Singapur/7 de julio de 2016/Fuente: El mundo
El equipo de Roger Boldú trata, a la vez, de mejorar el diseño y las prestaciones del Finger Reader en su versión para personas ciegas y de llevar el concepto a otros campos como el de la educación infantil.
Lo de la fuga de cerebros, en España, ya es más común que sorprendente. Lo de la voluntad de emprender, inventar cualquier cosa y hacerla crecer como contrapartida a lo primero, también. Y lo de que los ingenieros, científicos e investigadores españoles son queridísimos alrededor del mundo, una obviedad que aún no nos creemos. Y eso que no paramos de escuchar historias y saber de casos. En Singapur, por ejemplo, un catalán y su equipo han desarrollado un anillo que traduce el braille, convirtiendo en voz cualquier texto al que un usuario señale.
El objetivo global que tal invento perseguía era que las personas ciegas aumentaran sus capacidades en un mundo todavía no muy preparado para que siguieran la cotidianidad de aquellos que sí ven. Primero desde el MIT -Massachusetts Institute of Technology- de Boston y ahora desde la SUTD -Singapore University of Technology and Design-, el dispositivo se fabricó de modo que el sistema de lectoescritura braille se dictara con voz a través de un anillo y una app móvil. Sin embargo, se vislumbraron tantas posibilidades que ya estudian la viabilidad de aplicarlo en el campo de la educación infantil.
Sea como sea, todo empezó con el doctorado de un estudiante en Boston, en el prestigioso -y cuna de tantísimos otros avances tecnológicos- MIT. Una idea que cuenta, desde hace un año, con Roger Boldú, el catalán en Singapur, en el papel de Project Lead. La historia de este joven es la de un ingeniero de telecomunicaciones en electrónica que optó por tal industria por su curiosidad casi vocacional de saber como funcionaban las cosas cuando era niño. Una decisión que acaba en Estados Unidos de mayor, tras la aplicación de dicha curiosidad en varios proyectos en Barcelona. Uno de los cuales acabó en una colaboración con el MIT, dónde coincidió con el cerebro que le absorbería en la aventura de dar a los ciegos la posibilidad de leer. Realizó su tesis allí, en el MIT, desde dónde le recomendaron Singapur como próximo destino. Desde dónde, de hecho, ahora desarrolla el Finger Reader.
Es un anillo que ha acabado transformando el texto en audio pensado para aquellas personas que no pueden ver. Aunque ésta fue su última evolución. Al principio se estudiaron otras interacciones centradas en aplicar el dispositivo al día a día: decidir colores, leer códigos de barras... Al final -aunque no es el final- lo que hace es leer de forma convencional a los que necesitan hacerlo en braille con sólo apuntar con el dedo hacia aquello que quieren descifrar.
Lo hace mediante algoritmos OCR -Optical Character Recognision-. «Al principio nos basamos en capturar la porción de imagen al que apuntaba el usuario», explica Roger Boldú, al tiempo que matiza que los algoritmos OCR sólo están preparados para ser leídos mediante un ordenador, con lo que se necesitaba que la persona estuviera cerca y conectada a uno cuando quisiera usar su Finger Reader. Pero, prosigue él mismo, «ahora lo que estamos intentando es, mediante cloud computing, transformar la idea base para que se pueda utilizar en servidores de Google o Microsoft y conseguir tal escalabilidad que hasta se puedan reconocer caras de personas famosas».
Lo que consiguen es que la app móvil recite en tiempo real aquello que se resigue con el dedo, con motores de vibración para indicar posibles desvíos a la hora de seguir en línea recta la lectura. Además dispone de On The Go, que implica poder avanzar y retroceder en un texto al antojo del usuario o elegir qué parte concreta leer.
Ahora se dedican a hacer, de todo esto, un producto hábil para entrar en el mercado. «Queríamos dar el siguiente paso, que se centra en la parte de manufacturar y hacer del invento algo escalable, que es lo que he estado haciendo yo aquí -en Singapur-», explica Roger Boldú, «de momento hemos producido 200 unidades y estamos buscando la manera de hacer todo el sistema sostenible». Y es que el Finger Reader aun no está a la venta, pero explica el mismo ingeniero que de los 200 anillos fabricados, 100 se fueron a una asociación de disminuidos visuales con la que trabajan estrechamente para testar todo aquello que inventan y refutar que es válido.
Dicen que el feedback es positivo. Al final, lo que la diferencia de otras herramientas que puedan hacer cosas parecidas es el hecho de que todo esto se haga señalando. «Apuntar es un gesto muy natural», detalla el Project Lead del Finger Reader, «lo hacemos desde pequeños e incluso lo hacen algunos animales». De momento, el problema que más urge resolver es la conectividad, dado que el anillo se une al teléfono móvil mediante un cable. «Por temas de precio y comodidad era mejor así», relata Roger Boldú, «pero si que es cierto que es un poco aparatoso todavía». Por ello trabajan en mejorar un principio de modelowireless. Igual que, en su momento, el cloud computing permitió al anillo ser lo que es ahora.
De hecho, es precisamente esta computación en la nube la que determina lo que será el próximo nivel en finger readers. «Lo que estamos creando ahora es una plataforma para que los usuarios puedan crear sus propias aplicaciones», anuncia el ingeniero en telecomunicaciones. Es su forma de adaptarlo a las particularidades de las personas ciegas, ya que unos querrán que su anillo diferencie los billetes, otros que traduzca el color del semáforo, otros que haga ambas cosas, etc. «Cada uno quiere lo suyo, así que la idea es que cada uno se pueda hacer su propia app», explica Roger Boldú, «todo en formato Open Source para que cada uno pueda hacer sus funcionalidades».
A esta conclusión llegaron tras caer en el montón de oportunidades que estaban perdiendo si no utilizaban el dispositivo en la educación de los críos. Se basan en Scratch, un sistema para enseñar a programar a los niños pequeños surgido, -cómo no- en el MIT, que les incentiva a crear apps y juegos de forma visual y sencilla. «Lo que nosotros estamos creando es una cosa similar para el anillo», detalla el Project Lead, «creamos varias funciones OCR, como por ejemplo transformar texto en audio, detectar colores, detectar caras, emociones…». Todo esto, de modo que el usuario pueda ir a la web, arrastrar módulos y que le sea explicado que así conseguirá programar que cuando diga «Hola» su anillo responderá «qué tal». Eso, bien sea para enseñar a los niños a programar, como a adaptarlo, valga la redundancia, a las particularidades de cada persona ciega.
«No nos gustaría que el dispositivo fuera exclusivo ni excluyente», culmina Roger Boldú, «que no sea tú eres ciego, usas este anillo, que sea tú eres ciego, usarás el anillo para este fin concreto; tú eres niño, lo usarás para ésta otro y yo lo usaré para otros». Se refiere, en definitiva, a que el ciego lo use para leer, a que el niño lo use para aprender los colores y a que jóvenes y adultos sin deficiencias lo usen para traducir el idioma en un viaje. En definitiva, algo que podría, si triunfara, cambiar algunos de los comportamientos humanos más básicos.