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La generación de jóvenes que despertó a Chile

Por: Meritxell Freixas Martorell

Los chilenos y chilenas han reventado, hartos de tanta desigualdad y de vivir bajo un modelo neoliberal que no les garantiza el acceso a sus derechos más básicos como la educación, salud o las pensiones. De la mano de los más jóvenes, tratan de dar respuesta a lo que la política, por ahora, está dejando al aire.

“El malestar llegó a los estudiantes, que veíamos que la gente mayor no hacía nada, pero de repente comenzamos a ver que mucha gente quería hacer algo”. Lo explica a través de un podcast uno de los tres jóvenes que puso en marcha la cuenta de Instagram @cursedin, a través de la cual se viralizaron las evasiones masivas en el metro de Santiago que fueron el punto de partida de las movilizaciones más multitudinaria desde el retorno de la democracia en Chile. Una generación que impulsó el despertar de un país que se creía dormido.

El gobierno de Sebastián Piñera decidió aplacar los llamados de los adolescentes a la evasión masiva con mano dura. Envió a la policía a intervenir a las estaciones afectadas, lo que desató una ola de protestas, saqueos y altercados mucho mayor: 118 estaciones de las 136 que conforman la red de metro quedaron dañadas, 25 de ellas incendiadas. La noche del viernes 18 de octubre, casi de madrugada, el mandatario chileno decidió decretar el Estado de Emergencia, desplegar los militares en la calle e imponer un toque de queda durante una semana. La respuesta ciudadana, articulada sin líderes ni portavoces, fue, entonces, masiva: “Ahora ni cagando pueden decir que son sólo los estudiantes quienes protestan”, decía una de las jóvenes que participaba en uno de los tantos cacerolazos que se autoconvocaron en las calles durante todo el fin de semana.

Lo que partió como una protesta de los secundarios en contra del alza del precio del transporte público se ha convertido en el estallido de la mayor crisis política y social desde 1990. Ni la revocación del alza del transporte público, ni tampoco la llamada a diálogo con la oposición, ni el anuncio de una “nueva agenda social” –considerada insuficiente desde el inicio–, ni mucho menos el “profundo” cambio de gabinete que llevó a cabo el presidente han servido para convencer a los manifestantes y rebajar la movilización. Las protestas –mayoritariamente pacíficas– se mantienen hasta hoy. Con más de 15 días en las calles, los manifestantes han perdido el miedo y ya no se conforman con medidas parche, sino que reclaman cambios profundos y estructurales al modelo bajo el que (sobre)viven desde hace 30 años.

En la agenda se ha instalado la demanda por una nueva Constitución, que sustituya la diseñada e implementada en 1980, bajo la dictadura de Pinochet, y que acabe con el actual modelo. Ese es el principal objetivo al que hoy apuntan los manifestantes y pasaría por convocar un plebiscito que confirmara que ese es un clamor mayoritario. «No descarto ninguna solución, ninguna reforma estructural», afirmó la semana pasada Piñera, cuando empezó a tomar fuerza la posibilidad de abrir un proceso constituyente.

Foto: Meritxel Freixas

El torpe manejo político de la crisis ha tenido costos importantes para Sebastián Piñera y su gobierno. La cancelación del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) y la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25), ambos eventos internacionales previstos para las próximas semanas, representa un duro golpe al liderazgo regional del presidente, un objetivo que quería consolidar y para el que venía trabajando desde su llegada al poder.

Jóvenes reprimidos

La Fiscalía investiga la muerte de 23 personas bajo el Estado de Emergencia, cinco de ellas a manos de policías o militares, además de 840 denuncias por presuntas violaciones de derechos humanos. La última actualización de las cifras del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) asegura que hay más de 4.300 personas detenidas, casi 500 de ellas menores de edad, además de 1.574 heridos por balas, balines, perdigones o armas de fuego no identificadas. El organismo ha presentado hasta la fecha un total de 179 acciones judiciales, la mayoría de ellas por torturas y una veintena por violencia sexual.

Una de ellas recoge el caso de Josué Maureira, estudiante homosexual de Medicina que declaró haber recibido golpes, amenazas y vejaciones de parte de varios agentes de policía. «Fue desnudado y abusado sexualmente en el contexto de tortura que estaba sufriendo […]. Lo obligaron a gritar su identidad sexual, mientras los uniformados proseguían con los golpes», aseguraron desde el INDH. “Estoy amenazado por la policía y nos han intimidado a mi familia y amigos. Mi vida cambió radicalmente desde ese día. Chile ya no es un país seguro para mí, por eso decidí irme a España para acabar mis estudios de especialización”, explica el joven.

Otro caso es el de Jennifer Abarca, estudiante de Quillota, municipio ubicado en la región de Valparaíso, al centro del país. Fue detenida alrededor de las 6 de la tarde, cuando entraba en vigor el toque de queda de la primera semana. “La marcha casi había terminado y había sido pacífica. Iba llegando a casa y la policía empezó a disparar perdigones y a tirar bombas lacrimógenas. Corrí para refugiarme en un edificio, pero llegaron los policías y nos golpearon con las lumas. Estaba con otras dos chicas, menores de edad”. La estudiante cuenta que fue arrastrada por las escaleras de tal forma que “le saltó la ortodoncia de la boca” y que, una vez en comisaría, “fueron obligadas a desnudarse y a hacer sentadillas”. Dice que no la autorizaron a ir al baño hasta el día siguiente a las 10 de la mañana, cuando fue llamada a declarar ante el juez.

Foto: Meritxel Freixas

La semana pasada el ministro de Justicia, Hernán Larraín, reconoció por primera vez la veracidad de las denuncias: «Estamos muy complicados porque se han producido situaciones que, efectivamente, aparentemente, parecen ser violaciones a los derechos humanos», asumió. El Ministerio de Interior, por su parte, dio a conocer que hay 983 personas de Fuerzas Armadas, Carabineros y Policía de Investigaciones que también han sido lesionadas en los múltiples enfrentamientos con los manifestantes.

Entre la incertidumbre y la esperanza

Está previsto que durante esta semana se retome la actividad en la mayoría de las universidades e institutos. Sin embargo, algunos centros ya han anticipado el cierre del año escolar, que normalmente se da antes de las vacaciones de Navidad, por falta de condiciones que garanticen la seguridad de la comunidad escolar.

Chile vive al día, sumido en la incertidumbre y sin muchas certezas ni claridades de cómo van a avanzar los acontecimientos. Sin embargo, hay una cierta sensación de esperanza y muchas expectativas puestas en la posibilidad de lograr un cambio real. La semana comienza con convocatorias de nuevas manifestaciones, cacerolazos y caravanas de vehículos, además de las múltiples asambleas y cabildos abiertos que se siguen celebrando en pueblos y ciudades para que la ciudadanía decida sobre el futuro de su propio país.

Los chilenos y chilenas han reventado, hartos de tanta desigualdad y de vivir bajo un modelo neoliberal que no les garantiza el acceso a sus derechos más básicos como la educación, salud o las pensiones. De la mano de los más jóvenes, tratan de dar respuesta a lo que la política, por ahora, está dejando al aire.

Fuente e imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/11/04/la-generacion-de-jovenes-que-desperto-a-chile/
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¿Cómo se enseña la dictadura de Pinochet en los institutos de Chile?

Por: Meritxell Freixas Martorell

El tema fue omitido de la asignatura de Historia durante la primera década de la transición y hasta principios de los 2000 no se planteó una forma de abordarlo en el aula.

El hijo de uno de los chóferes de Augusto Pinochet fue alumno de Lucas Fernández, profesor de Historia desde 2014. Fue en el primer año de su carrera profesional, en un centro de preparación universitaria, cuando el joven se le acercó al finalizar una clase en la sobre la dictadura en Chile (1973-1990): “Me contó que se sentía confundido con lo que habíamos comentado en el aula y lo comparó con lo que él había escuchado toda su vida en su familia, que tenía una ideología más de derecha”, recuerda Lucas.

