Por: Tessy Schlosser
El 12 de octubre de 2020, Día de la Raza, indígenas otomí originarias de Santiago Mexquititlán, del municipio de Amealco, Querétaro, residentes en la Ciudad de México desde hace más de 20 años, tomaron las instalaciones del Instituto Nacional de Pueblos Indígenas (INPI). Este fue creado en 2018 por la actual administración del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador. Hasta ese día, las originarias de Amealco residían, sin servicios básicos, en cuatro predios abandonados en la Ciudad de México, los cuales se volvieron inhabitables tras el sismo del 2017, obligándolas a acampar en la calle. Con el inicio de la pandemia, las artesanas otomíes fueron desalojadas por la fuerza pública y las promesas del Gobierno de formalizar su vivienda se vieron traicionadas.
El 6 y 7 de marzo de este año 2021, el fin de semana anterior al Día Internacional de la Mujer Trabajadora, en las instalaciones del INPI, que llevaban tomadas casi cinco meses, se reunieron 96 mujeres del Congreso Nacional Indígena (CNI), Concejo Indígena de Gobierno (CIG) y Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), con el objetivo de celebrar el Tercer Encuentro de Mujeres del CNI-CIG. Con la participación de concejalas indígenas, representantes de los pueblos originarios, Binnizá’, Ñuu savi, Mazahua, Nahua, Nhönhö/Otomí y Totonaco, de los estados de Veracruz, México, Hidalgo, Querétaro, Oaxaca, Jalisco, Puebla, Morelos, Chiapas y de Ciudad de México, así como compañeras de Brasil y Kurdistán, Bolivia y Guatemala, este Tercer Encuentro dio seguimiento a los Encuentros de Mujeres que Luchan organizados por las compañeras zapatistas en sus territorios y surge en el contexto de la gira internacional organizada conjuntamente por el CNI y el EZLN, anunciada en enero en Una Declaración… por la Vida del EZLN.
Marisela Mejía, concejala del CIG, fue la líder de la toma del INPI. Estuvo también a cargo de la organización de este Tercer Encuentro de Mujeres del CHI-CIG, junto con concejalas de diferentes comunidades indígenas y apoyadas por La Vocera Marichuy. Con una presencia cálida y siempre pendiente de las necesidades tanto logísticas del evento como personales de las asistentes, Marisela encarna la importancia y la posibilidad de construir resistencias antipatriarcales para que ocupen el centro de las luchas que se ejercen desde los márgenes de la sociedad.
Buenas tardes, compañera. Gracias por recibirnos en su casa para el Tercer Encuentro Nacional de Mujeres. La sede de este año se encuentra en el Instituto Nacional de Pueblos Indígenas, tras la “toma del INPI” el año pasado. ¿Qué hubo detrás de la decisión de tomar las instalaciones?
El 12 de octubre, cuando fue la toma, se festejaba, un año más, el Día de la Raza. Un día que nos recuerda los 528 años de desprecio, olvido y despojo sufridos no solamente en mi comunidad, la otomí, sino en todas.
Nosotras vimos que no teníamos nada que festejar. Mientras los de arriba festejan, nos dicen que nosotras somos una comunidad rebelde, que no entendemos ni sabemos lo que queremos. Desde que entramos a esta instalación, demostramos que sí entendemos; sí sabemos lo que queremos y sabemos lo que buscamos. Por eso ocupamos un espacio que según dicen es casa de todos los pueblos. Si realmente es la casa de los pueblos –dijimos– pues hagámosla nuestra.
No tenemos derecho al agua mientras quienes la contaminan, venden y desperdician tienen el lujo de regar un jardín y lavar un carro
Fue una toma pacífica. Ese día, a las 10 de la mañana, entramos y había muy poca gente trabajando. Les dijimos que era una toma y que si hacían el favor de salir. A la gente no le caía el veinte. “¿Cómo que una toma?”, dijeron. “Pues sí, venimos a recuperar lo que es nuestro. Lo que nos ha pertenecido desde hace mucho tiempo”, respondimos. Cuando entramos a este espacio, vimos cómo las comunidades colgábamos de las paredes como piezas decorativas. Vimos la injusticia y simulación que se llevaban a cabo desde este edificio. La traición a los pueblos. Vimos cómo dan un discurso disfrazado que luego van e imponen en tu territorio. Yo, como comunidad, yo como pueblo, yo como mujer, he dicho: no se me hace justo que este mal gobierno vaya y te hable con mentiras.
