¿Cómo desarrollar la empatía en nuestros estudiantes?

Por: Emmanuel Alejandro Sandoval Pérez

La empatía es una habilidad social imprescindible. Para tener éxito es más importante saber relacionarse asertivamente con los demás que competir con ellos.

Nuestra sociedad actual enfrenta retos muy diversos, desde problemáticas ecológicas y ambientales que podrían acabar prácticamente con todas las especies que habitan este planeta, incluyendo la nuestra hasta aquellas problemáticas relacionadas con la salud mental y psicológica de las personas, provocando malestar e incluso la muerte como en el caso de la depresión y el suicidio. Nunca antes los ciudadanos habíamos tenido que estar tan informados sobre lo que sucede a nuestro alrededor en todos los ámbitos. Sin embargo, pudiendo acceder a toda la información que tenemos con un simple click, preferimos, paradójicamente, ignorarlo todo.

“La empatía es la capacidad de comprender los sentimientos y emociones de los demás, basada en el reconocimiento del otro como similar”.

– López, Filippetti y Richaud (2014) –

La empatía es una habilidad social imprescindible en el mundo actual, así lo plantea la teoría de las inteligencias múltiples. Es más importante relacionarse asertivamente con los demás para lograr el éxito que competir con ellos. Las instituciones educativas, por ejemplo, son un espacio donde podemos proponer con mayor rigor y claridad ideas acciones que nos ayuden a superar los retos antes descritos y los que se vayan presentando.

En México, el debate escolar se considera como una actividad muy enriquecedora que fomenta en los alumnos importantes competencias como son: adquirir un razonamiento crítico, mejorar habilidades lingüísticas, solución de problemas, capacidad de síntesis y búsqueda constante de fuentes académicas fiables, pero, sobre todo, desarrollar empatía al escuchar, entender y compartir con los demás diferentes argumentos y puntos de vista, en otras palabras, “ponerse en los zapatos del otro”.

Los debates académicos nos permiten desarrollar análisis epistemológicos y éticos sobre un tema o concepto. La epistemología estudia los criterios de verdad de una disciplina, es decir, ¿por qué se dice verdadera y también a la luz de qué argumentos? (Piaget, 1986), mientras que la ética es un tipo de saber que intenta construirse racionalmente, utilizando el rigor conceptual y métodos de análisis y explicación sobre cuestiones morales (Cortina, 2008). De acuerdo con autores como Gooch (2017:14), vivimos en la era de la posverdad y ésta se puede definir como: “una circunstancia en la que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública, que las emociones y las creencias personales”. Es por ello que necesitamos urgentemente apelar a la ética y la epistemología.

Cuando los seres humanos nos volvimos hacia nosotros mismos como seres pensantes, en lugar de dirigirnos al mundo en términos de dioses o fuerzas sobrenaturales, nació la Filosofía (Cohen, 2008). Sin embargo, con nuestra capacidad de reflexión e imaginación, nos volvimos proclives a crear una Weltanschauung (concepción del mundo), a partir de nuestras experiencias e ideas, situación que llevó a algunos a creer que su visión del mundo era la única posible. La Filosofía promueve lo contrario. Es por ello que no se conforma con una “verdad”, en lugar de eso, acepta la posibilidad de que existan verdades, así como existen multiversos. No obstante, que hablemos en plural sobre la verdad, no quiere decir que no existan niveles más elevados de certeza en ciertos argumentos que en otros. En algunos casos basta con el sentido común para saber que algo es cierto, pero, otras veces, es más complicado y necesitamos de la experimentación y de la comprobación científica.

A continuación, presento una actividad didáctica para la enseñanza de la epistemología a nivel licenciatura por medio de un torneo de debate y una actividad de inducción:

Mi propuesta parte del siguiente supuesto: siempre que se estudie epistemología se debe enseñar a la par ética. Debemos tomar en cuenta análisis científicos sobre lo que se considera como moralmente bueno o malo para que no haya personas afectadas por criterios sin fundamento, y de igual manera, se deben hacer análisis éticos sobre la ciencia si ésta trabaja, junto con la tecnología, en beneficio del sistema económico y no para la gente que los necesita.

¿Entonces, en qué consiste mi propuesta? Como ejercicio previo al torneo de debate de la clase de epistemología, apliqué con varios grupos la siguiente actividad:

Con el pizarrón dividido en dos, de un lado la frase “estoy de acuerdo” y del otro lado la frase “estoy en desacuerdo”. Presenté algunas afirmaciones que incitaron al debate, tales como: “despenalizar el aborto es necesario”, “la despenalización de las drogas sería positivo”, etc. Los alumnos se ubicaron según su opinión sobre el tema y explicaban su decisión. Les expliqué que podrían cambiarse de lugar si los argumentos de otro compañero les parecían interesantes y modificaban de alguna manera su punto de vista. Posteriormente los invité a elegir el lugar contrario al de su opinión, es decir, si estaban de acuerdo se ubicaban en la parte de desacuerdo. El objetivo era que, con la misma vehemencia con la que defendían hace unos momentos su opinión, encontraran puntos positivos en los argumentos contrarios y los citaran como suyos. Aunque al principio sentían que actuaban, el simple hecho de buscar en otros argumentos algo “defendibles”, los ayudaba a verlos de manera distinta. Así lo expresaron ellos mismos en la retroalimentación de la actividad. De esta manera práctica busqué desarrollar la empatía en mis alumnos.

Los docentes pueden aplicar esta actividad en sus clases con el objetivo de promover valores, actitudes y conocimientos con una visión ética y comprometida con el saber científico, su transmisión y el beneficio social que conlleva.

Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-bits-blog/como-desarrollar-la-empatia-en-estudiantes

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“La educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo”

Por: Ángel Pérez. 

La educación en esencia ayuda a formar buenos seres humanos y estos deberían contribuir a cambiar al mundo, sin violencia, con el conocimiento. El sueño y la esperanza de un mundo mejor es esencial en quien educa.

La semana pasada, celebramos el día del maestro en Colombia, por fortuna, aún desde el presidente para abajo se destaca la labor de los maestros en su día. Sin embargo, el reconocimiento social y profesional a los maestros y a su difícil labor debería ser mayor, no solo en el mes de mayo. En parte las celebraciones se justifican si estas tienen el propósito de valorizar y de llenar de respetabilidad la profesión del maestro, del educador, en la sociedad. La escuela no es una guardería, es un centro de conocimientos, donde se desarrollan capacidades para pensar de manera crítica, comunicar y convivir; esta labor demanda a los docentes grandes retos en formación, manejo de emociones y sensibilidad humana.

Para los docentes de la educación básica y media en Colombia existen retos adicionales. Por ejemplo, conozco muchos docentes que tienen miedo, no saben cómo enfrentar los odios de la sociedad colombiana. Preguntémonos: en un país dividido, donde los adultos no somos ejemplo de tolerancia y de lenguajes asertivos, ¿cómo le pedimos a los docentes razonar, comunicar y reflexionar con sus estudiantes y padres de familia en torno a la convivencia, la democracia, la participación y la paz?. El profesor Michael Sandel sostiene que “vivimos en una época muy polarizada donde hay muy poca base para una política del bien común, la gente solo escucha opiniones que refuerzan lo que ya creen”.

Máxime si el maestro debe utilizar el conocimiento de manera crítica para: caracterizar el entorno en el que vive el estudiante, promover la paz contra la violencia, buscar justicia social contra la discriminación, exigir legalidad contra la corrupción, entre otras contradicciones. El magisterio en Colombia conoce que por pensar y opinar en los últimos años han sido asesinados más de 1.100 docentes y otros han sido amenazados u obligados a desplazarse de un día para otro, bajo pena de muerte.

Julián de Zubiría sostiene que: “Para comprender la complejidad del trabajo de un profesor, les pido invitar mañana a 40 niños. Luego, deben jugar, evaluarlos, descubrir talentos y debilidades, hablar con padres y enseñarles a pensar, convivir y resolver conflictos; y hacerlo todos los días”.

De acuerdo con De Zubiría, este proceso en condiciones normales es complejo, pero propongo agregar circunstancias que hoy son corrientes en el trabajo de un maestro en la educación pública: aulas con niños desplazados colombianos y/o venezolanos; maestros que deben recibir niños en cualquier época del año, porque sus padres viven en arriendo y obligan a sus hijos a ir de colegio en colegio, cada vez que se trasladan de vivienda o trabajo; y aulas con uno o más niños que sufren de algún tipo de discapacidad. Así mismo, a los maestros les pedimos que en el aula integren a los niños, que no discriminen a ninguno y que los amen, que les enseñen a trabajar en grupo, que busquen su felicidad y que se preocupen por aquellos que no aprenden al mismo ritmo de los demás.

Agreguemos, los retos que tiene un buen docente en términos de preparar su trabajo en aula, para lograr los propósitos de su curso o área del conocimiento en la que realiza su labor. Menciono algunos: contar con un proyecto pedagógico, desarrollar un currículo y un proceso didáctico innovativo, además de un sistema de evaluación para valorar y mejorar los procesos de aprendizaje de sus estudiantes.

El trabajo de un buen docente se puede complicar aún más, si incluimos discusiones como las que plantea Habermas sobre la acción comunicativa, que es una herramienta esencial al trabajo de los docentes, él sostiene que  «en la praxis comunicativa cotidiana han de imbricarse interpretaciones cognitivas, esperanzas morales, expresiones y valoraciones. Los procesos de entendimiento del mundo vital precisan de una tradición cultural en toda la amplitud de su horizonte y no solamente de las bendiciones de la ciencia y de la técnica”.

Es justo reconocer que en Colombia existen cientos de ejemplos de docentes que piensan, preparan y actúan en función de sus estudiantes, del aprendizaje de ellos y enfrentan con éxito entornos adversos a la educación. Maestros que logran consolidar y compartir en el aula una visión diferente a la condición de vida de sus estudiantes, ellos son ejemplo y logran incidir para cambiar, para que sus estudiantes sean buenos seres humanos.

En este contexto, sigue vigente la reflexión y el razonamiento crítico que nos propone Freire, sobre el rol de los maestros, de concebir una educación que forme seres humanos para cambiar el mundo. A pesar de que el mundo se inclina a las verdades absolutas, a quienes destruyen el medio ambiente e incentivan al odio y a la guerra. Los maestros están al lado de los estudiantes, en muchos casos, son ellos quienes más disfrutan de sus triunfos y a la vez a quienes más les duelen sus fracasos. El mundo seguirá cambiando mientras existan maestros que desarrollen capacidades en sus estudiantes, que les permitan estudiar y conocer su entorno, pensar de manera crítica y actuar para ser mejores seres humanos y para proteger la tierra. Gran honor ser maestro, enorme responsabilidad.

Fuente del artículo: https://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/la-educacion-no-cambia-el-mundo-cambia-a-las-personas-que-van-a-cambiar-el-mundo-por-angel-perez/272192

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