Trabajo infantil: una realidad que vemos y consumimos todos los días en México

En México, hay niñas y niños laborando en los campos agrícolas donde se cultivan los alimentos que llegan a nuestras mesas; trabajando en fábricas y talleres donde se maquila la ropa que vestimos; realizando servicio doméstico o tareas de cuidados de otras personas, y siendo cooptados por el crimen organizado para realizar actividades ilícitas, trata y explotación laboral y sexual.

Como sociedad hemos normalizado ver a niñas y niños trabajando. No nos extraña que estén en las calles vendiendo chicles, limpiando los parabrisas de los coches o recogiendo basura.

Pero el trabajo infantil es mucho más complejo y grande de lo que nuestros ojos alcanzar a mirar. En México, hay niñas y niños laborando en los campos agrícolas donde se cultivan los alimentos que llegan a nuestras mesas; trabajando en fábricas y talleres donde se maquila la ropa que vestimos; realizando servicio doméstico o tareas de cuidados de otras personas; y siendo cooptados por el crimen organizado para realizar actividades ilícitas, trata y explotación laboral y sexual.

Actualmente, se estima que en México trabajan 3.3 millones de niñas y niños, quienes pierden su niñez al tener que involucrarse en trabajos que obstaculizan sus derechos a la educación, descanso, juego, esparcimiento, y que incluso ponen en peligro su integridad, dignidad, así como su propia vida por la exposición constante que tienen a los accidentes, lesiones, condiciones climáticas adversas, químicos, pesticidas, maltrato y abuso sexual.

El trabajo infantil es un problema originado por múltiples factores

En todos los países se observa que ocurre sobre todo en los hogares más pobres.1 En todos los países, se observa que ocurre sobre todo en los hogares más pobres.2 En el contexto de la pandemia por covid-19, se estima que un incremento de la pobreza del 1% propiciará un incremento mínimo del 0.7% en el trabajo infantil, esto es, en menos de 1 año, en México más de 180 mil niñas, niños y adolescentes se sumarán a las filas del trabajo infantil.3

Los bajos salarios que perciben las personas adultas y jóvenes, o la carencia de protección social que impide a las familias hacer frente a situaciones imprevistas que provocan pérdidas de ingresos económicos, también son factores de riesgo. Asimismo, la falta de accesibilidad y calidad de la educación provoca que las niñas y niños abandonen la escuela y se incorporen al trabajo infantil.

Además, culturalmente, el trabajo infantil continúa siendo aceptado en muchos entornos como una forma de desarrollar habilidades en las niñas y los niños, pero se olvida que hay una diferencia entre apoyar actividades que favorecen su desarrollo y el trabajo infantil, ya que este último tiene un impacto negativo al poner en riesgo su bienestar, sus necesidades presentes y sus oportunidades futuras.

La falta de accesibilidad y calidad de la educación de igual manera provoca que niñas y niños abandonen la escuela y se incorporen al trabajo infantil. Existe evidencia suficiente para afirmar que la niñez que trabaja tiene problemas de rendimiento escolar, un retraso educativo aproximado de dos años,4 y sólo 1 de cada 4 concluye la educación básica 5. Esto, a su vez, impide eliminar la pobreza y las desigualdades, porque el nivel de escolaridad afecta proporcionalmente el ingreso de una persona en su vida adulta,6 así que al no acceder a educación o no lograr el rendimiento esperado, solo podrán aspirar a tener ocupaciones menos calificadas y, por tanto, con baja remuneración.

Lamentablemente, la inseguridad que sufre el país también es un factor de riesgo, pues la muerte o desaparición forzada de padres y madres puede orillar a niñas y niños a integrarse a una actividad productiva para cubrir sus necesidades.

¿Qué podemos hacer?

El trabajo infantil es un problema público que debe ser abordado desde una visión sistémica que involucre la participación de todos los sectores sociales (gobierno, sector privado, sociedad) mediante acciones articuladas.

