Ciencia y público

Por Elsa Beatríz Acevedo

«La ciencia y la tecnología no han podido salir de sus dominios virtualmente aislados, donde pequeñas elites de intelectuales se comunican entre iguales y permanecen separados del resto de la sociedad por la barrera de lenguajes herméticos y conceptos fríos».
Colciencias

En los estudios de Ciencia, Tecnología, Sociedad e Innovación (CTS+I) la relación entre ciencia y público ofrece un excelente campo tanto de investigación como de acción interdisciplinaria. En este sentido, la divulgación científica representa un canal dinamizador favorable a la comprensión pública de la ciencia.

Su importancia radica en la posibilidad de convertir los resultados de la investigación en agregados sociales tendientes a la aprehensión social de la tecnociencia y su acertada valoración.

De la misma manera, en las circunstancias actuales frente al desarrollo ilimitado del conocimiento, la divulgación de la ciencia se convierte en parte sustancial de la necesaria democratización del conocimiento en las sociedades modernas.

Los cambios en la atmósfera de las comunicaciones científicas y tecnológicas obedecen a las crecientes demandas sociales sobre las mismas. Y no obstante persista un alto nivel de analfabetismo científico en países como Colombia, es imposible desconocer que la tecnociencia invade todos los espacios de nuestra vida, acelerando tanto el interés como las demandas sociales sobre la misma.

En tales circunstancias, la divulgación científica representa un importante agente informador-formador que nutre y a su vez se nutre del proceso de popularización del conocimiento. Ambos responden a dinámicas diferenciadas; la información puede ser en determinados casos, más ágil depositando en el receptor una serie de mensajes sin entrar a profundizar en cada uno de ellos.

Por su parte, la formación además de un proceso interactivo entre el científico y el público a través del «aprendizaje no formal», implica la valoración de contenidos tecnocientíficos a través de su apropiación social, demostrando con ello la importancia de la participación pública en materia de ciencia y tecnología en la sociedad actual.

En otras palabras, una cosa es un público informado y otra diferente uno formado, en este último caso, es posible hablar de alfabetización científica sostenida. Porque, un público formado en materia científica, es aquel que maneja, comprende y puede traducir códigos culturales diferentes, que le permiten asumir actitudes valorativas con relación a la evolución del conocimiento. La elevación de la cultura científica permite a su vez la participación pública en materia de ciencia y tecnología.

Mientras que la información contiene un margen de especulación, la formación exige un nivel de conocimiento acertado, que permite argumentar, sustentar, discutir, disentir basado en presupuestos sólidos, acerca de aspectos tecnocientíficos. Una persona puede estar informada sobre la clonación de manera general, pero el proceso científico implícito en la misma, sólo puede ser comprendido y asimilado por un tipo de público específico: el público formado, dentro de una cultura y una educación científica.

La educación científica es presupuesto fundamental para la divulgación de la ciencia, actuando como puente entre el laboratorio o centro de innovación tecnológica y la sociedad. En ese sentido, los juicios valorativos son extremadamente delicados debiendo ser emitidos por personal idóneo. Cualquier improvisación puede poner en entredicho el prestigio de un científico o de un centro de investigación.

Recordando una vieja polémica científica relativa a la vacuna contra la malaria del doctor Manuel Elkin Patarroyo, los doctores Eduardo Posada Flórez y Nohora Elizabeth Hoyos T. afirman que «El deber de los medios es mantener a la opinión correctamente informada de los avances que tienen lugar, desde una posición objetiva y serena, sin caer en la actitud que en el pasado los llevó a ensalzar y hoy los conduce, tan a la ligera, a condenar».(2)

Es importante además que la divulgación científica sirva de estímulo a la ciencia nacional, exaltando la producción de conocimientos, de beneficio generalizado así como el desarrollo de un pensamiento tecnocientífico endógeno. En este sentido, debe reconocer en el capital científico un agente social de cambio en la superación de los problemas que acompañan a la sociedades emergentes. De ahí la urgencia de una ciencia comprometida con el desarrollo democrático de la sociedad colombiana.

En el desarrollo y consolidación de una divulgación científica, capaz de cambiar la visión aislada que tradicionalmente se ha tenido sobre la ciencia, influyen numerosos factores; en el caso concreto de Colombia, la guerra y sus secuelas económicas, sociales, culturales, ambientales, políticas, obligan a una reflexión contextualizada de la misma. Esto implica un ejercicio de pertinencia y pertenencia, además de calidad, ética y profesionalismo.

A su vez el conocimiento ejerce sobre el periodista una exigencia concreta, que le obliga a documentarse constantemente sobre su evolución. En estas condiciones el proceso de información termina necesariamente en una fase formadora sobre la tecnociencia, por parte de los mismos divulgadores.

Sobre ciencia y público sería prácticamente ilimitado hablar, puesto que implica tanto espacios como actores diferentes. Es posible hacerlo desde el ámbito de los científicos del público, o desde el mismo divulgador de la ciencia pero, lo más conveniente es involucrarlos a todos, dependiendo de la comprensión social que se tenga por parte de los mismos sobre el valor social, económico, cultural y político de la ciencia contemporánea.

De todas formas, la sociedad debe conocer, comprender y ver en la ciencia y en las innovaciones tecnológicas procesos sociales que pueden mejorar sostenidamente sus condiciones de vida. De ahí la importancia de su apropiación, mediante una divulgación, seria, sencilla, veraz y objetiva. En tal sentido, las publicaciones y todo el mecanismo implícito en las actividades vinculadas con esta actividad, representan canales tan informativos como formativos muy importantes en el proceso de democratización y popularización del conocimiento.

La divulgación debe propiciar la formación de una mentalidad nueva, de apertura hacia horizontes científicos de vanguardia. Para lograrlo, según la periodista argentina, Amalia Dellamea, es indispensable realizar una revisión de nuestros modelos mentales.

Por su parte, las preguntas y respuestas que se manejen desde el campo divulgativo, deben estar necesariamente acompañadas por la visión y explicación del científico en términos sencillos. El empleo y más que ello la apropiación de un lenguaje de fácil comprensión es fundamental para el divulgador, no sea que por utilizar una terminología para él mismo incomprensible termine confundiendo a la opinión pública. Por esta razón la corrección del texto definitivo de un trabajo de divulgación científica, necesariamente debe ser realizada por el científico.

De esta manera la ciencia dejará de generar resistencia en el público, transformando la misma en parte sustancial de la vida cotidiana, sólo así podemos hablar de popularización de la ciencia, no como un concepto de moda sino como el efecto educador de una actividad en la cual se comprometen científicos y divulgadores. Abriendo de esta forma espacios propicios para la participación pública en ciencia y tecnología.

Es prácticamente imposible hablar de participación pública, procesos de popularización, democratización de la tecnociencia, sin tener en cuenta la divulgación científica, como agente dinamizador – transmisor de conocimientos «socialmente útiles».

En consecuencia, en momentos en que la sociedad aprecia y valora lo que le proporciona bienestar la divulgación científica representa un mecanismo tanto de socialización como de aprendizaje.

Posiblemente sea esta la razón por la cual, tengan gran aceptación los temas de salud, motivando la participación pública. Mientras sucede todo lo contrario en el caso de las armas tecnológicamente avanzadas, no obstante que de su aplicación dependa mucho más que un buen estado de salud; como lo es el de la vida misma y la del entorno natural de nuestra civilización.

Por su parte, la cobertura de la divulgación científica, merece ser dimensionada en su contexto social, variando sustancialmente de una sociedad a otra, en correspondencia con el nivel de información-formación de su población. No es lo mismo en Colombia, un país que ocupa uno de los últimos lugares en la producción de conocimientos del planeta. Situación que contrasta con el desarrollo científico de un país como Cuba, el cual ha venido construyendo una interesante versión de «sociedad del conocimiento» con una visión endógena de la misma, que vale la pena estudiar.

De todos es sabido que este pequeño país, que ha tenido que sobrevivir a más de 40 años de bloqueo, se perfila como una potencia científica en América Latina, representado a través de un alto número de grupos, centros de investigación y desarrollo, programas de posgrado y un ambiente cultural muy favorable al desarrollo tecnocientífico.

Cuba tiene establecidas y consolidadas numerosas redes de conocimiento y muy arraigado en su población el valor de los mismos en el proceso de desarrollo de su mayor potencial endógeno: el capital humano altamente calificado. Es suficiente visitar el portal de la ciencia cubana (www.cubaciencia.cu) para darse cuenta que en ese país, el desarrollo de la tecnociencia es política del Estado y por lo tanto estrategia social de desarrollo prospectivo.

El alto nivel científico de su educación, coloca a Cuba como un interesante paradigma educativo para otras sociedades en desarrollo y subdesarrolladas.

En cuanto a la divulgación científica se refiere, su prensa tanto hablada como escrita, publica continuamente los últimos avances de la ciencia nacional, exaltando la endogenización de la misma, así como de los diferentes procesos tecnológicos. Además Cuba supera a muchos países en materia de eventos de carácter científico, con una programación planificada a varios años.

