América del Sur/ Argentina/ 28.10.2017/ Fuente:www.lacapital.com.ar.
El próximo viernes 3 de noviembre, a las 18,30, se presenta en Buenos Aires, en Caburé Libros (México 620) el libro «Pensar los afectos. Aproximaciones desde las ciencias sociales y las humanidades», compilado por Ana Abramowski y Santiago Canevaro. La obra —de Ediciones UNGS, Universidad Nacional de General Sarmiento— será presentada por Eleonor Faur (Unsam), Luz Horne (Udesa), Daniel Jones (Conicet, UBA) y Martín Ale (Revista Anfibia).
«Pensar los afectos…» recoge artículos que prestan una atención especial a los sentidos que se construyen alrededor de lo emocional y lo afectivo, advirtiendo tanto las normatividades y regulaciones como las negociaciones y disputas. Dieciséis autores exploran el mundo del trabajo, el de las creencias y las religiosidades, el campo educativo y de la formación, las migraciones, la militancia, la política, la memoria, la estética, el cuidado, las sexualidades disidentes, la maternidad y el amor romántico.
Los autores
Escriben en este libro: Isabella Cosse, Daniela Losiggio, Natalia Taccetta, Marina Ariza, Cecilia Allemandi, Santiago Canevaro, Ania Tizziani, Francisca Pereyra, Juan Pedro Blois, Oliva López Sánchez y Edith Flores Pérez, Cecilia Macón, Mariela Solana, Ana Abramowski, María Aleu y Nicolás Viotti. Fue compilado por los investigadores Ana Abramowski y Santiago Canevaro, coordinadores del Núcleo Estudios sociales sobre la intimidad, los afectos y las emociones de Flacso Argentina.
«Estamos ante una suerte de «explosión» de lo afectivo. Este boom tiene su correlato en el campo de la investigación. En este libro abogamos porque el campo de estudios de los afectos sea y continúe siendo un territorio en constante disputa. Pensar los afectos también es discutir el sentimentalismo, introducir y explorar la potencia de afectos «negativos» (como la nostalgia o la melancolía), hacer lugar al odio y al llanto, y también al amor, al orgullo y al respeto. En estas y otras cuestiones se sumergen los artículos de esta compilación», señalan los investigadores y agregan: «En pos de explorar el mundo del trabajo, el de las creencias y las religiosidades, el campo educativo y de la formación, las migraciones, la militancia, la política, la memoria, la estética, el cuidado, las sexualidades disidentes, la maternidad y el amor romántico, los artículos aquí agrupados prestan particular atención a los sentidos que se construyen alrededor de lo emocional y lo afectivo, advirtiendo tanto las normatividades y regulaciones como las negociaciones y disputas. Se trata de operaciones del pensamiento que, sin desechar lo que se impone y aceptando su complejidad, apuntan a una comprensión diferencial de experiencias subjetivas y de procesos sociales del presente así como del pasado».
Fuente de la reseña: http://www.lacapital.com.ar/educacion/las-humanidades-y-ciencias-sociales-pensar-los-afectos-n1496453.html
Lo que parece una buena noticia –la recuperación de las humanidades en los currículos escolares– es también un síntoma de cómo se toman en nuestro país las decisiones.
Si usted es uno de los que se llevaron las manos a la cabeza cuando la ley Wert relegó a un rol secundario a la filosofía, tenemos buenas y malas noticias. La buena es que el Partido Popular tiene la intención de dar marcha atrás, tras las reuniones de este año por el pacto educativo, y devolver a la asignatura el papel que tenía en ESO y Bachillerato antes de la LOMCE. ¿La mala? Que el PP tiene la intención de dar marcha atrás tras las reuniones de este año por el pacto educativo y devolver a la asignatura el papel que tenía antes en ESO y Bachillerato antes de la LOMCE. No, no es un error.
No me malinterpreten: volver a dar relevancia a la filosofía y sus disciplinas contiguas (la ética) es motivo de celebración. Sobre todo porque en un gesto sin precedentes en la historia de la política educativa, Sandra Moneo, portavoz de Educación del PP llegó a “entonar el ‘mea culpa’” por este arrinconamiento de la asignatura (un gesto que, de paso, mostraba el poco ‘feeling’ entre Wert y gran parte del partido). Si es una mala noticia es porque, después de meses de ponencias, negociaciones y demás, nos recuerda cuál ha sido la dinámica de la política educativa española: cambiar las cosas para volver a dejarlas como estaban. O, en otras palabras, solo podemos ponernos de acuerdo en lo que ya estuvimos de acuerdo un día.
