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La pobreza profunda que desata la migración desde Guatemala

Alvina Jerónimo Pérez se sienta por horas en el viejo y raído sillón de plástico en la sala de su casa, le avergüenza que sus vecinos la vean después de su intento fallido de migrar a Estados Unidos y vive angustiada, pensando en las deudas que aún tiene qué cubrir.

Su casa de un solo piso, de cemento y madera, se encuentra en un terreno que le heredaron sus padres, en la cima de una montaña en Tizamarte Chiquimula, en la región oriente de Guatemala.

Su esposo Aníbal García construyó la humilde vivienda, y hace varios meses le agregó un nuevo cuarto en la parte de atrás. Jerónimo intentó migrar el año pasado, en parte para reunir dinero y poder pagar un préstamo que recibieron para hacer la nueva habitación.

Le parecía una apuesta segura en aquel momento. “Como la gente pasaba (la frontera), pensamos que nos iban a dejar pasar”, dijo Jerónimo, de 42 años. El traficante, o coyote, le dijo que trajera a su hija para asegurar el pase. Su viaje incluía un trabajo garantizado en los EEUU, le aseguró, con lo cual podría pagar todas las deudas que generaba su partida.

Así que puso la casa como garantía para pagarle al traficante 7.700 dólares. “El trato era que cuando llegáramos a EEUU, íbamos a pagar ese dinero y nos devolverían la escritura”, dijo Jerónimo. “Pero no se pudo”.

En marzo de 2020, la mujer y su hija Yessenia, de entonces 14 años, dejaron Tizamarte con un coyote.

Tres semanas después fueron detenidas entrando a los Estados Unidos, en Texas, y una semana después fueron deportadas a Guatemala. Cuando Jerónimo se dio cuenta de que serían enviadas de vuelta a su país, lloró. “Pensaba en todo lo que me había costado hacer el viaje. Me preguntaba ‘¿qué voy a hacer? Ya perdí todo’”.

De regreso en Tizamarte, una comunidad maya chortí, su único refugio es su casa, que ahora está en riesgo de perder. No quiere ver al vecino que le ayudó a organizar el viaje con el coyote. Cambió el chip de su celular para evitar las llamadas telefónicas acosadoras de la persona que le prestó el dinero para viajar y que ahora exige el pago o su casa.

La historia de Jerónimo es similar a la de miles de guatemaltecos y guatemaltecas que luchan por reunir el dinero necesario para emigrar a Estados Unidos. A menudo proviene de familiares que ya viven en el norte o de redes de prestamistas.

A veces, los migrantes también deben vender sus posesiones, incluidas sus casas, o como Jerónimo, entregar las escrituras a alguien como garantía. A todos los migrantes les impulsa la posibilidad de romper el ciclo de pobreza que afecta a más del 60% de la población del país.

La pandemia de COVID-19 pareció frenar inicialmente la migración a Estados Unidos, pero en abril de 2020 la cantidad de migrantes que llegaron a la frontera de ese país con México comenzó a incrementarse. La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza estadounidense informó que sólo en abril de 2021 se reportaron más de 30.000 encuentros con migrantes guatemaltecos en la frontera suroeste.

En un intento de mostrar la importancia que presta al fenómeno, el presidente estadounidense Joe Biden designó este año a la vicepresidenta Kamala Harris como responsable de encontrar soluciones a las causas de la migración.

Harris visitará Guatemala, aunque desde hace semanas comenzó a sostener reuniones virtuales y en persona con funcionarios, grupos no gubernamentales y empresarios sobre los temas a tratar, incluidos la pobreza, la corrupción, la violencia y el cambio climático. La vicepresidenta también ha expresado interés en grupos que históricamente han enfrentado discriminación como las mujeres, los pueblos indígenas, los afrodescendientes y las comunidades LGBTQI.

El gobierno de Joe Biden teme que un posible incremento de migrantes, especialmente niños y familias en su frontera sur, distraiga la atención de sus metas en política nacional, incluso cuando trata de presentar un rostro más compasivo que su predecesor.

Jerónimo es una de los más de 228.000 guatemaltecos deportados por Estados Unidos desde 2015. Para muchos de ellos, el sueño americano se frustró. Volvieron a casa con el estigma del fracaso y deudas enormes que son impagables en un país donde el salario mínimo, para quienes tiene la suerte de tener trabajo, es de alrededor de 11 dólares por día.

Jerónimo no ve otra salida más que intentar irse otra vez.

En la casa de Jerónimo hay un viejo y oxidado refrigerador blanco. Para no gastar en electricidad, lo conecta ocasionalmente, cuando necesita mantener frío algo, pero la mayoría del tiempo sólo es un mueble que sostiene el viejo televisor del hogar.

En los meses secos de invierno su casa, con varias grietas en las paredes y techo de lámina, es oscura y fría. En temporada de lluvias, hace calor y sofoca. Su hogar está junto al camino de tierra en la entrada de Tizamarte, donde viven 110 familias, unas 700 personas.

A cinco horas en automóvil de la capital de Guatemala, Tizamarte está en el llamado “corredor seco”, una franja de tierra que se extiende desde el sur de México hasta Panamá, donde el cambio climático ha provocado una serie interminable de sequías y tormentas tropicales devastadoras para las comunidades más pobres.

