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Luces y sombras de la situación femenina global

Por: Paulino Betancourt Figueroa

A veces ni siquiera las mostramos a la luz. Si nacen, no las enviamos a la escuela. Y si van a la escuela a menudo se retrasan ante sus hermanos. Entonces no les permitimos trabajar, pero aun cuando lo hacen, estamos dispuestos a pagarles menos de lo que reconocemos a los hombres por el mismo trabajo. Una vez que logran ingresar al mundo laboral, incluso con una excelente capacitación y calificaciones importantes, apenas llegan a la cima, tanto en empresas como en universidades. Esta es la realidad que enfrentan millones de mujeres alrededor del mundo.

En las últimas décadas la situación ha mejorado en general, pero todavía en el 2018, no hemos construido un mundo en igualdad de condiciones para las mujeres. A nivel mundial, hay regiones donde la discriminación contra la mujer tiene implicaciones dramáticas. Bien sea el caso de China o India, donde por diferentes razones, la política de un solo hijo en China y la estructura social de la familia en la India, ha generado desequilibrios demográficos insostenibles. Como dice Mónica Das Gupta: “… en los últimos años se ha dado un cambio de tendencia, entre los nacidos en 2010 en China y el noroeste de la India donde había 100 mujeres por cada 120 hombres”, mientras la proporción en América Latina es más igualitaria, de 100 mujeres por cada 105 hombres, aproximadamente.

Por lo tanto, en algunas regiones del mundo, el camino de las mujeres ha estado obstaculizado desde su nacimiento. Aunque la universalidad de la educación ha estado entre los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas y pese a décadas de compromisos e inversiones, como los del movimiento global “Educación para Todos”, promovido en el 2000, entre otros por Unicef, Unesco y el Banco Mundial. Mucho se ha hecho sobre el seguimiento mundial de la educación en el 2016 de la Unesco, pudiendo hablarse de “progresos genuinos en la igualdad de género en la educación primaria y secundaria”. Sin embargo, queda mucho por hacer: según un artículo publicado en el 2015 sobre “Género y Educación” por las investigadoras sociales Supriya Baily, de la Universidad George Mason y Halla Holmarsdottir, de la Universidad de Oslo: “el problema existe incluso en los países más ricos y avanzados, donde las mujeres todavía se sienten poco alentadas a emprender estudios científicos, que se encuentran entre los que garantizan las mejores oportunidades de empleo”.

Y no se trata solo del acceso a la educación primaria, a menudo denegada especialmente en África. Las desigualdades de género, en resumen, siguen siendo un problema a escala mundial, incluso si adquieren matices diferentes en contextos sociales, económicos y culturales. Tal vez debido a esta diversidad, es difícil tomar medidas efectivas a escala mundial para facilitar la transición a una significativa igualdad de género.

¿Y sobre nosotros? Mirando el contexto de la ciencia y la universidad, para un país que no brilla por el reconocimiento y su aplicación, el panorama es mucho más alentador de lo que cabría esperar. Como se puede ver en la infografía, en comparación con Colombia, México, Argentina o Brasil, Venezuela es el único país donde el número de mujeres que ha recibido doctorado es más alto que el de los hombres. E incluso en términos de la desigualdad salarial del personal académico, nos encontramos en una situación mucho más igualitaria que los demás países.

Si miramos los valores absolutos, en las universidades venezolanas, las mujeres aún son menos del 30 por ciento entre la plantilla profesoral, mientras que han superado el 50 por ciento entre los Titulares. Pero este es quizás también un efecto de su entrada más reciente en la carrera académica. Vale la pena indicar que en la actualidad las aulas en nuestras universidades muestran un mayor número de estudiantes femeninas en carreras científicas e ingenieriles.

Solo con el paso de los años podremos ver si la brecha se reduce. Una mayor igualdad de género se puede lograr con una combinación de voluntad política y estrategias basadas en elementos concretos. Las mujeres y los hombres del futuro se beneficiarán de una sociedad más justa.

 Fuente: http://efectococuyo.com/opinion/luces-y-sombras-de-la-situacion-femenina-global

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Es hora de descolonizar la ciencia

Por: Palino Betancourt Figueroa

El médico británico Ronald Ross acababa de regresar de una expedición a Sierra Leona en diciembre de 1899, cuando dio una conferencia en la Cámara de Comercio de Liverpool sobre su experiencia combatiendo la malaria, que con frecuencia mataba a colonos ingleses. En dicha conferencia indicó: “en el próximo siglo, el éxito del Imperio dependerá en gran medida del éxito del microscopio”.

Al utilizar su microscopio para identificar cómo se transmitía la malaria, se dio cuenta de que su descubrimiento prometía salvaguardar la salud de las tropas y oficiales británicos en el trópico. A su vez, esto permitiría a Gran Bretaña expandir y consolidar su dominio colonial. Las palabras de Ross también señalaron cómo se usó la ciencia para argumentar que el imperialismo estaba moralmente justificado porque reflejaba la buena voluntad británica hacia las “personas colonizadas”. Implicaba que las ideas científicas podrían emplearse para promover la salud y la higiene entre los sujetos coloniales, así el Imperio fue visto como un proyecto “benevolente y desinteresado”.

