Cómo y por qué hay que educar a los niños en el aquí y el ahora

Por: Sonia López Iglesias

Los expertos recomiendan una pedagogía centrada en el ser que establezca sus pilares en ocho puntos claves

La pandemia global que azota a todo el planeta y la incertidumbre que esta genera sobre la población en general y más concretamente en nuestros niños y jóvenes, provocará que la educación experimente una gran transformación. Enseñar de forma personalizada a vivir en el aquí y ahora debe convertirse en unos de los pilares de nuestro acompañamiento.

– ¿A ti no te da miedo no saber qué pasará mañana?

– No, ¿por qué debería dármelo?

– Por qué es más fácil vivir si tenemos todo controlado y pasamos qué sucederá.

– Seremos mucho más felices si únicamente nos entregamos y vivimos en presente.

Jamás hubiésemos imaginado vivir una situación tan excepcional. De un día para otro toda nuestra vida ha dado un giro de 360 grados, quedándose congelada en muchas de sus parcelas, modificándose sustancialmente en todo el resto.

Nadie hubiese imaginado que un virus nos obligaría a encerrarnos entre cuatro paredes durante meses y nos haría modificar de forma casi instantánea nuestra forma de trabajar, relacionarnos e incluso educar. Que nos robaría los contactos, abrazos y los besos que tantos necesitamos.

Esta pandemia nos ha zarandeado el alma sin miramientos, nos ha aleccionado en que es necesario aprender a vivir en la incerteza y sin condiciones, reservas o excusas. Nos ha recordado violentamente la fragilidad de nuestra existencia y nos ha evidenciado que el ser humano es vulnerable y tiende a vivir con temor a lo desconocido.

Este virus ha puesto en evidencia nuestro miedo a salir de la zona de confort y nuestra actitud conservadora que a menudo nos condena a vivir en una rutina que nos automatiza a pensar y actuar siempre de una determinada manera.

A grandes y pequeños nos ha tocado reinventarnos de la noche a la mañana, aprender a vivir sin saber qué pasará desde la resiliencia y la confianza. Todo lo que estaba programado, cuantificado o examinado ahora ya no sirve, ha caducado. Esta circunstancia ha puesto sobre la mesa la inutilidad de intentar controlarlo todo, de querer anticiparnos a los acontecimientos.

Nos hemos visto obligados a aprender a vivir en la improvisación, sin poder seguir un patrón establecido. A compaginar nuestra vida familiar, laboral y personal desbordados emocionalmente, preocupados laboralmente y condicionados por la incertidumbre.

Ojalá esta pandemia provoque una enorme transformación en nuestra forma de educar. Yo creo que así será, porque la educación es la única herramienta que permite cambiar el mundo. Ojalá nos instruya a vivir en el aquí y ahora sin preocuparnos demasiado por lo que pasará mañana. Aceptando que nos va a tocar innovar en todas las facetas de nuestra vida y a aprender a aprovecharnos de los imprevistos.

Necesitamos un nuevo paradigma educativo que redefina nuestra tarea educativa. Que elimine la manera de entender el acto educativo como la estandarización de la sociedad y empodere a nuestros pequeños y jóvenes a decidir como quieren mirar, comprender y disfrutar el mundo considerando a cada uno de ellos como seres únicos e irrepetibles.

Que dote a nuestros hijos de los recursos personales necesarios para poder dar la mano a lo impredecible, para saber bailar con lo inesperado, para abrazar el cambio, para disfrutar con lo incierto.

Una educación centrada en el SER, que establezca sus pilares en:

1. Educar en la VALENTÍA, el ATREVIMIENTO, en las GANAS de exprimir la vida. En aprender las competencias necesarias para MIRAR a la vida con CORAJE, para saber empezar de cero las veces que haga falta, para mitigar los daños de los tropiezos.

2. Conectar con las EMOCIONES aceptando cada una de ellas sin prejuicios. Aprendiendo a ponerles nombre, a gestionarlas y legitimarlas sin miedo. Sabiendo que no existen las emociones buenas y malas, que todas son necesarias. Un aprendizaje que les permita entender todo lo que les recorre por dentro.