Tizamarte es una comunidad en donde la gente practica la agricultura de subsistencia para alimentar a sus familias y trabajan en la cosecha del café para conseguir efectivo que les permita pagar gastos escolares y medicinas. Además, cada familia tiene por lo menos a algún familiar que migró a EEUU.

En Chiquimula, el departamento donde se localiza Tizamarte, sólo se produce café para exportación y su producción representa el 10% de todas las ventas del grano de Guatemala al exterior, según la Asociación Nacional de Café (Anacafé).

Durante la cosecha de café, de noviembre a febrero, los campos se tiñen de verde y de puntos rojos del fruto. El pueblo cobra vida con el flujo, modesto, de efectivo. Cada trabajador recibe casi 8 dólares por quintal de café cortado y al día llenan entre uno y dos quintales.

Jerónimo y su esposo se encuentran entre los pocos que tienen otras pequeñas fuentes de ingresos.

En la época de la cosecha, la familia de la mujer vende a los jornaleros pollo y papas fritas, cocinadas en una vieja estufa naranja, por menos de 2 dólares. La mayoría pagan en billetes de 100 quetzales, una parte del salario recibido. Jerónimo también tiene una pequeña tienda de comestibles en un cuarto de su casa.

Jerónimo no recolecta, ni tiene tierra para cultivar café. Su esposo cultiva maíz y frijol para su propio consumo en una pequeña parcela que alquilan. Por lo general, se las arreglan con dos comidas al día, regularmente tortillas de maíz, frijoles y café.

En Tizamarte, la mayoría de las casas tienen electricidad, pero el agua corriente es escasa. En toda la comunidad hay cinco chorros públicos donde mujeres y niños hacen fila para llenar vasijas del líquido.

El año pasado, mientras gran parte del mundo se cubría con mascarillas y aprendía sobre el distanciamiento social por la pandemia, la vida siguió como de costumbre en Tizamarte. Hubo pocos casos confirmados en comunidades cercanas, pero ninguno en Tizamarte, y Jerónimo no usó una mascarilla sino hasta que estuvo bajo la custodia de la Patrulla Fronteriza.

Guatemala tiene servicios básicos de salud limitados, especialmente en comunidades rurales como Tizamarte y ha tenido problemas para obtener la vacuna contra COVID-19.

En Camotán, el municipio del que es parte Tizamarte, poco más de 130 de sus casi 61.000 pobladores icipio habían sido inmunizados a fines de mayo. Aun así, aquí sólo se han registrado 151 casos de COVID-19 desde el inicio de la pandemia, según registros del Ministerio de Salud.

La enfermera Gloria Amador Morales realiza controles de salud en Tizamarte y en otras tres comunidades que están bajo su cuidado. En el polvoriento y despintado centro comunitario donde atiende a los pacientes no hay agua corriente.

La enfermera, de 40 años, vacuna y mide a los bebés y detecta los efectos de la desnutrición con un ojo entrenado. Durante el año pasado, ha sido prácticamente la única persona que se ha puesto una mascarilla protectora contra la pandemia.  “Aquí al menos un miembro de cada familia está o ha intentado estar en Estados Unidos”, dijo la enfermera.

Adán Rivera, un campesino de 40 años, explicó que cuando se acaba la cosecha de café ya no hay trabajo y la gente prefiere irse.

“A quién se le dé la oportunidad que se vaya, migrar no es fácil va peligrando uno, pero hay necesidad”, dijo Rivera, quien en la siembra pasada llevó a sus tres hijos pequeños para cosechar café, porque juntos podían llenar hasta tres grandes sacos en un día y obtener hasta 24 dólares.

Jonathan Menkos, economista y director del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales, dice que para entender la migración forzada hay que entender también las condiciones de pobreza en las que viven la gente. La falta de empleo, de servicios públicos básicos y la corrupción se combinan para crear migrantes económicos. Incluso para quienes trabajan, sus ingresos mensuales promedio son menores que el costo de la canasta de productos básicos.

Guatemala sobrevive de las remesas enviadas a casa por esos migrantes. El año pasado, el dinero enviado por migrantes a sus familias representó más del 14% del producto interno bruto del país.

“Es una triste paradoja, porque esos expulsados (los migrantes)… para proteger a sus familias envían dinero que dinamiza la economía y hacen que ese modelo continúe expulsando a más gente”, dijo.

Fue en marzo de 2020, cuando la pandemia recién comenzaba en Guatemala, que Jerónimo decidió emigrar.

Jerónimo y su hija Yessenia se fueron temprano una mañana. Ella no dice exactamente cómo, ni quién es el coyote. Llevaba una muda de ropa en una pequeña mochila y 500 quetzales (unos 65 dólares). Era la primera vez que Jerónimo viajaba fuera del departamento de Chiquimula, cerca de la frontera con Honduras.

Durante tres semanas, madre e hija caminaron, viajaron en autobuses y vehículos particulares. Jerónimo dice que no recuerda los detalles de su ruta y se limita a decir que le preocupaba su hija y que pudieran hacerle algo.

Dice que en la frontera norte mexicana pasaron días encerrados con otros migrantes dentro de una casa de seguridad antes de cruzar a Estados Unidos.