Uno de los grandes desafíos actuales es que México no cuenta con una Estrategia Nacional para Prevenir, Atender y Erradicar el Trabajo Infantil, lo que obstaculiza que las instituciones, órdenes de gobierno y sectores involucrados actúen de forma coordinada para atender las causas estructurales que originan este problema, y para restituir los derechos de las niñas y niños que ya son o están en riesgo de ser víctimas del trabajo infantil.

Cabe señalar que si bien existe la Comisión Intersecretarial en materia de Trabajo Infantil y la Protección de Adolescentes Trabajadores en Edad Permitida (CITI), aún es necesario fortalecerla para que sus decisiones sean vinculantes para los actores participantes, y asignarle presupuesto público suficiente con el objetivo de que logre coordinar una estrategia integral.

Del mismo modo, se requiere fortalecer los mecanismos del Estado para hacer cumplir la ley. En este sentido, debe invertirse más en la inspección laboral por ser esta una de las mejores herramientas para detectar, atender y prevenir el trabajo infantil.

En el año 2020 se contabilizaron 468 personas inspectoras laborales en las 32 entidades federativas,7 y la Secretaría del Trabajo y Previsión Social estima que se realizan 136 mil inspecciones en general cada año, mientras que en el país hay más de 6 millones de establecimientos productores, comercializadores o prestadores de servicios8. Claramente el número de inspecciones realizadas con relación al número de establecimientos es insuficiente; además, entre 2015 y 2020 el número de inspectores ha tenido una disminución del 41.8% 9.

El sector privado también tiene una gran responsabilidad en la prevención y erradicación del trabajo infantil. En principio, porque la mejor manera de prevenirlo es garantizando salarios justos, pero también tiene la responsabilidad de asegurar que toda su cadena de valor (desde la materia prima hasta la comercialización) esté libre de trabajo infantil, y debe llevar a cabo acciones de remediación para que cuando detecte su existencia, las niñas y niños puedan regresar a la escuela y cubrir sus necesidades básicas, ya que si solo se les retira de los trabajos actuales estarán en riesgo de realizar trabajos aún más peligrosos.

Todas y todos, como sociedad, también tenemos un papel clave. La denuncia ciudadana de los casos de trabajo infantil es más que necesaria porque las inspecciones laborales para detectar y atender los casos se realizan principalmente cuando existe una denuncia y, a partir de eso, las instituciones del Estado mexicano están obligadas a restituirles sus derechos, es decir, proporcionarles medidas de protección social, salud, educación y alimentación.

Asimismo, podemos contribuir mediante un consumo más responsable, tratando de identificar de dónde provienen los productos, bienes y servicios que adquirimos; y exigir que las empresas cuenten con distintivos que aseguren que están libres de trabajo infantil en toda su cadena de valor.

El Día Mundial contra el Trabajo Infantil es una oportunidad para recordar que la erradicación de este problema debe ser una prioridad en la agenda pública de todos los gobiernos porque se trata del bienestar de las niñas y niños y del desarrollo social de las naciones. Todas y todos tenemos una responsabilidad que asumir, desde la exigencia y la acción.

En el marco de este Día desde Save the Children presentamos la exposición #NiñezLibreDeTrabajo la cual estará montada en las rejas del Senado de la República sobre avenida Paseo de la Reforma hasta el 30 de junio de 2021 y también está disponible de forma virtual en este enlace.

* Save the Children (@SaveChildrenMx) es la organización independiente líder en la promoción y defensa de los derechos de niñas, niños y adolescentes. Trabaja en más de 120 países, atendiendo situaciones de emergencia y programas de desarrollo. Apoya a los niños y niñas a tener una infancia saludable y segura. En México, trabaja desde 1973 con programas de salud y nutrición, educación, protección y defensa de los derechos de la niñez y adolescencia, en el marco de la Convención sobre los Derechos del Niño de Naciones Unidas. Visita nuestra página web y nuestras redes sociales: Facebook, Twitter e Instagram.

1 OIT. “Medir los progresos en la lucha contra el trabajo infantil: Estimaciones y tendencias mundiales entre 2000 y 2012”, pág. VIII.

