Marxismo abierto y decolonialidad

Por: Luis Bonilla-Molina[1]

  1. El debate

Asumimos la perspectiva decolonial a partir de los trabajos de Quijano (1930-2018), especialmente El nuevo terreno de la lucha de clases y los problemas de la revolución en América Latina (1974), José Carlos Mariátegui: reencuentro y debate (1979) Poder y Democracia en el Socialismo (1981), El trabajo a finales del siglo XX (2003), entre otros, cuya línea de pensamiento siempre fue trabajar desde América Latina la disputa entre capital y trabajo, a favor de los explotados y contra la burguesías, así como su crítica implacable a la idea del partido revolucionario burocratizado que subalterniza las otras formas de organización de la clase trabajadora. Es decir, una decolonialidad de carácter anticapitalista, que no se escondió en eufemismos para pensar la idea del socialismo, eso si un socialismo no burocrático. Quijano hablo de decolonialidad cuando era impensable que se convirtiera en una moda, que en muchos casos obvia los aportes del intelectual peruano.

Ciertamente el discurso descolonial ocupa hoy una parte importante del trabajo intelectual, sacudiendo los cimientos de muchas verdades fosilizadas, posibilitando aperturas epistémicas. Sin embargo, preocupa el énfasis, las tildes y el carácter pro-normativo de algunos de sus exponentes que limitan el diálogo con otras corrientes de pensamiento, operando este fenómeno como una negación de su propia esencia. En una perspectiva dialéctica nos resultan de mucho más interés, los diálogos plurales que puedan generarse a partir de las provocaciones descoloniales con mirada incluyente.

Pero la motivación de estas pequeñas y dispersas notas no es académica, sino política. Algunos discursos descoloniales están permeando las narrativas de la nueva socialdemocracia latinoamericana, que bajo el rótulo de progresismos está hoy más concentrada en una agenda de conciliación de clases que en una revolución que implique un cambio radical. En ese sentido, cualquier discurso que, atacando al marxismo y la lucha de clases, hable de “lo propio”, les resulta atractivo para seguir manteniendo el aire comunicacional de revolucionarios. Para este sector político la aproximación a la decolonialidad no es esfuerzo para reinventar-se en la lucha contra el capital, el imperialismo, las naciones imperialistas ni las burguesías, sino que sirve de aliento para la pulsión de fuga, respecto a definiciones concretas en el terreno de la lucha de clases, especialmente del socialismo. Las narrativas decoloniales que sin negarla obvian la lucha de clases, allanan el camino para la adaptación política del buen salvaje al buen revolucionario. En ese sentido, algunas “decolonialidades” corren el riesgo de operar más como un dispositivo ideológico reproductor del sistema mundo capitalista, que frena el cambio radical, que, como un punto de partida para pensar el poder y la política desde abajo, desde el terreno de los sin nadie, de los condenados de la tierra.

La decolonialidad desde Quijano siempre tiene lugar de enunciación en las fábricas, el campo, los sectores marginales y contra todo tipo de poder, incluso contra las opresiones que se pretenden presentar como de “socialismo real”, real politik. Quijano no dudo en criticar a los instalados en el poder, a las nomenclaturas partidarias cuando sus prácticas no abrían camino al poder en manos de la propia clase. El pensamiento decolonial de Quijano consideraría un insulto a la inteligencia y la lucha de los pueblos hablar de “burguesía revolucionaria”, algo ante lo cual la decolonialidad socialdemócrata se hace de la vista gorda. Ahí esa variante del discurso descolonial pasa de ser un asunto para convertirse en un problema para el cambio radical, un problema para la lucha de clases desde una perspectiva de la clase trabajadora.

  • El marxismo como narrativa de los explotados y desheredados

Marx fue un hombre de su tiempo histórico quien construyó un horizonte teórico y político radical a partir de su relación con la clase obrera industrial organizada, vista como continuidad de la lucha de clases, pero también tomando partido en las posiciones filosóficas que influían en las posibilidades de organización del mundo del trabajo.

