Lo que abunda, no daña

Por Alfonso G. Nacianceno García | nacianceno@granma.cu

Lo que abunda, no daña, menos si apuntamos a un recordatorio vigente en cada minuto —durante el año entero— igual en periodo lectivo como en las esperadas vacaciones.

Cuidar la vida es sinónimo de respetar las leyes del tránsito, sin que ello se convierta en una camisa de fuerza contra la diversión y el relajamiento, especialmente en nuestro caluroso verano, cuando recesan las clases y crece el número de personas en la vía.

Disfrutar sin tener que lamentar. Esa es la máxima cuando asumen una gran responsabilidad tanto aquel conductor de un vehículo como quienes lo acompañan, pues si la amenidad de la jornada se busca en verle el fondo a una botella de ron —aunque sea en familia— no vale de nada que el chofer se mantenga alejado de la bebida si sus parientes o amigos, pasados de copas, lo distraen durante el viaje, incluso, con la impertinencia de aquel que a esa hora, sin claridad para ponerse al volante, quiere sobresalir ante los demás.

Hoy, lamentablemente, en Cuba muchas personas no conciben la diversión si mesa por medio faltan la botella de cerveza o la de cualquier otra bebida alcohólica, acompañada por algo para “picar”. La música, el relato de una anécdota interesante, la conversación placentera —en parejas, grupos o familiar— pasan a un segundo plano cuando los participantes se sumergen en esa euforia que acaba por ahogar la claridad mental y la fuerza motriz. Incluso, en un avanzado estado de descontrol, la fiesta puede coronarla un pleito de todos contra todos con inusitadas consecuencias.

No quedan exentos de estas historias aquellos transeúntes que en una actitud desafiante —montados en varias líneas de su licor preferido— zigzaguean entre los automóviles para cruzar de una acera a la otra, porque ese es su mejor escenario para lucir cuán estimulados y certeros se hallan después de darse varios “toques”, sin pena ni gloria mientras cargan la caneca en el bolsillo trasero del pantalón.

El muro del Malecón habanero, clásico espacio para soltar la imaginación, alimentar el amor y la cordialidad, se puebla a diario de personas de diferentes edades —esencialmente jóvenes— que o bien ponen la botella como centro en su rinconcito preferido o deambulan de un lado a otro de sus ocho kilómetros de extensión, disfrutando del aire puro y la mar tranquila.

En este verano nuestro, la familia se pone de acuerdo para el fin de semana hacer una incursión a la playa. Ese ha de ser un día para estrechar vínculos, descansar de los avatares diarios y no para convertirlo en una presumible tragedia traída de la mano del alcohol. He visto a mayores ebrios, con un niño en los brazos, tambalearse dentro del agua, mientras le muestran al resto sus “probadas capacidades” para resistir y enseñar a nadar al infante, osadía irresponsable muy alejada del sano disfrute en grupo.

Cualquiera de nosotros pudiera aportar una anécdota a estas líneas cuyas intenciones no van más allá de invitarnos a la reflexión, ahora que el calor en ocasiones nos colma la paciencia; ahora que veremos más niños en las calles; ahora que estamos a tiempo para evitar ser protagonistas de una nefasta historia. La cautela siempre será poca, pero, en este tema de tomar precauciones, lo que abunda, no daña.

Fuente: http://www.granma.cu/opinion/2016-06-30/lo-que-abunda-no-dana-30-06-2016-19-06-07

Imagen de uso libre tomada de: https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/5/56/Cuba.Habana.Malecon.01.jpg

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