Ya estamos en una gran depresión en Estados Unidos

Por: Jeffrey D. Sachs, profesor y director del Centro para el Desarrollo Sostenible de la Universidad de Columbia. 

 En lugar de una imaginaria “compensación” entre la reactivación de la economía y la protección de la salud, las políticas del presidente Donald Trump están causando una gran depresión y decenas de miles de muertes al mismo tiempo. Esto se debe a que no existe una compensación entre economía y salud, excepto en la fantasía de Trump. A menos que las personas confíen en su seguridad en medio de la pandemia, no regresarán a la vida normal. Al permitir una reapertura prematura, lo que asegura que la epidemia se desatará, es muy probable que Trump haya condenado a Estados Unidos al colapso económico.

El fantasista promueve el pensamiento mágico, y tal vez incluso lo cree él mismo. Trump dijo que el virus no era una amenaza. Dijo que desaparecería en abril. Dijo que estaba completamente bajo control. Dijo en marzo que teníamos todas las pruebas que necesitábamos.

La epidemia es controlable cuando el Gobierno es serio. Australia, China, Japón, Corea del Sur, Nueva Zelandia y Taiwán, entre otros, han mantenido las muertes por debajo de 10 por millón de habitantes, en comparación con 271 por millón en Estados Unidos. Esos otros países implementaron políticas de salud pública a escala nacional; Estados Unidos no lo hizo.

Con las muertes de covid-19 en EE.UU. en los 90.000, y casi seguramente más altas con base en una comparación de muertes este año y el año pasado, Trump ahora trata de desacreditar el recuento de muertes. En el mundo de fantasía de Trump, no hay muertes si no se denuncian.

Las maniobras de Trump tampoco salvarán la economía, que está en caída libre. Los estados pueden abrir ahora y así propagar más enfermedades y muertes. Pero nuevamente, la fantasía económica no reemplazará la realidad. Los consumidores no comenzarán a comprar de repente. Los constructores no construirán edificios repentinamente cuando tantos estén vacíos o subutilizados. Algunos de los seguidores de Trump pueden dirigirse a lugares abarrotados, y si es así, muchos contraerán el virus, pero la mayoría de los estadounidenses no lo harán.

Del récord de 20,5 millones de empleos perdidos en abril, la mayoría no volverá pronto, ya sea que los estados declaren o no abiertas sus economías. La propagación continua del virus en sí mismo bloqueará cualquier recuperación rápida significativa. También lo harán los cambios estructurales profundos que causarán que una proporción significativa, aunque desconocida, de las pérdidas de empleo actuales sea permanente.

Estos son algunos de los trabajos que no están regresando: el comercio electrónico desplazará muchos trabajos minoristas tradicionales. Grandes cadenas minoristas ahora están en bancarrota semana tras semana. El resultado es que muchos empleos minoristas, una disminución de 2,1 millones en comparación con marzo y abril de 2020, probablemente no volverán. Los empleos creados como resultado de las compras en línea no serán iguales a los perdidos en las tiendas físicas.

Muchas empresas comerciales reorganizarán sus flujos de trabajo para permitir mucho más trabajo desde casa, y esto dejará los complejos de oficinas escasamente poblados. Muchas compañías reducirán su espacio, lo que significa que las nuevas construcciones comerciales seguirán deprimidas en los próximos años.

La nueva perforación de petróleo y gas se ha derrumbado y no se recuperará a niveles pasados debido al exceso a largo plazo en los mercados mundiales de petróleo y el colapso en los precios del petróleo y el gas. Los viajes y el turismo seguirán debilitados mientras la epidemia no esté controlada, manteniendo bajos los números de empleo en alojamiento, restaurantes, ocio y entretenimiento.

