Slavoj Zizek: «No habrá ningún regreso a la normalidad»

Reseña  Por:  Silvina Friera

Se publicó en ebook «Pandemia» .  Este texto polémico, que hasta ahora circulaba en forma fragmentada o en traducciones informales, acaba de ser editado completo en español. El filósofo esloveno propone una catarata de reflexiones urgentes sobre la política, la economía, el miedo y las libertades, con esa mezcla zizekiana típica en la que combina posmarxismo, psicoanálisis lacaniano, cine y series.

El gran provocador jamás deja a nadie indiferente. El irreverente filósofo esloveno analiza la catástrofe mundial que desató el coronavirus como una oportunidad para instalar un nuevo sistema social “comunista” ¡Comunismo o barbarie, así de simple!– que reemplace al “Nuevo Orden Mundial liberal-capitalista”. En Pandemia. La covid-19 estremece al mundo (publicado por Anagrama, en traducción de Damià Alou), Slavoj Zizek despliega en 80 páginas una reflexión urgente sobre la política, la economía, el miedo y las libertades, con esa mezcla zizekiana típica en la que combina posmarxismo, psicoanálisis lacaniano, cine y series –prefiere las islandesas como Trapped y Los asesinatos del Valhalla-, además de los infaltables chistes como espejos cóncavos de la vida. “En tiempos de epidemia se necesita un Estado fuerte (…) Las medidas a largo plazo, como las cuarentenas, tienen que llevarse a cabo con una disciplina militar”, afirma Zizek.

Nueva normalidad sobre las ruinas

Zizek (Liubliana, 1949) es de lo que se aíslan voluntariamente, incluso en los viajes, porque disfruta más de la tranquilidad del cuarto de hotel que de las imposiciones turísticas de la ciudad de turno. Al comienzo del libro arroja una pregunta crucial: ¿Se aprenderá algo de la catástrofe en curso? “Hegel escribió que lo único que podemos aprender de la historia es que no aprendemos nada de la historia, así que dudo que la epidemia nos haga más sabios –afirma el filósofo esloveno-. Lo único que está claro es que el virus destruirá los cimientos de nuestras vidas, provocando no sólo una enorme cantidad de sufrimiento, sino un desastre económico posiblemente peor que la Gran Recesión. No habrá ningún regreso a la normalidad, la nueva normalidad tendrá que construirse sobre las ruinas de nuestras antiguas vidas”.

Para el filósofo esloveno los mecanismos de mercado no serán suficientes para evitar el caos y el hambre. “Tendrán que considerarse a nivel global medidas que hoy en día a casi todos nos parecen ‘comunistas’: la coordinación de la producción y la distribución tendrá que realizarse fuera de las coordenadas del mercado”. Zizek lee la epidemia de coronavirus como una inversión de La guerra de los mundos de H.G. Wells (1897): “Los ‘invasores marcianos’ que explotan de manera implacable la vida en la Tierra y la destruyen somos nosotros, la humanidad; y ahora, después de que todos nuestros mecanismos de primates altamente evolucionados ideados para defendernos hayan fracasado, nos vemos amenazados por ‘la criatura más humilde que Dios, en su sabiduría, ha puesto sobre la Tierra, unos estúpidos virus que se reproducen ciegamente y luego mutan”. La ironía le sienta bien. “Lo realmente difícil es aceptar el hecho de que la epidemia actual es el resultado de la pura contingencia, que simplemente ha ocurrido y no hay ningún significado oculto. Si vemos las cosas desde una perspectiva más amplia, somos una especie que no posee ninguna importancia especial”, escribe Zizek.