La Patrulla Fronteriza los detuvo apenas cruzaron. Las mantuvo juntas durante siete días y luego las puso en un avión de regreso a Guatemala en abril de 2020.

No se les hizo la prueba de COVID-19 ni en Estados Unidos, ni en Guatemala. Cuando su vuelo aterrizó en la ciudad de Guatemala, fue la primera vez que Jerónimo pisaba la capital de su país.

La administración de Trump fue duramente criticada por esos vuelos de deportación durante la pandemia.

El ministro de Salud de Guatemala dijo en abril de 2020 que los deportados desde Estados Unidos habían provocado un aumento en el número de casos de COVID-19 en el país centroamericano.

Jerónimo llegó a su país sin un centavo. Tuvo que pedirle a un familiar en los Estados Unidos que le transfiriera 50 dólares para comprar boletos de autobús de regreso a Tizamarte.

Jerónimo no era la primera de su familia en intentar irse de Guatemala.

Su yerno, Santiago de León, se fue en diciembre de 2018 con su hijo Wilman de 5 años. Ellos lo lograron. Pero cuando De León encontró trabajo, no tenía forma de llevarse a su hijo y tenía que dejarlo encerrado en un departamento todo el día.

“No había nadie que lo cuidara, a veces él mismo se preparaba comida. Cuando llegaba el papá a veces era tan tarde que ya lo encontraba durmiendo”, dice Hilda García Jerónimo, hija de Alvina y madre del niño. Ella le pidió a De León que enviara de vuelta a Guatemala a su hijo.

Ocho meses después de su llegada, De León envió al niño de regreso con su madre en un vuelo comercial, con un amigo que tenía visa.

De León envía a su esposa 125 dólares cada mes para mantener a sus tres hijos.

Juan de León, de 16 años, hermano de Santiago, decidió irse solo a Estados Unidos en abril de 2019. Tránsito Gutiérrez, la madre de Juan, dijo que su hijo se fue porque quería ayudar a la familia, que a veces no tenía nada para comer.

“Juanito” llegó a Texas, pero fue detenido por la Patrulla Fronteriza. Mientras estuvo bajo su custodia se enfermó y fue hospitalizado en Corpus Christi. Ahí murió. Las autoridades guatemaltecas dijeron que el jovencito murió de una infección cerebral. Su cuerpo fue enviado de regreso a Guatemala y enterrado en Tizamarte.

Casi un año después fue cuando Jerónimo decidió que tenía que irse.

Jerónimo vive con Aníbal García desde que eran adolescentes. Tienen tres hijos, dos de los cuales, Yessenia y su hermano de 20 años, viven con ellos.

“La casa es de ella, el terreno es de ella”, dijo García. “Lo construí, pero no hay nada a mi nombre. Entonces ella decidió que se iba”.

En marzo pasado, Jerónimo volvió a pensar en irse de Guatemala. El riesgo de perder su casa está latente y con el fin de la cosecha de café volvió a cerrar su negocio de pollo y papas fritas.

“Si pudiera, iría”, dijo Jerónimo.

Lo ganado con el negocio del pollo en los últimos meses le permitió a Jerónimo abonar 650 dólares al primer préstamo que hizo para la construcción del cuarto adicional de la casa y que la empujó originalmente a migrar. Pero todavía tiene pendiente otro pago, además de los 7,700 dólares por su fallido intento de migrar.

En los últimos años, los paquetes de los contrabandistas incluyen tres intentos de cruzar la frontera de EEUU, un reconocimiento de que es una gran inversión que no siempre da resultado. A veces los migrantes contratan directamente a un traficante, al coyote, pero en el caso de Jerónimo hubo un intermediario.

Jerónimo pensó que también obtendría al menos dos intentos más, pero el intermediario que coordinó el coyote aparentemente se embolsó un tercio de su pago, por lo que el contrabandista se negó a llevarla de nuevo. Ese intermediario vive a 100 metros de la casa de ella.

Esa persona, conocida localmente como el “jalador”, ayuda a reclutar migrantes para el traficante. También fue él quien gestionó que otro migrante que vive en EEUU, y que antes vivía en una comunidad vecina, le prestara los 7,700 dólares a Jerónimo.

Quien le prestó el dinero, o incluso alguno de sus familiares, le llamaba y enviaba mensajes de texto de vez en cuando, preguntando cuándo le pagará. El primer plazo que tenía se cumplió en octubre, pero Jerónimo pidió más tiempo. Las amenazas de apoderarse de su casa se hicieron tan frecuentes que decidió cambiar el chip de su teléfono.

Jerónimo no es la única que vive angustiada ante la posibilidad de perder su casa.

Yessenia dice que conoce los riesgos que podría enfrentar si intentara migrar sola, pero está dispuesta a hacerlo.

“Perder la casa y quedarme sin nada me asusta más”, comentó.

Yessenia lleva dos años sin estudiar porque, incluso antes de la pandemia, sus padres no podían pagar una escuela. De niña soñaba con ser policía y aunque ahora aún espera volver a estudiar, el tema de la casa ensombrece todo.

“Lo que quiero es que se salve la casa y que ya no esté la escritura en manos de otro, sino en manos de nosotras”, dijo. “Con tal de ayudar a mi mamá me voy”.

Los padres de Yessenia no están de acuerdo. Y Jerónimo dice que si encuentra una manera ella es la que volverá a irse, aunque signifique tener más deudas.

