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Libro(PDF): La vía chilena al socialismo 50 años después Tomo I. Historia

Reseña: CLACSO

La vía chilena al socialismo. 50 años después representa un hito historiográfico y un extraordinario ejercicio de memoria que ilumina, desde una multiplicidad de lecturas, la experiencia de la Unidad Popular y el goberno de Salvador Allende.

CLACSO presenta un escrito donde se entrelazan historias y memorias para construir una aproximación crítica y comprometida de uno de los acontecimientos más impactantes del siglo XX latinoamericano. Más de 80 autores y autoras confluyen con sus trabajos para producir una gran reflexión histórica sobre la izquierdas latinoamericanas que invita a pensar alternativas para el futuro de nuestros pueblos, renovando las luchas por sociedades más justas y humanas.

Autoras(es): 

Robert Austin Henry. Joana Salém Vasconcelos. Viviana Canibilo Ramírez. . [Compiladores y Compiladoras]

Editorial/Edición: CLACSO. Ocho Libros.

Año de publicación: 2021

País (es): Argentina

ISBN: 978-987-722-770-3

Idioma: Español

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Tomo I. Historia

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?id_libro=2288&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1476

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Libro (PDF): De la sociología del poder a la sociología de la explotación

Reseña: CLACSO

Pablo González Casanova es uno de los intelectuales de mayor prestigio, reconocimiento e influencia del México contemporáneo. Su obra abarca todos los ámbitos del saber: ciencias sociales, ciencias de la vida, ciencias de la materia, ciencias de la complejidad y ciencias históricas. La presentación de esta antología es una suerte de biografía al mismo tiempo que un recorrido por algunos de sus textos más sobresalientes sobre la lucha por la democracia y el desarrollo de las ciencias sociales en América Latina.

 

Autor/a:                               Roitman, Marcos – Compilador/a o Editor/a  González Casanova, Pablo – Autor/a  
Editorial/Editor: CLACSO
Año de publicación:  2015

 

País (es):  Argentina
Idioma: Español
ISBN : 978-607-03-0680-8
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Fuente e imagen:

http://biblioteca.clacso.edu.ar/

 

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Libro (PDF): Posneoliberalismo Tensiones y complejidades

Reseña: CLACSO

osneoliberalismo. Tensiones y complejidades reúne un conjunto de ensayos de un extraordinario valor conceptual para comprender no solo la situación de Bolivia desde su historia reciente hasta nuestos días, sino de América Latina y el Caribe en su conjunto.

Los retos de la democracia, las luchas por la democratización de los bienes y el poder de las autonomías; la presencia del odio racial y la delincuentización del indio insurrecto; el enclasamiento y racialización de los efectos del cambio climático, entre muchos otros temas son abordados con la claridad expositiva y la hondura de pensamiento que caracteriza la reflexión de Álvaro García Linera, exponiendo frente a nuestos ojos toda la complejidad de elementos que convergen en el proceso de transición posneoliberal.

Autor: Álvaro García Linera.

Editorial/Edición: CLACSO. Prometeo.

Año de publicación: 2020

País (es): Argentina

ISBN: 978-987-722-804-5

Idioma: Español

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Como socialistas nuestra tarea es defender la libertad

Por: David Harvey

La propaganda de la derecha sostiene que el socialismo es enemigo de la libertad individual. Pero en realidad es al revés: trabajamos para crear condiciones materiales bajo las cuales las personas puedan ser verdaderamente libres, sin los límites rígidos que el capitalismo impone a nuestras vidas.

Este texto es un fragmento del nuevo libro de David Harvey, The Anti-Capitalist Chronicles, editado por Pluto Press.

***

Durante unas charlas que di en Perú surgió el tema de la libertad. Un grupo de estudiantes estaba muy interesado en esta pregunta: «¿El socialismo implica renunciar a la libertad individual?».

La derecha se las ha arreglado para apropiarse del concepto de libertad como si le perteneciera y para usarlo como un arma en la lucha de clases contra el socialismo. Argumenta que la sumisión del individuo al control estatal impuesta por el socialismo o por el comunismo es algo inevitable.

Mi respuesta es que no deberíamos abandonar la idea de que la libertad individual es una parte constitutiva de un proyecto socialista emancipatorio. La conquista de las libertades individuales es, tal como argumenté en aquella ocasión, una de las metas centrales de estos proyectos emancipatorios. Pero esta conquista requiere la construcción colectiva de una sociedad en la cual todas las personas tienen la oportunidad y la posibilidad de realizar su potencial.

Marx y la libertad

Marx dijo algunas cosas muy interesantes sobre este tema. Una de ellas es que «el reino de la libertado comienza solo allí donde termina el trabajo impuesto por la necesidad». La libertad no significa nada para alguien que no puede alimentarse, que no puede acceder un servicio de salud adecuado, a una vivienda, al transporte, a la educación, etc. El rol del socialismo es proveer estas necesidades básicas para que la gente sea libre de hacer todo lo que desee.

El punto de llegada de una transición socialista es un mundo en el cual las capacidades y la potencia individual son liberadas completamente de los límites que les impone la necesidad y otras limitaciones sociales y políticas. En lugar de conceder que la derecha tiene el monopolio sobre la noción de libertad individual, debemos reclamar la idea de libertad para nuestro proyecto socialista.

Pero Marx también señaló que la libertad es un arma de doble filo, dado que quienes deben trabajar en una sociedad capitalista son libres en un doble sentido. Pueden vender libremente su fuerza de trabajo en el mercado a cualquiera. Pueden ofrecerla bajo los términos de un contrato negociado libremente.

Pero al mismo tiempo son «no libres» porque se han «librado» de cualquier control o acceso a los medios de producción. Por lo tanto, deben entregar su fuerza de trabajo al capital para vivir.

Estos son los dos costados de su libertad. Para Marx esta es la contradicción central de la libertad bajo el capitalismo. En el capítulo sobre la jornada laboral de El capital, lo pone en estos términos: el capitalista es libre de decirle al trabajador o a la trabajadora: «Quiero emplearte pagándote el salario más bajo posible por la mayor cantidad de horas posibles para que hagas exactamente el trabajo que yo preciso. Eso es lo que te exijo cuando te contrato». Y el capitalista es libre de hacer esto en una sociedad de mercado porque, como sabemos, la sociedad de mercado se trata de ofrecer y  de competir por esto y por aquello.

Pero por otro lado, quien trabaja también es libre de decir: «No tienes derecho a hacerme trabajar 14 horas por día. No tienes derecho a hacer lo que quieras con mi fuerza de trabajo, especialmente si esto acorta mi vida y pone en peligro mi salud y mi bienestar. Solo estoy dispuesto a trabajar durante una jornada justa a cambio de un salario justo».

Dada la naturaleza de una sociedad de mercado, tanto el capitalista como el trabajador tienen razón en lo que reclaman. Marx dice que ambos tienen razón por la ley del intercambio que domina en el mercado. Dice también que entre derechos iguales solo decide la fuerza. La lucha de clases entre el capital y el trabajo define la cuestión. El resultado depende de la relación de fuerzas entre el capital y el trabajo que, en algunos casos, puede volverse coercitiva y violenta.

Un arma de doble filo

Esta idea de la libertad como un arma de doble filo es muy importante y debe ser considerada con más detalle. Una de las mejores elaboraciones de este tema se encuentra en un ensayo de Karl Polanyi. En su libro La gran transformación, Polanyi dice que hay buenas formas y malas formas de libertad.

Entre las malas formas que enumera se cuentan las libertades para explotar al prójimo sin límites; la libertad de obtener ganancias exorbitantes inconmensurables con el servicio que se brinda a la comunidad a cambio; la libertad de evitar que las invenciones tecnológicas sean utilizadas para el beneficio de toda la población; la libertad de sacar rédito de las tragedias humanas o naturales, algunas de las cuales son secretamente diseñadas para el beneficio de agentes privados.

Sin embargo, continúa Polanyi, la economía de mercado bajo la cual prosperan estas libertades, también generó libertades por las que tenemos una alta estima: la libertad de conciencia, la libertad de expresión, la libertad de reunión, la libertad de asociación y la libertad de elegir el propio trabajo.

A pesar de que podemos apreciar estas libertades en sí mismas, no dejan de ser, en gran medida, un producto derivado de la misma economía que es responsable de las libertades malas. La respuesta de Polanyi a esta dualidad le resulta muy extraña a algunas personas, dada la hegemonía actual del pensamiento neoliberal y la forma en la cual el poder político existente nos presenta la libertad.

Polanyi escribe: «La quiebra de la economía de mercado» — es decir, la posibilidad de ir más allá de la economía de mercado— «puede suponer el comienzo de una era de libertades sin precedentes». Es una afirmación bastante impactante. La libertad real comienza una vez que se abandona la economía de mercado. Polanyi continúa:

La libertad jurídica y la libertad efectiva pueden ser mayores y más amplias de lo que nunca han sido. Reglamentar y dirigir puede convertirse en una forma de lograr la libertad, no sólo para algunos sino para todos. No la libertad como algo asociado al privilegio y viciada de raíz, sino la libertad en tanto que derecho prescriptivo que se extiende más allá de los estrechos límites de la esfera política, a la organización íntima de la sociedad misma. De este modo, a las antiguas libertades y los antiguos derechos cívicos se añadirán nuevas libertades para todos y engendradas por el ocio y la seguridad. La sociedad industrial puede permitirse ser a la vez libre y justa.

Libertad sin justicia

Ahora bien, creo que esta idea de una sociedad basada en la justicia y en la libertad fue la agenda política del movimiento estudiantil durante los años sesenta, la agenda de la así denominada «generación del 68». Había una demanda muy extendida tanto de libertad como de justicia: libertad de la coerción del Estado, libertad de la coerción impuesta por el capital corporativo, libertad de las coerciones del mercado, todo esto conjugado con la demanda de justicia social.

La respuesta política capitalista a esto durante los setenta fue interesante. Implicó abordar estas demandas para decir: «Les daremos las libertades (con algunas salvedades) pero se olvidan de la justicia».

Lo que terminó por significar esta libertad fue muy limitado. En gran medida se trató de la libertad de elección en el mercado. El libre mercado y la liberación de cualquier regulación estatal fueron las respuestas a la cuestión de la libertad. Y hubo que olvidarse de la justicia. Esta sería impartida por la competencia de mercado, que supuestamente era tan efectiva que aseguraría que cada quien recibíría lo que merecía. Sin embargo, el efecto fue que se le dio rienda suelta a muchas de las libertades malas (por ejemplo, la liberta de explotar a otras personas) en nombre de las libertades virtuosas.

Este giro fue algo que Polanyi evidentemente reconoció. Observó que el pasaje hacia el futuro que él imaginaba estaba bloqueado por un obstáculo moral, y este obstáculo moral era algo que él denominó «utopismo liberal». Creo que todavía nos enfrentamos a los problemas que plantea este utopismo liberal. Es una ideología que se ha generalizado en los medios de comunicación y en los discursos políticos.

El utopismo liberal del Partido Demócrata, por tomar un caso, es uno de los obstáculos en el camino hacia la conquista de la libertad real. «La planificación y el control», escribió Polanyi, «están siendo atacadas como si implicaran la negación de la libertad. En cambio, se define como lo esencial de la libertad a la libertad de empresa y a la propiedad privada». Esto es lo que plantearon los principales ideólogos del neoliberalismo.

Más allá del mercado

Yo creo que este es uno de los temas principales de nuestra época. ¿Vamos a ir más allá de las libertades limitadas del mercado y de la regulación de nuestras vidas por las leyes de la oferta y la demanda? ¿O vamos a aceptar, como dijo Margaret Thatcher, que no hay alternativa? Somos libres de todo control estatal pero tenemos una relación de esclavitud con el mercado. No hay ninguna alternativa a esto y más allá de esto no hay ninguna libertad. Esto es lo que profesa la derecha, y esto es lo que mucha gente ha llegado a creer.

Es la paradoja de nuestra situación presente: que en nombre de la libertad hemos adoptado la ideología del utopismo liberal, que en realidad es una barrera para alcanzar la libertad real. No creo que estemos en un mundo de libertad cuando alguien que quiere recibir una buena educación debe pagar una inmensa cantidad de dinero y cargar con una deuda enorme por el resto de su vida.

En Gran Bretaña, una proporción considerable de la provisión de vivienda durante los años sesenta estaba a cargo del sector público; se trataba de una vivienda social. Cuando era joven, esta vivienda social brindaba satisfacción a una necesidad básica por un costo razonable. Luego llegó Margareth Thatcher y lo privatizó todo, argumentando básicamente que «seríamos más libres cuando poseyéramos nuestra propiedad y nos convirtiéramos en parte de una democracia de propietarios».

Una situación en la cual el 60% de la provisión de vivienda estaba a cargo del sector público se transformó de repente en una situación en el cual solo el 20% —o tal vez menos— lo estaba. La vivienda se convierte en una mercancía, y la mercancía forma parte de las actividades especulativas. Hasta tal punto de convertirse en un vehículo para la especulación. Cuando el precio de las propiedades sube, el costo de la vivienda sube sin que se incrementen proporcionalmente los medios de acceso.

Estamos construyendo ciudades y viviendas de un modo que le brinda una libertad enorme a las clases altas mientras hace que el resto de la población sea cada vez menos libre. Creo que Marx se refería a esto cuando hizo su célebre comentario: el reino de la necesidad debe ser superado para alcanzar el reino de la libertad.

El reino de la libertad

Esta es la forma en la cual las libertades de mercado limitan las posibilidades y, desde este punto de vista, creo que una perspectiva socialista implica una respuesta del tipo de la de Polanyi; es decir, es necesario socializar el acceso a la libertad socializando, por ejemplo, el acceso a la vivienda. Hacemos que deje de ser algo que está simplemente en el mercado para que se convierta en algo que existe en el dominio público. La vivienda pública es nuestro lema. Esta es una de las ideas básicas del socialismo en el sistema contemporáneo: poner las cosas bajo dominio público.

Muchas veces se dice que para alcanzar el socialismo debemos renunciar a nuestra individualidad y hacer un sacrificio. Ahora bien, esto puede ser verdad hasta cierto punto; pero tal como dijo Polanyi, queda una enorme libertad por conquistar si vamos más allá de las crueles realidades que nos imponen  las libertades individualizadas del mercado.

Creo que lo que Marx quería decir es que hay que maximizar el reino de la libertad, pero que esto solo puede suceder si se dan respuestas a los problemas que surgen del reino de la necesidad. La tarea de una sociedad socialista no es en absoluto regular todo lo que sucede en la sociedad. La tarea de una sociedad socialista es garantizar que todas las necesidades básicas sean atendidas —de manera gratuita— para que las personas puedan hacer todo lo que quieran cuando lo deseen.

Si le preguntan a alguien ahora mismo «¿cuánto tiempo libre tienes a tu disposición?», la respuesta típica es «no tengo tiempo para casi nada. Todo mi tiempo está ocupado en hacerme cargo de esto y de aquello». La libertad real implica un mundo en el cual tenemos tiempo libre para hacer todo lo que queremos, y para un proyecto emancipatorio socialista esta es una de las misiones principales. Por lo tanto, esto es algo por lo que debemos trabajar.