La filosofía es otro gladiador en el campo de batalla en el que se dirimen las diferencias ideológicas de los distintos sectores de la política española
Muy probablemente, el retorno de la filosofía servirá para que aquellos que la relegaron se pongan una medalla: todos conocemos la fascinante capacidad de nuestros políticos de vender una cosa y la contraria y sacar provecho de ello. Moneo recordaba que “en este mundo, cada vez más tecnológico, es importante la formación humanística, con un replanteamiento de la filosofía”. No es de extrañar que los últimos meses hayan circulado globos sonda muy útiles para trazar una línea divisoria entre el contaminado Wert y el amable Méndez de Vigo o que en la ponencia coordinada por la vicesecretaria de estudios y programas, Andrea Levy, se incidiese en la importancia de historia, filosofía y literatura a la hora de formar “una conciencia libre, crítica y reflexiva”.
También porque la filosofía es, más que una asignatura, otro gladiador en el campo de batalla en el que se dirimen las diferencias ideológicas de los distintos sectores de la política española. Una guerra en la que se han enfrentado la religión, la educación para la ciudadanía, la propia filosofía o la asignatura de valores constitucionales que el PP anunció este febrero. Todas ellas tienen en común la transmisión de ciertos principios a los estudiantes, de ahí que sean desde hace décadas una de las guerras por excelencia de la política educativa española, quizá por encima de otros problemas más acuciantes.
Cómo defender el pensamiento
No volveré a reproducir una vez más los motivos por los que la filosofíaimporta. Por una parte, porque es estéril: los conversos ya están convencidos y los detractores no cambiarán de opinión. Por otra, porque ya lo han hecho antes personas (filósofos) mucho más inteligentes y con mejor oratoria que yo. Sin ir más lejos, Antonio Campillo el pasado mayo en la Subcomisión del Congreso para el pacto educativo, en la que recordaba que “la Filosofía ha sido tratada como un chicle que se estira y se encoge, como un comodín del que servirse para crear nuevas materias, e incluso como un arma arrojadiza en la confrontación política”. Quizá, por lo tanto, sea más útil entender en qué se basa la argumentación antifilosofía.
Es una profecía autocumplida: si se reduce la filosofía, se necesitarán menos profesores y, por lo tanto, estos tendrán menos salidas laborales
Basta con referirse a las palabras de Wert en aquel ya lejano 2013, en las que calificaba a materias optativas como la Educación Artística o la Música de “asignaturas que distraen” y, sobre todo, recordaba que “los universitarios no deben estudiar lo que quieren sino lo que propicie su empleabilidad”. De sus palabras se desprendía un paternalismo atroz que sugería que el problema era de los estudiantes de humanidades por su escaso pragmatismo. “No estamos siendo eficaces a la hora de enviar señales a quienes entran en el mundo universitario”, añadía. Y además, un paro juvenil del 55,13% quedaba fatal en las encuestas.
Pero el humor de la España de 2013 era quizá diferente al de hoy, y por ello resultaba más fácil vender que hacía falta sacrificar la filosofía para fortalecer materias instrumentales como las matemáticas o los idiomas, que esas sí daban trabajo. Era una sensación común durante los peores años de la crisis: hemos perdido demasiado tiempo estudiando cosas que no daban trabajo y ahora hay que centrarse en lo que de verdad da dinero. Un sentimiento que se ha atenuado, no sé si porque hemos descubierto que nada garantiza tener empleo o porque ya lo hemos aceptado como una realidad que está aquí para quedarse. Desde entonces, el paro juvenil ha descendido desde el 55,13% hasta el 42,9%, que tampoco es para tirar cohetes.
Ese paternalismo a la hora de orientar a los jóvenes a las carreras “que sí sirven” tenía también algo de profecía autocumplida, de perverso círculo vicioso. Si se reducía la importancia de la filosofía, y con ello el número de alumnos que la cursaba, se necesitarían menos profesores especializados en ella. Y, dado que la principal salida laboral de los licenciados en esta carrera suele ser la docencia, sus posibilidades de conseguir trabajo serían mucho menores. ¿Lo ven cómo tenían razón, y la filosofía no da trabajo?
