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¿Podrá China alcanzar la hegemonía?

Por:  Alfredo Toro Hardy 

 

China disputa a Estados Unidos la primacía internacional. Sin embargo, aún cuando el segundo se viese superado en muchas áreas, dispondría de una ventaja comparativa fundamental: la cultura anglosajona, cuya expresión más palpable es el idioma inglés.

Ello deriva del hecho de que al predominio hegemónico de Estados Unidos, deben añadirse los cien años previos de hegemonía británica. La continuidad hegemónica de la cultura anglosajona ha tenido un impacto profundo. Nada similar se había visto en el mundo desde el predominio de la civilización Greco-Romana. Sin embargo, aún entonces los trazos culturales que compartieron griegos y romanos nunca alcanzaron la similitud de los anglosajones. Tampoco disfrutaron de la ventaja de poseer un idioma en común.

La hegemonía requiere del reconocimiento por parte de un conjunto amplio de la comunidad internacional, de valores y contenidos asociados a una potencia líder. La hegemonía, nunca hay que olvidarlo, alcanza su legitimidad a través de percepciones ideológicas y culturales. Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos pudo construir una estructura institucional internacional asociada a su liderazgo y, por extensión, a sus valores y a su cultura. Una estructura reconocida como legítima por gran parte del planeta durante la Guerra Fría y por la totalidad del este a partir del colapso soviético. Sin embargo, la llamada “Pax Americana” fue antecedida por la “Pax Británica”, cuando fue el Reino Unido quien dictó las pautas organizativas del orden internacional y trasladó a éste la preponderancia de sus valores y de su cultura. Durante dos siglos han sido los contenidos anglo-céntricos lo que han brindado uniformidad al mundo.

Gracias a esta continuidad, el Reino Unido ha podido retener un nivel de influencia residual que sobrepasa con mucho a su jerarquía de poder real. A pesar de llevar décadas en declive y de que su única fortaleza remanente son las finanzas, su presencia en el mundo se hace sentir. Medios noticiosos como BBC, Financial Times The Economist siguen dictando pauta a nivel global, al tiempo que sus principales universidades conforman, junto a un puñado de universidades estadounidenses, la lista de las más prestigiosas del mundo. Esto es algo a lo que la propia Alemania, líder de la Unión Europea, jamás podría aspirar. A pesar de su fortaleza, este sigue siendo un país encapsulado dentro de sus barreras idiomáticas.

No en balde, cuando un medio de prensa o una institución académica desean trascender los límites nacionales o regionales, lo primero que hacen es recurrir al idioma inglés. Tal es el caso de cadenas televisivas como Al Jazzera de Qatar, CCTV de China o RT de Rusia, o de las dos mil novecientas carreras universitarias que se dictan en inglés en la Europa Continental (Pamela Druckerman, “Parlez-Vous Anglais?Yes, of Course”,The New York Times Sunday Review, August 10, 2019). El inglés es la lengua internacional de los aeropuertos del mundo, el lenguaje global de los negocios y el idioma a través del cual se comunican los habitantes de las más diversas latitudes.

El idioma es la expresión más palpable, pero desde luego no la única, de una matriz cultural. Thomas L. Friedman, gran apologista de la globalización, se refería hace algunos años a un mundo plano de rasgos anglo céntricos (The World is Flat, London, 2006). En él convergen hoy día desde McDonald’s hasta Facebook, desde Marvel Comics hasta Amazon, desde Harry Potter hasta Apple, desde Twitter hasta Google, desde CNN hasta LinkedIn, desde Hollywood hasta Netflix, desde HBO hasta Airbnb. Estos nombres, entre tanto otros asociados al mundo anglosajón, representan expresiones de universalidad que trascienden fronteras y uniforman al planeta.

Por más que China logre doblegar la primacía estadounidense en otros campos, será difícil que le dispute este espacio. Sus contenidos culturales e idiomáticos resultan demasiado ininteligibles como para alcanzar universalidad y, mucho menos aún, preponderancia. A pesar de que 955 millones de personas hablan el chino mandarín estándar (conocido como la lengua nacional), este es un idioma circunscrito a China y a su diáspora. Incluso allí, el mandarín comparte la identidad china con varios otros idiomas, de entre los cuales sobresale el cantonés. Escribir en mandarín, o expresarse en base a claves culturales chinas, es hacerlo para un mundo volcado sobre sí. A pesar de su riqueza multimilenaria, se trata de una cultura que sólo logra trascender a cuenta gotas al resto del mundo.

Es aquí donde China encuentra su mayor escollo en sus aspiraciones de convertirse en el próximo centro del planeta. Lograr una hegemonía sinocéntrica es algo inmensamente más complejo que lograr la preponderancia internacional. Lograr que los mantou (bollos al vapor) reemplacen a las hamburguesas o que la “Nueva Ola” del cine chino desplace a Hollywood, es algo que difícilmente podrá alcanzarse por más que China logre transformarse en potencia dominante. Por más que quinientos institutos Confucio alrededor del mundo traten de hacer frente esta limitación, esto no representa más que un grano de arena en medio de una inmensa playa.

