Daniel Saldaña: “No tengo la convicción de que algo vaya a salvar el mundo. Puede ser la ternura”

El escritor mexicano narra en ‘El baile y el incendio’, finalista del Premio Herralde, el reencuentro de tres amigos en una ciudad asediada por el fuego y amenazada por una epidemia de danza.

Daniel Saldaña París ensaya una coreografía mínima cuando escribe. El novelista y poeta mexicano redacta más a mano desde que le diagnosticaron artritis reumatoide, una enfermedad crónica que afecta las articulaciones, y observa: cómo se dobla sobre el cuaderno, la presión con la que aprieta la pluma, cuánto duele. Danza y dolor, dice, tienen en común la pérdida del control sobre el cuerpo. En su último libro, El baile y el incendio, que fue finalista del Premio Herralde de Novela, el escritor narra el reencuentro de tres amigos en una ciudad asediada por el fuego y amenazada por una epidemia de danza: “No me parece del todo descabellado imaginar un fin del mundo donde la gente baile”.

Los fuegos que rodean la ciudad de Cuernavaca vuelven el aire pardo en El baile y el incendio (Anagrama, 2021). Tres amigos, un trío escaleno, se reencuentran allí después de años distanciados. Tienen alrededor de 35 años e intentan reconocerse. “Hay un lamento por una comunidad perdida”, explica Saldaña París (Ciudad de México, 37 años), “la sensación de haber pertenecido a algo y de no encontrar vínculos tan significativos como las amistades de juventud”. La cuestión de la nostalgia. “Me interesaba reflexionar sobre si es posible regresar a algún lugar”, agrega el autor.

–¿Se puede?

–Yo creo que no. Hay una ficción del regreso, pero no es un círculo sino una especie de espiral. Llegas a un lugar parecido pero todo es distinto. Tu cambiaste, el lugar cambió, las personas que están ahí cambiaron. No hay coincidencia por ningún lado.

El escritor Daniel Saldaña París durante la entrevista.
El escritor Daniel Saldaña París durante la entrevista.NAYELI CRUZ

Saldaña París se instaló durante la pandemia de la covid-19 en Cuernavaca, la ciudad de su infancia, a una hora de Ciudad de México en coche. A su departamento en la capital vuelve cada vez menos. Esta tarde de febrero, desde el salón de ese piso 7, se alcanza ver Santa Fe, una zona de rascacielos al oeste de la ciudad que solo aparece cuando la contaminación no se instala espesa en el horizonte.

Tiene en esta casa una biblioteca con tomos de Freud subrayados por su madre, antes por su abuela y ahora por él; las obras completas del Premio Nobel Elias Canetti; una colección editada por el mexicano Sergio Pitol que rastreó entera por librerías de viejo. En una panera metálica protege tres libros que encontró este verano en un sótano de Ginebra, y que salvó de la hoguera: tres primeras ediciones del químico Robert Boyle.

El escritor empezó a trabajar en El baile y el incendio después de terminar su primera novela, En medio de extrañas víctimas (Sexto Piso, 2013). Gracias al Premio de Literatura Eccles Center pudo dedicarse a investigar en la Biblioteca Británica las razones que explican las epidemias de danza medievales: “Una muy plausible es que [en Europa] había condiciones climáticas extremas, una racha de carestía de alimentos importante, y la rapacidad usurera de la iglesia que derivó en una situación muy tensa a nivel social”. “Me pareció que de pronto en la actualidad sucedían cosas parecidas”, agrega el autor de El nervio principal (Sexto Piso, 2018) y Aviones sobrevolando un monstruo (Anagrama, 2021), “particularmente en América Latina”.

