Que los científicos de todo el mundo declaren una alerta roja para la humanidad es grave.
El informe del IPCC habla por sí mismo: se registraron los cinco años más calientes de la historia reciente, se triplicó el aumento del nivel de los mares y el hielo ártico y los glaciares siguen retrocediendo.
Pero nada de esto es nuevo. Los científicos adoptaron un tono urgente porque vienen haciendo esta misma advertencia hace décadas y todas las intervenciones que buscaron evitar el calentamiento global fracasaron.
En efecto, Exxon, una de las empresas petroleras más grandes del mundo, predijo el cambio climático en los años 1970 y luego se dedicó a negar públicamente su existencia durante décadas.
El sistema político y económico en el que vivimos no genera accidentalmente el cambio climático: está en su propia naturaleza, recompensa a los agentes contaminantes más nocivos y a los que obtienen superganancias mediante las prácticas extractivistas.
Este es nuestro legado histórico. En el Reino Unido, las fortunas de la época imperial surgieron sobre todo del petróleo extraído en el Golfo Pérsico. De hecho, en los años 1950, Gran Bretaña promovió un golpe de Estado con el único fin de preservar las ganancias de la Anglo Iranian Oil Company (AIOC). Luego, AIOC se convirtió en British Petroleum, empresa que sigue enviando cientos de millones de toneladas de carbono a la atmósfera en el Golfo de México y en el mar Caspio. Las instituciones financieras de Londres, especializadas en la administración de las ganancias petrolíferas, gestionan una buena parte del dinero que genera el combustible fósil en todo el mundo.
Se avecinan más desastres
Aun cuando argumentan que están empezando a tomar medidas, los gobiernos de todo el mundo siguen actuando en función de las redes del combustible fósil. Boris Johnson llegó a imitar el lenguaje de la Revolución Industrial Verde que desarrollamos en el Partido Laborista. Pero imita solo las palabras, no las acciones. En junio, el Comité contra el Cambio Climático del Reino Unido demostró que, de mantener el ritmo actual, el gobierno ni siquiera logrará alcanzar sus tristemente humildes objetivos.
En 2019, durante el Día del Trabajador, como líder de la oposición logré presentar un proyecto en el parlamento para que Gran Bretaña declarara la emergencia climática: fuimos el primer parlamento del mundo en hacerlo. Estaba y estoy convencido de que el Partido Laborista y nuestro movimiento en general deben tomarse muy en serio la crisis climática y medioambiental.
Si este sistema no encuentra ninguna oposición, pronto comprobaremos cómo aumenta rápidamente el ritmo de los incendios, las inundaciones y las sequías. Es lo que estamos viendo en Australia, Siberia, Columbia Británica, África del Este, California y una buena parte de Europa. Durante este siglo, las grandes tormentas aumentaron su frecuencia en un 40%. Las más intensas son 75% más fuertes que las de los años 1950 y los huracanes son cada vez más comunes.
Pero no son solo las consecuencias físicas de estos eventos las que deben preocuparnos: son también las políticas. En Grecia, la austeridad, la desregulación y la negligencia de los bomberos multiplicaron el impacto de los terribles incendios desatados en Eubea. En Texas, a comienzos de año, el Estado habilitó a las empresas energéticas a que aumentaran los precios de la electricidad de emergencia y las deudas de los ciudadanos son impagables.
Y tanto en EE. UU. como en la UE, los gobiernos están invirtiendo en tecnología de control y equipamiento militar para atacar a los refugiados que genera la crisis ambiental. Esos miles de millones de dólares que se gastan en intervenciones militares y drones en el Mediterráneo son el dinero que no se gasta en la transición verde y que ingresa al circuito de rentabilidad de la industria de la guerra, profundamente anclada en la economía fósil. El parlamento británico está debatiendo un terrible proyecto de ley sobre nacionalidad y fronteras, que pretende ilegalizar el salvamento de refugiados en el océano, es decir, que plantearía un desacuerdo de base con el derecho marítimo universal.
El increíble aumento de los presupuestos militares de los países más poderosos indica que estos se preparan para el conflicto, no para la cooperación. Esa es la forma en la que piensan lidiar con la emergencia climática. Estas soluciones falsas aumentarán nuestros padecimientos en general, aunque, como siempre, favorecerán a unos pocos y castigarán a la mayoría, entre los que se cuentan tanto los pobres a los que se les inundan sus casas en Inglaterra como los que mueren huyendo de África del Norte.
El cambio es posible
Pero no tiene que ser así y debemos actuar con esperanza, no con miedo. Los científicos nos dicen con precisión forense lo que sucederá con el nivel de los mares, la escasez de agua y la biodiversidad en caso de que la temperatura aumente 1,5, 3 o 5°C. Con todo, el motivo por el que no pueden predecir la magnitud del calentamiento es que es imposible predecir nuestras decisiones. Como nos recuerda el IPCC, estas últimas siguen corriendo por nuestra cuenta.
Y si avanzamos contra los poderosos y nos deshacemos de los incentivos que el sistema otorga a quienes queman el planeta, las cosas pueden ser distintas. Esto implica que los trabajadores de todo el mundo se movilicen a favor de la aprobación de un Green New Deal global en la COP 26 de este año. El proyecto debería ser capaz de eliminar el carbono de la atmósfera, de llevar dinero a los bolsillos de los trabajadores y enfrentar la injusticia y la desigualdad en el Sur Global. No existe ninguna ciudad del mundo que no se beneficiaría de un transporte público verde, de la reforestación de los bosques, del uso de energías renovables a nivel local y de los empleos que generarían las nuevas industrias verdes.
El cambio climático, la pobreza y la desigualdad, el enorme y riesgoso fracaso colectivo que representa la falta de vacunas contra el COVID-19 en los países más pobres, son todas consecuencias de un sistema que prioriza a los multimillonarios por sobre el resto de la humanidad. La crisis climática y medioambiental es una cuestión de clase. Es la gente más pobre de los barrios obreros, de las ciudades contaminadas y de las islas situadas a una altura cercana nivel del mar la que sufre las consecuencias más graves de la crisis.
Pero tenemos la capacidad de cambiar esta situación. En 2019, de la noche a la mañana, los estudiantes que se manifestaron contra el cambio climático cautivaron la imaginación y la atención de todo el mundo. Si ellos pueden, nosotros también. Nuestra respuesta a la alerta roja debe ser el compromiso en nuestros barrios, en las instituciones políticas, en las escuelas y en las universidades, en nuestros lugares de trabajo y en nuestros sindicatos, con el fin de exigir y lograr un planeta habitable y un sistema que ponga la vida humana y el bienestar en primer lugar.
16 jul, CI.- La pandemia de la Covid-19 ha provocado muchas reflexiones sobre las estrategias de salida a la crisis. Mientras que muchos abogan por un «retorno a la normalidad» y un regreso al crecimiento sin cuestionar los puntos ciegos del sistema económico dominante, ciertas perspectivas más radicales proponen salir del «capitalismo patriarcal».
La teórica y feminista marxista Silvia Federici compartió sus ideas sobre el actual momento en un seminario web correspondiente a un proyecto de investigación sobre sociedades de postcrecimiento, adscrito al Centro de Investigación sobre Innovaciones y Transformaciones Sociales de la Escuela de Innovación Social Elisabeth-Bruyere de la Universidad de Saint Paul, en Ottawa (Canadá). Colombia Informa publica una traducción al español editada de este seminario* que exploró formas de construir una sociedad más allá del crecimiento, del capitalismo, del colonialismo y del patriarcado.
La reproducción social, los bienes comunes, la relación con el cuerpo y el territorio fueron los diferentes temas abordados en este intercambio con una de las intelectuales críticas más relevantes de nuestro tiempo.