En mi comunidad anunciaron, por ejemplo, que iban a colocar una plaza turística, pero nunca explicaron cómo nos afectaba ni qué querían de mi pueblo. No nos consultaron si la queríamos o no, simplemente fueron y la construyeron. Si lo hubieran hecho, nosotros hubiéramos comunicado qué es lo que el pueblo realmente necesita. Es como yo digo: ¿para qué quiero yo una plaza turística, qué tiene eso de bonito, si alrededor todo está lleno de pobreza y marginalización?
¿Qué necesita la comunidad y de qué forma lo buscan ustedes para luchar por ello?
Necesitamos vivienda digna, salud, educación, espacio para trabajar, alimentación, democracia, libertad. En nuestra comunidad, por ejemplo, no tenemos una clínica que nos dé servicio las 24 horas. La gente en el pueblo se está muriendo. Si bien te va, llegas a las ciudades cercanas, a Querétaro o a San Juan del Río. Y si no la tienes, te mueres en el camino. Le exigimos salud al gobierno.
También queremos que nuestros hijos tengan un buen estudio, pero, ¿cómo? Si en la comunidad no hay esa posibilidad. El mismo Gobierno nos lo pone muy difícil. ¿Cómo, como comunidad o pueblo, no partir de tus raíces cuando no tienes más opciones? De ahí que decidamos muchas veces partir hacia la ciudad. Pero, una vez allí, te enfrentas a otro estilo de vida donde no tienes cabida. Llegas y eres excluida por hablar tu lengua, por tener cierta vestimenta. La propia sociedad te dice que por qué hablas así, o te dicen que no eres realmente comunidad, que no eres pueblo… que eres impostora. Que la misma sociedad te diga eso duele, porque no es un desprecio que arrastras solamente del Gobierno. Eso también lo peleamos día a día.
Algo que también da mucho coraje es que nosotros somos los que siempre decimos: “vámonos a marcha porque están privatizando el agua”, “vámonos a marcha porque nos están contaminando el agua”. Es a nosotros, que cuidamos el agua, a quienes nos cuentan los botes de agua. No tenemos derecho al agua mientras quienes la contaminan, venden y desperdician tienen el lujo de regar un jardín y lavar un carro. No le decimos a la gente “organízate porque es necesario” por capricho. Si le decimos a la gente que se organice es porque es necesario. La fuerza que tienes que tener para organizarte es la que debes tener para sobrevivir.
Ya vamos a cumplir cinco meses aquí. Seguimos resistiendo. El Gobierno le apuesta al desgaste, que no tengamos recursos y nos muramos de hambre. Pues no, nosotros somos artesanos. No queremos extender la mano, nuestras manos nos dan de comer. Eso se le ha olvidado al Gobierno, que los pueblos originarios sabemos trabajar y hacer organización y colectividad.
¿Cómo surgió la propuesta de hacer un Encuentro de Mujeres del CNI-CIG?
Cuando yo llegué al Congreso Indígena dije: de aquí soy porque aquí tengo derecho a delegar, a escoger. Aquí sí me escuchan y aquí puedo opinar, pero es también necesario que como mujeres nos escuchemos, decir por qué queremos luchar, por qué queremos levantar la voz, por qué yo, mujer, quiero que me escuches, y entre nosotras animarnos. No lo he tenido todo fácil, la lucha ha sido muy difícil, por eso se le llama lucha. Y caminar con las jovencitas y las niñas es alentador. Valoro mucho la vida. A esas niñas y jovencitas las queremos vivas: esa es la lucha.
¿A qué retos se han enfrentado al organizar los Encuentros de Mujeres?
