Por: Fernando Savater
Izar es la hija de tres años de Sara Majarenas, condenada por pertenencia a ETA. La criatura vivía interna con su madre en la prisión donde ésta cumplía condena y sufrió graves heridas al ser acuchillada por su padre durante una salida de fin de semana. El miserable quiso así vengarse de la mujer. Ahora Izar se repone de sus heridas y comparte con su madre un hogar de acogida en la provincia de Madrid. Una reciente manifestación en San Sebastián pidió que Sara sea excarcelada a fin de que ambas se trasladen a Donosti para que Izar empiece el curso en una ikastola. Yo leo la historia con una emoción punzante y rara, que no les cuento porque caería en sensiblería. Sólo diré que por ayudar a Izar haría todo lo que esté en mi mano.
¿Que venga cuanto antes a Donosti? Pues es la ciudad que prefiero en el mundo, de modo que también se la deseo. Pero tengo mis dudas. Uno de sus posibles maestros en la ikastola asegura que el caso es grave “porque la niña va a tener que estudiar en un idioma que no es el suyo”. Y la portavoz de la plataforma que reclama su venida a Donosti insiste en que es “una niña vasca” recluida en un piso de Alcobendas, que “va a ser obligada a escolarizase en un colegio de allí” en vez de donde tiene sus lazos culturales y sociales. No es verdad: la niña ha nacido en una cárcel de León, creo, por el azar del mundo (como todos). Es ciudadana española y por tanto su lengua es el castellano, tanto como el euskera si quiere aprenderlo. Lo importante es que se eduque bien, para no reincidir en los errores maternos. Y si tiene lazos “culturales” que le obligan a ser vasca sin preguntar su opinión y a renunciar al castellano por decreto, mejor es que no caiga en ellos y siga en Alcobendas.
Fuente: https://elpais.com/elpais/2017/09/15/opinion/1505485733_929333.html