Silvia Federici es profesora emérita de la Universidad Hofstra en el Estado de Nueva York. Miembro fundador del Colectivo Internacional Feminista en la década de 1970. Fue una de las activistas detrás de la campaña Salario para el trabajo doméstico, que continúa alimentando las luchas contemporáneas contra la invisibilización del trabajo de las mujeres. Es autora de varios libros como Revolution at Point Zero, Tareas domésticas, reproducción y lucha feminista (2012), Calibán y la bruja (2014), Reencantar el mundo, Feminism and the Politics of the Commons (2018), Le capitalisme patriarcal (2019) y Beyond the Periphery of the Skin: Rethinking, Remaking, and Reclaiming the Body in Contemporary Capitalism (2020).
Escuela de Innovación Social: En sus últimos libros Reencantar el mundo y Más allá de la periferia de la piel ha hablado del tema del “postcapitalismo” bajo el lente de la visión de reproducción social. ¿Nos podría compartir qué significa postcapitalismo?
Silvia Federici: Creo que es importante poner en contexto la pregunta del tipo de transformación que necesitamos. Ojalá la crisis actual, esta pandemia, sea una oportunidad histórica, un momento fundamental de toma de conciencia. El sistema social actual, de manera sistemática, devalúa la vida humana y devalúa toda forma de vida en general. Nos lleva a un ciclo infinito de crisis. Esa crisis tiene una dimensión global que está afectando todas las esferas de la vida. Ojalá sea un punto de inflexión. Estamos en un punto que no permite el retorno a la normalidad en la cual estábamos. Es un momento crítico para todo las personas en este planeta. La Covid-19 ha puesto a la luz las crisis que ya estaban y eso es muy importante. Ha hecho que sea visible y que sea inevitable ver una cantidad de crisis que ya existían, incluyendo la crisis de la reproducción por ejemplo.
El hecho de que, sistemáticamente, en los últimos 30 años el sistema sanitario y de salud haya diferenciado poblaciones en distintos grados y en distintas maneras, ha tenido un impacto diferente en muchas partes del mundo. Pero en todas partes estamos ante unos sistemas totalmente desmantelados. Por ejemplo, en Estados Unidos las comunidades racializadas y negras han sido afectadas de manera desmedida por los impactos del desmantelamiento de la salud. El sistema sanitario a nivel global ha sido privatizado.
Paralelamente, hemos presenciado un ataque sistemático al sistema agrícola en los últimos 30 años con monocultivos y agroindustria que han ido en contra de la producción de la comida (la cual es esencial para la reproducción de la vida). La producción de la comida ha sido asimilada al mundo industrial con el uso de químicos y de semillas modificadas genéticamente. Todo eso tiene un impacto directo sobre nuestro sistema corporal, social, inmunitario. Incluso tiene un impacto sobre nuestra capacidad de reproducirnos como especie. Es importante porque tenemos que ver cómo esas crisis se conectan al trabajo.
Y esto nos permite entender la razón por la cual hay tanta gente desempleada que está siendo remplazada por máquinas. Mientras que otros tienen que trabajar más que nunca. Entonces, tenemos de un lado ese desempleo y del otro esa obligación de trabajar más y más. Esta tendencia afecta, especialmente, a las mujeres.
Las mujeres se quieren hoy emancipar a través del trabajo. Pero deben tener dos o tres trabajos para poder tener algún tipo de autonomía económica. Necesitan tener más de un empleo. Es una contradicción fundamental entre la reproducción de la familia y el trabajo. Por eso vemos a los niños y a las personas de la tercera edad en esta situación.
Pero, sin extenderme mucho en este punto porque pienso que muchos de los elementos de esta crisis ustedes los conocen muy bien, ustedes saben que a distintos grados hemos vivido estas consecuencias concretas. Entonces, ¿qué está pasando hoy?
Estamos tomando conciencia de que nuestras vidas están en peligro. Hay una necesidad de cambio estructural. Una necesidad de empezar un cambio social desde la reconstrucción del proceso de reproducción social, ya que la misma lógica del capitalismo está basada en devaluar la vida humana y subsumirla a la acumulación del capital.
Este sistema económico coloca la idea de crecimiento continuo como principio de la explotación de la vida humana. Para realizar un cambio se debe colocar la vida en el centro, lo cual es un lema importante para el movimiento feminista. Poner el “buen vivir” en el centro. Estamos hablando de una sociedad que permita a los individuos y a las colectividades prosperar y que no estén esclavizadas de manera perpetua, haciendo que la riqueza producida beneficie a todos y a todas.
Para eso todos los aspectos de las reproducciones se deben de transformar. Empezando, claramente, con esas actividades centrales al desarrollo de nuestras vidas: el trabajo doméstico, la crianza de los niños, el cuidado a las personas que no son autosuficientes. Pero no es suficiente, debemos de repensar la agricultura y alejarnos del modelo de agricultura actual, que es una producción de la muerte. Si lo pensamos, reproduce carencias y muerte porque se basa en el comercio y en el mercado. Solo beneficia a las personas que tienen los medios para adquirir esta comida y, al mismo tiempo, la producción de esta comida está contaminando el agua y acabando las semillas. Estos químicos están en la tierra, están en el aire y están en nuestros cuerpos.
Cuando compramos comida, no sabemos si nos estamos nutriendo o si nos estamos envenenando. Esta es la situación actual. Comprar comida hoy es un acto de ansiedad. Tenemos que proyectarnos a una transformación fundamental y cultural. Cultural en el sentido de que tenemos que tomar el camino hacia una sociedad que llegue a acabar con esta desconfianza entre nosotros. Una desconfianza que nos ha sido inculcada por todos los medios posibles. Tenemos una relación negativa con el otro. Esta relación es el centro de nuestras riquezas y de la sociedad, al igual que nuestra relación con los animales y con la naturaleza. Esto debe cambiar y tenemos que poner fin al tratamiento barbárico contra los animales.
En el Oeste de Estados Unidos, por ejemplo, son centenares de miles de animales maltratados que morirán porque no hay en este momento suficiente personal para procesar y venderlos en el mercado. A estos animales los van a matar. Es una barbaridad, como toda la industria de la alimentación. Esta industria se construye sobre el sufrimiento. En las fábricas hay hasta 5.000 puercos o pollos que se encuentran encerrados y son alimentados con medicamentos y patógenos. Es un problema bastante grave.
Existe una conexión básica de lo que pasa a nivel ecológico (como la contaminación de los mares) con la destrucción de la agricultura. Cabe resaltar que esa transformación de la agricultura tiene que ver con el desplazamiento forzado de millones de campesinos y campesinas. Olas gigantes de migración. Esta gente no abandona sus tierras o países sin ningún motivo. La gente abandona su país porque le toca, porque sus tierras han sido privatizadas y ese es el motivo fundamental de las olas de migración mundial. Son cambios gigantes y estructurales los que necesitamos plantear.
Uno de los momentos del seminario.
Debemos empezar a pensar en nuestro compromiso en dos niveles. Un nivel es inmediato. Hay necesidades inmediatas que se deben resolver con la ayuda mutua. Necesitamos proteger a la gente que está en peligro inmediato y que se encuentra marginalizada por esta crisis. En el otro nivel, debemos pensar a largo plazo porque una sociedad postcrecimiento, postcapitalista es una sociedad en la cual tenemos que empezar a construir el proceso de producción y reproducción en un sentido amplio. Desde la casa hasta la finca. Incluso hasta la relación con la naturaleza y los animales. Eso supone un esfuerzo colectivo muy fuerte.
Mi trabajo en los últimos años se ha enfocado de manera persistente en el tema de las políticas de los comunes. Entendiendo a los comunes como un principio cultural que se refiere a una sociedad en la cual colectivamente tenemos acceso a los medios de nuestra reproducción. En donde colectivamente tomamos decisiones sobre los medios de reproducción y podemos definir sobre los temas más importantes de nuestras vidas. No siendo unos recipientes pasivos que se encuentran alienados sobre decisiones que se toman arriba. Hemos visto y de hecho tenemos una historia de más de 500 años de actividad del capitalismo que nos dice que tenemos que comprometernos, no solamente como individuos sino como un colectivo que tiene como propósito la reconstrucción del proceso de reproducción social.