El “yo” empleable
La filosofía moderna, precisamente, se ha mostrado preocupada por lo que se ha llamado el “homo economicus”, el ser humano de la edad capitalista que es “maximizador de sus opciones, racional en sus decisiones y egoísta en su comportamiento”. Un modelo antropológico que se encuentra en la base del ser humano en la era neoliberal y que considera irracionales los gestos altruistas o los que no tienen una utilidad clara. Un ser que debe aumentar sus posibilidades laborales potenciando su empleabilidad a través de una pragmática elección de su carrera, y que debe descartar las tentaciones sentimentales de cursar estudios “románticos” como la filosofía.
El margen de cambio para la educación es pequeño, porque la sensación entre los grandes partidos es que hay mucho que perder y poco que ganar
Lo explican los profesores Carlos Fernández Liria, Olga García Fernández y Enrique Galindo Ferrández en su último libro, ‘Escuela o barbarie. Entre el neoliberalismo salvaje y el delirio de la izquierda’ (Akal): “La transmisión cultural queda, para la gran mayoría, vedada y sustituida por nociones como ‘empleabilidad’, ‘emprendimiento’ o ‘aprendizaje a lo largo de la vida’ bajo la amenaza de ‘sobrecualificación’ de la mano de obra y sus riesgos para la ‘gobernanza’ del sistema”. La educación según la lógica del ‘homo economicus’, por lo tanto, debe estar encaminada a equilibrar esos desajustes del mercado laboral evitando que los jóvenes estudien lo incorrecto. Pero hay otro riesgo aún mayor, recuerdan los autores: “Ni siquiera queda claro que las nuevas directrices educativas puedan lograr los objetivos que declaran perseguir en términos de crecimiento económico y cohesión social”.
De ahí que defender la importancia de las asignaturas de humanidades en general y la filosofía en particular porque últimamente están siendo reclamadas en puestos de cierta importancia en las grandes empresas americanas sea una trampa. Al aceptar dicha lógica para poder enarbolar el “¿veis como la filosofía sí sirve para algo?” se acepta la misma argumentación de aquellos que desprecian dicha disciplina, y es que algo solo sirve si tiene una rentabilidad laboral. Defender, como se hace cada vez más, que las humanidades son importantes porque tienen un importante rol a la hora de gestionar equipos o trazar planes estratégicos, es participar del mismo razonamiento perverso.
Que es el mismo que caracteriza la política moderna, regida por los mismos principios de hiperracionalidad, a pesar de que paradójicamente no deje de apelar a los sentimientos más primarios de su electorado. La política de partido es el arte de la continua valoración de costes y beneficios y que tiene como objetivo último garantizar la permanencia del partido en el poder. De ahí que el más que probable retorno de la filosofía por la puerta grande pueda ser visto como otra expresión más de esta lógica, una vez se ha comprobado que las protestas y el descrédito de la LOMCE no resultaban rentables. Pero que también nos recuerda una triste realidad: que el margen de cambio para la educación española es muy pequeño, porque la sensación entre los grandes partidos es que hay mucho que perder y poco que ganar.
Argentina / 3 de septiembre de 2017 / Autor: Josefina Hagelstrom / Fuente: Perfil
«Secundaria del Futuro”. Así define el gobierno porteño el proyecto que busca reformar la enseñanza secundaria en las escuelas de la Ciudad de Buenos Aires, y que se pondrá en marcha el año que viene.
“Secundaria del Futuro”. Así define el gobierno porteño el proyecto que busca reformar la enseñanza secundaria en las escuelas de la Ciudad de Buenos Aires, y que se pondrá en marcha el año que viene.
Con una prueba piloto que se realizará primero en 17 colegios, el Ministerio de Educación porteño diseñó un plan que si bien no modifica la currícula, sí plantea un esquema de cambios donde, entre otros significativos, en el último año los alumnos tendrán prácticas profesionales y podrán adelantar dos materias del CBC o de alguna formación terciaria.
Así, entre las principales modificaciones que se harán a la secundaria tal como se la conoce se destaca que su organización estará dividida en tres ciclos, los dos primeros de dos años cada uno, que serán un ciclo básico y orientativo, y un tercero en el que se buscará una formación más integradora y formativa con lo que pasará más allá de la escuela.
