Intelectuales indígenas del siglo XVI

Por: Federico Navarrete

Es casi un lugar común afirmar que cada nación, o al menos cada ideología nacionalista, necesita sus creadores intelectuales: los escritores, historiadores y filósofos que definen la identidad nacional y le inventan un pasado. Aunque la palestra de los progenitores del nacionalismo mexicano está ya sobrepoblada, rara vez se incluye en ella a unos personajes clave, a los que la nación mexicana debe su identificación con el pasado indígena, un sentimiento que nos ha dado símbolos nacionales, espectaculares museos e incontables atractivos turísticos. Estos son los intelectuales nahuas del siglo XVI y XVII, verdaderos cosmopolitas capaces de escribir en náhuatl, español o latín, y que conocían a fondo la cultura indígena, la española y la clásica. Como descendientes de los gobernantes prehispánicos de México, Tetzcoco, Chalco y Cuauhtitlan, buscaron conservar sus privilegios bajo el régimen colonial español por medio de la cooperación con los nuevos dominadores. Fueron educados esmeradamente por los grandes maestros de las órdenes religiosas, que querían convertirlos en un clero indígena encargado directamente de la cristianización de sus congéneres. En escuelas como el convento de Santiago Tlatelolco se les enseñó teología y los principales elementos de la tradición intelectual clásica, a la vez que se aprovechó su conocimiento de las tradiciones indígenas para colaborar en la realización de las grandes obras de los frailes sobre las culturas nativas, como la de Bernardino de Sahagún.
Estos intelectuales sirvieron, pues, de intérpretes de los complejos conceptos religiosos y culturales de sus dos culturas, tanto para predicar el catolicismo entre los indios como para explicar a los frailes las sutilezas de la religión y cosmovisión indígenas. Por ello su posición política y cultural era inevitablemente ambigua. Por un lado, como fieles colaboradores del orden colonial gozaban de importantes privilegios y poderes y, seguramente, eran cristianos sinceros. Por el otro, como orgullosos miembros de la élite indígena defendían el poder de su grupo y, seguramente, compartían muchas de las creencias, prácticas y conocimientos de sus antepasados. Para mantener esta equívoca posición tenían que mantener contentos tanto a sus intolerantes patrones españoles como a sus exigentes y resentidos aliados indígenas.
Fue desde esta contradictoria situación que los intelectuales indígenas coloniales realizaron su gran empresa cultural y política: transcribir y traducir la historia indígena a libros escritos en alfabeto latino y a términos que resultaran comprensibles y aceptables a los españoles y pudieran así servir para consolidar la posición privilegiada de su grupo. Esta labor no sólo implicó transcribir a una nueva forma de escritura los antiguos códices pictográficos y tradiciones orales, supuso también la explicación de los complejos conceptos políticos indígenas, la conversión de sus plurales cronologías a la occidental, así como la cristianización, aunque fuera aparente, de los elementos religiosos y mágicos de las historias. Sin embargo, a la vez, los historiadores nahuas tenían que mantenerse fieles a los contenidos y los valores esenciales de la historia prehispánica para que ésta siguiera siendo fuente de identificación y orgullo para ellos y sus compatriotas.
Sus obras históricas son producto, pues, de un doble diálogo entre la cultura española y la indígena, y se dirigen a un doble público. A través de ellas podemos conocer la historia de los pueblos prehispánicos y mucho de sus valores políticos y culturales, pero no sólo eso. En su afán de hacer atractiva, a ojos cristianos y propios, la vida y la cultura de sus antepasados, los historiadores indígenas produjeron mitos y símbolos perdurables: la narración de la historia de la peregrinación mexica como una gesta heroica equiparable al éxodo del pueblo judío; el ensalzamiento de la fiereza militar de los aztecas y de su trágico fin; la concepción de la gran Tenochtitlan como centro cósmico y político de la tierra; la figura de los reyes sabios y poetas como Nezahualcóyotl, y la idea de que aborrecían secretamente los sacrificios humanos y habían ya atisbado el monoteísmo.
Estos mitos debían servir para definir y defender la identidad de las élites indígenas, pero la paradoja más amarga de esta paradójica empresa fue que este grupo perdió su importancia en la sociedad novohispana muy poco tiempo después, de manera que los descendientes de estos brillantes intelectuales no pudieron aprovechar su labor.
Los que se apropiaron de los poderosos símbolos identitarios que construyeron fueron los criollos que fundaron con ellos una nación que habría de llamarse con un nombre indígena y concebirse como heredera exclusiva de su pasado prehispánico a la vez que marginaba y agredía a los pueblos indígenas que vivían en su territorio. –

Fuente: http://www.letraslibres.com/mexico/intelectuales-indigenas-del-siglo-xvi

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‘El racismo en México se suma a otras formas de desigualdad’: Federico Navarrete

México/10 de Julio de 2016/Aristeguinoticias

Por: Federico Navarrete

El historiador y académico, asegura que contrario a lo que creemos, en nuestro país predomina la intolerancia.

El racismo impera en México. Es un hecho cotidiano que cobra forma lo mismo en una charla privada que en anuncios de tintes aspiracionales o en políticas públicas excluyentes. Desafortunadamente, una gran parte de la población es indiferente ante el fenómeno. Así lo advierte el académico Federico Navarrete en México Racista (Grijalbo). A partir de episodios como los de la masacre de maestros normalistas o de asesinatos a indígenas, o incluso del discurso predominante en los medios de comunicación, las rutas de la discriminación en la sociedad mexicana.

Usted plantea que varios de los problemas que vivimos como país tienen su origen en un arraigado racismo.