Debemos cambiar la relación con los recursos y con las riquezas que estamos produciendo hacia nuestro buen vivir. Poner en el centro de esta colectividad la reproducción. Tenemos que reconstruir la reproducción de una manera más cooperativa sin que nos aisle a cada uno en casa.
Sería bueno decir algo sobre el tema de crecimiento que está muy conectado al tema del consumismo. Existen muchas críticas a los individuos por ser consumistas. Incluso gente pobre que no tiene muchos recursos y que van a gastar lo poco que tienen en comprar cosas. Eso es consecuencia del empobrecimiento que hemos sufrido. El consumismo es la respuesta a ese empobrecimiento social. Las relaciones sociales son tan insatisfactorias que nos hacen sentir como perdedores todos los días. Así es que estas necesidades incumplidas se reflejan en el consumismo. Para sentir algún tipo de poder, se nos ofrece tener la capacidad de comprar cosas.
Si pensamos en una sociedad donde nuestras relaciones sociales con el conjunto de la sociedad fueran completas y nos llenaran, no tendríamos que comprar cinco pares de pantalones para poder rellenar esa falta que sentimos en nuestra relación con el mundo. La mercancía, la “commodity”, se vuelve la manera de rellenar esa falta que sentimos. Eso tiene que ver con el crecimiento, por eso es tan importante mencionarlo.
Se deben amplificar los procesos de reconstrucción de la sociedad junto con nuestra capacidad de cooperación. Obviamente, ya hay muchas personas trabajando y no es que estemos iniciando desde el punto cero. Hay movimientos muy importantes que están trabajando en este momento. Lo que debemos de hacer es conectar nuestras luchas y trabajar juntas. Eso es fundamental, porque esta unión de luchas nos puede dar la capacidad de encontrar nuevas posibilidades para hacer surgir las cosas que queremos.
No se puede afirmar que exista un solo modelo. Es importante citar a los zapatistas: “un no y muchos sí”. Tenemos que tener mucha claridad colectiva en qué es lo que no queremos ver en la sociedad que queremos construir. Una sociedad que no queremos que destruya el planeta y que no sea injusta. Tenemos que reconocer la existencia de muchas trayectorias históricas y muchas luchas.
El Buen Vivir, por ejemplo como lo dicen en América Latina, se puede actualizar de muchas maneras distintas en cada territorio. Ese es el trabajo más creativo. Ver cómo estas luchas y cómo esta reconstrucción colectiva es un trabajo creativo que incluye esa diversidad.
Si no queremos condenar a los niños a un futuro terrible, tenemos que poner atención en lo que está pasando ahora con esta pandemia. Es un signo de alarma que debemos escuchar y tenemos que transformar esta situación con una premisa importante: los que van a determinar la salida de esta pandemia no pueden ser los que nos llevaron a la destrucción de este planeta. No podemos encargarlos a ellos de encontrar las soluciones. Nosotras debemos ser participantes de estas soluciones a la salida de la crisis.
E.I.S.: ¿Cómo podemos aprovechar este contexto para dar pasos hacia una sociedad postcrecimiento sin que la salida de esta pandemia esté totalmente apropiada por la misma élite económica y política que nos llevó ahí?
S.F.: Como venía diciendo, esta pandemia visibiliza una crisis que ya habíamos anunciado. Su existencia es de conocimiento de todos. Por eso hemos visto que las áreas de la sociedad más afectada son las personas que cuidan a las personas de la tercera edad. Hace muchos años que mi trabajo se enfoca hacia el cuidado de este tipo de población. En muchas partes del mundo el tema del cuidado de las personas mayores es terrible. La gente ya se estaba muriendo. La crisis en esta área de la sociedad ya existía. El sistema capitalista se encarga de devaluar sistemáticamente la vida y lo aplica más a unas personas que a otras.
Los mayores de las clases trabajadoras ya no son productivos. Con el neoliberalismo se recortaron los presupuestos y los recursos, sobre todo a las familias trabajadoras. Son los adultos mayores las víctimas centrales de estas políticas. No es un accidente que haya un desastre con los mayores en medio esta crisis de la Covid-19.
Siempre han existido muchos errores en términos de accesos a la salud, a medicamentos. También muchos abusos de parte del personal que atiende a las personas mayores. Estos incurren en abusos. Los hospitales no estaban preparados porque se había tomado la decisión política de no tener los recursos en los hospitales. Por tal motivo faltaron las cosas más necesarias.
Es muy importante que la gente entienda ese elemento. La falta de preparación de la sociedad ante un desastre como esta pandemia tiene que ver con lo que estaba pasando antes. Esto es el resultado de decisiones que se tomaron y nos llevaron a esta situación. Decisiones como afirmar que el derecho a la salud no era tan importante. Entenderlo es lo que nos puede llevar a resolver esta pregunta.
El objetivo principal es dar un salto cualitativo a otro nivel. Si uno ve lo que ha pasado en África, en el Sur asiático, en América Latina en los últimos 30 años, podrá constatar que han existido muchas olas de epidemias. Una tras otra, como resultado de la pobreza económica, el sistema y los ajustes estructurales.
En todo el mundo colonial ha habido una reducción de la calidad de vida. La gente ha sido víctima de muchas epidemias como la meningitis, el cólera, el zika, el ébola. Pero ahora la pandemia es global. Si no entendemos esto, no vamos a estar dispuestos a crear el tipo de movimiento que necesitamos para transformar la vida cotidiana y comprometernos con ese cambio de una manera muy profunda.
¿De qué manera debemos actuar cuando este sistema se ha construido durante siglos y es un sistema que no se va a transformar de la noche a la mañana? En el activismo del presente podemos dar respuesta a las necesidades inmediatas pero es necesario incluir una perspectiva a largo plazo. Debemos incluir una perspectiva de reapropiación de las riquezas sociales, de reclamar y reapropiarse de la tierra, de retomar el control sobre la cadena de producción alimenticia. Y volver a conectar estas luchas. La lucha estudiantil se debe conectar a la lucha del sector salud y juntas se deben conectar con las luchas campesinas.
La destrucción del ecosistema es central. Hoy la lucha social no puede ignorar la destrucción del ecosistema. Cualquier lucha debe tener una dimensión ecológica, ya que es fundamental a la reproducción. Ese sería el primer punto.
El segundo punto es que desde el inicio debemos de empezar a cambiar la manera en la cual vivimos en este mundo. Personalmente, me ha impresionado y lo he escrito en Reencantar Al Mundo (mi último libro) y en otros de mis trabajos, todo lo que he aprendido de las mujeres de América Latina. Específicamente las mujeres que viven en zonas periféricas de las ciudades latinoamericanas como las favelas y todos estos territorios que quedan en los límites de las grandes ciudades. Estas personas han estado ahí desde hace mucho tiempo, enfrentándose a lo que hoy nos estamos enfrentando. Es gente que se desplazó porque les robaron la tierra y hace mucho tiempo se dieron cuenta de que el sistema no tenía nada para ofrecerles.
Claramente, su accionar podría ser entrar en desesperación. Pero no es así. Se organizan colectivamente y en unidad miran cómo seguir negándose a perder. Crean huertas comunitarias, cocinas comunitarias y medios para acceder a la comida. En ese proceso hay un nuevo tejido social que se construye. Esas nuevas relaciones afectivas y de solidaridad son una revolución. Porque ese nuevo poder de este nuevo tejido social le da habilidad a la gente de relacionarse de una nueva manera con el Estado. No como la última línea de la pirámide, sino desde una posición que obliga al Estado a soltar algún tipo de control. Hablemos de comida, de educación, de salud, de agricultura. Sobre todo esto tenemos algo que decir. Sobre lo que pasa en los hospitales tenemos algo que decir. Sobre qué tipo de sistema de salud queremos. Esos son los pasos que debemos dar. No son utopías. No son cosas extraordinarias. Son cosas que podemos hacer y que nos permitirán tener un tipo de control sobre nuestra forma de vivir cotidiana.