Distancia mutua asegurada

La pandemia de coronavirus señala los límites de la globalización de mercado y del “populismo nacionalista” que insiste en una plena soberanía estatal. “El lema ‘Estados Unidos (o el país que sea) primero’ ya no tiene ningún sentido. Los Estados Unidos solo podrán salvarse a través de una coordinación y colaboración global. No estoy hablando de ninguna utopía, no apelo a la solidaridad idealizada entre la gente –aclara Zizek-. Por el contrario, la crisis actual demuestra claramente que la solidaridad y la cooperación global tienen como finalidad la supervivencia de todos y cada uno de nosotros, y que obedecen a una pura motivación racional y egoísta. El autor de Todo lo que usted siempre quiso saber sobre Lacan y nunca se atrevió a preguntarle a HitchcockA propósito de LeninEl títere y el enanoMis chistes, mi filosofíaLa nueva lucha de clases y La vigencia de El manifiesto comunista, entre otros libros, no cree que la mayor amenaza sea una brutal violencia por la supervivencia con desórdenes públicos o linchamientos por culpa del pánico; un escenario posible, si colapsa la sanidad pública. “Más que la pura barbarie, me da miedo la barbarie con rostro humano: implacables medidas de supervivencia que se imponen con pesar e incluso mostrando simpatía, aunque legitimadas por las opiniones de expertos”.

El filósofo esloveno manifiesta su desacuerdo con Giorgio Agamben, cuando ve en la crisis actual un signo de que “nuestra sociedad ya no cree en nada más que en la vida desnuda (Nuda vita). Es evidente que los italianos están dispuestos a sacrificar prácticamente todo –las condiciones normales de la vida, las relaciones sociales, el trabajo, incluso las amistades, los afectos y las convicciones religiosas y políticas- ante el peligro de ponerse enfermos. La vida desnuda –y el peligro de perderla- no es algo que una a la gente, sino que la ciega y la separa”. Según Zizek las cosas son mucho más ambiguas y la amenaza de muerte también une. “La distancia corporal es mostrar respeto hacia el otro, pues yo puedo ser portador del virus –explica-. Si durante la Guerra Fría la regla de supervivencia era MAD (las siglas en inglés de Destrucción Mutua Asegurada), ahora tenemos otra MAD: la distancia mutua asegurada (son las mismas siglas en inglés)”. En una situación en la que todos estamos atrapados en una triple crisis –médica, económica y psicológica- el filósofo insiste en que hay que “aprender a pensar fuera de las coordenadas del mercado y el beneficio” para encontrar otra manera de producir y asignar los recursos necesarios. “Si las autoridades se enteran de que una empresa está acaparando millones de mascarillas a la espera de que llegue el momento adecuado para venderlas, no tiene que haber ninguna negociación con la empresa, simplemente hay que requisarlas”, advierte Zizek.

Somos todos socialistas, incluso Trump

¿Cuánto se escribió a partir de que Zizek sugirió que una manera de salir de esta crisis era apelando a una forma de “comunismo”? Mucho. Y el filósofo esloveno fue objeto de burla. “Ahora vemos que Trump anuncia que pretende ‘tomar control del sector privado’. ¿Alguien podía imaginarse ese titular antes de la epidemia? Y esto es solo el principio: se necesitarán muchas más medidas como esta (…) No basta con aislarse y sobrevivir: para que esto sea posible, los servicios públicos básicos tendrán que seguir funcionando: la electricidad, el agua, los alimentos y los medicamentos tendrán que seguir estando al alcance de todo el mundo”. Sacudir conciencias, en estos tiempos, no es una tarea sencilla. Zizek sabe bien dónde golpear y lo hace con estilo. “Hay cosas progresistas que solo puede hacer un conservador con intachables credenciales patrióticas: solo De Gaulle fue capaz de darle la independencia a Argelia, y solo Nixon fue capaz de establecer relaciones con China. En ambos casos, si un presidente progresista hubiera intentado hacer estas cosas, al instante habría sido acusado de traicionar el interés nacional. Lo mismo se puede decir ahora de Trump cuando limita la libertad de las empresas privadas y las obliga a producir lo que resulta imprescindible para luchar contra el coronavirus: de haberlo hecho Obama, los populistas de derecha sin duda habrían enfurecido, afirmando que utilizaba una crisis sanitaria como excusa para introducir el comunismo en Estados Unidos”, compara el filósofo esloveno.

¡Comunismo o barbarie!