La comprensión y participación pública en ciencia y tecnología, obedece a un cambio de mentalidad de la población de la isla reflejada, en una actitud favorable y abierta hacia las fronteras del conocimiento. «Los signos distintivos del funcionamiento de la ciencia y la tecnología en Cuba están la integración, la colaboración y la participación pública en esas actividades. Esos rasgos transparentan las particulares interrelaciones entre la ciencia, la política y los valores que caracterizan el contexto cubano»(3)

Volviendo nuevamente al caso colombiano, la visión del nuevo periodismo científico en condiciones tan difíciles como las que enfrenta nuestra sociedad, amerita una reflexión interdisciplinaria, comprometiendo a los sectores involucrados en la producción de conocimientos, en las diferentes regiones del país.

Ahora bien, tanto se ha hablado del divorcio entre las dos culturas: la humanista y la técnica, que es factible aplicar el mismo concepto de ruptura entre la cultura periodística y la científica. Situación que enfrenta al periodista con el ambiente de presión, implícito en la atmósfera noticiosa. Todo ello agravado por el peso «de lo que es » y «no es» prioridad noticiosa implícita en los criterios de comercialización que prevalecen en el medio periodístico.

En tales circunstancias nos preguntamos; cómo hacer de la ciencia una meganoticia de impacto generalizado? Cuál debe ser su contenido? Debe retratar necesariamente los efectos perversos de la tecnociencia o por el contrario su solución a graves problemas de la humanidad?

Indudablemente se trata de un debate complejo, que induce a caer en la crítica del mercado informativo. Tomemos como ejemplo el caso colombiano, cuyo frente noticioso necesariamente se identifica con el de guerra, las masacres, el narcotráfico, las voladuras a las torres eléctricas y los efectos sobre la población civil del terrorismo. En tales circunstancias, es interesante analizar el impacto que puede tener en la opinión pública una información relativa a los resultados investigativos sobre la caña de azúcar, o los avances en materia de cirugía cardiovascular.

De la misma manera, es preocupante observar el impacto e interés que despiertan en el público algunas noticias sensacionalistas, como en el caso de la información sobre el nacimiento de un ternero con dos cabezas, fenómeno presentado como si se tratara de un castigo divino, y no como una malformación genética. En este sentido la noticia es de primera plana, preferiblemente acompañada de fotos impactantes que atraen inmediatamente la atención de los desprevenidos transeúntes, que terminan llevando a sus hogares un material noticioso que causará efectos negativos.

De la misma manera, sobre la astronomía un campo que se presta tanto para la popularización científica, en algunas oportunidades se prefiere acudir a especulaciones sobre el posible choque de un asteroide contra la Tierra, obviando la belleza ilimitada del universo y sus posibilidades futuras para la humanidad.

La realidad es que existen noticias que «se venden» por sí solas, mientras otras difícilmente se pueden publicar en las páginas interiores de los diarios. De otra parte, el público no se encuentra lo suficientemente educado para recibir la información científica, sencillamente porque sus prioridades son otras como la guerra, la política, la corrupción o las noticias de farándula.

Por esta razón se dejan escapar noticias verdaderamente importantes que ocurren diariamente en los laboratorios y centros de investigación, muchas veces, por desconocimiento, ausencia de claridad conceptual e imposibilidad de abordar al científico con el fin de obtener lo que en otras realidades sociales podría catalogarse como una excelente información noticiosa.

En algunas oportunidades, para el comunicador resulta más fácil exaltar a un personaje de la vida pública, que a un científico cuya nota periodística exige un referente de gran madurez, conceptualización, formación y sobre todo de alfabetización científica de parte del reportero. Por esta razón nuestro desarrollo científico se encuentra lleno de hombres de ciencia desconocidos, esperando el reconocimiento social e institucional que su labor amerita. En tales condiciones la política de estímulos a la ciencia compromete seriamente su divulgación.

El perfil de un científico, manejado adecuadamente, indudablemente produce un efecto favorable en la sociedad. Una crónica de laboratorio combinada con una imagen de la trayectoria del científico, logra excelente impacto en la opinión, lo cual resulta especialmente benéfico para la juventud despertando futuras vocaciones investigativas. Fomentado así un «efecto demostración» favorable al desarrollo de la ciencia.

En medio de un ambiente sostenido de alfabetización científica el divulgador debe actuar además, como el traductor del lenguaje de la ciencia y la tecnología para toda la sociedad, y como es imposible traducir de un idioma desconocido, es por ello que aún tenemos serias fallas en el acercamiento entre ciencia y público.

Además, debemos reconocer que aún existe cierta resistencia entre científicos y periodistas; el científico desconfía del periodista o mejor aún de la forma y el contenido de su nota periodística. En el periodista, por su parte, hay cierto temor y reverencia hacia los científicos, ellos también han sido formados en un medio en que el científico es visto como un personaje excéntrico, alejado del mundo y con un manejo incomprensible del lenguaje. Esto hace imprescindible el acercamiento entre ambos.

Ahora bien, quién debe dar el primer paso? El científico debe buscar literalmente al divulgador para contarle sobre sus investigaciones o a la inversa? La verdad es que debe haber un acercamiento en ambos sentidos, traducido en un conversatorio y contacto humano previos a la redacción de la nota científica. Más que un simple encuentro, lo que debe existir es una aproximación humana de beneficio mutuo, a través de la sensibilización que produce tanto entregar como recibir información, con todo el conocimiento y la responsabilidad implícita en la misma.

Además es imposible negar que mediante el ejercicio de reportería, el divulgador se está educando, se va formando, adquiriendo una valoración social diferente de la ciencia, que antes no tenía, esto implica una apreciación muy valiosa para la acumulación y reproducción de conocimientos.

En esta dinámica de aproximación se rompen códigos, se aprende a conceptualizar de una manera diferente, elevando la calidad de la información, se socializa y se educa; el periodista por parte del científico y el público a través de la traducción del divulgador científico.

La ciencia no admite tergiversaciones, tampoco es inmune a las mismas. Desafortunadamente el lenguaje científico sigue siendo muy complicado para la mayoría de la sociedad, de ahí la necesidad de una lectura «popular» a los códigos distintivos del quehacer científico.

Es entonces, cuando la alfabetización científica y tecnológica debe entrar como parte sustancial de la formación integral en las facultades de periodismo y de comunicación social, a través de la institucionalización de la cátedra de Ciencia, Tecnología, Sociedad e Innovación, (CTS+I) ofreciendo un punto de equilibrio entre el mundo social y el mundo del conocimiento.

La divulgación científica como parte importante de los estudios de CTS+I representa hoy un valioso campo de trabajo interdisciplinar. Máxime en el momento actual cuando el impacto de la ciencia y la tecnología invade la vida cotidiana de todos nosotros. Por tal razón, el divulgador no deber generar falsas expectativas y menos sembrar temores infundados sobre ambas. Es aquí donde aflora un tema de especial relevancia; la ética periodística.

Divulgar la ciencia sin acudir al mínimo de la complejidad de sus códigos, lenguaje y categorías, sólo logra el efecto contrario a su popularización y por ende a la participación y democratización de la misma. Esto significa que para entender la ciencia, es necesario realizar un ejercicio de «reconversión lingüística» basado en la apropiación conceptual de los contenidos de la tecnociencia. Lo cual a su vez implica un proceso de educación y familiarización con su nomenclatura específica y sus beneficios sociales, acompañado de una reflexión crítica sobre sus efectos y un sentido de alerta sobre su impacto negativo.

El temor hacia la tecnociencia debe dar paso al interés por la misma. Sólo así es posible valorar su impacto sobre la sociedad y la naturaleza. Es mejor fomentar una curiosidad sana, acompañada por el afán de investigar, conocer y aprender, que una visión apocalíptica de la misma.

Se trata de ampliar su cobertura social y en este sentido el divulgador tiene una enorme responsabilidad. Porque hacer que un artículo de biología molecular interese además de los biólogos, a los abogados, artistas, historiadores, así como al público en general, no es tarea nada fácil. Por lo cual es necesario presentar claramente sus niveles de impacto, tanto positivo como negativo, retratando objetivamente sus diferentes campos de acción.

En tales condiciones, además de la función informativa, formativa, educativa e ideológica, a la divulgación científica le es inherente, una profunda dimensión cultural y valorativa. Por lo demás, calificar qué es y qué no es una nota científica, es trabajo de divulgadores y científicos sobre quienes recae la enorme responsabilidad de ser formadores de una escuela de pensamiento científico que nutre y se nutre de los diferentes espacios del mismo quehacer, a través de una dinámica interactiva permanente.

El periodismo científico nos ayuda a capturar y a familiarizarnos con la ciencia, exigiendo del divulgador una gran diversificación, que lo capacita para hablar hoy de biotecnología vegetal, mañana de transgénicos, SIDA, clonación, ingeniería espacial, investigaciones sobre violencia, paz y convivencia, entre otras.