La tarea de Marx fue tremendamente descolonial en cuanto posibilitó romper con la idea y cultura que la burguesía intentaba colocar en las mentes y vida material de la clase obrera, que ubicaba a los ricos como la única clase social capaz de garantizar el bienestar de la sociedad. Las teorías del valor, el develamiento de la plusvalía, el análisis del carácter de clase del Estado, la lucha de clases, la emancipación y la superación de la alienación son estudios decoloniales.

El socialismo no es un credo sagrado, sino un pensamiento del tiempo histórico del capitalismo industrial, una síntesis interpretativa de las resistencias anticapitalistas, que hereda la tradición histórica del proletariado y formula elaboraciones propias del mundo del trabajo. Su elaboración estructural tiene plena vigencia, aunque algunos de sus enunciados estén marcados por las limitaciones del desarrollo del pensamiento alternativo de hace casi 200 años y haga necesario actualizarlo. Es un pensamiento para comprender y actuar en el sistema mundo capitalista, al que hay que enriquecer, ampliar y ajustar permanentemente conforme lo demande la lucha de clases en cada país, algo que Quijano hizo de manera permanente, incluso conflictuando en algunos aspectos con el propio Marx.

La decolonialidad de Marx en cuanto ruptura de alienación burguesa y la explotación de la burguesía sobre los y las trabajadoras, es un punto de referencia sobre el cual situarse en el diálogo con las narrativas descoloniales. Si a diferencia de Quijano, el discurso no sirve para denunciar a la burguesía, para impulsar una sociedad de socialismo democrático desde abajo, para denunciar a los viejos y nuevos burgueses y todas las formas de poder, entonces que es una narrativa funcional al sostenimiento del orden burgués.

El marxismo hoy es abierto, enriquecido por las perspectivas afro caribeñas, feministas, ecológicas, anti raciales, de los pueblos originarios, de las diversidades sexuales, de las culturas juveniles, de las espiritualidades ancestrales. Ese marxismo se reconstruye y actualiza desde una clara perspectiva del mundo del trabajo contra cualquier tipo de explotación, segregación, dominación y alineación. Este artículo, es un punto de partida de un trabajo que aspiramos sostener en el tiempo de encuentro del marxismo abierto con las corrientes decoloniales anti capitalistas.

  • El capitalismo y sus contracturas ideológicas

No solo la clase obrera asume los aprendizajes derivados de las resistencias. El capitalismo y la dominación burguesa aprenden también y han entendido que los discursos y narrativas son muy importantes para mantener una correlación de fuerzas que les permita sostener su lógica de poder, consumo y reproducción ideológica.

Por ello, al agotarse el ideario liberal burgués el sistema capitalista ha estado en búsqueda incesante de nuevas narrativas, ya sean centrales o auxiliares, que no solo fabriquen ilusiones de felicidad marcadas por un mañana de gran consumo individual, sino que resulten útiles para desactivar los nichos de resistencia.  Para el capitalismo, cualquier teoría, narrativa o imaginario del mundo que disuelva la lucha de clases, que sustraiga la idea de sociedad de los y las de abajo, que disipe el riesgo que implica plantearse la eliminación de la burguesía como clase social, resulta de especial interés.

La socialdemocracia jugó un papel central en la idea de cambiar el mundo no solo sin tocar a la burguesía, sino construyendo un Estado que fortaleciera sus intereses. Socialdemocracia y fordismo se complementarían durante décadas, con su lógica de negociación tripartita que hiciera manejable y con límites precisos los conflictos de la clase trabajadora, creando la cultura de circunscribir las luchas a lo económico, dejando a un lado el cambio estructural del sistema.

