La gran Clarice Lispector cumple 100 años.
La escritora extraordinaria que nunca se lo creyó, demasiada pureza en su alma como para caminar por la vida con el ego de la intelectualidad. Sus textos se abrían paso entre la vida diaria, con la máquina de escribir sobre sus piernas en lo que cuidaba a sus hijos pequeños. La habitación propia de la que habla Virginia Woolf fue para Clarice esa máquina de escribir que la salvó del vacío.
Clarice, que creció en la pobreza, emigrante desde niña que hablaba el portugués con un acento raro, luego pudo viajar por el mundo y probar las mieles de la holgura económica nunca olvidó su origen. Pero, ¿cómo alguien que conoció lugares espectaculares, que se codeaba con personas de alto abolengo en el mundo de la política, la cultura y las artes, le escribió un texto a una gallina? Sí, al sentimiento de una gallina que huía para no convertirse en el caldo del día para una familia.
Que pudo escribir de rascacielos, de vinos caros, de vistas sorprendentes, de casas con alfombras persas, le escribió un texto a un hombre invidente como muchos de los que viven en las calles y son invisibles para la sociedad. Y qué decir de la historia de la niña malvada que se burlaba de la pobreza de su amiga cuando fingía que le prestaría un libro para leer, solo para verla llegar todas las tardes a su casa y tocar la puerta con ilusión para luego arrebatársela diciéndole que ese día no.
Clarice escribía para respirar, eso eran las letras para ella, su oxígeno. Por eso la profundidad y consistencia de las mismas. Alejada del bullicio de la fanfarrea que secunda a muchos escritores gloriosos, Clarice en soledad creó un volumen impresionante de textos, todos importantes, esenciales, con las emociones a flor de piel.
Una sola línea de cualquiera de sus textos deja al lector en un éxtasis, ido, sumergido en las profundidades de su propia alma. Esa capacidad tiene Clarice, un talento extraordinario para traspasar todas las capas de la piel y llegar directo al espíritu humano. Sus textos no caducan son atemporales porque muestran la realidad de la vida en infinidad de circunstancias. Su aplomo para relatar el día a día de una mujer, que será excluida por el mundo de hombres creado para ellos mismos. Eso no ha cambiado o ha cambiado pero muy poco en estos últimos 100 años.
Alejada de las normas lingüísticas, Clarice crea su propio lenguaje, su propia forma de expresión y de escritura. Rompe con todo lo impuesto, navega sin radar lanzándose a las aguas del mar sin salvavidas, camina sin medir los pasos, sin temor, solo avanza y se adentra en las hondonadas del alma. De Clarice Lispector no se vuelve jamás.
También pintora, la niña de origen ruso, Chaya Pinkhasovna Lispector dio a Brasil la mayor de las glorias en literatura. Y a nosotros sus lectores en todas partes del mundo, la alegría de poder disfrutar de su talento sobrenatural y de la esencia salvaje en los mismos.
Por haberse atrevido a ser ella misma, roto con las normas impuestas en literatura, por haber creado su propio lenguaje y mundo, por haber sido fiel a su esencia humana, Clarice Lispector es una insurrecta. Y yo la celebro en el centenario de su nacimiento y siempre. Porque con su ímpetu abrió puertas para generaciones de escritoras no solo en Latinoamérica.
Fuente: https://www.aporrea.org/cultura/a298283.html