Confiar en la escuela

Por: Manuel Alberto Navarro Weckmann

 

«Hace falta recordar una y otra vez, que las y los profesionales de la educación, cursaron estudios de educación superior orientados precisamente para tomar las mejores decisiones en lo que tiene que ver con el aprendizaje.»

Existe en el mundo, con respecto a las políticas públicas que se implementan en el sector educativo, muy diferentes medidas que son producto de la idiosincrasia, cosmovisión, historia, cultura, valores y principios que se definen al interior de los ministerios educación de los diferentes países, sin embargo, hay ciertas decisiones que por su contenido, presentan ciertas similitudes y grados de aplicación, también acorde a la manera en que se tiene el concepto de educación por parte de quienes toman las decisiones que impactan en gran medida a los centros educativos de su territorio.

Por ello, resulta muy importante valorar el grado y la intención de la aplicación de determinadas políticas públicas, puesto que al momento en que se implementan o se dejan de lado, tienen un fuerte impacto en el sistema de comunicación y efecto bidireccional que trasciende en cada una de las más de un cuarto de millón de centros escolares que hay en México y que apoyan o no para el fin último de su tarea, que es el aprendizaje de las niñas, niños y adolescentes (NNA), por lo que dichas decisiones deben de tener eso en mente para que puedan ser acordes a las necesidades que se implementen luego en la escuela.

Así, un ejemplo claro de ello, es lo que en el mundo de las políticas educativas se ha denominado como la gestión centrada en la escuela, que, de acuerdo con Claudia Santizo (2012) se basa en un principio que señala que las comunidades escolares poseen información adecuada para seleccionar entre varias opciones aquellas que atiendan mejor los problemas que enfrentan y va desde el extremo en aquellos países que dejan en el centro escolar todas las decisiones educativas, como lo son los planes y programas de estudio, la contratación y la utilización de sus recursos económicos y humanos, la decisión del uso de libros de texto, así como el manejo de sus factores internos del manejo y control de la regulación de las condiciones de aprendizaje en sus aulas, hasta aquellos países que tienen centralizadas este tipo de decisiones y la escuela solo se convierte en una suerte de “maquila” en donde sólo se deja una mínima parte de las decisiones de política en materia educativa.

El caso mexicano, presenta ciertas variantes de dicho concepto, sin embargo, con una mayor inclinación hacia las decisiones centralizadas en donde la escuela como centro de las disposiciones para el aprendizaje en el contexto de su ubicación y relaciones tiene muy poco margen de operación para la transformación y/o aplicación en el marco de su contexto.

Por ello, hace falta recordar una y otra vez, que las y los profesionales de la educación, cursaron estudios de educación superior orientados precisamente para tomar las mejores decisiones en lo que tiene que ver con el aprendizaje. Así, sin perder la posibilidad o necesidad de regulación normativa, es conveniente migrar las decisiones hacia una mayor confianza en los centros educativos, en sus decisiones, en mirarlas en la justa dimensión de la profesión que representan y entender que las decisiones centralizadas, por muy bien intencionadas que sean, jamás tendrán el conocimiento, pulso y vinculación con el entorno de cada centro educativo.

Fuente de la información:  https://profelandia.com

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Manuel Navarro Weckmann

Consultor en temas de liderazgo, educación, gerencia pública y política social.