Con la crisis de los precios del petróleo, la llamada crisis de sobre producción de los años setenta del siglo XX y llegada de la globalización neoliberal, el fordismo se diluyó en su eficacia política para la burguesía. El desmantelamiento de la URSS, proceso que iniciaría el estalinismo y culminaría la era Gorbachov, tuvo como efecto que la socialdemocracia migrara del centro político a la derecha, dejando abierto un amplio campo que vienen cubriendo las izquierdas que abandonan la idea de un cambio radical y se arropan en el discurso del progresismo. Este nuevo actor político requiere nuevas narrativas y categorías discursivas para seguir presentándose como novedosos a la par que se distancian de la perspectiva de lucha de clases.

  • La posmodernidad como ruptura ideológica

Cada cierto tiempo surgen en las universidades micro sectas con impacto mediático pero limitado aporte a la producción de conocimiento. Los cultos académicos operan como grupos de interés para acceder a recursos, ascensos y privilegios y se hacen notar actuando como francotiradores contra corrientes con tradición en la crítica anti sistema. Logran atraer la atención de los medios de comunicación burgueses que suelen tener aprensiones respecto a las narrativas que se inscriben en la lucha de clases.

Tanto la crítica a la modernidad que borra la lucha contra la burguesía, como la canonización del modernismo son aristas de un mismo fenómeno. La crítica a la modernidad emerge como un discurso estructural anti sistema. Hay quienes se adentran a este debate considerando que el capitalismo es hijo de la modernidad, mientras otros que la modernidad es el imaginario ideológico del capitalismo y en especial del capitalismo industrial. Mientras los segundos se fundamentan en premisas que parten del mundo del trabajo y/o los marxismos abiertos, los primeros dan origen al discurso de la posmodernidad.

Como mostraría Jameson en Posmodernismo: la lógica cultural del capitalismo avanzado (1989) las narrativas y la estética son usadas por el capitalismo para su reproducción. La posmodernidad instaló la idea que los dos metarelatos de la era capitalista, liberalismo y socialismo, eran hijos de la modernidad y por lo tanto era imposible salir de su lógica pensando y actuando en clave socialista. Como esto en el fondo implicaba una renuncia a la lucha de clases y la disolución de los programas que procuraban la destrucción del poder burgués, el sistema mundo lo promueve como “perspectiva crítica”. Todo se convierte en efímero, mientras la explotación y la dominación se recrudecen en la era neoliberal. El discurso posmoderno opera como ideología burguesa, aunque artes de sus fundamentos puedan tener algún valor teórico, en la práctica se convierte en propaganda para desmovilizar resistencias anticapitalistas.  Incluso los anuncios de una teoría de la transmodernidad tendrán el desafío de mostrar cómo se sitúan respecto al poder de la burguesía y el capital, por ende, ante las clases subalternas y la cuestión del poder.

  • El discurso descolonial no puede ser una continuidad de las narrativas posmodernas

El discurso descolonial desde la perspectiva de Quijano tiene una potencia radical, porque no esquiva ni asume neutralidad ante el poder de las burguesías, la reproducción del capital y la generación de plusvalía, pero tampoco se deja limitar por categorías como partido único revolucionario, opresiones justificadas por las contradicciones con naciones imperialistas, ni de ningún otro signo. En ese sentido está ubicado en las antípodas del discurso posmoderno. Esto no ocurre con algunas narrativas poscoloniales de especial difusión en la actualidad. Llegó la hora de debatir al respecto

La invitación y el compromiso que asumimos a partir de este pequeño artículo, es trabajar otras descolonialidades posibles a partir de la lucha de clases.