La idea restante de Trump es obligar a las empresas a regresar de China y reconstruir sus cadenas de suministro en sus hogares. Esta es otra fantasía más. Al intensificar los ataques a China, incluyendo nuevas medidas para aislar a las empresas chinas de la tecnología de semiconductores estadounidense, Trump aplastará las perspectivas de crecimiento de gran parte de la industria de alta tecnología de Estados Unidos, cuyo negocio incluye mercados internacionales, incluida la vasta población de China. Las medidas de Trump invitarán a represalias chinas y acelerarán el día en que China compita con EE.UU. en varias dimensiones de fabricación y diseño de semiconductores, como chips especializados para inteligencia artificial y 5G.

Un área obvia de represalia será que China compre aviones de Airbus en lugar de Boeing. Incluso antes de la pandemia, Boeing estaba en una crisis muy profunda debido a su flagrante mala gestión del 737 Max. El fracaso de Trump para contener la epidemia y sus intensificados ataques contra China profundizarán los problemas de Boeing. Las acciones de Boeing cayeron un 2% el 15 de mayo, el día después de que las nuevas medidas contra China de Trump, y las acciones de Boeing cayeran más de un 70% desde el pico del 1 de marzo de 2019.

Trump tratará de salvar compañías moribundas, sin duda incluyendo su propio negocio familiar. Intentará salvar el sector del petróleo y gas, aunque ningún banco lo tocará. Apoyará a las empresas fallidas de amigos, compinches y contribuyentes de campaña. Él mentirá, tratará de ocultar datos, culpará a otros y producirá un desastre cada vez más profundo.

Pero hay tres pasos verdaderos para salir de la nueva gran depresión.

Primero, y con la mayor urgencia, debemos poner fin a la epidemia a través de las medidas de salud pública (pruebas, rastreo y cuarentena) que Trump ha descuidado constantemente.

En segundo lugar, debemos trabajar con otros países, incluida China, para detener la epidemia en todo el mundo para que el comercio y los viajes puedan reanudarse de manera segura, y para que los millones de empleos que dependen del comercio, el transporte y el turismo se restauren, al menos en parte.

En tercer lugar, debemos construir nuevos sectores industriales y de servicios, no apuntalar los antiguos y moribundos. La recuperación no se logrará a través del fracking de petróleo y gas, sino a través de un boom de compañías estadounidenses que producen paneles solares, turbinas eólicas, baterías avanzadas, vehículos eléctricos avanzados y el hardware y software de redes inteligentes; combinado con un auge de la industria de servicios basado en nuevos modelos de atención médica, educación y trabajo de oficina de bajo costo, que combina la prestación de servicios en línea y en persona.

Al ser inteligentes y justos, podríamos esperar nuevas industrias de alta tecnología, más tiempo libre compartido, viajes más cortos, cielos más limpios, acceso universal a servicios de salud asequibles y educación superior y un salario garantizado para todos los trabajadores.

Para todo esto, necesitamos una nueva administración y Congreso y un nuevo enfoque para nuestra nación. Hasta entonces, el mundo de fantasía de Trump es nuestra pesadilla. Aguantar. Se acerca un nuevo amanecer.

Fuente del artículo: https://cnnespanol.cnn.com/2020/05/19/opinion-ya-estamos-en-una-gran-depresion/

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El Banco Mundial tiene que volver a su misión

Por: Jeffrey D. Sachs

El Banco Mundial declara que su misión es acabar con la extrema pobreza dentro de una generación e impulsar la prosperidad en común. Son metas acordadas universalmente como parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS), pero carece de una estrategia de ODS y está volviéndose a Wall Street para complacer a sus maestros políticos en Washington. El presidente del Banco, Jim Yong Kim, debería encontrar una mejor manera de avanzar, y puede hacerlo reexaminando uno de sus propios grandes éxitos.

Kim y yo colaboramos estrechamente de 2000 a 2005 para aumentar la escala de la respuesta mundial a la epidemia de sida. Partners in Health, la NGO que encabezó con su colega Paul Farmer de la Universidad de Harvard, había usado antiretrovirrales (ARV) para tratar a cerca de mil residentes de las áreas rurales empobrecidas de Haití, ayudándoles a recuperar la salud y la esperanza.