“Eso es lo que te desespera lo suficiente como para emigrar”, dice Jerónimo. “Es pura necesidad”.

Fuente: https://www.latimes.com/espanol/internacional/articulo/2021-06-02/la-pobreza-profunda-que-desata-la-migracion-desde-guatemala

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Liberan 27 estudiantes secuestrados en el noroeste de Nigeria

Los estudiantes liberados necesitaron recibir atención médica.

Las autoridades del estado nigeriano de Kaduna confirmaron este jueves que 27 estudiantes del Colegio Federal de Mecanización Forestal de la localidad de Igabi que estuvieron secuestrados durante 57 días han sido liberados y presentaban malas condiciones físicas.

«Doy la bienvenida a la liberación de los 27 estudiantes del Colegio Federal de Mecanización Forestal, Afaka, y felicito a sus amigos, familias y al gobierno y al pueblo del estado de Kaduna. Estamos felices de que hayan sido liberados», escribió el presidente nigeriano, Muhammadu Buhari, en Twitter.

Por su parte, el Comisario de Seguridad Interior y Asuntos de Interior de Kaduna, Samuel Aruwan y el Comisionado de Policía, Umar Muri, recibieron a los estudiantes durante la noche del miércoles, con quienes tuvieron un breve encuentro para conocer su estado de salud.

Durante declaraciones a los medios, Aruwan, expresó que los alumnos necesitaban atención médica urgente. Además, sin dar más detalles, precisó que en el transcurso de esta jornada se ofrecería información minuciosa sobre su liberación.

El secuestro ocurrió en la madrugada del pasado 12 de marzo, cuando un gran número de hombres armados irrumpieron en la Escuela Superior de Mecanización Forestal  y raptaron a un total de 39 alumnos, de los cuales 10 habían sido ya liberados.

Los atacantes eran hombres armados sospechosos de ser bandidos y, tras asaltar la escuela, secuestraron a los 39 estudiantes, entre ellos, 23 mujeres y 16 hombres. Los bandidos exigieron más tarde un rescate en un vídeo que mostraba a algunos estudiantes siendo golpeados en un lugar desconocido de un bosque.

Un medio de prensa local reiteró en un artículo publicado esta jornada que los educandos presentaban un aspecto muy descuidado, demacrado y en mal estado de salud, y les transportaron en dos autobuses a un hospital en la capital estadual.

Desde diciembre de 2020, más de 800 estudiantes han sido secuestrados en escuelas ubicadas en el noroeste de Nigeria, según datos gubernamentales. Tales hechos, de acuerdo a analistas, pone de relieve la grave crisis que vive el país, en el que se producen una gran cantidad de raptos a cambio de dinero.

Una infraestructura de seguridad débil, que impide que los gobernadores tengan poco control sobre la seguridad en sus estados, ya que se rigen por el Gobierno federal han agravado la situación y actualmente los secuestros masivos constituyen una lucrativa fuente de ingresos para  grupos extremistas como los islamistas de Boko Haram.

Fuente: https://www.telesurtv.net/news/liberan-estudiantes-secuestrados-noroeste-nigeria–20210506-0025.html

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Mateo Crossa: Honduras, un valle de lágrimas y de resistencias

El Valle de Sula, actualmente arrasado por los huracanes Eta y Iota y fuertemente afectado por la pandemia de covid-19, ha sido históricamente el corazón de la ocupación trasnacional en Honduras. También ha sido el corazón de una resistencia vigorosa. Las estructuras para resistir la explotación laboral sirven hoy para organizar la solidaridad social.

El pueblo hondureño vive actualmente acechado por la pandemia y las catástrofes ambientales que han causado cientos de muertes y enormes pérdidas en el país. Pero también vive otra pandemia: la de la violencia de un Estado que no ha funcionado más que para profundizar las desigualdades, la pobreza y la migración. Una de las regiones de Honduras más lastimadas por el covid-19 y la destrucción causada por el paso del huracán Eta y la tormenta tropical Iota en menos de dos semanas ha sido el noroccidente del país, específicamente el Valle de Sula, que se ha visto devastado por las inundaciones causadas por la crecida de los ríos Ulúa y Chamelecón.

La magnitud de la destrucción hace imposible que hasta la fecha se tenga certeza de los desoladores efectos que estos fenómenos han tenido en la región y en el país, no solo por la destrucción que han causado en el Valle de Sula sino también por la adversidad que provocaron en el departamento de Santa Bárbara y en el amplio territorio históricamente agraviado de La Mosquitia. Al menos tres millones y medio de personas resultaron afectadas por estos fenómenos, mientras que por lo menos medio millón han sido desplazados internos por la misma causa. En este contexto, se ha señalado que los daños de los huracanes duplicarán el déficit habitacional del país, lo cual equivaldría a una necesidad aproximada de 2,5 millones de hogares. Algunos economistas han calculado que el impacto del Eta y de Iota podría alcanzar hasta 40% del PIB o bien generar cinco años de retroceso, lo que podría llevar el índice de pobreza hasta 80% en 2021. A esto se suman las enfermedades que se puedan generar tras el paso de los huracanes y la vulnerabilidad de 1,5 millones de niñas y niños expuestos a los daños.