Desde entonces, ha observado esta reacción en muchos otros estudiantes en los distintos institutos en los que ha trabajado, la mayoría de ellos reconocidos como “liceos emblemáticos”, una categoría que en Chile se otorga a los centros de alto nivel de exigencia académica. “Son niños y niñas que en su familia estaban adscritos a cierta posición política y lo que se produce cuando se trata el tema es confusión porque se les enseñó una sola perspectiva de la historia”, cuenta Fernández.

El período de la dictadura de Pinochet se estudia en clase de “Historia, geografía y ciencias sociales” de 2º medio, que equivale a 4º de ESO (15-16 años) en el sistema educativo español. El contenido curricular, elaborado por el Ministerio de Educación y aprobado por el Consejo Nacional de Educación (CNED), un organismo autónomo del Estado que “cautela y promueve” la calidad en este ámbito, recomienda una dedicación de 30 horas pedagógicas (de 45 minutos cada una) a la Unidad 3, que comprende “dictadura militar, transición política y los desafíos de la democracia en Chile”.

El temario aborda “la dictadura militar y supresión del Estado de derecho, así como la violación de los derechos humanos y el rol de las instituciones civiles y religiosas en la defensa de las víctimas”. También se enfoca en “las características y efectos del modelo económico neoliberal y los cambios políticos producto de la Constitución de 1980” hasta llegar al proceso de transición a la democracia.

Un tema polémico

El pasado reciente fue omitido en la asignatura de Historia durante la primera década de la transición y hasta la renovación curricular que implicó la Reforma Educativa de 1997. El debate sobre la forma de tratar las causas del golpe de 1973 y la sistemática violación a los derechos humanos retrasó la publicación del nuevo texto de estudio sobre este tema, que finalmente vio la luz en 2001. “El conflicto más recurrente y de mayor repercusión pública se dio a propósito de la incorporación del tratamiento de la historia reciente en la propuesta curricular”, documenta Renato Gazmuri en su tesis doctoral La construcción ideológica del currículum chileno de Historia y Ciencias Sociales.

Entre 2007 y 2009, el gobierno de Michelle Bachelet llevó a cabo otro proceso de ajuste al currículum nacional que fue muy criticado por un sector de historiadores conservadores que, según Gazmuri, “denunció que se atentaba contra la reconciliación de los chilenos, fomentando el odio y perpetuando divisiones”. Finalmente, el contenido que se imparte hoy fue elaborado en 2016 de acuerdo a las definiciones establecidas en las Bases Curriculares de 2013 y 2015.

“En la década pasada se abrió un nuevo camino y se plantea la perspectiva que domina en la actualidad: se pone en el centro del aprendizaje de este período las distintas interpretaciones que existen al respecto”, cuenta Lucas Fernández. Según él, toman importancia “las diferentes versiones” de las causas que explican cómo se llegó a una dictadura cívico-militar de 17 años. “No hay una sola hipótesis o relato, sino que –con el apoyo de fuentes documentales, iconográficas y audiovisuales– se establece una explicación multifactorial y más compleja del acontecimiento”, precisa el profesor.

“Distintas visiones”

La unidad 4 del libro de texto de Historia de la editorial Santillana dedica una página a analizar las “distintas visiones del quiebre a la democracia”. Recoge la opinión de la Iglesia Católica, de distintos partidos, de la Junta Militar de Gobierno, de una chilena –la cantante Javiera Parra– e incluso reserva un espacio para que el estudiante recoja el testimonio de un familiar. Luego añade la mirada de cinco investigadores y plantea preguntas al alumno como “¿Cuántas perspectivas del mismo acontecimiento puedes extraer?”.

Lucas Fernández cuenta que con este enfoque se llegó a una solución “de consenso” para “no imponer una perspectiva de que el golpe de Estado fue de los militares o de una derecha recalcitrante y opositora a Allende y al gobierno de la Unidad Popular (UP)”. En su opinión, eso da lugar a entender que “en alguna medida, el quiebre democrático tiene una especie de justificación y se puede caer en el riesgo de pensar que todas las perspectivas sean igualmente válidas”. Y concreta: “Uno no puede decir que las violaciones a los derechos humanos que se cometieron en dictadura estaban justificadas porque se iba a instaurar un gobierno socialista”.

La terminología que se utiliza para describir los hechos es otro de los aspectos polémicos de la enseñanza de este período histórico. Las académicas Paula Morgado y Sabela Fernández-Silva analizaron ocho libros de texto de la asignatura de Historia implementados a lo largo de 12 años. Su estudio –La selección terminológica referida al golpe y dictadura militar en textos escolares de historia durante el período 2002-2014– concluyó que el concepto régimen militar es el que más aparece en estas publicaciones, seguido de términos como gobierno o gobierno militar.

Según las autoras, “esto nos sitúa en un punto de vista neutro de los hechos” porque la selección terminológica “no da información específica y fidedigna acerca de los conflictos sociales, políticos y económicos que significó la imposición de este régimen”. Hace cinco años se empezaron a usar conceptos como dictadura militar, dictadura o régimen autoritario con más frecuencia: “Esto significa que podríamos hablar de una evolución temporal respecto del concepto, aunque siguen predominando las variantes neutras a la hora de caracterizar este período”, concluyen las investigadoras. La palabra dictador apareció en una única ocasión.

“Hijos de la cultura del miedo”

El año pasado, en motivo de la conmemoración de los 45 años del golpe de Estado, los profesores del departamento de Historia del instituto de Macul, un municipio del área metropolitana de Santiago, invitaron a los estudiantes a trabajar en un proyecto de memoria histórica local con perspectiva de género. Los jóvenes rescataron el testimonio de las víctimas del centro de tortura la Venda Sexy, ubicado a cinco manzanas del colegio y conocido por ser uno de los espacios donde la represión contra las mujeres fue especialmente brutal por la violencia sexual practicada por parte de los agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA). “Identificaron los testimonios y realizaron siluetas de cartón de figuras humanas a tamaño real en las que escribieron los relatos de las víctimas”, explica Karina Toledo, profesora de Historia del Liceo Villa Macul Academia desde hace tres años. En total, unas 30 figuras fueron expuestas en el colegio antes de ser exhibidas al exterior del antiguo centro de tortura para que los vecinos y vecinas reconocieran el espacio como un lugar de memoria. “La actividad fue muy bien recibida por los estudiantes; muchos se emocionaron y se produjo un diálogo entre la comunidad educativa sobre los hechos”, destaca Toledo.

Ese tipo de intervenciones, sin embargo, no son comunes a todos los centros educativos. “Dependen de la apertura del equipo directivo del colegio”, afirma la profesora. “Es un tema que puede generar polémica y división dentro de la comunidad porque es lo que aún genera esa experiencia histórica”, añade. Ella misma reconoce que durante los cinco años que se desempeñó en otros institutos llegó a “autocensurarse” y se privó de organizar actividades de este tipo en liceos donde no se priorizaba el enfoque en derechos humanos.

“Han existido casos de censura, hostigamiento y despido a profesores por haber realizado algún tipo de actividad considerada ‘política’”, afirma Luís Alegría, académico y profesor de Historia en la carrera de Pedagogía de varias universidades de Chile. Según el experto, la dictadura impuso una “cultura del miedo” que impidió durante muchos años que los profesores realizaran actividades “más críticas” relacionadas con la memoria histórica y los derechos humanos. “Si bien hoy el tabú para hablar de esto es menor, las prácticas censuradoras se dan en menor medida y están menos aceptadas socialmente, seguimos siendo hijos de la cultura del miedo”, asegura.