Lista de referencias

Jameson (1989) Posmodernismo: la lógica cultural del capitalismo avanzado. Paidos. Barcelona

Quijano (1974) El nuevo terreno de la lucha de clases y los problemas de la revolución en América Latina. En Antología de CLACSO: Cuestiones y Horizontes (2014). Buenos Aires. Argentina

Quijano (1979) José Carlos Mariátegui: reencuentro y debate. En Antología de CLACSO: Cuestiones y Horizontes (2014). Buenos Aires. Argentina

Quijano (1981) Poder y Democracia en el Socialismo. En Antología de CLACSO: Cuestiones y Horizontes (2014). Buenos Aires. Argentina

Quijano (2003) El trabajo a finales del siglo XX. En Antología de CLACSO: Cuestiones y Horizontes (2014). Buenos Aires. Argentina


[1] Doctor en Ciencias Pedagógicas. Postdoctorado en propuestas y modelos de evaluación de la calidad educativa. Postdoctorado en pedagogías críticas y educaciones populares. Presidente de la Sociedad venezolana de Educación Comparada. Integrante del Consejo Directivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. Profesor Asociado de la Universidad Nacional Experimental de Caracas (UNEXCA- en Venezuela), Profesor Extraordinario de la Universidad de Panamá (Panamá). Profesor invitado del Instituto McLaren de Pedagogías Críticas y la Universidad Indígena Campesina (México), la Universidad de Tolima y Surcolombiana (Colombia). Director de Investigaciones del Centro Internacional de Investigación Otras Voces en Educación (CIIOVE), centro miembro de CLACSO y la CLADE

Marxismo abierto y decolonialidad

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«De regreso a Marx. Nuevas lecturas y vigencia en el mundo actual», de Marcello Musto.

Por: Agustín Santella. Marxismo Crítico. 19/05/2017

Entre los años ochenta y principios de los noventa del siglo pasado, los marxismos atravesaron una crisis que parecía ser final. Sin dudas, el acontecimiento clave fue el derrumbe de los “socialismos reales”, que venían a condensar un desgaste de esperanzas emancipadoras. Ninguna formación social perece sin agotar todas sus capacidades de desarrollo. En el caso de la experiencia socialista del siglo XX, alguna de estas capacidades se agotó. Decimos marxismos en plural, porque había una diferencia llamativa entre el marxismo oficial de los partidos de Estado de la URSS, el de China, pero mucho más respecto del marxismo intelectual académico de Francia, que era muy pujante. Perry Anderson ya escribió sobre la virtual muerte de esta influencia marxista en París hacia principios de los años ochenta. Sin embargo, en el ensayo sobre “Marx en Francia” editado en este libro por Marcello Musto, Jean-Numa Ducange afirma que hoy en Francia “ya no es posible mantenerse al día con todos los periódicos y revistas francesas que proclaman un ¨regreso a Marx¨” (p. 347). ¿Cómo es este regreso a Marx? ¿Qué marxismo sugiere esta nueva lectura? ¿Qué argumentos incorpora la nueva lectura para superar la actual crisis del marxismo?

Hay varios regresos a Marx. Algunos pueden simplemente mantener el Marx del marxismo del siglo XX, tal por ejemplo el marxismo real de los “socialismos reales”. Hay pocos de este tipo, aunque se lo tiene por el verdadero marxismo. En contraste, este libro presenta una persistencia renovada de Marx, especialmente en su primera sección de ensayos. La primera sección integra ensayos de destacados investigadores marxistas (entre ellos E. Meiksins Wood, R. Antunes, M. Lebowitz, el mismo M. Musto). La segunda sección refiere a la recepción reciente de las obras de Marx y Engels en distintas regiones del globo. El libro editado por Musto propone entonces una serie de lecturas nuevas, con direcciones interpretativas específicas, intencionadas, políticas las más de las veces. Pero en la segunda parte del libro tenemos la descripción sobre la evolución del estado de las publicaciones, y las interpretaciones destacadas en un conjunto representativo de países (América hispana, Brasil, mundo de habla inglesa, Francia, Alemania, Italia, Rusia, China, Corea del sur, Japón). Esta parte tiene un valor enorme para el lector interesado en las tendencias marxistas actuales. El libro contiene capítulos sobre la situación en China, Corea, Japón y Rusia, con informes de muy difícil acceso en castellano.

