La respuesta correcta al matrimonio infantil: “No quiero”

Reseñas/17 Octubre 2019/Fuente: El país

Más de 12 millones de niñas son obligadas a casarse cada año a pesar de las leyes y tratados internacionales en contra

Kadiatu Massaquoi había estado tonteando con un vecino de su ciudad, Jendema, en Sierra Leona. Llevaban apenas un mes viéndose cuando se quedó embarazada. Ella tenía 14 años y él 19. «Dejé el colegio porque en mi país es un tabú que una niña encinta vaya a la escuela. Mi madre y mis vecinos me dijeron que me tenía que casar con el padre del bebé», recuerda. No quería ni lo uno ni lo otro, pero no tuvo más remedio que abandonar sus estudios y contraer matrimonio cuando ya había cumplido 15. Para salvar su honor y el de su familia.

Los planes de Kadiatu se habían truncado. Les dijo a sus padres que no estaba preparada para el matrimonio, pero finalmente tuvo que casarse. Tampoco quería dejar el colegio y buscó ayuda para, al menos, continuar su formación. «Pero no había nadie que pudiese apoyarme para seguir con mis estudios; ni siquiera mi madre», recuerda la joven, hoy de 17 años y madre de dos hijos, una niña de tres y un pequeño de uno. «Mi vida empezó a ser muy triste», continúa su relato. «Solo hacía las tareas de la casa: cocinar, lavar la ropa, limpiar…».

De poco le sirvió a esta joven que su país se haya comprometido a erradicar esta práctica. Las leyes y los tratados internacionales fueron para Kadiatu papel mojado. De hecho, según datos de Unicef, Sierra Leona ocupa la posición 18 en la lista de países con mayor prevalencia de matrimonio infantil. Un 39% son víctimas de enlaces forzados antes de los 18 años y un 13% antes de los 15, como Kadiatu.

En el mundo, 650 millones de mujeres fueron enlazadas cuando eran todavía menores de edad. «Cada año, se casan más de 12 millones de niñas más. De los 1.100 millones de niñas que habitan hoy el planeta, más de un 20% (220 millones) se casará antes de cumplir los 18», denuncian en un estudio sobre la materia cuatro organizaciones —Amnistía Internacional, Save The Children, Entreculturas y Mundo Cooperante— que se han aliado para contribuir unidas a acabar con esta práctica.

«Los cambios legislativos por sí solos no funcionan; también hacen falta campañas de sensibilización, programas educativos… En definitiva, poner medios para que los derechos que se plasman sobre el papel se hagan realidad», expone Eva Suárez, directora adjunta de Amnistía Internacional España. «Estamos hablando de una violencia de género, de una violación de derechos humanos que abre la puerta a más violaciones como la falta de acceso a salud sexual y reproductiva, o a la educación, a malos tratos», enfatiza.

La vida de Kadiatu fue triste, privada de su derecho a una educación, hasta que se topó con gente que sí podía ayudarla: la ONG Save the Children. Gracias a esta organización, hoy aprende confección, aunque si tiene la oportunidad lo que querría es formarse para ser enfermera. Y, sobre todo, sueña con convertirse en «una campeona contra el matrimonio infantil». Esto lo está consiguiendo. Sabe que su historia puede servir para concienciar a otras familias sobre este problema. Por eso se la cuenta a niñas, padres, maestros, periodistas, quien haga falta para evitar que más chicas pasen por lo mismo que ella. «Y lo conseguimos», afirma con seguridad.

Hadiqa Bashir, una joven pakistaní de 17 años, tuvo más suerte. Ella tenía cerca a esa persona que podía ayudarla en el momento adecuado. Cuando tenía 11 años y vivía una infancia «muy feliz» en Swat, le llegó una propuesta de matrimonio de un taxista. Era «un buen acuerdo» y su familia decidió aceptar. Salvo su tío. «Me habló del sistema patriarcal de mi sociedad, de las leyes que prohíben el matrimonio infantil, de los derechos humanos…», recuerda. Con toda esa información y mucha determinación, Hadiqa les dijo a sus progenitores que, si la obligaban a casarse, les llevaría ante los tribunales. Y la creyeron. «Soy el tipo de persona que cuando dice que va a hacer algo, lo hace», afirma.