“Sabía que quería escribir un libro que hablara sobre un momento climático que después se me fue aclarando”, continúa. Saldaña París se refiere a una sequía muy larga y una racha de incendios que afectaron sobre todo el centro de México hace algunos años. En 2019, solo en Morelos, el Estado donde se encuentra Cuernavaca, se quemaron más de 3.600 hectáreas, según el Gobierno local. En algunas ocasiones, el humo llegó a cubrir la ciudad, como ocurre en la novela mientras un grupo de personas brinca, se contorsiona en el piso, se sacude, propaga. Incluso antes de que empezara la emergencia de la covid-19, la historia ya “estaba contagiada de un ánimo apocalíptico”, señala el escritor.

Cuernavaca es una obsesión literaria a la que vuelve Saldaña París. “Me gusta como ejemplo de muchas cosas que pueden salir mal”, apunta. “Cuernavaca fue durante mucho tiempo una especie de paraíso, un lugar de retiro, incluso antes de la conquista. Y ahora es un espanto. Está arrasada por los hipermercados, pero era una zona donde había muchos hules, ficus, ahuehuetes centenarios”, cuenta el escritor. También le atrae, dice, como espacio literario donde sobrevuela Bajo el volcán, la novela de 1947 del inglés Malcom Lowry: “Me interesa de las ciudades cómo conviven con las ficciones que se han escrito sobre ella”.

El desafío técnico más importante para escribir la novela fue la co

nstrucción de las tres voces narrativas que la estructuran. Natalia es una coreógrafa que cultiva obsesivamente bromelias –flores de una belleza monstruosa– y que vive en pareja con un artista viejo. Está preparando una coreografía inspirada en La danza de la bruja que hizo célebre a la bailarina Mary Wigman a principios del siglo XX. Erre sufre de dolores crónicos que lo atraviesan. Acaba de volver a Cuernavaca después de un divorcio y transita errante por la ciudad que ya no existe. Conejo, conspiranoico y homosexual, vive con su padre ciego, a quien provee de libros infantiles en braille.

El novelista mexicano Juan Pablo Villalobos, parte del jurado que seleccionó a El baile y el incendio finalista del Premio Herralde de Novela 2021 –que ganó Javier Pérez Andújar con El año del Búfalo–, destacó que “el hallazgo” de Saldaña París en la obra es “la creación de esas voces”. “Escuchamos el relato melancólico de sus vidas –lo leemos, pero creemos oírlo–, su intento por recuperar, rescatar o salvar algo del fuego”, señala Villalobos en el fallo del galardón que entrega la editorial Anagrama y en el que Saldaña París compitió con el seudónimo de Petra Barreto.

Mientras todo arde, los fuegos que rodean la Cuernavaca apocalíptica que construye Saldaña París y también los que queman dentro de cada uno de los tres amigos, la atmósfera se vuelve cada vez más oscura y asfixiante. “Solo la ternura puede acabar con los incendios”, afirma el personaje de Erre. A través de ese personaje y del de Conejo, el autor intenta “modular una forma de la intimidad y de la masculinidad que no sea tan devastadora”, explica. “Pero no tengo una convicción demasiado clara de que haya algo que vaya a salvar el mundo, o los incendios”, avisa el escritor, “por momentos puede ser la ternura, pero no es una convicción ni una teoría”.

Fuente: https://elpais.com/mexico/2022-02-25/daniel-saldana-no-tengo-la-conviccion-de-que-algo-vaya-a-salvar-el-mundo-puede-ser-la-ternura.html

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Pedagogía del amor para una vida mejor

Por: David Auris Villegas                                             

El amor es el verbo de todo acto pedagógico. No existe educación sin ternura, cognición y creatividad. Toda colectividad educativa está obligada a aceptar cada individualidad, para erigir una sociedad solidaria, sin ganadores ni perdedores.

Nuestra sociedad posmoderna, sitiada por el Covid-19 y atrapado en la incertidumbre, violencia, exclusión e indiferencia, padece una vertiginosa metamorfosis a causa de la inteligencia artificial, forjando sociedades innovadoras y consumidoras. Ante este bipolar panorama, es ineludible construir una amistosa vecindad, desde la pedagogía del amor, para educar al homo solidarius, capaz de convivir en paz.