Por eso, las prácticas profesionales formarán parte del 50% del contenido de ese año para que los estudiantes logren “aplicar los aprendizajes en empresas y organizaciones según los talentos e intereses de cada uno”, tal como se explicó. Ese año también se buscará trabajar en el aula con las habilidades y los proyectos propios de los alumnos.
Para eso, el rol de los docentes también cambia, ya que se apuntará a un trabajo más colaborativo en clase, y que tengan un rol de guía y menos exposición. También habrá tutores y mayor uso de la tecnología. En ese contexto, sólo el 30% de la clase será para introducir los contenidos, mientras que el 70% restante apuntará al “trabajo autónomo y colaborativo”.
Siguiendo el esquema del modelo educativo finlandés, los contenidos de las materias pasarán a estar organizados en áreas de conocimiento: en lugar de ser asignaturas sueltas, se organizarán e integrarán. En este caso, una estará vinculada a Ciencias Sociales y Humanidades; otra, a Ciencia y Tecnología, y otra, a Comunicación y Expresión.
A la hora de evaluar, desaparecen las notas numéricas y se reemplazan por un sistema de créditos que los estudiantes irán acumulando acorde a su rendimiento y sus logros académicos. Habrá un mínimo de créditos para aprobar por cada área de conocimiento. También se elimina la repitencia, ya que quienes no logren reunir los créditos necesarios al finalizar el año tendrán clases de apoyo del área en la que hayan presentado las dificultades.
La reforma comenzará el año que viene en 17 escuelas de la Ciudad y alcanzará a casi 2.500 chicos. Luego se sumarán las demás, gradualmente. Una vez conocida la propuesta, se manifestaron voces a favor y en contra. Incluso hubo tomas en algunas escuelas para manifestar su rechazo.
El sistema mundo no va bien y está lleno de incertidumbre: la crisis de septiembre 11, la primavera árabe, el terrorismo, la crisis del 2008-09, el consumo de drogas, la guerra en Siria, el ascenso de la ultraderecha en algunos países centrales y periféricos, Brexit, las desigualdades internacionales, la poca eficacia y el vasallaje de los Estados, el descrédito de la democracia y los partidos políticos, las nuevas formas de la dependencia, la dominación que ejerce el sistema financiero, los movimientos juveniles, étnicos, las manifestaciones feministas, de los indignados, la falta de valores y creencias nacionales, de tolerancia y de razonabilidad política, la destrucción del medio ambiente y una masa de seres humanos con vidas desperdiciadas (Bauman, 2005), carencia de identidades, la influencia de las redes sociales opuestas al establishment, etc. Y faltan ideas fuerza que orienten la salida de la crisis.
En México, todos los días, algo indica que el país no va por el rumbo correcto. El modelo de desarrollo auspiciado desde los centros de poder, internos y externos, ha permitido un magro crecimiento de la economía, que no alcanza para corregir la desigualdad y la pobreza. Estamos frente a un Estado fracasado (Ghani y Lockhart, 2009), incapaz de regular el sistema social y la economía, en una crisis de valores, anomia y pérdida de legitimidad de la clase política. Las viejas estructuras políticas colapsaron. Así, se requiere una reforma del Estado. Para hacerla, hay que convocar a un esfuerzo colectivo, donde intervengan las universidades públicas, en unión con la sociedad civil y los actores favorables al cambio.
Entre la crisis y la apatía social se ha desatado una fuerte disputa por la nación. En este medio, México necesita a sus universidades públicas. En ellas se han desarrollado las humanidades y las ciencias sociales, que son las disciplinas que coadyuvan a generar cohesión, recomponer el tejido social y estimular programas que redunden en beneficio de los más precarizados. Su conocimiento incluye mecanismos para impulsar la movilidad social y la legitimidad de los órganos del gobierno, por medio de una nueva agenda de políticas públicas.
En el marco de los problemas nacionales e internacionales, éstas disciplinas son de primera importancia. Así, se han creado fuerzas internas, en varias universidades públicas, para ganar poder y beneficios a sus intereses particulares. Buscan tomar el control de la investigación humanística y social, que tiene un papel protagónico en los cambios políticos por venir, y frenar la crítica. Han desencadenado una confrontación estéril contra el orden académico, cuando la energía institucional debe estar canalizada a abrir oportunidades de estudio a los jóvenes, nuevas investigaciones y a conectarse de manera más estrecha con la sociedad. Ante esta situación, los académicos de las humanidades y las ciencias sociales debemos cerrar filas para evitar que nos dividan y nos debiliten.
