8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer. Análisis y repercusiones

Publicado: Lunes, 07 Marzo 2011 23:00 | Por: El Libertario

El avance de la mujer en la búsqueda de su reconocimiento como ser humano en igualdad con respecto a los hombres es la historia de miles de acciones, la mayoría de las veces anónimas y otras no tanto. Siglos de dominación masculina han marcado enormes injusticias tanto para hombres como para las mujeres. Han definido roles y estatus, actitudes del “deber ser” para ambos. La totalidad de estos papeles en el gran teatro de crueldad: la civilización y el progreso planteados bajo preceptos de desigualdad, poder autoritario, competencia despiadada, fuerza, violencia jerarquías y dominio, los cuales han reforzando por siglos el conformismo, la sumisión y la injusticia. Estos antivalores han sido provocados por el juego de la víctima y victimarios, poder y dominación.

La dominación sobre la mujer signa su papel de sumisión pero coloca a ambos sexos en condición de subordinación ante los poderes que rigen sus vidas. El Capitalismo, el Estado y la religión han generado y reforzado desde
siglos la noción de que existen seres débiles hechos para el manejo,
disfrute, explotación y servicio de los más “fuertes” o “capacitados”.
Doble moral basada en que el fuerte cuida y sostiene al débil cuando la
realidad confirma que disfruta, usa y sobre todo necesita de éste. Decimos
seres porque incluyen la Naturaleza (mineral, animal, vegetal), la mujer,
ancianos, niños y aquellos hombres que de una forma u otra desean romper
con el ciclo dominador y dominado.

En líneas generales hablamos del patriarcado que basa su fuerza en la
dominación de lo masculino, sobre lo femenino o lo distinto. Así el Estado
se apropia de nuestra capacidad de defendernos para ser defendidos,
protegidos, cuidados pero sobre todo controlados; El Capital define la
forma de mantenernos, cómo obtener los recursos para vivir, cómo ser
“útiles” en base al mercado, a la competencia en desigualdad de
oportunidades y modifica nuestras necesidades físicas, intelectuales y
subjetivas por las más rentables para sus intereses. Las religiones nos
dicen cómo vivir, qué creer, alejándonos de nuestra autonomía,
invisibilizando nuestras capacidades, delegándolas a entes externos más
fuertes, perfectos para vigilar a los débiles por la culpa y el pecado.

Sobre lo femenino

Durante siglos la mujer fue vista (y en muchos lugares aún lo es) y
entendida como un ser inferior, débil y pecador. Su rol se limitaba a ser
madre y esposa. La sumisión es el “deber ser” femenino. Buenas cuidadoras,
educadoras de aquellos preceptos que se convertían y convierten en su yugo,
reflejo palpable de lo digno de mostrar. Sin embargo, el cuestionamiento
severo por parte de las mujeres de ese “deber ser” permitió la creación de
focos de resistencia y de luchas para una transformación de los cánones
impuestos por la sociedad. Sus luchas por un trato y un reconocimiento
igualitario generaron cambios dentro de la “normalidad” social. Su
incorporación al trabajo, a la educación, al sufragio y sus derechos ha
sido un proceso lento, escalonado y aún no concluido en la meta de igualdad
en todos los ámbitos de la vida social e individual. Tampoco lo fue en
igualdad de condiciones ni siquiera como mujer: para ello también mediaban,
el status, la clase social, la raza y procedencia. Incluso su incorporación
a las luchas clásicas por reivindicaciones sociales, como la abolición de
la esclavitud, la igualdad de razas, el sufragio universal y su
participación en revoluciones de corte comunista siguieron tropezando con
el menosprecio a su causa. Lastimosamente su escalonada aceptación por
parte de las estructuras de dominio (Estado, Capital, Religión, hombre,
poder) también estuvo signada por la necesidad de las exigencias generadas
por la industrialización y la modernidad, no por un convencimiento y
reconocimiento real de su importancia.