La joven ya había visto cómo una de sus compañeras de la escuela había dejado de asistir porque la habían forzado a casarse. «Organizamos una fiesta para ir a verla y ella no jugaba, se quedó en una esquina apartada y nos contó que el marido la había pegado con una vara de hierro. Finalmente, su suegra nos dijo que no volviésemos», rememora. Con apoyo de su tío y su valentía, Hadiqa evitó un futuro similar al de su amiga, pero su lucha tampoco fue fácil. Organizó un grupo de 10 chicas para ir puerta a puerta y sensibilizar contra el matrimonio infantil. «Nos decían que era normal y nos echaban, pero no nos dimos por vencidas». Hasta que algunas empezaron a escucharlas. «Muchas ni siquiera sabían sus derechos más básicos», afirma aún sorprendida.

Hadiqa Bashir es de Pakistán y recibió una proposición de matrimonio cuando tenía 11 años. Sus padres querían aceptarla y ella, con el apoyo de su tío, les amenazó con llevarles a los tribunales. Así evitó un enlace que no quería y se convirtió en una activista contra esta práctica en su país.
Hadiqa Bashir es de Pakistán y recibió una proposición de matrimonio cuando tenía 11 años. Sus padres querían aceptarla y ella, con el apoyo de su tío, les amenazó con llevarles a los tribunales. Así evitó un enlace que no quería y se convirtió en una activista contra esta práctica en su país. JAIME VILLANUEVA

Con los éxitos, comenzaron también las presiones y amenazas. «A mi padre le decían que me había convertido en un agente de occidente», relata. Debido a su activismo, la expulsaron de la escuela privada en la que estudiaba. Se matriculó entonces, no sin oposición del centro, en un colegio público. Ahora, a punto de acceder a la universidad, Hadiqa continúa su batalla contra el matrimonio infantil y planea ser abogada. «Enfrento muchos problemas por mi feminismo: mi familia y yo recibimos amenazas de muerte de extremistas, pero acudimos a la policía y ahora estamos más seguros».

Hadiqa cree que su esfuerzo merece la pena. «Aunque mi voz llegue a solo un 1% de la población, es una victoria enorme. Estamos tratando de cambiar una mentalidad arraigada en los genes durante siglos. Es imposible que lo logremos en un día, pero espero que quizá en 20 años o 200, sucederá ese cambio», apunta.

«El matrimonio va ligado a la idea de que la niña es un bien que se puede vender, o en el polo opuesto, una carga económica de la que hay que desprenderse pronto o, al menos, no invertir en ella», analiza Raquel Martín, coordinadora del programa La Luz de las Niñas de Entreculturas. Para esta organización es fundamental el trabajo educativo con las comunidades y «generar referentes», que niñas que han salido o evitado un matrimonio se conviertan en un ejemplo para otras. También se acaban convirtiendo en un orgullo para sus familias que ven que las chicas reciben apoyo para continuar estudiando y tienen un reconocimiento.

«Lo que vivimos mal los que trabajamos en esto es lo que se queda fuera de nuestro radar. La realidad es injusta, no se llega a todo y hay zonas del mundo en sombra. Y hay niñas que no encontrarán a quien les ayude a salir de la violencia. Pero cada germen de cambio, cada niña que sale, cada maestro, cada persona que se conciencia sobre este problema, es una mutación positiva en la cadena de la desgracia que genera un cambio», termina optimista.

Fuente e imagen: https://elpais.com/elpais/2019/10/11/planeta_futuro/1570807155_059878.html

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El país donde dar a luz por cesárea supone un estigma para la madre

Por: BBC mundo

Cuando Alice Ogbara reveló los detalles de su cesárea a un grupo de mujeres, no estaba simplemente compartiendo su experiencia entre amigos: estaba haciendo algo que muchos considerarían arriesgado.

Y es que Ogbara hablaba de una cirugía que algunas mujeres se niegan a aceptar aunque sepan que les puede salvar la vida.

«Cuando entré [en el quirófano] y vi todo el material que iban a usar, me puse a llorar», dijo Ogbara.

Explicó que tenía miedo de que le quedaran secuelas irreparables.

Le pusieron una sábana sobre el vientre. «Lo siguiente que oí fue el llanto de mi bebé», recordó, lo que desencadenó un aplauso por parte de las mujeres que la rodeaban.

Bebé.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image caption«Una cesárea es solo otra manera de dar a luz», explica la nigeriana Alice Ogbara.

