Por: Miguel Jara
Bayer ha comprado Monsanto. La Comisión Europea ha dado el visto bueno a la mayor fusión de empresas agrícolas, de transgénicos, pesticidas y semillas. Bayer compra Monsanto por 66.000 millones de dólares (53.800 millones de euros al cambio actual). Para ello la compañía alemana ha de vender parte de su negocio agroquímico aunque esas divisiones ya tienen comprador, Basf, que dará 5.900 millones de euros por ello.
Hay quien, como el eurodiputado ecologista Ernest Urtasun, del grupo de Los Verdes ha sido muy concreto en su opinión:
«Además de veneno, Bayer nos venderá los remedios” (…) La agroindustria ya está demasiado concentrada, unas pocas empresas dominan completamente la producción de alimentos. Fusionar dos de los actores más importantes y con mayor cuota de mercado solo empeora la situación”.
Se refiere Urtasun a que Bayer controla buena parte de la cadena: semillas para sembrar comida; fertilizantes, herbicidas y demás “fitosanitarios” para su cultivo; y medicamentos para tratar las posibles consecuencias que tiene para nuestra salud el modelo alimentario basado en tóxicos.
Aceptar esta fusión en Bruselas y Washington (que se entiende que lo hará en breve) significará la consolidación de la última de las tres mega fusiones de la industria de semillas y pesticidas que han estado en juego desde 2015.
Mientras que al iniciarse el frenesí de las fusiones seis compañías globales controlaban aproximadamente dos terceras partes del mercado global de semillas y más del 70% del de pesticidas, ahora quedarán solamente cuatro compañías en ámbito de semillas y pesticidas: Bayer-Monsanto, que dominará; le siguen Corteva Agriscience (una nueva empresa derivada, resultado de la fusión del año pasado entre Dow y DuPont); la empresa resultado de la fusión anterior entre Syngenta (con sede en Suiza) y ChemChina (la ambiciosa compañía química asiática que se espera se fusione muy pronto con la aún más grande Sinochem); y finalmente la cuarta jugadora en el campo será BASF, la gigante alemana que ahora será más fuerte gracias a la parte de semillas de Bayer.
Como cuentan los persistentes investigadores del Grupo ETC:
«Los negocios de datos masivos (big data): El núcleo de todas las megafusiones ha sido lograr el control de los datos masivos (big data) sobre agricultura. El manejo de datos masivos está detrás de las nuevas tecnologías de ‘ADN digital’, que incluyen a la biología sintética [o cómo comerciar con el código genético de los organismos vivos] y la edición genómica y que están transformando la investigación agrícola y las llamadas plataformas de ‘agricultura de precisión’”.
La rama de capital de riesgo de Monsanto anunció ayer que invertiría 25 millones de dólares en una nueva compañía de edición genética de cultivos (Pairwise Plants) y puso como presidente al vicepresidente de operaciones globales de biotecnología de la propia Monsanto. Con las plantas editadas genéticamente las empresas de semillas intentan esquivar el estigma de los transgénicos.
Los Organismos Modificados Genéticamente (OMG) del “pasado” incluyen ADN externo de otras plantas o bacterias. Pero las nuevas técnicas de edición genética tratan de introducir cambios en los genes sin “ayuda externa”. Un ejemplo que se hace con la soja: se hacen cambios en dos genes implicados en la síntesis de ácidos grasos, para que el aceite prensado de la soja sea más parecido al aceite de oliva que al típico aceite de soja.
Otro de los aspectos que está pasando por alto según apuntan los de ETC es que las oficinas antimonopolio no han vigilado la creciente dominación de Bayer-Monsanto sobre los microbios agrícolas, tan necesarios para la correcta fertilización de los cultivos. En los últimos años, las dos compañías han hecho negocios con antiguas empresas de enzimas como Novozyme de Dinamarca (la compañía de venta de enzimas sintéticas más grande del mundo ) y con nuevas empresas en el ramo, como Ginko Bioworks, Silicon Valley (que utiliza biología sintética y técnicas de edición genética para alterar el ADN de microbios).
En esencia, lo que está (o mejor escrito, sigue) en juego es la situación de monopolio en la que están estas empresas, de las que dependen buena parte de la alimentación mundial. Hay que considerar también el efecto dominó de las megafusiones del agronegocio. El potencial monopolio de los insumos microbianos apunta a otra importante cuestión que las autoridades antimonopolios raramente consideran: ¿Crearán esas fusiones un efecto dominó en el sector de insumos agrícolas?
La investigación de Bayer y Monsanto sobre insumos microbianos amenaza directamente a la industria de los fertilizantes”, explica Jim Thomas, del citado grupo de investigadores ambientalistas. “Si los microbios fijadores de nitrógeno y micronutrientes son usados para revestir las semillas o se inyectan junto con la semilla en el momento de plantarla, será una competencia directa a las compañías que venden fertilizantes”.
De hecho, en este enloquecido panorama en el que las empresas se funden para ser más fuertes y obtener mayores beneficios, sortear la competencia e imponer sus criterios globales, la segunda y la cuarta empresas de fertilizantes más grandes del mundo se fusionaron a principios de enero para formar Nutrient, hoy la número 1.
La empresa número 2 de fertilizantes en el mundo, Yara (de Noruega) también está entrando en el ámbito de la investigación de insumos microbianos y lo mismo la compañía que ocupa ahora el cuarto lugar, Mosaic.
Ese efecto dominó también afecta a las compañías de maquinaria agrícola más grandes del mundo, que ya controlan casi la mitad del mercado global: las cuatro megaempresas de semillas y pesticidas que ahora quedan tras la fusión de Bayer y Monsanto serán objetivo de compañías sumamente ricas como Deere, ACGO, CNH y Kubota.
La merienda de lobos mundial está servida (con perdón de los lobos). Los negocios agrícolas (y sus negociantes) han ido fundiéndose desde 1977 y las actuales megafusiones son la prueba de que los gobiernos no han sabido manejar el tema en función del interés público. Por eso, la alternativa es negociar un Tratado sobre Competencia en Naciones Unidas, que quizá sea la única autoridad mundial capaz de mediar en el asunto pues es la alimentación de todo el planeta la que está en juego.