Fuente: https://jacobinlat.com/2020/10/23/david-harvey-como-socialistas-nuestra-tarea-es-defender-la-libertad/

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El devenir de una educación acrisolada

Por: Gonzalo Erubiel Roblero Velázquez

Introducción

La educación en México ha jugado un papel preponderante en la vida social del país. Se ha expandido en infraestructura y accesibilidad a la educación, sin embargo, no ha logrado los objetivos, de mejoras que se proponen en los proyectos educativos de independencia, reforma y sobre todo la revolución mexicana.

La educación se ha visto opacada por debates infructíferos, pugnas que no contribuyen a la concreción de los proyectos, así como la discontinuidad en el desarrollo de los proyectos que son cambiados o manipulados al siguiente sexenio presidencial.

A lo largo de la historia se notan proyectos educativos con altas expectativas sociales, que tienen como sustento la justicia y el porvenir de las y los ciudadanos mexicanos. Especificados en el Artículo 3º constitucional. Y con desdén, digo, la incursión frontal o clandestina del extranjerismo en diversos sectores del país, dieron como resultado una educación acrisolada por ellos y las pugnas que desvanecieron los idearios revolucionarios.

De aquí la importancia del devenir de la educación, aquellos proyectos truncados y allanados por los avatares de los tiempos sociales que se vivieron y aun nos persiguen. Resaltando el influyentísimo extranjero como forma de vida en el país, la incursión letal y eficaz del capitalismo en México y sus fuertes lazos con la educación. Destacando, las ilusiones educativas y sociales de un cardenismo que no floreció, que prometía hacer justicia a la revolución, sin en cambio termino dando pie al desarrollo del capitalismo, con un México golpeado incapaz de sobrellevar las pugnas sociales y eclesiásticas, dejando atrás idearios emancipadores y humanos.

Los proyectos educativos son huellas del camino, de un país que se pintó de pugnas, de muerte, desolación y pobreza, poniendo la esperanza con firmeza en la educación, como medio y fin; para una mejor forma de vida, para llegar a la libertad del hombre y su conciencia social.

El Estado- Nación

Es menester aclarar la conceptualización de Estado-Nación, ya que nos referimos al Estado moderno.  Surgido de los anhelos de quitarse los yugos ancestrales, se da paso al poder central, que unía a la población con su territorio. Que gira alrededor de una idea de soberanía y que permite demostrar o transitar hacia una democracia como concepto y realidad.

Dentro del proceso histórico que se ha vivido, el Estado –Nación, es una forma de expansión política con interés nacionales, sublevados desde la mirada de la descolonización por ello una Nación se compone de estados. Esta dualidad de conceptos se refiere a la organización política, a un territorio y a un individuo como autoridad, así también al conjunto de personas que cohabitan en una sociedad que tienen como característica una cultura, una lengua e historia. Existen diversas formas de organización centralistas, federalistas y autonomistas, México esta ordenado dentro del federalismo en donde los estados resuelven determinados asuntos propios de su región o sociedad, sin dejar de responder a un Estado-  Nación, conjunto. Para mayor facilidad le denominamos solo Estado.

El Estado es quien ejerce el control de la sociedad en general, quien en teoría vela por los intereses de todos. Sigamos las palabras de Arnoldo Hernández Peña (2013) cuando dice que existen “factores reales de poder” sin duda que la estratificación social tiene influencia en la confabulación de un estado, las clases sociales confluyen con el poder ejercido por el Estado. Las relaciones establecidas no son únicamente como instituciones que pertenecen al Estado, sino como hegemonías que se empalman para ejercer el poder, hablamos de la clase dominante como poder en un Estado.

Siendo así, el Estado tiene relativa autonomía y el campo de acción se reduce, en referencia a hacer todo lo conveniente al resto de la sociedad, convirtiéndose la lucha de clases en una tienda de abarrotes en donde compra el que más tiene. Podemos pensar que la clase dominante se convierte en hegemonía de un estado rebasado por esta, aun si el estado muestra la capacidad de equilibrio entre fuerzas, según Anderson Perry (2002) “crea así la hegemonía de un grupo social fundamental sobre una serie de grupos subordinados”.

La oligarquía y el Estado como acción impositora de ideas de poder, sostienen a la represión como mantenimiento del orden, culpable de pobreza e injusticias sociales. Usando la violencia como legitima, creando la hostilidad sistemática de imposición monopólica, como forma de organización política.

Buscando así la supremacía del Estado, bajo la falsa ostentación del poder, y las clases sociales que caminan paralela a los intereses de los dominadores sobre los dominados. Se inicia a formar el Estado Nación después de las reformas propuestas por Benito Juárez (leyes de reforma) en donde se desliga el Estado de la iglesia en 1858 bajo la intención restauradora de un país acaecido por la independencia. Desde esta perspectiva, la educación se encuentra sitiada por un Estado sin autonomía y una oligarquía deseosa de poder.

Modos de producción mexicana

Es pertinente acotar   los modos en que produce el Estado mexicano.  En un país se le llama modo de producción a las relaciones sociales y políticas, jurídicas, económicas, culturales e ideológicas que co-existen; para brindar una sólida formación de la sociedad que le atañe. México ha tenido que transitar por el feudalismo, el cual provenía de la época de la colonia en donde el fuerte ingreso del país era minería y el campo – agricultura, produciendo lo necesario y bajo una visión económica de autoconsumo.

Una vez consumada la independencia, inicia en 1821 la reconstrucción política y económica del país, después de varios años de dominio español. Las pugnas entre españoles (criollos y peninsulares) se agudizaban, las visiones de un país naciente, no dejaban de darse bajo los postulados occidentales. La etapa de transición y de implantación de un sistema económico, político y social que brindara a México el cumplimiento de los idearios emanados de la independencia, aun no se reflejaban. Sin embargo, los indicios del capitalismo que permeaba por Europa llega al país, de forma sutil y engañadora.

Siguiendo a Hernández Peña (2013) “la lucha de clases sienta las bases de la transición del capitalismo…” en 1880 dada las condiciones sociales en que se encontraba el país las pugnas entre ricos y pobres marco el camino que se debía tomar y naturalmente la burguesía de esta época opta por un capitalismo, antagónico a la sociedad en general. Sin olvidar que el ferrocarril fue un medio de inserción capital al conectar el norte, la época de Porfirio Díaz, es sin duda la protagonista del capital que incursionaba de forma seria ya en el país.

Una vez que la transición ha hecho huella, se viene la propagación, destrucción y concreción del capitalismo y para ello tendríamos que pasar por una revolución.  La de 1910, se piensa que la economía no pudo haber crecido, las personas perdieron tierras, cosechas y muchos emigraron hacia el norte del país. La segregación dio pie a un bajo aprovechamiento en la industria del momento. Dados los vaivenes que acarreo la revolución, la clase burguesa permaneció hasta cierto punto intacta, con los privilegios que solo el capitalismo brinda (protección, inversión económica dentro del país). México se convierte en tierra fértil para la inversión nacional y extranjera que detonan aún más el capitalismo.

 Años más tarde 1934 y con las mismas intenciones de sustituir el capitalismo por una  política de Estado más justa, se sobreviene la incursión de Lázaro cárdenas del rio, trayendo el socialismo a cuestas como modo de organización del país y con el anhelo de muchos mexicanos de ver realizado los principios sociales de una independencia y una revolución, abrazan los idearios de Cárdenas  convirtiéndose en Presidente de México, dando una franca batalla al Capitalismo expropiando el petróleo y demás argumentos para instaurar el socialismo en México.

En los años subsiguientes a la revolución y los intentos de derrocar al capitalismo por parte de los socialistas y de manera paulatina, pero segura, el capitalismo en México se convirtió en un sistema de gobierno y modo de vida de las y los ciudadanos, los modos de producción fueron enajenados por este régimen, las batallas y pugnas no dieron resultado para que México abandonara el capitalismo y la oligarquía nacional y extranjera continuara con el dominio del rico hacia el pobre.

Capitalismo dependiente

México se quedó con un capitalismo dependiente, que se encuentra limitado dentro de su campo de acción. Totalmente alineado a los países poderosos y con más rango de mercado (Estados Unidos, España, Francia), quienes ya caminaban en el capitalismo. La incursión de inversiones extranjeras se vio reflejadas en los avances económicos y sociales del país, la apertura hacia un mercado, que daba empréstitos, para subsanar los problemas ocasionados por las circunstancias sociales menguaron los objetivos de ideas emancipadoras y la nación se suscribió en la deuda externa y en la dependencia económicas, política y social, quedando bajo el yugo oligárquico de países extranjeros y sus organizamos mutiladores de justicia.

¿Somos un país sub-desarrollado? Es controvertido pensar en un sub-desarrollo teniendo riqueza natural y otros servicios, aunque dicho sub-desarrollo se enclava en diversas dimensiones del individuo social y no únicamente en una. Con un capitalismo dependiente como el que se ha gestado, no cabe duda que nuestro desarrollo como nación se ve opacada, mejor dicho, sometido a las naciones que manejan la economía internacional, rondando como un satélite. No dependemos de nosotros mismos, la autonomía en México es una ilusión que no termina de pasar.

El capitalismo, funda con fuerza, la coerción en las relaciones de poder, que se encuentran en el desarrollo mismo del capitalismo en países subdesarrollados. Esto permite pensar en el carácter anticapitalista que camina paralelo a su instauración y continuación, frenarlo y preguntarse ¿queremos seguir dependiendo de otros? ¿Qué política es la que conviene a la sociedad?

En los proyectos de Nación, es menester proveer de una economía y una política capaz de obtener ganancias hacia las y los ciudadanos, para que vivan con bien-estar. Estamos navegando con bandera ajena en la ciencia, educación, economía y cultura ¡cómo no ser un país sub-desarrollado!

Y los ideales de independencia y revolución siguen incubados en las quimeras de las y los mexicanos hacia su propio devenir.

La educación como reflejo

Los pasos de la educación se ven reflejados en los proyectos educativos de un país expresando siempre y en palabras de Hernández Peña (2013) “equilibrio de compromisos” ya que el Estado se compone también de instituciones quienes llevan a cabo dichos proyectos, pero también existe las pugnas dentro del grupo dominante que también son hegemonía y quienes quieren verse favorecidos por dichos proyectos. La educación es un espejismo de las clases dominantes instauradas en el país, reproductora de ideologías capitalistas, con ideas educativas extranjeras, proyectos impositores europeos y anglosajones (Rusia, Francia, Estados Unidos). Dentro de los vaivenes sociales se encuentran las imposiciones de las ideas capitalistas en los proyectos educativos, los cuales, se encuentran constituidos desde:

1824 enseñanza lancasteriana

1857 gratuidad obligatoriedad y laicidad

1917 enseñanza libre pero laica

1934 educación socialista, laica, científica, solidaria

1946 educación armónica y democrática

1980 educación universitaria para un desarrollo democrático.

La lucha por la educación en México era un terreno hostil, los grupos en pugna, liberales, positivistas, clérigos, laicos, reaccionarios no daban nada perdido. Las imposiciones por instaurar proyectos educativos que los favorecieran llevaron a la enajenación de las ideas sociales, formativas de ciudadanos como humanos a caer en una imposición de ideas ajenas a México y sus necesidades, al mismo tiempo fortalecieron el capitalismo.

La escuela activa, la escuela socialista, la escuela racionalista formatos pedagógicos externos, bajo enfoques positivistas, liberales o conservadores; fueron los medios para concretar los fines plasmados en el artículo tercero constitucional de las épocas y de los proyectos educativos propuestos en campaña, cada una de estas ideas materializadas en México, como formación social. Todas, pedagogías extranjeras, capaces de formar mano de obra, no humanos y la escuela fue el medio ideal para lograrlo, la lucha por poder y su aliado el capitalismo acarrearon un empalme cultural o mejor dicho una transculturización de la sociedad nacional de ahí que la ideología capitalista siga reproduciéndose por medio del sistema educativo.

Educación Acrisolada

Dentro del contexto histórico de la educación, el devenir, forma parte de un análisis de confrontación hacia los proyectos educativos instaurados en el sistema educativo nacional. La independencia, reforma y revolución, sin duda, factores trascendentales; idearios logrados a través de pobreza, marginación y muerte en la acrisolada educación.

En el discurrir del tiempo, también lo hace la historia. Los objetivos propuestos en los proyectos educativos son atemporales, mutilados o concretados algunos, por la sociedad y su realidad. La educación en México ha encontrado vicisitudes, gestadas por vaivenes propios de los flujos y reflujos sociales (iglesia- estado).

 Siguiendo el pensamiento de Espadas Sosa “La revolución fue sin duda el primer movimiento del siglo XX que logro transformar radicalmente las estructuras económicas, políticas y sociales del país”. Los objetivos trazados dentro de esta época no dejan lugar a dudas “Educación Gratuita” y el derecho a la huelga, hablan de las libertades del individuo, encarnadas en el movimiento. Sin embargo, la educación es asediada por la oligarquía nacional y los organizamos internacionales que han confabulado, para el incumplimiento total de tan altas encomiendas.

A la educación se le ha dado la tarea de proveer a la sociedad de justicia social mediante lo que se enseña y lo que ahí se aprende, es decir una formación democrática capaz de contribuir a la formación humana del individuo sigamos a Jesús Palacios (1989) “[…] la escuela no puede ser <curada> si no lo es antes  la sociedad […]” las directrices del tipo de educación que una sociedad requiere, comúnmente las tiende el estado y su estructura, hay una obediencia al sistema que impera, si es capitalista su educación, la ciudadanía ira en consonancia. Es necesario ver a la educación como un fin, es decir: la formación del individuo en todas sus dimensiones sociales, humanas, biológicas, psicológicas y emocionales, con tendencias a una formación integral. Y eso se logra pensando siempre al hombre como un animal social, las sociedades se construyen en el contacto cotidiano y en la historia de los pueblos mismos.

Uno de los proyectos a resaltar y que se pensaba que resolvería algunas atribuciones educativas.  Las escuelas socialistas, quienes contaban con una pedagogía social estructurada con intenciones de mejorar al país. Sotelo Inclán (2010) “jornadas culturales de des-fanatizacion, de combate a los vicios y a todas las formas de explotación humana, rebasando las aulas para solidarizar la vida escolar con el afán emancipador de las masas”. Rasgos socialistas que tenían como intención la búsqueda de la libertad humana, el arraigo a la cultura propia del mexicano y no dejarle el trabajo solo a la escuela si no un involucramiento social en donde se vea la corresponsabilidad entre las y los individuos. Decía, “no hay en México un gobierno comunista; nuestra constitución es democrática y liberal con algunos rasgos moderados de socialismo”

Sin duda, recogía pilares importantes de los movimientos subversivos libertarios del país, una educación que en su accionar llegara a las niñas, niños y otres proletarios y una mejor atención en todos los ámbitos a las y los ciudadanos en general. Se aceleraron muchas cosas (sociales, económicas de relaciones con otros países) se le dio un revés importante al neoliberalismo de la época.  Los flujos sociales y las circunstancias, no permitieron que el socialismo floreciera como se hubiese querido. Fue un impulsor de las instituciones que se tienen, las ideas revolucionarias estaban contempladas en el proyecto de Nación y contrario a la lógica fue una representación de los sueños mexicanos “ni capitalismo ni comunismo”.

