El filósofo y pedagogo se muestra «cabreado» con la ‘Ley Celaá’, diagnostica un «síndrome de inmunodeficiencia social» a nuestra ciudadanía y no cree que vayamos a salir mejores de la pandemia
Filósofo, escritor, pedagogo y humanista son solo cuatro de las palabras que definen a José Antonio Marina. El toledano es una de las voces más acreditadas del pensamiento en nuestro país, dedicando su vida a investigar la inteligencia y el poder de la educación.
A sus 81 años, el filósofo sigue más activo que nunca y este jueves participará en el Encuentro de Centros de Enseñanza que organiza ESIC, como conferenciante de Thinking Heads.
Marina se muestra “cabreado” con la ‘Ley Celaá’, diagnostica un “síndrome de inmunodeficiencia social” a nuestra ciudadanía y no cree que vayamos a salir mejores de la pandemia. En El Confidencial charlamos con el pedagogo sobre el miedo, las falsas promesas de los políticos, la nueva ley de educación, el futuro de la enseñanza, los efectos negativos del covid-19 en el aprendizaje y el efecto de la pandemia en el desarrollo social de los más pequeños.
PREGUNTA. Decían que de esta íbamos a salir mejores y valorando las pequeñas cosas que teníamos, pero varios meses después del comienzo de la pandemia la crispación y el hartazgo se han adueñado de la sociedad. ¿Cómo cree usted que saldremos de ésta?
RESPUESTA. Igual que hemos entrado, las sociedades cambian con mucha lentitud. Lo que va a salir es una sociedad económicamente empobrecida y deprimida, algo que espero que dure poco.
Siempre he sido muy escéptico sobre la idea de que la pandemia nos iba a hacer mejores personas y valorar más las cosas que antes no nos parecían importantes.
P. Mucha gente lleva sintiendo todos estos meses vulnerabilidad y miedo. ¿Puede tener algo bueno este miedo?
R. Hay gente que tiene muchísimo miedo, no solo de la enfermedad, también al futuro económico, que está en el aire.
Cuando uno se acostumbra demasiado a ciertos miedos se relajan los sistemas de protección
El gran problema es que cuando uno se acostumbra demasiado a ciertos miedos se relajan los sistemas de protección, algo que está pasando con conductas como la falta de preocupación respecto al peligro de la pandemia. Mantener una postura equilibrada, ni ser temerario ni hipocondríaco, es clave. Debemos hacer un esfuerzo para darnos cuenta de los peligros reales, ni minusvalorados ni obsesionarnos con ellos.
P. La llamada al civismo y la responsabilidad individual ha sido una constante en los últimos meses, pero en algunos casos ha fracasado: botellones, gente sin mascarilla por la calle, sin respetar la distancia social en bares… ¿podríamos decir que ha fallado la educación social que recibimos?
R. Sí, ha fallado. El problema es que no tenemos una educación cívica muy arraigada como, por ejemplo, la que hay en los países del norte de europa que tienen una formación ciudadana mucho más estable que la nuestra.
Nosotros no hemos cuidado la educación cívica por una razón, durante muchos años hemos insistido en que la moral cívica era una bobada, que la moral o era religiosa o no había moral. Cuando la religión pierde vigencia nos quedamos en una situación de anomia.
Tenemos que fomentar los hábitos ciudadanos. Se intentó hacer con la asignatura de Educación para la Ciudadanía, pero el debate sobre esta materia fue sumamente torpe, sectario y absurdo. Daba la sensación de que estábamos muy poco maduros para conservar una ética social.
Llevo mucho tiempo diagnosticando una enfermedad social al que he llamado ‘síndrome de inmunodeficiencia social’. La inmunodeficiencia fisiología hace que un organismo no produzca anticuerpos para defenderse de las infecciones, pues con la sociedad española sucede igual, tampoco produce anticuerpos sociales para defenderse de las enfermedades sociales como la corrupción de alta o baja intensidad. No algo delictivo como tal, sino de la gente que no cumple bien sus deberes, de una especie de dejadez y descuido; y sobre todo que soportamos a mucho sinvergüenza. Todas estas cosas producen una sociedad que tiene muy pocos sistemas de defensa.