La discusión sobre cómo enseñar el período de la dictadura cívico-militar en Chile se debate entre los docentes que optan por adoptar un rol meramente transmisor de información y, por otro lado, los que apuestan por provocar una toma de consciencia para que la historia no se repita. Luís Alegría se inclina por “abrirse a nuevas temáticas y diálogos” y superar el “trauma social” que dejó la dictadura. Este 11 de septiembre, con la conmemoración de los 46 años del golpe, habrá una nueva oportunidad para profesores y estudiantes para ponerlo en práctica.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/09/09/como-se-ensena-la-dictadura-de-pinochet-en-los-institutos-de-chile/

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Las estudiantes chilenas esperan desde hace un año nuevos protocolos contra el acoso en la universidad

Por: Meritxell Freixas Martorell

La movilización estudiantil feminista de hace un año reclamó cambios en estos documentos, pero son pocos los centros que han concretado los cambios

“Ni el protocolo [de la universidad] ni el sistema judicial es suficiente para las denunciantes. Nos relegan a un rol secundario, donde todo es secreto y ni siquiera podemos decir qué pasó ni defendernos de las decisiones que toma la universidad”. Es la crítica que la estudiante de Derecho de la Universidad de Chile, Sofía Brito, expresaba en contra de la desprotección que vivió por acusar dentro de la universidad a uno de sus profesores. Fue en mayo de 2018, cuando la joven y exayudante de Carlos Carmona, quien además de académico fue presidente del Tribunal Constitucional, dio a conocer públicamente una denuncia por acoso sexual y laboral contra el docente que terminó provocando su dimisión. El caso motivó una protesta feminista que paralizó las clases de la facultad durante 74 días, en un contexto de movilizaciones estudiantiles que se replicaron en todo el país para exigir una educación no sexista y el fin de la violencia machista en las aulas.

Entre abril y agosto de 2018, la ola de protestas estudiantiles feministas provocó la ocupación y paralización de 24 universidades de Chile y convocó masivas manifestaciones en las principales ciudades del país.

Las primeras en organizarse fueron las jóvenes de la Universidad Austral de Chile, ubicada en la ciudad sureña de Valdivia. El 17 de abril de 2018 estudiantes de Antropología se tomaron el edificio de su facultad para denunciar varios casos de acoso y abuso entre estudiantes. A ellas se sumaron las jóvenes de Ciencias de la misma casa de estudios, que rechazaron la decisión de la institución de mantener en plantilla a un docente que, tras una investigación interna, fue hallado culpable de acosar sexualmente a una funcionaria. En un par de semanas, las ocupaciones llegaron a la capital, a la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, por las acusaciones de Sofía Brito en contra de Carmona.

Poco a poco, otras instituciones de educación superior, tanto públicas como privadas, fueron sumándose a la movilización estudiantil feminista. Entre ellas, la Universidad de Playa Ancha, en Valparaíso, que fue la que estuvo más tiempo en paro, casi cuatro meses, y que incluso implicó una huelga de hambre para conseguir que su rector aceptara el petitorio; o también la Pontificia Universidad Católica, que fue ocupada por última vez en 1986, en plena dictadura.

Universidades sin protocolos

Los petitorios que presentaron las estudiantes a los rectores de las universidades paralizadas recogían distintas demandas. Pero prácticamente todos tenían en común la creación o mejora de los protocolos internos para abordar situaciones de acoso y/o abuso; la suspensión y expulsión de los académicos involucrados en estos casos, y la eliminación de la educación sexista, una cuestión muy amplia que abarcaba desde el lenguaje que los docentes utilizan en clase, hasta cursos obligatorios con perspectiva de género incluidos en el currículum académico o cuotas de género en cargos académicos y administrativos, entre otros.

El informe Protocolos de acoso sexual en las universidades chilenas: una deuda pendiente, publicado hace un año por el Centro de Estudios de Políticas y Prácticas en Educación (CEPPE) de la Universidad Católica, revelaba que sólo siete universidades de las 60 que existen en Chile habían diseñado y publicado protocolos contra el acoso sexual universitario a noviembre de 2017. A partir de enero de 2018, otras cuatro se sumaron a este proceso.

La investigación también señalaba tres limitaciones comunes de las instituciones universitarias para abordar esta cuestión: una definición restringida del acoso; el uso de protocolos como estrategia reactiva y no preventiva; y el desconocimiento de las lógicas de poder “entretejidas” en la problemática. “Los protocolos no son, en su diseño, ni equitativamente seguros ni cómodos para todas las partes”, concluyeron las autoras. Precisamente por eso, las protestas hicieron de su creación o mejora una necesidad de las estudiantes para actuar ante situaciones de acoso, abuso y violencia sexual en las universidades. En esa demanda, las jóvenes se encontraron con la complicidad de académicas y funcionarias que apoyaron sus reivindicaciones y presionaron para conseguirlas.

En Universidad de Chile y en la de Concepción, por ejemplo, en el último tiempo se han puesto en marcha “fiscalías” para mejorar las garantías de las investigaciones y evitar, así, que sean los académicos –muchas veces sin formación en género– los que tengan que esclarecer un caso de acoso o abuso dentro de la institución.

Falta de voluntad para avanzar

Consuelo Sarmiento fue una de las portavoces de la movilización de la Universidad Austral y hoy es parte del Observatorio de Género y Medios para el Sur. Explica que la protesta logró “fortalecer” algunos puntos del reglamento de la universidad en materia de acoso sexual y destaca la creación de la primera Secretaría de Género y Sexualidad de la universidad.

Sin embargo, la exestudiante lamenta que no se haya logrado “sacar a los académicos acosadores de las aulas”, hecho que, según ella, no pasa con los estudiantes, que son expulsados con mucha más facilidad: “Con los profesores la relación de poder es bastante distinta”, afirma. Según la prensa chilena, después de las protestas, un total de 16 universidades abrieron 132 procesos internos por denuncias de acoso y/o abuso sexual o laboral.

Desde la Universidad Católica, Daniela Pinto, estudiante de Bioquímica y una de las portavoces de la ocupación, cuenta que las estudiantes siguen “a la espera” de que se concreten los cambios que solicitaron en el protocolo: “Hoy todavía tenemos el mismo que el año pasado”, se queja. Piden que se incluya el acoso hacia las estudiantes –no sólo hacia las trabajadoras de la universidad–, que se acorten los tiempos de las investigaciones o que contemple también los casos ocurridos fuera del recinto universitario.

La joven explica que durante las negociaciones se acordó modificar el documento durante el primer semestre de este año, entendiendo que se pudieran prolongar los plazos porque se trata de un proceso lento. Sin embargo, en su opinión, “las autoridades no muestran voluntad para avanzar”.

Más allá de los pendientes en materia de protocolo, Pinto menciona que sí ha habido tímidos avances, por ejemplo, en la incorporación de dos psicólogas al equipo de abogadas que aborda los casos de violencia sexual. “El gran problema es que la Universidad no muestra nada de lo que está haciendo, se sabe sólo a nivel de autoridades y eso dificulta hablar de avances porque un estudiante de base no tiene ni idea de nada”, critica ella.

Esperar con cierta “frustración”

La movilización estudiantil feminista llevó al Ministerio de Educación a proponer un compromiso entre los rectores para avanzar en equidad de género. Por ahora, nueve universidades han firmado el acuerdo. Entre las medidas que deberán cumplir está que al menos un 40% de los integrantes de los órganos superiores sean mujeres y que en las elecciones de rectores compita al menos una mujer.