Esta pedagogía del amor, propone transformar la condición humana en felicidad como fin último, tatuando en la mente de las niñas y niños, el amor hacia el prójimo y demás seres vivos dentro del planeta, a cargo de la comunidad educadora, instituyendo como modelo a Cristo, en la ciudad de paz y ternura, llamada escuela.

La praxis del enfoque de la pedagogía del amor para la Unesco, como rector de la educación mundial, plantea desde las escuelas, instalar la paz en la mente de los hombres y mujeres, bajo marcos de tolerancia, libertad y justicia social, para la convivencia global entre personas de diversas culturas, etnias y condición social.

Naturalmente, la pedagogía del amor, llamada pedagogía de la felicidad, se concreta en la creación de un escenario de paz, nuclearizando como protagonista a niños y niñas, a través de estrategias sicosocioemocionales como el abrozoterapia y juegos lúdicos cognitivos en el proceso de aprendizaje colectivo y empático, liderado por docentes afectuosos.

La aplicación de este enfoque, se hace realidad en la Institución educativa gratuita 20955-27, Veritatis Splendor, ubicada en un suburbio de la capital peruana, dirigida por las hermanas misioneras de la Cruz, quienes ponen en práctica la pedagogía del amor, inspirado en Cristo. Con magníficos resultados en los aprendizajes: aprenden a vivir juntos con amor y ven al prójimo como a sí mismo.

En esta línea, la Dra. Juana Sánchez Gey, sostiene que toda educación debe transformar al mundo, invitándonos a ser cada día mejores personas, haciendo uso de un lenguaje del amor, para desarrollar la esfera socioemocional recomendado por la Unesco y el Proyecto Educativo Nacional del Perú al 2036, como salvavidas para los niños y niñas de la esperanza mundial, soñada por José Martí.

En este sentido, para desafiar los retos del mañana, urge plantear políticas educativas de Estado, desde el enfoque de la pedagogía del amor en el currículo de las instituciones formadores de docentes, para dotar de esta herramienta pedagógica a la nueva generación de educadoras y educadores quienes tendrán en sus manos, la educación de los nativos digitales.

Asimismo, este paradigma educativo como política de estado, es imprescindible insertar en los planes curriculares de la educación básica, como estrategia didáctica transversal, para educar a la persona integral, sembrando el amor al prójimo y la cultura de fraternidad en la mente de las niñas y niños, desde el espacio íntimo de la escuela como apunta Alejandro Cussianovich,

Como la educación surge desde el hogar, implementemos el discurso de la pedagogía del amor en nuestras familias, dando importancia a cada individuo que habita en nuestros hogares, escuchando con respeto sus ideas y críticas, para formar ciudadanas y ciudadanos tolerantes y afectuosos en un mundo que rinde culto a las redes sociales.

Pero, los llamados directos a poner en práctica, este enfoque pedagógico, son los operadores de la educación. Manejando esta poderosa paradigma de la felicidad, construirán aulas de paz y amor para educar a los niños y niñas, empoderándolos de amor hacia sí mismos y hacia los demás, como sugiere Johan Galtung,

Finalmente, como ingenieros sociales, estamos llamados a autoeducarnos e inocularnos esta herramienta pedagógica en nuestro know how para educar personas íntegras, capaces de vivir solidariamente. Fusionando cognición y compasión, eduquemos a las niñas y niños desde el paradigma de la pedagogía del amor y la ternura, para un mañana mejor.

Notas:

*David Auris Villegas. Escritor, pedagogo y columnista. Teórico de la educación para el desarrollo sostenible.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/pedagogia-del-amor-para-una-vida-mejor/

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Chester Rodríguez: la responsabilidad por el oro en tiempos de COVID-19

Por: Héctor Rodríguez Cruz

 

No se trata de filosofar sobre la trivialidad. Ni de hacer un elogio a lo simple. O de rellenar el espacio cuando el articulista no ha logrado pescar un tema apasionante. Se trata de volver la mirada al amor y la ternura y al grito que nos recuerda nuestra responsabilidad por el otro ahora en tiempos de coronavirus. Se trata de compartir la historia de Chester Rodríguez, quien es adoptado y se integró a nuestra  familia cuando tenía dos años.