Como si redoblara el desafío, para golpear más lejos y horadar las convicciones ideológicas del liberalismo, se supera a sí mismo. “Tal como reza el dicho: en una crisis somos todos socialistas. Incluso Trump se está planteando ahora una forma de Renta Básica Universal: un cheque de 1.000 dólares para cada ciudadano adulto. Se gastarán billones de dólares violando todas las reglas del mercado convencionales –recuerda el filósofo-. Este socialismo forzado, ¿será un socialismo para los ricos, igual que lo fue el rescate de los bancos en 2008 mientras millones de personas perdían sus pequeños ahorros? ¿Se reducirá la epidemia a otro capítulo en la triste y larga historia de lo que Naomi Klein llamó ‘el capitalismo del desastre’, o surgirá de ella un nuevo orden mundial más equilibrado, aunque quizá más modesto?” Zizek cuestiona la “nueva verdad” que circula: “estamos todos juntos en esta crisis, deberíamos olvidarnos de la política y trabajar al unísono para salvarnos”. Esta idea antipolítica le parece falsa. “Es ahora cuando se necesita la verdadera política: las decisiones acerca de la solidaridad son eminentemente políticas”, subraya el filósofo esloveno.

En el capítulo diez de Pandemia, titulado ¡Comunismo o barbarie, así de simple!, Zizek profundiza su propuesta. Su idea de “comunismo” (escrito entrecomillas por el propio autor) no es un “sueño”, sino el nombre de lo que ya está sucediendo. “No es la visión de un futuro luminoso, sino más bien ‘un comunismo del desastre’ como antídoto al ‘capitalismo del desastre’. El Estado no solo debería asumir un papel mucho más activo, reorganizando la fabricación de los productos más necesarios, como mascarillas, kits de pruebas y respiradores, requisando hoteles y otros complejos de vacaciones, garantizando un mínimo de supervivencia a todos los desempleados, etc., sino hacer todo esto abandonando los mecanismos del mercado”, plantea el filósofo esloveno. “Si los Estados simplemente se aíslan, comenzarán las guerras. A todo esto me refiero cuando hablo de ‘comunismo’, y no veo ninguna alternativa que no sea una nueva barbarie”, agrega Zizek. “Uno de los signos de la civilización actual es que cada vez más gente comprende que la prolongación de las diversas guerras que recorren el planeta es algo totalmente demencial y absurdo. Y también que la intolerancia hacia las demás razas y culturas, y hacia las minorías sexuales resulta insignificante en comparación con la escala de la crisis a la que nos enfrentamos. Por eso, aunque hacen falta medidas de guerra, me parece problemático el uso de la palabra ‘guerra’ para nuestra lucha contra el virus: el virus no es un enemigo con planes y estrategias para destruirnos, no es más que un estúpido mecanismo que se autorreplica”.

El virus «Putogan»

El filósofo esloveno sugiere que hay tres tormentas que están combinando sus fuerzas sobre Europa: el impacto físico directo del coronavirus y sus efectos económicos (que no son específicamente europeos) y el virus Putogan: la nueva explosión de violencia en Siria entre Turquía y el régimen de Assad, directamente apoyada por Rusia. “El diabólico baile entre Erdogan y Putin, del conflicto a la alianza y de vuelta al conflicto, no debería engañarnos: ambos extremos forman parte del mismo juego geopolítico a expensas del pueblo sirio. Los dos son lo peor, y ambos deberían ser tratados como lo que son: criminales de guerra que utilizan el sufrimiento de millones de personas y destruyen un país para perseguir sus fines de manera implacable, entre los cuales figura la destrucción de una Europa unida. En un mundo con un mínimo sentido de justicia, ninguno de los dos debería estar en el palacio presidencial, sino en el Tribunal Penal Internacional de La Haya”.

En uno de los capítulos del libro, Zizek comenta críticamente “la obra maestra” de Byung-Chul Han: La sociedad del cansancio. “Hoy en día todo el mundo es un trabajador que se autoexplota en su propia empresa. Ahora todos somos amos y esclavos al mismo tiempo. Incluso la lucha de clases se ha transformado en una lucha de clases interior contra uno mismo”, argumenta el filósofo surcoreano. “La nueva forma de subjetividad descrita por Han está condicionada por la nueva fase del capitalismo global, que sigue siendo un sistema de clases con crecientes desigualdades: la lucha y los antagonismos de ninguna manera son reducibles a la ‘lucha contra uno mismo intrapersonal’. Todavía hay millones de trabajadores manuales en los países del Tercer Mundo, y hay grandes diferencias entre distintos tipos de trabajadores inmateriales. Un abismo separa al alto directivo que posee o dirige una empresa del trabajador precario que pasa todos los días solo en casa con su ordenador personal: sin duda no son amo y esclavo en el mismo sentido”, precisa Zizek.