El impacto del Eta y de Iota podría alcanzar hasta 40% del PIB o bien generar cinco años de retroceso, lo que podría llevar el índice de pobreza hasta 80% en 2021

El Valle de Sula, actualmente arrasado, ha sido históricamente el corazón de la ocupación transnacional en Honduras, desde la histórica presencia de grandes extensiones de plantíos de banano controlados por la United Fruit Company y Standard Fruit Company, hasta grandes terrenos ocupados actualmente por multinacionales de la industria maquiladora.

Desde hace un siglo, esta región de poco más de 6.000 kilómetros cuadrados fue apropiada por las empresas bananeras estadounidenses que se extendieron a través de miles de hectáreas de monocultivo Rcomunicadas por vías férreas que desembocaban en muelles y puertos de la costa para exportar a Estados Unidos. Ahí se produjeron las condiciones de mayor barbarie laboral, como bien lo demuestra la pluma de Ramón Amaya Amador en la novela Prisión verde, pero también los actos populares de mayor rebeldía, tal y como ocurrió con la histórica huelga bananera de 1954, que hizo temblar el poder del dinero frente a la inmensa insurrección obrera que sacudió al país entero, con epicentro en el municipio de La Lima, que actualmente se encuentra severamente dañado.

A partir de la década de 1980, cuando Honduras se convirtió en el apéndice del dominio económico y político estadounidense en América Central, en el contexto de la Revolución Sandinista en Nicaragua y del conflicto armado en El Salvador, grandes sumas provenientes del extranjero ingresaron en el Valle de Sula para ser invertidas en la industria maquiladora de exportación, aprovechando las precarias condiciones salariales que predominan en el país, además de la ubicación estratégica que tiene el Puerto Cortes para exportar bienes manufacturados hacia la Florida. Desde aquellas fechas hasta la actualidad, con el impulso de políticas económicas neoliberales que solo han garantizado la venta del territorio nacional a las grandes empresas, el Valle de Sula pasó a convertirse en el enclave manufacturero exportador sobre el cual recae el grueso de la economía nacional.

Un corredor industrial maquilador que abarca desde Choloma hasta El Progreso se ha formado a lo largo de los años para absorber un enorme ejército de trabajadoras y trabajadores que originalmente migraron desde regiones rurales para instalarse en las líneas de producción. Estos laboran día y noche, 12 horas diarias sin parar, cosiendo prendas básicas y ensamblando arneses exportados al mercado estadounidense. 150.000 trabajadores y trabajadoras de la maquila se han instalado en las diferentes colonias populares del Valle de Sula, enfrentándose y organizándose diariamente contra la permanente vejación y violación de derechos laborales. Este histórico espacio se ha convertido así en un territorio marcado no solo por la explotación de las grandes empresas, sino por la resistencia y la rebeldía que no dejan descansar a los dueños del dinero.

Desde la década de 1990, cuando la maquila se encontraba en pleno apogeo, organizaciones obreras desarrollaron huelgas históricas a lo largo y ancho del Valle de Sula para denunciar bajos salarios, despidos, jornadas extenuantes y trabajo infantil. Desde allí se organizaron campañas globales de denuncia que han puesto en jaque a las marcas de ropa por su responsabilidad y total impunidad en la precarización del trabajo. Además, esta rebeldía también ha sido fundamental para establecer lazos de solidaridad con la organización laboral de otras actividades económicas, en la formación del movimiento sindical de la industria melonera, en el apoyo a las demandas obreras del sector del banano, en la lucha feminista contra la violencia patriarcal, en la rebelión contra los fraudes electorales y contra las políticas neoliberales de privatización de la educación y la salud pública.

Las colonias obreras devastadas por el paso de los huracanes Eta y Iota se fueron construyendo y ampliando con los años a medida que trabajadoras y trabajadores fueron erigiendo sus hogares sin la ayuda de nadie más que su fuerza de trabajo. Por más que los medios de comunicación empresariales y la clase política busquen presentar el actual desastre como una causa ajena y externa, la devastación causada por estos fenómenos meteorológicos (producidos por efectos del calentamiento global) evidencia un robo histórico e institucionalizado de riqueza que, en lugar de quedar en manos de la población que diariamente la crea con su trabajo, ha sido expoliada para quedar en las arcas de las grandes corporaciones maquiladoras y bananeras que por años han ampliado su acumulación a costa de la vida obrera. Este robo institucionalizado ha provocado una escasez generalizada que se refleja en falta de vivienda digna y de seguridad en la reproducción de la vida obrera del Valle de Sula.

El problema no radica únicamente en la fuerza de los huracanes Eta y Iota en Honduras y en el Valle de Sula, sino en las décadas de expoliación de riqueza que han dejado a la población trabajadora del campo y la ciudad al límite de la vida, sin garantías de seguridad, vivienda y trabajo digno. Esta larga historia de explotación y despojo de una economía de enclave como la hondureña es la mayor responsable de las consecuencias catastróficas que ha generado el paso de los huracanes por Honduras. La ausencia de políticas de Estado para la ciudadanía ha quedado, además, al descubierto con la pandemia. El país tiene hoy un sistema de salud público quebrado.