Este mes se cumple un año de aquel “mayo feminista” que tiñó las calles de Santiago de verde, color de la lucha por el aborto, y de lemas y consignas a favor de una educación no machista y libre de violencias. Pero con la distancia y perspectiva, las protagonistas de las marchas observan con cierto regusto amargo que no han avanzado tanto como esperaban. “Más allá del hito que representó la movilización y de un avance en la toma de consciencia, creo que hay un poco de frustración porque al final no hemos visto nada concreto ni tangible. Estamos en un punto muerto”, dice Pinto. “Y mientras no llegan los cambios, nuestras compañeras siguen en clase con sus abusadores, las siguen violentando”, añade.

Las tomas que lideraron las estudiantes en el otoño e invierno austral de 2018 contribuyeron a alimentar y consolidar el movimiento feminista en Chile, que tuvo su máxima expresión el pasado 8 de marzo, con masivas manifestaciones en todo el país. Las chilenas hicieron historia, pero no podría explicarse el éxito del 8M sin el pulso que abrieron las jóvenes hace justo un año. Los frutos de ese esfuerzo, pero, los siguen esperando impacientes hasta hoy.

Imagen: https://eldiariodelaeducacion.com/wp-content/uploads/2019/04/IMG_9656-768×512.jpg

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/04/29/las-estudiantes-chilenas-esperan-desde-hace-un-ano-nuevos-protocolos-contra-el-acoso-en-la-universidad/

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Militarizar las escuelas y acabar con el legado de Freire: Bolsonaro pone en marcha los cambios en la Educación de Brasil

Por: Meritxell Freixas Martorell

Corría 1967 cuando la dictadura militar brasileña (1964-1985), de la mano del general Emilio Garrastazu Médici, impulsó un decreto ley sobre “alfabetización funcional y educación continuada” para adolescentes a partir de 15 años y adultos. La nueva legislación creó una de las instituciones más polémicas del país: el Movimiento Brasileño de Alfabetización (Mobral), a través de la cual el gobierno castrense se propuso acabar en apenas 10 años con el analfabetismo del país, que entonces afectaba a un tercio de la población.

El Mobral sustituyó el método de alfabetización ideado por el pedagogo Paulo Freire. Aunque bebió de su influencia, supuso una simplificación del proceso educativo, reducido al aprendizaje de la lectura, escritura y operaciones matemáticas básicas. El enfoque pedagógico dejó de ser un prioridad y el objetivo se concentró en suplir las necesidades de la industrialización había provocado el “milagro económico” ocurrido durante la dictadura.

Pero además, el régimen militar encontró en la alfabetización un fuerte instrumento para mantener su estatus y ejercer un control ideológico: “El régimen dictatorial estaba escondido y estampado en cada página de los libros de texto y de otras publicaciones de la educación de ese período. Veneración a los héroes nacionales, patriotismo, civismo y exaltación al gobierno, eran mensajes inculcados entre líneas en los materiales didácticos. […] Las figuras de los militares aparecían siempre en actividades colectivas haciendo ‘el bien’, ayudando a otras personas”, escribe la historiadora Leide Rodrigues dos Santos en un artículo publicado en 2010 en Revista Crítica Histórica.

En 1975, después de 15 años, la recesión económica iniciada en los años 80 y el fin del régimen militar acabaron con el programa.

Hoy, 34 años después, la llegada del ultraderechista Jair Bolsonaro al poder ha recuperado el recuerdo del Mobral al mundo educativo brasileño. El gobierno ha anunciado la militarización de la gestión de escuelas públicas y su intención de colocar a oficiales del ejército al frente de los centros educativos, universidades e, incluso, en la revisión de los contenidos de los libros de texto.

De hecho, una de las primeras decisiones de Bolsonaro fue nombrar al frente del Ministerio de Educación (MEC) a Ricardo Vélez Rodríguez, docente de la Universidad Federal de Juiz de Fora (Minas Gerais) y profesor emérito de la Escuela de Comando y el Estado Mayor del Ejército.

Vélez, que nunca había ocupado un puesto de gestión en una institución educativa, no ha tenido ningún reparo en defender el régimen militar: “Las universidades brasileñas, en especial las públicas, controladas a partir de la apertura democrática por la izquierda rabiosa, acabaron haciendo de la memoria de 1964 [el año del golpe de estado] un acto indiscriminado de repudio a los militares y a las directrices trazadas por ellos”, escribió en uno de sus artículos.

El titular de Educación publicó en su blog que las Fuerzas Armadas brasileñas “lucharon para impedir una dictadura comunista en nuestro país. ¿Hay algo malo en eso?”, se preguntó. No es nada extraño, pues, que uno de sus objetivos, según difundió a través de sus propias redes, sea “limpiar todo el escombro marxista que se ha apropiado de las propuestas educativas por parte de no pocos funcionarios del Ministerio”.

Para ello, el presidente firmó un decreto para promover y proponer la adhesión voluntaria de las escuelas públicas al modelo “cívico-militar” de enseñanza. El texto establece la creación de la Subsecretaría de Fomento a las Escuelas Cívico-Militares, colegios que pasarán a ser administrados por oficiales de las Fuerzas Armadas y tendrán como misión “acabar con la prevalencia de ideas de izquierda en las aulas, especialmente en clases de historia y geografía”, según explicó el propio Vélez.

Universidad excluyente

“La idea de universidad para todos no existe. Hay que reservar el nivel superior a una élite intelectual, aunque esa no tenga que ser necesariamente la misma élite económica”. Las intenciones del ministro Vélez Rodríguez en materia de Educación Superior quedaron claras con unas controvertidas declaraciones que espetó el 28 de enero. En su intervención, defendió una reforma de la enseñanza media para “formar jóvenes trabajadores más rápidamente y con capacidades para ingresar al mercado laboral a más temprana edad”.

El ministro justificó su propuesta con el ejemplo hipotético de un chófer de Uber que estudió para ser abogado: “Ese ciudadano que estudió para ser abogado y terminó como chófer de aplicación pudo evitar perder seis años estudiando la legislación, que no le va a servir en la vida, para ingresar antes al mercado laboral”.

Otro de los focos puestos en el ámbito universitario pasa por acabar con el proceso electoral para elegir a los rectores.

“Hubo una especie de acuerdo vigente durante años de que la comunidad académica local era la que elegía al rector en votación democrática, al menos durante los gobiernos del PT siempre ratificaron los primeros nombres de las elecciones internas de cada universidad. Sin embargo, todo indica que eso no será más así”, explica Patricia Valim, profesora de Historia de Brasil Colonial de la Universidad Federal de Bahía

“El ministro descalifica las diferentes formas de participación popular en cualquier instancia y las decisiones pasan a ser tomadas por los funcionarios del MEC”, añade Valeria Aroeira Garcia, supervisora escolar de la Asociación de Educadores y Educadoras Sociales del Estado de Sao Paulo (AEESSP).

La lista de medidas polémicas que ha anunciado el ministro Vélez Rodríguez en el mes y poco que lleva al frente de su Ministerio es larga. Además del control de los contenidos y la censura de materias humanistas, como la Historia, pretende reducir la presencia del Estado desde la enseñanza preescolar, y recortar becas y recursos de programas sociales creados durante los años del lulismo, como el Fondo de Financiación Estudiantil (FIES), que creó Fernando Haddad, rival del actual presidente durante la segunda vuelta electoral del año pasado y ministro de Educación entre 2005 y el 2012.

“El gobierno Bolsonaro es una articulación entre el ultraconservadorismo y el ultraliberalismo para agradar al mercado financiero. No aumentará los recursos del área, lo que significa que no se harán programas de expansión de la enseñanza y de calidad de la educación previstos en el Plan Nacional de Educación 2014-2024. Es decir, tendrá que invertir en medidas poco costosas, dedicadas a lo que la ultraderecha ha llamado la Guerra Cultural”, cuenta Daniel Cara, politólogo y miembro del Consejo Universitario del a Universidad Federal de Sao Paulo.

