Por: Gloria Esther Trigos Reynoso
Durante el proceso de cierre de un estudio sobre becarios, invité a unos estudiantes a escuchar parte de las conclusiones a que había llegado. Me hicieron varios comentarios muy enriquecedores entre los que destaca especialmente la participación de una alumna. Ella me dijo: “Ya conoce el porcentaje de deserción de los becarios pero ahora, ¿qué sigue? No creo que lo vaya a dejar así, ¿verdad? Seguiría todo igual”.
Este par de preguntas encierran en sí mismas esperanza y estímulo; esperanza de cambio y estímulo para trabajar en pos de ese cambio, aunque sea poco a poco. De hecho, las recibí como un imperativo de “no te detengas… el camino no termina ahí… apenas estás empezando”. Por mi parte, estoy convencida de que es necesario perseverar para darle claridad y voz a las ideas que van emergiendo como producto del ejercicio profesional; sin embargo, lo interesante en este caso, es que estas preguntas surgieron de una estudiante becaria, preocupada por algunos de sus compañeros que a esas alturas ya habían abandonado sus estudios universitarios, pero que deseaba que se pudiera hacer algo por evitar esos casos.
En el transcurso de esta conversación llegaron a mi recuerdo las palabras del Apóstol Santiago (2:14-17) cuando dijo que una fe sin obras ¿de qué sirve?
Y es así, porque realmente no tiene sentido investigar a profundidad un tema y quedarnos con los resultados de manera contemplativa. Por ello, al desentrañar de manera muy sencilla los conceptos involucrados en el título de este trabajo, podemos decir que el término deserción nos traslada de inmediato a un escenario de abandono, de alejamiento, en este caso de los estudios en cualquier nivel educativo; asimismo, la descripción hace referencia a informar de manera objetiva sobre una realidad, mientras que la acción tiene que ver con la postura voluntaria y convencida que una institución toma ante un hecho, para incidir en él.
Bajo este enfoque es que se hace necesario pasar de la descripción del comportamiento de la deserción en un lapso determinado, a la acción. Si desde hace muchos años se da información institucional basada en indicadores nacionales, vale la pena modificar esa tendencia para hablar de realidades particulares. El fenómeno de la deserción se entiende igual en todas las instituciones, sin embargo, las causas y manifestaciones pueden variar, orillando a identificar soluciones ad hoc para cada una de ellas. Máxime si logramos reconocer la diversidad tan maravillosa que existe entre nuestros alumnos, diversidad que permite poner en juego nuestra creatividad y voluntad para contribuir a la solución de distintas problemáticas.
Pero ¿qué tipo de acciones son las que se podrían derivar para intentar retener a los estudiantes en sus estudios? Considero que, en principio, sería ocuparnos de conocerlos como personas, eso implica llamarlos por su nombre; después, identificar situaciones comunes, en el número y diversidad que se presenten, para posteriormente, proponer alternativas apropiadas para cada una de ellas. Las situaciones comunes pueden ir desde procedencia geográfica, falta de orientación vocacional, traslado, cambio de carrera, grupo de edad (tradicional o no tradicional), estado civil, formas de aprender o estilos de aprendizaje, violencia intrafamiliar, inseguridad social, interculturalidad, reprobación de una o varias materias, carecer de recursos económicos para cubrir la inscripción de cada semestre o bien para el trámite de titulación, expectativas respecto de los estudios superiores, temor ante la proximidad del egreso y por tanto a la inserción laboral, entre otras. Cada una de estas condiciones reclama un trato distinto, pero brindado de manera oportuna.
En este momento es necesario, además de urgente, reconocer como desafío la necesidad de definir en conjunto, sociedad e instituciones, cuáles son las cuestiones más importantes que puedan generar o propiciar el desarrollo de la investigación educativa. Indudablemente que entre ellas surgirá como bastión, el conocer y acompañar a nuestros alumnos a lo largo de sus estudios universitarios.
La disyuntiva es muy clara: seguir informando cómo va evolucionando la deserción con el paso de los años o bien, en función del conocimiento de las causas que la originan, informar a la sociedad cuántos alumnos en riesgo se ha logrado apoyar para que concluyan sus estudios universitarios, así como también los programas de intervención educativa desarrollados para tal efecto. Definir una postura institucional respecto a este dilema, da pie a que fluyan acciones coherentes que fortalezcan esa visión.
En este contexto resulta oportuno recordar el refrán “el mundo está lleno de buenas intenciones y el cielo, de buenas obras”, ya que nos invita a deliberar en torno a que si en las instituciones logramos concretar alguna o algunas acciones para reducir los casos de deserción, habremos avanzado mucho. Y, particularmente en este tema, el beneficio sería mayúsculo porque sería una forma de dar cumplimiento a la gran responsabilidad que tienen las instituciones de educación superior de contribuir, con calidad y compromiso, al relevo generacional.
Fuente: http://campusmilenio.mx/index.php?option=com_k2&view=item&id=4638:desercion-escolar-descripcion-o-accion&Itemid=140