Desde entonces cuenta con protección en nuestra casa. Hemos tratado de hacerlo sentir que encontró el hogar que perdió. Desde su llegada hemos sincronizado nuestras biografías. No sabemos quién debe agradecer la presencia del otro.  Si él, porque encontró el hogar perdido o nosotros, que encontramos una oportunidad para pagar deudas y solidaridades por todos los actos de amor recibidos de parte  de conocidos y desconocidos, de vecinos y extraños. Y muchas nos quedan pendientes con los hombres, nuestros hermanos.

Mientras mi esposa Pilar trata de educarlo, yo en cambio soy más flexible. Celebro sus travesuras para hacerle olvidar sus soledades y su desarraigo.  A lo uno y a lo otro Chester responde con gestos de agradecimiento, que expresa con su mirada que nos recuerda que es más grato compartir la presencia  con los otros que sumirse en los retiros egoístas en nombre del derecho al silencio.

Yo no soy el primero en contar este tipo de encuentros. Cuento mi encuentro con Chester Rodríguez, mi leal Golden Retriever del cual no soy su dueño porque es libre. Como Neruda contó el suyo “Mi perro me miraba, con esos ojos más puros que los míos, perdía el tiempo pero me miraba, con la mirada que me reservó, toda su dulce, su peluda vida, su silenciosa vida, cerca de mí, sin molestarme nunca, y sin pedirme nada”.

Como lo cuenta  Antonio Gala, fecundo novelista y escritor español, en su libro “Conversaciones con Troylo”,  que recoge    una serie de artículos publicados en El País Dominical y recrea mediante una serie de charlas (imaginarias) que el autor tiene con su mejor amigo canino, un Teckel llamado Troylo con quien habla sobre la vida, la sociedad humana, la política, la economía y los temas sociales. El nombre de ‘Troylo’,  fue sacado de un pasaje de Shakespeare.

O como Adela Cortina afamada filósofa española contemporánea, que ha visitado  varias veces el país, que en su libro “Las fronteras de la persona. El valor de los animales, la dignidad de los humanos”, sostiene que los animales tienen un valor interno y tenemos obligaciones hacia ellos. Y más obligación con los hombres, nuestros hermanos, que al decir de Benedetti, “alguna vez ladran  por no llorar”.

Quien se habitúa –dirá  la filósofa- a no ser compasivo, agradecido y responsable con los animales acaba no siéndolo tampoco consigo mismo ni con los demás hombres. Tenemos deberes indirectos hacia los animales, actuar de manera cruel con ellos implica una falta de humanidad. Chester Rodríguez nos ha enseñado humanidad, nos ha enseñado a amar a las personas.

O como Benedetti que en su cuento “El hombre que aprendió a ladrar”,  refiere que  Raymundo le pregunta a  su amigo Leo que si ladraba bien. Leo le dice “Yo diría que lo haces bastante bien, pero tendrás que mejorar. Cuando ladras, todavía se te nota el acento humano.”

Por su parte John Gray, considerado uno de los pensadores más importantes de nuestro tiempo, que en su libro “El silencio de los animales”, sostiene que los seres humanos son el vacío contemplándose a sí mismo. Y se pregunta: ¿por qué otorgar  este privilegio sólo a los seres humanos? Otras criaturas pueden tener “ojos más brillantes”.

Ahora en los tiempos pesarosos y lacerantes del COVID-19, la historia de Chester,  de Troylo y del hombre que aprendió a ladrar, llama a humanizar nuestra bestialidad  que contamina la soledad y el dolor de los maltratados por la pandemia. Y que invita a escuchar los gritos contra las  ausencias de fraternidad, de compasión y de amor al prójimo.