Pandemia es un libro tan polémico como necesario. “Quizá sea esto lo más perturbador de la actual epidemia vírica –reconoce el filósofo esloveno-. Cuando la naturaleza nos ataca con un virus, lo hace para devolvernos nuestro propio mensaje. Y el mensaje es: lo que tú me has hecho a mí, yo te lo hago a ti”.

Fuente e imagen: https://www.pagina12.com.ar/268171-slavoj-zizek-no-habra-ningun-regreso-a-la-normalidad

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Zizek y el estallido social: sacarse los lentes de la ideología

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“En China”, escribe Slavoj Zizek en su libroMenos que nada, “si realmente odias a alguien, la maldición que le lanzas es: «¡Ojalá vivas en tiempos interesantes!». Porque la bendición, explica el esloveno, consistiría en vivir en una época aburrida, donde cada uno pudiera dedicarse sin interrupciones ni sobresaltos a su vida íntima y familiar, que es la que da satisfacciones. Alguien, al parecer —¿Nicolás Maduro? ¿el fantasma de Fidel? ¿Los alienígenas?— nos escupió a los chilenos este mal de ojo chino, y hace días que vivimos en tiempos quizá demasiado interesantes.

Aunque se repitió muchas veces que el estallido social chileno nadie lo vio venir, el popular Zizek, rascándose la nariz en sus videos de YouTube, lo venía describiendo hace tiempo como un fenómeno inminente en el capitalismo democrático global. Ya hace diez años, en su libro Sobre la violencia, a propósito de los intensos disturbios y protestas en los suburbios de París el 2005, se preguntaba: “¿En qué tipo de mundo habitamos, que puede vanagloriarse de tener una sociedad de la elección, pero donde la única opción disponible para el consenso democrático forzado es un acto ciego y desesperado?”.

En la capital francesa, tal como sucedió en Santiago con la quema de estaciones del metro, los manifestantes destruyeron su propio entorno. “¿Para qué sirve nuestra celebrada libertad de elección cuando la única opción está entre aceptar las prohibiciones y una violencia (auto)destructiva? (…) Los coches incendiados y las escuelas atacadas no fueron las de los barrios ricos, sino que eran parte de las conquistas duramente adquiridas por los estratos sociales de los que provenían los manifestantes”.

La explicación que entrega Zizek es que esta violencia subjetiva, que tiene rostro, forma y destrucción material, es una respuesta, evidentemente no deseada, a la violencia objetiva del sistema, permanente y silenciosa, que carece de autoría pero que es sufrida incluso sin mucha conciencia por las capas populares y medias de la sociedad.

“¿Los manifestantes son violentos?”, reflexionaba en un artículo para The Guardian después de las manifestaciones de Occupy Wall Street el 2011, también espontáneas y sin liderazgo político. “Es cierto que su lenguaje puede parecer violento, pero son violentos sólo en el sentido en que Mahatma Gandhi era violento. Son violentos porque quieren poner fin a la situación actual, pero ¿qué es esta violencia en comparación con la violencia necesaria para mantener el buen funcionamiento del sistema capitalista mundial?”.

“[Los protestantes] son desestimados como soñadores”, continúa, “pero los verdaderos soñadores son aquellos que piensan que las cosas pueden continuar indefinidamente como están, sólo con algunos cambios superficiales. No son soñadores; son el despertar de un sueño que se está convirtiendo en una pesadilla. No están destruyendo nada, sino reaccionando a cómo el sistema se está destruyendo gradualmente a sí mismo. Todos conocemos la escena clásica de los dibujos animados: el gato llega a un precipicio pero sigue caminando; comienza a caer sólo cuando mira hacia abajo y nota el abismo. Los manifestantes sólo están recordando a los que están en el poder que miren hacia abajo”.