Ross, quien ganó el Premio Nobel de Medicina por su investigación sobre malaria, resumió claramente cómo los esfuerzos de los científicos británicos se entrelazaron con el intento de su país por conquistar una cuarta parte del mundo. En este sentido, Rudyard Kipling también lo describió en la oda La Carga del Hombre Blanco, que era la modernización, evangelización y educación de los aborígenes. Por ello, la ciencia en ese momento era una herramienta práctica e ideológica cuando se trataba de los imperios. La extracción de materias primas de las minas y plantaciones coloniales iba de la mano con la extracción de información científica y especímenes. Es así, que personas como Charles Darwin en el Beagle, el botánico Joseph Banks en el Endeavour o el geólogo Roderick Murchison, desarrollaron sus trabajos científicos gracias a la expansión del imperio británico, permitiendo, en algunos casos, recopilar información no solo sobre especímenes y minerales, sino también sobre la política local.

De esta manera, los avances en ciencia y tecnología durante este período impulsaron y fueron impulsados por su dominio político y económico del resto del mundo, la ciencia occidental moderna estaba indisolublemente entretejida con el colonialismo y se construyó efectivamente un sistema que explotó a millones de personas, al tiempo que ayudó a justificar y sostener esa explotación.

Como resultado, en los últimos años se ha visto un número cada vez mayor de llamados a “descolonizar la ciencia”, llegando incluso a abogar por eliminar por completo la práctica y los hallazgos de la ciencia moderna. Hacer frente a la influencia persistente del colonialismo en la ciencia es muy necesario. Pero también existe el peligro de que los intentos más extremos de hacerlo puedan ponernos en manos de los fundamentalistas religiosospolíticos (caso Venezuela) y ultranacionalistas. Por ejemplo, algunos nacionalistas indios, incluido el primer ministro actual del país, Narendra Modi, han enfatizado las glorias científicas de la antigua civilización hindú.

Los intentos de descolonizar la ciencia deben cuestionar las afirmaciones intransigentes de superioridad cultural, ya sea que provengan de ideólogos imperiales o de los representantes actuales de los gobiernos poscoloniales. Debemos encontrar una forma de eliminar las desigualdades promovidas por la ciencia moderna, asegurándonos de que sus enormes beneficios potenciales funcionen para todos, en lugar de dejar que se convierta en una herramienta para la opresión.

Los imperios prácticamente han desaparecido, pero los sesgos culturales y las desventajas que impusieron aún se mantienen.

Los imperios prácticamente han desaparecido, pero los sesgos culturales y las desventajas que impusieron aún se mantienen. Si miramos las estadísticas sobre la forma en que se lleva a cabo la investigación a nivel mundial, veremos cómo continúa la jerarquía científica creada por el colonialismo; las clasificaciones anuales que se publican de universidades tienden a favorecer a sus propias instituciones. Las revistas académicas de las diferentes ramas de la ciencia están mayoritariamente dominadas por EE. UU. y Europa. Debido a esto, la mayor parte de Asia, África y Latinoamérica se ve en un juego de convergencia con el mundo desarrollado o como dependiente de su experiencia científica y ayuda financiera.

Algunos académicos han identificado estas tendencias como evidencia de la persistente “dominación intelectual” y las han calificado como una forma de “neocolonialismo“. Varios esfuerzos bien intencionados por cerrar esta brecha han tratado de ir más allá de los legados del colonialismo. Por ejemplo, la colaboración científica entre países puede ser una forma fructífera de compartir habilidades y conocimientos, y aprender de los conocimientos intelectuales de los demás. Pero cuando una parte del mundo económicamente más débil colabora casi exclusivamente con socios científicos muy fuertes, puede tomar la forma de dependencia, si no de subordinación.

En algunos casos, el papel más común de los científicos en países subdesarrollados fue la recolección de datos y el trabajo de campo, mientras que los colaboradores extranjeros aportaron una cantidad significativa de la ciencia analítica. Esto fue tratado en un estudio en el 2003, sobre colaboraciones internacionales de unos 48 países en desarrollo, sugiriendo que los científicos locales con demasiada frecuencia llevaban a cabo “trabajo de campo en su propio país para los investigadores extranjeros” y del 60 al 70% de los científicos de los países desarrollados, no reconocieron a sus colaboradores en los países más pobres como coautores en sus reportes.

Para finalmente dejar atrás el bagaje del colonialismo, las colaboraciones científicas deben ser más simétricas y estar basadas en mayores grados de respeto mutuo. Necesitamos descolonizar la ciencia reconociendo los verdaderos logros y el potencial de nuestros científicos. Deberíamos cuestionarnos si la ciencia ha hecho lo suficiente para disipar los prejuicios modernos basados en conceptos de raza, género, clase y nacionalidad.