Fuera de este patio en Lagos (Nigeria), es posible que Ogbara no esté tan predispuesta a compartir su historia.

Y es que en este país las cesáreas estén estigmatizadas. ¿Por qué? Por las dudas sobre la seguridad de la cirugía y por factores religiosos y sociales.

Esto hace que muchas mujeres se resistan a aceptar la cesárea, o la oculten cuando se someten a una.

Ogbara incluso ocultó su cesárea a los miembros de su familia.

La reunión a la que asistió para explicar su experiencia estaba dirigida por una organización nigeriana sin fines de lucro llamada Mamalette, que apoya a las mujeres embarazadas y lucha para reducir las tasas de mortalidad materna en Lagos.

Jemelleh SaccohDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionJemelleh Saccoh, de Sierra Leona, aquí en brazos de su tía, rechazó una cesárea. Más tarde tuvieron que someterla a una cesárea de emergencia y murió por las complicaciones que surgieron.

Parte de ese esfuerzo consiste en abordar los estigmas alrededor del parto que obstaculizan el acceso de las mujeres a una asistencia que les puede salvar la vida.

En todo Nigeria unas 58.000 mujeres mueren en el parto cada año. Se trata de la cuarta tasa de mortalidad materna más alta del mundo.

Parte del problema es la baja tasa de cesáreas que se practican en el país: solo un 2%, mientras que la tasa global es del 21%.

Además, en Nigeria solo hay un médico por cada 6.000 personas.

El objetivo de Mamalette es proporcionar a las mujeres lo que unos trabajadores de la salud con escasos recursos a menudo no pueden: educación sanitaria y la disposición a escuchar sus preocupaciones.

Y aunque está teniendo éxito, esta pequeña organización se enfrenta a unos retos considerables.

Diferencias entre países

En un contexto global en el que la tasa de cesáreas que se realizan aumenta rápidamente, las cifras de Nigeria sorprenden.

Entre los años 2000 y 2015, el número de cesáreas casi se duplicó en todo el mundo. En países como República Dominicana, las mujeres se someten a esta cirugía en más del 50% de los casos. En América del Norte, lo hace el 32,6%, y en Reino Unido, el 26,2%.

Sin embargo, en África Occidental solo el 4,1% de los nacimientos se dan por cesárea, y en Nigeria esta tasa baja a la mitad.

Para prevenir la mortalidad materna, la tasa de cesáreas de un país no debería estar por debajo del 5%, según la Organización Mundial de la Salud.

Y es que las cesáreas son esenciales para solucionar el parto obstruido en los casos en los que la pelvis de la mujer es demasiado pequeña y también si el bebé viene en posición de nalgas o es demasiado grande para salir por el canal de parto.

Ante estas complicaciones, si no se interviene el bebé puede romper el útero o causar desgarros que deriven en hemorragias.

Pros y contras de las cesáreas

«Creo que las cesáreas son el indicador de salud con más disparidad entre un uso excesivo y un uso insuficiente», afirma Carine Ronsmans, epidemióloga de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres y autora de informes recientes sobre el aumento global de las cesáreas.

Que se practique un número muy alto de cesáreas puede ser preocupante porque esta cirugía puede aumentar el riesgo de padecer enfermedades como la placenta previa, que puede causar hemorragias severas.

Pero, al mismo tiempo, «muchas mujeres todavía mueren por no tener acceso a la cesárea», explica Ronsmans. «Y no podemos permitirnos el lujo de olvidar a estas mujeres».

En Nigeria los obstáculos para acceder a la cesárea son especialmente altos en las zonas rurales, donde aproximadamente el 58% de los partos se llevan a cabo con parteras no calificadas.

En los centros urbanos, donde hay más hospitales, el costo y el estigma que conlleva son las principales barreras para aceptar la cesárea.

El estigma se debe a la creencia de que el parto vaginal forma parte de la condición de mujer mientras que las cesáreas no, una idea que es común también en países como Reino Unido.

Y en Nigeria esta idea se ve reforzada por la religión: para las mujeres cristianas dar a luz por vía vaginal como una «mujer hebrea» es un signo de fortaleza.

Celebración religiosa en NigeriaDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionLa religión es una parte importante de la sociedad en Nigeria y puede incluso afectar a la forma en que las mujeres dan a luz.

Este concepto nace de un pasaje de la Biblia que cuenta la historia de mujeres hebreas «vigorosas» que dan a luz estoicamente sin parteras.