Dentro del vaivén político y las gestas educativas plasmadas en los proyectos, es pertinente destacar nombres celebres que dejaron huella en la nación como José Vasconcelos, Narciso Bassols y Jaime Torres Bodet.  Contribuciones que se ven reflejadas hasta el día de hoy, la escuela rural, libros de texto y múltiples instituciones como la SEP que fueron creadas bajo las ideas de estos visionarios de un mejor país.

Retos y desafíos

La educación se ha extendido, se tiene mayor cobertura educativa, incrementaron los niveles educativos, los libros de texto logran una cobertura amplia en educación básica. Se legitima la educación inicial dentro del artículo tercero constitucional, los avances en educación han sido notables en este trascurrir de los años infraestructura, accesibilidad, cobertura etc. Aunque no son suficientes se siguen teniendo escuelas con aulas de madera, las niñas, niños y otres desertan de la escuela por falta de profesor, los libros de textos incompletos y en muchos casos las niñas, niños y otres caminan para el acceso a la escuela.

Pero, en definitiva, que los desafíos centrales se encuentran en el hecho educativo, ahí donde se gestan ideologías y se concretan enfoques y políticas de estado. Para ampliar la idea es pertinente revisar cuatro aspectos, a saber:

Aspecto Justica social

Se tendría que enfocar la repartición justa de las cosas, dar a cada individuo lo que le corresponde, en servicios básicos, con la intención de que el individuo tenga un mayor desenvolvimiento y, su desarrollo social sea acorde con su necesidad. Es necesario que se concrete el artículo tercero en su totalidad, equidad en la educación, la justicia tiene que ser en los derechos humanos de todo individuo social, el aspecto educativo es relevante para su desarrollo humano y cerrar el círculo de beneficios el social-afectivo, se olvida que el ser humano es un constructo social, la empatía que una sociedad muestra y tiene como principio, ayudará a un crecimiento humano y social trascendente.

Aspecto Pedagógico

Es necesario llevar la pedagogía a la reflexión, ya que aquí es donde se revisan los contenidos extraídos de una sociedad. El sistema educativo no tiene por qué ser sectorizado se requiere de una visión más amplia de organización educativa y una mejor planificación del currículo que los docentes abordan. ¿Cómo hacer para tener una educación diferente? Es viable pensar en una educación que no tenga figuras aisladas si no que se integren familia, sociedad y entorno cercano del sujeto a formar. Pensar en una pedagogía en donde se plasmen principios humanos como bases de un ente social individual –colectivo, y no únicamente utilitaristas, como mano de obra y de intercambio entre lo técnico y la empresa. Segregar la palabra calidad por calidez humana, ganancia monetaria por enriquecimiento del ser humano como ser humano.

Aspecto Escuela

La escuela es pivote del sistema educativo. Ahí se reflejan y se concretan idearios e ideologías. De aquí la importancia de fortalecer o cambiar lo que ocurre en el hecho educativo: prácticas pedagógicas, didácticas, relaciones humanas, metodologías y la comunicación como puente de relación. Dentro del transcurrir del tiempo la escuela ha sido gestora de habilidades y destrezas, para la formación técnica-empresarial del individuo, bajo el utilitarismo capitalista y devastador de los tiempos.

La escuela como centro de enseñanza y aprendizajes, tiene la oportunidad de hacer cambios, buscar nuevas formas de relaciones, cuestionar y criticar lo que hace; buscar un camino alterno a la formación del individuo apegada al humanismo. Re -dimensionar la mirada a los valores como ejes trascendentales en la vida social de las y los estudiantes. Acuñar principios de criticar y reflexionar sobre los procesos sociales que se viven desde la escuela. Una escuela que forme seres humanos y no autómatas, que convivan para un mundo mejor.

Aspecto de Política Pública

Los retos y desafíos no solo están en la cobertura o acceso que sin dudad son importantes.  Sino más bien, en la trascendencia de la educación como formadora de seres humanos.  Ahí juega un papel preponderante la política pública, porque si no considera y no pondera principios rectores de una política integradora que formule propuestas en donde se resalte al ser humano como tal o que sectorice los proyectos, seguiremos en este camino de diversas aristas y sin una dirección socialmente acorde a lo humano.

Continuaremos formando humanos autómatas y no reflexivos de su propio devenir.  La política pública necesita ser más pública, cambiar, ver a la educación como un aliado de una mejor sociedad.

La sociedad contemporánea exige, un mayor diseño de política pública, con fines de satisfacer necesidades sociales, humanas y de desarrollo. Hacer uso de los recursos que se tienen para una implementación de un proyecto educativo integral y no sectorizado, que alivie los problemas de violencia, valores, equidad, accesibilidad, cobertura, pobreza y derechos humanos. Verdaderas acciones que conlleven a una mejor sociedad y un bien-estar humano en todas sus dimensiones. La política pública en su organización y planeación tiene que ser estratégica y saber la brecha de movilidad, para ejecutar la política; es decir, saber que normatividad rige a la sociedad y el marco financiero con el que cuenta para brindar servicios eficaces a la sociedad, sin estos marcos de referencia la política pública no funciona.

A manera de coda

A lo largo de los proyectos emprendidos por el Estado y las instituciones que lo componen se denota una preocupación añeja, una mejor vida para la sociedad mexicana. Los proyectos educativos se encharcaron en la discontinuidad, gobiernos o regímenes sin una visión a largo plazo, sin duda, dejaron en el baúl los idearios de justicia social, emancipación del individuo y un ser humano armónico con su entorno.

Las imposiciones del capitalismo en la educación son de considerarse (diseño de programas, políticas, métodos, practicas pedagógicas etc.) la influencia del extranjerismo en la educación es notable y criticable, al tiempo de pensar en una alternativa que nos conduzca a repensar el sistema educativo en su conjunto, así como el hecho educativo como eje medular de un cambio.

¿Cómo construir una nueva utopía? ¿Una escuela diferente? No podemos renunciar como docentes a tener una educación y sociedad que viva bajo el concepto de justica, de derechos e igualdad entre individuos. Las aspiraciones no deben morir. La pedagogía crítica es una alternativa a la devastación humana que se vive, formar seres humanos integrales desde las escuelas en donde confluyen las culturales y los intereses sociales.

Fines y propósitos en donde se plasme la construcción de un ser humano como individuo inmerso en una sociedad y, se reconozca al conocimiento como una construcción humana. Construir una emancipación social y humana.

Necesario modelo educativo diversificado en donde la escuela juegue su papel de gestora de aprendizajes basado en la integralidad de lo humano, pensar en las dimensiones del individuo como ser- humano y no únicamente como seguidor de técnicas que no potencializan la formación integral. Una escuela que profundice en el análisis como capacidad y posibilidad no solo de aprender datos estadísticos, sino que integre conceptos y los relacione a su cotidianeidad. Los sesgos de calidad y excelencia solo cristalizan la inmersión neoliberal y pos-capitalista mercantilismo y utilitarismo humano de nuestro México actual.

Al final y en el lenguaje de Jesús Palacios (1989) “de nosotros depende que nuestro sistema de clase capitalista, de ricos y pobres, de explotadores y explotados, continúe hacia un éxito mayor”. La educación en México es hija legal del capitalismo que segrega a la sociedad y divide al barrio pobre del rico que distingue entre escuela para pobres y escuelas para los adinerados.

BIBLIOGRAFIA

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Palacios Jesús (1989). En “La cuestión escolar: críticas y alternativas. 2ª edición. España 1989 p. 186

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Fuente: El autor escribe para OVE

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Descifrar a China II ¿capitalismo o socialismo?

Por: Claudio Katz


La gigantesca expansión de China es el mayor ejemplo contemporáneo del desarrollo desigual y combinado. Una economía retrasada convenientemente enlazada con el mercado mundial escaló en el ranking global, dejando atrás su status subdesarrollado. Capturó tecnologías e inversiones de las potencias más avanzadas y utilizó la baratura de sus recursos, para motorizar un inédito crecimiento con rentabilidades superiores al promedio global.

Con ese asombroso despegue se ubicó en el podio de las economías centrales, luego de aunar transformaciones internas con ventajosas inserciones en la globalización. Copió innovaciones, lucró con los costos inferiores que imperan en los países relegados y consumó una expansión sin parangón. Otras economías asiáticas también crecieron, pero sin esa intensidad y con poblaciones o territorios incomparablemente menores.

El principio del desarrollo desigual y combinado operó en un nuevo contexto de globalización. Ningún precedente histórico de la expansión china actual -Estados Unidos, Japón, Alemania o la Unión Soviética- presentó una conexión tan peculiar con el capitalismo mundial.

China retomó el lugar preeminente que ya tuvo en su milenaria trayectoria. Pero los vínculos de ese remoto pasado con el renacimiento actual no son nítidos. El despunte de la nueva potencia asiática obedece a varias especificidades contemporáneas.

Pilares, etapas y singularidades

La expansión china fue posible por la existencia de un pilar socialista previo, que permitió articular los modelos planificados y mercantiles en una sorprendente dinámica de crecimiento. Ese cimiento facilitó el salto productivo desde un piso muy bajo de subdesarrollo.

La conformación socialista inicial explica la acelerada industrialización de un país devastado por la guerra, que en 1949 tenía un PBI per cápita inferior a muchos países africanos. En tres décadas remontó ese atraso con espectaculares avances en materia sanitaria (erradicación de las epidemias y aumento de la esperanza de vida de 44 a 68 años entre 1950 y 1980). Lo mismo ocurrió en el plano educativo (reducción del analfabetismo del 80 % al 16% entre 1950 y 1980) o familiar (eliminación del patriarcado ancestral) (Guigue, 2018). Las grandes mejoras en la agricultura apuntalaron el despegue posterior.

La reversión del subdesarrollo con políticas económicas no capitalistas emparenta a China con la Unión Soviética y distingue su trayectoria del curso seguido por las grandes potencias de Occidente. Las estrategias socialistas demostraron una incuestionable efectividad, frente a un retraso extremo que tiene correlatos hasta la actualidad.  La segunda potencia del mundo todavía ostenta la posición 90 en el índice de Desarrollo Humano (Ríos, 2017). Es el principal proveedor comercial y acreedor financiero de Estados Unidos, pero tiene un PIB per cápita inferior a la séptima parte de su competidor (Watkins, 2019).

El pilar socialista aportó un gran sostén a los dos períodos de desenvolvimiento posterior. Entre 1978 y 1992 predominó una etapa de generalización de las relaciones mercantiles, con estrictos límites a la privatización y a la acumulación privada de capital. El agro fue protagonista de un modelo centrado en el mercado interno. Los dirigentes chinos comprendieron con anticipación el suicidio que implicaba socializar la pobreza. Captaron que la renuncia abrupta y total al mercado conducía al dramático rumbo transitado por Camboya (Prashad, 2020). Por eso retomaron las políticas de introducción del mercado en la gestión planificada, que primero experimentaron Hungría y Yugoslavia.

A mitad de los 90 se optó por otro curso de signo pro-capitalista. Se incentivó la privatización de las grandes empresas, la gestación de una clase burguesa y la integración a la globalización. Ese giro introdujo un cambio cualitativo en la economía, que comenzó a registrar los típicos desequilibrios del capitalismo (Lin Chun, 2009a).

El correlato social de esa segunda fase se verifica en los índices de inequidad. El coeficiente Gini retrata un aumento de la desigualdad superior al registrado en cualquier otra economía asiática (Roberts, 2017). Una nueva elite de millonarios ostenta su riqueza, exalta el lujo y estrecha vínculos con sus pares del exterior. Son los protagonistas de todos los escándalos de corrupción de los últimos años. Los grupos enriquecidos propagan la cultura de la mercantilización y del consumismo que asimila gran parte de la ascendente clase media. En el polo opuesto un enorme segmento de emigrantes rurales nutre la masa de trabajadores precarizados, que sostiene el crecimiento industrial.

El principal secreto de la altísima expansión china ha sido la retención local del excedente. Esa captura explica la ininterrumpida continuidad del proceso de acumulación. Una economía con niveles de apertura externa muy bajos forjó sólidos mecanismos para asegurar la reinversión local de las ganancias.

En el debut de esa capitalización la diáspora china fue cooptada para facilitar el desenvolvimiento interno. Por esa razón entre 1985 y 2005 fue artífice de las inversiones llegadas al país (Guigue, 2018). Su gravitación inicial perdió incidencia frente al despunte posterior de una clase capitalista en el propio país, que preservó la norma de reciclar los excedentes en el ámbito local.

            El despegue chino obedeció, además, a una compleja mixtura de ingredientes internos y externos. La intensa acumulación local quedó enlazada con la mundialización, en circuitos de reinversión facilitados por el gran control a la salida de capitales. Los sucesivos modelos de transición socialista, expansión mercantil y parámetros capitalistas mantuvieron una elevada tasa de crecimiento. La diáspora brindó el puntapié inicial a un modelo productivo posteriormente enlazado con la globalización.

Ese esquema incluyó el pasaje de la fabricación inicial de manufacturas básicas a la elaboración de mercancías de nivel medio en la cadena de valor. Este avance se asentó en una absorción de tecnologías muy diferente a la pauta prevaleciente en el mundo.

Desequilibrios sin neoliberalismo, ni financiarización

China introdujo un modelo con regulaciones estatales muy alejadas del patrón neoliberal. Se integró a la globalización con una elevada presencia del sector público y con gran incidencia gubernamental en las normas de inversión. Impuso limitaciones al nivel de las ganancias, a la distribución de los dividendos y a la transferencia de los beneficios al exterior (Andreani; Herrera, 2013). La nueva potencia se asoció al capitalismo mundializado con reglas muy distintas a las imperantes en ese sistema.

            La gravitación de las empresas estatales es ilustrativa de esa estrategia. Luego de un intenso proceso de privatizaciones, las compañías del sector público conforman un núcleo minoritario, pero con dimensiones 14 veces mayores al promedio de la economía. Están localizadas, además, en las ramas estratégicas del petróleo, el gas, el acero, los seguros, las telecomunicaciones y la banca (Treacy, 2020).

China tiene un stock de activos del sector público equivalente al 150% del PIB anual, lo que triplica el acervo del sector privado. Sólo Japón cuenta con un stock semejante, mientras que en las principales economías ese porcentual no supera el 50%. Las mismas diferencias se observan en la gravitación de la inversión pública y en el peso de las empresas estatales con activos gigantescos (Roberts, 2020, 2018, 2017).

Es importante registrar, además, el elevado grado de centralización de esas compañías, que operan bajo la supervisión directa del Partido Comunista. Esas empresas garantizan el suministro de insumos baratos a toda la estructura productiva.

El grado de privatización actual de la economía china es muy controvertido. Algunas estimaciones destacan la nítida preeminencia de ese sector (Hart-Landsberg, 2011) y otras restringen su incidencia dominante al 30% de PBI (Merino, 2020). Pero todos los analistas coinciden en resaltar el continuado papel protagónico de las firmas estatales.

            Otro rasgo distintivo del modelo ha sido la conservación de la tierra como propiedad pública. Esa condición está determinada por las exigencias de soberanía alimentaria, en un país que concentra el 22% de la población mundial con tan sólo el 6% de la tierra cultivable. La relación per cápita de utilización del suelo para la nutrición es 10 veces inferior al nivel imperante en Francia (Andreani, Herrera, 2013).

