Por: Eduardo Pepper
La tinaja de Pandora y la literatura como una forma de la esperanza
Refiere el mito griego que Zeus ansioso por vengarse de Prometeo al haber robado el fuego (el conocimiento) a los dioses, presentó al hermano de éste a una mujer llamada Pandora, y él casarse con ella. Pandora recibió como regalo de bodas una tinaja ovalada con instrucciones de no abrirla, pero movida por la curiosidad decidió hacerlo. Al ser abierta la tinaja, de su interior, escaparon todos los males del mundo: la ira, la venganza, la peste, las enfermedades, la codicia, entre otros. Comprendiendo su grave error, Pandora intentó cerrarla, pero fue muy tarde, ya todos los males habían sido liberados. Sólo permaneció en el fondo la esperanza.
Los mitos nos contienen, nos definen como sociedad. El mito de la tinaja de Pandora (aunque bastante misógino, como muchas de las costumbres occidentales) es la metáfora de nuestra desgracia. Los males que de ella escaparon ahora se condensan en la representación abyecta de los poderes hegemónicos que intentan dominar y suprimir la libertad del ser humano en la sociedad. Ante esta pavorosa realidad, la literatura que opera en un mundo injusto, atroz y banal, se eleva como una manifestación sublime y trascendente del espíritu.
En un mundo convulso, dominado por los patrones de masificación y pensamiento unívoco, donde al individuo se le ha ido coartando cotidianamente la maravillosa posibilidad de comunicarse y mostrarse ante los demás, la literatura y la lectura surgen como una alternativa infinita para que las sociedades, desde sus relaciones intersubjetivas, generen y redimensionen nuevos espacios para el encuentro, al respecto Pamuk (2007: 22) plantea “la literatura es la capacidad de hablar de nuestra propia historia como si fuese la de otros y de la de otros como si fuese la nuestra”.
Sustentados en el siguiente postulado pedagógico del diseño curricular bolivariano (2007: 44) cuando dice que “a través de la lectura, la reflexión crítica en colectivo y las relaciones con la realidad socio-histórica y cultural, los pueblos se desarrollan desde una perspectiva endógena y social”, optamos por una enseñanza de la literatura que parta de la experiencia sensible y lúdica del estudiante y el docente consigo mismos, y el mundo. De esta manera el conocimiento germinaría en ellos de una manera más cercana y alejada de las viejas prácticas educativas venezolanas, en las cuales los estudiantes eran formados para la competencia y el irrespeto del otro.
El lenguaje nos determina, nos posiciona individual y colectivamente ante la existencia; siendo entonces, la literatura y por ende el libro, dos hechos germinados de la palabra, cumplen una función trascendental dentro de la sociedad. En gran manera tienen el poder de transformarnos y desmitificar los valores impuestos por un sistema alienante que sólo procura la infelicidad y la desublimación del ser. Ante esta lógica opresiva, la literatura abre todas las puertas, todos los deseos. La literatura contiene todas las expresiones del ser humano y tiene más permanencia que reyes y presidentes a quienes tarde o temprano sepulta la historia Yepes (2010: 14).
De tal manera es imprescindible en el actual contexto histórico entender y promover la literatura como una esperanza alternativa contra el pensamiento hegemónico que gobierna al mundo. En ella tenemos la posibilidad de encontrarnos con nosotros y los otros, que es al mismo tiempo una de las máximas expresiones de democracia y libertad.