3. VIVIR EN EL PRESENTE con la atención plena siendo conscientes de todo aquello que nos pasa. Desarrollando una actitud de apertura y aceptación, aprendiendo a conectar con la propia esencia, siendo testigos de uno mismo.

4. Desarrollar las estrategias necesarias para ver el CAMBIO como un reto, como una nueva oportunidad para vivir algo diferente, para descubrir y crecer. Para enfrentarse a él con intrepidez, aprendiendo que en ocasiones será mejor ir paso a paso y en otras hará falta hacer una verdadera revolución.

5. Aprender a cuestionarse el PORQUÉ de las cosas, resolver la indecisión con las ganas de intentarlo sin temer las consecuencias del tropiezo. Para conseguir ser protagonistas siendo muy conscientes que quien arriesga puede perder pero es inmensamente más feliz. A creer más que nunca en el «y por qué no».

6. Trabajar a diario la DETERMINACIÓN, RESILENCIA y DISCIPLINA. Aprendiendo a confiar en el instinto, a dejar fluir, a desafiar el miedo con descaro. Redibujando el plan de ruta las veces que sea necesario mostrando siempre una actitud proactiva.

7. Aceptar el ERROR como parte imprescindible del viaje, como un gran maestro. Fomentando la creatividad, la autonomía e iniciativa personal. Aprendiendo a definir correctamente el éxito y a tomar tomando decisiones sin que tiemble el pulso.

8. Descubrir FORTALEZAS y DEBILIDADES para poder liderar sin complejos el propio camino y creer a fuego en los propios ideales. Descubriendo por sí mismos quiénes verdaderamente son. Sintiéndose únicos, especiales, libres.

Ahora más que nunca nuestros hijos van a necesitar que les acompañemos con grandes dosis de cariño y comprensión. Sin cansarnos de repetirles que estamos con ellos sin CONDICIÓN, de repetirles que la VIDA es demasiado corta para DEJARLA IR, que la decisión de hacerlo es lo que cambia todo.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/09/03/mamas_papas/1599126540_721091.html

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12 errores que ningún padre o madre debería cometer

Por: Sonia López Iglesias

Acompañar, cuidar y educar a nuestros hijos es una tarea ardua, llena de obstáculos y contratiempos, pero a la vez emocionante y extraordinaria

Acompañar, cuidar y educar a nuestros hijos es una tarea ardua, llena de obstáculos y contratiempos, pero a la vez emocionante y extraordinaria. Se aprende a ser mamá o papá a la vez que nuestros hijos aprenden a ser hijos. Así que seamos pacientes, ajustemos nuestras expectativas y seamos capaces de disfrutar del mejor oficio del mundo.

– ¿Quién te ha enseñado a ser mamá?

– Aprendo el oficio a la vez que tú te haces mayor.

– ¿Y cómo sabes lo que tienes que hacer?

– Me dejo guiar por mi intuición y aceptando que cada error es mi mejor maestro.

Sin duda se aprende haciendo, recorriendo el camino, admitiendo los baches y disfrutando de cada buen momento. Ser papá o mamá es una carrera de fondo, un camino lleno de lecciones de vida, donde los objetivos se logran a largo plazo con grandes dosis de serenidad y confianza. Un trayecto en el que no existen atajos, fórmulas mágicas o métodos que nos aseguren el éxito.

Un oficio maravilloso que te cambia de forma radical la vida desde que empiezas a ejercerlo, que te hace desaprender a diario. Que te regala a diario primeras veces, cariño a raudales, amor sin condición.

Una ruta compartida para siempre que, en ocasiones, te hace sentir frágil y agotada pero que a la vez es capaz de conseguir tu mejor versión. Donde las críticas u opiniones de los demás te hacen sentir vulnerable y las dificultades que aparecen a lo largo de las diferentes etapas te colman de inseguridades, complejos o culpas en búsqueda de una perfección errónea.