P. Aunque en aquel momento el debate sobre Educación para la Ciudadanía fuese “torpe, sectario y absurdo”, ¿considera que ahora estamos suficientemente maduros como sociedad para formular nuevos planteamientos educativos sobre educación cívica?
R. Sin duda alguna. Pero no de una manera tan precipitada como se está haciendo con la nueva ley de educación, que no se ha hablado con nadie, por lo tanto va a tener una vigencia muy corta como el resto de leyes educativas.
Hemos vuelto otra vez a pensar que todo Gobierno tiene que hacer su ley de educación, y a la vista está que nunca ha servido para nada. Todos los gobiernos han caído en la ingenuidad de pensar de que si se cambia una ley, se cambiaba la educación y eso no es verdad. La educación se cambia cuando cambia lo que sucede dentro de las aulas y una ley muchas veces ni llega a las aulas. Hay que acercarse a las aulas, formar a los docentes, a los equipos directivos, estar en contacto con los padres y formar un ambiente de apoyo a la escuela, cosas que no se hacen por ley.
El efecto escuela en el éxito o fracaso no llega al 40%. El éxito viene de la procedencia económica y social de los alumnos. Tenemos que ayudar a las familias, porque las escuelas no lo pueden hacer todo. Y eso no se consigue con una ley, sino con un trabajo mejor organizado de movilización de los profesores y de la sociedad; pero sobre todo no perdernos en debates del siglo XIX y que son los que han estado impidiendo siempre que se pueda hacer un pacto educativo.
Otra vez estamos debatiendo si la educación debe ser concertada o no concertada, si la religión debería estar en la escuela, si tenemos que tener un currículo igual en toda la nación. Esto son cosas que las naciones avanzadas lo tienen ya superado y nosotros estamos todavía pataleando en el mismo pantano ideológico.
P. ¿Qué otros fallos tiene la ‘Ley Celaá’?
R. Principalmente el que ya hemos hablado, como no se ha acordado con nadie, no va a tener recorrido. Cuando cambie el Gobierno, cambiará la ley otra vez.
Durante mucho tiempo he trabajado por un pacto educativo, pero ahora no es el momento del pacto educativo. Ahora tenemos que ir mucho más allá, tenemos que hacer un pacto por una sociedad del aprendizaje en la que todos los agentes sociales se den cuenta que, o todos nos ponemos a aprender y no solo en la escuela, o toda España se va a quedar muy atrasada.
Se está poniendo de manifiesto que estamos sometidos a la ley universal del aprendizaje, que dice que toda persona, institución o empresa para sobrevivir necesita aprender, al menos, a la misma velocidad a la que cambia el entorno; y si quiere progresar debe ir a más velocidad. Esto tienen que hacerlo empresas, políticos y las administraciones públicas porque el mundo cambia con mucha rapidez, algo que estamos viviendo especialmente ahora con la pandemia.
Ahora, únicamente en el terreno escolar necesitamos organizar los currículos de otra manera, introducir las nuevas tecnologías en los procesos de aprendizaje, saber cómo se puede organizar lo que el alumno tiene que aprender y lo que puede encontrar en un ordenador.
Tenemos que hacer un aprendizaje rápido de lo que está funcionando en otros países. Todos los países están en estado de emergencia educativa y tenemos que ver quién lo ha hecho bien, quién lo está haciendo mejor y no quedarnos ahora en enseñanza concertada o pública. Debemos observar las buenas escuelas gestionadas por un sistema público o privado, pero que estén dentro de la enseñanza pública, que sigan las indicaciones de una buena política educativa donde seguimos teniendo mucho fracaso escolar.
P. Dicen que los meses de telecolegio y las clases anómalas que se están viviendo ahora mismo en las escuelas están provocando un nivel de asimilación de conocimientos menor. ¿Cómo atacamos esas faltas de conocimiento en el futuro?
R. La pandemia ha traído consigo efectos negativos en los conocimientos adquiridos por los chicos, pero se pueden recuperar con mucha facilidad. Lo que me preocupa realmente es que se han perdido los hábitos de estudio, de trabajo, de comunicación y de sociabilidad, que son prácticas difíciles de recuperar.