*Esta conferencia continúa en una segunda entrega.
Fuente e imagen tomadas de: https://rebelion.org/silvia-federici-para-realizar-un-cambio-se-debe-colocar-la-vida-en-el-centro/
Referente del activismo en Catalunya, el economista Arcadi Oliveres (1945) acumula décadas de análisis crítico del sistema capitalista y de plantear alternativas para avanzar hacia una sociedad más justa. Presidente durante años de la entidad Justícia i Pau y actualmente presidente de la Fundació Universitat Internacional de la Pau, recibe a El Quinze en su casa, en Sant Cugat del Vallès. En la conversación, aborda la necesidad de cambios urgentes y recalca la importancia de la responsabilidad de la gente para alcanzarlos.
¿Cómo ha vivido la pandemia?
Hay dos cosas, la vivencia personal y la colectiva. Me intervinieron del corazón y el día que salía del hospital comenzaba el confinamiento. Por lo tanto, he tenido una situación algo especial, porque igualmente habría tenido un confinamiento, me tocaba hacer reposo. Colectivamente, ha sido un problema de ingresos para mucha gente. También ha habido problemas importantes en el mundo sanitario, no por los profesionales, sino para los propios enfermos. Nunca hubiéramos imaginado que tuvieras que morir sin compañía, que no se pudiera acompañar en el duelo… Son situaciones que han afectado a mucha gente. Y no hablo de la situación en las residencias, en el que personas se han encontrado aisladas y abandonadas. Socialmente ha sido grave. También ha sido grave para aquellos que se encuentran en una situación económica precaria.
Políticamente, cuando se decretó el estado de alarma inmediatamente toda la autoridad se colocó en manos del Ministerio de Sanidad. Aparte del ridículo de poner en las ruedas de prensa a un guardia civil, a un policía y a un militar, que era de vergüenza absoluta. Toda gestión quedaba en manos de un ministerio que no tenía ningún contenido. Las autonomías quizás tenían el conocimiento, pero no tenían la autoridad. Y eso fue un problema grave, propio de un estado que siempre ha sido absolutamente centralista y nunca ha pensado en hacer las cosas de otro modo. Es muy difícil especular si las cosas habrían salido peor o mejor, pero creo que fue un mal punto de partida.
¿La crisis desencadenada ha puesto de manifiesto las múltiples fallas del actual sistema económico? Han chirriado muchos de los mantras que nos han repetido las últimas décadas, como el adelgazamiento del sector público, la deslocalización de la producción, la necesidad de pagar la deuda,…
«El capitalismo es un sistema insostenible que se tiene que destruir inmediatamente»
Todo esto se ha puesto de manifiesto para confirmar lo que venimos diciendo desde hace tiempo: que el capitalismo es un sistema insostenible que se tiene que destruir inmediatamente. Durante bastantes años hacíamos los foros sociales mundiales y decíamos que era un sistema irrecuperable. Se puso de moda la idea de que otro mundo es posible, que básicamente significaba cambiamos de sistema. El capitalismo tiene que terminar. ¿Cómo? Ya lo veremos. No podemos permitir el sufrimiento de tanta gente que no tiene ingresos para sobrevivir.
Ahora leía un libro fantástico sobre las expediciones que hacen las personas que llegan de Gambia y Senegal, como deben contratar la patera, como vienen, como pierden la vida… Esto es un crimen. Europa es una asociación criminal de países y no se puede mantener la prohibición de que la gente circule libremente. Esto, con pandemia o sin, es un ejemplo más. Los que están sin vivienda, el tema ambiental, las desigualdades enormes que hay entre los más ricos y los más pobres… Todo esto la pandemia puede haberlo agravado o quizás ha abierto puertas hacia posibles mejoras, lo ignoro, en todo caso es evidente que el sistema capitalista no se puede aguantar. Es un sistema criminal y asesino que debemos destruir y basta.
¿Cómo? Obviamente esto generaría resistencias.
«Con el capitalismo lo que hemos tenido es un capital que manda, con el comunismo que existió durante años era un estado el que mandaba, y los que nunca han mandado son los trabajadores»
Sí, evidentemente, generaría resistencias. Creo que se trata más de construir que de deconstruir. El sistema que estamos criticando la derribaremos el día que hayamos construido un edificio suficientemente sólido que lo haga caer. ¿Y hacia dónde debe ir este edificio? Hace muchos años que lo tengo claro. Tuve la oportunidad de visitar en Guipúzcoa una empresa cooperativa que se llama Mondragón. Y me pareció, con todas las fallas que tiene, que seguramente son muchas, que un sistema económico debe ir en esta dirección. Con el capitalismo lo que hemos tenido es un capital que manda, con el comunismo que existió durante años era un estado el que mandaba, y los que nunca han mandado son los trabajadores. Que son los que tienen derecho a administrar la riqueza, la producción y la distribución. Este sistema que no nos gusta lo tenemos que ir destruyendo a medida que crezca su alternativa. Estoy cada año muy contento cuando la última semana de octubre en el barrio de Sant Andreu [de Barcelona], en la Fabra i Coats, se celebra la Feria de Economía Social y Solidaria. Entiendo que esto es construir un nuevo sistema. El día que este sistema sea suficientemente grandeiremos derribando el capitalismo. Esta es mi esperanza, aunque no lo veré por razones de edad.
La emergencia social ha permitido cambiar el eje de los debates y que se haya podido implantar sin oposición el ingreso mínimo vital. Tampoco se habla de recortes. ¿Es un aprendizaje de la anterior crisis o es porque la ciudadanía ya no está dispuesta a aceptar determinadas medidas?
La gente no las aceptaría, pero hay que tener un poco los números claros sobre la mesa. Me he mirado por encima las cifras de las que se habla con los teóricamente 800.000 beneficiarios del ingreso mínimo vital y todo lo que puede suponer apenas llega a una tercera parte del gasto militar española. Qué para salvar vidas humanas, que están en la absoluta precariedad, dediquemos una tercera parte del gasto más inútil, absolutamente absurdo y estúpido que existe, pues aún hemos avanzado poco. Completamente de acuerdo que se haya querido introducir el ingreso mínimo, pero no es una panacea.
¿Para afrontar la situación social se necesitan medidas más osadas?
Sí, y cambios en fiscalidad. Las empresas del Ibex 35 como mínimo estafan cada año el 60% de los impuestos que deben pagar. Lo tengo calculado. De acuerdo con la ley de sociedades anónimas, deberían pagar el 30% de sus beneficios y de media pagan el 12%. Empresas, atención, de las que nosotros somos partícipes. Cada vez que ponemos los pies en Ikea o Zara estamos participando en esto y la gente lo tiene que tener muy claro. Si queremos cambiar el sistema, la gente debe asumir su propia responsabilidad.
A nivel fiscal, hace una década ya se reclamaba la eliminación de los paraísos fiscales, pero la realidad es que el volumen de dinero que tienen no deja de crecer. ¿Ahora cambiará?
Es una cuestión de voluntad política, pero aquellos con capacidad política para cambiar estas cosas son gente que en su mayoría se beneficia de los paraísos fiscales. El dinero que están escondidos en los distintos paraísos fiscales equivale más o menos a 16 veces el producto interior bruto español. Por lo tanto, imagina la de cosas que se podrían hacer [si se tuviera].
También se plantea la creación de una tasa covid a las grandes fortunas y por enésima vez se vuelve a hablar de la famosa tasa Tobin a las transacciones financieras.
Una tasa como la Tobin, que hace al menos 30 años de la que se habla y no se ha querido aplicar, sería facilísima de hacer y los recursos que se obtendrían serían importantísimos. Frenaríamos algo más grave, que es la especulación financiera. Pero no hay voluntad de aplicarla. Sobre la tasa covid, no lo he estudiado bastante.
¿Con el incremento de pobreza existe el riesgo de que también crezca el racismo, atizado por determinados discursos políticos?