Fuente: http://efectococuyo.com/opinion/es-hora-de-descolonizar-la-ciencia

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Aprendizaje para todos

Venezuela / 11 de febrero de 2018 / Autor: Paulino Betancourt Figueroa / Fuente: Efecto Cocuyo

El acceso a la educación está consagrado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, siendo también una inversión en el desarrollo estratégico para las naciones. De allí la importancia de nuestro bachillerato que es parte esencial del sistema educativo nacional, así como de la estructura económica y social del país, donde millones de jóvenes estudiantes se forman para tener éxito en la vida.

Sin embargo en la actualidad enfrentan una perspectiva de pérdida de oportunidades para insertarse en el sistema universitario y en el mercado laboral, debido a que nuestras escuelas primarias y secundarias están fallando en educarlos. Al advertir sobre esta “crisis de aprendizaje” en la educación, podemos decir que la escolarización sin aprendizaje implica desaprovechar una oportunidad de desarrollo, siendo además una gran injusticia para los niños y jóvenes venezolanos. Por lo tanto, hoy más que en otros tiempos necesita ser transformado en beneficio de nuestra juventud.

En el Informe sobre el Desarrollo Mundial 2018: Hacer realidad la promesa de la educación al servicio del desarrollo, se sostiene que sin el aprendizaje, la educación no cumplirá su promesa de eliminar la pobreza extrema y crear oportunidades y prosperidad compartidas para todos. Incluso después de varios años en la escuela, millones de niños no pueden leer, escribir o hacer cálculos matemáticos básicos. Esta crisis de aprendizaje está ampliando las brechas sociales en lugar de reducirlas. Los jóvenes estudiantes que ya están en desventaja debido a la pobreza, el género o la discapacidad llegan a la adultez temprana sin siquiera las habilidades más básicas para la vida.

“Esta crisis de aprendizaje es una crisis moral y económica”, tal como lo indica Jim Yong Kim. “Cuando se imparte bien, la educación promete empleo a los jóvenes, mejores ingresos, buena salud y una vida sin pobreza. Para las comunidades, la educación estimula la innovación, fortalece las instituciones y fomenta la cohesión social”. El informe recomienda medidas políticas concretas para ayudar a países en desarrollo como el nuestro a resolver esta grave crisis de aprendizaje, recabando evidencia de lo que funciona para orientar la toma de decisiones educativas y promover un movimiento social fuerte que impulse cambios efectivos en la educación, fomentando el “aprendizaje para todos”.

Según el informe de seguimiento de la educación en el mundo, elaborado por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), cuando recientemente se les pidió a estudiantes africanos de tercer grado que leyeran una oración, tres cuartas partes no entendieron lo que decía. En la India rural, casi tres cuartas partes de los estudiantes de 3er. grado no pudieron resolver una resta d6e dos dígitos como “46 -17” y al llegar al 5to. grado, la mitad aún no podía hacerlo. El documento advierte que América Latina y el Caribe enfrentan un retraso de 65 años con respecto a lo establecido para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), para garantizar la universalización de la educación básica y media superior. Mientras que Venezuela enfrentaría un rezago de 70 años en el cumplimiento de los ODS de mantenerse las tendencias actuales.

El informe señala que cuando los países y sus líderes hacen del “aprendizaje para todos” una prioridad nacional, los estándares de educación pueden mejorar dramáticamente. Por ejemplo, un país como Corea del Sur, devastado por la guerra, con tasas de alfabetización muy bajas en la década de los 50, alcanzó una educación de alta calidad hasta la escuela secundaria en 1995 y sus jóvenes se desempeñaron al más alto nivel en evaluaciones internacionales de aprendizaje. Los resultados de 2012 de Vietnam de un examen para estudiantes de secundaria en matemáticas, ciencias y lectura llamado PISA, mostraron que sus alumnos de 15 años se desempeñaban al mismo nivel que los de Alemania, a pesar de que Vietnam es un país mucho más pobre.

En definitiva, la propuesta de una estrategia educativa debería ser la siguiente: Invertir temprano, invertir con inteligencia e invertir para todos. En primer lugar es necesario estimular el aprendizaje desde temprano y en forma continua, dentro y fuera del sistema de educación formal. Para que las capacidades esenciales que se adquieran en los primeros años posibiliten el aprendizaje durante toda la vida, es esencial contar con programas de salud prenatal y desarrollo temprano que incluyan la educación y la salud para hacer de ese potencial una realidad. En segundo lugar, para obtener valor por el dinero asignado a la educación es necesario hacer inversiones inteligentes; es decir, inversiones que han demostrado ser efectivas en el proceso de aprendizaje. La calidad debe ser el foco de las inversiones en educación. En tercer lugar, el aprendizaje para todos implica garantizar que cualquiera de los estudiantes, no solo los más privilegiados ni dotados, adquieran los conocimientos y las capacidades que requieren para afrontar su vida futura.

Fuente del Artículo:

Aprendizaje para todos

 

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