Leer es un acto político y como tal un acto revolucionario. Desde pequeños –me atrevería a decir que desde el vientre de nuestra madre- estamos inmersos en la lectura. No hay un momento de nuestra vida que no estemos rodeados de signos y símbolos que se articulen en nuestra realidad para exigirnos su contemplación y reflexión. El clima, los olores, los sabores, las voces que escuchamos a diario, el roce de nuestras manos con elementos ajenos a nosotros, y los libros, en última instancia, configuran nuestra vida. Pero es importante destacar, que todos estos elementos no siempre serán asimilados y experimentados desde nuestra realidad particular, muchas veces también, serán entendidos y experimentados desde una realidad colectiva, debido que al estar inmersos dentro de una dinámica de vida compleja suelen ser también manipulados y obedientes a intereses ajenos a nosotros. Esto quiere decir que nuestros sentidos están inevitablemente politizados y manipulados, es ahí entonces donde el sentido amplio del acto de lectura interviene, y a partir de nuestra realidad individual y nuestra creatividad estamos en la tarea de desarticular todo aquello que pueda manipular nuestra relación con el mundo y nuestro conocimiento de él, al respecto Yepes (2007: 17) plantea que “la lectura es una práctica de invención de los sentidos”.
La literatura es un acto de socialización. Quien escribe posee una realidad, es dueño de una cultura y un imaginario, al igual que el lector. En este acto dialógico maravilloso el ser humano se realiza de forma concreta. Tanto el escritor como el lector comparten a través de un diálogo tácito sus experiencias y conocimientos sobre la vida. En esta dinámica, el conocimiento y los distintos saberes se aprehenden y se democratizan de forma espontanea y libre, lo que hace de la literatura una de las manifestaciones más trascendentes de la humanidad.
En este contexto la promoción de la lectura cumple un papel fundamental. Es necesario redimensionar nuestra relación con la literatura, ver en ella una válvula de escape ante el oprobio de la vida, su amoralidad, su individualidad y despotismo. En aras de una sociedad de bienestar es preponderante educar a través de la literatura para el placer y el gozo. ¿Pero cómo llevamos a cabo dicha tarea?
En primer lugar desmitificar esa idea de haber sido educados para disciplinarnos para el deber y no para el placer, como lo plantea Yepes (2010: 13), típico de las sociedades postcapitalistas, y ver en la literatura una fuente inagotable de conocimientos y felicidad. Para que esto ocurra el docente o el promotor de lectura, debe tener una fe infinita en su labor, mostrar a través de sí la maravilla lúdica e imaginativa que se abre en el contacto diario con los libros, debe ser él el primer lector. También es de suma importancia en este proceso de sociabilización reflexionar en torno al hecho de que la lectura es inherente a nosotros, como anteriormente planteamos; siempre estamos leyendo nuestro mundo, a nosotros mismos, a los otros; todos somos un texto de significaciones infinitas. Al entender esta realidad accederíamos a un nivel elevado de la inteligencia, ya que estaríamos en la capacidad de poder no sólo entendernos a nosotros mismos, sino también a los otros, podríamos ejercer de forma consciente la alteridad y alcanzar niveles óptimos de participación ciudadana, rompiendo así de forma concreta las barreras del individualismo que tanto nos separan.
Esta propuesta se ajusta a la realidad inmediata de la escuela venezolana. Vivimos momentos de cambios sustanciales. El mundo vive una debacle ético-moral trepidante. La familia, la escuela, el colectivo y el Estado deben unir fuerzas en pro de esta elevada misión: proveer a las presentes y nuevas generaciones de las armas intelectuales y creativas cónsonas para la elevada misión de hacer frente a los nuevos tiempos que estamos por enfrentar; la literatura, el libro y la lectura son una de ellas, no hay otra salida a este laberinto.
Referencias bibliográficas
Castro, R (2003) Las otras lecturas. Paidos. México.
Diseño Curricular del Sistema Educativo Bolivariano (2007). CENAMEC, Caracas, Venezuela.
Pamuk, O (2007) La maleta de mi padre. Randon House Mondadori. Colombia.
Yepes, L (2010) Aportes para la promoción de la literatura y la escritura. Consejo de Publicaciones de la Universidad de los Andes. Mérida, Venezuela.
Fuente de la imagen: http://violetadeanis.blogs.charhadas.com/2015/11/19/los-beneficios-de-la-lectura-en-los-ninos-2/