Si no se produce la educación necesaria, es evidente que estas actitudes se pueden dar. Son muy simplistas, elementales y poco razonadas, pero es fácil agarrarse a ellas. Aquí también tenemos que empezar a reflexionar sobre cuál es el mundo que nos presentan los medios de comunicación. Mucho de este racismo sale de los medios, de la forma en que expresan las cosas. Hace dos años y medio, en plena euforia del debate independentista, el canal más visto por los catalanes era TV3 y el segundo era Tele 5. ¿Como queremos hacer un país independiente con una cadena que enseña imbecilidades? La gente se forma escuchando esto, aunque TV3 también dice bastantes tonterías. Y esto se agrava con las redes sociales, donde buena parte de lo que hay son mentiras, fake news. Si la gente recibe esta televisión y estas noticias, ya puedes hacer esfuerzos con planes educativos en las escuelas o las ONG, que acabarás con la opinión pública distorsionada y una parte de la gente acabará con la extrema derecha más radical e inculta que hay.
Escuchamos muchas demandas de sectores concretos para «reactivar la economía». ¿Puede suceder que volvemos a un modelo centrado en el crecimiento constante y que se relajen cuestiones básicas como la lucha contra la emergencia climática?
«Claro que hay que salvar empresas y necesitan ayudas públicas, pero miramos como se hace y donde van. No se puede dar dinero a gente que ha hecho estafas permanentes»
Primero, decir que se quiere retomar la actividad casi siempre en base a lo mismo, que son ayudas públicas. No digo que la actual crisis no merezca ayudas en determinados sectores, sobre todo en la pequeña y mediana empresa y los autónomos. Ahora bien, ayudas públicas sólo a la gran empresa, que es la que más les pide y la que más llora, creo que se debería mirar mucho. Tenemos el ejemplo de Nissan. ¿Cuánto dinero público ha recibido Nissan los últimos 40 años? Por supuesto muchos más del que ha perdido. Debemos hablar con cifras sobre la mesa y así veremos donde deben ir las ayudas. Claro que hay que salvar empresas y necesitan ayudas públicas, pero miramos como se hace y donde van. No se puede dar dinero a gente que ha hecho estafas permanentes. Hay una serie de personajes impresentables que dirigen el mundo empresarial. Los equipos directivos de las empresas del Ibex tienen de media un sueldo que equivale a 260 veces el de sus propios empleados. Esto es una obscenidad, es pornográfico, algo que no debería producirse. No deberían recibir nada estas empresas. ¿Quién debe pagar la crisis? El señor Bill Gates, entre otros. Estos serán los más ricos, pero sobre todo son unos ladrones.
No a todos les ha ido mal durante el confinamiento. Determinadas empresas, como Mercadona o Amazon han incrementado ventas. Que se refuercen aún complica más determinados cambios.
Hace años que digo que en Mercadona no hay que poner los pies. Es una de las empresas que alimenta financieramente al PP, es impresentable. Nunca he hecho una compra en Amazon, me niego a participar en sus actividades, pero dicen que el señor Jeff Bezos es el más rico del mundo, por lo tanto, debe ser el estafador más grande del mundo. No se puede partícipe ni con el señor Bezos, ni con el Ikea de aquí al lado, porque tiene su sede fiscal en Liechtenstein y no hay que ir, aunque sea cómodo. El gran cambio será el cooperativismo, pero también cambiar la actitud del consumidor.
El consumo responsable es importante, pero seguramente es insuficiente. También sería necesario un cambio en la administración. Acabamos de ver, por ejemplo, como la Generalitat ha contratado a Ferrovial, que no sería una empresa ejemplar.
Yo hago un voto de confianza al ejemplo que nos ha dado el Ayuntamiento de Barcelona que ha intentado fomentar el consumo responsable, que algunas nóminas sean pagadas por bancas éticas, etc. No son perfectos, pero es un pequeño ejemplo de lo que puede hacer la administración pública en vez de contratar a Ferrovial. También es cierto que ha fallado en ciertas cosas, como por ejemplo seguir teniendo el Mobile. Barcelona no lo puede seguir teniendo, porque es una feria perversa, lo peor que hay.
¿Las redes de proximidad y el cambio de modelo de producción son imprescindibles después de ver lo que generan determinadas dependencias?
Esta es una lección de la que se empieza a hablar ahora con motivo de la pandemia. La universalización del consumo y la producción, incluso de las líneas aéreas, de cómo viajaba la gente, evidentemente se debe cambiar y volver a las producciones locales y la proximidad. No he sido un experto en temas ecologistas, pero creo que el movimiento recibirá un impulso con el que ha pasado.
A raíz del anuncio del cierre de la Nissan, volvemos a escuchar las llamadas a reindustrializar Catalunya. ¿Qué opina?
Es cierto que la industria es importante para un país. Pero primero se debería hacer una estimación de qué es un país industrializado y qué no lo es. Y también depende de qué industrias queramos potenciar. No es lo mismo potenciar industrias que cubren necesidades básicas que de otro tipo. Quedé parado el otro día al saber que una empresa de Sant Cugat se dedica a hacer submarinos privados turísticos, que llevan siete u ocho personas, y son transparentes, para que puedas ver lo que hay fuera. ¿Es necesario que Catalunya tenga una industria de submarinos turísticos? Creo que no.
¿Es posible que, como en la anterior crisis, las cuestiones internacionales pierdan peso y la cooperación vuelva a quedar desmantelada?
En esto también pondría números sobre la mesa. Los flujos que desde el mundo rico enviamos al mundo pobre quedan totalmente contrarrestados con el pago de la deuda externa. La relación entre lo que nos envían ellos a nosotros y lo que enviamos nosotros es de siete a uno. Por lo tanto, a menudo las ONG han dicho que ya está bien aumentar la cooperación, pero lo primero que hay que hacer es anular totalmente la deuda externa, porque si no nos seguirán enviando mucho dinero.
¿Teme que aumente el control social y las restricciones al derecho a la protesta?
La libertad de expresión siempre les ha hecho un poco de miedo y los que venimos de la dictadura ya conocíamos la limitación del derecho a la protesta, porque la sufrimos. Y desde que aprobaron la Ley mordaza la están restringiendo nuevamente. Además, todos estos temas de control fotográficos, de grabar expresiones, que a alguien le coloquen un chip, el hecho de que a raíz de la pandemia implicará que todos ustedes deben estar vacunados, todo ello limitará las libertades, no hay duda. Pero aún estamos en un primer momento de esta restricción de libertades.
Finalmente, el conflicto político catalán no está ni mucho menos resuelto, pero sí parece evidente que se ha terminado una fase y está estancado, con un desgaste evidente. ¿Son necesarias nuevas salidas?
Como estos meses no hemos avanzado mucho, me permito repetir lo que ya decía antes de la pandemia, que se resume en tres cosas. Primera, soy independentista, pero la independencia no se puede conseguir en pocos meses y sin una participación masiva de la gente. Es necesario que una mayoría se incline por ella y, de momento, no se ha demostrado en ninguna votación. Segundo, si queremos la independencia debemos explicar qué país queremos y no lo hemos explicado nada. Me gustaría que saliera un movimiento independentista que dijera queremos un país libre, pero primero, no queremos ninguna monarquía; segundo, no queremos ningún ejército; tercero, no queremos ninguna banca privada; cuarto, queremos un sistema cooperativo; quinto, queremos un país ecológico; sexto, queremos un país con las puertas abiertas a la inmigración,… Definirlo claramente. Y una última cosa, que nunca he conseguido que la gente diga que sí, es que nos tenemos que ir a explicar por el mundo. La independencia debemos explicarla en Sevilla, Oviedo, Madrid, Frankfurt, donde sea. Si queremos que la gente esté de acuerdo, debemos explicarnos.
Presidente de la República Bolivariana de Venezuela
Su despacho.-
Una nueva amenaza se cierne sobre el mundo entero, dejando a lo largo y ancho del globo terráqueo miles de víctimas, gran cantidad de contagiados y otra porción de personas que han logrado sobreponerse de las afecciones del denominado COVID19, declarado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como una pandemia por la rapidez del contagio y las víctimas fatales que va dejando a diario en todo el mundo.