Esa capacidad mítica de dar a luz por vía vaginal -y sin atención médica- se ha mantenido como un símbolo de la virtud materna en Nigeria.

«Se trata de un país profundamente religioso, y todo está muy espiritualizado», explica Adepeju Jaiyeoba, fundador de la Fundación Brown Button de Nigeria, que trabaja para reducir la mortalidad materna.

Los hospitales se encuentran habitualmente con mujeres que, por temor a avergonzar a sus familias, rechazan la cesárea.

Además, a menudo las mujeres tienen un control limitado sobre su propio parto.

Un estudio de un hospital nigeriano reveló que en el 90% de los casos las mujeres creían que eran los hombres los que debían firmar el formulario de consentimiento para la cesárea, lo que implica dejar la decisión en manos masculinas.

El derecho a elegir

Mujer con su hija bebé.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionEn África Occidental solo se practican un 4,1% de cesáreas en los partos, por debajo de la tasa recomendada por la Organización Mundial de la Salud, que es del 5%.

También en otros países, como Reino Unido y Estados Unidos, las mujeres aún son víctimas del estigma si se someten a una cesárea, aunque la situación no es tan extrema.

Además, una atención obstétrica de alta calidad no se traduce necesariamente en unas condiciones idóneas para las mujeres embarazadas.

En 2018, Birthrights, una organización benéfica por los derechos maternos, descubrió que casi tres cuartas partes de los hospitales públicos de Reino Unido no tienen una política clara que permita a las mujeres solicitar cesáreas planificadas, lo que contraviene las pautas médicas del país.

Según Amy Gibbs, la directora ejecutiva de la organización, esto tiene un efecto estigmatizador, especialmente cuando las mujeres tienen razones específicas para evitar el parto vaginal, como un historial de agresión sexual o problemas de salud mental.

«Las mujeres deberían ser las encargadas de tomar las decisiones sobre el parto. El derecho a elegir lo que le sucederá a tu cuerpo es fundamental», añade Gibbs.

Y eso es por lo que lucha Mamalette en Nigeria.

Defensores de la salud

Justo al lado de una transitada y caótica calle se encuentra la tranquila oficina de Mamalette, donde está Anike Lawal. La sede está situada en el tecnológico vecindario de Yaba, en Lagos.

Lawal, con voz suave, explica que lanzó Mamalette como una comunidad online donde las madres se pudieran apoyar entre ellas.

«No me propuse intentar salvar la vida de nadie», asegura. Pero esa comunidad de mujeres le hizo ver el riesgo que corren las madres, incluso en zonas urbanas, durante el parto.

«Cuando se habla sobre la mortalidad materna, nunca se piensa en mujeres que viven en ciudades, en mujeres que tienen smartphones y Facebook», añade.

Hospital Nigeria.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionUn estudio de un hospital nigeriano reveló que en el 90% de los casos las mujeres creían que eran los hombres los que debían firmar el formulario de consentimiento para la cesárea.

En 2017 Lawal comenzó a buscar madres para que ayudasen a las mujeres de sus comunidades durante el embarazo.

Actualmente estas mentoras, que reciben formación de matronas, enfermeras y médicos, trabajan en 20 comunidades urbanas pobres de Lagos y en una de la ciudad de Ibadan, y atienden a más de 300 personas en visitas domiciliarias.

Se aseguran de que las mujeres asistan a las clases prenatales y se registren en los hospitales para dar a luz en vez de recurrir a las parteras tradicionales.

Además, Mamalette también crea espacios seguros donde las mujeres pueden hablar de temas tabú sobre el parto, como las cesáreas.

En las comunidades en las que trabajan a menudo son la única referencia para las mujeres que quieren compartir sus inquietudes.

«Mamalette es como un intermediario entre el sistema de salud y la gente», dice Blessing Kolade, una antigua mentora que ahora trabaja en el equipo directivo de Mamalette.

«El sistema de salud está tan colapsado que los trabajadores no tienen tiempo para desglosar la información. Las mujeres no pueden abrirse, no pueden hacer ninguna pregunta», asegura.

Eso significa que en la práctica siguen vigentes algunos conceptos erróneos y que no se abordan los estigmas. De hecho, muchas mujeres que necesitan una cesárea se lo plantean por primera vez cuando ya están de parto.

