Estado, universidad, humanidades y ciencias sociales

Por: Humberto Muñoz García

El sistema mundo no va bien y está lleno de incertidumbre: la crisis de septiembre 11, la primavera árabe, el terrorismo,  la crisis del 2008-09, el consumo de drogas, la guerra en  Siria, el ascenso de la ultraderecha en algunos países centrales y periféricos, Brexit, las desigualdades internacionales, la poca eficacia y el vasallaje de los Estados,  el descrédito de la democracia y los partidos políticos, las nuevas formas de la dependencia, la dominación que ejerce el sistema financiero, los movimientos juveniles, étnicos, las manifestaciones feministas, de los indignados, la falta de valores y creencias nacionales, de tolerancia y de razonabilidad política, la destrucción del medio ambiente y una masa de seres humanos con vidas desperdiciadas (Bauman, 2005), carencia de identidades, la influencia de las redes sociales opuestas al establishment, etc. Y faltan ideas fuerza que orienten la salida de la crisis.

En México, todos los días, algo indica que el país no va por el rumbo correcto. El modelo de desarrollo auspiciado desde los centros de poder, internos y externos, ha permitido un magro crecimiento de la economía, que no alcanza para corregir la desigualdad y la pobreza. Estamos frente a un Estado fracasado (Ghani y Lockhart, 2009), incapaz de regular el sistema social y la economía, en una crisis de valores, anomia y pérdida de legitimidad de la clase política. Las viejas estructuras políticas colapsaron. Así, se requiere una reforma del Estado. Para hacerla, hay que convocar a un esfuerzo colectivo, donde intervengan las universidades públicas, en unión con la sociedad civil y los actores favorables al cambio.

Entre la crisis y la apatía social se ha desatado una fuerte disputa por la nación. En este medio, México necesita  a sus universidades públicas. En ellas se han desarrollado las humanidades y las ciencias sociales, que son las disciplinas que coadyuvan a generar cohesión, recomponer el tejido social y estimular programas que redunden en beneficio de los más precarizados. Su conocimiento incluye mecanismos para impulsar la movilidad social y la legitimidad de los órganos del gobierno, por medio de una nueva agenda de políticas públicas.

En el marco de los problemas nacionales e internacionales, éstas disciplinas son de primera importancia. Así, se han creado fuerzas internas, en varias universidades públicas, para ganar poder y beneficios a sus intereses particulares. Buscan tomar el control de la investigación humanística y social, que tiene un papel protagónico en los cambios políticos por venir, y frenar la crítica. Han desencadenado una confrontación estéril contra el orden académico, cuando la energía institucional debe estar canalizada a abrir oportunidades de estudio a los jóvenes, nuevas investigaciones y a conectarse de manera más estrecha con la sociedad. Ante esta situación, los académicos de las humanidades y las ciencias sociales debemos cerrar filas para evitar que nos dividan y nos debiliten.

Los investigadores debemos organizarnos para demandar que el Plan de Desarrollo de cada universidad dé cabida a un plan apropiado a las Humanidades y las Ciencias Sociales, que contenga y aplique las medidas que desarrollen, fortalezcan y consoliden el sistema de investigación en estas disciplinas.

Un proyecto institucional específico, que abra espacios, fomente la creación de equipos de investigación y condiciones para generar conocimiento, de manera libre y rigurosa. Que el sistema de investigación pueda expandirse mediante la lógica de la diversificación, y que los resultados sean pertinentes, orienten y den sentido a los cambios en la sociedad, contribuyan al avance teórico, metodológico, y a la formación de nuevos investigadores. Es imperativo que en este plan disciplinario se formulen las reglas generales de evaluación apropiadas a estos campos  del conocimiento.

Desde hace tiempo, en el mundo académico se habla de la apertura de las ciencias sociales y las humanidades, y de la ruptura de los límites disciplinarios. También, del modo de producción del conocimiento en su contexto de aplicación. Sobran ideas para señalar  que las humanidades y las ciencias sociales tienen que avanzar de forma inter y multidisciplinaria por la complejidad extrema que tiene la fenomenología social en países como México. Necesitamos, en las universidades públicas, estructuras organizativas flexibles, redes y proyectos colectivos, que eleven la capacidad de conocer.

Es fundamental, igualmente, que existan organismos que agrupen a los académicos de estas disciplinas a nivel nacional, que en su dinámica nos reúnan periódicamente en congresos, formulen agendas indicativas de lo que es emergente y urgente de conocer, y que refuercen los valores comunitarios que nos cohesionan en nuestras diferencias, que son muchas y de muchos tipos.

También,  es menester que la dirección de las humanidades y las ciencias sociales la hagan académicos de trayectoria, con prestigio y reconocimiento de su comunidad, con capacidad de convocatoria, diálogo, comunicación externa  y sensibilidad política. Que garanticen un clima intelectual que resalte el papel estratégico de la universidad, dentro del actual contexto nacional, como una institución que, en serio, crea futuro.

Fuente: http://campusmilenio.mx/index.php?option=com_k2&view=item&id=6966:estado-universidad-humanidades-y-ciencias-sociales&Itemid=140

 

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Humberto Muñoz García

Profesor de la FCPS. Columnista en Campus Milenio