Las modalidades de la propiedad agraria común han sido muy diversas. La pequeña producción ha persistido, las formas comunales perdieron peso frente al ámbito privado y el despegue de los años 80 se basó en el crecimiento exponencial de todo el sector. Allí se generaron los primeros excedentes para la industrialización posterior. Como el volumen de la población urbana saltó del 20 al 50% del total, la expansión del agro fue indispensable para asegurar el abastecimiento alimentario de las ciudades. La propiedad pública garantizó ese equilibrio (Amin, 2013).

El derecho a utilizar pequeños terrenos cumple, además, una función protectora de los trabajadores migrantes, cuando el incremento del desempleo los expulsa de las ciudades. Cuentan con una especie de seguro social agrario frente a los vaivenes del mercado laboral (Au Loong, 2016). Las tensiones que generaría la implementación en el agro de las privatizaciones introducidas en el suelo urbano han disuadido esa extensión. El patrón del agrobusiness que el neoliberalismo impuso en el grueso del planeta no rige en China.

En ese país tampoco prevalece la financiarización vigente en el grueso de las economías occidentales. Las regulaciones acotan especialmente el ingreso y egreso de los capitales. Ese flujo está controlado por distintos mecanismos cambiarios, que protegen a la economía de los temblores financieros internacionales (Amin, 2018).

Ese control de las divisas no sólo otorga a China grandesventajas en la gestión de cualquier crisis. Ha permitido la conversión de los ingresos de la exportación en créditos bancarios orientados a la industrialización. Con esos mismos dispositivos se limita también la fuga de capital y la expatriación de las ganancias. La nueva clase adinerada ha sido inducida a reciclar internamente sus beneficios y a tolerar la intermediación del Banco Central en la gestión de sus fondos.

            El principal instrumento de esa regulación financiera son los bancos de propiedad estatal. Una veintena de entidades controlan el 98% de las operaciones y manejan los monumentales depósitos que orientan el crédito. Un corolario de esa supervisión es la ausencia de financiarización en los tres terrenos de ese dispositivo. El auto-financiamiento de empresas, la titularización de los bancos y el endeudamiento de los hogares son muy secundarios en comparación a cualquier economía occidental (Lapavitsas, 2016: 227).

            Con su prescindencia del neoliberalismo y la financiarización, China se ahorró muchos desequilibrios que afectan a sus competidores. Pero no ha podido soslayar las contradicciones que introduce el capitalismo. Esas tensiones irrumpieron con la sustitución de modelo mercantil-planificado por el esquema de privatización de las grandes empresas.

China es el principal epicentro mundial de la superproducción y esos sobrantes empujan a redoblar la búsqueda de mercados externos. Esa compulsión deriva en picos de sobre-inversión interna, que su vez alimentan la especulación inmobiliaria, el endeudamiento creciente y las operaciones financieras en las sombras.

Neoliberales y heterodoxos

La impresionante irrupción de China suscita admiración, temor e incomprensión. La elite occidental no logra hilvanar una interpretación coherente de lo ocurrido. Oscila entre el reproche a la continuidad del comunismo y la alegría por el giro pro-capitalista. Algunos sospechan que la nueva potencia mantiene con disfraces su viejo régimen y otros celebran su conversión al ideario de mercado.

 Estas incoherencias repiten las reacciones de la guerra fría frente al apogeo económico de la URSS. Esa expansión generaba en 1950-60 tanto odio como envidia, entre los intelectuales orgánicos del imperialismo occidental. Pero la tónica finalmente dominante frente a China es la confrontación, con todo tipo de fábulas sobre el peligro rojo o amarillo.

Lo neoliberales suelen explicar el crecimiento chino por su meritoria adopción del capitalismo. Omiten el antecedente socialista y presuponen una falsa identidad entre la vigencia del mercado y la preeminencia de las privatizaciones. La primera norma operó durante un largo tiempo en estrecha combinación con la planificación y la segunda ha quedado acotada por los límites al neoliberalismo y la financiarización.

El desarrollo chino refuta todos los mitos del capitalismo desregulado. Ese modelo no prevaleció en ninguna de las tres fases del desenvolvimiento económico del país. El impulso inicial se consumó bajo estrictas reglas de planificación centralizada, el período siguiente incorporó mecanismos de gestión mercantil y el curso actual contiene formas capitalistas acotadas por la regulación estatal. La simplificada creencia que las reglas del beneficio rescataron a esa economía de su “estancamiento socialista” es una fantasía de los derechistas, que no logran digerir la extraordinaria expansión de un modelo ajeno a sus recetas.

Ese desconcierto se traduce en esquizofrénicas loas y repudios al “orden”, la “jerarquía” o la “disciplina”, que observan en el funcionamiento del sistema económico chino. Esas características son elogiadas como sinónimo de “progreso capitalista” o denigradas como evidencias de la “dictadura comunista”. La coherencia brilla por su ausencia entre los neoliberales, a la hora de evaluar la irrupción de la nueva potencia asiática.

La heterodoxia convencional presenta a China como el principal ejemplo del capitalismo regulado. En general rehúye el debate conceptual sobre el significado de esa categoría. Simplemente refuta las ensoñaciones neoliberales de un crecimiento, guiado por la mágica presencia de la mano invisible del mercado. Esa crítica subraya la constante preeminencia de la regulación estatal en cada avance consumado por el país. Describe correctamente la decisiva ausencia del neoliberalismo y la financiarización, pero supone que la simple continuidad de esa estrategia garantiza el sendero del progreso.

            Esa mirada reduce todos los secretos del desarrollo a la presencia dominante del estado. Omite que muchos países contaron con largos períodos de primacía estatal, sin superar el atraso ante la continuada primacía del capitalismo dependiente. Al desconocer que el logro de China se cimentó inicialmente, en mayúsculas transformaciones  de tono anticapitalista, se transmite un diagnóstico incompleto y sesgado.

Los teóricos del capitalismo regulado olvidan que sus principios estuvieron totalmente ausentes en el debut de proceso y no cumplieron ningún rol importante durante la combinación del plan con el mercado. Han aparecido finalmente con formas muy singulares en la actualidad. La historia de los últimos dos siglos contiene incontables ensayos de regulación capitalista fallida que China no imitó.

Justificaciones milenaristas

            Otra explicación de la expansión del país relativiza los determinantes económicos y subraya la preeminencia de condicionamientos histórico-sociológicos. Observa el despegue como un retorno al antiguo equilibrio destruido por la primacía de Occidente. Recuerda que China es una civilización milenaria, con derecho a ocupar un lugar hegemónico en el concierto de las naciones. Por eso interpreta su protagonismo actual, como una compensación a los desvíos creados por la dominación occidental en los últimos dos siglos. Concluido ese paréntesis, la historia tendería a recuperar una trayectoria previa asentada en la centralidad de China.

Esta teoría de la venganza milenaria supone que el país recobra su legítimo predominio. Recuerda que, en el año 1800, las economías localizadas en los territorios asiáticos proveían el 49% de la producción mundial (Fornillo, 2018). Estima que China actualmente reequilibra la historia y recupera el lugar de una vieja economía de mercado, que siempre superó a otras formaciones asentadas en la preeminencia militar (Nolan, 2019). Estas miradas recuerdan que, en el pasado, la distribución del poder económico era proporcional a un patrón de peso demográfico que tiende a reaparecer (Ríos, 2017).

            Pero de su interpretación de la historia, algunos enfoques deducen la validez de una resurrección hegemónica de China en el escenario actual. Aportan importantes observaciones que mejoran nuestro conocimiento de una sociedad milenaria, pero deducen de ese pasado un controvertido derecho de China a recuperar centralidad en el mundo.

Esa nación no es portadora de ningún destino (a la dominación o a la subordinación) por la simple inexistencia de ese atributo. China no encarna ningún devenir superior al resto de la humanidad, por la misma razón Estados Unidos carece de un “destino manifiesto” como custodio de la seguridad mundial. Ese mismo faltante se extiende a Europa, que no es transmisora de ninguna “civilización” de excelencia a los pueblos de la periferia.

            Las justificaciones milenaristas retoman las mitologías de la excepcionalidad nacional, como una virtud de ciertas poblaciones frente a otras. En el caso de China, las tesis sinocéntricas han irrumpido como reacción al eurocentrismo previo. Luego de un siglo de humillación occidental suponen la validez de una retribución. Pero ese razonamiento participa de todos los mitos gestados en torno a la “invención de las naciones”, para enaltecer ciertos territorios, destinos, culturas o idiomas.

            La tradición marxista siempre ha confrontado con ese tipo de creencias, que agudizan las rivalidades nacionales y afectan los intereses compartidos de todos los pueblos del mundo. El comunismo chino propagó activamente un ideario nítidamente internacionalista durante décadas. Enarboló especialmente una variante antiimperialista de ese proyecto asentado en el protagonismo revolucionario del Tercer Mundo.

            Ese legado ha quedado ahora erosionado por el nuevo patriotismo sinocéntrico, que presenta el desarrollo de China, como una revancha frente a la opresión impuesta por Occidente (Guigue, 2018). El mismo argumento patriótico es utilizado para interpretar el enriquecimiento de los capitalistas locales, como una retribución al empobrecimiento sufrido en el pasado. La incorporación de potentados al Partido Comunista es presentada con ese fundamento como una expresión de ponderables comportamientos nacionales (Ding, 2009). Pero en los hechos ocurre todo lo contrario. Los sectores adinerados de la nueva elite china son afines a Occidente, propician el estrechamiento de la asociación transnacional y propagan el credo neoliberal.

            Algunas justificaciones nacionalistas del renacimiento de China se sustentan en la revalorización del confucionismo, como fundamento del estado, la sociedad, la ética y la armonía familiar. Otras reemplazan el análisis concreto del desarrollo desigual y combinado contemporáneo por vagos preceptos de auge y declive secular de sistemas sociales indiferenciados. Con ese enfoque, el devenir de China es despegado de su cimiento en modos de producción tributarios, capitalistas o socialistas, para ser evaluado con el dudoso patrón valorativo de las civilizaciones.

            Esa mirada diluye las singularidades de las últimas décadas en nebulosas tramas meta-históricas. El propio pasado de China se pierde en esas vaguedades. Olvida que la oleada nacionalista que sucedió a la guerra de Opio (1840) alimentó la moderna identidad china y apuntaló la conciencia nacional de la revolución republicana (1911). El posterior triunfo socialista (1949) combinó proyectos agrarios, democráticos y antiimperialistas que definieron el curso posterior del país. Los críticos del milenarismo subrayan la centralidad de estas trasformaciones (Lin Chun, 2013:197-211).

            El mismo debate se extiende a la evaluación del papel internacional de China. Algunos análisis dan cuenta de la frecuente identificación de ese rol, como el cimiento de una nueva civilización, forjada con criterios de comunidad, destino compartido, desarrollo pacífico y armonía global (Margueliche, 2020). Esa imagen idealizada de universalismo es propagada con un lenguaje despolitizado de consenso universal, que simplemente omite las tendencias destructivas del capitalismo (Lin Chun, 2019). Para superar esa evasión conviene aplicar al análisis de China, los mismos parámetros de materialismo histórico, que se utilizan para indagar la trayectoria de cualquier otra nación.

Capitalismo, socialismo, formas intermedias

Los principales interrogantes sobre China no radican en las peculiaridades de su modelo, sino en la naturaleza social de su sistema ¿Es capitalista, socialista o intermedio?

Para dilucidar ese problema hay que reconocer primero la validez de esos conceptos, en contraposición a los pensadores que los omiten o impugnan. Habitualmente descartan la relevancia actual del socialismo, considerando que el capitalismo es el único sistema válido. Esa visión convalida implícitamente la óptica neoliberal, que asoció el derrumbe de la Unión Soviética con el “fin de la historia” y la consiguiente eternidad del capitalismo. Con esa postura resulta imposible comprender la trayectoria seguida por China y caracterizar a un régimen que proclama su identidad con la perspectiva socialista.

Si se considera que esa definición es intrascendente o constituye un simple disfraz habría que extender la misma objeción a otras evaluaciones. ¿Por qué aceptar por ejemplo la consistencia de los conceptos capitalismo regulado y desregulado? ¿O de liberales y antiliberales? ¿No ocultan otra realidad subyacente que invalida esas caracterizaciones?

El análisis se torna más sensato si se reconoce que capitalismo y socialismo son las dos nociones organizadoras de la interpretación de China. Aportan reglas antagónicas de funcionamiento de la sociedad y el estado, que permiten indagar dónde se ubica ese país.

Ciertamente son conceptos insuficientes para caracterizar el modelo vigente en un país, pero aportan un punto de partida insoslayable. Antes de dilucidar las especificidades del capitalismo o del socialismo chino hay que esclarecer el significado básico de ambos términos.

La vigencia de capitalismo está dada en el terreno económico por la propiedad privada de los medios de producción y la preeminencia de normas de beneficio, competencia y explotación, junto al desequilibrio de la sobreproducción. Ninguna variedad de capitalismo se desenvuelve sin la presencia de estas condiciones.

Esos tres pilares no sólo distinguen al capitalismo de su antónimo socialista. También lo diferencian de formas incompletas o primitivas de gestión mercantil. El mercado precedió y sucederá al capitalismo. Es un dispositivo complementario de distintos sistemas y su presencia no define la naturaleza social de un país. La presentación de China como “una economía de mercado” -que conceptualizó un influyente estudioso de esa sociedad (Arrighi, 2007: cap 3 y 8)- evade la caracterización efectiva del régimen.

El pasaje de normas mercantiles acotadas y compatibles con la planificación a los tres pilares de la economía capitalista, marcó el debut potencial en China de ese sistema a principios de los años 90. La pequeña y mediana propiedad privada en el agro dio paso a grandes empresas industriales pertenecientes a la nueva burguesía. La fijación de precios por normas competitivas se amplió al grueso de las cotizaciones, se extendieron las modalidades de explotación y la acumulación de beneficios enriqueció a una influyente minoría. Además, los viejos cuellos de botella generados por la sub-producción fueron sustituidos por tensiones de sobre-inversión. Estos cambios retratan la gravitación de modalidades capitalistas en la economía china.

De esa canasta de elementos lo más significativo es el surgimiento de una clase propietarias de los medios de producción que busca transmitir privilegios a sus herederos. ¿Pero la indiscutible incidencia de este sector define la vigencia del capitalismo en China?

La respuesta sería probablemente afirmativa en otras circunstancias históricas. El país comenzó a incorporarse a ese sistema en un escenario global de neoliberalismo y financiarización, sin adoptar esas dos características. Esa limitación tornó muy incompleta desde el inicio la restauración del capitalismo. Las modalidades de alta regulación, restricción de ganancias, propiedad pública de la tierra y manejo estatal de los bancos, la moneda y el comercio exterior obstruyen la vigencia plena de ese sistema.

A diferencia de otras experiencias -como el neo-desarrollismo o el distribucionismo latinoamericano de la última década- el distanciamiento chino del neoliberalismo y la financiarización no ha sido un episodio de pocos años. Impera en un país, que forjó su economía contemporánea con pilares de socialismo.

El carácter acotado del predominio capitalista en China se verifica más nítidamente en el plano político. Esa esfera es decisiva puesto que la preeminencia de ese sistema no se define exclusivamente en el ámbito de la economía o la sociedad. Presupone también el manejo del estado por parte de la gran burguesía. La simple existencia de este sector o su elevada gravitación en el control de los recursos no determina el status capitalista de un país. Los principales resortes del poder estatal deben quedar sometidos al manejo directo o delegado de los apropiadores. Y ese control no se verifica en la actualidad en China.