En connivencia con el Ministerio de la Mujer, Familia y Derechos Humanos, encabezado por Damares Alves, la evangélica que se dio a conocer por la controvertida frase “el niño viste de azul y la niña de rosa”, el gobierno ha impulsado un proyecto para fomentar la enseñanza en casa, sin la obligatoriedad de que los estudiantes asistan a la escuela. La medida ha sido rechazada por la comunidad docente: “Sería una tragedia disminuir el espacio de formación del ser humano, de sociabilidad entre los niños y adolescentes y la comunidad escolar, para que aprendan a interactuar con un mundo más allá del padre y de la madre”, lamenta Patricia Valim.

Denunciar adoctrinamiento

Los lineamientos de Vélez, Bolsonaro, Alves y el conservadurismo brasileño no son nuevos. “Escuela Sin Partido” ha sido la plataforma que ha dado eco a las tesis del nuevo gobierno en materia educativa. El proyecto, que ganó espacio a partir de 2016 con la llegada al poder de Michel Temer, pretende marginar el legado pedagógico de Paulo Freire de las escuelas brasileñas y ejercer un control ideológico sobre los profesores y sus contenidos en clases, bajo amenazas de sanción e, incluso, de prisión.

El movimiento fue creado en 2004 por el abogado Miguel Nagib para instalar “un mecanismo contra el abuso de la libertad de enseñanza”. Para Nagib, el profesor en la clase es una persona con el poder de adoctrinar política e ideológicamente. En su opinión, el sistema educativo público está plagado de profesores que usan las clases como plataforma para difundir el marxismo, el ateísmo y “la ideología de género”, y los métodos de enseñanza de Paulo Freire han sido los que llevaron a esta situación.

A principios de este año, se presentó en el Congreso Nacional un proyecto de ley que permite a los estudiantes poder grabar lo que ocurre en al interior del aula con el pretexto de controlar posibles adoctrinamientos de los profesores. La iniciativa fue presentada por la cuñada de Nagib y diputada del partido de Bolsonaro (PSL), Bia Kicis, en un segundo intento de impulsarla luego de que el año pasado no prosperara.

“Desde Escola Sem Partido se estimula a que los estudiantes graben el contenido de las clases y denuncien a los profesores que ellos consideren que cometen el delito de ‘adoctrinamiento ideológico’”, apunta Patricia Valim. Para ella, “la idea de construir una sociedad con emancipación a partir de la concientización de la ciudadanía sobre sus derechos y sus deberes son valores republicanos pero, según Bolsonaro y Vélez, bajo la lógica de Escola Sin Partido, ahora son valores comunistas”, añade.

“Fabriquitas de dictadores”

La obsesión del bolsonarismo por acabar con la herencia de Freire apunta también hacia los movimientos sociales, y en especial a las escuelas del Movimiento de los Trabajadores sin Tierra (MST). El Movimiento cuenta con cerca de 1.500 escuelas para jóvenes de 7 a 14 años, 1.100 de las cuales han sido reconocidas por los consejos estatales de Educación y Cultura. Entre todas, albergan alrededor de 200.000 alumnos y 4.000 profesores, además de los 250 educadores que trabajan en educación infantil y alfabetización.

Apenas fue nombrado, el secretario especial de Asuntos Fundamentales del gobierno, Luiz Antônio Nabhan García, afirmó que va a trabajar para cerrar las escuelas que tachó de “fabriquitas de dictadores”. Su posición fue rotunda: “[Brasil] No puede admitir escuelas de marxistas, de leninistas, de bolivarianos, que enseñan a los niños a invadir y cometer crímenes. Vamos a cerrar las escuelas y castigar a los responsables del adoctrinamiento”, dijo Nabhan que, además, ejerce de representante de los terratenientes.

Sin embargo, las amenazas de las autoridades políticas no echan atrás a profesores, estudiantes, académicos y educadores de Brasil que quieren plantarle cara a la extrema derecha. Valeria Aroeira, desde la AEESSP, apela a la fuerza de los movimientos sociales para contrarrestar las medidas conservadoras y autoritarias que acechan al gigante latinoamericano. “El campo de la educación no formal posibilita diversas maneras y espacios para que discusiones, debates y manifestaciones de diferentes órdenes se den y consigan involucrar a muchos y diferentes colectivos”, dice. Su apuesta es clara: potenciar la relación entre “educación formal, no formal, movimientos sociales y militancia” para plantar cara a la nueva etapa que el país recién enfrenta.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/02/11/militarizar-las-escuelas-y-acabar-con-el-legado-de-freire-bolsonaro-pone-en-marcha-los-cambios-en-la-educacion-de-brasil/

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‘Aula segura’, el cuestionado proyecto que pretende acabar con la violencia en los institutos de Chile

Por: Meritxell Freixas Martorell

El gobierno ha impulsado una iniciativa para facilitar las expulsiones de los estudiantes, pero expertos y organizaciones critican que se trate de una propuesta “simplista y punitiva”.

Han pasado más de dos meses desde que unos 30 estudiantes, algunos de ellos con máscaras en la cara y enfundados en overoles blancos, intentaron defender a un compañero que varios policías habían inmovilizado durante una protesta en un instituto de Santiago. Los jóvenes golpearon a los agentes y les lanzaron todo tipo de objetos, incluso sillas de clase. La escena acabó con uno de los jóvenes lanzando un cóctel molotov contra los uniformados. Cinco de ellos acabaron lesionados y dos de los estudiantes detenidos.

No era la primera vez que el Liceo de Aplicación, un instituto de los llamados “emblemáticos” por su tradición histórica y buena reputación académica, vivía escenas de violencia por parte de los estudiantes. De hecho, los incidentes han ido en aumento con la llegada del nuevo director en junio. Tampoco es el único instituto chileno que enfrenta esta situación. En los últimos meses, los incidentes se han repetido en otros ocho centros de Santiago, entre ellos el Instituto Nacional, otro de los recintos emblemáticos de hombres y reconocido por ser donde estudiaron varios expresidentes del país. Un grupo de sus alumnos roció con bencina al rector, a un profesor y a otros dos trabajadores más del colegio. Lo hicieron a rostro cubierto y sin demandas encima de la mesa. La acción fue condenada por sus compañeros a través del Centro de Alumnos que los representa: “El grupo organizado no presenta ni genera con su manifestación un código que nos comunique su alternativa y el porqué de su actuar”, expresaron los estudiantes.

Pocos días después, alumnos del instituto Barros Borgoño cortaron la calle y quemaron basureros. Horas antes, Carabineros había ingresado al centro educativo y encontró material para fabricar cócteles molotov y varios overolesblancos.

Facilitar la expulsión

Las acciones de los estudiantes provocaron una dura reacción del Gobierno chileno, que no disimuló su indignación y prometió nuevas medidas urgentes para expulsar “a los violentistas” del sistema escolar y “proteger a la comunidad”. Unos objetivos que se concretaron el 20 de septiembre con la firma, por parte del presidente Sebastián Piñera, del proyecto de ley conocido como “Aula Segura”, que hace una semana superó los trámites parlamentarios y quedó a punto para convertirse en ley.

“Aula Segura” entrega mayores atribuciones a los directores de colegios para facilitar la expulsión de los alumnos que cometan actos de violencia. “Esta ley lo que pretende es combatir a los que quieren sólo destruir y se hacen pasar por estudiantes”, dijo Piñera al presentar el proyecto. La iniciativa establece como deber de los directores “iniciar un proceso sancionatorio” en contra de cualquier miembro de la comunidad escolar que cometa conductas calificadas como “graves o gravísimas” en los reglamentos de los centros. En el caso de los estudiantes, el procedimiento puede derivar en su expulsión y cancelación de matrícula.

