Venezuela: Alexander Calder, el eterno dinamismo plástico

Venezuela/29 de julio de 2016/ucvnoticias.ucv.ve

Un 22 de julio de 1898, nace en Lawton Pensilvania, el artista norteamericano Alexander Calder. A 118 años de su nacimiento, lo recordamos como el magistral creador de los 31 paneles acústicos, conocidos como “Platillos Voladores o Nubes de Calder”, que dan vida al interior del Aula Magna.

Calder se crió en el seno de una familia de artistas, pero no se sintió inclinado inicialmente hacia el arte y se decidió por estudios de Ingeniería Mecánica, que más adelante le fueron de gran utilidad, para destacarse como escultor. No fue hasta 1923 que se matriculó en una escuela de arte, cuando comenzó haciendo esbozos rápidos de viajeros. Posteriormente, el desarrollo de una peculiar propuesta de esculturas en alambre, lo llevaron al renombre mundial.

Sus famosas “Nubes”, originalmente no estaban incluidas en los planos del Arquitecto Carlos Raúl Villanueva, para su proyecto Ciudad Universitaria de Caracas. En el libro del Arq. Maciá Pinto, titulado “Villanueva. La Síntesis”, Volumen II, el autor hace referencia al año 1951, cuando Villanueva le propone a Calder participar con una obra del Aula Magna. A partir de allí, todo el plan de diseño se desarrolla por correspondencia, con la importante participación del consultor acústico Robert Newman, pieza fundamental para catalizar todo el proceso de síntesis entre arte, arquitectura y técnica dentro de este auditorio.

En el artículo escrito por Leo Beranek, de la firma Bolt, Beranek & Newman, publicado en el libro “El Aula Magna y la Síntesis de las artes”, 2005, se destaca la maravilla que produce el recinto:
“El resultado es hermoso –tanto en forma como en color-, un excitante conjunto de Stabiles suspendidos del cielorraso y separados de las paredes laterales. No hay fotografía que pueda hacerle justicia. Uno debe estar dentro de la sala –dentro de la escultura- para sentir su ritmo y color. Estuve con el arquitecto (Villanueva) cuando él entró por primera vez en la sala, luego de haberles aplicado el color a los stabiles. Extendió los brazos en “V” por encima de su cabeza y gritó la palabra ¡Formidable!”.

UNA AMISTAD ENTRAÑABLE
Alexander Calder fue el encargado de plasmar su ingenio artístico en los requerimientos técnicos de Villanueva. Sus “nubes” no sólo le imprimieron a la sala dinamismo y color, sino que también cargaron el espacio con un cielo de efectos sonoros único en el mundo. Su acústica impecable es ideal para colocar en el escenario a la orquesta y a la más delicada coral de voces blancas. Es por ello que se tomó como referencia para su calibración, un ensayo de la Orquesta Sinfónica Venezuela.

En el libro “En busca de lo sublime” de Silvia Hernández de Lasala, se pueden leer las palabras de Alexander Calder, en 1955, cuando escribió a Carlos Raúl Villanueva reconociendo la trascendencia del trabajo realizado:
“Estoy sumamente impresionado con la valiente actitud hacia el uso de nuevas formas y estilos de construcción y edificaciones, particularmente en la Ciudad Universitaria. Debe haberse requerido un gran valor para emprender la construcción, instalación e imposición de los “platillos voladores” en el Aula Magna. Lo que yo hice al proponerlos, no fue nada comparado con ese valor”.

La sala se inaugura en 1954 para la X Conferencia Interamericana y no fue sino después de un año que Calder viaja a Caracas y contempla el Aula Magna en todo su esplendor. Fue su única visita a Venezuela.

En su estadía realiza varias obras en los Talleres de la Escuela Técnica Industrial de la UCV, entre ellas “Ráfaga de nieve”, estructura de móviles en metales, y dos estructuras estables, “Estalagmita” y “Stabile con hoja horizontal”. Estas tres piezas llenan de color y dinamismo los espacios de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, y fueron restauradas para llevarlas a su estado original, bajo la supervisión de la Unidad de Conservación de Obras de Arte y la Directiva del COPRED, durante 2012-2013.

Calder también construyó una silla para Villanueva, en homenaje a la hazaña del Aula Magna y como resultado de una apuesta. El artista norteamericano no creía factible que un hombre fuera capaz de llevar adelante una obra de tal naturaleza, por lo que le dijo a su gran amigo que si lograba concretar su ambicioso proyecto, él lo empezaría a llamar “El diablo”. Es así como ideó “La silla del diablo”, que hoy en día permanece en el jardín de la Quinta “Caoma”, hogar de Villanueva en Caracas.

INQUIETO Y BRILLANTE HASTA EL FINAL

Alexander Calder estaba obsesionado con el dinamismo plástico, por lo que sus obras las convirtió en máquinas cinéticas. Sus performances con figuras elaboradas en alambre eran asombrosas, tal como se aprecia en el video Alexander Calder performs his “Circus” – Whitney Museum. Allí podemos ver a Calder aparecer con dos valijas o maletas repletas de muñequitos que movía a través de hilos y poleas. Con estos elementos le dio vida al mundo de maravillas que llevaba en su interior: el “Cirque Calder”.

Esta obra se conformó en el laboratorio que le permitió experimentar técnicas y fórmulas novedosas. Trabajó con materiales simples, pues sus personajes estaban construidos a partir de alambre, madera, caucho, papel, tela y metal. No mucho más. Su fijación era la representación del movimiento en sus objetos. En esta línea también concibió obras de gran formato, entre las que destacan las que exhibió en la Galerie Percier en 1931 y de la Galerie Vignon en 1932, las cuales incluían motores eléctricos.
Su última obra fue el gigantesco Móvil rojo y blanco (1976) suspendido en el patio central de la Galería Nacional de Arte de Washington. Calder murió el 11 de noviembre de 1976, en Nueva York, a los pocos días de haber supervisado el montaje de la mayor exposición retrospectiva de su obra en el Museo Whitney de Arte Americano.

Tomado de: http://ucvnoticias.ucv.ve/?p=50713

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