone delante de unos cientos de niños para compartir sus sentimientos, es un evento que muchos líderes escolares difícilmente se atreverían a esperar.
Sin embargo, en su mayor parte, los adultos mayores lo hacen de manera natural, dijo Ned Dougherty, el maestro líder del retiro de EQ. Con sus gafas y su pelo oscuro y desaliñado, Dougherty se parece un poco a un Harry Potter adulto. Él cree firmemente que el mejor camino a seguir de sus estudiantes es depender unos de otros. «El aprendizaje socioemocional dirigido por pares es la respuesta», dijo.
Añadió que su papel como maestro es darles a los estudiantes tiempo y espacio en la escuela para procesar sus emociones y aprender a manejarlas.
Conocido por los forasteros como una ciudad turística y un retiro de artistas, el Condado de Taos es el hogar de una población mayoritariamente de bajos ingresos; El 82.9 por ciento de los estudiantes del distrito escolar califican para un almuerzo gratis oa precio reducido, una medida federal de pobreza. El programa deportivo de primer nivel de la escuela secundaria y sus cursos de Colocación Avanzada ayudan a algunos estudiantes a dirigirse a prestigiosas universidades fuera del estado cada año. Sin embargo, como en muchas escuelas de Nuevo México, pocos son competentes en las pruebas estatales de lectura (34 por ciento) o matemáticas (10 por ciento). La escuela es aún más difícil para los estudiantes que enfrentan el hambre, la adicción o la enfermedad mental en el hogar.
No todos en la escuela piensan que celebrar un retiro de tres días que resalte las emociones de los adolescentes es la mejor idea, como lo reconoce el propio Dougherty. Algunos se preocupan de que el retiro exponga los problemas, no los aborde y luego los deje a un lado, dijo Dougherty.
Incluso algunos de los adultos que participan en la gestión del retiro y profesan un gran respeto por su líder tienen inquietudes acerca de algunos de los métodos. Victoria «Amani» Carroccio, una consejera escolar certificada que trabaja en Taos High School como instructora de bienestar, piensa que enseñar las habilidades de los estudiantes para lidiar con el trauma, el dolor y la pérdida es una idea maravillosa. Pero ella piensa que los adolescentes traumatizados no deberían compartir sus historias en una habitación llena de gente.
«El trauma no se cura al volver a contar la historia», dijo Carroccio unas semanas después del retiro. “Hay algo acerca de romper el silencio, no me malinterpretes. Si me comunico con ellos ahora, supongo que serían re-traumatizados «.
La agresión sexual, el suicidio y la autolesión fueron tres de los temas más traumáticos planteados por las personas mayores, ya sea frente a toda la clase de primer año en la sesión de la mañana en el gimnasio o en sesiones de grupos más pequeños con sus estudiantes de primer año asignados. El suicidio surgió con más frecuencia en el retiro de este año que en años anteriores, según algunos, lo que podría deberse a que está cada vez más en la mente de los jóvenes.
Según la última encuesta realizada por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, los adolescentes a nivel nacional tenían más probabilidades de informar que se sentían tristes y desesperados en 2017 más de lo que lo habían estado durante 10 años . Y mientras que la mayoría de las conductas de riesgo, desde el uso de drogas hasta tener relaciones sexuales, han ido disminuyendo desde mediados de los años 90, la tasa de conductas relacionadas con el suicidio ha aumentado en la última década. En 2017, el 17.2 por ciento de los 14,856 encuestados de Riesgo Juvenil encuestados respondieron que habían «considerado seriamente suicidio» en los últimos 12 meses. La tasa de suicidio adolescente también ha aumentado desde 2007.
Dado que el suicidio de una persona joven a veces puede estimular un segundo suicidio juvenil, los educadores a menudo se muestran reacios a que el tema sea educado en la escuela. Sin embargo, la investigación muestra que hablar sobre el suicidio en la escuela puede ayudar a prevenir muertes adicionales si el tema no es sensacionalista y se ofrece ayuda. Para este fin, las evaluaciones de suicidio, que les hacen a los estudiantes algunas preguntas básicas sobre si han pensado en hacerse daño a sí mismos oa otros, son recomendadas por la Asociación Americana de Consejeros Escolares, según su director asistente, Eric Sparks.