La propuesta del Gobierno se aprobó tras dos meses de intenso debate que no han sido exentos de polémicas, sobre todo porque el objeto de regulación ha sido la violencia. La ministra de Educación, Marcela Cubillos, quien lideró el proyecto apenas asumió el cargo, desplegó todo un argumentario en torno a esta cuestión y para evitar que se aborde de la misma forma que otras faltas. Insistió en que lanzar una bomba molotov no puede tener el mismo rango que copiar en una prueba o falsificar una firma, ambas consideradas faltas graves en los colegios. “Hay temor a decir las cosas por su nombre. Se teme hablar de violencia, poniendo todo en un marco de infracciones graves”, dijo la titular de Educación.

Pero la propuesta aprobada no satisface a expertos ni organizaciones que trabajan en la materia, y la consideran “simplista” y “segregadora”.

Los diputados de la oposición, que en un principio se mostraron muy críticos con el proyecto, acabaron aprobándolo luego de introducirle algunas enmiendas. Decidieron rebajar la tensión y llegar a un acuerdo con el Ejecutivo al darse cuenta del “amplio respaldo ciudadano” que recogió la iniciativa.

Una respuesta punitiva

“La respuesta del Gobierno es absolutamente pobre porque se remite sólo al aspecto punitivo y agiliza las sanciones, pero ese no es el fondo del problema, no va a la causa de la mala convivencia escolar y la violencia”, opina el presidente del Colegio de Profesores, Mario Aguilar. “Le dije a la ministra [Marcela Cubillos] en una de las sesiones de debate en la Cámara de Diputados que parecía titular de Interior porque hablaba de sanciones, penas, expulsiones y delitos, todos términos más propios del área de seguridad que de educación. No habló de integración, solidaridad o comunidad, conceptos del quehacer pedagógico”, agrega el docente.

Aguilar reconoce que, si bien las protestas en los institutos vienen desde hace años, lo que se ha agudizado en el último tiempo es el nivel de violencia al interior de los centros escolares. Precisamente por eso los últimos casos llegaron a tener fuerte repercusión mediática y una respuesta gubernamental contundente.

La directora del área de Política Educativa de la ONG Educación 2020, Nicole Cisternas, coincide en que la violencia escolar ha ido en aumento en las escuelas de Chile, pero subraya que los casos de los overoles son sólo una pequeña parte de ella: “Nos preocupan las agresiones a docentes por parte de los apoderados [padres y madres de alumnos] y entre estudiantes, el ciberbulling y el tráfico de droga. Hay un tema grave de convivencia que requiere una política nacional de convivencia”, comenta.

Según la Encuesta Nacional de Violencia en el Ámbito Escolar (2014), un 22,3% de los estudiantes fue agredido por alguien del centro en dos o tres ocasiones en el año, y del total de denuncias por discriminación presentadas ante la Superintendencia de Educación (equivalente a la Consejería de Educación) en los años 2014 y 2015, un 54% corresponde a maltrato a estudiantes. Hasta el pasado mes de octubre, la institución recibió 1.625 denuncias de acoso escolar, en las que sólo han intervenido en 380, un 23% de los casos.

Para Aguilar, lo más preocupante son los índices de violencia perpetrada por padres de alumnos hacia docentes: de las 119 denuncias que el Colegio de Profesores registró el primer semestre (marzo-agosto) de 2018, 70 presentan como agresores a padres de estudiantes.

Un cambio de paradigma

Nicole Cisternas y Mario Aguilar consideran imprescindible poner atención en políticas preventivas, algo que no ha impulsado el Gobierno. “No sabemos por qué hay tanta rabia en nuestros estudiantes”, se pregunta el presidente del gremio de docentes. “Faltan políticas pensadas en 360, que impliquen a docentes, directivos, apoderados y estudiantes y que aborden la violencia desde la prevención y la reparación a víctimas y victimarios”, apunta la investigadora.

Según el diagnóstico de Aguilar, el descontento estudiantil podría tener que ver con “la educación competitiva, segregadora y de ránkings, en la que los jóvenes terminan siendo un número”. El dirigente critica que “se exprima” a los estudiantes con sus resultados porque de éstos dependen, entre otros, el financiamiento de la escuela o el sueldo de los profesores: “Eso es muy insano”, asegura. Considera que para mejorar la convivencia escolar es necesario un cambio de paradigma educativo, “que trate a todos los actores como personas y no como objetos de rendimiento”.

En los próximos días se esperan nuevas movilizaciones de los estudiantes, sobre todo cuando el presidente Piñera promulgue el proyecto y la norma entre en vigor. El ambiente volverá a calentarse entre los jóvenes, que en varias ocasiones han manifestado su rotundo rechazo al proyecto. Será entonces, entre protesta y protesta, cuando se pondrán a prueba los efectos de la nueva ley.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/11/23/aula-segura-el-cuestionado-proyecto-que-pretende-acabar-con-la-violencia-en-los-institutos-de-chile/

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Las estudiantes de secundaria, las protagonistas más jóvenes de la lucha por el aborto legal en Argentina

 Reivindican, entre otras cosas, que haya una buena educación afectivo sexual. De hecho, ya han comenzado a impartirlas allá donde pueden llegar.

Meritxell Freixas Martorell

“En las escuelas no se nos incentiva a hacer preguntas y menos entonces se nos otorgan respuestas. Lo que se demanda es información. Queremos que nos enseñen que la diversidad sexual existe, que nos hablen del ejercicio del placer, que nos introduzcan al mundo de la anticoncepción, y cómo es posible que a cambio se nos ofrezca oídos sordos, miradas llenas de juicio, y órdenes que parecen ineludibles en cuanto a la maternidad”. Es parte del discurso que Ofelia Fernández, líder estudiantil de los colegios de secundaria de Argentina, ofreció ante los diputados y diputadas de este país en mayo, antes de la polémica votación del proyecto de ley de despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo.

“¿Cuándo firmamos un contrato diciendo que sí o sí íbamos a querer ser madres? ¿Cuándo mostramos disposición a que los deseos de las instituciones sean más importantes que los nuestros deseos? […] Nos abusan a veces hasta en nuestras propias casas y lo que yo me pregunto es ¿dónde están todos estos defensores de la integridad, la vida y la moral cuando estamos en verdadero peligro?”, interpeló la joven, una de los 600 expositores en las audiencias para debatir la iniciativa en la Cámara.

El discurso de la dirigente estudiantil era la clara evidencia de que alguna cosa ha cambiado en las aulas de las escuelas e institutos de Argentina. La forma como la reivindicación ha permeado a esta generación de jóvenes no puede separarse de la perseverante campaña por el aborto legal, seguro y gratuito de las feministas del país y el auge del movimiento feminista a nivel mundial.

Interpeladas por la campaña

Las primeras manifestaciones masivas de las feministas se convocaron en 2015, bajo la consigna “Ni una menos”, a raíz del asesinato de Chiara Páez, una adolescente de 14 años embarazada que murió a manos de su novio. El movimiento contra la violencia hacia las mujeres fue tomando fuerza, junto con la campaña que desde mediados de los 2000 se lanzó a favor de la despenalización de la interrupción del embarazo.

“Dentro del movimiento estudiantil, esa demanda estaba instalada desde hacía muchos años, pero empezó a visibilizarse a finales del año pasado, cuando las escuelas llevaron a cabo una movida por la educación sexual integral y los anticonceptivos, en la que empezamos a visualizar que tal vez era posible aprobar la legalización del aborto en Argentina. Eso nos dio el impulso para transformar la reivindicación en la cuarta ola feminista”, explica Sofía Zibecchi, presidenta del Centro de Estudiantes del Colegio Federico García Lorca de Buenos Aires.

Zibecchi, de 18 años, dice que las estudiantes se sintieron “interpeladas directamente” por la campaña del aborto legal, sobre todo cuando vieron opciones reales de convertir el proyecto en ley.