En Venezuela, el gobierno revolucionario tomó medidas drásticas al detectarse el primer caso de COVID19 y hasta la fecha se ha logrado aplanar la curva de contagios en el país. Esta pandemia tomó por sorpresa a un mundo ya convulsionado y en plena crisis del sistema económico imperante, y se agrava cuando instituciones de carácter global pronostican una severa contracción de la economía para este 2020 y 2021 y otras organizaciones no dudan en declarar el inició de una gran recesión económica mundial.
Nuestro país como productor de petróleo es impactado fuertemente por las turbulencias del sistema económico mundial aunado al feroz bloqueo producto del conjunto de sanciones económicas impuestas de manera unilateral por el gobierno de los Estados Unidos, las cuales imposibilitan importar desde otras naciones los insumos para la producción de todos los sectores, comprar alimentos, medicinas y equipos médicos que son elementos prioritarios y necesarios para la subsistencia de la especie humana.
Estas sanciones viles e inhumanas las rechazamos firmemente y exigimos el levantamiento de las mismas. Exigimos la liberación de los más de 5000 millones de dólares congelados a la República Bolivariana de Venezuela en Bancos de otras latitudes. Así mismo, deploramos el robo de los 342 millones de dólares que el BCV tenía en depósitos en el CityBank y fueron transferidos a la reserva federal de los Estados Unidos, acción ilegal, premeditada y alevosa de la administración Trump y la derecha venezolana contra el pueblo venezolano.
Reconocemos y es innegable que el gobierno nacional ha realizado múltiples esfuerzos para que el venezolano resista, considerando las grandes vicisitudes que generan el bloqueo económico y financiero, la baja del precio del petróleo, y esta sobrevenida situación de salud para la cual nadie estaba preparado. Los trabajadores venezolanos y el pueblo en general hemos acatado y apoyado disciplinadamente las medidas sanitarias, pero nos invade un alto nivel de preocupación, dada la cuarentena y aislamiento social que exige a los grupos familiares tener altos ingresos para poder adquirir alimentos y medicinas, y cubrir otras necesidades básicas de salud e higiene del hogar. Es allí, donde este contingente de trabajadores que venimos asumiendo la tarea de la defensa de los trabajadores del sector universitario hacemos un nuevo llamado al Presidente Nicolás Maduro para que en medio de las dificultades que afronta el país, decrete un ajuste salarial suficiente, que junto a otras bonificaciones permitan al trabajador y su grupo familiar sobrellevar la cuarentena, dado que los elementos de plan desestabilizador y golpista (especulación, desabastecimiento, incremento desmedido del dólar) han acabado con el poder adquisitivo del trabajador de manera exponencial, situación que demuestra inequívocamente la ineficiencia del gabinete económico en el diseño de políticas de protección al salario y de la pensión. Conscientes estamos que vendrán otros escenarios, dónde gobierno y trabajadores necesariamente nos sentaremos a discutir y acordar sobre las relaciones laborales, los temas salariales, de salud, entre otros.
Los docentes universitarios estamos en constante batalla, produciendo y atendiendo nuestras actividades, que insertas dentro de la cuarentena y aislamiento social nos lleva a dar un gran debate que va más allá de nuestras fronteras, pues los procesos educativos y las modalidades que se están implementando (a distancia, virtuales, televisadas, vía electrónica) exigen una preparación a nivel metodológico, cultural, así como dotación de equipos tecnológicos y recursos económicos de las partes involucradas.
Señor Presidente Nicolás Maduro los trabajadores universitarios seguimos atentos a su llamado, para incorporarnos al proceso de rediseño del papel de las universidades en la Venezuela post pandemia.
POR LA COORDINACIÓN GENERAL DEL ÁREA DOCENTE DE LA FTUV
Telémaco Figueroa
Coordinador General Docente
Julia Marcano
Coordinadora de Integración y Participación de los Trabajadores Jubilados y Pensionados
Fanny Bazán
Coordinadora del Proceso Socio Productivo
Luis Ibarra
Coordinación de Pesquisas, Estadísticas e Investigación
José Miguel García
Coordinador de Administración y Finanzas
Doris Cova
Coordinadora de Igualdad de Género
Ronar Córdova
Coordinador para el Deportes, cultura, Recreación y Turismo del Trabajador
María Bejarano
Coordinadora de Reclamos y Reivindicaciones Laborales de los Trabajadores
Yanelys Fariñas
Coordinación de Defensa Integral de la Patria
Oscar Ibarra
Coordinación del Salario Social
Roberto Corona
Coordinador de Organización
Hayah García
Coordinador de Comunicación e Información, Actas y Correspondencia
Está demostradoque los desastres naturales, inevitables en sí mismos, se convierten en catástrofes sociales debido a las grandes desigualdades sociales y al desmantelamiento de la capacidad de respuesta del Estado, ambos fenómenos resultado directo de la lógica con que opera el sistema económico vigente. Así, fenómenos como sismos, huracanes, inundaciones o sequías, tienen efectos particularmente devastadores sobre los sectores de la población que ya se encontraban en una situación de vulnerabilidad, y no es distinto lo que ocurre durante la crisis sanitaria causada por la enfermedad Covid-19.
En este sentido, la pandemia en curso se ha vuelto catastrófica para uno de los grupos de mayor vulnerabilidad: el de los migrantes indocumentados que se encuentran en Estados Unidos. Como es sabido, los entre 10 y 12 millones de personas que viven en territorio estadunidense –sin los papeles necesarios para acreditar su residencia legal– han experimentado unas condiciones tan difíciles como paradójicas, pues, al mismo tiempo que pagan impuestos y contribuyen al desarrollo de sus comunidades, sufren abusos laborales sistemáticos, se ven impedidas de usar servicios de salud, obligadas a llevar existencias semiclandestinas por temor a la deportación, y se encuentran expuestas a padecer todo tipo de arbitrariedades por parte de agencias gubernamentales. Todos estos males que se han exacerbado de manera tan deliberada como inhumana desde que Donald Trump llegó a la Casa Blanca hace poco más de tres años.
En este contexto tan adverso, los migrantes sufren los estragos de la pandemia en, al menos, cuatro maneras específicas. En primer lugar, como ya se dijo, porque su estatus les impide acceder a los servicios médicos por la doble vía de la falta de cobertura y del miedo a ser detectados y arrestados al solicitar asistencia. Segundo, porque los alrededor de 40 mil migrantes que se encuentran en los centros de detención del Servicio de Inmigración (ICE, por sus siglas en inglés) están expuestos al contagio debido a las condiciones de hacinamiento imperantes en dichas instalaciones, muchas de las cuales carecen de la infraestructura mínima para detectar de manera oportuna los casos probables y para tratar a los pacientes. A mediados de la semana pasada ya había 32 casos confirmados entre los internos, y 11 entre el personal que labora en las prisiones.
Además, la administración de Trump ha usado la emergencia como pretexto para acelerar su política de deportaciones masivas, las cuales ya se realizaban en flagrante violación al derecho internacional, y que hoy tienen lugar ignorando también cualquier protocolo sanitario para la contención de la pandemia. Sólo entre el 21 de marzo y el 9 de abril, la oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) estadunidense deportó de manera sumaria a más de 10 mil personas que ingresaron a su territorio, sin tomar medida alguna de prevención epidemiológica. Para colmo, los trabajadores indocumentados enfrentan una aguda precariedad laboral que los convierte en las primeras víctimas de la ola de despidos causada por la parálisis económica que es efecto indeseable, pero ineludible, de las medidas de aislamiento para frenar la propagación del coronavirus SARS-Cov-2.
En tanto, resulta casi impensable un gesto de empatía por parte del gobierno de Trump para aliviar la situación de los migrantes en esta coyuntura, entonces cabe llamar a que las autoridades mexicanas se movilicen para defender los derechos de los paisanos que, debe recordarse, conforman casi la mitad de la población estadunidense indocumentada, así como para recibir en las mejores condiciones posibles a quienes son retornados de manera forzosa a este lado de la frontera.