La primera parte tiene ensayos muy provocadores, pero de discusión fundamental. Abarcan una variedad de temáticas, negadas en el marxismo oficial del siglo XX. Posiblemente una idea general de este volumen sea la de una contraposición entre Marx y el marxismo real, entendido como “marxismo histórico” (Arrighi), o “marxismo de los partidos” (Wallerstein). Giovanni Arrighi definía el marxismo histórico no como una “traición” al marxismo, sino como una “formación histórica que se ajusta al despliegue efectivo del legado marxiano bajo circunstancias imprevistas por ese mismo legado” (New Left Review, 1990). Sin embargo, contraponía el marxismo histórico a las tesis fundamentales de Marx. Arrighi hace énfasis en el “sustitucionismo” que los partidos marxistas ejercieron en el poder del Estado en los socialismos reales.

El volumen incluye un capítulo muy impactante para esta discusión. Paresh Chattopadhyay ataca el “mito del socialismo del siglo XX”, en relación a los fundamentos de una teoría leninista del Estado socialista de transición. El error teórico de Lenin habría sido definir el socialismo como la propiedad estatal de los medios de producción. Esto constituiría un salto mortal desde Marx, que adaptaba la teoría primera a la realidad práctica de la toma del poder político. El socialismo en Marx expresaría la socialización de los medios de producción, o un “modo asociado de producción”. Para Marx no existía la distinción entre socialismo y comunismo. En ambos se expresa la negación tanto de la enajenación social en el capital como política en el Estado. La distinción leninista entre socialismo y comunismo como dos etapas no tenía fundamento en Marx. Esta argumentación entonces realiza una crítica de las revoluciones anticapitalistas del siglo XX por no ser estrictamente anticapitalistas. Si bien habla de los ejemplos fundamentales de Rusia y China, sugiere su aplicación a todas las revoluciones (p. 97). De todos modos, el autor no se expide en relación a las teorías del capitalismo de Estado, sino que las denomina descriptivamente “socialismo de Estado”. Este ensayo ilumina sin ambigüedad el tono general del libro: es preciso volver a Marx, no al marxismo “realmente existente”.

En este mismo sentido, se destaca el texto de Ellen Meiksins Wood, porque propone una visión histórica muy distinta de la tradición leninista. En forma de ensayo, la académica canadiense sostiene la actualidad de Marx a partir del hecho de que la universalización del capitalismo es un hecho reciente. Expone la paradoja acerca de un marxismo histórico preocupado por un sistema mundial no capitalista, bajo la teoría del imperialismo. Ella sostiene que el marxismo es más actual que nunca porque nunca habíamos vivido en el capitalismo universal.

Un sentido antiburocrático, esencialmente democrático social, se tiene en los ensayos de Musto y Antunes, pero también Comminel, centrados en la teoría de la alienación. Siguiendo la idea de “modo asociado de producción”, el socialismo intenta reponer la socialización basada en la libertad individual, una visión contraria a la centralidad del Estado en la vida social. Retomar la categoría de alienación permite dar cuenta del conjunto de las formas alienadas en la sociedad capitalista.

El volumen también publica ensayos sobre el “orientalismo”, esto es, el problema de los pueblos no occidentales, sobre feminismo y sobre ecología. Además del tema más clásico de las crisis económicas.

En la sección sobre la recepción actual se destacan los informes sobre China, Rusia, Corea y Japón, como hemos mencionado. En particular, respecto China, llama la atención el hecho de que el Partido Comunista siga haciendo propaganda en nombre del marxismo. Aquí podemos leer un informe con datos concretos sobre la investigación y publicaciones marxistas en ese país. El partido sigue controlando férreamente la lectura del marxismo, reprimiendo las disidencias. Aún así, se nombran algunas investigaciones críticas. En cuanto al contenido, llama la atención cómo el Partido justifica su giro hacia el capitalismo en nombre de la “libertad” y el “desarrollo de las personas”, siguiendo a Marx. Quizá estemos en presencia de un extremo de uso estatal de Marx, como no se había visto en el siglo XX.