Kamara en un hospital de Sierra Leona.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionEn Sierra Leona, que tiene la tasa de mortalidad materna más alta del mundo, Kamara tuvo que someterse a una cesárea de emergencia. Ella sobrevivió, pero su bebé nació muerto.

En ese momento es menos probable que acepten la cirugía, ya que pesan las arraigadas creencias de que avergonzarán a sus familias.

«Por culpa de este estigma puedes ver a alguien a punto de morir y que sigue negándose a aceptar la cesárea, porque no quiere pasar por todo eso», dice la mentora Oluchi Anumni.

Mamalette intenta abordar estos problemas antes de que llegue el momento del parto.

Las mentoras, especialmente entrenadas para desmentir los conceptos erróneos en torno a las cesáreas, explican claramente los motivos por los cuales las mujeres pueden necesitar esta cirugía, como tener una pelvis pequeña o afecciones médicas como la preeclampsia.

Esto elimina la vergüenza de la ecuación y proporciona a las mujeres unos datos que les dan munición contra las críticas que podrían recibir.

El valor del ejemplo

En Mamalette han notado que las miembros de su grupo son mucho más receptivas a las cesáreas.

La mentora Adenike Lasisi-Opaleye dice que invita a mujeres que se sometieron a cesáreas a mostrar a las mujeres sus cicatrices abdominales para disipar mitos.

«Su percepción era que las cesáreas eran muy peligrosas. Ahora se les informa de que no son una sentencia de muerte«, dice Lasisi-Opaleye.

La información que recopila Mamalette también muestra que la mayoría de las mujeres bajo su cuidado ahora dan a luz en centros sanitarios, según Lawal.

«Puedo decir con orgullo que muchas mujeres evitaron la muerte gracias a lo que aprendieron», agrega Anumni.

Soluciones complejas

Hospital en Reino UnidoDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionUn informe sacó a la luz que las cesáreas planificadas estaban prohibidas en el 15% de los hospitales de Reino Unido.

Pero cuando se trata de salud materna, no solo hay que luchar contra los estigmas culturales y sociales que conllevan las cesáreas.

Unas investigaciones recientes revelaron que, en África subsahariana, las cesáreas son hasta 50 veces más mortales que en los países con ingresos altos.

Eso se debe principalmente a hemorragias no tratadas y a anestesias fallidas, según Salome Maswime, obstetra, ginecóloga y profesora de la Universidad de Witwatersrand, que participó en la investigación.

«Como médico, creo que el acceso a una buena atención sanitaria es lo primero que hay que garantizar. Pero no es lo único que hay que cambiar», dice Maswime. «Necesitamos prestar atención a la calidad de la atención quirúrgica que tienen las mujeres».

Maswime cree que si la atención mejorase, también disminuirían los estigmas asociados con la cirugía: «No creo que sea tan simple como asesorar a las mujeres», dice Maswime. «Se trata de un problema complejo que requiere soluciones complejas».

El costo de la atención médica también es un obstáculo para acceder a la cirugía en Nigeria. De hecho, algunos países como Malí y Benin trataron de mejorar este aspecto haciendo que las cesáreas sean gratis. Y en Nigeria se están produciendo cambios similares.

Hay algo más que hay que cambiar, según los expertos: escuchar a las mujeres.

En Reino Unido, un enfoque similar está ayudando a los hospitales a aumentar el acceso de las mujeres a las cesáreas planificadas.

En lugar de prohibir totalmente las cesáreas planificadas, como Birthrights descubrió que era sorprendentemente común en el 15% de los hospitales británicos, algunos centros dicen ahora que si las mujeres cuentan con la información necesaria, su decisión de tener una cesárea planificada se respetará.

La mujer, protagonista

Ya sea en Nigeria o Reino Unido, el problema y la solución fundamentales son lo mismo, dice Amy Gibbs, de Birthrights. «A menudo, se pierde el derecho de la mujer a elegir lo que le sucede», asegura. «La manera de hacerlo bien es poner a las mujeres en el centro de las decisiones sobre su salud».

En Mamalette reconocen que la tarea a la que se enfrentan es demasiado grande para una organización pequeña que trabaja solo en unas cuantas comunidades. Pero creen que empoderando a las mujeres están contribuyendo a un tipo de cambio más duradero.

«Intentamos que las mujeres sepan que tienen que defenderse y ser atrevidas. Que no dejen que la sociedad las defina», dice la ex mentora de Mamalette Olamide Ekpenyong.