Y escuchar a un compañero de estudios que ha sido suicida pero encontró la forma de superar esos sentimientos puede ser una excelente manera de ayudar a los adolescentes que sufren, dijo Jonathan Singer, miembro de la junta directiva de la Asociación Americana de Suicidología y profesor asociado. de trabajo social en la Universidad de Loyola en Chicago.
«Si dicen, ‘Hey la escuela secundaria apesta, es bastante miserable, todos piensan en suicidarse en algún momento. Estuve muy cerca … «y si comienzan a hablar sobre los medios en detalle, no va a ser una conversación muy protectora», dijo Singer.
Dougherty y los otros maestros que ayudaron a los adultos mayores a prepararse para el retiro de la Escuela Secundaria de Taos instaron a los estudiantes mayores a pensar más allá de compartir los detalles de sus historias al pedirles que consideren qué sabiduría podrían ofrecerles a los estudiantes de primer año.
«Cualquiera puede levantarse y contarles una historia, pero ¿qué necesitan de usted?» Dougherty dijo que le preguntaron a los adultos mayores. La respuesta: «Necesitan una salida, necesitan un plan de acción, necesitan esperanza».
Las mejores prácticas antes de que los estudiantes compartan historias personales en un foro público incluirían pedir a los miembros del personal que realicen una evaluación previa de esas historias, según Sparks, de la asociación de consejeros. Vetar historias podría ayudar al personal a prepararse para los posibles efectos en los estudiantes, dijo Sparks.
Las historias en Taos nunca han sido examinadas. Dougherty dijo que estaba receptivo a las nuevas ideas sobre cómo dirigir la sección de historias del evento, pero también señaló que las historias son el ejemplo más claro de impacto positivo en los estudiantes de primer año. Los estudiantes recuerdan estas historias sin censura durante años. Los adultos mayores que lideraron el retiro este año pudieron recordar los detalles exactos de las historias que escucharon de los adultos mayores en su retiro de primer año cuatro años antes. Varios dijeron que fueron movidos para liderar este año debido al poder de su experiencia de primer año.
En el retiro de 2018, tanto los estudiantes que contaron las historias como muchos de los que las escucharon informaron que se sentían fortalecidos y tranquilos, incluso cuando admitieron que gran parte del contenido era triste o perturbador.
El estudiante de primer año Isaiah Vigil dijo que aprendió que «no es el fin del mundo cuando sucede algo que podría parecer horrible». La vida seguirá. Vas a aguantar. Y lo superarás con el tiempo.
Isaiah y otros estudiantes dijeron que hablar sobre las dificultades familiares, el asalto sexual y los sentimientos suicidas es una manera de cuidar el uno del otro y asegurar que nadie se sienta totalmente solo.
«No hay suficiente discusión sobre las dificultades y el trauma en las escuelas secundarias», dijo la estudiante de último año Leah Epstein. «Ignorarlo y pretender que no existe no ayuda en absoluto».
La niña con las trenzas, tomando un descanso del almuerzo unas horas después de contar su historia, estuvo de acuerdo. «Espero que me juzguen un poco y estoy de acuerdo con eso», dijo. «Es un alivio sacarlo de mi pecho. Sigo haciendo que la gente se me acerque, me abrace y me diga que están ahí para mí «.
Finalmente, abrirse a su madre había ayudado más que a casi nada durante su viaje a través de las dificultades, dijo la niña. Ahora cree que ser abierto con los problemas es la mejor manera de enfrentarlos. «Cualquier tipo de reacción violenta, buena o mala, no me arrepiento», dijo. Casi dos meses después, dijo por correo electrónico que aún se sentía mejor por haber compartido su historia.