A nuestros compañeros les costaba mucho trabajo que las compañeras salieran a luchar, que alzaran la voz. Las compañeras no hablaban: “Tú habla por nosotras”. Yo respondía: ‘‘No voy a hablar por ti’’. Ellas decían: “No, lo que tengamos que decir tú dilo”. Tuve que comunicarles firmemente: “No, tú tienes que decir lo que sientes, tú te expresas diferente y a lo mejor lo que tú quieres decir y lo que sientes no es lo que yo siento”. Para mí ha sido muy importante ayudar a dar esa confianza.
Todos los saberes que sabían nuestras ancestras eran muy bonitos, pero yo era muy chica y no les presté suficiente atención
Cuando las compañeras empezaron a agarrar confianza, empezaron a contar más, dicen: “Yo he sido violentada” o “Mi compañero me limita hasta dónde puedo participar y hasta dónde no”. Yo les digo: “Hay que hablar con el compañero, ¿qué ha entendido de la lucha?, ¿qué le falta entender de la lucha?”. Ha costado mucho trabajo, pero es el Tercer Encuentro de Mujeres y los compañeros están haciendo tortillas. Están haciendo de comer bien contentos. Dicen: “Ellas están en su reunión, en su plenaria y nosotros tenemos que hacerles de comer, hacerles sus tortillas y lavar los trastes”. Lo están entendiendo. Entonces construimos algo juntos. A lo mejor va lento, pero está funcionando. Es mucha conciencia decir: sí, tenemos que apoyarnos porque la lucha es de ambos. Así se tiene que caminar.
Al inicio del encuentro tuvimos una conversación con mujeres de pueblos originarios ubicadas en otras geografías, particularmente en Bolivia y Guatemala. Las compañeras de Bolivia nos invitaron a pensar en la relación entre la mujer y la vida, enfocándose en los temas de feminicidio, conexión con la tierra y cuidados. ¿Podrías contarnos un poco sobre cómo ves tú esa conexión?
Si ahora, por ejemplo, te da la covid y no tienes dinero para el oxígeno, no tienes derecho a la salud. En las comunidades, esto ha fortalecido la conexión con la tierra. La misma naturaleza es la que te dice: “No me destruyas porque me necesitas”. Es lo que hacen los capitalistas y malos gobiernos, destruir para que solamente los necesites y les compres a ellos. ¿Cuántas mujeres mueren ahora por una indiligencia médica o un mal cuidado? En nuestras comunidades, la mayoría de las mujeres solían ser parteras. La medicina alternativa viene de la tierra. Sabíamos utilizarla y trabajarla. Todos los saberes que sabían nuestras ancestras eran muy bonitos, pero yo era muy chica y no les presté suficiente atención. Cómo me gustaría haberlo hecho y no dejar a esos saberes morir.
Yo me he dado cuenta de que en las luchas, sea en la comunidad o en ciudades, muchas veces somos en realidad las mujeres las que damos la cara y ponemos el cuerpo. Cuando pones el cuerpo en la lucha, no sabes lo que viene. Les dije a las compañeras: vinimos e hicimos la toma y no sabemos la represalia que podría darse. Con la frente en alto. Si me tienen que encarcelar, que me encarcelen. Cuando veo yo que registramos una vocera (Marichuy, para competir por la presidencia en 2018) y cuando veo yo que el capitalista ve que la mujer está capacitada para gobernar y hacer ese mundo posible y realmente cambiarlo, me queda claro que nosotras como mujeres, organizándonos, tenemos la capacidad de autogobernarnos. Por eso nos quieren matar. Vaya adónde vaya, voy a seguir organizada por la vida. No voy a quedarme callada: sé lo que quiero, sé por lo que lucho y exijo lo que por derecho me corresponde.
Cuéntanos un poco sobre las difíciles e íntimas discusiones de los grupos de trabajo. En estos, las mujeres hablaron sobre sus experiencias del último año, compartieron formas de organización y resistencia y plantearon la importancia del internacionalismo en la lucha. ¿Nos puedes compartir un poco sobre lo que se habló en estos grupos?