Alice Ogbara dice que su perspectiva cambió. Ahora su hija tiene 1 año y ya no es tan cautelosa al explicarle a la gente cómo dio a luz.

«Se lo cuento a la gente que me rodea, comparto mi experiencia con ellos», cuenta. Es prudente y aconseja a las mujeres que, si necesitan una cesárea, vayan solo a hospitales de confianza, por ejemplo.

Pero también las anima. «Una cesárea no es algo malo», le dice a la gente. «Es solo otra manera de dar a luz».

Fuente: https://www.bbc.com/mundo/vert-fut-48941162

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La poesía y la tecnología impulsan la «revolución» de las escritoras árabes

Redacción: El Diario

Hablamos con mujeres de la situación de la literatura realizada por escritoras, a raíz de la celebración del Salón Internacional del Libro de Casablanca.

Mientras algunas destacan los cambios en los últimos años y aseguran que no hay «autocensura», otras matizan que todavía «faltan muchas cosas».

Aziza Yahdin Omar habla por teléfono mientras sus compañeras cantan canciones andalusíes. Ninguna usa velo y su ropa es occidental. Están en un pequeño stand arrinconado del Salón Internacional del Libro y la Edición (SIEL) que se celebra cada año en Casablanca y que en este 2019 cuenta con España como país invitado. Destaca la presencia de estas mujeres, puesto que en el pabellón de esta feria, inaugurado en 1949 y uno de los bienes protegidos de Marruecos por su bello techo abovedado, hay stands en los que solo hay hombres. Hojeando libros o haciendo negocios.

Estas mujeres forman parte de la Asociación de Escritoras de Marruecos, fundada en 2012. Aziza es su presidenta. Cuando deja de  charlar por el móvil accede a hablar con eldiario.es. Pero para ello (y para la foto) sí se pone el velo.

«Desde hace cinco años se han editado 6.000 libros escritos por mujeres marroquíes. Y ha habido un gran cambio. Tenemos más libros sobre temas científicos, jurídicos», afirma Aziza que recuerda que hay 57 grupos de la asociación por todo el país con ocho filiales en el extranjero  como parte de la liga de escritoras de Marruecos.

La presidenta insiste en que las cosas han cambiado mucho en el país desde la reforma de la Constitución en 2011, que revalorizó la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, y sobre todo, la reforma de la Mudawana –el Código de Familia- que eliminaba, por ejemplo, que las mujeres tuvieran que pedir permiso al marido tener una cuenta corriente en el banco. Sucedió en 2004.

«Las mujeres marroquíes no se autocensuran a la hora de escribir. Lo exponen todo. Ya no tenemos temas tabúes», asegura la presidenta de las escritoras. Para ello habla de las más jóvenes, «que escriben sobre todo, tienen una lengua más moderna y están probando mucho con la literatura en las redes sociales».

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Uno de los stands en la que solo hay presencia masculina PAULA CORROTO

A su lado está Fátima, de la Asociación Marroquí de Estudios Ibéricos e Iberoamericanos. Ejerce de traductora y se sonríe ante las palabras de Aziza, introduciendo matices. «Es cierto que el país ha avanzado mucho y sobre todo muy rápido en los últimos años, pero todavía faltan muchas cosas. No es todo como se dice», comenta poco después.

Aun así también señala que está habiendo algunos movimientos que proceden principalmente de las autoras más jóvenes. «Hay una modernización muy grande en el cuento y la poesía, quizá lo que más». Esta asociación, de hecho, es una de las que se encarga de traducir a jóvenes escritores marroquíes al español.

El furor de la poesía

Una persona que conoce bien qué está ocurriendo en las letras árabes femeninas –y no solo en Marruecos es la traductora Margarida Castells. Entre sus traducciones, principalmente del árabe al catalán, se encuentran los poemas de Aziza Ahdiya, La confessió de Tantan. Ha trabajado en Egipto, Siria, con autores kurdos, y es considerada una de las grandes especialistas en lengua árabe.

Castells señala que la mujer árabe se enfrenta «a los problemas comunes del patriarcado, que están desde hace milenios»; sin embargo, también recuerda que en los países árabes la mujer poeta tuvo mucha presencia en el ámbito público. «Fue antes del siglo VIII, en la oralidad, porque cuando empieza la escritura se conforman unas élites, que son hombres, y ya ahí la mujer deja de tener tanta presencia», sostiene Castells.