El Estado hondureño brilla por su ausencia a la hora de promover una seria política de prevención y emergencia que sirva para la población damnificada que ha perdido sus hogares y sus trabajos, mientras que muchas corporaciones maquiladoras obligan a su mano de obra a trabajar mientras se anuncian con bombos y platillos «ayudas» a los empleados afectados, cuando estos han dedicado sus vidas a producirles sus ganancias y sus riquezas monopólicas.

Los sindicatos de la industria maquiladora y del sector del banano organizan brigadas para monitorear, recaudar y entregar víveres a la población afectada, además de denunciar los abusos a los que están siendo sujetos por parte de las empresas

Pero Honduras y el Valle de Sula también brillan por una inmensa e incalculable solidaridad popular que se puede ver en las calles, con brigadas de limpieza, recaudación y distribución de víveres y apoyos que sí alcanzan a lapoblación damnificada. Organizaciones de pueblos originarios, así como movimientos barriales y sindicales, responden al escenario adverso, movilizándose y solidarizándose con la población lastimada. Así como han construido sus vidas en la región dañada con su propio esfuerzo colectivo, a contracorriente y con un Estado que históricamente les ha dado la espalda, hoy enfrentan el desastre causado por el paso de huracanes con un sentido de autoorganización para la supervivencia que busca poner la vida por delante.

Los sindicatos de la industria maquiladora y del sector del banano organizan brigadas para monitorear, recaudar y entregar víveres a la población afectada (no solo a los agremiados), además de denunciar los abusos a los que están siendo sujetos por parte de las empresas –muchas de ellas obligan a los trabajadores y trabajadoras a presentarse a la fábrica para trabajar pese a las condiciones adversas–. A pie, en carros y en lanchas, las mismas estructuras organizativas que se han creado en estas industrias para resistir frente a la constante vejación laboral y solidarizarse con otras luchas en el país ahora sirven como sostén de apoyo para la población damnificada.

De esta manera se demuestra, una vez más, que frente a un Estado indolente que se sostiene a punta de fraudes, corrupción y pólvora, y que da la espalda al dolor y las necesidades apremiantes, han sido la autogestión, la autodeterminación y la organización de los trabajadores y trabajadoras la mayor herramienta para enfrentar las consecuencias catastróficas generadas por los huracanes y la pandemia en Honduras, especialmente en su memorable Valle de Sula.

Fuente: https://www.cadtm.org/Honduras-un-valle-de-lagrimas-y-de-resistencias

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Niño se salvó de masacre en Cali porque no quiso ir hasta cañaveral

Familias de víctimas cuentan lo que pasó en la trágica noche del martes en el barrio Llano Verde.

El pasado viernes 14 de agosto les dieron el último adiós a los 5 menores que fueron asesinados en el barrio Llano Verde, de Cali, en circunstancias aún por esclarecer.

El hallazgo de los cuerpos, el pasado martes 11 de agosto, causó desconcierto y sentimientos de dolor en las autoridades, distintos sectores sociales y, por supuesto, en las familias de un sector donde predominan víctimas del conflicto y reinsertados.

Ruby Cortés, madre de uno de los niños asesinados, narró en el sepelio cómo llegaron al hallazgo de los cuerpos e hizo preguntas sobre la participación de los encargados en el predio y de autoridades.

La masacre fue cometida entre la tarde y el anochecer del martes, en un área verde, en medio de un cañaduzal, a un kilómetro del barrio donde vivían las víctimas, con edades entre los 14 y 16 años.

Felisa, una joven residente en Llano Verde, habló de su hermano: «Mi Jaírcito era muy casero, no se metía con nadie, no consumía drogas, mi noblecito. Con los amigos jugaban fútbol y bailaban música urbana. Como a las 6:00 de la tarde del martes, llegó un amigo y me preguntó por Jaír. Entonces, me contó que se habían ido a coger caña, pero que él se había devuelto».

La joven contó que, pese a la oscuridad, salió con un grupo de madres y otros allegados de los menores hacia un cañaduzal que se localiza en las vecindades de Llano Verde, en la comuna 15, en un extremo del Distrito de Aguablanca, oriente de la ciudad.

«Estaba oscuro pero usamos la luz de los celulares y vimos una casa blanca donde las luces estaban encendidas. Cuando nos acercamos, apagaron todo y estuvimos 15 minutos llamando para que nos dijeran si habían visto los muchachos. Solo abrieron cuando dijimos que íbamos a llamar a la Policía. Salió un señor y nos dijo que no había visto a nadie», narró Felisa.

 

Juan David Ibarra, padre de otro de los menores, estaba también entre quienes buscaban a los menores y cuenta que «el señor salió asustado, tembloroso, pero nos dijo que no había visto gente. Pasaron los policías del cuadrante y dijeron que estaban en otro caso de un muchacho que se había extraviado. Entonces vimos que venían alumbrando en el callejón y eran unos guardas de vigilancia, que dijeron que llamarían a la Policía porque habían encontrado unos muchachos en una zona verde. Nos fuimos detrás de unos policías y allí fue que vimos a los pelados muertos. Ese sitio era como si los fueran a sepultar o a desaparecer».

Sandra Perlaza, madre de un menor, de 16 años, dijo que «mi hijo era un muchacho muy casero y mantenía jugando fútbol. Estaba en octavo grado. Le gustaba el baile urbano en la calle. Era  amiguero, pero que yo sepa no tenía ninguna clase de vicio».