Mirar hacia abajo, en ese sentido, también podría ser como quitarse los lentes de la ideología, un concepto que cruza toda la obra de Zizek. Según él, todos y todo el tiempo llevamos anteojos que nos impiden ver el mundo tal como es y que, en cambio, nos lo muestran a través de la lente de la ideología. La mayoría de la gente, por supuesto, no lo cree así y se resistirá con fuerza a ello. El truco es tratar de quitarse los lentes, o al menos saber cómo ellos cambian tu perspectiva.

¿Puede ser que la ciudadanía chilena, en estos siete días, haya al fin podido sacarse los lentes de la ideología y ver la realidad en su verdadera expresión? “Salir de la ideología duele, debes esforzarte mucho para hacerlo”, dice en un conocido extracto de su documental Guía perversa para la ideología. “La ideología no solo es impuesta sino que además la disfrutamos. Solo siguiendo tu espontáneo sentido del bienestar, nunca serás libre. Para serlo, tienes que ser forzado”.

Eso sí, hay que tener cuidado, advierte Zizek, en lo que significa realmente la libertad bajo el capitalismo global. En uno de sus libros más recientes, El coraje de la desesperanza, el esloveno enumera una multitud de ejemplos represivos que aparecen disfrazados de lo opuesto: “cuando se nos priva de asistencia sanitaria universal se nos dice que eso supone una libertad de elegir quién nos proporciona ese servicio; cuando ya no podemos confiar en tener un empleo a largo plazo y nos vemos obligados a buscar un trabajo precario cada dos o tres años, se nos dice que se nos brinda la oportunidad de reinventarnos y descubrir nuevos potenciales creativos; cuando tenemos que pagar por la educación de nuestros hijos, se nos dice que nos hemos convertido en «emprendedores del yo». (…) Bombardeados constantemente por «elecciones libres» impuestas, obligados a tomar decisiones para las que ni siquiera estamos debidamente cualificados, cada vez más experimentamos nuestra libertad como lo que es en realidad: una carga que nos priva de una auténtica posibilidad de cambio”.

Pero ahora en Chile, a pesar de las veinte muertes y gracias al desorientado fervor de las marchas, el ánimo generalizado es que nos podemos librar de ese peso, que podemos provocar, al fin, esa “auténtica posibilidad de cambio”. ¿Cómo hace entonces la protesta chilena, que estalló sin planificación ni propuestas, para materializar políticamente esa modificación sustancial de nuestro pacto social?

“Lo que hay que resistir en esta fase es precisamente un traslado rápido de la energía de la protesta en un conjunto de demandas pragmáticas concretas”, sugiere Zizek en su columna en The Guardian, respondiéndole a los que exigen siempre un petitorio como quien pide una lista de supermercado.

“Sí, las protestas crearon un vacío, un vacío en el campo de la ideología hegemónica, y se necesita tiempo para llenar este vacío de una manera adecuada, ya que es un vacío significativo, una apertura para lo verdaderamente nuevo”, dice.

Y concluye: “lo que siempre hay que tener en cuenta es que cualquier debate aquí y ahora sigue siendo necesariamente un debate sobre el terreno del adversario; se necesita tiempo para desplegar el nuevo contenido. Todo lo que decimos ahora puede sernos arrebatado; todo menos nuestro silencio. Este silencio es nuestro ‘terror’, inquietante y amenazador como debe ser”.

Fuente de articulo: https://paniko.cl/zizek-estallido-social-ideologia/

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No son (los) ninis, es el modelo económico

México / 19 de agosto de 2018 / Autor: Igor Israel González Aguirre / Fuente: Horizontal

En lugar de atender los factores que determinan la precariedad en la juventud, el último informe del Banco Mundial se refiere a los “ninis” como una amenaza.