Desde junio venimos alertando a las autoridades de la necesidad de diseñar de manera distinta este curso 2020/2021 porque veníamos de tres meses de confinamientos. Lo primero que teníamos que hacer en este primer trimestre del curso era ver cuál era la situación de nuestros alumnos, porque había muchos que se nos han perdido y no sabemos donde están; por eso el primer trimestre debería haber sido de recuperación para que cada uno pudiera recuperar lo perdido. Esto no se hizo y los alumnos cuya familia no valorarse el aprendizaje, sin hábitos de trabajo en casa, ni los medios tecnológicos necesarios o un espacio en casa donde trabajar telemáticamente, y que además están en colegios que no han trabajado el colegio telemático bien, esos sí que van a tener realmente unos prejuicios muy serios.
En estos meses hemos tenido que mandar alimentos a algunas familias de nuestros alumnos
Por ejemplo, pertenezco a Trilema, una fundación que gestiona seis colegios. En estos meses no solo nos hemos tenido que encargar de la adaptación, en algunos casos también hemos tenido que mandar alimentos a las familias de nuestros alumnos. Asique imagínate hasta qué punto las dificultades económicas están influyendo en el resultado de nuestros alumnos.
En este momento, con la que está cayendo, que el Ministerio se dedique a hacer una ley de educación… es que están en la luna. Ahora tendrían que estar mañana, tarde y noche yendo a las escuelas, viendo lo que se está haciendo en las escuelas, ayudando a los profesores, a los padres, colaborando con el resto de administraciones públicas y haciendo que los servicios de bienestar social estén coordinados con las escuelas. Y en lugar de estar haciendo todo esto lo dejan y se van a lo fácil que es ‘vamos a hacer una ley de educación’, como comprenderás yo estoy muy cabreado con esto.
P. La enseñanza se ha adaptado a toda prisa con la escuela telemática, clases semipresenciales… ¿Cuál cree que es el futuro de la educación?
R. Acabo de publicar un libro que es el resultado de un programa de investigación que se llama ‘El proyecto centauro’. Los niños que están en las escuelas van a tener la experiencia de un cambio realmente brutal en ciertas cosas, sobre todo, por el desembarco de un sistema potentísimo de inteligencia artificial que nos van a obligar a cambiar una parte importante del desarrollo de la inteligencia de nuestros alumnos. Van a estar trabajando con una tecnología muy sofisticada, donde lo que se va a defender no es lo que se sabe, porque eso va a estar con un acceso muy fácil, sino lo que comprenden.
Toda la escuela tiene que estar muy centrada en formar a personas que sean capaces de comprender toda la información que tiene alrededor y de tomar decisiones; y ese es un modo distinto de educar la inteligencia. Lo que tenemos que prever es cómo se puede llevar a los currículos educativos.
El 60% de los puestos en los que van a trabajar los alumnos que ya están aquí no se han inventados, pues las herramientas que van a utilizar no se han inventado, ni los conceptos, ni cuáles van a ser sus problemas. La educación va a ir por delante y tendremos que enseñar a los alumnos una serie de cosas muy bien diseñadas para que tengan capacidad de aprender con rapidez, capacidad de aprender y que tengan fuerza de carácter para tomar decisiones en un mundo en que mucha gente va a querer tomar decisiones por ellas. Ese es un reto de educación que no se está tomando enserio.
En este momento la investigación más puntera sobre educación no la hacen las universidades, ni los sistemas educativos, lo están haciendo las grandes tecnológicas. Están investigando muchísimo porque quieren ser los grandes educadores del universo, pero no porque haya una conspiración, es que es un gran negocio.
Por ejemplo Microsoft está trabajando en los asistentes personalizados automáticos, vamos que los alumnos van a tener un profesor que va a ir aprendiendo con ellos. Cuando eso empiece a llegar a las escuelas no vamos a tener más remedio que comprarlo y da la sensación de que nadie se está tomando enserio el asunto.
La educación se debería elegir desde el mundo educativo, no el empresarial y eso lo estamos dejando a parte. Y no nos tomamos en serio el asunto, el problema que tenemos es que a nadie le interesa la educación. En las encuestas del CIS no aparece como prioritario para la ciudadanía la educación y a los políticos tampoco les interesa.
P. ¿Perjudicará al desarrollo social de los más pequeños esta forma de socializar con menos contacto físico o la relación con menos niños?