Cuenta que en la mañana del martes, cuando ella salió de la casa, su hijo estaba haciendo aseo con la escoba. Pero al regreso no lo encontró. «A las 5:00 de la tarde vino la novia y me preguntó por él. Salimos a buscarlo en el barrio, pero la realidad era que lo encontramos en el cañaduzal. Donde aparecieron, él nunca había ido por ese lado».

Erlendy Cuero Bravo, de la Asociación Nacional de Afrocolombianos Desplazados (Afrodes), dijo que conocía, en particular, a un joven por su familia que participa en uno de los grupos asociados. «Existe preocupación por lo que ocurre con la niñez y la juventud. Llano Verde es un lugar donde hay una mayoría de personas llegadas del Pacífico que tienen la ilusión de una casa, pero no cambian una casa por un hijo».

«El más infame genocidio es la ‘limpieza social’ o ‘muertes ecológicas’, cuyas cifras son espeluznantes

Recordó que en octubre pasado recibieron la visita de la embajadora de la Unión Europea en Colombia,  Patricia Llombart, en el marco de la campaña ‘Defendamos la vida’.

El concejal Fernando Tamayo recuerda que desde enero se alertó sobre la presencia de grupos que promueven las actividades ilícitas e incurren en reclutamiento. “Muchas veces, incluso, generando desplazamiento forzado a quienes se niegan a participar”.

«El más infame genocidio es la ‘limpieza social’ o ‘muertes ecológicas’, cuyas cifras son espeluznantes”, dijo el arzobispo de Cali, monseñor Darío de Jesús Monsalve.

“La violencia nunca, en ningún caso, es el camino”, apuntó el secretario de Gobierno de Cali, Jesús González.

En la agenda de hipótesis figuran una que se refiere a que pudieron ser víctimas de bandas que reclutan jóvenes, o que se vieron en medio de una pugna de bandas, o que los atacaron porque los confundieron con personas que atracan en los alrededores.

Audios que circulan en redes indican que en la zona se habían presentado hurtos y los muchachos pudieron haber caído en ese ataque a bala y machete.

Fuente: https://www.eltiempo.com/colombia/cali/masacre-en-cali-nino-se-salvo-porque-no-quiso-ir-hasta-canaveral-528914

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37 niños y dos adultos fueron atacados a cuchilladas en una escuela en China

Redacción: Clarín

Videos del ataque fueron difundidos a través de las redes sociales. El presunto agresor sería un guardia de seguridad del mismo centro educativo.

Pudo haber sido una masacre. Y el terrible saldo fue de 37 chicos y dos adultos heridos en un ataque hoy jueves en un jardín infantil de la región autónoma de la etnia zhuang de Guangxi, en el sur de China, según fuentes policiales.

Un guarda de seguridad llevó a cabo el ataque con un cuchillo en el jardín infantil afiliado a la escuela central del poblado de Wangfu, en el distrito de Cangwu.

Según estiman, el horario aproximado fue a las 8.30 de la mañana, señaló el buró distrital de seguridad pública.

Todos los heridos fueron trasladados al hospital local, que ha informado que las heridas de 37 de los afectados son leves, mientras que el estado de otros dos es grave.

Los dos adultos heridos serían dos docentes del centro educativo, precisaron las autoridades.

La policía está investigando las causas del incidente, y apuntarían como presunto causante a un guardia de la misma institución.

Lamentablemente no es la primera vez que se registra un ataque de este tipo en una escuela en China. En 2019, por ejemplo, en enero 20 niños resultaron heridos al recibir varios martillazos, en una escuela primaria de Pekín​.

Varios meses más tarde, en noviembre, un joven de 20 años mató a un estudiante e hirió a otros nueve y dos profesores en una escuela técnica de Yunnan, una provincia del suroeste del país.

Fuente: https://www.clarin.com/internacional/37-ninos-adultos-atacados-cuchilladas-escuela-china_0_qyJrxpx3Z.html

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Por primera vez en 18 años, EU no registró tiroteos en escuelas durante marzo

Redacción: Tribuna

Debido a la crisis mundial por el coronavirus, Estados Unidos no registró ningún tiroteo en escuelas durante el pasado mes de marzo, algo que no pasaba desde hace 18 años.

Estados Unido.- Por primera vez en 18 años, Estados Unidos no registró ningún tiroteo en escuelas del país norteamericano durante el pasado mes de marzo.

Esto se debe a la crisis mundial por el coronavirus (Covid-19), ya que desde principios de dicho mes EU cerró todas sus instituciones escolares.

El Centro Nacional de Seguridad Escolar y el Servicio de Seguridad Nacional Escolar de EU, reportan que cada mes de marzo se registró al menos un tiroteo y este año fue la excepción.

La organización Everytown for Gun Safety que analiza incidentes armados en el país, precisó que en marzo sí hubo siete situaciones con arma de fuego en inmediaciones de escuelas, pero ninguno de ellos se clasificó como tiroteo.