Las diferencias, los valores y las exigencias que aún persisten son
muestras de ello. Para que un gran número de mujeres puedan sobresalir y
sean reconocidas en un mundo patriarcal han debido asumir atributos
asignados a los hombres incluyendo diferentes formas de violencia, dominio
y masculinización. En su contrario, o en uso de ambos a una
sobreexplotación del rol más primario: el objeto estéticamente bello,
sensual, y sexual que si produce y reproduce el objeto con orgullo de
mostrar.

Mujer y salud sexual, mental y reproductiva

La mujer a lo largo de los siglos ha sufrido de múltiples imposiciones que
van desde la obligación de parecerse a un ideal de belleza que le impulsan
a aspectos negativos incluso para su salud. La anorexia y la bulimia son
enfermedades “modernas” producto de la nueva esclavitud que somete a miles
de mujeres: el ser bonita. No se cuestiona la obesidad como una enfermedad
degenerativa del organismo físico, sino porque no es estéticamente bello.
Las presiones que van desde lo social hasta lo sexual, imponen modelos de
comportamiento constantemente reforzados por una sociedad de consumo.
Concursos de belleza, cosméticos, cirugías, etc. El objeto lindo de la casa
en las sociedades actuales es lo que más vende, es lo que más compra, es el
pilar de un sistema de explotación que al mismo tiempo esclaviza. Las
telenovelas muestran, construyen, enseñan estereotipos de mujeres aceptadas
dentro del patrón de belleza pero con relaciones patológicas que a su vez
refuerzan relaciones de poder y sumisión.

Por otra parte, el cuerpo de la mujer carece de autonomía, la religión
define cómo y cuándo disfrutar de la sexualidad. El Estado regula su cuerpo
decide hasta penalizar cualquier decisión. El parto se ha convertido en una
gestión de poder, un proceso doloroso y traumático que desplaza la
importancia de la libido maternal, incluso la posición para dar a luz se ha
demostrado que no es la más beneficiosa para la mujer y el niño o niña,
pero si es más cómodo para el obstetra.

Mujer y autonomía

El avance de la mujer como ser libre sin subordinación no pasa por ser más
poderosa que los otros, implica una concientización de responsabilidad.
Implica un reforzamiento de la feminidad entendida en el respeto por su
propia condición de mujer, la cual debe liberarse de las limitaciones
impuestas por la sociedad y por sí misma. Los cambios necesarios para una
sociedad más justa comienzan por un análisis profundo de la realidad que
nos rodea, de aquello que llamamos normalidad y de las formas de violencia
que la perpetúan. No repetir patrones autoritarios, jerárquicos que alejan
los lazos de solidaridad necesarios para toda sociedad.

La autodefinición comienza en no copiar aquello que más criticamos de la
sociedad patriarcal, sino en hacerlo visible y empezar con cambios
sustanciales desde los seres más cercanos. Desde el lenguaje y la búsqueda
de cuál reconocimiento. Desde la formulación de personalidad no como
reproducción de lo que nos muestran las fórmulas del mercado. Desechando
relaciones personales que se basan en la violencia, gestual, verbal o
física. Entendiendo que es primordial una reeducación personal incluyendo a
los hombres que nos rodean y no fortaleciendo los patrones de machismo en
nuestros padres, hermanos, familiares y amistades.

Son muchos los avances logrados y los que faltan por consolidar,
actualmente las mujeres junto a sus compañeras han estado construyendo un
camino hacia una sociedad más libre y más justa, un tejido de relaciones
humanas basadas en la solidaridad, transformando la reciprocidad entre los
sexos en beneficio de todas.

Fuente de la noticia e imagen:

  • http://www.portaloaca.com/articulos/antipatriarcado/1677-8-de-marzo-el-dia-internacional-de-la-mujer-analisis-y-repercusiones.html
  • Publicado en el número 41 del periódico El Libertario. Disponible en: www.nodo50.org/ellibertario/PDF/MujeryAdossier.pdf

 

 

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