Los investigadores debemos organizarnos para demandar que el Plan de Desarrollo de cada universidad dé cabida a un plan apropiado a las Humanidades y las Ciencias Sociales, que contenga y aplique las medidas que desarrollen, fortalezcan y consoliden el sistema de investigación en estas disciplinas.
Un proyecto institucional específico, que abra espacios, fomente la creación de equipos de investigación y condiciones para generar conocimiento, de manera libre y rigurosa. Que el sistema de investigación pueda expandirse mediante la lógica de la diversificación, y que los resultados sean pertinentes, orienten y den sentido a los cambios en la sociedad, contribuyan al avance teórico, metodológico, y a la formación de nuevos investigadores. Es imperativo que en este plan disciplinario se formulen las reglas generales de evaluación apropiadas a estos campos del conocimiento.
Desde hace tiempo, en el mundo académico se habla de la apertura de las ciencias sociales y las humanidades, y de la ruptura de los límites disciplinarios. También, del modo de producción del conocimiento en su contexto de aplicación. Sobran ideas para señalar que las humanidades y las ciencias sociales tienen que avanzar de forma inter y multidisciplinaria por la complejidad extrema que tiene la fenomenología social en países como México. Necesitamos, en las universidades públicas, estructuras organizativas flexibles, redes y proyectos colectivos, que eleven la capacidad de conocer.
Es fundamental, igualmente, que existan organismos que agrupen a los académicos de estas disciplinas a nivel nacional, que en su dinámica nos reúnan periódicamente en congresos, formulen agendas indicativas de lo que es emergente y urgente de conocer, y que refuercen los valores comunitarios que nos cohesionan en nuestras diferencias, que son muchas y de muchos tipos.
También, es menester que la dirección de las humanidades y las ciencias sociales la hagan académicos de trayectoria, con prestigio y reconocimiento de su comunidad, con capacidad de convocatoria, diálogo, comunicación externa y sensibilidad política. Que garanticen un clima intelectual que resalte el papel estratégico de la universidad, dentro del actual contexto nacional, como una institución que, en serio, crea futuro.
En la celebración de los 150 años de la creación de la Universidad Nacional de Colombia, comparto con los lectores en esta ocasión, como ha sido habitual en algunas de mis columnas, un recuento histórico del devenir de otra de las escuelas que han formado parte de la composición de nuestra sesquicentenaria institución desde sus inicios. Me refiero a la Escuela de Humanidades, constituida hoy por varias facultades, institutos y centros de investigación.
El proyecto de ley presentado por el senador José María Samper en 1864 para la organización de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia presentaba únicamente a las escuelas de Ciencias Naturales, Medicina e Ingeniería como las constituyentes de la institución nacional. Sin embargo, a través de las distintas y extendidas discusiones que este proyecto, de gran importancia para el país, experimentó en el Congreso, algunos cambios se incluyeron en él.
El primero fue la modificación del nombre de la institución que originariamente se había propuesto como “Universidad Central de los Estados Unidos de Colombia”, haciendo una clara referencia a la Universidad Central de Bogotá, creada en la Vicepresidencia del general Santander en la Gran Colombia. Y el segundo cambio fundamental del proyecto de Samper fue el incluido por el senador Lorenzo María Lleras, que ampliaba la conformación académica de la universidad, incluyendo dos nuevas escuelas: la de Literatura y Filosofía y la de Jurisprudencia.
En definitiva, en la ley aprobada el 22 de septiembre de 1867 se incluyó la Escuela de Literatura y Filosofía dentro de la estructura académica de la institución recién creada. Aun cuando esta escuela originalmente no otorgaba un título profesional, todos los estudiantes de la universidad debían iniciar sus estudios aprobando los cursos ofrecidos por la escuela.
Fue precisamente gracias a la Escuela de Literatura y Filosofía que se originó uno de los más recordados debates en la historia de la Universidad Nacional. Dos años después de la fundación de la institución el Congreso del país pretendió definir como texto obligatorio de enseñanza para las clases en la Escuela de Literatura y Filosofía “Los elementos de ideología» de Destutt de Tracy, político, militar y filósofo francés de gran influencia en la Ilustración y autor del concepto de “ideología” como ciencia de las ideas. Esta injerencia de los políticos en los contenidos de los cursos provocó que algunos profesores y el mismo rector Manuel Ancízar presentaran su carta de renuncia a mediados de 1870.