Hace un par de décadas, Foucault ponía el dedo en una de las múltiples llagas que rasgan nuestra contemporaneidad. Palabras más, palabras menos, aseveraba que el poder de narrar la historia (es decir, de decidir sobre esta y con ello de configurar al mundo) se sitúa, siempre, en el poder mismo.[1] La referencia al conocido filósofo galo no es gratuita. Tengo a la mano un extenso informe publicado recientemente por el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF), una de las cinco instancias que conforman el Banco Mundial (BM). Dicho documento –titulado “Ninis en América Latina. 20 millones de jóvenes en busca de oportunidades”– encaja, sin duda, dentro de los argumentos del autor de Las palabras y las cosas y de Vigilar y castigar. El informe al que aludo es crucial, puesto que en lo básico se postula como insumo fundamental para la estructuración de las políticas públicas de juventud que habrán de implementarse en la región, es decir, como un eje alrededor del que los gobiernos latinoamericanos tendrán que alinearse de una forma u otra. Hasta aquí no hay nada nuevo. Diversas variantes de esta estrategia han sido utilizadas desde hace décadas por los organismos multilaterales e internacionales para impulsar sus agendas particulares y configurar un orden socioeconómico a modo.

Es preciso abordar con detenimiento el estudio ofrecido por el BM (así como la edición más reciente del “The Global Risk Report”, publicado por el Foro Económico Mundial (FEM), el cual es escalofriante y merece un análisis aparte). Hay que hacer una crítica severa de las metodologías y de los resultados derivados de la investigación citada, así como de los intereses a los que abona y los procesos que ahí se ocluyen al visibilizar algunos otros. Desde luego, lo anterior constituye parte de una tarea de más largo aliento que trasciende por mucho los límites de este ensayo. Más bien, en esta intervención me enfoco en otro aspecto menos tangible que la numeralia en sí, pero quizá por ello más ominoso. Me refiero al tufillo propagandístico que se desprende del discurso plasmado en el informe que da cuenta de la situación por la que atraviesa buena parte de la juventud latinoamericana. La discursividad nunca es neutra: tiene siempre una intencionalidad, ya sea manifiesta, ya sea disimulada e implícita. El acto de nombrar visibiliza, pero también ejerce una poderosa labor de ocultamiento. Volveré sobre este punto más adelante.

Basta señalar que no es inocuo denominar como “ninis” a un sector precarizado, violentado y excluido. El término en cuestión tiene una carga simbólica que sanciona negativamente a la juventud y, al mismo tiempo, perpetúa un conjunto de visiones estereotipadas que se colocan sobre la población joven. El asunto se torna más espinoso si se toma en cuenta la trascendencia política que seguramente tendrá el documento referido. Es sabido que el peso de los dictámenes emitidos por el BM no es menor en cuanto a la hechura de la política pública se refiere. Los contenidos de los programas gubernamentales abrevan directamente de ese tipo de fuentes. Si a esto se suma que, por ejemplo, en México la atención a la juventud está a cargo de una instancia que depende de la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL), el horizonte se torna aún más espinoso. Ello no es una cuestión menor: desde ahí es desde donde se concibe a los sujetos de las políticas de juventud. Específicamente, desde la mirada de la SEDESOL, estos se delimitan en torno a sus carencias, se conceptúan como una falla, como una escisión, y no como actores con potencialidades cruciales. Paradójicamente, la juventud es enunciada por otras instancias gubernamentales como un actor fundamental para el desarrollo. En este sentido, dicho aquí como nota al margen, se precisa leer la incorporación del Instituto Mexicano de la Juventud a las filas de la SEDESOL  en paralelo con el reporte recientemente publicado por el BM al que me he referido aquí. Hay en ello una especie de correlato o de “cierre de pinza”. Una lectura de este tipo permite identificar los modos en los que desde dichos ámbitos se concibe a las y los jóvenes. Lo anterior es fundamental puesto que es precisamente el sujeto conceptuado como falencia el que se coloca a manera de target de la política pública. Insisto: nombrar algo de un modo y no de otro es todo menos inofensivo.