Además debe ser generador de nuevas noticias, eso implica una vocación investigativa permanente, para no decir lo que otros han dicho sino por el contrario, ser innovativo y creativo, despertando conciencia crítica y una evaluación social estratégica de los resultados de la tecnociencia.

La divulgación tecnocientífica tiene además el deber de informar equilibradamente sobre los logros de la ciencia nacional a la par con los desarrollos de la misma a nivel mundial. De su trabajo depende en gran medida el reconocimiento social de nuestras comunidades científicas.

Así como hablamos de investigación competitiva también es posible hablar de un periodismo científico competitivo, en un momento en que la divulgación de la ciencia gana importantes espacios en otros países. Y para el caso colombiano ayudaría a cambiar la mala imagen que tenemos y la onerosa estigmatización a la cual se nos somete en el exterior.

Es hora de repensar y más que eso, reconstruir nuestra imagen basada en un prototipo de sociedad muy diferente a la real; la de un país con un valioso capital humano disperso por toda su geografía nacional, sobreviviendo en la mayoría de los casos, a un ambiente adverso al desarrollo del conocimiento.

Existe un semillero de investigadores anónimos y otro de divulgadores que con una debida formación en periodismo científico, y en los contenidos de CTS+I, es mucho lo que podrían hacer en el proceso de democratización de la ciencia en nuestro país. Porque ciencia y público, son partes de un todo y en modo alguno representan mundos diferentes, la tarea de la divulgación en tal sentido, es acercar ambos espacios para fortalecer la cultura científica nacional, a través de la formación de una opinión pública favorable al desarrollo de la tecnociencia.

Cuando nuestra sociedad aprenda a pensar científicamente, con seguridad seremos un país con mejor futuro. Aún es mucho el camino por recorrer, en el mismo la educación debe desempeñar una gran labor, tal y como lo están haciendo los estudios de Ciencia, Tecnología, Sociedad e Innovación CTS+I que con el apoyo de Colciencias y de la Organización de Estados Iberoamericanos OEI, se empiezan a desarrollar en el ambiente académico nacional.

La ciencia como institución social, requiere además de una serie de fortalezas científico tecnológicas, de un cuerpo de divulgadores capaz de traducir, popularizar y transmitir los resultados de la misma a la sociedad. Este es el resultado de un largo proceso educativo sobre el valor estratégico del conocimiento en una sociedad emergente, en donde el uso y el abuso de la tecnociencia sean debidamente dimensionados.

Por lo demás es posible afirmar que la ciencia puede tener diferentes lecturas, en correspondencia con la formación del público receptor; para los científicos una, para el periodista y la sociedad otra. No obstante una nota científica no puede estar sujeta al juego de la espontaneidad y mucho menos al de la emotividad. Los elementos de juicio subjetivo deben ser eliminados, pues su efecto nocivo puede contaminar la visión de la ciencia así como la misión de los recursos humanos dedicados a la misma.

La divulgación de la ciencia, ofrece un espacio de reflexión y aprendizaje especialmente valioso para la sociedad y al aproximarse la misma al conocimiento se acerca al desarrollo humano integral. De ahí la importancia de dotar al divulgador de una visión humanista de la tecnociencia, pues de nada le vale conocer una serie de tecnicismos si desconoce el sustrato social bajo el cual se hace la ciencia.

Más allá de la publicación debe existir un agregado valorativo implícito en la formación del divulgador. Por tal razón, enfatizamos en la importancia de la formación humana integral, tan contextualizada como comprometida por parte de los periodistas.

De la misma manera es necesario evitar caer en extremos llegando a considerar al periodista como un “experto” en determinada área investigativa. La celeridad con que transcurre el conocimiento en el mundo contemporáneo es tal, que ni siquiera el mismo científico se considera a sí mismo un experto. La terminología y las categorizaciones son extremadamente delicadas y hay que ser muy cuidadosos con respecto a las mismas.

Sabemos que el divulgador reproduce una realidad, para nuestro caso representada en el panorama de la ciencia y la tecnología, en un contexto crítico de subdesarrollo. De otra parte, el mundo no se encierra en un laboratorio, existe toda una representación contextual, bajo la cual debe ser retratada la imagen de la ciencia y para el caso nuestro, es menester que el divulgador además de manejar los principios éticos y profesionales, conozca la realidad económica, política, social y cultural bajo la cual se “produce” nuestro aporte a la ciencia contemporánea.

Resumiendo, entre la ciencia y la sociedad existe un gran vacío, un espacio que debe ser necesariamente llenado por la educación científica y la apropiación de la misma por parte de nuestra sociedad. Un espacio comunicativo, cuyo discurso aún debemos construir, en el cual la divulgación científica debe entrar a convocar a la sociedad en general alrededor de la urgente necesidad de convertir la ciencia y la tecnología en grandes propósitos nacionales con alto grado de contenido social. De no hacerlo, sobrevendrá un vacío comunicativo que aislará peligrosamente a la ciencia de las fronteras sociales.

Bibliografía

DELLAMEA, Amalia Beatriz; BERNAL, Julio; RIATO, María Cristina. Espacios Imaginarios y representaciones. La divulgación científica y tecnológica en diarios argentinos de cobertura nacional. http://www.campus-oei.org/salactsi/dellamea2.htm

DELLAMEA, Amalia Beatriz. Estrategias de enseñanza y formación de recursos humanos en divulgación. Algunas observaciones críticas. http://www.campus-oei.org/salactsi/dellamea1.htm

DELLAMEA, Amalia Beatriz. La formación de divulgadores y periodistas científicos en la Argentina. http://www.campus-oei.org/salactsi/dellamea3.htm

DELLAMEA, Amalia Beatriz. La formación de divulgadores y democratizadores de la ciencia y la tecnología: Un desafío para los países en desarrollo. http://www.campus-oei.org/salactsi/dellamea5.htm

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Revista Colombia Ciencia y Tecnología Vol. 11. No. 2. Abril – junio 1993.

Revista Colombia Ciencia y Tecnología Vol. 11. No. 4. Octubre – diciembre 1993.

DUQUE SOTO, Álvaro. Muchos “doptores” y poco doctorado. Periódico El Tiempo. Domingo 17 de febrero de 2002. P. 2 – 15.

Cuba. Amanecer del Tercer Milenio. Ciencia, Sociedad y Tecnología. Coordinador. Editor Fidel Castro Díaz – Balart. Editorial Debate. Madrid 2002. P. 180.

MARTÍNEZ, Eduardo y FLÓREZ, Jorge. La popularización de la Ciencia y la Tecnología. Fondo de Cultura Económica. México D.F. 1997.

Notas

(1) Profesora Titulad del Departamento de Humanidades e Idiomas de la Universidad Tecnológica de Pereira. Prereira, Risaralda, Colombia. Miembro de la Cátedra Colombia de CTS+I de la OEI.

(2) Posada Flórez y Nohora Elizabeth Hoyos T. Comentarios inmediatistas? Revista Innovación y Ciencia. Volumen V No. 4. 1996 P. 7. Bogotá, Colombia.

(3) Núñez Jover, Jorge. Filosofía y Estudios Sociales de la Ciencia. En Cuba. Amanecer del tercer milenio. Editorial debate. Madrid 2002. P. 180.

Fuente: http://www.oei.es/historico/salactsi/elsa5.htm

Imagen tomada de: http://www.condistintosacentos.com/wp-content/uploads/2014/07/ciencia-polc3adtica.jpg

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La invisibilidad de los científicos e investigadores jubilados en las sociedades latinoamericanas. Un debate para los estudios CTS+I

Elsa Beatriz Acevedo Pineda

Red de Estudios Virtuales CTS+I. CAEU – OEI

Nuestras sociedades tienen una enorme deuda con los valiosos aportes de sus comunidades científicas e investigativas, muy especialmente con los investigadores jubilados, como fuente inagotable de diversos sabes así como de importantes líneas y escuelas de pensamiento endógeno. Sector sobre el cual lamentablemente se cierne un imperdonable manto de olvido, no obstante haber contribuido los mismos, con enormes aportes tanto cualitativos como cuantitativos para el desarrollo tecnocientífico de cada nacionalidad. Aportes de gran valor para nuestra región y para cada país de manera especial. Por lo tanto es un deber y más que ello una obligación de nuestra sociedad reconocer, valorar y recuperar su peso e importancia en nuestra infraestructura científica y tecnológica nacional.

Uno de los temas más interesantes en el desarrollo del conocimiento en nuestras sociedades, se relaciona con el surgimiento y desarrollo de sus comunidades científicas, sobre las cuales hemos hablado ya en varios artículos anteriores publicados en la Sala de Lectura de la OEI www.oei.es En esta oportunidad vamos a dedicar nuestra atención a un sector de esas comunidades científicas, muy poco valorado y escasamente reconocido; los investigadores jubilados.

Es necesario advertir que el presente tema es novedoso por varias razones; primero porque es poco abordado en los estudios sociales de la ciencia, segundo; porque a los jóvenes investigadores no les interesa mucho teniendo en cuenta que apenas empiezan su carrera académica y científica y tercero; porque a los investigadores mayores ya en edad de jubilación o bien no aceptan la misma o bien esquivan el tema por el temor de un futuro incierto.