Yayo Herrero es una de las principales voces del ecofeminismo. Hablamos con ella para analizar la situación en la que nos encontramos y los retos que habría que afrontar en los próximos meses para que, después del coronavirus, afrontemos la crisis económica y social de una manera diferente a como lo hicimos en 2008.
La tercera semana de confinamiento comenzó con medidas más restrictivas para intentar aliviar la presión sobre el sistema sanitario. Un sistema que se ha visto desbordado de mil maneras. Todo el Estado, todo el sistema, se encuentra en una situación similar. Hasta el 9 de abril sólo podrán salir a trabajar aquellas personas que lo hagan en sectores estratégicos. Yayo Herrero cree que es necesario plantear unas nuevas políticas sociales y económicas más próximas a lo sociocomunitario, que permitan, entre otras cosas, una redistribución de la riqueza (para evitar que las capas sociales menos favorecidas no sean las que paguen los platos rotos de la crisis económica derivada del coronavirus). Opina que la situación actual ha puesto de manifiesto cómo los trabajos de cuidados, invisibilizados y poco valorados habitualmente, se han vuelto esenciales para sostener el confinamiento.
Parece que la crisis sanitaria está rompiendo ciertas costuras del sistema. ¿Cómo ve la situación?
La crisis sanitaria de la Covid-19 tiene lugar en un marco fuertemente tensionado. La salida de la crisis de 2008 se basó en políticas de austericidio, recortes de servicios públicos, rescate y mantenimiento de las estructuras financieras. En muchos casos, a costa de una precarización de la mayor parte de la gente. Por un lado, el importante desmantelamiento de la red de servicios públicos: sanidad, educación, dependencia; y por otro, la fragilización del trabajo. Las condiciones laborales, que ya eran frágiles, se deterioraron mucho más.
Antes de las crisis de la Covid-19 éramos un país con altas tasas de desempleo, con gran cantidad de trabajos de baja calidad, personas que tienen trabajo pero son pobres, fuerte crisis habitacional con la generación de la burbuja. Ahora, tenemos un modelo económico que, estructuralmente, es tremendamente dependiente. Dependiente de energía del exterior, de materiales y alimentos, y basado en monocultivos como el turismo que son tremendamente frágiles.
La crisis llega en este marco estructural. Por delante nos encontramos que las emergencias no son sólo las sanitarias. Hemos declarado la emergencia climática, todas las proyecciones del IPCC dicen que nuestras economías se resentirán por la influencia del cambio climático. Y esta es una crisis económica que era anunciada ya desde hace tiempo.
Esto es importante tenerlo en cuenta para analizar y tratar de presionar para ver qué tipo de políticas públicas se ponen en marcha para afrontar esta crisis sanitaria. Si la salida es similar a la de 2008, pero partiendo de un punto más precario, mucho más frágil, podemos encontrarnos una situación de empobrecimiento generalizado y precarización aún mayor. Y, sobre todo, cuando los discursos de ideología ultraderechista, o neofascista, van calando en algunos sectores de la población que cada vez tiene más miedo, o que pretende blindar de alguna manera su propia situación identificando un enemigo que es el otro , lo que está fuera, ante el que debe defender.
¿No cree que habremos aprendido algo respecto a 2008?
Ahora mismo no lo parece. Desde la UE se han hecho discursos grandilocuentes sobre cuántos millones de euros se iban a invertir en medidas sociales. Pero, cuando rascas un poco, ves que buena parte de estas medidas son más bien de impulso y sustentación del sistema financiero. Dar dinero a los bancos para que tengan liquidez para prestar a la gente para que salga por la vía del endeudamiento. No da la impresión, a nivel Europeo, que el 2008 haya dejado un aprendizaje interesante, al menos desde el punto de vista de las condiciones de vida de las personas. Quizás desde otros puntos de vista, desde los intereses de los grandes capitales, sí; no les salió tan mal y por eso pretenden reeditarlo.
Y ¿en el ámbito más local?
Si miras dentro del mismo gobierno, traslucen tensiones importantes. Una parte que quiere mantener un poco el pacto de estabilidad, el déficit, la dinámica algo más neoliberal de fortalecimiento financiero; y otra parte del gobierno que presiona para intentar sacar adelante medidas como la mejora de las condiciones de los ERTE, o la prohibición del despido a partir de ahora por causa del coronavirus. O algunas medidas que esperamos como la suspensión de alquileres, aunque sea con una pequeña protección a los propietarios que tengan alquilada la casa y sea su único ingreso. Sin estar satisfecha y siendo bastante crítica, por supuesto me planteo qué pasaría en esta circunstancia si tuviéramos un gobierno completamente neoliberal.
A pesar de las tensiones, ¿diría que la sociedad está viendo que los servicios públicos se han convertido en algo esencial?
Este es de los grandes aprendizajes de las últimas semanas. Tengo la sensación de que una parte importantísima de la sociedad, diría mayoritaria, de repente es consciente de la importancia de tener un sistema sólido de salud pública que hace que cualquier persona, venga de donde venga y tenga lo que tenga, disfrute del derecho y la posibilidad de ser dignamente atendida en un hospital. Independientemente de que en este momento, la lógica de recortes haga que se esté teniendo que hacer en unas condiciones tremendamente precarias.
Hay una explosión de reconocimiento, de agradecimiento, hacia todas las personas que trabajan en el ámbito de la sanidad pública, y no sólo: cuidadoras, trabajadoras domésticas, reponedores de supermercado, carretillas, transportistas… de repente nos damos cuenta de que una buena parte de los trabajos, que por cierto, están mayoritariamente feminizados y que han sido absolutamente precarios, despreciados, mal vistos y desprotegidos, cuando llega el momento de afrontar una cosa de estas, son los que no pueden dejar de funcionar.
¿Trataremos estos trabajos de otra manera a partir de ahora?
Creo que probablemente sí. Para mucha gente lo que vendrá será diferente de lo que había antes. Ver, de repente, este frenazo económico evidenciará la fragilidad de todo el sistema económico y el hecho de que nuestras vidas dependen de un cúmulo de relaciones poco sólidas, precarias, muy basadas en la lejanía. Que cuando caen o se desploman se nos llevan a todos por delante.
Es muy interesante también, creo, en sociedades tan atomizadas como nuestras, sobre todo en los ámbitos urbanos, ver cómo precisamente, la orden de aislarnos, de tener que encerrarnos y mantener la distancia social, ha sido el desencadenante para que mucha gente empiece a mirar por las ventanas, los balcones, empiece a conocer por el nombre a sus vecinos, a preocuparse un poco por otras personas que están en el exterior de sus casas. Teniendo la conciencia de que preocuparte de otras personas hará también que otros se preocupen por ti. Es un reconocimiento de la interdependencia muy fuerte.
Esta situación parece haber dejado claro que la interdependencia es mucho mayor de lo que parecía antes …
Absolutamente. Son sociedades que están hiperconectadas por arriba, en lo económico y político y, sin embargo, en los últimos años se han atomizado mucho por la base. Estamos en un momento de convulsión en el que muchas personas, de manera intuitiva, se ven obligadas a reconectarse rápidamente por pura supervivencia, material y emocional.
Vemos cómo el frenado tan brutal de la economía se lleva por delante las ocupaciones, la normalidad tal cual la conocíamos y, al mismo tiempo, paradójicamente, hace que la atmósfera sea respirable, que el agua sea más clara, que se reduzcan las emisiones. Y revela, yo creo, el gran problema civilizatorio que tenemos: una economía que, cuando crece, destruye las posibilidades de seguir viviendo de forma digna, y cuando decrece, como ahora, con la lógica de poder que hay, cae violentamente sobre las personas más pobres y vulnerables. Y creo que esta doble tensión también puede hacer que muchas personas sean más conscientes de que salir de aquí requiere cambios profundos en nuestras maneras de organizar la economía, la política y la vida.