Con un discurso en el que está totalmente normalizado el uso de la e inclusiva para todas las identidades posibles, la dirigente estudiantil subraya: “Nosotres somos les que no tenemos educación sexual integral, muches abortaron o tuvieron que acompañar a amigas a abortar y a partir de ahí entendimos que era necesario y que era una situación de vida o muerte. Nosotres éramos las que teníamos que exigirlo con más fuerza porque somos quienes estamos pegando esto”.

Por ahora, y tras el veto del Senado el pasado mes de agosto, el aborto sigue siendo ilegal en Argentina. La normativa actual se remonta a 1921 y sólo autoriza la interrupción del embarazo en caso de violación o de grave riesgo para la madre. Para el resto, está penado con hasta cuatro años de cárcel. El proyecto establecía la posibilidad de abortar hasta la semana 14 de gestación dentro del sistema público de salud de manera gratuita. Pese a la prohibición de iure, avanza la legalización de facto y la despenalización social es cada vez más un hecho.

Según el Ministerio de Salud argentino, en 2016 murieron 245 mujeres embarazadas por distintas causas. De este total, el 17,6% (43 defunciones) fueron muertes por un “embarazo terminado en aborto”. La interrupción voluntaria del embarazo continúa siendo la principal causa de mortalidad materna en más de la mitad de las provincias del país. Las complicaciones por aborto inseguro son la primera causa individual de mortalidad materna en 17 de las 24 provincias.

Pañuelos verdes en las aulas

En las mochilas, colgado del cuello, enroscado en el brazo o en la muñeca. El pañuelo verde, símbolo de la demanda por el aborto legal, se ha convertido en el nuevo uniforme escolar. Es omnipresente en todos los colegios e institutos de secundaria.

Las estudiantes han seguido los meses de debate parlamentario levantando su propia campaña al interior de los centros educativos. Intervenciones en el recreo, clases públicas sobre educación sexual, sensibilización aula por aula, entrega de pañuelos verdes, manifestaciones frente al Congreso semanalmente, “pañuelazos” en las plazas del país. Muchas acciones para explicar en muy poco tiempo por qué es importante para las mujeres la legalización del aborto: “Hicimos incluso un ‘estudiantazo’ a nivel nacional donde en las plazas de todo el país pusimos carpas para explicar para qué era la ley”, dice Zibecchi.

En una de las multitudinarias asambleas que celebró el movimiento semanas antes de la votación, se aprobó “tomar” los colegios e institutos hasta la fecha clave. En Argentina no es excepcional ocupar los centros educativos, sino una práctica que se ha repetido a lo largo de los últimos años por otras demandas educativas en diversos países de la región. En Chile, el movimiento estudiantil feminista ocupó durante casi dos meses más de 50 universidades para exigir la implementación de protocolos para enfrentar el acoso sexual en los colegios y universidades, y una educación no sexista.

Es la misma demanda que sus vecinas vienen reclamando desde 2006, cuando se aprobó la ley de Educación Sexual Integral (ESI) que nunca se implementó y que ahora las estudiantes exigen que se cumpla.

Sin embargo, ante el desinterés de las autoridades, las jóvenes decidieron desplegar ellas mismas estrategias para ofrecer a sus pares la educación sexual que no ofrecen los espacios educativos formales.

“Desde hace meses hacemos charlas de educación sexual integral en los colegios. Por ejemplo, este mes tenemos una actividad nacional que se llama ‘Educación Sexual para Decidir’, que lo haremos en el marco de un festival en mi escuela”. Lo cuenta María José Aguirre, estudiante de la Escuela de Educación Secundaria Simón Bolívar del municipio de Avellaneda, en la zona metropolitana de Buenos Aires. La joven, de 18 años, participa de la Federación de Estudiantes Secundarios a nivel nacional y asegura que “antes” no estaba “muy de acuerdo” con la legalización del aborto, “pero mis compañeras me fueron abriendo los ojos y ahora soy de las que va a impartir las charlas”.

Tanto María José como Sofía critican el rol que, en general, mantuvieron los directivos y altos cargos de los centros educativos. “En la mayoría de los colegios y universidades tuvieron un papel muy negativo. Tal vez, no desde una posición directa, pero si, por ejemplo, prohibiendo hablar el tema”, relata Sofía. María José, por su parte, cuenta que en los colegios privados “se expulsó y sancionó a chicas por llevar el pañuelo y se les decía que no hicieran política dentro del colegio, mientras ellos hacían marchar a niños de siete u ocho años con el pañuelo celeste [símbolo del movimiento antiabortista]”. Sin embargo, en su opinión, la peor parte ha sido darse cuenta del “gran prejuicio” de los adultos al pensar que “como somos adolescentes no podemos opinar”, se queja. Y sentencia: “No se acuerdan que es en la adolescencia que empezamos a tener relaciones sexuales y lo toman todo como un tabú”.

“Un punto de inflexión”

María José Aguirre pasó la noche del 8 de agosto enfrente del Congreso esperando el resultado de la votación de los senadores. El desafío era grande, pero hasta el último momento existió la esperanza de repetir lo ocurrido en junio, cuando la Cámara de Diputados dio luz verde el proyecto. Sin embargo, en esta ocasión, por 31 votos a favor y 38 en contra y dos abstenciones, la iniciativa se rechazó.

La joven fue una de las miles de mujeres que esperaron hasta las tres de la madrugada en la calle para conocer el resultado. “¡Que sea ley, que sea ley!”, gritaban las manifestantes. “Ese día logramos tener dos millones de personas en la calle. Fue histórico para el movimiento estudiantil y para el movimiento popular”, recuerda Sofía Zibecchi. Y añade: “La participación de las estudiantes fue muy masiva, también de los hombres heterosexuales y de la disidencia sexual [en referencia a la comunidad LGBTIQ]. Fue la lucha en que más hemos participado, un punto de inflexión para poder llegar a muchos espacios a los que no estábamos llegando”.

Sin embargo, la Cámara Alto hizo oídos sordos a las demandas de miles de mujeres, y decidió sepultar la ley. Cinco días después, una mujer de 34 murió por un aborto clandestino realizado con perejil. Al día siguiente falleció otra.

Las argentinas no lo lograron esta vez, pero están convencidas que la legalización del aborto más temprano que tarde será una realidad en su país. Se lo dijo también el senador Fernando Solanas la misma noche de la votación: “Que nadie se deje llevar por la cultura de la derrota. Esta causa tiene un pequeño descanso, pero en poquitas semanas todas de vuelta de pie porque si no sale hoy, el año que viene vamos a insistir y si no sale el año que viene insistiremos el otro”. Y cerró: “Será ley, habrá ley contra viento y marea”.

Conscientes del desafío que implica tumbar al conservadurismo, a la ultraderecha y a la Iglesia católica, que tanta influencia tiene en el país del Papa Francisco, las jóvenes saben que no están solas en esta pelea. María José lo expresa con cierta emoción: “Estamos en toda Latinoamérica con la misma lucha porque esto nos pasa a todas. El mundo está revolucionado con las mujeres al frente y son las pibas [chicas jóvenes] quienes están poniendo el pecho a todo esto”.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/10/15/las-estudiantes-de-secundaria-las-protagonistas-mas-jovenes-de-la-lucha-por-el-aborto-legal-en-argentina/

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Las propuestas de López Obrador para cambiar el modelo educativo en México

Por: Meritxell Freixas Martorell

Poco más de dos meses han pasado desde que Andrés Manuel López Obrador ganó las elecciones presidenciales en México con unos resultados que superaron todas las expectativas. El candidato de la izquierda mexicana (coalición Morena) todavía no ha asumido su nuevo cargo -lo hará el próximo 1 de diciembre-, pero desde su triunfo electoral ha repetido en varias ocasiones que cuando eso ocurra anulará la Reforma Educativa impulsada por el gobierno saliente del presidente Enrique Peña Nieto.