Desde el primer encuentro nos hacemos las mismas preguntas y les damos seguimiento. ¿Qué es el patriarcado? ¿Por qué la lucha? ¿Por qué es importante que la mujer alce la voz? Muchas mujeres han sido violentadas y se quedan calladas. Con la pandemia y el “quédate en casa”, mucho más. ¿Cómo puedo yo, como mujer, decir que hay que luchar y creer en la posibilidad de un mundo nuevo, cuando tú, mujer, vives eso todos los días? En los Encuentros es necesario poner estas preguntas en la mesa porque con una mujer que se suelta y dice “yo he vivido eso”, ya empieza una cadena. Quizá lo viven en la casa, en la escuela, en su camino. De una forma u otra han vivido la violencia. Es necesario empezar ahí y, desde ahí, tejer hacia afuera. Por eso hablamos sobre los ejes de mujer, autonomía y territorio, con análisis regional e internacional, para construir resistencias antipatriarcales.
En las luchas, sea en la comunidad o en ciudades, muchas veces somos en realidad las mujeres las que damos la cara y ponemos el cuerpo
Los funcionarios no lo quieren entender, pero si yo desde la ciudad puedo hacer algo por otros pueblos, ¿por qué no hablar para ellos? Los funcionarios dicen que no puedes hablar para otros pueblos porque tú no eres de allá. Pero yo, como comunidad y pueblo, digo: claro que sí. Una vez, en una mesa de diálogo se lo dije al mismo Gobierno: me duele que la Guardia Nacional esté en Chiapas porque los considero mis hermanos. Cuando estoy allá me siento protegida y cuidada, a mí me aqueja y duele lo que están viviendo. Compartimos sangre rebelde, el color de piel de la tierra. Ese es el llamado que nos hacen nuestros hermanos: organícense. La organización, cuando además vas a otros territorios, es algo muy nutriente y sorprendente. Cada vez que voy a Chiapas y regreso, pienso: si ellos han podido, ¿por qué nosotros no? Ahora entiendo por qué los hermanos zapatistas siempre han dicho “vayan y organícense desde sus espacios y sus trincheras”: porque lo han vivido. Cada vez que voy a su comunidad y regreso, me doy cuenta de que estoy aprendiendo. Y ahora estoy poniendo ese aprendizaje en práctica.
Se puede transformar y crear ese mundo: un mundo donde quepamos muchos, donde quepamos todas, sí es posible. Tenemos derecho a él, tenemos derecho a soñar.
Pronto se llevará a cabo la gira del CNI y el EZLN por los cinco continentes, anunciada en la “declaración por la vida” en enero de 2021. ¿Cuáles son tus expectativas al respecto?
Es una emoción complicada. Por un lado, vamos a visitar pueblos que también han sido violentados y golpeados. Haremos un intercambio de problemáticas. Aquí nos dicen mucho que en otros países y continentes las cosas están mucho mejor, pero sabemos que también habemos esos pueblos que compartimos problemas. Por otro lado, no solamente queremos intercambiar, sino decir: “busquemos soluciones juntas”.
También vamos a alzar la voz. Al salir y estar en los cinco continentes, vamos a decir muchas cosas que han pasado en México. La Cuarta Transformación no es lo que aparenta. No es lo que dijo, no ha trabajado ni hecho nada de lo que prometía. Para mí como mujer, como comunidad y como pueblo, sería algo chingón poder desenmascarar a este mal gobierno. Desde el feminicidio, nuestros muertos, hostigamiento, presos políticos, despojo… todo lo que hemos vivido los pueblos. Urge poder compartir con nuestros hermanos de otros continentes lo que vivimos día a día.
Porque nos impongan terrores, porque nos manden a callar, no estamos dispuestas a dejar de hablar. Esa es nuestra lucha: hacer dignidad hasta que se vuelva costumbre.
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Tessy Schlosser, nacida en México, es politóloga y activista, doctoranda en la Cornell University y colaboradora de la Internacional Progresista.
Fuente e imagen: ctxt.es