El COVID-19 nos proporcionará muchos gritos y muchos silencios. Si ya no se cultiva el silencio es porque admitir su necesidad hace necesario aceptar nuestra propia “inquietud interior”, condición que en otro tiempo se entendía como fuente de tristeza y que hoy se valora como una virtud. Entonces, hablar cuando hay que callar es perturbar esa quietud.

Perturbemos la quietud contaminada de los insensibles, quienes sean,  que no aman a sus hermanos ni otras cosas digna de amor. En tiempo de COVID-19,  perturbemos las falsas caridades de aquellos que se resisten a mirar el sufrimiento de los demás y a  asumir la responsabilidad por los otros.

Fuente:  https://acento.com.do/2020/opinion/8826213-chester-rodriguez-la-responsabilidad-por-el-oro-en-tiempos-de-covid-19/

Imagen: https://pixabay.com/

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Amor, ternura y docencia

Por: Fernando García.

“La  vida se disfruta más cuando amas lo que haces”. Con esta frase concluyó una  reflexión mi estimado estudiante Javier Alejandro Morales Silvano en el trabajo final de la materia comunicación y dinámicas de grupo, en la maestría de Ciencias de la Educación y, realmente es así, amar lo que uno hace o hacer lo que uno ama  da sentido a nuestras vidas y no es un hacer por hacer, sino es un hacer por amar, pero también un amar haciendo. “Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida”, dijo alguna vez Confucio y, en verdad poco se nota el transcurrir del tiempo cuando en lo que hacemos hay pasión, hay entrega, hay un dar buscando un bien en el  destinatario, no es un dar cualquiera, ni un dar que busque beneficiar al dador, es un dar con toda la intención de hacer crecer al que recibe, el beneficio del dador llega en el acto mismo como un efecto colateral, pero no como fin de la acción. “El que hace lo que ama, está benditamente condenado al éxito”, alguna vez nos dijo Facundo Cabral y, me gusta más esta relación entre amor y éxito, en vez de la relación que muchas personas encuentran en dinero y éxito, para estos últimos, quien tiene dinero es exitoso, pero es perder el rumbo y entender al éxito, en términos neoliberales, capitalistas, que lo ven sólo en la acumulación de bienes materiales, es decir, en la lógica del consumismo y posesión de objetos, se han ido moldeando las subjetividades de los seres humanos con una idea de éxito que beneficia a la lógica  capitalista. Por el contrario, pensar al éxito en relación con el amor a lo que uno hace, es pensarlo, desde la trasformación y el bienestar que estimula en sus destinatarios y dadores.

Del mismo modo, en la hermosa labor de la docencia, educar con amor está muy lejos de aquellos que entienden al trabajo reducido a un mero compromiso y, es que, en estos últimos  hay  enajenación y una pérdida de sentido de su labor, de tal manera que sus prácticas educativas son pensadas desde un programa y no desde sus destinatarios, las acciones no están pensadas para transformar vidas, sino para cumplir estándares y planes de estudios. Contrario a ello, está educar con amor y, como dice el gran Biólogo Humberto Maturana: “cuando hablamos del amor en el acto educativo […], hablamos de acoger y dejar aparecer  al otro, […] a través de un espacio donde se escucha a  los estudiantes,  sin negar sus voces desde un prejuicio, supuesto, o teoría” (EligeEducar, 2017) .   Sin duda, aquel que ama, tiene oídos abiertos que saben escuchar, porque ¿cómo es posible buscar el bien para los educandos, si desconocemos a los destinatarios y no damos voz a los y las estudiantes? En el hecho educativo de un o una docente que ama lo que hace, el amor va acompañado de algo más, según Maturana: “Para que el amar eduque hay que amar y tener ternura. El amar es dejar aparecer. Darle espacio al otro, para que tengan presencia nuestros niños, amigos y nuestros mayores” (EligeEducar, 2017). Cuando leo o escucho la palabra ternura, inevitablemente viene a mi pensamiento la imagen de una madre cuidando a su bebé, eso es quizás, porque yo asocio, ternura y cuidado, pero en el blog de reflexiones de un filósofo cotidiano encontré que la ternura, hace surgir dentro nuestro el sentimiento hacia los demás, que hila el delicado tejido de la confianza y la intimidad” (Cyrano, 2007) y, entonces, es ir más allá del cuidado,  es generar confianza, intimidad y yo agregaría, empatía por el otro o la otra.