De todas formas nos referimos a un valioso grupo humano que durante muchos años dedicó sus mayores esfuerzos a la producción de conocimientos socialmente apropiados, en realidades que en oportunidades no han sido las más favorables al desarrollo del mismo.

Si bien el retiro por razones de jubilación cumple con lo estipulado en cada régimen laboral específico y muchos de nuestros investigadores en edad de jubilación optan por el mismo, también es cierto que bajo las características emergentes propias de nuestra sociedad sus aportes no pueden ni deben perder vigencia, porque una sociedad no puede desperdiciar y menos echar al olvido este inmenso patrimonio de conocimiento y experiencias acumuladas para el desarrollo de una verdadera sociedad del conocimiento.

La verdad el necesario relevo generacional no puede ser sinónimo de borrón y cuenta nueva en materia de producción de conocimientos, porque no podemos estar en cada momento empezando de nuevo y partiendo de cero, máxime en temas tan importantes como lo es la producción tecnocientífica en los países emergentes.

Lamentablemente este es el panorama que se vive en aquellas sociedades con bajo nivel de desarrollo y escaso estímulo y reconocimiento de sus comunidades científicas.

De otra parte si bien es cierto que es imposible obstaculizar el ascenso de las jóvenes generaciones al mercado laboral académico e investigativo, también lo es la necesidad de conservar ese vínculo con los investigadores jubilados, como formadores de nuevas escuelas de pensamiento crítico, en sociedades con un claro rezago en cuanto a la valoración de sus recursos humanos se refiere.

En este estado de cosas observamos dos claras tendencias; la primera representada por la presión que viven los investigadores de mayor edad para que se jubilen, se retiren y dejen el “campo libre” a quienes deben seguirles por edad, por renovación y porque la ley así lo estipula. La segunda porque existe otra tendencia en cabeza de aquellos investigadores que temen por el significado futuro de este retiro (aunque algunos lo hacen gustosamente y se desvinculan por completo), pero por lo general se siente un ambiente de zozobra socio económica, laboral, sicológica, de temor, e inseguridad por falta de vinculación, actividad y apoyo institucional que un retiro implica, además de la falta de reconocimiento y lo que es peor de visibilidad para continuar investigando así sea de medio tiempo y aún por horas.

En verdad nuestros Sistemas Nacionales de Ciencia, Tecnología e Innovación no contemplan estas situaciones de amplias implicaciones humanas y de valoración de la tradición investigativa de las regiones y del país en general.

Estamos seguros que si en nuestras sociedades se hace una convocatoria a los investigadores jubilados que deseen continuar contribuyendo al desarrollo tecnocientífico nacional, la respuesta dejaría asombrados a más de uno.

Surge entonces una pregunta; ¿dónde están, qué hacen esos investigadores? la respuesta es verdaderamente difícil de responder porque no existe una base de datos al respecto y a eso se le suma que cada año salen a retiro por razones de jubilación nuevos investigadores.

Lo que si es cierto es que el país los necesita en muchos frentes por ejemplo; como asesores y tutores científicos, conferencistas, directores de tesis y de proyectos de investigación, formadores de semilleros de investigadores, gestores de ciencia y tecnología, consultores y asesores independientes, así como en la producción de artículos y materiales científicos, o aportando su experiencia a la gestión de conocimiento, proponiendo orientando y asesorando cátedras sobre temas de actualidad, igualmente como evaluadores de artículos de revistas científicas, miembros de comités editoriales, jurados de tesis de pregrado y posgrado, pueden igualmente apadrinar investigadores, orientar Clubes de Ciencia, pertenecer a Comités Científicos de diferentes instituciones y desempeñarse con excelencia en la diplomacia científica, campo aún inexplorado en materia de oportunidades laborales, investigativas, de administración y gestión para las comunidades científicas.

De la misma manera las universidades pueden y deben conformar equipos de asesores y consultores para sus rectorías, consejos académicos y de investigaciones así como en la orientación de programas estratégicos para cada contexto. En otras palabras los investigadores jubilados representan en resumidas cuentas un tesoro para cada país que bien vale valorarse.

La tarea es verdaderamente novedosa se trata nada más ni nada menos que de “reinsertar” al flujo científico nacional y al desarrollo tecnocientífico de manera especial, a este valioso equipo humano y científico dotado de enorme trayectoria y enorme experiencia.

La verdad es que en nuestros países existe muy baja valoración de tan importante recurso humano e investigativo, considerando que el retiro de la vida laboral, significa un corte radical con sus vocaciones investigativas, cuando en realidad muchos de ellos tienen muy arraigado su compromiso social, con el desarrollo y producción de nuevos conocimientos de amplio beneficio para cada uno de nuestros países.

En estas condiciones vale la pena anotar que quienes se quedan en los laboratorios y centros de investigación y aún en la docencia, lo hacen más por iniciativa personal que por políticas institucionales.

También es cierto que no se puede comparar la situación de los científicos e investigadores jubilados que viven en los centros de mayor desarrollo, con la marginalidad de los mismos en las regiones apartadas de cada país, caracterizadas por manifestar menores posibilidades para seguir desarrollando actividades de carácter científico e investigativo.

Todo lo contrario sucede en otras latitudes como por ejemplo en Europa, Estados Unidos y en nuestro ámbito regional en Cuba, en donde no existe límite de edad ni en servicios ni en capacitación para el personal de la ciencia, y los científicos de mayor edad disfrutan de una serie de reconocimientos, respetabilidad y visibilidad así como autoridad para dirigir estrategias en ciencia, tecnología e innovación.

La verdad es que en nuestro medio no existen estrategias institucionales encaminadas a preparar si se permite el término, a quienes se encuentran en las puertas de su retiro laboral, académico, científico e investigativo. Los centros de educación superior hacen cursos de inducción a los jóvenes profesionales que ingresan, pero no tienen estrategias sicosociales que preparen a sus próximos jubilados. Por esta razón muchos insisten en quedarse no obstante sientan un cierto choque generacional frente a las nuevas vinculaciones.

Lamentablemente también hay que reconocer que un sector por suerte minoritario se resiste a salir porque temen perder los privilegios que año tras año les brinda el “turismo académico,” con todos los privilegios que ello implica. Este es un fenómeno que retrasa el necesario relevo generacional que tarde o temprano debe darse al interior de la academia. Sea como sea lo cierto es que nuestras cafeterías universitarias se ven llenas de jubilados que por diferentes razones no pueden romper el cordón umbilical con su Alma Mater.

Situación que representa un cuadro verdaderamente dramático cuando en la realidad a los investigadores y científicos jubilados les queda al terminar su período de vida al interior de la academia aún muchas cosas por hacer” y esta ambivalencia genera una enorme zozobra en este proceso de cerrar una puerta y dejar ir una etapa, precisamente por la falta de posibilidades que brinda el medio externo.

No obstante debemos reconocer que ante los enormes recortes presupuestales para la I+D+i en donde ni siquiera se asignan partidas presupuestales pata las comunidades científicas jóvenes, y sus grupos de investigación existen apenas lógico que existan menos posibilidades para los investigadores jubilados.

Otro aspecto especialmente sensible es el relativo a la baja cultura de respeto y reconocimiento que ellos mismos merecen. Cuando existe la creencia que a los jubilados como ya reciben su pensión no se le paga ningún salario por sus contribuciones, cuando se encuentran ya fuera del medio académico. Y lo que es peor plantean que los jubilados por su categoría y experiencia deben realizar sus actividades en calidad de voluntariado como si se tratara de actividades para la Cruz Roja Internacional!

En consecuencia es lamentablemente penoso tener que reconocer que en nuestra sociedad ni existen presupuestos, ni ofertas laborales para este valiosísimo capital Humano. Como consecuencia de lo anterior, todas las propuestas, aportes, proyectos obedecen a iniciativas personales de los mismos.

Además de lo anterior es necesario establecer una clara diferenciación al interior de los académicos e investigadores en edad de jubilación: A) Quienes además de no aceptar la realidad de su período de retiro, persisten en quedarse en sus puestos laborales aún a sabiendas que con ello impiden el necesario y relevo generacional que debe darse. B) Quienes aceptando el retiro por edad y servicios prestados desean seguir de alguna manera vinculados a las mismas actividades pero de forma externa a través de charlas y conferencias, y algunas horas cátedra; C) Quienes aceptando su retiro se abren a nuevas posibilidades bien sea capacitándose en otras áreas diferentes a las de su desempeño tradicional o liderando procesos novedosos que involucren nuevas áreas de pensamiento. Y D) Quienes desean un retiro definitivo y esperan dedicarse a descansar viviendo y disfrutando a su manera las nuevas experiencias que la vida les ofrece.

En todas estas versiones lo que hay que comprender es que no se trata del último período de la vida académica sino una nueva oportunidad para abrirse a nuevas experiencias, personales e investigativas. De lo que se trata es de empezar a transitar por nuevos caminos con pasos mucho más seguros, gracias a una valiosa experiencia acumulada.