Dougherty y otros maestros hicieron un seguimiento informal con las chicas con trenzas y otros estudiantes que compartieron historias difíciles para ver si necesitaban servicios adicionales de salud mental. Los adultos mayores también recibieron capacitación sobre cuándo presentar inquietudes que escucharon de los estudiantes de primer año a la atención de los adultos.
Por supuesto, no todos los estudiantes de secundaria están enfrentando dificultades extremas y traumas. Pero incluso el darse cuenta de que tienen la suerte de vivir vidas relativamente privilegiadas no siempre es suficiente para mitigar el efecto a menudo estresante de las ansiedades más típicas de los adolescentes acerca de adaptarse, obtener buenas calificaciones y cumplir con las expectativas familiares. En Taos, una gran variedad de conversaciones a lo largo de los tres días también permitieron a estos estudiantes.
«El consejo que obtuve fue realmente importante: ‘Sé tú mismo'», dijo Joshua Gonzales, un estudiante de primer año. «No tienes que cambiar para nadie. Ya sea que sea su familia o usted está en una relación o sus amigos lo están presionando, no cambie. Eres tu propia persona «.
Ayudar a los estudiantes a ir más allá de hablar sobre tales principios y, de hecho, poder vivir de acuerdo con ellos probablemente llevará más de tres días, dijo Hoffmann de Yale. Los dos programas nacionales que supervisa – REGLA e inspirado – tienen el propósito de educar a los profesores y estudiantes sobre cómo hacer parte habilidades emocionales de su vida cotidiana en la escuela.
«Tratamos de mostrarles que las emociones están entrando por la puerta, ya sea que las quiera o no», dijo Hoffmann. “Todavía hay en nuestra sociedad en muchos lugares la expectativa de que puedes dejar tus emociones en la puerta y ser un robot y eso simplemente no es cierto. «No solo no es verdad, sino que tus emociones pueden mejorar tu aprendizaje y el tipo de cosas innovadoras que haces en ciencias, matemáticas o arte».
La inteligencia emocional como concepto hizo su debut en Alemania a mediados de la década de 1960 y se popularizó a mediados de los 90 por el libro sobre el tema del periodista científico Daniel Goleman . Goleman, a su vez, basó su libro en la investigación de John Mayer, profesor de psicología en la Universidad de New Hampshire, y Peter Salovey, ahora presidente de la Universidad de Yale. En 1990, Salovey y Mayer publicaron un artículo que describía la idea de que los humanos pueden mejorar su salud mental y sus relaciones interpersonales si aprenden a reconocer, comprender, etiquetar, expresar y regular sus emociones. Siguieron varios documentos adicionales que, juntos, ahora proporcionan la base para los programas de Yale sobre aprendizaje socioemocional en las escuelas secundarias.
El director de la Preparatoria Taos, Robert V. Trujillo, espera que el período de asesoría relativamente nuevo de la escuela, una especie de salón de clases prolongado, pueda ser el vehículo perfecto para expandir el currículo de inteligencia emocional de la escuela durante todo el año, a todos los niveles de grado.
«Retirar días y extraer días académicos puede ser muy difícil», dijo Trujillo. “Pero uno no va sin el otro. «Si los niños no están listos para aprender debido al difícil estado emocional en el que están, entonces no ayuda de todos modos, sin importar cuántos días estén en clase».
Las personas mayores de este año han estado trabajando con Dougherty para crear un programa que se ejecute durante todo el año. Ya han tenido sus primeras reuniones de seguimiento con estudiantes de primer año. Ahora quieren transmitir lo que han aprendido sobre formas saludables de lidiar con la emoción a los estudiantes de la escuela secundaria también.
En 2016, en honor a su trabajo para mejorar el bienestar de los estudiantes, Taos High School recibió un pequeño premio monetario de parte de la iniciativa InspirED de Yale y Facebook. Pero los orígenes del programa y su iteración actual son bastante locales: los imaginan primero los alumnos y se nutren a lo largo de ocho años de una serie de maestros y miembros de la comunidad que se superponen. Dougherty cree que el retiro podría ser replicado en otro lugar, en parte porque el evento en el campus realizado en gran parte por estudiantes voluntarios cuesta tan poco.