Hace 18 años les señalé a Kim y Farmer que su éxito en Haití se podría ampliar para llegar a millones de personas a bajo coste y con muy altos beneficios sociales. Les recomendé un nuevo mecanismo de financiamiento multilateral para combatir el sida, un fondo global, así como una nueva iniciativa de financiamiento por parte de los Estados Unidos.

A principios de 2001, el secretario general de la ONU, Kofi Annan, lanzó el Fondo Global para la Lucha contra el sida, la Tuberculosis y la Malaria, y en 2003 el presidente estadounidense George W. Bush lanzó el programa PEPFAR. La Organización Mundial de la Salud, encabezada por su director general Gro Harlem Brundtland, reclutó a Kim para liderar la iniciativa de aumento de escala de la OMS. Kim hizo un trabajo fantástico y sus esfuerzos sentaron la base para tratar a millones de personas con antirretrovirales, salvando vidas, subsistencias y familias.

Hay cuatro lecciones que podemos aprender de este gran éxito.

Primera, el sector privado fue un socio importante, al ofrecer medicamentos protegidos con patentes al coste de producción. Las farmacéuticas renunciaron a hacer utilidades en los países más pobres por decencia y la conservación de sus reputaciones. Reconocían que los derechos de patentes, si se los ejercía en exceso, serían una condena a muerte para millones de pobres.

Segunda, fue un esfuerzo apoyado por filántropos privados que inspiraron a otros a contribuir también. La Fundación Bill y Melinda Gates respaldaron el Fondo Global, la OMS y la Comisión sobre Macroeconomía y Salud, que dirigí para la OMS en 2000 y 2001 (y que hizo una campaña exitosa para aumentar el financiamiento de los donantes de la lucha contra el sida y otras
enfermedades mortales).

Tercera, los fondos para luchar contra el sida adoptaron la forma de ayudas directas, no préstamos de Wall Street. El combate del sida en los países pobres no se veía como una inversión que generara ingresos ni necesitara complicados mecanismos financieros. Se lo veía como un bien público vital que requería que los filántropos y países de altos ingresos financiaran tratamientos que salvaran las vidas de los pobres y aquellos en trance de morir.

Cuarta, especialistas capacitados en salud pública impulsaron todo el esfuerzo, inspirados en Kim y Farmer como modelos de profesionalidad y rectitud. El Fondo Global no llena los bolsillos de ministros corruptos ni negocia fondos a cambio de concesiones petroleras o contratos de armas. El Fondo Global aplica estándares rigurosos y técnicos de salud pública y hace que los países destinatarios se hagan responsables de prestar los servicios, a través de requisitos de cofinanciamiento y transparencia.

El Banco Mundial tiene que volver a su misión. Los ODS llaman, entre otras cosas, a acabar con la extrema pobreza y el hambre, instituir la cobertura de salud universal, y la educación universal primaria y superior para 2030. Sin embargo, a pesar de mostrar solo avances lentos hacia estos objetivos, el Banco no expresa alarma ni estrategias para ayudar a retomar el camino de los ODS. Por el contrario, en lugar de abrazarlos, el Banco está prácticamente mudo, y se ha escuchado a sus autoridades murmurar negativamente en los corredores del poder.

Tal vez el presidente estadounidense Donald Trump no desea escuchar de las responsabilidades de su gobierno frente a los ODS. Pero es el trabajo de Kim recordarle estas obligaciones a él y al Congreso, y fue un presidente republicano, George W. Bush, quien impulsó la lucha contra el sida de manera creativa y exitosa.

Wall Street puede ayudar a estructurar el financiamiento de proyectos de energías renovables de gran escala, transporte público, carreteras y demás infraestructura que se pueda autofinanciar a través de peajes y tarifas a los usuarios. Una asociación entre el Banco Mundial y Wall Street podría ayudar a asegurar que se trate de proyectos ambientalmente sólidos y justos para las comunidades afectadas. Todo ello sería por el bien de todos.

