Costa Rica / www.elpais.cr / 19 de Octubre de 2016.
Le han llamado “iniciativas”, “intentos”, “esfuerzos”, “planes piloto”, “innovaciones”… a cuanta ocurrencia, heurística, empírica, “ampliamente aceptada” y “prestigiosa” se refiera a la educación en lenguas distintas al castellano. La enseñanza, el aprendizaje y la evaluación, particularmente del inglés, han sido las más de moda en las últimas décadas en el planeta y, – ¡faltaba más!– en Costa Rica…
A partir del 2008, la educación sobre el inglés se puso más de moda, circunscrita ya no solo a lo dicho en el párrafo anterior, sino ahora como parte del discurso sobre “competitividad”, entregando la educación a las “necesidades del mercado”…
El “necesario” y legitimado inglés. Otro caballo de Troya con el que, ¡desde 2008!, los docentes y el personal administrativo del sector público ¿fueron virtualmente despedidos por medio de un par de decretos, sin una ley…?
El “necesario” y legitimado inglés, exaltado mediante necesidades creadas, denigrando al educador costarricense a través de medios de prensa y ciertos colaboradores, opinando sin saber y, peor aún, ¿sin que estos sean evaluados, presentando una prueba, por ejemplo, sobre “calidad periodística”, “calidad informativa”, al menos cada dos años, pagándola de su propio salario…?
Los expertos en ese tipo de discursos –pero no en educación en lenguas– refieren al país a estándares internacionales, tales como el “Common European Framework of Reference” (CEFR) –Marco Común Europeo de Referencia, y a pruebas estandarizadas de unos cuantos monopolios…
Lo que no se sabe es si los expertos en “competitividad” insisten en “índices sobre el dominio del inglés” y acerca de estándares internacionales, por desconocimiento en lo que imponen sin fundamento científico alguno o, por el contrario, porque saben muy bien lo que hacen, desde cualquier otra óptica…menos la educativa…
En todo caso, mejor no correr riesgo.
El “washback” o “backwash”, que traducen como “efecto colateral” en educación en lenguas, se refiere, por ejemplo, a lo que Bailey define como “la influencia de las pruebas en la enseñanza y el aprendizaje” (“Working for washback: A review of the washback concept in language testing.” 1996).
Biggs (1995), en “Assumptions underlying new approaches to assessment”, define el “backwash” como el “hecho de que la evaluación no solo controla el currículo sino además los métodos de enseñanza y las estrategias de aprendizaje de los estudiantes”…
En concordancia con esas definiciones, y de acuerdo con Spratt, el “washback” se puede encontrar en los contenidos del currículo, en los materiales para la enseñanza, en los métodos de enseñanza, en las actitudes y los sentimientos de los estudiantes y los profesores, y en el aprendizaje” (“Washback and the classroom: the implications for teaching and learning of studies of washback from exams.” 2005).
Desde luego, están los “especialistas” criollos, adeptos al diseño curricular controlador que justifican su insistencia con el trillado “todo lo que no se evalúa se devalúa”… Cierto, debe evaluarse el aprendizaje pero… ¿por qué razón por medio de esos estándares? El Misterio, perdón, Ministerio de Educación Pública (MEP), no lo explica…
La vasta literatura científica continúa ilustrando. El conveniente y ¿no intencional negocio no contado? por medio del “washback” es clasificado como “positivo” y “negativo”.
En “A systems approach to educational testing”, por Fredericksen y Collins (1989), se establece que el “washback positivo” sucede cuando “una prueba induce en el sistema curricular y de enseñanza cambios que promueven el desarrollo de habilidades cognitivas que la prueba diseñada debe medir”. ¿Logran esto el CEFR y las pruebas estandarizadas?
Madaus (1988) en “The influence of testing on the curriculum”, señala que el “washback negativo” promueve el “imperialismo psicométrico, conduce a la preparación apresurada para una prueba, reduce el currículo, enfoca la atención en cosas sencillas de evaluar, restringe la creatividad de profesores y estudiantes, degrada el criterio profesional de los profesores y transfiere el control del currículo a la agencia que establece o controla el examen”.
De lo anterior, entonces, si la “Política Educativa hacia el Siglo XXI” del MEP, en su “visión filosófica Constructivista” consigna que “…la educación debe partir desde la situación cognoscitiva del alumno, de su individualidad, de sus intereses e idiosincrasia, por lo que debe reconocer la cultura específica del alumno con sus respectivas estructuras de conocimiento ya formadas y emprender una acción formativa del alumno y del conocimiento que los transforma mutuamente” (sic)…¿Cómo es que el MEP permite que estándares “talla única”, etnocéntricos y carentes de base teórica que ignoran dicha “visión filosófica constructivista”, sean los que controlen la educación en lenguas?
Lo señalado por Madaus puede observarse fácilmente en todas las estructuras educativas del país; desde la educación primaria hasta la universitaria pública y privada, pasando, desde luego, por los “enseñaderos” de inglés informales…
Y, si no es así, tienen la palabra…pero que sea pública y fundada.
Fuente: http://www.elpais.cr/2016/10/09/washback-in-english-language-education-el-negocio-neoliberal-no-contado/