El gasto primario, dicen maestros y administradores, es el tiempo. Durante casi una década, a los líderes de retiros de EQ se les han otorgado tres días para enfocar la atención de los estudiantes, no en matemáticas y lectura, sino en proporcionar a todos los estudiantes un sentido de pertenencia, el conocimiento de que alguien en la escuela se preocupa y habilidades concretas para lidiar con el Montaña rusa de emociones endémicas a la adolescencia.
Ciertamente, dicen los niños, el programa no ha arreglado todo. Con pocas indicaciones, un grupo de adultos mayores comenzó a hacer una lista de dónde se sentaba cada camarilla en el almuerzo: los niños de arte van a la clase de Hensley a almorzar, los niños frescos están en el vestíbulo, los nerds están en un salón de clases, los deportistas tienen que comer con sus entrenadores, los niños de la banda pasan el rato fuera de la sala de la banda, los niños de 4-H están afuera en las mesas, los niños de drama están en el teatro … La lista continúa.
«Solo conozco un poco a esta gente», admitió Tyler MacHardy, de último año, mientras miraba alrededor de un círculo de líderes de retiros. «El efecto en los adultos mayores es quizás incluso mayor que el efecto en los estudiantes de primer año», dijo, «solo por haber sido puesto en esa situación en la que te obligan a colaborar».
Está bien que la escuela no sea un refugio perfectamente sereno todo el tiempo, dijo Francis Hahn, un profesor de inglés y alumno de Taos High que ha ayudado con el retiro desde su inicio.
“La escuela secundaria pública es un lugar para el drama. «Si no hubiera ningún drama, sería un lugar algo disminuido», dijo. «Una de las cosas importantes que hacen los estudiantes en la escuela secundaria es aprender cómo negociar conflictos de manera apropiada».
Hahn, quien ha trabajado en Taos High durante 13 años, dijo que ha sido testigo de un cambio en el clima escolar desde que comenzó el retiro. (Él tiene cuidado de agregar que se estableció una política de «No teléfono celular» al mismo tiempo y eso también puede haber contribuido a tener pasillos más tranquilos y menos peleas).
«Para mí, no se trata de ver el cambio tangible en la escuela», dijo Hahn. «Se trata de la esperanza de que estamos plantando una semilla que florecerá y dará fruto en sus vidas posteriores».
Al comienzo del tercer día del retiro de 2018, no mucho después de que la niña con las trenzas terminara de contar su historia, un grupo de adultos mayores y estudiantes de primer año se sentaron en un aula de arriba. La maestra pidió que cada estudiante comparta sus sentimientos con una sola palabra.
«Cansado». «Bien». «Triste». «Empático». «Separado». «Brumoso». «Frágil». Uno por uno, los niños describieron sus emociones. Una chica ligera con el pelo rojo brillante entró llorando. Esa chica, Sasha, quien más tarde dijo que había empezado la semana nerviosa porque los adultos mayores eran malos para ella, había estado llorando en el baño antes de que comenzara la clase y parecía estar tratando de concentrarse en la habitación, pero estaba demasiado angustiada. Tomó asiento por un segundo, perdió la compostura y se fue de nuevo. Un senior la siguió para ofrecerle consuelo.
Horas más tarde, Sasha estaba sonriendo, feliz, con ganas de volver a la semana de espíritu en la que se jugaba el juego de voleibol. ¡Coge esto, chicos! La mañana había sido dura, dijo, pero también fue reveladora.
«Incluso cuando parece ser el momento más oscuro, siempre hay esperanza», dijo Sasha. «Siempre se puede encontrar una salida».
Si usted o alguien que conoce tiene pensamientos suicidas, la Línea Nacional de Prevención del Suicidio al 1-800-273-TALK (8255), o la Línea de Texto de Crisis (texto TALK al 741741) son servicios gratuitos que atienden las 24 horas. Apoyo, información y recursos.
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