Con seguridad habrá quien piense que lo dicho hasta aquí tiene una raigambre conspiracioncita. No obstante, basta una revisión, aún apresurada,  para hacer evidente que lo propuesto por el BM puede leerse sin demasiados problemas bajo la óptica de lo planteado en el catálogo de principios de la propaganda utilizados ampliamente, desde hace décadas, en el plano de la política y la publicidad. Ahora bien: ¿estoy afirmando aquí que los autores del “Ninis en América Latina…” tenían a la vista cuando diseñaron su investigación el manual escrito por Goebbels el siglo pasado, o alguna otra referencia similar? ¿Asevero que el equipo de investigadores encargado de elaborar el trabajo del BM tenía una intencionalidad propagandística manifiesta? Desde luego que no. Y quizá esto sea aún más preocupante, puesto que abriría una discusión en torno a la ideología y su función en tanto mecanismo crucial para la construcción social de la realidad; discusión a la que estoy dispuesto pero que trasciende los contornos de esta intervención. Solo traeré a colación, a manera de parafraseo, el título de un autor que hoy resulta inevitable: porque no saben lo que hacen.[2]  El que tenga ojos, etc.

Como quiera que sea, para que lo sugerido hasta aquí no quede en el vacío paranoide de las teorías de la conspiración, aventuremos, pues, un breve ejercicio en el que, con base en el reporte del BM, pueden ponerse de relieve por lo menos tres principios claśicos de la propaganda política.

1. Principio de simplificación y del enemigo único. Este principio tiene dos finalidades: adoptar y propagar una idea única e individualizar al adversario. El reporte ofrecido por el BM en torno a las problemáticas de la juventud latinoamericana es un ejemplo claro de lo anterior. Dicho documento alude en primera instancia a la juventud como un sector poblacional monolítico, homogéneo, es decir, subsume la diversidad juvenil instituyente a la mirada fija, instituida, vinculada con un ideal del deber ser joven. Toda desviación de la ruta establecida por dicho ideal se sanciona negativamente y, en el extremo, se criminaliza. Veamos una de las razones por las que el reporte sugiere que es preciso tomar en cuenta el “fenómeno de los Ninis”:

Contribuye a la transmisión intergeneracional de la desigualdad […] Este desequilibrio, junto con el efecto negativo de largo plazo que el ser nini tiene sobre el desempeño en el mercado laboral, tiende a perpetuar la transmisión de la disparidad de género y de ingresos de una generación a la siguiente, obstruyendo la movilidad social y la reducción de la pobreza en la región (BM, 2016: 1).

La referencia anterior ofrece una buena clave de lectura para desvelar el espíritu desde el que está escrito el informe, es decir, tanto la idea única que lo articula; como la individualización del adversario. Ahí se argumenta que las posibilidades de movilidad y ascenso social se ven obstaculizadas por un sector de la población específico –los jóvenes que no estudian ni trabajan–, el cual tiene un efecto pernicioso sobre los mercados de trabajo.  Son ellos y ellas, con su “ser nini”, los que perpetúan las disparidades sociales y económicas. ¿Realmente quienes redactan el informe son tan ingenuos como para no darse cuenta que por lo menos en buena parte de los países de América Latina la correlación entre las variables que analizan opera a la inversa? ¿Acaso no son precisamente las distorsiones que el modelo de desarrollo impone sobre los mercados laborales las que producen la emergencia de amplios sectores precarizados  que sufren una inclusión brutalmente desigual, y no al revés? En un contexto en el que las condiciones materiales mínimas para la subsistencia no están resueltas, ser “nini” no es, en la mayoría de los casos, una decisión sino una imposición. Como decía antes: el acto de nombrar de ninguna manera es inocuo.

2. Principio del método de contagio. Este busca aglutinar a diversos adversarios en una sola categoría o individuo. En este sentido, la referencia a los ninis plasmada desde el título del informe del BM, y hasta en las recomendaciones que en este se hacen, no es gratuita. Desde lo que pareciera una distancia aséptica, involuntaria en apariencia, el calificativo de ninis utilizado por los autores del informe ejerce una función de ocultamiento. No se les llama jóvenes precarizados o excluidos. Hacerlo así implicaría reconocer que la condición a la que se enfrenta este sector poblacional se debe más a la incapacidad estatal para brindar oportunidades dignas, y a la naturaleza predatoria del sistema, que al ejercicio de una agencia juvenil que opta por abandonar sus estudios o que a toda costa evita ingresar en el campo laboral. ¿Acaso reconocer que la verdadera falla se encuentra en el seno del modelo de desarrollo que suscriben las naciones latinoamericanas –o se les impone– y no en los sujetos no anula la hipótesis principal que sirve de guía para el desarrollo del documento auspiciado por el BM, en el cual se culpabiliza a los jóvenes precarizados de las condiciones en las que éstos se despliegan?