En la primera comparecencia conjunta entre presidentes celebrada en el Palacio Nacional el pasado 21 de agosto, el electo aseguró ante su futuro antecesor que “en su momento, en tiempo y forma, vamos a cancelar la reforma educativa y daremos a conocer un plan distinto”.

El actual mandatario, de tendencia centroderechista (PRI), instauró un programa para poner fin a un sistema educativo de casi 60 años. Desde 2012 y en diferentes etapas, se propuso mejorar los indicadores educativos del país, que hasta día de hoy siguen siendo muy desalentadores.

México es el país de la OCDE que más dinero destina a la educación, más del 5% de su PIB, pero es el que peores resultados obtiene debido a que el grueso de los gastos, el 86%, es para pagar los salarios de más de dos millones de maestros que enseñan a 36 millones de alumnos en 260.000 escuelas.

Según cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), en 2016 el 17,4% de la población mexicana no alcanzó el nivel educativo considerado básico (secundaria), lo que corresponde a un total de 21,3 millones de adultos y jóvenes de entre 13 y 15 años. Además, sólo el 30% de los jóvenes llega a educación superior.

Evaluación docente “punitiva”

La Reforma de Peña Nieto se basó en tres pilares fundamentales: modernizar los contenidos educativos, mejorar la infraestructura en las escuelas y profesionalizar a los profesores a través de un sistema de méritos. Esta última ha sido, sin duda, una de las piedras en el zapato del presidente hasta hoy.

El 3 de septiembre el presidente ofreció un balance oficial de su gestión, ad portas de traspasar el cargo. En su sexto y último Informe de Gobierno, declaró que cuando llegó al poder había un sistema “discrecional, injusto e ineficiente”, que no reconocía a los maestros, porque “el clientelismo había sustituido al mérito”.

Pero, según él, todo cambió con sus nuevas reglas para el ingreso, promoción y permanencia de los docentes: “Hoy el mérito, el esfuerzo y la preparación son los únicos criterios que determinan el desarrollo profesional de los maestros”, aseguró.

El sistema de evaluación de los docentes es obligatorio para todos los profesionales que resulten elegidos a través de un proceso de selección aleatorio. Aquellos que se niegan a realizar las pruebas son suspendidos de salario o cesados del lugar de trabajo. Desde su anuncio, el gremio ha mostrado una oposición muy mayoritaria a la iniciativa y, en algunos estados como Oaxaca, Guerrero y Michoacán, incluso frontal. En 2016, la ola de protestas de los profesores en estas regiones dejó varios muertos y cientos de heridos.

Las pruebas, que se deben realizar cada cuatro años, permiten “promocionarse en la función”, es decir, obtener reconocimiento (económico) o mayor número de horas lectivas (con su respectivo aumento salarial); conseguir “reconocimiento en el servicio”, que significa llegar a ejercer como tutor o asesor técnico pedagógico; o permanecer y conservar el puesto de trabajo.

Contra este sistema de pruebas se ha posicionado desde el principio la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), una organización sindical que se creó como alternativa al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), el más grande de América Latina en número de afiliados y cercano al actual Ejecutivo. Con una clara apuesta por dignificar el trabajo docente, la CNTE ha dado la pelea de forma perseverante contra la Reforma Educativa de Peña Nieto.

Mirna Santiago, miembro de la dirección política de la organización sindical y maestra de educación preescolar, asegura que la “evaluación punitiva es la columna vertebral” de la Reforma, y que opera “a través de exámenes estandarizados a alumnos y maestros para medir conocimientos en el marco de un proceso de mercantilización que deshumaniza y cosifica”.

Según datos de la Secretaría de Educación Pública, durante el mandato de Peña Nieto, 637.000 profesores han participado en evaluaciones de desempeño docente. Por su parte, la CNTE cifra en 586 personas cesadas en 2015 por negarse a examinarse, mientras que el mes pasado, coincidiendo con el inicio del nuevo curso escolar, fueron despedidos 17 maestros más por la misma razón.

Defensores y detractores

Han trascendido pocos detalles de los planes de López Obrador en materia educativa, más allá de acabar con la Reforma. Tampoco ha explicado cómo llevará a cabo este proceso. Sin embargo, sí se ha pronunciado sobre de la evaluación docente, la única parte que el nuevo presidente quiere mantener. Eso sí, quitándole el “componente punitivo”. “Queremos tener a un maestro que esté pensando en que los niños mejoren, y no puede estar siendo hostigado por la autoridad educativa, no puede estar pensando en su evaluación”, ha anticipado el próximo titular de la Secretaría de Educación Pública, Esteban Moctezuma.

Pero esta idea no convence a todo el sector. Entre los que más rechazo han mostrado a la decisión de anular la Reforma Educativa, en general, y modificar la evaluación docente, en particular, destaca la organización Mexicanos Primero, vinculada a empresarios de élite que en estos años se ha volcado a favor del programa reformista.

Su presidente ejecutivo, David Calderón explica a El Diario de la Educación que López Obrador cancelará “los mecanismos que permiten atender con mejores condiciones, con la compensación de justicia necesaria, a los alumnos de las zonas más pobres”, en referencia a la eliminación de los castigos por malos resultados en las pruebas. Para él, “la solución no es que los maestros no tengan exigencias, por el contrario, necesitan el máximo apoyo, compensaciones salariales y profesionales”. El director considera que si “ya el capital cultural de las familias más pobres no alcanza para que [sus niños] tengan oportunidades paralelas a los de las grandes ciudades, menos las van a conseguir con maestros que no saben cerrarles la brecha en cuanto a los aprendizajes y habilidades deseadas”.

Calderón también opina que es una “grave omisión” que el mandatario electo no se haya referido a políticas dirigidas a la primera infancia. Además, rebate el enfoque de las políticas educativas para jóvenes que se vienen. En esta línea, López Obrador ha planteado ampliar la cobertura de la educación universitaria y repartir becas a todos los jóvenes del país que se incorporen a empresas y organizaciones para desarrollar una formación temporal.

Para el director, esto es una “introducción temprana al subsidio para toda la vida” y “un incentivo a la dependencia”. Según él, López Obrador tiene que ir más allá de una solución temporal y lo invitó a buscar un “diseño más propositivo y sólido” que supere su promesa de campaña “de ofrecer becas indiscriminadamente”. En su opinión, estos “pequeños depósitos mitigan la pobreza y frustración, pero no son sustentables en el tiempo”.

Desde el otro lado de la cancha, la CNTE celebra que finalmente se reviertan las medidas que contempla la Reforma, cuya implementación necesitó incluso modificar la Constitución, y se muestra confiada ante eventuales “transformaciones” al sistema educativo del país. A la vez, pero, duda de que ese nuevo escenario pueda ser “real” si, al frente de la Secretaría de Educación, López Obrador ha designado a Moctezuma, un personaje vinculado a la Reforma del gobierno anterior.

Por ahora, la CNTE será uno de los actores clave de la Consulta Participativa para el Acuerdo Nacional sobre la Educación, otro de los anuncios del nuevo presidente. Maestros, estudiantes, familias, autoridades educativas, organizaciones de la sociedad civil y especialistas participarán de 32 foros en distintos estados para diseñar el programa que guiará los próximos años en materia educativa.

Mirna Santiago observa el desafío con esperanza, pero también con determinación: “Enfrentaremos al nuevo gobierno con organización, movilización y disciplina, dando continuidad a la lucha y haciendo valer nuestras propuestas de educación emancipadora que ya se llevan a la práctica en las aulas desde hace años”, concluye.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2018/09/10/las-propuestas-de-lopez-obrador-para-cambiar-el-modelo-educativo-en-mexico/

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