Las escritoras no comenzarán a recuperar un poco de espacio hasta el siglo XIX, aunque no ha sido hasta el XXI cuando ha comenzado una nueva explosión, «gracias a la poesía y la tecnología», afirma la traductora.

¿Por qué estos dos factores? Hay una cuestión política. «La poesía es la más rápida de conectar con la política. Puedes soltar tus poemas en la plaza. Eso lo vimos con las primaveras árabes», recuerda Castells. En el debate político y literario también se ha colado –aunque se intente tamizar- el asunto del velo.

La traductora reconoce que en los últimos tiempos han cambiado las cosas y, si bien antes eran las sociedades más urbanas y las clases medias las que no querían el velo, «ahora está siendo al revés, y hay muchas escritoras que lo justifican. Pero digamos que está en un punto intermedio. Hay quien lo defiende y quién no». A esta voz se suma la de Luz Comendador, que lleva 20 años ejerciendo la traducción del árabe: «Lo cierto es que las árabes no escriben solo sobre el velo. Creo que su compromiso político al final es el mismo que el de las mujeres occidentales».

Aziza, escritora y presidenta de la Asociación de Escritoras de Marruecos
Aziza, escritora y presidenta de la Asociación de Escritoras de Marruecos PAULA CORROTO

Más allá de las más conocidas

Precisamente, a los traductores les pesa que la mirada desde los países occidentales suela ser más política que literaria. De hecho, dos de las autoras árabes más conocidas, como la egipicia Nawal Al Sadawi y la marroquí Fátima Mernissi, son, en gran parte, activistas. «Casi todo lo que llega a España es porque los editores lo han leído del francés o el inglés. Tenemos un muro bastante grande porque lo que prima es si estas autoras son conocidas y tienen ya éxito en otros mercados literarios», se lamenta Castells para quien, al final, no es tan positivo que desde el mundo occidental se reconozca sólo a una o dos escritoras árabes.

«Al Sadawi es una gran luchadora pero cuando te conviertes en ‘la escritora’ es ella ya solo, y eso no va a hacer visibles a las demás. Con Fátima Mernissi pasa lo mismo: parece que ya no hay otras escritoras marroquíes», añade la traductora.

Y, por supuesto que las hay. En el pabellón español de la feria se puede encontrar el libro de Antonio Reyes Ruiz, Antología de la poesía femenina marroquí, editado por Ediciones Alfar en 2007, que recoge los poemas de 18 autoras nacidas a lo largo del siglo XX, más consagradas y otras que eran emergentes. Pero en el prólogo la profesora de la Universidad de Sevilla, Mª Dolores López Enamorado, ya cuenta las dificultades para que las escritoras salten el muro de su propio país: La soledad de la arena, de la poeta Aïcha Bassry fue el primer poemario publicado al español de una poeta marroquí. Y no sucedió hasta 2006. «Marruecos parece un país situado en un remoto extremo de la península arábiga», escribe la profesora.

La cornisse de Casablanca, desde donde se puede observar la enorme mezquita que se inauguró en 1993 a mayor gloria del rey Hassan II –es la segunda mezquita más grande después de la de La Meca- da, sin embargo, buena cuenta de los cambios que se introducen poco a poco en Marruecos. Pandillas de jóvenes –ellas algunas con velo, otras sin él- que pasean y ríen y se comportan como cualquier adolescente. La literatura estará ahí para recoger estas transformaciones.

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Pabellón de España en la feria

España, país invitado

El Salón Internacional del Libro de Casablanca se celebra desde hace 25 años, pero esta es la primera vez que cuenta con España como país invitado de honor. Fue el Ministerio de Cultura marroquí quien lo decidió el pasado mes de octubre y la Dirección General del Libro, junto a Acción Cultural y el Instituto Cervantes, se encargaron de preparar el programa para que estuviera listo estas semanas de febrero.

Entre las actividades, se harán sendos homenajes a Juan Goytisolo, con las exposiciones del viaje por Almería que realizó junto a Vicente Aranda –quien tomó las fotografías y que fueron donadas años después al actual ministro de Cultura, José Guirao- y a José Miguel Ullán. También habrá varias charlas en relación con la traducción, y participarán escritores como Antonio Gamoneda.

Fuente: https://www.eldiario.es/cultura/libros/revolucion-escritoras-arabes_0_867213554.html

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