En consecuencia existen numerosas opciones para los científicos e investigadores jubilados, y esta es una tarea que recae en todos y en cada uno de nuestros Sistemas Nacionales de Innovación.

Desde los Estudios de Ciencia, Tecnología y Sociedad hacemos un llamado a insertar esta realidad contextual dentro de nuestras investigaciones, gestiones y divulgaciones científicas.

BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA

Bueno, E. El capital intangible como clave estratégica en la competencia actual. Boletín de Estudios Económicos, 29-38, 1998

Muñoz Luisa Fernanda y Marcela Sánchez Torres. Caracterización de las actividades realizadas por los docentes jubilados en IES propuesta metodológica. Universidad Nacional de Colombia http://Disi.edu.co/ jmsanchezt/unal.edu.co documentos

Fuente del articulo: http://www.oei.es/cienciayuniversidad/spip.php?article4744

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Innovación tecnológica, economía y sociedad: una reflexión necesaria para CTS

Por Elsa Beatriz Acevedo Pineda

Resumen «La innovación es social porque impacta a la sociedad, genéricamente hablando, es decir, satisface necesidades de grupos humanos, soluciona con su participación, problemas que inciden en el mejoramiento de su situación, condición y calidad de vida, o al menos crea las condiciones favorables para el logro de estos propósitos.»
José Lázaro Hernández Gil

Con el fin de implementar una visión integral sobre la tecnociencia, me propongo presentar una reflexión social, acerca de las interacciones entre innovación tecnológica, desarrollo económico y sociedad. Para ello parto de un enfoque humanista, basado en los Estudios Sociales de Ciencia, Tecnología, Sociedad e Innovación CTSI. Pretendo demostrar que la innovación, antes que tecnológica, es social y por lo tanto cultural. Además de que la dimensión CTSI, valora más allá de los aspectos productivos, tangibles y cuantificables, los valores intangibles implícitos en el desarrollo tecnocientífico. Se exige, por lo tanto, un cambio de mentalidad basado en la conciencia crítica, sobre el significado socio cultural del desarrollo tecnológico moderno. Este significado incluye acciones, intenciones, creencias y valores, en un momento en que la innovación representa un tema importante de investigación en las ciencias sociales.

Innovación tecnológica, economía y sociedad: una reflexión necesaria para CTS

Para comenzar, es conveniente recordar que vivimos en una época donde el saber y el poder, conforman una estrecha relación de amplias implicaciones, tanto en las geoestrategias mundiales, como en la magnitud del desarrollo científico moderno, acompañado de innovaciones tecnológicas a gran escala. Lo anterior hace imposible trazar líneas divisorias, entre producción científica e innovaciones tecnológicas. En ese sentido, la tecnociencia aparece como causa y efecto multiplicador de nuevos conocimientos, que moldea la sociedad e impacta sus demandas sociales.

El conocimiento implica a su vez una construcción socio cultural, revestida de características particulares, máxime en las circunstancias predominantes a nivel mundial. Estas circunstancias destacan por la ruptura ética y legal en el manejo del poderío tecnocientífico, en medio de una globalización ampliamente recolonizante, así como de la más compleja e inmoral de las conexiones entre dominación, exterminio masivo y desarrollo tecnológico.

Debemos ser conscientes de los riesgos actuales, derivados de una tecnociencia, que se aplica en los escenarios de la guerra antes que en la construcción de paz, equidad y desarrollo humano sostenido. Y se aplica en momentos en que la tendencia bélica militar, involucra extensas zonas geográficas del planeta, amenazadas por muchos años, bajo el poder destructivo de un aparato científico y tecnológico militar, que ha demostrado no tener límites ni fronteras, y menos conciencia y principios humanistas.

Por otra parte, por razones difíciles de explicar en el marco del presente trabajo, en Colombia no existe aún la suficiente claridad, sobre las relaciones entre innovación tecnológica, competitividad, crecimiento, desarrollo, calidad, excelencia, impacto social, cultural y ambiental.

Posiblemente ello obedece a la falta de comprensión acerca de la esencia de la innovación tecnológica, la que además de factores económicos, comprende elementos de alta complejidad socio cultural. Por esta razón, resulta difícil asimilar su dinámica transversal e interactiva, en un medio en el que la formación en Ciencia, Tecnología, Sociedad e Innovación, adolece de graves deficiencias interdisciplinarias, así como de apoyo institucional.

En este orden de ideas, es usual encontrar visiones tecnocráticas, que subestiman la magnitud de la integración entre Ciencia, Tecnología, Sociedad, Valores, Cultura y Humanismo, centrando su discurso en factores meramente cuantitativos, de implícita pobreza conceptual y contextual. Tal vez sea ésta la razón, de la ausencia de una adecuada comprensión de la conexión entre desarrollo tecnocientífico y exigencias sociales, culturales y ambientales.

Esta situación se presenta cuando las innovaciones tecnológicas no se perciben como productos sociales, que vuelven a la comunidad después de todo el ciclo tecnológico, transformadas y ejerciendo un impacto tan generalizado como diferenciado. Por esta razón resulta desacertado considerar a la sociedad, como «usuaria pasiva» de las mismas, porque es imposible obviar su determinante rol, en su gestación y desarrollo, ya que representar el núcleo de todo el avance tecnocientífico, y pone de nuevo al rojo vivo el eterno debate, sobre el modelo de desarrollo que más conviene, así como el de la clase de ciencia y tecnología apropiadas para nuestros países.

Por este motivo, remarcamos la interacción existente entre procesos tecnológicos y contextos socioculturales. En donde la visión de la sociedad frente a los diferentes cambios tecnológicos, no puede verse como si se tratara de un agente pasivo, frente a su impacto y socialización, así como en lo referente a su creación, difusión y aplicación. Especialmente en la época actual, ante la dimensión de la carrera tecnológica mundial, exige una participación pública, comprometida con respecto al impacto que la misma genera en realidades sociales, tan controvertidas como las de América Latina.

La participación pública relacionada con el rumbo del desarrollo tecnocientífico, es cada vez más relevante, en un momento en que la figura constitucional del referendo, se populariza en nuestros países, como mecanismo de voluntad democrática. No está lejos entonces, el día en que debamos acudir al referendo, para conocer y valorar la opinión de la comunidad, en aspectos tan sensibles como las fumigaciones con glifosato o la compra de más tecnología bélica, en países con tan altos índices de miseria cuyas necesidades básicas aún están lejos de ser satisfechas. Ciencia y tecnología son bienes sociales, y es la misma sociedad la llamada a tener una participación cada vez más activa y comprometida con su desarrollo e impacto generalizado.

Pero una sociedad desinformada y con bajo nivel de formación científica, no está capacitada para realizar un ejercicio democrático en tal sentido. Es necesario entonces fortalecer la educación en CTSI y con ella la alfabetización científica y tecnológica, que tanta falta hace en sociedades caracterizadas por altos índices de marginalidad, indiferencia y falta de compromiso frente a la misma. En otras palabras, el estímulo a la divulgación científica, a través de una dinámica formadora-informadora es de carácter urgente, porque la participación pública, implica que la comunidad juzgue y valore, para lo cual debe estar tan informada como formada.

Ahora bien, que la participación pública sea política o no, es tema de otro debate, pero debe quedar claro que al final de todo el camino, lo que se espera es precisamente una decisión política, sobre el modelo de desarrollo de la ciencia y la tecnología. Curiosamente vemos a futbolistas, actrices, humoristas y reinas de belleza, que participan activamente en los diferentes órganos de poder público, mientras que la representación científica brilla por su ausencia, y son los mismos consultores de excelencia en diferentes temas de interés nacional; como por ejemplo el caso de la construcción de la red vial en Bogotá, del transporte público en la capital del país. Conflicto de amplio matiz político, sobre el tipo de tecnología que se debe aplicar, consideran en primer orden sus altos costos sociales, tema que parece a preocupar muy pocos.

Los conceptos argumentales implícitos en la alfabetización tecnocientífica, cobran marcada dimensión de contexto, especialmente en circunstancias tan críticas como las de Colombia, en donde la lectura del desarrollo científico y tecnológico está muy diferenciada de otras realidades continentales.

Por su parte, en las interacciones entre innovación tecnológica, economía y sociedad, es necesario establecer prioridades, que no pueden ser otras diferentes a las de ubicar a la sociedad en calidad de gestora y receptora del avance científico y tecnológico contemporáneo. En este orden de ideas, en América Latina necesitamos un desarrollo tecnocientífico que en la medida en que fomente el crecimiento, fortalezca la equidad social.

Es importante además, no caer en extremos, al punto de divinizar el papel de las decisiones tecnocráticas, tan de moda en nuestro tiempo, cuyos efectos ya dejan mucho que desear a nivel mundial. Por lo tanto elegir una vía auténtica en materia de decisiones tecnocientíficas para nuestra sociedad, resulta hoy tarea prioritaria que compromete a todos, resaltando la participación de la comunidad en las mismas.

