Juego de Nuños

México / 27 de mayo de 2018 / Autor: Alejandro Saldaña Rosas / Fuente: Rompeviento TV

Lo reitero. La educación es un asunto serio.

La educación no es un juego de Nuños.

Del TL de Héctor Díaz Polanco: @diazpol

El magnífico tuit de Héctor Díaz Polanco sintetiza con precisión la “política educativa” (por nombrarla de algún modo) del régimen de Peña Nieto. Articuladas en torno a la “Reforma Educativa” (que ni es reforma ni es educativa), las directrices hacia el sector son un muy mal trazado programa de ajuste laboral que expresa la violencia laboral de Estado en contra de los maestros. La educación es lo último que atiende la tal Reforma Educativa puesto que carece de proyecto pedagógico, de proyecto didáctico, de perspectivas cognitivas, de modelos epistemológicos, de teoría curricular, entre otros puntales básicos para transformar la educación. Se trata, simplemente, de evaluar autoritariamente a los maestros para poder despedirlos. Se trata, luego entonces, de violar el derecho humano al trabajo y el derecho a la libre organización porque la intención de Nuño, encomendada por Peña Nieto, es acabar con la CNTE.

Aurelio Nuño no sabe absolutamente nada de educación, como se puede apreciar en su biografía, pero seguramente conoce muy bien el sistema educativo que dirige (por así decirlo). Lo conoce porque la estructura institucional está atiborrada de funcionarios y asesores que le hacen llegar diagnósticos, informes, reportes, programas, evaluaciones. Inclusive quizás Nuño presuma de conocer a la educación en México porque ha visitado decenas o centenares de escuelas, ha platicado con directores y con padres de familia, con maestros rurales, con profesoras en zonas urbanas, seguramente hasta ha dialogado con niñas y niños, como lo muestran las fotos que suelen acompañar las notas de su oficina de prensa. Vamos, ha llegado al punto de arengar frente a niños y niñas de primaria en contra de López Obrador; por cierto el nombre de la escuela donde el niño Nuño hizo gala de su valentía es simbólico: escuela Carlos Hank González, en Toluca.

Concedamos que Nuño conoce el sistema educativo que encabeza. El problema no es que los informes, las evaluaciones o los reportes tengan deficiencias o sean insuficientes. El problema está en otra parte. El juego de Nuños que hace Aurelio con la educación pone de manifiesto su total y absoluta ceguera de clase. Nuño es fiel representante del gabinete de ciegos de clase de Peña Nieto. El país que pretenden gobernar existe solo en su imaginación. El país real, el México Profundo del que hablaba Guillermo Bonfil, es imposible que lo vean, que lo piensen, que lo sientan.

La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación nació hacia finales de la década de los setenta (1979); más o menos por los mismos años nació Aurelio Nuño (1977, según su ficha biográfica). Son contemporáneos, sin duda, pero una distancia abismal los separa. Es una distancia de clase, de género y de raza.

Nuño es hijo de los privilegios: “buenas familias”, “buenas escuelas”, “buenas relaciones”, “buenos trabajos”. Pertenece al México Imaginario, ese que durante más de 500 años de colonialismo y dominación patriarcal ha negado la civilización mesoamericana y ha tratado de acabar con ella mediante matanzas, discriminación, segregación, imposición de lengua y religión, sometimiento político, subordinación jurídica, exclusión social a través del despojo de tierras o de evaluaciones de “competencias”. Sin ambages ni medias tintas, se expresa con todo cinismo que los “docentes que no se sometan a prueba serán cesados” (http://www.jornada.unam.mx/2015/10/28/politica/015n1pol). Se trata de someter, de sojuzgar, de esclavizar. La misma historia de los últimos 526 años.

Nuño podrá conocer el sistema educativo mexicano (y eso está por verse) pero no tiene la mínima noción del significado que posee el magisterio como vía de inclusión social para miles, millones de personas que viven en condiciones de pobreza. Puede haber leído del tema (lo dudo) pero su condición de clase le ciega para ver que miles de personas, habitantes del México Profundo, durante generaciones han encontrado en la profesión docente la única posibilidad de ampliar sus horizontes de vida, de insertarse socialmente, de lograr prestigio y reconocimiento en sus familias y comunidades, de ganar un salario para alimentar y educar a sus hijos. Esa es la condición de los maestros y las maestras de Oaxaca, de Chiapas, de Tabasco, de Veracruz, de Michoacán, del México Profundo. Si no es el magisterio, solamente existe la migración como posibilidad de construir un proyecto de vida. O el narco, en tiempos más recientes. De esto nada sabe Nuño.