El Gran Consejo de la universidad nombró enseguida una comisión de profesores para que revisaran y estudiaran los textos con el fin de entregar un informe sobre la necesidad o no de adoptar textos de manera obligatoria. Dicha comisión fue integrada por Manuel Ancízar, que además de rector también era profesor de Filosofía de la Escuela de Literatura y Filosofía, el profesor Miguel Antonio Caro y Francisco Eustaquio Álvarez. Como consecuencia del informe el Congreso decidió autorizar definitivamente a los profesores que enseñaran con los textos elegidos por ellos, siguiendo sus propias concepciones filosóficas, pues como lo concluyera Miguel Antonio Caro, “las ideas expuestas en los textos obligatorios solo representaban el ejercicio de la tiranía sobre la inteligencia de la nación”.
Hoy en día, gracias a la Constitución de 1991, la libertad de cátedra y en general la autonomía académica son pilares fundamentales en cualquier universidad colombiana.
Manuel Ancízar se reintegró a su cargo como rector después de este debate que es nombrado por los historiadores como “La cuestión de los textos”, aunque meses después, al terminar el tercer año de regencia en la universidad se retiró definitivamente. Además del primer rector Manuel Ancízar, también debemos recordar a otros profesores de la Escuela de Literatura y Filosofía en los primeros años de nuestra universidad, como Salvador Camacho Roldán, primer profesor de la cátedra de Sociología en 1883 o el mismo José María Samper catedrático de Política y Sociología.
Pero en Colombia las ciencias humanas solo se consideraron como disciplina de estudio a través de su profesionalización hasta la década de 1930 cuando se crean las Escuelas Normales Superiores en la primera presidencia de Alfonso López Pumarejo, quien juntó las facultades de educación del país y las puso al resguardo académico de la Universidad Nacional. Este hecho fue el más claro origen de los programas que décadas más tarde iniciaron la reflexión profesional de las necesidades sociales y humanísticas de nuestra nación. Así, gracias a los esfuerzos y planteamientos de la República Liberal (1930–1946), se pudieron organizar oficialmente en las universidades del país programas académicos relacionados con el estudio de grandes teorías sociales que iban desde la economía, la filosofía, la sociología, la psicología o la antropología. Para el caso de la Universidad Nacional, fue en la rectoría de Gerardo Molina (1944–—1948) que se crearon los institutos de Economía y de Filosofía y se organizaron los primeros modelos para la creación de un Instituto de Psicología.
Posteriormente, en 1959, se crea en la Universidad Nacional de Colombia el primer programa de Sociología de toda América Latina, gestionado y dirigido por Orlando Fals Borda, quien años después, en 1966, bajo el influjo de la Reforma Patiño de la institución, lidera la creación de la Facultad de Filosofía y Ciencias Humanas. En aquella época la facultad agrupó los departamentos de Filosofía, Sociología, Historia, Geografía, Antropología, Psicología, Filología y Ciencias de la Educación.
Hoy en día las ciencias humanas en la Universidad Nacional son impulsadas pertinentemente en todas sus sedes. Las facultades de Ciencias Humanas en Bogotá y Medellín ofrecen 15 programas de pregrado, 6 especializaciones, 19 maestrías y 8 doctorados de alta calidad. Hoy somos uno de los centros de investigación en ciencias humanas más importantes de la región con institutos como los de Investigación en Educación, el Centro de Estudios Sociales, la Escuela de Estudios de Género o los laboratorios de Pedagogía Social, de Fuentes Históricas, de Estudios Geográficos y Territoriales o de Ciencias Sociales y Económicas.
Construyendo la investigación social Artículos seleccionados de las V Jornadas de Jóvenes Investigadores del Instituto de Investigaciones Gino Germani
Diego Domínguez. Gerardo Halpern. Gabriela Rodríguez. Sergio Tonkonoff. [Compiladores]
Luciano Nosetto. Victoria Haidar. Francisco J. Reyes. Daniela Slipak. Santiago Poy Piñeiro. Laura Inés Rovelli. Lucía Gerszenzon. Rosa Maria Rodrigues de Oliveira. María Belén Demo. Nicolás Dino Ferme. Mauro G. Vázquez. [Autores de Capítulo]
Colección Red de Posgrados en Ciencias Sociales.