Fuente: https://www.tribuna.com.mx/mundo/2020/4/15/por-primera-vez-en18-anos-eu-no-registrotiroteos-en-escuelasdurante-marzo-165982.html

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UNICEF: La generación de jóvenes mejor preparadas sigue sufriendo violencia y discriminación

ONUNOTICIAS

Dos décadas y media después de una conferencia histórica sobre los derechos de las mujeres, se ha logrado reducir el abandono escolar entre las jóvenes. Sin embargo, millones de adolescentes continúan siendo víctimas de violencia sexual y de género y sus voces siguen siendo ignoradas en la toma de decisiones.

Nunca ha habido tantas mujeres jóvenes en las aulas. Y, sin embargo, las adolescentes siguen sufriendo violencia y discriminación, alerta un informe de UNICEF, Plan Internacional y ONU Mujeres.

Más de dos décadas después de que el mundo declarara que “los derechos de las mujeres son derechos humanos”, solo se han cumplido parte de las promesas.

Se ha conseguido reducir en 79 millones la cifra de chicas que abandonan la escuela. De hecho, ellas tienen hoy más posibilidades de acudir a la secundaria que los varones. Sin embargo, estas jóvenes siguen sin tener las habilidades y el apoyo que necesitan para poder tomar decisiones sobre su futuro, vivir seguras y con dignidad.

En 2016, un 70% de las víctimas de tráfico de personas para explotación sexual fueron mujeres y niñas. Una de cada 20 jóvenes de entre 15 y 19 años -unos 13 millones en  el mundo- ha sido víctima de una violación, una de las formas más violentas de abuso sexual.

“Acceder a la educación no es suficiente. Tenemos que cambiar el comportamiento y la actitud de la gente hacia las jóvenes. La verdadera igualdad solo llegará cuando todas las jóvenes estén a salvo de la violencia, sean libres para ejercer sus derechos y sean capaces de disfrutar de igualdad de oportunidades en la vida”, aseguró la directora del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), Henrietta Fore

El informe, “Una Nueva Era para las Jóvenes: Haciendo Balance de 25 años de Progresos”, se publica coincidiendo con la campaña Generación Igualdad , que celebra el 25 aniversario de la Declaración de Beijing para avanzar los derechos de las mujeres y niñas.

“Las adolescentes sufren niveles de discriminación más altos como resultado de su edad y su género y siguen siendo marginadas en sus comunidades y en los espacios de toma de decisiones, permaneciendo invisibles para las políticas de los Gobiernos”, explicó la directora ejecutiva de Plan Internacional, Anne-Birgitte Albrectsen, que aseveró que “empoderar” a estas chicas aporta un triple beneficio social: para las jóvenes hoy, para las mujeres adultas que serán y para la próxima generación de niños.

“Si no entendemos esto y acabamos con la discriminación que sufren las chicas, tenemos muy pocas posibilidades de lograr los ambiciosos objetivos de igualdad de género de la Agenda 2030”, añadió.

Mientras las mujeres y niñas tengan que dedicar tres veces más tiempo y energía que los hombres al cuidado de la casa, las oportunidades para pasar de la escuela a buenos trabajos van a estar fuera de su alcance, señaló la directora ejecutiva de ONU Mujeres, Phumzile Mlambo-Ngcuka.

Violencia

UNICEF/Holt

Las chicas corren más riesgo de sufrir violencia en las aulas, en casa, en su comunidad y en internet.

El informe señala que el matrimonio infantil y la mutilación genital siguen minando las vidas y el potencial de millones de niñas. Cada año, 12 millones son forzadas a contraer matrimonio y 4 millones corren el riesgo de ser mutiladas.

El porcentaje de mujeres jóvenes que ven bien que un hombre golpee a su esposa es igual que el de hombres jóvenes.

Mala salud

El reporte también saca a la luz problemas de salud para las jóvenes que eran impensables hace 25 años. A medida que la globalización ha transformado las dietas tradicionales, ha aumentado el consumo de comida rápida procesada y bebidas azucaradas. Esto ha hecho que la incidencia de sobrepeso entre niñas y jóvenes de 5 a 19 años se haya duplicado entre 1995 y 2016, pasando de un 9% a un 17%. Hoy hay 155 millones de chicas con sobrepeso, frente a 75 millones en 1995.

Las chicas también están más expuestas a contraer enfermedades de transmisión sexual. Hoy, 970.000 adolescentes de entre 10 y 19 años viven con VIH, frente a 740.000 en 1995. Ellas representan tres de cada cuatro nuevos contagios.

Enfermedades mentales

© UNICEF-Estey

Los últimos 25 años también han traído nuevas preocupaciones sobre la salud mental de las jóvenes, en parte, por el uso excesivo de las nuevas tecnologías.

El suicidio es hoy la segunda causa de muerte entre adolescentes de 15 a 19 años, solo superada por problemas durante la maternidad.

Medidas

El informe pide actuar en varias áreas:

  • Celebrar y aumentar las oportunidades para jóvenes de todos los orígenes, dándoles voz y escuchando sus opiniones e ideas sobre sus cuerpos, comunidades, educación y futuro.
  • Aumentar las inversiones para que las chicas tengan las capacidades necesarias para la cuarta revolución industrial.
  • Acabar con la violencia de género, el matrimonio infantil y la mutilación genital.
  • Invertir para tener datos desagregados por edad y sexo en áreas como la violencia de género, la adquisición de capacidades, nutrición y salud mental.

Fuente: https://news.un.org/es/story/2020/03/1470531

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