El efecto sanador del arte

Por: Carolina Vazquez Araya

Una niñez carente de contacto con disciplinas artísticas dará como resultado adultos incompletos

Escribir, pintar, cantar, tocar un instrumento musical o ejecutar un paso de danza son formas de comunicación esenciales para el ser humano de cualquier lugar, etnia o condición. Es simplemente una manera de crear, imaginar y disfrutar de la belleza como el camino más recto para ejercitar las distintas funciones del cerebro, especialmente durante las primeras fases del crecimiento en la infancia. La importancia del arte como forma de complementar otros aprendizajes prácticos tales como comer, caminar, hablar o desempeñar funciones básicas, ha sido poco apreciada en los programas de enseñanza y esa carencia se refleja en todas las manifestaciones sociales y culturales de una comunidad.

Íntimamente vinculada con las habilidades matemáticas, la música es una de las artes menos difundidas entre la población infantil, considerándosela una especie de juego sin mayor trascendencia. Es decir, una actividad innecesaria dentro de un plan de enseñanza basado en la competencia, en el desafío, en el desarrollo de capacidades de emprendimiento o en la ruta hacia profesiones liberales lucrativas y, por ende, mejor vistas por la sociedad. En esta línea de pensamiento, entonces, se prefiere impulsar las actividades deportivas dejando la práctica de las artes relegada a un papel tan ínfimo como marginal.

¿Cuántos padres y madres prefieren dar a sus hijos un instrumento musical, un libro o una caja de acuarelas para demostrarle cariño? Por supuesto muy pocos, en la actualidad los sentimientos se manifiestan a través de objetos mucho más sofisticados como tabletas, juegos de vídeo, celulares inteligentes o computadoras, con el propósito evidente de encajar en la tendencia del mercado. Entonces viene el asombro por el modo tan habilidoso como los infantes se sumergen en un mundo digital en donde pocos padres tienen la posibilidad de ejercer un control efectivo sobre la calidad de los contenidos accesibles a sus hijos a través de esa puerta abierta a lo desconocido.

¿Y el arte? Conozco casos de madres ávidas de iniciar a sus hijas e hijos en esa maravillosa aventura –algo inaccesible en el pensum del sistema educativo- para lo cual acuden al Conservatorio Nacional de Música o a la Escuela Nacional de Danza –entre otros centros de enseñanza artística- en donde enfrentan la decepcionante y dura visión de edificios en ruinas, carentes de lo esencial para realizar el cometido para el cual fueron creados. El ministerio del cual dependen abandonó hace ya mucho a estas escuelas, cuyo papel es vital para el desarrollo integral de la juventud.

Basta echar una mirada a países del lejano Oriente como China, Japón o Corea para darse cuenta del papel fundamental de la práctica de actividades artísticas en su evolución social y cultural. En esas naciones cada establecimiento educativo –en sus aldeas, pueblos o ciudades- posee una importante área de enseñanza de las artes como un eje alrededor del cual se construyen las capacidades lingüísticas, matemáticas y científicas que más adelante conformarán el conjunto de habilidades de su estudiantado. De estos países procede la crema y nata de los científicos, intelectuales y artistas más relevantes de la actualidad, cuyo desempeño destaca en las universidades, empresas y centros culturales más prestigiosos del planeta.

Pero esa no es toda la función del arte. También es un ejercicio sanador para una sociedad enferma de miedo, sumida en el desánimo y la decepción. El arte es la ruta hacia un crecimiento personal que además de satisfacer un afán estético, constituye la expresión más trascendental del ser humano.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=225510&titular=el-efecto-sanador-del-arte-

Imagen: http://jotadobleese.blogspot.com/2012/05/arte-y-educacion.html

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La educación artística: asignatura pendiente

22 de febrero de 2017 / Fuente: http://compartirpalabramaestra.org

Por: Mauricio Mora Rodríguez

Una mirada sobre la situación de la educación artística en el país.

Quiero empezar este texto aclarando que no soy licenciado en educación artística y que la relación más cercana que he tenido con ella es cuando leo o escribo. Sin embargo, he tenido la fortuna de estar en contacto con muchos compañeros que orientan esta materia y puedo afirmar que, el viejo adagio de nuestras mamás, “nos quedó grande esta materia”.

Cada vez parece más difícil hablar de una educación para el posconflicto sin tener en cuenta el papel que deben desempeñar el arte y la cultura como elementos de reconciliación e integración. Sin embargo, en la gran mayoría de las instituciones la educación artística sigue ocupando un lugar decorativo donde los perfiles para dictar la asignatura no son los indicados o su intensidad horaria es reducida; en fin: la enseñanza del arte  parece una cuestión de trámite en muchos de los colegios del país.

Considero que ese es el primer error: no valorar todo lo que el arte y la cultura ofrecen al desarrollo de los seres humanos y sobre todo de niños y jóvenes. Una verdadera enseñanza de la educación artística reinventa el mundo, incrementa la capacidad de asombro, propone la apropiación de la creatividad, abre puntos de vista singulares, en definitiva: abre las puertas a las distintas formas de analizar un problema para poder resolverlo; contrastando con otras asignaturas para las que sólo existe una óptica y una solución.

El otro problema por el que creo que pasa la educación artística tiene que ver con el enfoque que algunos docentes le dan y aquí sí quiero referirme a las palabras de la profesora Luz Elena Acevedo Lopera, experta en el tema, quien afirma que esta asignatura se ha visto como un lugar donde el estudiante debe aprender unas técnicas para la pintura o para la música o para cualquier dimensión que se haya propuesto el colegio, ella cree que esas habilidades se deben dejar para la facultad de bellas artes, por ejemplo, si el estudiante quiere seguir la disciplina artística, pero que el arte es mucho más allá que eso, y ella habla de la necesidad de que desde la clase de educación artística se dé el enfoque hacia la expresión personal: que el arte sea, más que una recolección de técnicas una forma de expresarse; lo que me recuerda el proyecto de “Las Fridas” en el que Oswaldo Rocha y Edith Vernaza, en el que sin necesidad de tanta técnica, demostraron que mediante el arte se puede hacer catarsis.

Esas niñas vestidas de Frida Khalo, por medio del arte, subliman su dolor y lo utilizan como herramienta creadora es la prueba irrefutable de la necesidad que se tiene de una apropiación del arte en un país necesitado de reconciliación.

Considero que ese es el primer error: no valorar todo lo que el arte y la cultura ofrecen al desarrollo de los seres humanos

Las preguntas que surgen son ¿qué estamos esperando para darle a la educación artística y cultural el lugar que se merece dentro de nuestras prácticas pedagógicas?  ¿Vamos a seguir apostándole únicamente a la formación de las materias que solicita la OCDE para meternos en el baile de los países desarrollados o nos atrevemos a invertir tiempo y dedicación para hacer de este, no sólo el país más educado, sino el más cultural de América latina?

Fuente artículo: http://compartirpalabramaestra.org/blog/la-educacion-artistica-asignatura-pendiente

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