Al entender el hecho educativo desde la perspectiva de Maturana:

 “Educar es un fenómeno biológico fundamental que envuelve todas las dimensiones del vivir humano, en total integración del cuerpo con el espíritu, recordando que cuando esto no ocurre se produce alienación y pérdida del sentido social e individual en el vivir” (citado en Moraes, 2001).

En ese sentido, es pensar al ser humano de manera holística, que integra emociones, espíritu y mente (senti-pensante). Por tanto, alguien que ama lo que hace, trasmite ese amor a través de la expresión de sus emociones, no solo en lo que dice, sino en cómo lo dice. Un maestro o una maestra que ama a su trabajo, no solo enseña lo que libros y programas de estudios le indican, también enseña a vivir en armonía con lo que hace. En relación a esto, Moraes (2001, pág. 1) menciona que “es a partir de la convivencia que las dimensiones del SER y del HACER se van moldeando mutuamente, junto con el emocionar y, a cada momento, influyen en las acciones, los comportamientos y las conductas de los aprendices”. Por ello, amar la docencia, significa una búsqueda constante del bienestar de los y las estudiantes y eso, sólo se logra, conociéndolos, escuchándolos y permitiéndoles ser y estar de manera auténtica.

Referencias

Cyrano. (10 de enero de 2007). Filosofía Contracorriente. Recuperado el 22 de diciembre de 2019, de Reflexiones de un filósofo cotidiano: https://blog.nueva-acropolis.es

EligeEducar. (27 de Julio de 2017). EligeEducar. Recuperado el 22 de Diciembre de 2019, de https://eligeeducar.cl/

Moraes, M. C. (2001). Educar y aprender en la biología del amor. PUC/SP/BRASIL, 5.

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Richard Davidson: La base del cerebro sano es la bondad y se puede entrenar

Redacción:

Yo investigaba los mecanismos cerebrales implicados en la depresión y en la ansiedad.

…Y acabó fundando el Centro de Investigación de Mentes Saludables.

Cuando estaba en mi segundo año en Harvard se cruzó en mi camino la meditación y me fui a la India a investigar cómo entrenar mi mente. Obviamente mis profesores me dijeron que estaba loco, pero aquel viaje marcó mi futuro.

…Así empiezan las grandes historias.

Descubrí que una mente en calma puede producir bienestar en cualquier tipo de situación. Y cuando desde la neurociencia me dediqué a investigar las bases de las emociones, me sorprendió ver cómo las estructuras del cerebro pueden cambiar en tan sólo dos horas.

¡En dos horas!

Hoy podemos medirlo con precisión. Llevamos a meditadores al laboratorio; y antes y después de meditar les tomamos una muestra de sangre para analizar la expresión de los genes.

¿Y la expresión de los genes cambia?

Sí, y vemos como en las zonas en las que ha-bía inflamación o tendencia a ella, esta des­ciende abruptamente. Fueron descubrimientos muy útiles para tratar la depresión. Peroen 1992 ­conocí al Dalái Lama y mi vida cambió.

Un hombre muy nutridor.

“Admiro vuestro trabajo, me dijo, pero considero que estáis muy centrados en el estrés, la ansiedad y la depresión; ¿no te has planteado enfocar tus estudios neurocientíficos en la amabilidad, la ternura y la compasión?”.