Parece que la crisis sanitaria tiene que ver con la ingesta de animales salvajes, en este caso, el pangolín. ¿Hay relación entre esto y un sistema económico que empuja a las personas a buscar estas formas de alimentación?
Hay que ser cauta. Debemos leer bastantes más estudios antes de sacar conclusiones precipitadas. Dicho esto, lo que sí me parece absolutamente clave es el hecho de que la cadena alimentaria y las atrocidades que se cometen en ella, son un factor de riesgo en la salud importantes. Sabemos ya mucho sobre la presencia de pesticidas, de productos contaminantes, alteradores hormonales y endocrinos en algunos productos alimenticios.
Ahora, por ejemplo, todo lo que sale con el pangolín. Pero recordemos la encefalitis espongiforme que transmitían las vacas. Hablábamos de vacas que habían sido alimentadas con restos de proteína animal. Obviamente saltarse y el alterar ciclos y dinámicas naturales en muy poco tiempo genera distorsiones y consecuencias que no sabemos por donde vendrán.
Me parece interesante, según he ido viendo, varios artículos en diversas publicaciones europeas sobre la incidencia que tiene la pérdida de biodiversidad en la transmisión más acelerada del virus y en la llegada de estos virus a las cadenas más altas de las redes tróficas, es decir, que la desaparición de la biodiversidad hace que cada vez haya menos especies interpuestas entre los virus y mamíferos. Eso sí que aumenta la expansión de los virus y pandemias.
También hay otros artículos que hablan de que la expansión del virus ha sido más dura en los lugares que previamente tenían un nivel de contaminación más fuerte. Algunos de los investigadores a los que he preguntado me han dicho que todavía tienen que hacer estudios, pero obviamente, si tienes un virus que afecta en mayor medida a personas que tienen patologías previas o afecciones cardiorrespiratorias, y vivimos en ciudades donde la gente respira durante años aire sucio, nos coloca en una situación de mayor riesgo ante virus y pandemias. Que, además, aumentarán debido al cambio climático.
¿Qué cree que deberíamos aprender de esta crisis socialmente?
Creo que si asumimos que esta situación de emergencia no es coyuntural, sino que es una nueva normalidad, que es lo que nos está diciendo la comunidad científica queramos o no queramos escucharla, necesitaríamos actuar en ejes diferentes, empezando por apostar de manera clara por un principio de suficiencia.
Aprender a vivir con lo necesario. Todo el mundo. Esto supone un cambio en los modelos productivos, en los estilos de vida y de consumo absolutamente radical. Por lo tanto, tenemos que cambiar la cultura del reparto. Para que personas que están en situaciones tremendamente vulnerables, empobrecidas y precarias puedan vivir con lo necesario, hay que abordar la redistribución de la riqueza, de los tiempos y de los trabajos que hacen falta para mantener nuestra especie. Mira la cantidad de trabajo de cuidados que se ha revelado como necesario a partir de esta crisis.
Y, finalmente, también hay una política pública basada en la precaución, en la cautela y el cuidado. Parece fácil pero es radicalmente incompatible con la lógica que defiende que hay que correr cualquier riesgo o sacrificar cualquier cosa con tal de que la economía crezca. Este principio del cuidado, desde la lógica del reparto y la justicia para que todos tengan suficiente, supone una manera de abordar la política pública y la economía que está en las antípodas de las que tenemos en el momento actual.
Al igual que el sistema sanitario se ha visto tensionado, el educativo también… ¿Qué respuesta puede dar el sistema?
Tengo la sensación de que por la urgencia y la rapidez con la que ha sucedido todo esto, parte de lo que está pasando cayó directamente sobre el profesorado, que está asumiendo la situación como puede. Estoy viendo un compromiso brutal para intentar atender, hacerse cargo de una situación que ha caído a plomo. Y luego, están las familias. Se dice que el virus afecta igual a todos y que no conoce de clases. El virus probablemente no, pero sus consecuencias son marcadamente diferentes en función de la posición de clase, de si eres gitana o paya, de la edad que tengas.
Cuando vives en una casa de 120 metros, tienes una buena conexión de wifi, una familia que te puede resolver una duda o te puede ayudar a organizar el cuadrante de tareas, estás en mucho mejores condiciones que si vives en una casa de 40 metros, no tienes conexión y, además, tu familia no te puede echar un cable. Y por si fuera poco tienes un profesorado que se encuentra confinado en casa y a su vez tiene hijos, y que lidia con ello como puede.
Fuente e imagen: https://rebelion.org/el-aislamiento-ha-sido-el-desencadenante-para-reconocer-la-interdependencia/
Amanecimos con nuevos titulares sobre la corrupción del gobierno anterior, y aparecen estas preguntas: ¿Cómo no los descubrieron antes? ¿Cuánto se habrá llevado cada uno? ¿Cuánto nos va a costar a nosotros esa corrupción?
Preguntas cargadas de impotencia, enojo o frustración.
Pero existe la gran ausencia de otras preguntas que aborden el origen de esos problemas y que pudieran, si quisiéramos, generar un cambio: ¿Por qué somos corruptos como sociedad? ¿Por qué no nos preguntamos el porqué somos corruptos como sociedad?
Y me atrevo a decir que la corrupción está normalizada en nuestra convivencia, desde el momento que es más importante el saber cómo lo hicieron que por qué llegaron a hacerlo.
Pareciera más relevante descubrir a los que delinquieron y que “paguen” que preocuparnos de que esto no vuelva a suceder, de la sociedad que estamos generando.
De ninguna manera esta columna responderá a esas preguntas, pero quiero abonar al debate poniendo sobre la hoja ciertas reflexiones del recientemente fallecido Claudio Naranjo, uno de los pioneros y referentes de la psicología transpersonal, que con respecto a la educación aborda una mirada que ha sido poco difundida y merece ser revisada.
Naranjo cuestiona el modelo de sociedad y de educación actual, plantea que la educación está diseñada para tener trabajadores, no para tener desarrollo humano, y que lo que se necesita es una educación sanadora para una sociedad que no se sabe enferma, una educación para el desarrollo de competencias existenciales, más allá de las laborales o académicas.
La civilización supo autoidealizarse, se volvió rapaz y no se reconoce como tal.
La crisis que atravesamos es la crisis de hábitos que no son legítimos y que vienen de la mente patriarcal, de un modelo de gobierno jerárquico basado en la obediencia, la acusación y el castigo.
Para que una educación sea sanadora debe proponerse trascender esta forma de ser, esta neurosis universal que ha eclipsado nuestra parte solidaria, nuestra parte naturalmente amorosa a través de la fuerza de la competitividad rapaz. Se ha vuelto el ser humano contra su naturaleza.
No tenemos un amor verdadero propio, somos capataces duros de nosotros mismos, nos explotamos por nuestra vanidad o una promoción, nos culpamos. El papel de la sicología ha sido en parte desculpabilizar a las personas por sus deseos, para que puedan integrarlos en su vida.
El cambio en la educación sería la forma de salir de este modo de funcionar del mundo.
La pregunta ante ese cambio es: ¿quién va a educar a tales nuevos educadores? ¿Cómo educar educadores para una tarea tan diferente a la que han tenido hasta ahora?
Eso, plantea Naranjo, es la prioridad, la formación de formadores que sepan transmitir competencias existenciales como el amor al prójimo y el autoconocimiento, el sentido de los valores, la libertad y el desapego.
Tenemos una educación que viene modelada por la sociedad industrial, creada por el sistema económico. Es utópico pensar en un cambio absoluto, pero sí se puede integrar un modelo que rescate otra mirada, pero para eso hay que empezar por hacerse nuevas preguntas.
Como decía Oscar Wilde, “vivimos con respuestas a preguntas que nunca nos hicimos”.
Fuente del artículo: https://www.eluniverso.com/opinion/2019/08/08/nota/7461573/corrupcion-educacion
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