Fuente: https://politica-china.org/areas/politica-exterior/podra-china-alcanzar-la-hegemonia

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El gran dilema de China.

Por: Alfredo Toro Hardy.

El décimo segundo plan quinquenal chino, aprobado en 2011, cambió de manera radical las prioridades económicas de ese país, proyectándose sobre el siguiente plan. El objetivo central del mismo era reorientar el crecimiento económico mediante el énfasis en el consumo privado doméstico. Ello no sólo para darle mayor sustentabilidad a dicho crecimiento, sino para permitir que su población derivase mayores beneficios de éste.

Pero junto a este propósito medular el plan preveía otro conjunto de objetivos. El primero buscaba un movimiento poblacional desde las zonas rurales de bajo rendimiento productivo, hacia núcleos urbanos con mayor disponibilidad de empleo. Dado el bajo nivel educativo de los grupos humanos involucrados eso implicaba, básicamente, su inserción en trabajos fabriles de mano de obra intensiva. El segundo era dirigir mayores recursos financieros hacia aquellos sectores económicos que pudiesen generar mayor calidad de empleo, especialmente en el área de los servicios. El tercero era elevar el nivel de los recursos humanos por vía de la educación y la capacitación técnica. El cuarto era incrementar las destrezas científicas y tecnológicas de la nación por vía de la innovación.

Ocurre, no obstante, que el último de los objetivos citados está en capacidad de transformarse en fuerte obstáculo para la realización de los demás. El énfasis que China está poniendo en la innovación productiva, mediante el acceso en gran escala a la digitalización y a la robótica, estaría en capacidad de impactar negativamente al plan en su conjunto. La acelerada automatización en curso podría no sólo propiciar el declive prematuro de la producción manufacturera de mano de obra intensiva, sino complicar en importante medida la consolidación de un modelo de servicios. Ello afectaría seriamente la capacidad de empleo y por extensión la posibilidad de que el consumo privado se transforme en motor fundamental del crecimiento del PIB.

China se ha adentrado a pasos agigantados en el área de la robótica. De acuerdo a Martin Ford en 2014 dicho país contaba ya con un 25% de los robots industriales del planeta, lo que en sí mismo significó un aumento del 54% con respecto al año precedente. Para 2017 ocupaba ya el primer puesto mundial en capacidad manufacturera sustentada en la robótica. En la sola provincia de Guandong el gobierno de ese país planea invertir 154 millardos de dólares en la introducción de robots industriales, aspirándose que para 2020 el 80% de la capacidad fabril de la ciudad de Guangzhou, capital de dicha provincia, esté ya robotizada. Programas similares se adelantan en Jiangsu y en el Delta del Río Perla, otros de los grandes epicentros industriales de ese país (“China: Thousands of unskilled workers at risk from increased automation”, Daily News, 17 June, 2015).

El por qué el gobierno chino busca automatizar crecientemente la producción manufacturera del país es explicable. Ello evitaría la migración de sus industrias hacia países asiáticos de mano de obra más barata. Evitaría, alternativamente, que la producción doméstica se mudase hacia las fábricas robotizadas del mundo desarrollado. Prevendría al mismo tiempo contra el envejecimiento de su población laboral a mediado plazo. El problema, sin embargo, es que los robots no consumen. Esto podría atemperarse si China lograse dar el salto de la fase de mano de obra intensiva a la de los servicios intensivos. Es decir, los servicios sustituyendo a las manufacturas como grandes creadores de empleos.

No obstante también en el área de los servicios el gobierno chino persigue la innovación, promoviendo activamente la revolución digital. Cierto, busca a la vez invertir masivamente en educación y en la calificación profesional de sus recursos humanos. Sin embargo, la revolución digital no sólo afecta a los servicios repetitivos y puntuales, sino que se apresta a penetrar con fuerza exponencial a aquellos sectores que requieren de pensamiento analítico y que se sustentan en altos niveles educativos. Ello plantea un problema serio para un país que ya en 2013 se encontró con que la mitad de sus egresados universitarios recientes no habían conseguido trabajo y donde 43% de los empleados se encuentran sobrecapacitados para las tareas que desempeñan.

Si a la automatización en las manufacturas se le suma la de los servicios el resultado puede ser una supresión mayúscula de empleos. Ello complicaría en gran medida la estrategia de transformar a la demanda privada en eje principal del crecimiento económico, a la vez que crearía inmensos problemas sociales.

China enfrenta así un inmenso dilema entre empleo e innovación tecnológica. Lo que hace particularmente complicada su situación es que su proceso de transición desde una economía de mano de obra intensiva a otra que brinda prioridad a los de servicios, se produce en momentos en que la revolución digital se apresta a hacerse sentir con intensidad inédita. Cuando se cruza el río no es el mejor momento para que se produzca la crecida de éste.

Fuente: http://www.eluniversal.com/noticias/opinion/gran-dilema-china_682140

Imagen: http://cdnmed.eluniversal.com//resources/jpg/1/6/1514133962861.jpg

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