Un enfoque sutil y radicalmente distinto.

Le hice la promesa al Dalái Lama de que haría todo lo posible para que la amabilidad, la ternura y la compasión estuvieran en el centro de la investigación. Palabras jamás nombradas en ningún estudio científico.

¿Qué ha descubierto?

Que hay una diferencia sustancial entre empatía y compasión. La empatía es la capacidad de sentir lo que sienten los demás. La compasión es un estadio superior, es tener el compromiso y las herramientas para aliviar el sufrimiento.

¿Y qué tiene que ver eso con el cerebro?

Los circuitos neurológicos que llevan a la empatía o a la compasión son diferentes.

¿Y la ternura?

Forma parte del circuito de la compasión. Una de las cosas más importantes que he descubierto sobre la amabilidad y la ternura es que se pueden entrenar a cualquier edad. Los estudios nos dicen que estimulando la ternura en niños y adolescentes mejoran sus resultados académicos, su bienestar emocional y su salud.

¿Y cómo se entrena?

Les hacemos llevar a su mente a una persona próxima a la que aman, revivir una época en la que esta sufrió y cultivar la aspiración de librarla de ese sufrimiento. Luego ampliamos el foco a personas que no les importan y finalmente a aquellas que les irritan. Estos ejercicios reducen sustancialmente el bullying en las escuelas.

De meditar a actuar hay un trecho.

Una de las cosas más interesantes que he visto en los circuitos neuronales de la compasión es que la zona motora del cerebro se activa: la compasión te capacita para moverte, para aliviar el sufrimiento.

Ahora quiere implementar en el mundo el programa Healthy minds (mentes sanas).

Fue otro de los retos que me lanzó el Dalái Lama, y hemos diseñado una plataforma mundial para diseminarlo. El programa tiene cuatro pilares: la atención; el cuidado y la conexión con los otros; la apreciación de ser una persona saludable (encerrarse en los propios sentimientos y pensamientos es causa de depresión)…

…Hay que estar abierto y expuesto.

Sí. Y por último tener un propósito en la vida, algo que está intrínsecamente relacionado con el bienestar. He visto que la base de un cerebro sano es la bondad, y la entrenamos en un entorno científico, algo que no se había hecho nunca.

¿Cómo se puede aplicar a nivel global?

A través de distintos sectores: educación, sanidad, gobiernos, empresas internacionales…

¿A través de los que han potenciado este mundo oprimido en el que vivimos?

Tiene razón, por eso soy miembro del consejo del Foro Económico Mundial de Davos, para convencer a los líderes de que hay que hacer accesible lo que sabe la ciencia sobre el bienestar.

¿Y cómo les convence?

Mediante pruebas científicas. Les expongo, por ejemplo, una investigación que hemos realizado en distintas culturas: si interactúas con un bebé de seis meses a través de dos marionetas, una que se comporta de forma egoísta y otra amable y generosa, el 99% de los niños prefieren el muñeco cooperativo.

Cooperación y amabilidad son innatas.

Sí, pero frágiles, si no se cultivan se pierden, por eso yo, que viajo muchísimo (una fuente de estrés), aprovecho los aeropuertos para enviar mentalmente a la gente con la que me cruzo buenos deseos, y eso cambia la calidad de la experiencia. El cerebro del otro lo percibe.

Apenas un segundo para seguir en lo suyo.

La vida son sólo secuencias de momentos. Si encadenas esas secuencias, la vida cambia.

El mindfulness es hoy un negocio.

Cultivar la amabilidad es mucho más efectivo que centrarse en uno mismo. Son circuitos cerebrales distintos. A mí no me interesa la meditación en sí misma sino cómo acceder a los circuitos neuronales para cambiar tu día a día, y sabemos cómo hacerlo.

Fuente:  https://www.lavanguardia.com/lacontra/20170327/421220248157/la-base-de-un-cerebro-sano-es-la-bondad-y-se-puede-entrenar.html

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