Sin embargo, tales proyectos, diseñados para obtener utilidades o al menos la recuperación del coste directo, no son siquiera remotamente suficientes para acabar con la pobreza extrema. Los países pobres necesitan donaciones, no préstamos, para necesidades básicas como salud y educación. Kim podría recurrir a su experiencia como el campeón de la salud global que luchó con éxito contra el sida, en lugar de adoptar un esquema que ahogaría en deuda a los países pobres. Necesitamos la voz y los incansables esfuerzos del Banco Mundial para movilizar el financiamiento por donaciones de los ODS.

La atención de salud de los pobres requiere una capacitación sistemática y el despliegue de trabajadores de salud comunitaria, herramientas de diagnóstico, medicamentos y sistemas de información. La educación para los pobres requiere profesores capacitados, aulas seguras y modernas, y conectividad a otras escuelas y a currículos en línea. Estos ODS se pueden lograr, pero solo si existe una estrategia clara, un financiamiento por donaciones y mecanismos de entrega bien definidos. El Banco Mundial debería desarrollar la experiencia necesaria para ayudar a los donantes y los gobiernos destinatarios a hacer que estos programas funcionen. Kim sabe por su propia experiencia cómo hacerlo.

Trump y otros líderes mundiales son responsables en persona de los ODS. Tienen que hacer muchísimo más, así como los superricos, cuyo grado de riqueza no tiene precedentes históricos. Han recibido ronda tras ronda de recortes y exenciones tributarias especiales, créditos fáciles de bancos centrales y ganancias excepcionales de tecnologías que elevan las utilidades al tiempo que reducen los salarios de los trabajadores no capacitados. Incluso con la reciente blandura de los mercados de valores, los primeros 2 mil multimillonarios del mundo amasan unos US$10 billones en riqueza, suficiente como para financiar al completo el esfuerzo necesario para acabar con la extrema pobreza, si los gobiernos también hacen su parte.

Al ir a Wall Street, o Davos, u otros centros de riqueza, el Banco Mundial debería inspirar a los multimillonarios a poner su bullente cartera al servicio de la filantropía personal para apoyar los ODS. Bill Gates lo está haciendo con resultados históricos en el ámbito de la salud pública. ¿Qué multimillonarios encabezarán los ODS relacionados con educación, energías renovables, agua potable e higienización, y agricultura sostenible? Con un plan claro de ODS, el Banco Mundial podría encontrar socios para cumplir su misión central, histórica y vital.

Fuente: https://elperiodico.com.gt/domingo/2018/02/25/el-banco-mundial-tiene-que-volver-a-su-mision/

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Las promesas rotas en ayudas a la educación

Por: Jeffrey Sachs

Con 39.500 millones de dólares al año, todos los niños podrían ir a clase desde preescolar hasta secundaria.

La Alianza Mundial para la Educación (AME), una loable iniciativa que es capaz de promover la educación en 65 países de bajos ingresos, atraviesa por lo que en la jerga de la asistencia para el desarrollo se denomina como una “ronda de reposición”: está pidiendo a los Gobiernos donantes que depositen nuevamente fondos en sus arcas. Sin embargo, el hecho de que la AME mendigue para recibir meras migajas —apenas 1.000 millones de dólares al año— pone en evidencia la farsa que es el compromiso de los Gobiernos occidentales con el programa Educación para Todos.

La AME lleva a cabo un trabajo excelente para promover la educación primaria en todo el mundo. Los países donantes deberían demandar a gritos ayuda para una de las organizaciones más efectivas del mundo en el logro de ese objetivo. Pero los donantes generosos entran con cuentagotas.

Esta realidad se remonta a la época imperial. Cuando la mayor parte de África y gran parte de Asia se encontraban bajo el dominio europeo, los colonizadores invirtieron poco en educación básica. Incluso tan tardíamente como en el año 1950, según datos de las Naciones Unidas, el analfabetismo fue omnipresente en las colonias africanas y asiáticas de Europa. Cuando se declaró la independencia de Reino Unido, la tasa de analfabetismo de India se encontraba en un nivel entre el 80% y el 85%, que es más o menos similar al de Indonesia en el momento que se independizó de los Países Bajos. En el África occidental francés, la tasa se situaba entre el 95% y el 99% en 1950.