ISBN 978-987-1543-72-4
CLACSO. Instituto de Investigaciones Gino Germani/ UBA.
Buenos Aires.
Mayo de 2011
Construyendo la investigación social presenta una atractiva muestra de la producción de las nuevas generaciones de investigadores en el ámbito de las Ciencias Sociales. Esta compilación es resultado de las √ Jornadas de Jóvenes Investigadores del Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, realizadas en noviembre de 2009 y auspiciadas por la Red de Posgrados del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Estas Jornadas bienales, con el paso del tiempo se han transformado en uno de los más importantes eventos académicos de debate intelectual de las nuevas generaciones en la región. Signadas por los mejores atributos de la universidad pública, representan espacios abiertos, masivos y pluralistas de discusión, que no por ello reniegan del rigo académico, sino que tienen el objeto de intercambiar diversas experiencias de producción científica y de intervención política y social con una impronta democrática y autogestiva. Invitamos a los lectores a disfrutar de este panorama del creativo trabajo de los jóvenes investigadores que renueva la construcción de objetos de estudio y la formulación de interrogantes.
América del Sur/Venezuela/09 Noviembre 2016/Prensa OVE
En el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG) inició la III Conferencias CLACSO Venezuela, con el Foro “Retos de las Ciencias Sociales y Humanidades en América Latina y el Caribe” con la participación de Pablo Gentili Secretario Ejecutivo de CLACSO, Leticia Salomón Miembro del Comité Directivo de CLACSO, Luis Bonilla Director del CIM, Alba Carosio Coordinadora Red CLACSO Venezuela.
Las III Conferencias CLACSO Venezuela, propicia jornadas de reflexión abordando temas relacionados con las ciencias sociales y humanidades, a través de 36 actividades que incluirán paneles temáticos, foros y paneles centrales sobre: política, economía, sociología, educación, políticas públicas, arte y salud desde eñ 8 al 11 de Noviembre en los espacios del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG).
Durante el foro, Luis Bonilla Director del CIM, propuso 10 tensiones de las ciencias sociales en la actualidad, destacando que el primer y gran investigador social en Venezuela fue Hugo Chávez, “quien no partió de los ritos tradicionales de la investigación social, sino que hizo investigación para la acción y la transformación social
Una de las tensiones a destacar, por Luis Bonilla es la necesidad de darle relevancia, al pensamiento propio, porque en 17 años de proceso bolivariano, se ha ido produciendo una teoría, que permite profundizar las trasformaciones sociales y políticas.
Otras de la tensiones, es la necesidad de pensar el papel de las universidades en los procesos de transformación y emancipación social en la ultima década en América Latina. “Universidades que deben estar ancladas a las realidades territoriales, con la capacidad de abrir y cerrar programas de acuerdo a las necesidades y demandas de la propia transformación social”, expresó.
Así mismo Bonilla, señaló que en el 2018 se cumplen 100 años de la Reforma Universitaria de Córdoba y 50 años de la renovación universitaria venezolana y es propicio pensar seriamente el papel que deben jugar las universidades y los centros de investigación para mantener y profundizar las conquistas logradas por los pueblos en las últimas décadas.
Por su parte Pablo Gentili, Secretario Ejecutivo de CLACSO, destacó 10 retos y tensiones de las ciencias sociales, entre lo que destacó, darle priorizar a la “despatriarcalización de las ciencias sociales”, donde las luchas feministas no sólo generan nuevos horizontes de sentido, sino nuevos posicionamientos en la producción de conocimientos.
Además puntualizó sobre la “desoligarquización de las universidades y las ciencias sociales”, en vista que éstas han servido para mantener la dominación por parte de las oligarquías en la región y es necesario ponerlas ya y de una vez por todas la servicio de los pueblos.
Por último Gentili, recalcó la importancia de repensar el llamado “pensamiento social crítico”, ya que, el pensamiento social es crítico por sí mismo, contraviniendo al pensamiento social conservador, que se ha utilizado y ejercido para la dominación de las oligarquías contra los pueblo.
Alba Carosio y Leticia Salomón, coincidieron en la necesidad de poner en tensión las ciencias sociales y humanidades, así como el papel de las universidades en estos tiempos de procesos de emancipación en la última década en la región. Partiendo que el papel de las universidades es primordial para construir horizontes de sentido.
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