Un itinerario que te brinda la ocasión de aprender a confiar en la intuición, a aceptar que se aprende mucho más del error que de los aciertos, a entender que tienes derecho a la duda, a expresar cómo te sientes.

Más de 15 años ejerciendo la maternidad me han enseñado la necesidad de encontrar un equilibrio entre mi vida y las de mis hijos, a saber cuidarme para poder acompañar con calma, a gozar de cada pequeño momento aunque no tenga siempre la solución a una duda o dificultad.

Ojalá que a todas las mamás y papás antes de ejercer el oficio nos explicasen algunos de los errores que no deberíamos cometer.

1. Creer que educar consiste en enseñar o adoctrinar. La educación debería centrarse en despertar, en contagiar las ganas de aprender, de descubrir, investigar o crear.

2. Amar al hijo que queremos y no al que tenemos. En ocasiones nuestras expectativas no se ajustan a la realidad y ahogan a nuestros pequeños, aceptémosles tal y como son. No proyectemos nuestras frustraciones en ellos.

3. Creer que en la educación existen atajos. El arte de educar no contiene métodos mágicos que nos digan lo que debemos o no hacer. Así que tocará ser pacientes, estar presentes, establecer objetivos a largo tiempo, aprender de la experiencia y del ensayo y error.

4. Allanar el camino para evitar que sufran o se equivoquen. Evitemos la sobreprotección y asumamos que la adversidad forma parte de sus vidas. Evitemos hacerles dependientes, inseguros y sin una buena tolerancia a la frustración. Dejémosles caer, probar, errar y volver a empezar.

5. Olvidar lo maravilloso que es ser un niño privándoles del tiempo para realizar la actividad más importante para su desarrollo que es la de jugar. No abarrotemos sus agendas y permitámosles el aburrimiento, el mejor aliado de la creatividad.

6. Ignorar o minimizar los sentimientos de nuestros pequeños. La educación emocional debe ser la columna vertebral de nuestra educación. Enseñemos a ponerle nombre a aquello que les pasa, a expresar las dudas o miedos, a compartir lo que les hace vibrar, a conectar con las emociones sin temor a sentir.

7. Oír sin escuchar, utilizando un código distinto. El diálogo debe ser un pilar en la educación con nuestros hijos. Aprendamos a conversar con ganas de entendernos, a darle valor a nuestras palabras, a escuchar de forma empática, a respetar su forma de pensar o hacer.

8. Actuar en función de nuestro estado de ánimo. Las normas deben ser siempre las mismas independientemente del día que hayamos tenido. Actuemos siempre de igual forma controlando el humor provocado por el cansancio o el estrés. Evitemos la disparidad entre papá y mamá, trabajemos en equipo.

9. Educar sin límites y responsabilidades. Si nuestros hijos crecen sin normas claras serán niños con dificultades para vivir en sociedad. Enseñémosles que deben o no hacer, hagámosles responsables de sus decisiones, motivémosles a asumir riesgos y a asumir las consecuencias de sus actos.

10. Comparar constantemente a nuestros hijos con el resto de hermanos u otros niños solo puede provocar celos, envidias y baja autoestima. Cada niño merece ser educado de forma personalizada porque es único e irrepetible, dando respuesta a sus necesidades, haciéndole sentir único, creyendo en él.

11. Hablar y actuar con poca coherencia. El ejemplo es el lenguaje más persuasivo y por eso debemos ser consecuentes entre lo que hacemos y decimos. Un mal ejemplo llenará nuestra educación de incongruencia y decepción.

12. No pedir ayuda cuando lo necesitemos. Compartamos nuestras dudas o miedos con las personas que más queremos y confiamos, busquemos momentos para cultivar nuestras aficiones, cuidémonos para poder acompañar con mucha tranquilidad, sentido común y del humor.

No existe la madre perfecta, pero hay un millón de maneras de ser una buena madre. Jill Churchill.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2020/08/03/mamas_papas/1596435439_878472.html

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