El problema con Nuño no es solo su ceguera, sino su criminal arrogancia. La represión en contra de la CNTE es insultante, indignante, canalla. Y evidencia que Nuño y su jefe de la Casa Blanca nada saben acerca de los movimientos sociales: piensan que encarcelando a los líderes, arremetiendo en medios de comunicación en contra de los maestros, golpeando y asesinando van a “vencer”. Su “cálculo político” (por llamarlo de alguna manera) es de tan corto plazo que suponen que doblegada la resistencia a fuerza de detenciones, balas de goma, gases lacrimógenos, salvajes golpizas, amenazas y despidos, lograrán en un par de meses, o de años, imponer su “Reforma Educativa”. No se han percatado que a cada golpe contra un maestro, atizan una indignación más entre la gente: la solidaridad con el magisterio está creciendo. No se han percatado, porque no pueden hacerlo debido a su ceguera de clase, a su petulancia colonialista, que el movimiento magisterial es una de las formas en que en los tiempos actuales se ha organizado la resistencia del México Profundo. Un México que lleva más de 500 años en lucha y no ha sido derrotado. Y puede luchar otros 500 años.

Aurelio Nuño es de la misma estirpe de Pedro de Alvarado, Cristóbal de Oñate y desde luego de Nuño de Guzmán, a quien Fray Bartolomé de las Casas se refería como “el gran tirano”. Los historiadores retratan a Nuño de Guzmán como un hombre sanguinario, cruel, ambicioso, de escasas luces para la política. Más de quinientos años después su tocayo de apellido hace honor a la estirpe. Tragedia de México: no hemos logrado salir del sangriento juego de Nuños.

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Juego de Nuños

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Casi dos mil maestros en proceso de ser cesados: Aurelio Nuño Mayer

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Universidades para la paz

México / 4 de marzo de 2018 / Autor: Alejandro Saldaña Rosas / Fuente: RompevientoTv

 

Para Rosío Córdova, amiga y colega.

La semana pasada publiqué en este mismo espacio un comentario sobre la realización del Foro “La UV como constructora de paz: alternativas a las violencias en Veracruz”.  Jamás imaginé la vorágine de acontecimientos que tal reunión académica suscitaría, derivadas del citatorio a declarar que la Fiscalía de Veracruz entregó -a través de policías ministeriales que irrumpieron en un espacio universitario- a la Dra. Rosío Córdova Plaza. La Fiscalía citó a la investigadora, con amenazas evidentes, para que acudiera en calidad de testigo por los datos aportados por el equipo de investigación en el que participa, junto con la Maestra Mayra Ledesma y la Doctora Zulma Amador, entre otras personas. Valgan estas líneas para expresar mi solidaridad con las compañeras del equipo de investigación, particularmente con Rosío Córdova, amiga y colega.

La Fiscalía veracruzana ha dado una muestra de miedo. Miedo a la verdad, miedo a los datos, miedo al conocimiento, miedo a un equipo de investigadoras que hacen su trabajo con responsabilidad y ética en la Universidad Veracruzana. Con su miedo expresado en un infame citatorio, la Fiscalía demuestra que es una institución débil y timorata: ante la falta de argumentos responde con bravuconadas, como adolescente erizado ante su propia adolescencia.

No quiero abundar sobre los dimes y diretes entre la Fiscalía y las investigadoras ni sobre el muy cuestionable papel de las autoridades universitarias (que dudaron de la veracidad de los datos recogidos con rigor y apego a criterios científicos), solamente quisiera aportar algunas reflexiones sobre una arista poco atendida y que está en el fondo de la discusión ocurrida en los últimos días: el papel de las universidades públicas en los escenarios de violencias múltiples que atraviesan a nuestro país.

De todos es conocido –y padecido- que México está sumido en una profunda crisis de derechos humanos, lo que no sabemos –o al menos no está tan claro- es cómo salir de ella. La tarea es ardua y de largo aliento e implica la participación de todas y todos para re-construir al país desde lo local: desde la ciudad, el pueblo, la colonia, el ejido, la fábrica, la escuela.