2 OIT. “Medir los progresos en la lucha contra el trabajo infantil: Estimaciones y tendencias mundiales entre 2000 y 2012”, pág. VIII.

3 OIT y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, La COVID-19 y el trabajo infantil: Un periodo de crisis, una oportunidad para actuar, 2020, p. 8.

4 STPS, El trabajo infantil en México Avances y Desafíos, 2014, p. 64.

5 Ídem.

6 INEE, Salario relativo por hora de los trabajadores.

7 Secretaria de Trabajo y Previsión Social, Oficio No. 510/DPSRLDH/1016/2020, de fecha 17 de noviembre de 2020, signado por el C. Ulises Hernández Colín, director de Prestaciones Sociales, Relaciones Laborales y Desarrollo Humano.

8 INEGI, Establecimientos y Personal ocupado total según año de inicio de operaciones, método de captación y tipo de propiedad.

9 STPS, Oficio No. 510/DPSRLDH/1016/2020, de fecha 17 de noviembre de 2020, signado por el C. Ulises Hernández Colín, director de Prestaciones Sociales, Relaciones Laborales y Desarrollo Humano.

Fuente: https://www.animalpolitico.com/blog-invitado/trabajo-infantil-una-realidad-que-vemos-y-consumimos-todos-los-dias/

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Los riesgos de ser niña en pandemia

Por: Save the Children

Tras el cierre de las escuelas, más de 15 millones de niñas y adolescentes mujeres dejaron de asistir de manera presencial (educación básica y superior) y, mientras más pasa el tiempo, incrementa el riesgo de abandono escolar; de hecho, se estima que casi 1 millón y medio están en riesgo de no volver más.

En 2021, el tema para el Día de la Mujer se ha enfocado en el liderazgo como un elemento clave para un futuro igualitario1. Precisamente, desde Save the Children trabajamos para lograr que las niñas y adolescentes sean escuchadas e incluidas en todos los espacios donde se toman decisiones que impactan sus vidas.

Abrir estos espacios de participación no ha sido fácil; la lucha por el cumplimiento de los derechos de las niñas y las mujeres continúa siendo compleja. Si bien se han alcanzado avances importantes, es preocupante que muchas de nuestras sociedades establezcan leyes y normativas basadas en la creencia de que las mujeres son inferiores y dependientes, reforzando la idea, desde la niñez, de que sus vivencias, preocupaciones, necesidades y expectativas pertenecen al ámbito privado y representan una prioridad secundaria, invisible en la agenda pública.

Sin embargo, a través de la lucha feminista, las mujeres hemos conseguido derechos que nos habían sido negados como el acceso a la educación, los derechos sexuales y reproductivos, el voto, la participación en la vida pública, el acceso a la justicia, y la posibilidad de poder decidir sobre nuestro destino.

Además, hemos construido redes que nos permiten desterrar las ideas erróneas sobre el odio y la competencia entre niñas y mujeres, para relacionarnos desde la ternura y sororidad, construyendo puentes que nos permiten avanzar hacia la creación de sociedades más justas en donde ninguna niña, adolescente y mujer se quede atrás.

Pero esta lucha no ha perdido vigencia y exige, entre otras cosas, que las instituciones garanticen nuestros derechos y no haya retroceso en lo que se ha conseguido.

En 1995, distintos Estados del mundo -entre ellos México- se unieron formalmente para aprobar la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing con el objetivo de promover la igualdad de género.

Por primera vez en la historia se reconoció formalmente que había disparidades y desafíos particulares para las mujeres. En consecuencia, comenzaron a gestionarse acciones con resultados concretos: desde entonces se han evitado 78.6 millones de matrimonios infantiles; además, las niñas tienen el doble de probabilidades de superar los cinco años de edad en comparación con la generación de sus madres y tienen más posibilidades de aprender, sobrevivir y prosperar2.

Sin embargo, los impactos económicos de la pandemia amenazan con borrar parte de esos avances y truncar sus planes y su futuro. El aumento de la pobreza, la exposición a la violencia y la pérdida del acceso a la educación, para muchas, tendrán consecuencias fatales en sus vidas si no tomamos medidas de inmediato.