El estado funciona con las normas e instituciones forjadas a partir de la revolución socialista de 1949. La continuada preeminencia del Partido Comunista -y de toda la estructura de organismos nacionales y regionales conectados a esa primacía- ilustra una modalidad de gobierno muy distinta a las formas habituales del poder político burgués.

En China no se produjo la implosión que desintegró a la URSS, ni el abrupto colapso de los regímenes del Este Europeo. La repetición de esa trayectoria que esperaban los líderes de Occidente no se verificó. La ruptura del sistema que impuso Yeltsin contrastó con la continuidad que reafirma Xi Jinping. Esa diferencia indica que la clase capitalista ya forjada en China actúa bajo un sistema político que no domina.

            Esa estructura institucional mantiene, además, ideologías, símbolos y próceres muy chocantes para los preceptos básicos del capitalismo. Reivindica el heroísmo en lugar el lucro y las metas colectivas en vez del enriquecimiento personal. Ciertamente esos principios divergen de una realidad económica sujeta en gran medida a la lógica del beneficio. Pero esa tensión también expresa los límites que afronta el reingreso pleno del capitalismo.

El legado socialista no sólo aflora lateralmente en los formalismos de los funcionarios, sino que conserva vigencia en el gran espectro de la izquierda y recobra importancia en las coyunturas de crítica a la desigualdad.  ¿Pero esos límites a la restauración capitalista indican, entonces, la continuidad de su contracara socialista?

En los términos concebidos por los clásicos del marxismo, China siempre se ubicó a una gran distancia de esa meta. Nunca alcanzo el bienestar colectivo, la abundancia material o la democracia genuina, que permitirían inaugurar la disolución de las formas opresivas del estado. Mucho más alejado de ese ideal estuvo siempre la utopía positiva del comunismo.

Durante las primeras décadas que sucedieron a la revolución rigió una transición al socialismo asentada en dos principios de esa evolución: la expansión de la propiedad pública y la intervención popular en la transformación de la sociedad. Posteriormente se incluyeron en la misma plataforma numerosos mecanismos comerciales para renovar el crecimiento. Esa etapa quedó cerrada con la conformación de una nueva clase propietaria de grandes empresas. El avance inicial al socialismo se transformó en un proceso opuesto de involución hacia el capitalismo. Esa regresión no se ha consumado, pero revirtió la tendencia precedente.

            En China no rige el capitalismo, ni el socialismo. Prevalece una modalidad histórica intermedia e irresuelta de sociedad, junto a una formación burocrática en el manejo del estado. El funcionariado que controla el poder estatal no actúa por simple delegación de la nueva clase propietaria. Busca sostener -mediante un elevado ritmo de crecimiento- un equilibrio de todos los sectores sociales del país.

Antecedentes, modelos y afinidades

Nuestra interpretación retoma ideas expuestas en un libro sobre el socialismo. Transcurridos 16 años desde la edición de ese texto, las principales definiciones conceptuales sobre China propuesto por nuestro análisis mantienen su validez (Katz, 2004:77-83). Esa continuidad ilustra cómo puede prolongarse en el tiempo, la indefinición del carácter capitalista o socialista de un sistema. Lo que parecía coyunturalmente irresuelto persiste como un proceso que será zanjado en períodos más extensos.

            El principal señalamiento de ese análisis -la restauración capitalista no ha concluido- persiste hasta la actualidad. También la mencionada existencia de tres períodos diferenciados (debut socialista, gestión mercantil, introducción del capitalismo) se mantiene como eje clarificador del problema.

Nuestro enfoque actualizado en otro texto (Katz, 2016) fue bien recibido por algunos comentaristas, que lo contrapusieron a las miradas simplistas de la realidad china (Restivo, 2020). Pero han interpretado erróneamente que postulamos el carácter irreversible de un viraje hacia el capitalismo, que a nuestro entender permanece inconcluso.

            Para dirimir el grado de reintroducción del capitalismo utilizamos los criterios aportados por un analista de los “procesos pos-comunistas” de Europa Oriental. Esos parámetros son el alcance de la propiedad privada, las normas de funcionamiento de la economía y el modelo político imperante (Kornai, 1999: 317-348).

Con esos indicadores destacamos que China avanzó hacia el capitalismo en el primer terreno, no definió un perfil definitivo en el segundo y afrontó un severo dique en el tercero. Su estadio intermedio es muy visible en comparación a lo ocurrido en Rusia o Europa Oriental.

            Nuestra mirada sintoniza con muchas caracterizaciones de la Nueva Izquierda de China. Esta afinidad se verifica ante todo en la distinción cualitativa entre el período de las reformas mercantiles (1978) y la etapa de las privatizaciones (1992). Lejos de constituir dos momentos de una misma trayectoria, involucraron rumbos contrapuestos de compatibilidad con el socialismo y alineamiento con el capitalismo (Lin Chun, 2009a).

            También compartimos la crítica frontal a un proceso de restauración, que socava las conquistas sociales logradas con la revolución, ampliando en forma dramática la desigualdad (Lin Chun, 2019). Resaltamos por igual que el tránsito de China hacia el capitalismo no es un devenir conveniente, ni inexorable para desarrollar las fuerzas productivas y que ese desenvolvimiento no exige la integración a la globalización (Lin Chun, 2009b).

            La coincidencia se extiende, además, al diagnóstico de un proceso de restauración sólo parcial del capitalismo. Ese curso puede ser revertido en la lucha por igualdad, en una sociedad con principios muy arraigados de justicia. La recuperación de la trayectoria socialista dependerá de una acción emprendida por los sujetos populares (Lin Chun, 2013:197-211).

Tres variantes de restauración

El carácter limitado de la reintroducción capitalista en China ha sido recientemente evaluado por un importante estudio, que traza comparaciones conceptuales con lo ocurrido en Europa del Este y Rusia. Diferencia los tres procesos distinguiendo la incorporación del capitalismo desde abajo, desde el exterior o desde arriba (Szelényi, 2016).

            Señala que la conformación del capitalismo en Europa del Este se procesó con gran antelación y monitoreo externo, mediante un intenso estrechamiento de lazos entre los grupos dominantes locales y sus socios de Occidente. La intelectualidad asimiló con gran fanatismo el credo neoliberal y cumplió un rol determinante en la creación del clima de entusiasmo que rodeo a la recepción del capitalismo.

Las privatizaciones quedaron en manos de los sectores que ya habían acumulado en las sombras los acervos requeridos para capturar el botín. La terapia de shock en Polonia, el transito gradual en Eslovenia, las reparaciones a los antiguos propietarios en la República Checa y la subastas de Hungría constituyeron modalidades peculiares de un curso compartido de vertiginosa restauración del capitalismo.

Las clases dominantes ya prefiguradas en la etapa previa se consolidaron con la misma velocidad, que se desmoronó la vieja conducción de los regímenes precedentes. La preeminencia de consejeros externos y la instalación de formas brutales de neoliberalismo fueron los datos más significativos de esa transformación.

            En China no se ha verificado ninguno de esos procesos. La acumulación de capital comenzó en el campo y se desenvolvió con gran lentitud hasta el inicio de las privatizaciones en las ciudades. Ese proceso se mantuvo a lo largo de varias décadas, sin extenderse a las actividades estratégicas que permanecen en manos del estado. Tampoco hubo dirección externa de la reconversión. Las empresas transnacionales fueron asociadas a un programa de crecimiento elaborado localmente y los gobiernos occidentales tuvieron poca influencia en el rumbo seguido. Las propias elites seleccionaron a la diáspora china como su contraparte privilegiada y establecieron severas limitaciones al papel del capital foráneo.

Ciertamente la ideología neoliberal penetró en el país, pero en permanente disputa con otras concepciones y nunca logró primacía.  El viejo sistema político estructurado en torno al Partido Comunista persistió y afianzó su predominio de la gestión económica. Los contrastes con lo ocurrido en Europa del Este son tan categóricos, que el autor de la comparación pone seriamente en duda la vigencia actual del capitalismo en China.

            También en Rusia la restauración fue un fenómeno fulminante y alejado de las ambigüedades que se verifican en el escenario asiático. La introducción del capitalismo se consumó a la misma velocidad que en Europa del Este por medio de virulentas privatizaciones. Yeltsin decidió construir el nuevo sistema en 500 días y repartió el grueso de propiedad pública entre sus allegados.

La nueva burguesía se gestó de la noche a la mañana y cinco años después del colapso de la URSS, los siete mayores empresarios rusos poseían la mitad de los activos del país. Los desequilibrios precipitados por la codicia se hicieron tan presentes como las turbulencias financieras.

            En esa reconversión fue visible la enorme influencia occidental, pero a diferencia de Europa Oriental el comando final quedó en manos de la nueva plutocracia moscovita. El capitalismo no reingresó desde afuera, sino desde arriba. Los protagonistas del viraje fueron los mismos actores de la cúpula política precedente. La alta burocracia de la URSS se transformó en la nueva oligarquía de Rusia. El mismo personal cambió de vestimenta y mantuvo la conducción del estado para otros fines. Esa mutación de abanderados del comunismo a exaltadores del capitalismo se verificó también en Ucrania, Bielorrusia, las antiguas repú­blicas de Asia Central y algunos países de los Balcanes.

China no atravesó por esos senderos. La reimplantación del capitalismo ha sido es un proceso tortuoso e inacabado, ante la ausencia de un mandatario dispuesto a emular a Yeltsin. El desmoronamiento de la URSS acentuó el conservadurismo de los dirigentes chinos. En lugar de sepultar la estructura política del Partido Comunista decidieron consolidarla y en vez de fusionar a la nueva clase capitalista con el poder político, sólo aceptaron su existencia como una fuerza paralela a su propia dirección.

            Por esa razón en China no ha imperado el modelo de reparto patrimonial de propiedades que introdujo Yeltsin, al rematar los activos del país entre la nueva elite. Tampoco se verificó el esquema prebendario de retribuciones en función de la lealtad que instauró Putin. Con ese mecanismo el presidente ruso acotó el poder de los codiciosos oligarcas. Expropió, criminalizó y disciplinó a esos acaudalados, con la misma virulencia que utilizaban los zares contra los boyardos. Pero ninguna de sus acciones modificó el status capitalista del país.

También en China hay tensiones de gran porte y el férreo comando que ejerce Xi Jinping apunta a impedir el desmadre de esas disputas. Algunos analistas estiman que gobierna utilizando un conjunto de reglas ocultas y no escritas, que reproducen la antigua autoridad del emperador sobre las capas subordinadas. Equilibra especialmente los choques entre el funcionariado que asciende con las reglas de la meritocracia y los ahijados del viejo liderazgo comunista (Au Loong, 2016).

Pero incluso con esas modalidades de gestión, el poder político mantiene las denominaciones, estatutos e ideologías del proceso inaugurado en 1949. Aquí radica la gran diferencia con Rusia que sepultó todos los vínculos con la revolución de 1917. La disímil penetración del capitalismo en ambos países está muy conectada con esa divergencia de actitudes hacia el pasado.

Comparaciones con el origen del capitalismo

Una revisión de los debates sobre el origen del capitalismo contribuye a clarificar la naturaleza actual de China. Al indagar cómo nació ese sistema se puede discernir de qué forma ha resurgido dónde había sido erradicado.

La controversia entre los historiadores marxistas sobre el nacimiento del capitalismo contrapuso a los intérpretes de su debut en el agro (Dobb, 1974), con los teóricos de su consolidación primigenia en el comercio (Sweezy, 1974). La primera visión atribuía la transición a la erosión en Europa de las estructuras feudales, como consecuencia de las rebeliones campesinas. La segunda resaltaba el auge urbano que deterioró a la nobleza, acentuó la huida de los siervos y transformó la renta de productos en dinero.

Esa discusión buscaba dirimir si el capitalismo emergió en un largo proceso de acumulación primitiva en el agro y generalización del trabajo asalariado en las ciudades, o si por el contrario despuntó cuando se afianzaron las relaciones comerciales.

La ventaja del primer enfoque radicó en su acertada identificación del capitalismo con un sistema de competencia por beneficios surgidos de la explotación. Esa generación de ganancias requiere propiedad privada de los medios de producción y normas de lucro asentadas en la extracción de plusvalía. El simple predominio de los parámetros mercantiles no consagra el predominio del capitalismo.

Retomando esa diferenciación, China debería reunir actualmente las condiciones señaladas por la tesis del origen agrario para presentar un status capitalista. No alcanza con la universalización de las reglas comerciales para constatar esa vigencia. Justamente en la trayectoria contemporánea del país, la etapa de expansión del mercado sin privatizaciones no implicó el inicio del capitalismo. Sólo en el periodo posterior emergió la restauración. La acumulación por abajo en el agro constituyó, a lo sumo, un presupuesto de ese cambio y no un indicio de su consumación.

Otra discusión sobre el nacimiento del capitalismo opuso a los historiadores que subrayaban su origen nacional (Wood, 2002:103-121), con los estudiosos que remarcaban su génesis internacional (Wallerstein, 1988: 33-35). Esa controversia contraponía la existencia de múltiples trayectorias de un sistema forjado en el siglo XIX, con visiones de un régimen que irrumpió como totalidad mundial en el siglo XVI.

            En este caso, el acierto de la primera mirada radica en los criterios que aportó para estudiar cada capitalismo nacional, en función de sus diferencias con los sistemas previos. El inconveniente de la segunda óptica estriba en la disolución de esas singularidades. Remonta la existencia del capitalismo a un lejano pasado y supone que ya operaba como entramado global.

Esa divergencia de criterios internos o externos para definir la presencia del capitalismo cobra actualidad, para evaluar las trayectorias nacionales divergentes seguidas por Rusia o Europa del Este frente a China. Esos procesos se desenvolvieron en un mismo escenario de globalización neoliberal, pero transitaron por cursos nacionales muy distintos.

La expansión mundial del capitalismo que sucedió al fin de la guerra fría, no implicó la implantación del mismo sistema en todos los rincones del planeta. China (o Cuba y Vietnam) ha seguido un rumbo distinto en un contexto común. Por las mismas razones que la existencia de un sistema-mundo no equivalía a la automática adscripción de la URSS a esa totalidad, la preeminencia actual de la globalización no presupone el capitalismo en China.

Este señalamiento es importante para evitar los equívocos inversos, que asignan a la nueva potencia asiática una misión civilizatoria mundial. Si la globalización no define el status capitalista de China, la expansión internacional de ese país tampoco alumbra otro funcionamiento del resto del mundo.

Revolución y contrarrevolución burguesa

Las discusiones sobre el origen del capitalismo afianzaron la percepción de una larga transición de varios siglos, con diversas modalidades de coexistencia de clases dominantes (Vitale, 1984). Esta misma conclusión podría aplicarse en la actualidad a China, Su eventual pasaje al capitalismo, no debería necesariamente presentar el abrupto desenlace que imperó en Rusia o Europa del Este. Podría efectivizarse a lo largo de varias décadas y en ese caso correspondería caracterizar al régimen vigente durante ese período intermedio.