Los mexicanos nos hemos creído la fábula de que no somos racistas. Sin embargo no es así, incluso el racismo se ha recrudecido en los últimos años. Los medios de comunicación, la violencia y desigualdad lo han incrementado.

¿Cómo se relaciona con los problemas actuales de violencia?

El libro es una reacción ante la inaceptable situación de violencia y de violación de los derechos humanos en la sociedad mexicana. No hemos valorado al racismo en su dimensión apropiada. En México no se agrede o asesina a la gente por su color de piel, pero sí crea una situación de invisibilidad de la mayoría de la población. No forman parte de la discusión pública ni tienen espacio en los medios de comunicación. A la gente más morena y con aspecto indígena se le asocia con pobreza, retraso, se les atribuyen rasgos negativos o se les ve como revoltosos. El primero en demostrar esto una y otra vez es el propio gobierno, sin embargo como sociedad hemos sido inaceptablemente indiferentes.

Ante muertes de indígenas, campesinos, migrantes.

Sí. Nos hemos acostumbrado a la pobreza. Un importante número de mexicanos está en situación de calle. Recordemos que hace tres años en Guadalajara, un automovilista descubrió a una niña rubia pidiendo limosna, se hizo una tormenta en las redes sociales y se aseguraba que había sido secuestrada. Una persona blanca pidiendo limosna nos parece inaceptable; en cambio, si lo hacen millones de personas de piel oscura ya no nos importa.

¿A qué le atribuye que no hemos superado este tipo de lastres?

Nos gusta presumir de receptivos y tolerantes pero creo que la sociedad mexicana debe asumir su verdadera faz. Discriminamos a las mujeres, a las minorías sexuales, a quienes no son católicos, a quienes hablan lenguas indígenas; se discrimina a diestra y siniestra. Vivimos en una sociedad cada vez más fragmentada, brutalmente desigual en la que el gobierno no siente el menor compromiso con el bienestar de la población ni tampoco con su seguridad física. Los medios de comunicación ejercen un racismo absoluto, excluyen completamente de sus pantallas y de la publicidad a 80% de los mexicanos.

 ¿Podríamos apuntar que esto impacta en un racismo sistemático?

El racismo en México se suma a las otras formas de desigualdad. Es difícil saber si la exclusión de educación de calidad o la falta de servicios públicos son producto del racismo. La discriminación de clase se mezcla con la ausencia de democracia y de derechos humanos. La suma de todo ello genera un coctel más nocivo. Los estudios sociológicos recientes demuestran que en México, de manera casi casi sistemática, aunque no absoluta, la gente con color de piel oscura es más pobre, tiene menos educación, peores trabajos y vive en situaciones de mayor precariedad que la gente con piel más blanca. Ahí tenemos mecanismos sociales que radicalizan a la sociedad.

Aquí podemos hablar de una corresponsabilidad entre el gobierno y la sociedad.

El gobierno mexicano es profunda y absolutamente negligente en el cumplimiento de sus obligaciones más elementales. No ofrece educación, sistemas de salud, seguridad y servicios públicos de calidad. Como sociedad debemos tomar conciencia de lo que nosotros hacemos. Si el racismo es tan insidioso es porque empieza en casa, en las escuelas y las fiestas. La vida privada se extiende a la vida pública. Estudios demuestran que la gente piensa automáticamente que una persona con tez blanca es más rica, honesta y respetable que una persona con tez oscura. En el discurso que se ha construido contra la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación abundan elementos racistas. Se les vitupera por una serie de estereotipos: se les señala de primitivos, revoltosos, flojos e ignorantes, sin tomar en cuenta sus realidades culturales y sociales. Si queremos superarlo primero necesitamos reconocer el racismo y después combatirlo.

¿Por qué los medios también no han tomado la iniciativa de combatirlo?

Llevo años preguntándoles a los publicistas por qué excluyen sistemáticamente a personas que tienen el tipo físico de 90% de la población de México. Hasta ahora no he tenido una respuesta clara. ¿Es simplemente porque son racistas, pura y llanamente consideran que los morenos son feos? Algunos en verdad lo creen. ¿O es que tienen estudios que demuestran que la gente morena de México no quiere comprar los productos que compran sus similares? Las televisoras privadas son brutalmente racistas, a pesar de que la concesión es pública hacen lo que quieren y carecen del menor sentido de responsabilidad social. Es decir, son racistas porque pueden y porque nadie les ha dicho que no lo sean. En el fondo piensan que por ser blancos, son más bonitos y mejores que la gente morena.

En términos globales pare reforzarse una tendencia racista. La vemos con Donald Trump, los últimos eventos en Estados Unidos, el Brexit, el renacimiento de los nacionalismos en Europa y la aversión a los migrantes.

El racismo siempre ha sido un fenómeno global. Los movimientos migratorios han provocado su recrudecimiento en las últimas décadas. Los mexicanos deberíamos de ocuparnos en no ser parte de esta nueva oleada. Es verdad que el racismo mexicano es menos violento que el estadounidense. Aquí no ha habido Ku Klux Klan, ni tampoco se lincha a personas por su color de piel; pero en cambio, aquí una élite margina al 90% de la población, en ese sentido nos parecemos más a Sudáfrica, donde la población blanca, el 10% del total de los habitantes, excluyó durante todo el siglo XX a los negros del poder y de la democracia.

Fuente: http://aristeguinoticias.com/1007/lomasdestacado/el-racismo-en-mexico-se-suma-a-otras-formas-de-desigualdad-federico-navarrete/

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