Las particularidades de la crisis de derechos humanos, los rasgos específicos en cada localidad, se sufren diario pero se conocen poco. Hacen falta muchas más investigaciones que arrojen luz sobre los escenarios de las violencias en México, su urdimbre local, sus actores específicos, sus anclajes institucionales, sus dispositivos de reproducción y las oquedades y asimetrías que producen en los territorios locales. Sin co-investigación (con los actores sociales) sobre las violencias y sus muchos rostros, la paz en México seguirá siendo una meta que se aleja conforme se avanza a ella. Es imprescindible conocer a través de la ciencia, del arte, de los múltiples saberes populares, de las diversas sensibilidades, los atributos singulares de las violencias que nos habitan y nos quejan. Sin conocimiento(s) las políticas públicas son lineamientos llenos de buenas intenciones (en el mejor de los casos) o pretextos oficiales para el enriquecimiento explicable, pero ilícito. No hablo en el vacío: ahí están los miles de millones de pesos desviados por funcionarios y funcionarias, como evidencia fehaciente de que las políticas públicas pueden ser (lo son actualmente) botín de pocos y despojo de muchos.

Para transformar hay que conocer. Y para preservar también. Por ejemplo, la defensa y preservación de los sagrados territorios wirikutas es irrenunciable porque ahí viven miles de personas que acunan saberes que desde la ciencia apenas se intuyen. Es obligación de todas y todos preservar los saberes profundos del espíritu, del arte y de la ciencia. El lujo imbécil de la ignorancia es tan pernicioso que pone en riesgo la vida toda en el planeta.

En mi opinión el proyecto de las investigadoras Ledesma, Amador y Córdova debería replicarse en todas las universidades públicas del país, con las adecuaciones pertinentes en cada contexto. Las universidades públicas estatales (y en general las Instituciones de Educación Superior) son absolutamente cruciales para la construcción de la paz que anhela y merece nuestro país, por lo que las investigaciones sobre seguridad ciudadana, sobre las violencias, los feminicidios y en general sobre los contextos sociales en que vivimos, trabajamos y nos queremos, son necesarias, pertinentes e irrenunciables. Quizás como nunca antes en la historia de México las universidades son el principal baluarte para construir la paz.

Lo son porque las universidades públicas, aún y pese a todo, gozan de credibilidad y confianza. Detractores de las universidades públicas hay y muchos, enemigos por montones (algunos cobran en oficinas de las mismas universidades), envidias como sarampión en kínder, incontables enconos, absurdos por antonomasia. Pero incluso y a pesar de quienes quieren acabar con ellas, nuestras universidades son, siguen siendo, bastión de libertad, espacio de alegría y posibilidad de pensamiento crítico. Las universidades son una firme opción para construir la paz que queremos y merecemos.

Una paz que no es ausencia de guerra o de conflicto, sino la creación de instancias y criterios para resolver nuestras diferencias con respeto al otro, al diferente, al disidente. Una paz activa que no es letargo, sino re-creación de la palabra mediante el arte, la cultura y el conocimiento. Una paz que se crea en los intersticios del día a día.

Y una paz que se construye a contrapelo de las instituciones artífices del dolor, operadoras del secuestro, responsables de las desapariciones, perpetradoras de los asesinatos. Las instituciones de impartición de justicia y de seguridad pública de Veracruz han sido –según las evidencias- las principales culpables de la crisis de derechos humanos en la entidad. Los culpables aún no han sido condenados y aún más: la violenta reacción de la fiscalía ante el trabajo de las académicas expresa con absoluta nitidez su temor a la verdad.

Termino con dos reflexiones:

I.-No olvidemos que la irritación del Fiscal Jorge Winckler por el trabajo de las investigadoras es ridícula frente al dolor de miles de familias que siguen en busca de sus desaparecidos, desesperadas por el pago del secuestro o llorando a sus muertos.

II.-Las universidades públicas son constructoras de paz, a través de la verdad. Como la UV, que es mucho más que las instancias de dirección.

Fuente del Artículo:

Universidades para la paz (Margensur)

Fuente de la Imagen:

http://veracruzalmomento.blogspot.mx/2011_11_13_archive.html

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