En los debates historiográficos de esa transición surgió la noción de formación económico-social, para conceptualizar la existencia de variadas articulaciones entre modos de producción, con predominio desigual del capitalismo (Cueva, 1988). Esa noción fue utilizada para caracterizar, por ejemplo, las mixturas imperantes en América Latina entre los siglos XV y XIX. Hubo diversas combinaciones del capitalismo con el esclavismo (plantaciones) o con el feudalismo (haciendas). La misma mirada podría aplicarse en la actualidad a China, para considerar su formación económico-social en términos de un eventual “social-capitalismo”.

            Pero estas categorías económicas no alcanzan para definir cuándo rige el capitalismo. En las mixturas de la transición la burguesía conquistó su dominio de la sociedad, pero sólo ejerció efectivamente esa primacía cuando capturó el poder del estado. El imperio de la competencia, la ganancia y la explotación no consagró el status capitalista, mientras el estado permaneció en manos de otros grupos dominantes. Fue lo ocurrido por ejemplo con el estado absolutista durante la era feudal. Sólo cuando la burguesía controló ese resorte quedaron despejados todos los escollos para la acumulación.

Esta conclusión del debate historiográfico tiene especial aplicación para el escenario actual de China. Tal como ocurrió en el pasado, una nueva clase dominante ya monitorea gran parte de la economía sin manejar el poder político, lo que a su vez impide el pleno despegue del capitalismo.

El punto de giro en el pasado fue clarificado en la evaluación de las revoluciones burguesas, que constituyeron la modalidad clásica de conquista del poder por parte de la clase capitalista. La caída de monarquía (Francia) o la guerra de secesión (Estados Unidos) fueron ejemplos típicos de ese viraje (Piqueras, 2000).

Pero estas contundentes mutaciones no fueron el único curso de la historia y esa indefinición reaparece en la actualidad. Las fechas exactas del cambio de régimen que se observaron en Rusia, Polonia, Alemania del Este o Hungría, no se han extendido a China.

En la comparación corresponde igualmente subrayar que las revoluciones burguesas del pasado no constituyeron el simple antecedente de las contrarrevoluciones del presente. Un monumental abismo separa al surgimiento del capitalismo de su retorno. La principal diferencia estriba en la total carencia de complementos progresistas en el plano democrático, nacional o agrario (Anderson, 1983). El resurgimiento actual más bien profundiza los ingredientes regresivos de la instauración del capitalismo, que predominó en los países centrales desde la segunda mitad del siglo XIX (Callinicos, 1989). Esa misma tónica ha prevalecido en la restauración del sistema al cabo de una centuria en Rusia y Europa del Este.

            Conviene recordar también que en numerosos lugares del mundo el capitalismo emergió sin revolución burguesa, mediante transformaciones pasivas o auto-conversiones de los estados. El paulatino aburguesamiento de la antigua nobleza en Japón y Alemania fueron los típicos modelos de esa gestación por arriba (Takahashi, 1974). Se podría argumentar que China está transitando por una reconversión semejante, mediante el pausado padrinazgo del capitalismo por los mismos sectores que dominaron el sistema precedente.

            Pero esa transición de largo plazo sería muy distinta a los precedentes del siglo XIX. Implicaría en China el triunfo del proyecto neoliberal y el estrechamiento de lazos con los socios occidentales. Esa eventualidad constituye por ahora sólo una de las opciones en juego. Las alternativas en disputa requieren un análisis más específico que abordaremos en el tercer artículo de esta serie.

18-9-2020

RESUMEN

La irrupción de China ilustra la dinámica contemporánea del desarrollo desigual y combinado. El cimiento socialista, el complemento mercantil y los parámetros capitalistas apuntalaron un modelo enlazado a la globalización, pero centrado en la retención local del excedente. La ausencia de neoliberalismo y financiarización ahorraron al país los desequilibrios afrontados por sus competidores. Pero la penetración del capitalismo genera sobreinversión y excedentes a descargar en el exterior.

La ortodoxia explica la expansión china por un imaginario predominio de la desregulación y la heterodoxia por la simple aplicación de controles que han fallado en otros lugares. Ambos omiten el cimiento socialista. La óptica milenarista enaltece un destino imaginario y supone raíces remotas para procesos muy recientes.

El capitalismo está presente pero no domina aún en la economía. La nueva clase burguesa tampoco logró el control del estado, pero la transición socialista se revirtió y prevalece un status intermedio. La acotada restauración contrasta con las trayectorias de Europa Oriental y Rusia. Una comparación con el origen del capitalismo sugiere la posibilidad de largas transiciones y mixturas de sistemas.

Claudio Katz[1]

REFERENCIAS

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[1] Economista, investigador del CONICET, profesor de la UBA, miembro del EDI. Su página web es: www.lahaine.org/katz

Fuente e imagen: https://contrahegemoniaweb.com.ar/seccion/secciones/debates_estrategicos/

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La expansión del capitalismo está destruyendo el planeta y la humanidad

Por: John Bellamy Foster

 

En un mundo acorralado por el capitalismo de catástrofe cualquier análisis serio que se proponga la renovación del socialismo debe comenzar con comprender la necesidad de una “destrucción creativa” de las bases materiales del capital en toda la existencia social. (1)

El capitalismo actualmente existente – de carácter catastrófico – se manifiesta materialmente en la convergencia de tres factores: crisis ecológica planetaria, crisis epidemiológica global y crisis económica permanente. (2)

A todas estas crisis hay que sumar los siguientes elementos: extensión mundial de explotación imperialista (mediante la cadena global de productos básicos); desaparición del estado democrático liberal con la imposición de políticas neoliberales y el surgimiento del neofascismo; y una nueva era de inestabilidad hegemónica, que llega acompañada del peligro de una guerra interminables.(3)

Crisis Climática

El consenso científico mundial denomina la crisis climática como “una situación sin retorno», esto significa que si las emisiones de carbono – producto de la quema de combustibles fósiles- no llegan a cero en las próximas décadas, la existencia de la civilización industrial estará seriamente amenazada y, en última instancia, también la supervivencia de los seres humanos. (4)

Sin embargo, la crisis existencial de nuestra especie no se limita al cambio climático, también se extiende una brecha ecológica global de los siguientes fenómenos planetarios:  acidificación de los océanos; extinción de especies (y la consiguiente pérdida de diversidad genética); destrucción de ecosistemas forestales; disminución del agua dulce; interrupción de los ciclos de nitrógeno y fósforo; rápida propagación de agentes tóxicos (incluidos los radio-nucleidos); y, proliferación incontrolada de organismos modificados genéticamente. (5)

La ruptura de estas fronteras ecológicas está intrínsecamente ligada a un sistema económico basado en la acumulación del capital, que por su propia dinámica no reconoce barreras insalvables para un crecimiento ilimitado y exponencial. Por tanto, no hay salida de la actual destrucción de las condiciones sociales y naturales de la existencia que no requieran un salir radical del capitalismo.

Lo primordial para nuestra época es la creación de lo que István Mészáros llamó un nuevo sistema de reproducción social metabólica. (6) Esta propuesta nos habla de la necesidad de construir un nuevo modelo de socialismo  para el siglo XXI, pensado de tal manera, que desafíe críticamente la teoría y la práctica las experiencias socialistas del pasado siglo XX.

Polarización de la lucha de clases

En los Estados Unidos, al igual que en otros países, sectores del capital financiero monopolista han logrado reclutar a elementos de la clase media baja, (principalmente blanca) utilizando una ideología nacionalista, racista y misógina. El resultado ha sido una política neofascista, que reúne en un sólo constructo ideológico; una larga historia de racismo estructural (legado de la esclavitud); diversas forma de colonialismo;  y el militarismo propio del imperialismo.

Sobre estas prácticas políticas reaccionarias se edificó el ascenso al gobierno de Donald Trump, un magnate multimillonario transformado en el líder de una derecha radical que tiene como objetivo la imposición de un nuevo régimen capitalista autoritario.

Aunque hoy esté cuidadosamente ofuscada, por una campaña electoral, la alianza de los neofascista con los neoliberales es un proceso político fácilmente comprobable. (7) Tanto es así, que si llegará a triunfar en las elecciones Joe Biden, la alianza neoliberal-neofascista se mantendrá sin grandes cambios. La razón es simple: esta asociación es el pedestal sobre el cual se erige el poder estatal del capital monopolista-financiero en Estados Unidos. (8)

Simultáneamente, a la constitución de esta nueva formación política reaccionaria en el “corazón del imperio” se está desarrollando un importante movimiento por el socialismo, asentado en la clase obrera, la juventud y los intelectuales disidentes.

Con la desaparición de la hegemonía estadounidense dentro de la economía mundial – acelerada por la globalización de la producción – se minó el poder de la antigua aristocracia obrera de base imperial. Este proceso ha originado el resurgimiento de los ideales del socialismo entre parte importante de la clase trabajadora.(9)

La Gran Desigualdad, un concepto acuñado por Michael D. Yates, expresa con claridad la situación que están viviendo los sectores populares estadounidenses, el sentimiento de incertidumbre y de ausencia de futuro – que afecta especialmente a la juventud- de hecho ha provocado un aumento dramático de «muertes por desesperación», según los datos oficiales. (10)

En resumen, amplias capas de la población están cada vez más enfurecidas por un sistema capitalista que no ofrece perspectivas y como consecuencia ven al socialismo como una alternativa totalmente legítima.(11)

Este nuevo escenario no ocurre sólo en Estados Unidos. En otras países del mundo hay fuerzas objetivas con características similares, especialmente en el Sur Global, que soporta una estancamiento permanente, la financiarización de la economía y una brutal destrucción ecológica .

Al parecer las fuerzas que luchan por el socialismo seguirán creciendo como efecto de la crisis estructural del capital y la polarización de la lucha de clases . Entonces, creo que hay por lo menos dos preguntas que debemos tratar de responder : ¿Qué tipo de socialismo queremos? ¿En qué debe diferenciarse el socialismo del siglo XXI del socialismo del siglo XX?

¿Socialismo en Estados Unidos?

Gran parte de lo que se conoce como socialismo en los Estados Unidos – y en otros países de occidente – es la variante socialdemócrata que invariablemente se ha sumado a las políticas liberales de “izquierda” para mantener una economía subordinada al orden existente. En un vano intento los socialdemócratas han pretendido por décadas hacer que el capitalismo funcione “mejor” a través de mecanismos de regulación. Ahora nuevamente siguen esta antigua fórmula…y lo hacen justo cuando los liberales dejan atrás parte de sus postulados y apuntalan su alianza con el neofascismo contemporáneo. (12)

En el actual contexto histórico las coaliciones social-liberales están destinados a fracasar. De entrada, los partidos que practiquen estas políticas inevitablemente traicionarán las esperanzas de los pueblos que los encumbró al poder con la “democracia electoral”.

Mientras esta rutina se repite, el mundo está asistiendo al crecimiento de un socialismo genuino, articulado básicamente en la lucha extra-electoral y en las  grandes manifestaciones de masas que van más allá de los parámetros del sistema.

Los levantamientos populares en Estados Unidos – prácticamente desconocidos desde la Guerra Civil – expresan cabalmente el malestar general de la sociedad. Con la participación de la clase trabajadora, de la juventud blanca y en medio de la pandemia (y de una depresión económica concomitante) las demostraciones de protesta ya han cruzado la línea “del color”. (13).

Pero, aunque el movimiento por el socialismo, se haya instalado en en el «corazón bárbaro» del sistema – como resultado de fuerzas objetivas – el proyecto socialista carece aún de una base subjetiva adecuada. (14)

Un obstáculo importante en la formulación de los objetivos estratégicos del socialismo tiene que ver con el abandono de los ideales socialistas/comunistas de pensadores como Karl Marx.

Para comprender este problema, es necesario ir más allá de los recientes intentos de la izquierda por abordar el significado del comunismo sobre una base filosófica; una cuestión que ha llevado a tratamientos abstractos de la idea comunista en la última década por Alain Badiou y otros ( por ejemplo en La hipótesis comunista y El horizonte comunista). (15)

Más bien, es necesario un punto de partida histórico más concreto, que recupere la teoría de las “dos fases del desarrollo socialista / comunista” que expone Marx en la “Crítica del programa de Gotha” y Lenin en “El Estado y la Revolución”.

Un artículo de Paul M. Sweezy ya planteó esta necesidad teórica en  “El comunismo como ideal”, un trabajo publicado octubre de 1963 .(16)

El comunismo de Marx como ideal socialista

En la “Crítica del Programa de Gotha”– escrita en oposición al economicismo de la socialdemocracia alemana de Ferdinand Lasalle – Marx distinguió dos “fases” históricas en la lucha por crear una sociedad de productores asociados (comunismo).

La primera fase definida como «la dictadura revolucionaria del proletariado», tomaba en cuenta las enseñanzas de la traumática experiencia de la Comuna de París y daba forma a una democracia obrera, que todavía según Marx «tiene los defectos propios de la sociedad de clases capitalista”.

En esta fase inicial, expone el filósofo alemán, se debe producir una ruptura con la propiedad privada capitalista y una transformación de la estructura política del estado capitalista.(17) Como medida provisoria de la transición al socialismo, en esta etapa, la producción y la distribución toman inevitablemente la forma de “cada uno según su trabajo”. Esta imperativo económico hará perdurar durante un tiempo las condiciones de desigualdad del capitalismo.

Por el contrario, en la fase posterior, el principio que debe regir pasa “de cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad” eliminando, entre otras cosas, el sistema salarial tal como lo conocemos. (18)

Del mismo modo, mientras que la fase inicial del socialismo/ comunismo se requiere la formación de una nueva estructura estatal en la fase superior el objetivo será la extinción del estado, como aparato que está por encima y en relación antagónica con la sociedad.

En el comunismo el Estado habrá de ser reemplazado por una forma de organización política que Engels llamó “Comunidad”, porque esta forma política de gobierno debe estar asociada directamente con una modelo de producción de base comunitaria. (19)

Para Marx en la fase superior – junto con el control democrático y colectivo de la propiedad- las células constitutivas de la sociedad deben estar organizadas sobre una base comunal y el conjunto de la producción debe estar en manos de productores asociados libremente.

En el comunismo, afirma, el trabajo se habrá convertido no sólo en un «medio de vida» y la actividad productiva estará destinada a crear bienes que sean “valores de uso y no sólo valores de cambio”. Será una sociedad en la que “el libre desarrollo de cada uno será la condición para el libre desarrollo de todos”. (20)

La abolición de la sociedad capitalista y la creación de una sociedad de productores asociados habrá de conducir al fin de la explotación de clases, la eliminación de las divisiones entre trabajo intelectual y manual y entre la ciudad y el campo. Y deberá superar definitivamente la familia patriarcal que engendra la esclavitud de la mujer. (21)

Cuando Marx escribe sobre las condiciones materiales de la nueva sociedad está pensando en un nuevo metabolismo social de la humanidad y de la tierra“La libertad, en esta esfera, consiste en que el hombre socializado, los productores asociados, gobiernen el metabolismo humano con la naturaleza de manera racional actuando con el menor gasto de energía posible” (22).