En América Latina, el tema del desarrollo tecnológico endógeno, adquiere amplio matiz ideológico, ello se debe a la profunda crisis estructural, derivada de un modelo fallido de desarrollo, que obliga necesariamente a buscar en la tecnociencia, un valioso apoyo en la consecución de la paz social, como ingrediente fundamental para la construcción de un modelo de desarrollo humanista.

La aceptación social, de las innovaciones tecnológicas, se encuentra a la vez vinculada a sus beneficios, así como a la posibilidad de garantizar un mejora sostenida de la calidad de vida.

Así, el impacto social de las innovaciones tecnológicas, medido sólo en términos de mercado, no deja de ser un tremendo desacierto, especialmente cuando hablamos de nuestra realidad nacional, claro resultado del constante deterioro en los términos de intercambio, que acompaña y «legitima» nuestra participación en la economía mundial.

En tales circunstancias, la dinámica del mercado tecnológico latinoamericano, debe ser necesariamente analizada dentro de sus marcos socio culturales, acompañada de una visión endógena, muy original y con elevado índice de participación pública, garantía de la democracia en sus decisiones.

Porque una innovación tecnológica amarrada a las políticas de mercado, tal y como se concibe en el mundo industrializado, no se puede aplicar «receta en mano» en países como Colombia, donde el peso de la guerra y del subdesarrollo es tan agobiante, como lo son nuestras limitaciones para superar pacíficamente las mismas. Por esta razón debemos dinamizar la enorme capacidad científica y tecnológica nacional pero con un verdadero enfoque humanista.

Tampoco podemos olvidar que las innovaciones van de la mano del desarrollo del conocimiento socialmente apropiado, aspecto en el cual nuestro país tiene una enorme deuda por saldar. No obstante si priorizamos las urgencias sociales, debemos empezar por fomentar nuevos y contextualizados Sistemas Sociales de Innovación, a nivel de cada región, encaminados a fortalecer el Sistema Nacional de Innovación.

De la misma manera, el sector empresarial necesita una profunda endogenización de sus estrategias, en donde las exigencias en materia de innovaciones tecnológicas, a través de las Empresas de Clase Mundial, se basen en modernas prácticas de innovación y gerencia socio ambiental. Para lograrlo es importante trabajar en un intenso proceso de alfabetización en ciencia y tecnología de este sector, teniendo en cuenta que el mismo debe liderar importantes procesos de inserción internacional, para lo cual se debe establecer una alianza estratégica con las comunidades científicas.

De lo anterior se desprende la necesidad de diseñar una estrategia orientada a crear «empresas que aprenden». Estas empresas deben concebirse como agentes vinculados a las demandas sociales, culturales y ambientales de cada región.

En circunstancias tan especiales como las de nuestro país es importante construir un nuevo ideario cultural endógeno, basado en el estilo de competencias que mire de adentro hacia fuera, y reconozca nuestro enorme potencial que tenemos aún sin explorar. Hay que impedir que la sombra de la guerra, nos impacte hasta el punto de olvidar o lo que es peor, de perder la esperanza de construir alternativas sociales viables de desarrollo. Por tal razón, cobra vigencia la propuesta humanista, científica, tecnológica, social, cultural y ambiental de desarrollo.

La capacidad de relacionar las innovaciones tecnológicas, la economía y la sociedad colombiana, depende en gran medida de nuestra capacidad de hacer aportes realmente significativos a la solución de nuestra problemática específica. Ante todo se trata de un conocimiento enfocado hacia la construcción de una nueva sociedad en donde la ciencia y la tecnología sean factores de paz y desarrollo sostenido. Éste es un interesante mecanismo para medir nuestra capacidad endógena de producir, aplicar y exportar conocimiento socialmente conveniente.

Frente a las actuales circunstancias, no podemos esperar a que se consolide un proceso de paz en el país, para luego construir ventajas basadas en el conocimiento, es urgente por lo tanto «desarrollarnos dentro del subdesarrollo», no podemos permitir que la guerra nos llegue a opacar las posibilidades de salir adelante. A los colombianos nos toca seguir luchando, asumiendo nuevos retos y riesgos, basados en nuestra capacidad de construir un modelo diferente, aún en condiciones tan adversas como las actuales. En este sentido las innovaciones tienen un profundo compromiso con el cambio social.

En consecuencia, la interacción innovación, economía y sociedad, va mucho más allá del simple enunciado de una alianza estratégica, que hasta ahora no ha sido ni lo uno ni lo otro. De ahí la importancia de construir un nuevo discurso tecnocientífico de alto agregado social, capaz de garantizar escenarios sostenibles hacia el futuro para Colombia. Un discurso que impregne la política científica del país y se transforme en prácticas regionales de la misma.

En este sentido la educación basada en agregados de Ciencia, Tecnología, Sociedad e Innovación CTSI, adquiere hoy una dimensión especial. La misma enfatiza en la formación humana integral de docentes, investigadores, rectores de colegios y universidades, empresarios, divulgadores científicos, semilleros de investigadores así como en el personal vinculado a las diferentes instituciones y organizaciones científicas, en cuyos altos niveles, se toman decisiones y se trazan las estrategias prospectivas del desarrollo científico y tecnológico del futuro.

De ahí la importancia de «hacer ciencia y tecnología»con conciencia social, dirigida a un contexto convulsionado variable y vulnerable, con poca capacidad de insertarse en las estrategias de desarrollo mundial. En tal sentido la política científica y el desarrollo de las innovaciones tecnológicas, deben consultar y respetar la diversidad regional, permitiendo y fomentando los aportes de las mismas, en la construcción de un proyecto endógeno de desarrollo, que bien puede servir de ejemplo para otros países con una problemática similar.

Por esta razón, considerar que las investigaciones en Colombia tengan sólo un significado económico, es irracional frente a la dimensión cualitativa del problema, representado en la infinita pobreza de miles de colombianos que sobreviven en los límites de la miseria, presionando de manera creciente la caldera social en que vivimos. Frente a tan graves circunstancias, el conocimiento con alto significado social debe entrar cuanto antes a llenar los espacios que hoy ocupa la guerra. Esto significa que es imposible diseñar un plan de desarrollo sin el concurso de las comunidades científicas regionales.

Por lo tanto la ausencia de una imagen clara de contexto, tanto regional, como nacional y desde luego internacional, representa un grave error para Colombia. En la misma medida, la sublimación de paradigmas ajenos, retomados como única alternativa, representa un error que no nos podemos permitir, ante la magnitud de las decisiones que hay que tomar, con el concurso de una amplia y democrática participación pública.

Porque el espejismo que acompaña los modelos de desarrollo virtual, no sirve para nuestros países, por eso insistimos en la valoración nuestra propia realidad con el fin de proceder estratégicamente, teniendo siempre presente la factibilidad de potenciar las investigaciones científicas y las innovaciones tecnológicas en medio de la crisis económica y social propia de América Latina.

Frente a las circunstancias descritas, necesitamos diagramar una estrategia de desarrollo con equidad social, basada en una serie de presupuestos entre los cuales la ciencia y las innovaciones tecnológicas ocupan lugar importante en la construcción y más que ello en la consolidación de escenarios de paz hacia el futuro. Ciencia y política deben ir de la mano y esto exige una lectura bien diferente de la cotidianidad y de las políticas de ciencia y tecnología hacia el futuro.

Se trata de un aprendizaje social intensivo, que conduce a plantear alternativas viables y a corto plazo para nuestra crisis, porque la salida del subdesarrollo y la guerra nos compromete a todos, teniendo en cuenta que la deuda social de nuestro país ya no da espera.

Finalmente desde los Estudios Sociales de Ciencia, Tecnología e Innovación, consideramos de especial importancia:

  • Plantear que la innovación en primer orden es de carácter sociocultural, que requiere un cambio de mentalidad. Para lo cual proponemos agregar a la competitividad económica, la capacidad de desarrollar competitividad social, en momentos donde las injusticias sociales se convierten en el mayor obstáculo tanto para el crecimiento como para el desarrollo de nuestra sociedad.
  • Por lo anterior, antepongamos las lecturas dominadas a las dominantes sobre nuestra realidad. La llamada es a volver a la visión endógena, tanto en los procesos de teorización como de práctica social, con respecto a la ciencia y la tecnología
  • De la misma manera, una estrategia económica debe consultar las realidades internas antes que las imposiciones externas, así como una verdadera cultura de la innovación, debe priorizar las urgencias sociales del país.
  • Por su parte, el poder competitivo de las naciones no puede limitarse única y exclusivamente a los mecanismos cuantificables. Este poder debe incluir, en primer orden, su capacidad endógena de implementar un verdadero compromiso social de la ciencia, capaz de convertir las alternativas tecnológicas en alternativas sociales, culturales y ambientales sostenidas. Estrategia urgente, en un momento en que los contenidos implícitos en la utilidad social del conocimiento, son llamados a contrarrestar los efectos perversos derivados del desarrollo de la ciencia y la tecnología.
  • En Colombia, la capacidad de inserción internacional, debe ser directamente proporcional a nuestra capacidad de reconciliación interna, de lo contrario seguiremos «caminando firmemente sin rumbo fijo».
  • La paz social implica un proceso de democratización de la ciencia, en él deben participar sus comunidades científicas al lado de los demás actores nacionales. En tal sentido, ciencia y política van de la mano. Nuestro país exige hoy más que nunca un desarrollo científico y tecnológico comprometido con el desarrollo social y la consolidación de un verdadero proceso de paz.
  • Lo anterior exige construir un modelo social de organización tecnocientífica, basado en un estilo endógeno y democrático de creación, innovación, expansión, diversificación, formación, información, divulgación y socialización del conocimiento.
  • Es importante además, construir imágenes acertadas sobre la tecnociencia siempre en correspondencia con el contexto en el que vivimos. La importancia de su desarrollo y su nivel de impacto deben ir de la mano con importantes reformas sociales. De ahí la importancia del periodismo científico, como mecanismo hacia una forma de pedagogía, participación, educación y apropiación social de la ciencia.
  • Un tema clave: la formación en Ciencia, Tecnología, Sociedad e Innovación CTSI, es para TODOS; políticos, empresarios, investigadores, docentes, periodistas, estudiantes, personal de instituciones científicas y tecnológicas, directivos y rectores de colegios universidades, semilleros de investigadores y público en general. Porque la visión CTSI es novedosa entre muchas cosas porque vence la visión lineal y estrecha, (producción, distribución y consumo = bienestar social) enriqueciendo el pensamiento científico mundial con nuevas reflexiones debidamente contextualizadas y profundamente valorativas sobre el impacto de los desarrollos científicos y las innovaciones tecnológicas en nuestra sociedad.
  • Finalmente frente a las actuales circunstancias del país, y ante la incapacidad de un modelo de desarrollo de resolver la magnitud del conflicto nacional, todos debemos ser innovadores frente tal adversidad. Colombia debe ser una sociedad innovadora, original y soberana en los lineamientos de sus estrategias de desarrollo hacia el futuro.
  • En consecuencia la innovación como proceso sostenido de creatividad, puede y debe ser aplicada en todos los espacios de la sociedad.

Elsa Beatriz Acevedo Pineda
Investigadora
Ciencia, Tecnología, Sociedad e
Innovación CTSI
Colombia
elsabeatriza@yahoo.com

Lecturas recomendadas

Cuadernos de Iberoamérica (2001). «Ciencia, Tecnología y Sociedad: una aproximación conceptual«. OEI, pp. 79-109.

Campanario, M. de A. (2002) «Tecnología, Innovación y Sociedad«. En www.campus-oei.org/salactsi

Chaparro, F. (1998) Conocimiento, innovación y construcción de sociedad. Una agenda para el siglo XXI. Bogotá 1998. TM editores

«Declaración de Santo Domingo» (1999).

«Materiales para la educación CTS» (2001) Grupo Argo. Asturias 2001

Sanmartín, J. (1990), «Tecnología y futuro humano», Barcelona, 1990 Anthropos.

Sanmartín, J. (1992) «Estudios sobre sociedad y tecnología», Barcelona1992 Anthropos.

Fuente: http://www.oei.es/salactsi/elsa7.htm

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Conocimiento científico y yoga

Elsa Beatriz Acevedo Pineda.

El presente artículo pretende despertar numerosas inquietudes, empezando por su nombre; al hacer alusión a dos conocimientos para muchos diametralmente opuestos, cuando en realidad ambos reflejan saberes y cosmovisiones absolutamente complementarios.

La historia del conocimiento inmerso en la filosofía y práctica del Yoga se encuentra profundamente enraizada en la historia del desarrollo de la humanidad y corresponde a una serie de disciplinas como la filosofía, la historia de las culturas, la sicología oriental, especialmente valiosas las que transmitidas de generación en generación forman parte del patrimonio cognitivo de la humanidad en diferentes etapas de su desarrollo.

Por su parte la ciencia y sus derivados tangibles e intangibles plasmados en conocimientos, leyes, investigaciones, experimentos, teorías, comprobaciones y resultados, así como las densas argumentaciones que la sustentan, tradicionalmente ha sido muy esquiva a este tipo de saberes, que se producen no en un laboratorio o Centro de Investigación y Desarrollo, sino que brotan de la conciencia misma de las generaciones más antiguas de nuestro proyecto de civilización.

El Yoga como escuela de vida, salud, práctica y pensamiento ha permanecido allí de forma milenaria, aparte de cualquier tipo de secreto tecnocientífico protegido por patentes, se trata de un patrimonio libre, abierto, fácilmente apropiable por todos y para todos.

El Yoga como disciplina no inventa, no descubre, no genera revoluciones científicas, no es selectivo en sus contenidos, prácticas y filosofías, por el contrario está allí esperando sea apropiado por las mentes inquietas que buscan profundizar en el verdadero sentido de la vida y del bienestar integral.

El ser humano vive en una búsqueda permanente de sustitutos materiales a los vacíos de una vida, basada en la falsa satisfacción de necesidades cada vez más insatisfechas. En esta búsqueda se olvida de su propio ser de su estabilidad, salud física, mental, espiritual, y lo que es peor del control de sus emociones cuya falta de manejo produce cualquier cantidad de desequilibrios en su salud física y mental.

Como es lógico la práctica científica no escapa a estos desequilibrios por el contrario la celeridad de su desarrollo, se convierte en una gigantesca bola de nieve que arrastra a científicos e investigadores a rebasar sus propios límites del estrés producto de una competitividad acelerada en todos los campos, especialmente entre los seres humanos artífices de tan enorme potencial científico y tecnológico propio de nuestra modernidad.

En estas condiciones el verdadero ser y la profundidad de sus anhelos internos, son minimizados por un torbellino de factores que terminan por pasar su “cuenta de cobro” a los trabajadores de la ciencia. Pero estos son temas de los cuales no se habla y no forman parte de la socialización que acompaña a la producción científica, tampoco se cuantifican en los estudios sobre productividad científica, por lo tanto no existen para numerosas personas del ámbito científico.

Además el campo de la ciencia está inundado por todo tipo de mediciones; bibliométricas, cienciométricas, evaluaciones de rendimiento, competitividad, de capacidad de producir resultados en el menor tiempo posible, así como pertenencia a redes nacionales e internacionales, publicaciones indexadas, asistencia a eventos científicos, conferencias, congresos, seminarios y todo lo que conduzca a la elevación de su categoría en el campo científico e investigativo así como a ganar y mantener a toda costa de su visibilidad.

La otra parte aquella correspondiente a su mundo y paz interior nunca se tiene en cuenta como identidad y propósito de las instituciones dedicadas a la ciencia ya a las innovaciones tecnológicas. Lamentablemente este aspecto tan valioso y sutil jamás se considera como variable sustancial en los procesos de producción de conocimientos.

En estas circunstancias quien desee superar este arcaico panorama desintegrador del mundo interior del ser humano, debe emprender este camino por sí solo, por su propia cuenta y en la mayoría de los casos en absoluto silencio.

Por tal razón; numerosos académicos, científicos, e investigadores buscan cada día más, encontrar nuevos espacios vivenciales que garanticen su bienestar humano de manera integral mediante el acercamiento a nuevas y mejores formas de pensar y vivir. La idea es sobrevivir a esos paradigmas estrechos producto de un alto grado de desconocimiento del ser y su infinita riqueza y potencial interior.

Este paso que podría caracterizarse como una ruptura de paradigmas, representa todo lo contrario, por tratarse de un valioso instrumento de ayuda y apoyo, además de significar una carta de navegación hacia el equilibrio, la salud, física, mental, emocional y espiritual, lo que en nada se contrapone a la capacidad de productividad en el campo científico y si eleva la misma bajo nuevos parámetros teóricos, filosóficos, culturales, psicológicos, y desde luego en lo que respecta a la salud y el equilibrio mente –cuerpo de manera sostenida.

Lamentablemente convivir y mucho más que ello coexistir en un medio signado por la competitividad, así como los índices de productividad y las bonificaciones económicas derivadas de las mismas, produce graves desequilibrios y rompe con la armonía de una vida sana, en paz, saludable y verdaderamente feliz.

Si nuestros trabajadores de la ciencia tuvieran la posibilidad de incursionar en las innumerables técnicas que ofrecen disciplinas milenarias como el Yoga, no solo elevarían sus niveles de producción científica y tecnológica, sino que se convertirían en protagonistas de su propia vida e influenciarían de manera muy positiva en las futuras generaciones.

Porque el Yoga actúa en los planos físico, mental, emocional, psíquico y espiritual a través de sus diferentes escuelas, modelos, estilos y disciplinas, conduciendo como resultado de su práctica y estilo de vida a lo que bien podríamos denominar como una creciente sanación integral.