R. Eso puede depender de lo que dure esto. Si se prolonga es posible que sí, en ese caso, deberíamos pensar cómo enfrentar este problema que se puede presentar; y ahí tiene que entrar la cooperación entre las familias y la escuela.
Hace 10 años lancé la Universidad de Padres para llamar la atención de lo importante que es que la comunicación entre escuela y familia sea más intensa, sobre todo en determinadas edades. Las edades de los estudiantes de Infantil, Primaria y el primer curso de Secundaria son fundamentales para resolver los problemas de sociabilidad y los emocionales. En estas edades se están configurando los hábitos del miedo, la timidez, la agresividad, la tenacidad y la relación con los demás, que se van configurando para bien o para mal dentro de los primeros años de la escuela. Haber resuelto algunos problemas antes de pasar a Secundaria como la timidez, la agresividad o los miedos es muy importante.
En la pandemia, por esta situación de aislamiento, estos problemas se están agravando y debemos tenerlo previsto e intentar hacer planes en el campo educativo al respecto.
P. La generación ‘millennial’ lo ha tenido todo, han viajado cuando han querido, han salido de fiesta como han querido… Pero los niños de la generación actual viven bajo un ‘régimen’ en el que hay que respetar muchas normas, ¿será una generación más disciplinada?
R. No lo creo, porque son hábitos muy concretos que solo vivirán en una parte concreta de la vida. El auténtico problema de las generaciones jóvenes no viene por ahí, viene por la relación con las redes sociales, ese es el problema serio que tenemos por varias razones.
Primero, el interés por las redes sociales está dando demasiado interés al yo público de los chicos. Ahora lo importante es estar en las redes, tener muchos ‘likes’ y hay mucha influencia de la estructura de la personalidad, que a mi juicio no es buena. Las redes sociales están tomando demasiada preponderancia dentro del comportamiento individual.
Estamos creando una especie de servidumbre de la red que limita muchísimo la capacidad de toma de decisiones y de libertad de nuestros chicos
En segundo lugar, las formas de contacto, con mensajes muy cortos, están endureciendo y simplificando la comunicación. En mensajes muy cortos puedes decir muy poco, insultos, consignas o chistes, pero no puedes decir argumentos. Asimismo tener como contacto una pantalla, que te puedes salir como quieras, sin tener un punto de cortesía, hace que las relaciones estén muy brutalizadas.
En ‘El proyecto centauro’ una de las cosas importantes que hacemos es llamar la atención sobre las redes sociales. Estamos creando una especie de servidumbre de la red que limita muchísimo la capacidad de toma de decisiones y de libertad de nuestros chicos, ahí es donde está el problema. Tenemos que fortalecer la personalidad de nuestros alumnos para que no quede difuminada su influencia por las redes.
P. Los españoles estamos acostumbrados a las falsas promesas de los políticos, una de las últimas que hemos escuchado es que la vacuna del covid-19 llegaría en Navidad. ¿Pueden afectar especialmente las mentiras a la sociedad en esta época?
R. Un problema muy serio, que no es solo de España, es la absoluta falta de confianza de la ciudadanía en los políticos y eso es gravísimo. Yo creo que los políticos se deberían tomar en serio que tiene que recuperar la credibilidad, porque sino hay un desfase entre los políticos que van por un lado y los ciudadanos que van por otro.
La sociedad actualmente está completamente desconectada, en parte, afortunadamente. Por ejemplo, la agresividad que hay en el Parlamento es completamente política, los ciudadanos somos más tranquilos, pero si esa gresca continua en el Congreso acabará contagiandonos.
Hay que hacer una llamada de responsabilidad a los políticos para que no se comporten así. El Parlamento se hizo para que se puedan pelear los argumentos y no tengan que pelear las personas. Ahora da la impresión de que es continuamente una pelea personal con insultos, descalificaciones y falta de clase.
Que entre las tres primeras preocupaciones de los españoles estén los políticos es una cosa detestable, deberían hacérselo mirar
El hecho de que entre las tres primeras preocupaciones de los españoles estén los políticos es una cosa detestable, que demuestra que deberían hacérselo mirar. Los políticos están para solucionar problemas, no para convertirse en un problema. La clase política está defraudando a la ciudadanía y la ciudadanía no se fía de ella.
Fuente: https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/educacion/2020-11-16/entrevista-jose-antonio-marina_2833880/