En “El Estado y la Revolución”, Lenin – reafirmando los argumentos de Marx- describe la primera y segunda fase del comunismo como » una distinción científica entre dos fases del mismo proceso. Lo que Marx habitualmente llama socialismo es la primera fase de la sociedad comunista”.(23)

Pese que Lenin compartía el análisis de Marx, el ulterior marxismo oficial se volvió rígido y creó dos etapas completamente separadas, colocando la llamada etapa comunista tan apartada de la etapa socialista que está fase se convirtió en una lejana utopía.

Partiendo de una concepción rígida y del principio de reparto “según el trabajo de cada uno”, José Stalin llevó a cabo una guerra ideológica contra la idea de la igualdad sustantiva, definiéndola como un «absurdo reaccionario, pequeñoburgués, digno de una secta primitiva de ascetas, pero no de una sociedad socialista organizada”. Esta misma postura iba a persistir, de una forma u otra, hasta  la desaparición de la Unión Soviética con Mijaíl Gorbachov. (24)

Precisamente analizando el proceso de transición socialista /comunista en “El imperativo socialista” Michael Lebowitz  argumentó:

“En lugar de una lucha continua para ir más allá de lo que Marx llamó los “defectos heredados de la sociedad capitalista”, la interpretación estándar del marxismo oficial (desde finales de la década de 1930 hasta finales de la década de 1980) introdujo una división de la sociedad post-capitalista en dos ‘etapas’ distintas, determinadas económicamente por el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas.

Los cambios fundamentales en las relaciones sociales destacados por Marx como la esencia misma del camino socialista fueron abandonados  por un proceso de adaptación a los defectos heredados de la sociedad capitalista. Se olvido que Marx había reclamado un proyecto destinado a construir una comunidad de productores asociados desde el principio, como parte de un proceso continuo – aunque necesariamente desigual – de la construcción socialista”. (25)

El abandono del ideal socialista asociado con la fase superior del comunismo divulgado por Marx se envolvió en un complejo asunto sostenido por las cambiantes condiciones histórico del momento. Y, finalmente – una vez que el nuevo sistema dejó de ser revolucionario – la transición se empantanó. El resultado fue la formación de una nueva clase social (nomenclatura) que abandonó la idea del socialismo provocando la desaparición de las sociedades de tipo soviético.

Según Paul Sweezy, «la propiedad estatal y la planificación no son suficientes para definir un socialismo viable e inmune al retroceso, un socialismo que sea capaz de avanzar a la segunda etapa, hacia el comunismo necesitaba algo más: una lucha continua por crear una sociedad de iguales”.(26)

Para Marx, el movimiento hacia una sociedad de productores asociados era la esencia misma del camino socialista hacia la «sociedad comunista». (27) Pero, desde que el socialismo se estableció en términos más restrictivos la sociedad posrevolucionaria perdió la conexión vital con la lucha dual por la libertad y la necesidad , y por tanto se desconectó con los objetivos a largo plazo del socialismo, con su verdadero significado y su coherencia.

Es evidente que debemos tomar como base esta experiencia para construir el socialismo en el nuevo siglo. Esto significa atender con precisión aquellos aspectos del ideal socialista / comunista (con una teoría y una práctica suficientemente radical) como para abordar las necesidades urgentes del presente, sin perder de vista las necesidades del futuro.

Si algo nos ha enseñado la crisis ecológica planetaria es que se requiere un nuevo metabolismo social con la tierra, una sociedad de igualdad sustantiva y ecológicamente sostenible (28). (Algunos de los logros de la ecología cubana van precisamente en ese camino según Mauricio Betancourt)

Georg Lukács llamó a la lucha por la sostenibilidad ecológica y la igualdad sustantiva  una “necesaria doble transformación”; de las relaciones sociales entre nosotros y de las relaciones humanas con la naturaleza. (29).

Cualquier proyecto emancipatorio debe pasar necesariamente por varias fases revolucionarias, que no se pueden predecirse de antemano. Sin embargo, para tener éxito, una revolución debe buscar hacerse irreversible mediante la promoción de un sistema orgánico dirigido a satisfacer las necesidades humanas sin dejar lado lucha por la igualdad sustantiva y asegurando una efectiva regulación del metabolismo humano con la naturaleza.(30)

La libertad como necesidad

Al igual que pensaba Hegel, Federico Engels sostiene en el Anti-Dühring que la verdadera libertad está fundada en el reconocimiento de la necesidad. El cambio revolucionario es el punto en que la libertad y la necesidad se encuentran en la praxis concreta.

Aunque existe algo así como una necesidad ciega, una vez que se conocen las fuerzas objetivas que mueven la sociedad, la necesidad deja de ser ciega y ofrece el caminos para la acción revolucionaria y la libertad humana. La necesidad y la libertad se sostienen mutuamente en los períodos de cambio social. (31)

Para ilustrar este principio materialista dialéctico, Lenin escribió: “ No conocemos la necesidad de la naturaleza que produce por ejemplo los fenómenos meteorológicos. Pero aunque no conocemos esa necesidad, sabemos que existe. Lo que sí sabemos con certeza es que la relación humana con el clima y la naturaleza ha cambiado históricamente de acuerdo con las relaciones productivas que gobiernan nuestras acciones” (32).

Hoy en día, el conocimiento de la crisis climática antropogénica y de los fenómenos meteorológicos está sacando a los seres humanos del reino de la necesidad ciega y exigen que la población mundial participe conscientemente en una lucha por la libertad y la supervivencia humana, es decir contra un capitalismo que se ha tornado destructivo y catastrófico.

Al respecto – y en el contexto de una severa ruptura metabólica impuesta a Irlanda por el colonialismo británico en el siglo XIX – Marx escribió: “la crisis ecológica se presenta al pueblo de Irlanda como una cuestión de ruina o revolución«.(33)

En esta era del Antropoceno, la brecha ecológica resultante de la expansión de la economía capitalista está destruyendo el proceso natural de los ciclos biogeoquímicos en todo el mundo. El conocimiento de este proceso objetivo nos apremia a cambiar radicalmente la reproducción metabólica social de la humanidad y del planeta.

Visto en estos términos, la concepción de Marx de una “comunidad de productores asociados” no es una concepción utópica o un ideal abstracto, sino es una posición esencial para la defensa de la humanidad del presente y del futuro. Una sociedad de este tipo – comunista- es una necesidad ineludible para que la humanidad mantenga una relación sostenible con el planeta-tierra. (34)

Un sujeto que puede ser revolucionario

Pero, ¿dónde está el agente del cambio revolucionario para lograrlo? La respuesta es esta: Pienso que estamos asistiendo al surgimiento de las precondiciones materiales de lo que podríamos llamar un proletariado ambiental global.

Poco después de los llamados disturbios Plug Plot (y en el apogeo del Cartismo radical) Federico Engels retrató las condiciones del trabajo en fábricas, el deterioro ambiental, el estado de la vivienda, del suministro de agua, la falta de alimentación y de nutrición infantil. En “La situación de la clase trabajadora en Inglaterra”(1845) el compañero de Marx describió el entorno epidemiológico propio del capitalismo de la época. Engels lo llamó “asesinato social” porque el sistema fabril trajo consigo enfermedades contagiosas que provocaron una gran mortalidad entre la clase proletaria. (35)

Bajo la influencia directa de Engels (y también por sus propios estudios epidemiológicos) mientras escribía El Capital, Marx utilizó el término brecha metabólica para explicar la degradación del suelo y las “epidemias periódicas” inducidas por el desarrollo de la economía capitalista. (36)

Los análisis de Marx y Engels demostraron que la lucha de clases y los procesos revolucionarios son también consecuencia de las deterioradas condiciones ambientales en el que sobrevive la población trabajadora (esto aconteció en la revolución rusa y china y, sucede en los presentes levantamientos en el Sur Global).

Hoy, la persistencia de la epidemia de la COVID 19, nos hace pensar que es probable que se produzcan nuevas situaciones revolucionarias. La combinación de las crisis económicas y ecológicas pueden crear escenarios favorables para la transformación social, siempre y cuando los movimientos sociales trabajen para hacer posible un cambio radical.

En este sentido, visto desde un punto de vista global, la cuestión del proletariado ambiental se superpone y es parte de las rebeliones del campesinado ecológico y de los combates de los pueblos originarios.(37) En el actual período de lucha ecológico-epidemiológica y lo que llamamos proletariado ambiental puede llegar a ser una fuerza importante.

La terrible realidad impuesta por el imperialismo en la era del Antropoceno probablemente hará que la acción ecológica revolucionaria tenga un lugar destacado en el Sur Global. (38)

De hecho “la tríada ( Estados Unidos, Europa y Japón) hace decenios que está usufructuando de la biocapacidad del planeta en un rango superior en cuatro veces al promedio del resto de los países del mundo”. (Samir Amin en “Modern Imperialism, Monopoly Finance Capital, and Marx’s Law of Value “)

Dicho de otra manera , el nivel insostenible de consumo del Norte global sólo es viable porque una buena parte de la biocapacidad del Sur está siendo transferida mediante beneficios a los centros capitalistas de la tríada.

El desenlace de la permanente e irracional expansión capitalista puede llegar a tener un resultado catastrófico: la extinción de parte de los pueblos del Sur como resultado de la pobreza y de epidemias recurrentes. Sin embargo y mostrando la verdadera cara de los poderosos, en el centro del capitalismo mundial se desarrolla una hipócrita justificación, es una ideología eco-fascista que pretende dar legitimidad a una “solución final” a la “superpoblación”. (39)

Basta con mirar nuestra realidad . Los hechos están a la vista: la actual expansión del capitalismo está destruyendo el planeta y la humanidad.

Un nuevo sistema de reproducción metabólica social

Poco después de la Revolución Francesa, Immanuel Kant expuso el punto de vista liberal: “la igualdad de los hombres como sujetos coexiste con la desigualdad en las posesiones materiales… Por esto la igualdad de los hombres puede convivir sin dificultades con la desigualdad de derechos específicos”. (41)

Para los liberales la igualdad es un derecho meramente formal, ”existe solo en el papel” apostilló Engels. No sólo en lo que respecta “al contrato de trabajo entre capitalista y trabajador sino también en el contrato matrimonial”. (42) Para Marx la  sociedad capitalista estableció el «derecho a la desigualdad, que es el único derecho efectivo para los proletarios». (43)

Para Mészáros, la lucha por una una democracia y un igualdad sustantiva es la lucha por una sociedad de iguales. (40) Este enfoque no sólo enfrenta al capital en su “corazón bárbaro”, sino que también se opone a cualquier intento inútil de detenerse a mitad de camino en la transición al socialismo/comunismo.

La igualdad sustantiva, es un aspecto incuestionable de la noción del comunismo de Marx, Esta concepción requiere un cambio en las células constitutivas de la sociedad: la nueva organización social que no puede estar fundada por el capital y reforzada por un estado jerárquico, al contrario debe sustentarse en la organización de productores asociados libres y en un estado comunal.

Un proceso revolucionario de construcción socialista – entendido como un nuevo sistema de reproducción social – no puede tener éxito sin un “principio orientador” como parte de una estrategia a largo plazo. La planificación socialista y una genuina democracia sólo serán una verdad tangible con la constitución de un poder real en la base misma de la sociedad. Sólo así las revoluciones se vuelven irreversibles.

Al reconocer explícitamente la necesidad de un socialismo para el siglo XXI la Revolución Venezolana y Hugo Chávez dio un importante paso y se convirtió inmediatamente en una amenaza al orden imperante.

Para Chávez el socialismo del siglo XXI (44) suponía una lucha continua por la igualdad sustantiva y era necesario abolir todas las desigualdades y opresiones (de color, de género, etc) de la sociedad capitalista.

Paul Sweezy subrayó algunos aspectos que deben caracterizar la nueva formación social de los iguales.

“Surgirán necesariamente nuevas formas de trabajo en una nueva sociedad que use la productividad humana de manera más racional. Muchas categorías serán eliminadas por completo (la minería del carbón y el servicio doméstico, por ejemplo) y, en la medida de lo posible, todos los trabajos deben volverse interesantes y creativos.

La reducción del enorme desperdicio y destrucción inherente a la producción y al consumo capitalista deberían abrir  un espacio para el empleo del tiempo disponible en forma más creativa”.

En una sociedad de iguales, en la que todos están en la misma relación con los medios de producción y tengan la misma obligación de trabajar y servir al bienestar común, todas las «necesidades» que enfatizan la superioridad de unos pocos (e implican la sumisión de los demás) simplemente desaparecerán y serán reemplazados por las necesidades de seres humanos liberados, que viven juntos en el respeto mutuo y la cooperación …

La sociedad y los seres humanos que la componen constituyen un todo dialéctico: ninguno puede cambiar sin cambiar al otro. Y el comunismo como ideal comprende una nueva sociedad y un nuevo ser humano”. (45)

Más que un ideal, el comunismo es un principio organizador en el que la igualdad y la democracia sustantiva son lo más importante en el socialismo / comunismo.

Distopía capitalista

Pese a las novelas distópicas, es imposible imaginar el nivel de catástrofe ambiental que enfrentarán los pueblos del mundo si no se detiene la destrucción del metabolismo social y de la tierra por parte del capitalismo.

Según la Academia Nacional de Ciencias de EEUU, “las tendencias existentes proyectan que unos 3.500 millones de personas vivirán en medio de un calor insoportable en condiciones sólo comparables a las del desierto del Sahara para el año 2070 ” (46).

Estas proyecciones se han quedado chicas y no logran captar el enorme nivel de destrucción que caerá sobre la mayoría de la humanidad bajo las prácticas sociales propios del capitalismo. La única respuesta será dejar esa “casa en llamas» y empezar a construir otra, desde ahora. (47)

En nuestro siglo el movimiento socialista no sólo es esencial para crear un un futuro mejor, también es una actividad imprescindible para una defensa activa de la población mundial que está enfrentada a la cuestión de la supervivencia.

Internacional de Trabajadores y Pueblos

Hoy, un número incalculable de gente está involucrada en el combate contra el gigante capitalista en el ámbito local y nacional. Sin embargo, una vez más, estas luchas dependen de una coordinación a nivel global. Por tanto para avanzar es necesario crear de una nueva organización internacional de los trabajadores y de los pueblos. (48).

La Internacional para el siglo XXI no puede consistir simplemente en un grupo de intelectuales comprometidos en debates como las del Foro Social Mundial o, en la promoción de tímidas reformas regulatorias como lo hace la Internacional Socialdemócrata o la recientemente creada Internacional Progresista.

Más bien, debe constituirse una organización de los trabajadores y de los pueblos – fundada desde el principio en una fuerte alianza Sur-Sur- para colocar la lucha contra el imperialismo en el centro de la rebelión contra el capitalismo, tal como la consideraron figuras como Chávez y Samir Amin.

En 2011, justo antes de su enfermedad y fallecimiento, Hugo Chávez preparaba el lanzamiento de lo que llamó Nueva Internacional (no una Quinta Internacional.) Su propósito era extender la Alianza Bolivariana a nivel mundial.(49)

Mientras tanto Samir Amin, desde el Foro Mundial de Alternativas había contemplado la organización de una Quinta Internacional, pero en julio de 2018 (sólo un mes antes de su muerte) transformó este proyecto en el llamamiento a crear una Internacional de los Trabajadores y los Pueblos. Al hacer esto Amin reconocía explícitamente que una Internacional puramente obrera resulta hoy insuficiente para enfrentar al imperialismo. (50)

La Internacional pensada por Samir Amin deberá construir de una alianza de los pueblos del mundo que incluya no sólo de los “representantes del proletariado industrial” sino (y de manera muy amplia) al precariado, a los asalariados de los servicios, a los campesinos, y a todos los sectores sociales oprimidos por el capitalismo moderno. Además, deberá ser una organización (no sólo un movimiento) fundado en el respeto a la diversidad, garantizando la independencia real de partidos, sindicatos y organizaciones populares.