El volumen incorpora un capítulo sobre América de habla hispana y otro sobre Brasil. Por supuesto que se resiente para el lector local un balance más amplio sobre la recepción actual de Marx en la Argentina, que ocupa dos páginas en el volumen. Francisco Sobrino menciona allí algunos destacados marxistas académicos, grupos, revistas e iniciativas de organizaciones políticas marxistas. El eje de selección estaría puesto en obras que discuten Marx, lo cual dejaría las que simplemente usan Marx como instrumental para otro tipo de trabajo de investigación. Pero en este plano, también se podría señalar, sin contradecir el sentido del capítulo comentado, que las nuevas lecturas de Marx han florecido en una diversas de grupos e investigadores, pero que no caracteriza el marxismo de Partido, férreamente alineado en la ortodoxia. El marxismo científico e intelectual se ha desarrollado por fuera de los aparatos políticos marxistas. Se profundiza entonces una división, que Perry Anderson había advertido, entre desarrollo de la teoría marxista y movimiento  socialista.

Este libro tiene el valor enorme de proponer una serie de líneas firmes para una nueva lectura libertaria de Marx. Además, nos deja un actualizado informe sobre la actividad concreta de la publicación e investigación en gran parte del globo.

Fuente: https://marxismocritico.com/2017/04/27/de-regreso-a-marx/

Fotografía: Marxismo crítico

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¿Se acerca el fin de la Izquierda en América Latina?

Por: Carlos Santa María. RT. 

Las recientes elecciones en Ecuador ofrecen un panorama reflexivo urgente para el Continente, especialmente al abrirse una posibilidad real que la denominada Derecha pueda acceder al gobierno después de un periodo de logros en la Revolución Ciudadana.

Latinoamérica fue la demostración palpable que el Socialismo podía convertirse en una alternativa social integral ante el Capitalismo avasallante. La década de los setenta demostró dos hechos: uno, que un nuevo modelo basado en la democracia plena tenía en su seno el germen de una transformación en bien de las grandes mayorías; dos, que las élites mundiales y las burguesías nacionales no estaban dispuestas a ello, lo que finalizó en cruentos golpes militares y una represión abismante.

En los noventa, las teorías sobre el fin de las ideologías y la existencia de una sola opción, la sociedad del bienestar por siempre basada en la propiedad y el Orden Mundial, parecía ser la fórmula inalterable: el planeta estaba determinado de modo mágico.

Sin embargo, el fin del siglo XX marcó nuevas tendencias en América y Europa, donde diversos líderes presentaron proyectos que impactaron, por ejemplo, tanto Hugo Chávez como Vladímir Putin iniciaron un nuevo discurso el cual se oponía a dos principios esenciales de la Corporatocracia en tanto patrón de la Humanidad. El primero planteaba que América Latina y todas las naciones del mundo no alineado debían conquistar su independencia de poderes omnímodos para iniciar la ruta del verdadero progreso en equidad. El segundo establecía un axioma que debilitaba a las élites transnacionales: el mundo es multipolar y nadie puede arrogarse el rol de policía para utilizar la fuerza como su instrumento de coacción.

Esta nueva situación creó un espacio diferente, pues posibilitó las expresiones liberadoras más sentidas de los pueblos y, a su vez, que las corrientes socialistas emergieran con nuevos bríos. En Latinoamérica varios países comenzaron procesos de unidad y cambios importantes, destacando Venezuela, Nicaragua, Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, siempre con el acompañamiento de Cuba, logrando establecer a través de elecciones gobiernos progresistas.