Después de la independencia, los países africanos y asiáticos fueron tras la consecución de iniciativas masivas, y en su mayoría exitosas, para incrementar los niveles de educación básica y alfabetización. Sin embargo, lejos de aprovechar esta oportunidad para recuperar el tiempo perdido, Europa y Estados Unidos han brindado una asistencia consistentemente raquítica para la educación primaria y secundaria, incluso después de haber asumido compromisos de alto perfil como lo son la iniciativa Educación para Todos y el cuarto Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS 4), el cual hace un llamamiento a favor del acceso universal a la educación desde preescolar hasta la secundaria.

Consideremos los desalentadores datos sobre la ayuda al desarrollo para la educación, que se ha estancado durante años, de hecho, disminuyó entre 2010 y 2015. Según los datos más recientes de la OCDE, la ayuda total de los donantes para la educación primaria y secundaria en África ascendió a tan sólo 1.300 millones de dólares en 2016. Para poner esa cifra en perspectiva, el presupuesto del Pentágono de Estados Unidos es de aproximadamente 2.000 millones al día. Ya que existen alrededor de 420 millones de niños africanos en edad escolar, la ayuda total ascendió a aproximadamente tres dólares por niño y año.

No se puede decir que los Gobiernos occidentales ignoren que hace falta mucho más. Varios cálculos recientes y detallados proporcionan estimaciones creíbles sobre cuánto financiamiento externo necesitarán los países en desarrollo para alcanzar el ODS 4. Un estudio de la Unesco indica un total de 39.500 millones de dólares al año. Un informe de la International Commission on Financing Education Opportunity, dirigida por el ex primer ministro británico Gordon Brown, también ubicó las necesidades de financiamiento externo de los países en desarrollo en niveles que alcanzan las decenas de miles de millones de dólares por año.

Estas son las razones por las cuales se necesita ayuda. Un año de educación en África requiere al menos 300 dólares por estudiante. (Tómese en cuenta que los países ricos gastan varios miles de dólares por estudiante por año). Debido a que la población en edad escolar de África representa aproximadamente un tercio del total de la población, la financiación per capita precisa es de aproximadamente 100 dólares. Sin embargo, para un país africano típico, esa suma representa aproximadamente el 10% del ingreso nacional por habitante —mucho más de lo que el presupuesto de educación puede cubrir—. La ayuda externa puede y debe saltar la brecha financiera para que todos los niños puedan asistir a la escuela.

Eso no está sucediendo. El gasto anual por niño en edad escolar en el África subsahariana llega a aproximadamente un tercio del mínimo necesario. Como resultado, la mayoría de los niños no llegan ni de lejos a terminar la escuela secundaria. Se ven obligados a abandonar los estudios antes de terminarlos, debido a que no hay vacantes en las escuelas públicas y el costo de la matrícula para asistir a escuelas privadas es demasiado alto para la mayoría de las familias. Las niñas, en especial, son las que tienen mayor propensión a abandonar la escuela antes de tiempo, a pesar de que los padres saben que todos sus hijos necesitan y merecen una educación de calidad.

Sin las habilidades que proporciona la educación secundaria, los niños que abandonan la escuela antes de tiempo están condenados a la pobreza. Muchos, a la corta o a la larga, intentan emigrar a Europa embarcándose en una búsqueda deses­perada de un medio de vida. Algunos se ahogan en el camino; otros son capturados por patrullas europeas y se los envía de regreso a África.

Ahora viene la ronda de reposición de la AME, programada para principios de febrero en Senegal. La AME debería recibir al menos 10.000 millones al año (unos cuatro días de gastos militares de los países de la OTAN) para poner a África en el camino hacia la educación secundaria universal. En lugar de solucionar verdaderamente la crisis educativa, los líderes de los países ricos proclaman, de discurso en discurso y de reunión en reunión, su ardiente amor por la educación para todos.