A causa de la pandemia son más propensas a la violación de sus derechos, aumentando las posibilidades de que sean ellas quienes asuman las responsabilidades del cuidado de sus hermanos o hermanas, quienes atiendan a otros miembros de sus familias cuando enfermen, quienes abandonen la escuela, se unan de manera informal con alguien mucho mayor y sufran violencia doméstica. Incluso, en algunos contextos, incrementa el riesgo de que sean víctimas de trata y explotación sexual.

Conforme pasan los meses, las estimaciones sobre estos retrocesos han comenzado a convertirse en hechos. Las medidas básicas para contener el virus como el quedarse en casa han sido todo un desafío para aquellas que padecen violencia en sus hogares. Para darse una idea, entre marzo y diciembre de 2020, el número de emergencias 911 registró más de 200 mil llamadas relacionadas con violencia de género, un incremento del 30% respecto al mismo periodo del 2019 3. Estas llamadas registran incidentes como abuso sexual, acoso sexual, violación, violencia en pareja y violencia familiar.

Además, tras el cierre de las escuelas, más de 15 millones de niñas y adolescentes mujeres dejaron de asistir de manera presencial (educación básica y superior) 4 y, mientras más pasa el tiempo, incrementa el riesgo de abandono escolar; de hecho, se estima que casi 1 millón y medio están en riesgo de no volver más 5. Por eso, es necesario fortalecer mecanismos puntuales para monitorear el posible abandono de clases de niñas y adolescentes, así como generar incentivos y condiciones para que continúen con su educación.

El 8 de marzo nos ofrece una oportunidad para recordar que, si bien hemos logrado avances, todavía estamos lejos de celebrar un mundo de igualdad. Como sociedad tenemos que proteger a las niñas y adolescentes del país contra los peores impactos de la violencia, exacerbados ahora por la pandemia. Debemos comprometernos, como lo estipula la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, sin reservas, con espíritu decidido, esperanza, cooperación y solidaridad.

Desde Save the Children hacemos un llamado a que se fortalezcan las capacidades de las instituciones públicas para prevenir, atender, sancionar y erradicar todas las formas de violencia contra las niñas y adolescentes. En este proceso es fundamental que sigamos fomentando su participación de forma segura y significativa en todas las decisiones públicas que les impacten, durante y después de la COVID-19.

Es urgente que se focalice el presupuesto y se asegure un eficiente ejercicio del gasto público en programas estratégicos para alcanzar la igualdad de género y garantizar sus derechos.

Quien dude sobre la urgencia de estas acciones que pregunte, que observe, que escuche. Las niñas y adolescentes merecen vivir en un presente que las reconozca; ese liderazgo debe comenzar desde el reconocimiento pleno de que son sujetos de derechos y su voz es importante y fundamental para trabajar en la construcción de espacios libres y seguros para ellas.

Al mismo tiempo, resulta clave que ellas se conciban capaces de generar cambios en sus entornos y, por eso, tenemos que defender lo que hemos logrado. Ahora, más que nunca, tenemos que garantizar espacios para que las niñas y adolescentes, acompañadas de todas las mujeres, sean escuchadas y lideren acciones con la visión del mundo que desean.

Queremos niñas sin miedo, plenas, sanas, felices, dueñas de su voz, su presente y su destino.

* Save the Children (@SaveChildrenMx) es la organización independiente líder en la promoción y defensa de los derechos de niñas, niños y adolescentes. Trabaja en más de 120 países atendiendo situaciones de emergencia y programas de desarrollo. Ayuda a los niños y niñas a lograr una infancia saludable y segura. En México, trabaja desde 1973 con programas de salud y nutrición, educación, protección infantil y defensa de los derechos de la niñez y adolescencia, en el marco de la Convención sobre los Derechos del Niño de Naciones Unidas.

Fuente: https://www.animalpolitico.com/blog-invitado/los-riesgos-de-ser-nina-en-pandemia/

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