El vivir en armonía en un mundo carente de la misma indudablemente garantiza una gran fortaleza, que inevitablemente se traduce en ventaja comparativa, para quienes deciden romper paradigmas dañinos y estresantes. Y así como sana, equilibra y tonifica el cuerpo también impacta favorablemente el infinito potencial de nuestro mundo intangible a través de la mente.

Elementos tan sencillos como una respiración en calma hacen posible lo aparentemente imposible, debido a nuestra estructura mental heredada de falsas convicciones que cultivamos y fortalecemos en el transcurso de la vida. Por esta razón cuando ante una situación laboral cargada de estrés se practica la misma, acompañada de la autoexploración serena y calmada, nuestra respuesta al entorno cambia radicalmente convirtiéndonos en personas más asertivas, propositivas marcando gran diferencia con un entorno absolutamente desequilibrante.

Y si a esta respiración consciente le agregamos movimientos relajantes tan solo durante unos minutos, el mundo sería mucho más amable y nosotros más equilibrados, sanos, felices y productivos en cualquier área.

Pero aplacar la mente cuando cabalga despavorida y sin rumbo fijo, no es tarea fácil, por eso es necesario aquietarla, serenarla, apaciguarla para que camine serenamente por los senderos de la paz y la armonía, que tanta falta le hacen a la humanidad. Porque si la mente está en calma, la respiración, los pensamientos, emociones y acciones también lo estarán y por supuesto las decisiones que se tomen serán las convenientes y acertadas.

Todos somos parte de la energía universal pero jamás nos educaron para serlo y mucho menos para entenderlo, apropiarlo y practicarlo. Somos hijos del temor, las inseguridades, las angustias de diferente tipo, de los miedos irracionales, porque nacimos y crecimos en ambientes que los alimentan y día a día los fortalecen, haciendo del ser humano un cúmulo de temores, personales, familiares, escolares, laborales, afectivos e interpersonales, alimentando y multiplicando la toxicidad implícita en los mismos.

En un ambiente tan profundamente tóxico es natural que lo que hemos venido exponiendo desde la teoría y la práctica, resulte fuera de foco o poco trascendente, pero casualmente allí es donde descansa el meollo de muchas crisis generacionales de nuestro proyecto humanista. Para no ir más lejos el eterno dilema de la guerra y la paz, de la armonía y la desarmonía, de la salud, la enfermedad, la vida y la muerte.

Si reconocemos que la vida es un flujo constante que nos lleva, nos trae y nos enfrenta a numerosos retos y dilemas, nadie dudaría ni siquiera por un minuto en reconocer que si empezamos por transformarnos a nosotros mismos, estaremos transformando también a nuestro contexto generalizado. Porque el futuro del mundo también es nuestra tarea y de las generaciones que nos siguen, de ahí la importancia de una verdadera formación humana integral, pero, ¿cómo lograrlo? La respuesta es clave y sencilla; conectándonos con nosotros mismos para poder desde allí conectarnos con el mundo exterior de manera verdaderamente constructiva y equilibrada.

En consecuencia hay que aprender a vivir y vivir para aprender, aprender a crecer y crecer para poder vivir plenamente, desarrollando conductas constructivas y positivas, viviendo plenamente en un permanente autodescubrimiento, fomentando una visión profunda y proyectando aún en las circunstancias más adversas la paz interior como parte de la paz universal. Y en este largo viaje el Yoga la meditación y las técnicas afines son maestros y guías por este camino lleno de complejidades de la vida cotidiana.

Cuando enfocamos el yoga como filosofía de vida desde el campo de los estudios de ciencia y sociedad, no estamos hablando de campos antagónicos, opuestos y ajenos el uno del otro, todo lo contrario nuestro enfoque humanista basado en la investigación y experiencia en ambos, nos permite reconocer en los mismos realidades complementarias en proceso de crecimiento, fortalecimiento y retroalimentación mutua. Porque el conocimiento es ilimitado nosotros somos los que nos empeñamos en ponerle límites irracionales y cambiar este paradigma es tarea de todos a través de una apertura mental sostenida.

La forma, la manera y estrategia de lograr un enfoque integrador entre el conocimiento científico y el yoga como disciplina y patrimonio universal, es posible a través de la educación en todas y cada una de sus etapas. Porque el Yoga así como otras disciplinas, conocimientos y tradiciones orientales se considera como un valioso saber profundo de la vida, por esta razón actualmente tiene tan alta aceptación en las diferentes ramas de las ciencias de la salud, como valioso apoyo alternativo y complementario, recomendada por médicos y psicológicos así como por diferentes terapias tanto tradicionales como alternativas.

Porque el Yoga al permitir el conocimiento de otras conceptualizaciones filosóficas, culturales en materia de salud física y mental, actúa como apoyo al desarrollo de nuestros conocimientos científicos. Y en alguna parte, en algún momento el Yoga se termina cruzando con otras disciplinas del conocimiento universal.

Lo anterior exige una gran apertura mental así como la búsqueda de mejores formas de vida, de equilibro y salud integral en nuestro tiempo. Teniendo en cuenta esta apertura conviene recordar que el Yoga actúa y conduce a profundos efectos liberadores, siendo el primero de ellos lograr su aceptación, apropiación y práctica integral, como producto social del conocimiento y patrimonio de la humanidad.

Por otra parte el ser humano directa o indirectamente en algún momento de su vida, se cruza con el Yoga, bien sea en la salud, la enfermedad, la alegría o el dolor, la vida o la muerte. Porque la vida va mucho más allá de las compensaciones de índole material, y el ser y su forma de ser, están urgidos de un nuevo paradigma de bienestar, salud física, mental, quietud así como la sanación de su cuerpo y sus emociones buscando con ellas fluir al compás de la sinfonía universal del equilibrio.

Y en el caso concreto de la producción de ciencia y tecnología resulta obvio que no escape a esta búsqueda, porque la celeridad de la vida de los trabajadores de la ciencia, le imprime un altísimo estrés lo cual necesariamente se transfiere al funcionamiento de su salud física y mental, sobrevienen entonces las crisis de hipertensión, se elevan los niveles de azúcar, las enfermedades del aparato digestivo, se debilita es sistema inmune y toda unas serie de enfermedades psicosomáticas que afectan sensiblemente su calidad de vida.

En estas condiciones y aunque cueste aceptarlo, quienes practican yoga y disciplinas afines, no sólo adquieren y desarrollan evidentes ventajas comparativas dentro de sus colectivos laborales, sino que se convierten en multiplicadores de las mismas así como ejemplos a seguir en diferentes espacios de su cotidianidad. Son personas relajadas, centradas, serenas, equilibradas con gran serenidad, claridad y aptos para tomar las decisiones más acertadas aún en los momentos más críticos. Traduciendo las mismas en un nuevo perfil de liderazgo sostenido muy inusual por cierto en un sistema que produce y reproduce todo lo contrario.

Además de lo anterior es importante tener en cuenta que la ampliación de estos horizontes mentales toca todos los campos de la ciencia y de manera especial a la divulgación científica, ante la cual se abre el enorme reto de incursionar en campos que aunque parecían ajenos, son complementarios como saberes milenarios, la idea se concentra en la socialización y apropiación de los mismos desde la óptica científica, porque el yoga y otras disciplinas afines también han entregado a la humanidad valiosos conocimientos.

Esta sería una novedosa forma de innovación que sacaría al conocimiento científico de los estrechos marcos que siempre lo han caracterizado, y de manera muy especial a la innovación como producto social, elevando la misma del marco productivo, al psicosocial con sus múltiples aplicaciones, beneficios, enseñanzas y experiencias.

De esta manera la divulgación científica no solo propiciaría un interesante diálogo intercultural de saberes, formas de vida y de interpretación del mundo tangible e intangible, sino que realizaría una acción comunicativa y de apropiación profundamente transformadora.

Un proceso en tal sentido terminaría por aislar cuando no a anular falsos conceptos, dañinas dicotomías, cerrando abismos cognitivos que poco a poco pierden su razón de ser, lo cual implica intensificar investigaciones que conduzcan a nuevas formas de apropiación del inmenso aporte y valor de culturas milenarias al beneficio de la humanidad.

Para nadie es un secreto que negar los mismos ha sido una actitud arrogante y estrecha, romperla implica profundos cambios en las formas de pensar, analizar, estudiar y valorar todo este enorme bagaje de disciplinas milenaria que tantos beneficios han aportando al desarrollo de la humanidad. En este sentido vale la pena preguntarse si alguien se atrevería a incluir en las agendas de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación así como en sus actividades y eventos una conferencia sobre las aplicaciones científicas del Mindfulness del Yoga, o de los principios del Ayurveda en la producción científica?

En consecuencia, necesitamos ampliar las fronteras de la ciencia de su producción, desarrollo, aplicación, apropiación, socialización, y democratización, a través de nuevas formas de diálogo, reconocimiento y valoración de saberes, bajo nuevas cosmovisiones que indiscutiblemente exigen una gran apertura hacia el inmenso espacio del conocimiento universal.

Fuente: http://www.oei.es/cienciayuniversidad/spip.php?article6759

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