En todo África, los líderes políticos, religiosos y de la sociedad civil están haciendo lo que pueden. Ghana anunció recientemente la educación secundaria superior gratuita para todos, marcando el ritmo para el continente. A la par de la lucha de los países africanos por financiar sus ambiciosos compromisos, nuevos socios, incluidos entre ellos empresas privadas y personas con altos patrimonios netos, deberían dar un paso al frente para ayudarlos. Los donantes tradicionales, por su parte, tienen que compensarlos por décadas de tiempo perdido. La cruzada por la educación no se detendrá, pero la historia juzgará muy duramente a aquellos que dan la espalda a los niños necesitados.

Fuente: https://elpais.com/economia/2018/01/25/actualidad/1516875553_894310.html

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Salud y educación para todos

Por. Jeffrey D. Sachs

En 2015, unos 5,9 millones de niños menores de cinco años, casi todos en países en desarrollo, murieron por causas fácilmente prevenibles o tratables. Y hasta 200 millones de niños y adolescentes no asisten a la escuela primaria o secundaria por causa de la pobreza, incluidos 110 millones hasta el nivel secundario inferior, según una estimación reciente. En ambos casos, se trata de un sufrimiento inmenso al que se podría poner fin con una modesta cantidad de financiación global.

En los países pobres mueren niños por causas (como el parto en condiciones inseguras, enfermedades vacunables, infecciones para las que hay tratamientos baratos como la malaria y deficiencias nutricionales) que han sido erradicadas casi por completo en los países ricos. En un mundo moral, dedicaríamos el mayor esfuerzo a poner fin a esas muertes.

Pero lo cierto es que el mundo hizo un esfuerzo a medias. Las muertes de niños pequeños se han reducido a un poco menos de la mitad de los 12,7 millones de casos registrados en 1990, gracias a un aumento de la financiación global para el control de enfermedades, canalizado a través de instituciones nuevas como el Fondo Mundial de Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria.

Cuando en 2000 recomendé la creación de un fondo de esas características, los escépticos dijeron que más financiación no ayudaría a salvar más vidas. Pero el Fondo Mundial demostró que se equivocaban: el dinero adicional evitó millones de muertes por SIDA, tuberculosis y malaria. Fue dinero bien empleado.

La razón por la que la mortandad infantil cayó a 5,9 millones y no a casi cero es que el mundo sólo proveyó alrededor de la mitad del dinero necesario. La mayoría de los países pueden atender sus necesidades sanitarias con presupuestos propios, pero los países más pobres tienen un faltante de financiación y necesitan unos 50.000 millones de dólares de ayuda internacional cada año para cubrirlo. Hoy la ayuda sanitaria internacional anda por los 25.000 millones de dólares al año. Son cifras aproximadas, pero otros 25 000 millones de dólares al año nos ayudarían a prevenir hasta seis millones de muertes anuales. Es difícil imaginar un negocio mejor.

Unos cálculos similares nos ayudan a estimar la financiación global necesaria para que todos los niños puedan terminar al menos la escuela secundaria. Hace poco, la UNESCO calculó que la “brecha de financiación” global en educación que habría que cerrar para cubrir el costo adicional (en aulas, profesores y materiales) de garantizar el acceso universal a la educación secundaria es aproximadamente 39.000 millones de dólares. La financiación mundial actual para educación es entre 10 y 15 mil millones de dólares al año, de modo que la brecha es otra vez alrededor de 25.000 millones, similar a la que hay en salud. Y esa financiación global adicional también se podría canalizar eficazmente a través de un nuevo Fondo Mundial para la Educación.

De modo que unos 50.000 millones de dólares más cada año pueden ayudar a garantizar que todos los niños del mundo vayan a la escuela y tengan atención sanitaria básica. Los Gobiernos del mundo ya adoptaron ambas metas (salud para todos y educación de calidad para todos) como parte de los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible.