La creación de una Nueva Internacional, por supuesto, no puede emerger en medio del vacío, sino que debe articularse dentro y como producto de organizaciones de base, en conjunto con los movimientos anticapitalistas y antipatriarcales.

En opinión de Samir Amin, los elementos cruciales para la lucha antiimperialista son  los movimientos de base, los países y partidos que se propongan la desvinculación con el sistema capitalista global y la alianza entre países víctimas de la explotación neocolonial. Hoy estas fuerzas deben unirse al creciente movimiento ecológico global. La lucha universal contra el capitalismo y el imperialismo, insistió, debe caracterizarse por la audacia para romper las coordenadas en los puntos débiles del sistema

Para Amin el mundo seguirá gobernado por un sistema caótico que destruirán el planeta sino no somos capaces de construir un proyecto de transformación revolucionaria de la sociedad . (51)

Vivimos , hoy, una época de coincidencia de la lucha por la libertad y la necesidad. La elección que tenemos ante nosotros es inevitable: ruina o revolución.

*Este artículo es una versión revisada de una video-charla presentada el 12 de julio de 2020 en la sesión de clausura del Séptimo Foro Sur-Sur sobre Sostenibilidad, Cambio Climático, Crisis Globales y Regeneración Comunitaria. La Conferencia fue organizada por la Universidad Lingnan de Hong Kong.

Notas

Karl Marx, Capital , vol. 1 (Londres: Penguin, 1976), 799. El capitalismo de catástrofe en este sentido es distinto del capitalismo de desastre de Naomi Klein . Naomi Klein, The Shock Doctrine: The Rise of Disaster Capitalism(Nueva York: Henry Holt, 2007). La noción de Klein se centra en cómo el neoliberalismo como proyecto político-económico del capital ha buscado explotar sistemáticamente desastres de todo tipo, muchos de ellos producidos por el propio capital, para imponer como solución una “doctrina de choque”, diseñada para incrementar aún más el poder del capital. La noción de capitalismo de catástrofe empleada aquí se refiere más bien al crecimiento acumulativo del potencial de catástrofe como una característica inherente de un modo de producción que coloca la acumulación de capital antes que todos los demás fines sociales (y ecológicos), con el resultado de que la tendencia a la catástrofe se universaliza. Véase John Bellamy Foster, «El capitalismo y la acumulación de catástrofes «, Monthly Review 63, no. 7 (Diciembre de 2011): 1–17.

Para descripciones concretas de estas catástrofes inminentes convergentes, consulte John Bellamy Foster y Robert W. McChesney, The Endless Crisis (Nueva York: Monthly Review Press, 2012); John Bellamy Foster y Brett Clark, The Robbery of Nature (Nueva York: Monthly Review Press, 2020): 238–87; John Bellamy Foster e Intan Suwandi, “ COVID-19 y el capitalismo catastrófico ”, Monthly Review 72, no. 2 (junio de 2020): 1–20; y Mike Davis, The Monster Enters (Nueva York: OR, 2020).

Samir Amin, Empire of Chaos (Nueva York: Monthly Review Press, 1992).

Véase Ian Angus, Facing the Anthropocene (Nueva York: Monthly Review Press, 2016), 25: James Hansen, Storms of My Grandchildren (Nueva York: Bloomsbury, 2009). Incluso esforzarse por lograr cero emisiones netas para 2050, aunque se incorporó a los Acuerdos de París, no es suficiente y se basa en suposiciones poco realistas sobre tecnologías que hoy no existen a gran escala y que quizás nunca sean factibles. La realidad es que el presupuesto de carbono determinado por las posibles emisiones restantes (si bien tiene un 67 por ciento de posibilidades de mantener la temperatura media global por debajo de 1,5 ° C) se agotará en condiciones normales en tan solo ocho años. Véase Greta Thunberg, Discurso en el Foro de Economía Mundial , Davos, 21 de enero de 2020.

Johan Rockström et al., “Un espacio operativo seguro para la humanidad”, Nature 461, no. 24 (2009): 472–75; William Steffen et al., «Límites planetarios», Science 347, no. 6223 (2015): 745–46; Michael Friedman, “ OGM: la distorsión de los procesos biológicos por parte del capitalismo ”, Monthly Review 66, no. 10 (marzo de 2015): 19–34.

István Mészáros, Beyond Capital (Nueva York: Monthly Review Press, 1995), 39–71.

Karl Marx, Capital , vol. 3 (Londres: Penguin, 1981), 362.

Véase John Bellamy Foster, Trump in the White House (Nueva York: Monthly Review Press, 2017).

Fue Engels quien argumentó por primera vez en un artículo de 1885 para Commonweal editado por William Morris (un análisis que luego se incorporó al prefacio de la edición en inglés de 1892 de The Condition of the Working Class in England ) que el desarrollo de una política socialista El movimiento obrero fue posible en Gran Bretaña por primera vez a mediados de la década de 1880 por el declive de la aristocracia del trabajo (formada principalmente por hombres adultos y excluyendo a mujeres, niños y grupos de inmigrantes) provocada por la decadencia de la hegemonía imperial británica. Karl Marx y Frederick Engels, Obras completas, vol 26 (Nueva York: International Publishers, 1975), 295-301. El famoso análisis de Lenin sobre la aristocracia obrera se basó en este tratamiento de Engels. Véase también Martin Nicolaus, “ La teoría de la aristocracia laboral ”, Monthly Review 21, no. 11 (Abril de 1970): 91–101; Eric Hobsbawm, “ Lenin y la ‘aristocracia del trabajo ‘”, Monthly Review 21, no. 11 (Abril de 1970): 47–56.

Anne Case y Angus Deaton, Deaths of Despair and the Future of Capitalism (Princeton: Princeton University Press, 2020).

Michael D. Yates, “ La gran desigualdad ”, Revista mensual 63, no. 10 (marzo de 2012): 1–18.

En su El Manifiesto Socialista , Bhaskar Sunkara ofrece una imagen de Marx, divorciada de la Crítica del Programa de Gotha , según la cual Marx y Engels vislumbraron un futuro en El Manifiesto Comunista y en otros lugares en los que “un estado democrático radicalmente transformado que antes era privado propiedad y la usó racionalmente bajo la dirección y en beneficio de la gente «. Más que un intento de una descripción precisa de los puntos de vista de Marx, tal análisis está destinado simplemente a apuntalar su propia versión de la «socialdemocracia de lucha de clases». Bhaskar Sunkara, The Socialist Manifesto (Nueva York: Basic, 2019), 48, 216-17.

Consulte “Notas de los editores ”, Revista mensual 72, no. 3 (julio-agosto de 2020).

Curtis White, El corazón bárbaro (Sausalito: PoliPoint, 2009).

Alain Badiou, “La hipótesis comunista”, New Left Review 49 (2008): 29–42; Alain Badiou, «La idea del comunismo», en La idea del comunismo , ed. Costas Douzinas y Slavoj Žižek (Londres: Verso, 2010): 1–14; Alain Badiou, The Communist Hypothesis (Londres: Verso, 2015); Jodi Dean, The Communist Horizon (Londres: Verso, 2018).

Paul M. Sweezy, “El comunismo como ideal ”, Revista mensual 15, no. 6 (Octubre de 1963): 329–40.

Karl Marx, Critique of the Gotha Program (Nueva York: International Publishers, 1938), 9-10, 18. Marx utilizó aquí la terminología de «la primera fase de la sociedad comunista» y «la fase superior de la sociedad comunista». Esta edición de la Crítica del programa de Gotha incluye correspondencia y notas sobre el tema de Marx, Engels y Lenin, y pasajes de El estado y la revolución de Lenin . Sobre la Comuna de París, véase Karl Marx y Friedrich Engels, Writings on the Paris Commune , ed. Hal Draper (Nueva York: Monthly Review Press, 1971); Badiou, La hipótesis comunista , 127–71.

Marx, Crítica del programa de Gotha , 6–10, 14; Karl Marx, “Value, Price, and Profit”, en Wage Labor and Capital / Value, Price and Profit (Nueva York: International Publishers, 1935), 62.

Marx, Crítica del programa de Gotha , 10, 17 (Marx), 31 (Engels), 47-56 (Lenin); Marx y Engels, Obras completas , vol. 25, 247, 267–68. Para conocer el significado duradero del concepto de la extinción del estado, véase Mészáros, Beyond Capital , 460–95; Henri Lefebvre, The Explosion (Nueva York: Monthly Review Press, 1969), 127-28.

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Isaac Deutscher, Stalin: A Political Biography (Oxford: Oxford University Press, 1967), 338; Sweezy, en Paul M. Sweezy y Charles Bettelheim, On the Transition to Socialism (Nueva York: Monthly Review Press, 1971), 127.

Michael Lebowitz, The Socialist Imperative (Nueva York: Monthly Review Press, 2015). 71; Karl Marx, Grundrisse (Londres: Penguin, 1973), 171–72. Véase también Peter Hudis, Marx’s Concept of the Alternative to Capitalism (Boston: Brill, 2012), 190.

Sweezy, en Sweezy y Bettelheim, On the Transition to Socialism , 131.

Marx y Engels, Obras completas , vol. 5, 52.

Mauricio Betancourt, “El efecto de la agroecología cubana en la mitigación de la brecha metabólica: un enfoque cuantitativo de la producción de alimentos en América Latina”, Global Environmental Change 63 (2020): 1–9.

Georg Lukács, La ontología del ser social , vol. 2, Principios ontológicos básicos de Marx (Londres: Merlin, 1978), 6.

Sobre la cuestión de una revolución irreversible, ver Mészáros, Beyond Capital , 758–68; István Mészáros, The Challenge and Burden of Historical Time (Nueva York: Monthly Review Press, 2020), 251–53; John Bellamy Foster, “ Chávez y el estado comunal ”, Revista mensual 66, no. 11 (abril de 2015): 9, 11, 16.

Marx y Engels, Obras completas , vol. 25, 105, 460–62. GWF Hegel, Hegel’s Logic (Oxford: Oxford University Press, 1975), 207-20; John Bellamy Foster, The Return of Nature (Nueva York: Monthly Review Press, 2020), 16, 20.

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Tamás Krausz, Reconstructing Lenin (Nueva York: Monthly Review Press, 2015), 184.

Frederick Engels, La situación de la clase trabajadora en Inglaterra , en Marx y Engels, Obras completas , vol. 4, 394. Véase el análisis de la obra de Engels en Foster, The Return of Nature , 177–97; Howard Waitzkin, The Second Sickness (Nueva York: Free Press, 1983), 70; Ted Allan y Sydney Gordon, The Scalpel, the Sword: The Story of Doctor Norman Bethune (Nueva York: Monthly Review Press, 1952), 250.

Marx, Capital , vol. 1, 348–49. Sobre el análisis epidemiológico de Marx, véase Foster, The Return of Nature , 197-204.

Sobre la concepción del proletariado ambiental y el Sur Global, véase John Bellamy Foster, Brett Clark y Richard York, The Ecological Rift (Nueva York: Monthly Review Press, 2010), 439–41.

John Bellamy Foster, Hannah Holleman y Brett Clark, “El imperialismo en el antropoceno ”, Monthly Review 71, no. 3 (julio-agosto de 2019): 70–88.

Samir Amin, Modern Imperialism, Monopoly Finance Capital, and Marx’s Law of Value (Nueva York: Monthly Review Press, 2018), 100–101.

István Mészáros entrevistado por Leonardo Cazes, “ La crítica del Estado: una perspectiva del siglo XXI ”, Revista Mensual 67, no. 4 (Septiembre de 2015): 32–37; Mészáros, Beyond Capital , 187–224. El concepto de igualdad sustantiva en oposición a la igualdad formal, por supuesto, es paralelo a la famosa distinción de Max Weber entre racionalidad sustantiva y formal. Véase Max Weber, Economy and Society , vol. 1 (Berkeley: University of California Press, 1978), 85–86.

Immanuel Kant, The Philosophy of Kant: Moral and Political Writings (Nueva York: Random House, 1949), 417–18; Mészáros, Beyond Capital , 193.

Frederick Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el estado (Moscú: Progress Publishers, 1977), 72–73.

Marx, Crítica del programa de Gotha , 9.

Véase Lebowitz, The Socialist Imperative , 111–33.

Sweezy, “El comunismo como ideal”, 338–39.

Chi Xu et al., “El futuro del nicho climático humano”, Actas de la Academia Nacional de Ciencias 177, no. 21 (2020): 11350–55; Ian Angus, “ 5 mil millones de personas pueden enfrentar un calor ‘no habitable’ en 50 años ”, Climate & Capitalism , 9 de mayo de 2020.

Michael Lebowitz, Build It Now (Nueva York: Monthly Review Press, 2006). Sobre cómo la visión de Marx del comunismo como ideal socialista era esencialmente un modelo de desarrollo humano sostenible, véase Paul Burkett, “ La visión de Marx del desarrollo humano sostenible ”, Monthly Review 57, no. 5 (Octubre de 2005): 34–62. Sobre la escala del cambio inicialmente, ver Andreas Malm, “Socialismo o barbacoa, comunismo de guerra o geoingeniería: algunos pensamientos sobre las opciones en tiempos de emergencia”, en The Politics of Ecosocialism , ed. Kajsa Borgnäs y col. (Londres: Routledge, 2015): 180–94. Para obtener una noción completa de la creación de una civilización ecológica, consulte Fred Magdoff y Chris Williams, Creating an Ecological Society (Nueva York: Monthly Review Press, 2017).

Sobre la Primera Internacional, véase Karl Marx, Sobre la Primera Internacional , ed. Saul Padover (Nueva York: McGraw Hill, 1973); George C. Comninel, Marcelo Musto y Victor Wallis, eds., The International After 150 Years (Nueva York: Routledge, 2015).

Estos comentarios sobre los planes de Chávez se basan en conversaciones con Mészáros, luego de una reunión de 2011 con el gobierno en Caracas, a la que ambos asistimos. Véase también István Mészáros, The Necessity of Social Control (Nueva York: Monthly Review Press, 2015), 199–217.

Samir Amin, “Los movimientos audaces tienen que comenzar ” , Frontline , 25 de mayo de 2018; Samir Amin, » Es imperativo reconstruir la internacional de trabajadores y pueblos «, International Development Economics Associates , 3 de julio de 2018.

Samir Amin y Firoze Manji, “ Hacia la formación de una alianza transnacional de pueblos trabajadores y oprimidos ”, Revista mensual 71, no. 3 (julio-agosto de 2019): 120–26.

Véase Vijay Prashad, The Darker Nations: A People’s History of the Third World (Nueva York: New Press, 2008); Samir Amin, The Long Revolution of the Global South (Nueva York: Monthly Review Press, 2019). 2020 , Volumen 72, Número 04 (Septiembre de 2020)

Fuente: https://observatoriocrisis.com/2020/09/13/bellamy-foster-la-renovacion-del-ideal-socialista/

 

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