Sin embargo, ha comenzado una etapa difícil para dichas fuerzas democráticas, pues en Brasil y Argentina la derecha ha conquistado nuevamente la presidencia, amenazando incrustarse nuevamente en estos territorios.

¿Cuáles han sido las razones de lo ocurrido y qué debe hacerse?

La explicación es múltiple, aunque hay un conjunto de factores serios que permiten comprender este panorama: la izquierda no ha sido consecuente en un programa que sitúe al Estado como el puntal del desarrollo y controlador de las tendencias destructivas desde lo interno y externo, conciliando con proyectos neoliberales; ha existido una inversión extrema de los sectores dominantes internos y con injerencia foránea para defender el ‘statu quo’; se ha desarrollado una campaña mediática extraordinaria mostrando un espectro inexistente en equidad como lo necesario; las tendencias egoístas e individualistas se han apoderado de la conciencia de las masas, especialmente incentivado por la tecnología visual y operativa, entre otras.

Actualmente, la izquierda en Chile, Perú, Colombia, por ejemplo, está dividida en numerosos grupos cuyas disputas personalistas están por sobre los fundamentos de la doctrina socialista. Por otra parte, han fortalecido sus raíces sectores cercanos al medio ambiente o con teorías eclécticas que combinan neoliberalismo con la lucha por derechos conculcados, lo que dificulta la unidad transformadora.

Reconociendo la complejidad del tema, es preciso señalar que existe una inmensa inversión por parte de la Corporatocracia en las naciones latinoamericanas puesto que el peligro del socialismo les causa miedo. Por ello, el trabajo antidemocrático de los Medios de información, mintiendo reiteradamente, junto a la financiación billonaria para apoyar grupos vandálicos o votaciones, es inverosímil. Si se une a la presión internacional, apoyada por funcionarios al servicio de las grandes corporaciones como el Secretario de la Organización de Estados Americanos, en unidad con presidentes cuestionados por sus lazos con élites reaccionarias como Felipe González, José María Aznar, Andrés Pastrana o Sebastián Piñera, existe una trilogía de presión casi indestructible.

El camino para continuar una senda ligada a la equidad social debe hacer confluir a todas las fuerzas que propician un cambio de sistema con aquellas que defienden derechos tan importantes como la seguridad social, la salud, la educación pública, la estabilidad laboral con garantía de justicia, entre otros puntos fundamentales, así como trabajar continuamente desmitificando a los Medios que falsean la realidad casi sin oposición. Fortalecer los lazos internacionales es prioritario.

Regresar a los principios es la tarea urgente: un Estado que propende por el desarrollo de una empresa propia, no dependiente, que establece el acceso y la producción como tareas nacionales; la defensa de las pensiones de jubilación desde el país y no como negocio privado; la creación de empleo a partir de un órgano que planifica y tecnifica para incrementar los niveles de vida de la población; el establecimiento de Fuerzas Armadas que se comprometen con su nación y no permiten la venta de las riquezas naturales a entidades foráneas, exaltando la soberanía; la movilización permanente y consciente de grupos o sectores de clase, entre otros puntos no menos importantes.

Cabe mencionar que las críticas actuaciones de Macri y Temer en Argentina y Brasil respectivamente permiten augurar posibilidades de cambio, lo que podría suponer un nuevo impulso a gobiernos progresistas sin temor al poder destructivo que acosa constantemente. De triunfar en Ecuador Lenín Moreno, pese a una oposición férrea y violenta, implicaría vientos renovadores para el espacio latinoamericano. México abre una puerta de esperanza con Manuel López Obrador. Eso sí, siempre acechados por el águila imperial, que no descansa sino parcialmente cuando logra destruir físicamente el espíritu de resistencia que la gente de espíritu indomable presenta por siempre.

Fuente: https://actualidad.rt.com/opinion/carlos-santa-maria/232157-acerca-fin-izquierda-latinoamerica

Fotografía: RT

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