En 2015, unos 5,9 millones de niños menores de cinco años murieron por causas  prevenibles

Conseguir otros 50 000 millones de dólares al año no es difícil. Una opción apunta a mi país, Estados Unidos, que hoy aporta solamente cerca del 0,17% de su producto nacional bruto para financiar ayudas al desarrollo, o sea alrededor de la cuarta parte de la meta internacional (0,7% del PNB).

Suecia, Dinamarca, Noruega, los Países Bajos, Luxemburgo y el Reino Unido aportan, cada uno, al menos el 0,7% del PNB; Estados Unidos puede y debe hacer lo mismo. Si lo hiciera, ese 0,53% adicional de su PNB añadiría unos 90 000 millones de dólares al año a los fondos de ayuda internacional.

Hoy Estados Unidos dedica alrededor del 5% de su PIB (o sea, unos 900.000 millones de dólares al año) a gastos militares (para el Pentágono, la CIA, los veteranos y otros gastos). Estados Unidos puede y debe transferir al menos la décima parte de esa cifra a programas de ayuda al desarrollo. Ese cambio de prioridades, de la guerra al desarrollo, reforzaría enormemente la seguridad de Estados Unidos y del mundo; las últimas guerras que libró Estados Unidos en el norte de África y Oriente Próximo costaron billones de dólares, pero no reforzaron sino que debilitaron la seguridad nacional.

Una segunda opción sería cobrar impuestos a las personas más ricas del mundo, que suelen ocultar su dinero en paraísos fiscales en el Caribe y otras partes. Muchos de estos paraísos son territorios de ultramar del Reino Unido, y en su mayoría tienen estrechos vínculos con Wall Street y la City londinense. Los gobiernos de Estados Unidos y Gran Bretaña les han dado protección sobre todo porque los ricos que ponen su dinero allí también lo usan para financiar campañas electorales o contratar a familiares de los políticos.

Hay que exigir a los paraísos fiscales el cobro de un pequeño impuesto a sus depósitos, que en total ascienden al menos a 21 billones de dólares. A los que no cumplan, los países ricos pueden amenazarlos con cortarles el acceso a los mercados financieros mundiales. Pero los paraísos fiscales también deberán garantizar la transparencia y tomar medidas contra la evasión fiscal y el secreto corporativo. Incluso un impuesto a los depósitos de apenas 0,25% al año, aplicado a 21 billones de dólares depositados, recaudaría unos 50.000 millones de dólares al año.

La razón por la que la mortandad infantil no cayó a casi cero es que el mundo sólo proveyó alrededor de la mitad del dinero necesario

Ambas soluciones son factibles y relativamente fáciles de implementar; y ayudarían a cumplir los nuevos compromisos mundiales incluidos en los ODS. En el reciente Foro Económico de Astana, el presidente de Kazajistán, Nursultán Nazarbáyev, pidió con razón que se graven de algún modo los depósitos offshore para financiar la educación y la salud en todo el mundo. Otros líderes mundiales deben responder a este llamado y poner manos a la obra.

El mundo es inmensamente rico, y no le costaría crear un fondo mundial para salud y educación que asegure a todos los niños del planeta un comienzo óptimo de la vida. Redirigir una pequeña parte de los fondos que hoy se derrochan en los programas militares de Estados Unidos, o aplicar un pequeño impuesto a los depósitos constituidos en paraísos fiscales (u otras medidas similares para que los ultrarricos paguen su parte), mejoraría enormemente y en poco tiempo las oportunidades vitales de los niños pobres y haría del mundo un lugar mucho más justo, seguro y productivo. No hay excusas para seguir postergando.

Traducción: Esteban Flamini

Fuente: http://elpais.com/elpais/2016/06/03/planeta_futuro/1464955564_307737.html

Imagen: http://ep01.epimg.net/elpais/imagenes/2016/06/03/planeta_futuro/1464955564_307737_1464964090_noticia_normal_recorte1.jpg

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