3. Principio de la transposición. Éste implica cargar sobre el adversario los propios errores o defectos. Quizá éste sea uno de los aspectos más perversos en el esquema propagandístico. Esto es así debido a su eficacia simbólica en términos de la influencia que ejerce sobre la opinión pública. En el extremo, no solo se utiliza la culpabilización como estrategia, sino que se tiende a criminalizar a lo “Otro”, a lo diferente, a lo que no se comprende. Basta revisar la pregunta que articula el marco conceptual desde el que se interpretan los datos obtenidos por los realizadores de la investigación. Dicha interrogante se plantea así: ¿por qué los jóvenes se convierten en ninis? La pregunta tiene un sesgo fundamental, puesto que asume que el joven es el que decide ingresar en las filas del desempleo o transformarse en un desertor escolar; como si la decisión de abandonar la escuela o de no trabajar fuese un asunto cuyo resultado se sitúa exclusivamente en el ámbito personal, sin influencias externas de ningún tipo. De ahí que no sea extraño encontrarse con aseveraciones que afirman que son los ninis los que distorsionan los mercados de trabajo, y no a la inversa. Lo anterior queda más claro en el informe citado cuando se argumenta que: “En algunos contextos [el fenómeno de los ninis], está vinculado a la delincuencia y la violencia” (BM, 2006: 1-7). ¿Cuál es la explicación que dan los autores del informe a lo anterior, por lo menos para el caso mexicano? Entre otras cosas, la violencia en México se debe ¡al incremento de los ninis hombres! ¿Acaso con argumentos de este tipo no se pone de relieve la delgada línea entre estos y la visión decimonónica que sugería que la juventud era una enfermedad que se curaba con el tiempo y con fuertes dosis de mano dura y control férreo? Se requiere prestar extrema atención al contenido de las políticas públicas de juventud por venir.

Es claro que urge una lectura más detenida del informe ofrecido por el documento publicado por el BM. Habrá que contrastar y contestar sus resultados con lo observado por otras comunidades académicas involucradas en la indagación del tema. Seguramente habrá –ojalá– más de alguna objeción con respecto a la interpretación de los datos expuestos en el informe. En todo caso, encuentro un buen arranque –y ése es el objeto de esta intervención– en poner de relieve la importancia que hay en el acto de nombrar. Éste de ningún modo es inocente o aséptico. Referirse a los jóvenes precarizados, violentados, excluidos, como “ninis”, tiene un trasfondo fundamental. Cuando uno revisa desde dónde y quiénes esgrimen los argumentos, queda clara la finalidad que persigue el documento revisado aquí. En este sentido, no está de más recordar la llamada de atención foucaultiana con la que se abre este texto: el acto de nombrar la realidad equivale, pues, a crearla. El asunto no es menor: cuando se nombra algo se pone en juego, al mismo tiempo, una serie de mecanismos de legitimación y de sanción; de exclusión y de integración; de memoria y de olvido. Nombrar justifica. Nombrar descalifica. Este acto aparentemente banal revela en última instancia uno de los modos en que el Gran Leviatán, por decirlo hobbesianamente, demuestra y ejecuta su autoridad suprema. Solo resta señalar que donde se ejerce el poder también se abre un espacio crucial para la resistencia y el desacato.

(Foto: cortesía de Photo RNW.org.)


Referencias

[1] Michel Foucault. Microfísica del poder, La Piqueta, España, 1979, p. 79.

[2] Žižek, S. (1998) Porque no saben lo que hacen. El goce como factor político, Paidós: Argentina.

 

Fuente del Artículo:

https://horizontal.mx/no-son-los-ninis-es-el-modelo-economico/

ove/mahv

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