La deuda del ciudadano

Por: Alba Carosio

Partimos de que el art. 88 de nuestra  CRBV garantiza la igualdad y la equidad  en el trabajo a mujeres y hombres y reconoce el trabajo del hogar como actividad económica que crea valor agregado y produce riqueza y bienestar social. En los últimos años se ha acuñado el término “economía del cuidado” para referirse los trabajos, bienes y servicios necesarios para la reproducción cotidiana de las personas. El cuidado refiere a actividades que permiten a las personas alimentarse, educarse, estar sanas y vivir en un hábitat propicio. Abarca el cuidado material que implica trabajo, al cuidado económico que implica costo y al cuidado psicológico que implica vínculo afectivo. Incluye la crianza de los niños, las tareas de cocina y limpieza, el mantenimiento general del hogar y el cuidado de las personas ancianas, enfermas o especiales.Cuidar de las personas es un proceso material y moral, que requiere bienes, servicios, trabajo y amor.

Nosotras realizamos 5 veces más trabajo doméstico y de cuidado que los hombres. Cuando el cuidado doméstico es remunerado también son mujeres las que lo hacen. Somos el 93% de las personas que realizan el trabajo doméstico remunerado en la región latinoamericana, un universo que suma 16,5 millones de mujeres y representa el 17% del empleo femenino. La amplia mayoría de ellas, 77.5% trabajan en condiciones de informalidad, es decir, sin ningún tipo de seguridad social ni prestaciones vacacionales ni días de descanso remunerados.

La división sexual del trabajo asignó a las mujeres la esfera del cuidado, históricamente las mujeres se especializaron en la crianza de niñas y niños y en proveer cuidado a miembros de la familia, a enfermos y a dependientes en general. La segregación ocupacional por sexos es la base principal del patriarcado, obliga a las mujeres a cuidar y des-responsabiliza a los hombres de la vida familiar. Este orden de cosas se ve como natural, y nadie exige a los varones de la familia, que realicen trabajo doméstico ni cuidados. Por ejemplo, cuando las parejas se disuelven, la responsabilidad por los hijos queda a las mujeres. En América Latina, los hogares con madres solas han ido en aumento, en Venezuela son 40% de los hogares. Preciso es señalar que estos hogares monomarentales son los más proclives a la pobreza.

Para las mujeres, el trabajo remunerado fuera del ámbito doméstico es un derecho legítimo y una necesidad económica y vital.Pero, a la vez, es una opción difícil, puesto que la tradicional división sexual del trabajo sigue sin modificaciones sustanciales.  El doble rol de las mujeres, trabajadoras y cuidadoras, y su dedicación prioritaria a las tareas domésticas y de atención a los miembros de la familia, dificulta sus oportunidades de empleo. Todas y todos sabemos que a las mujeres, sobre todo si están en edad reproductiva, les resulta mucho más complicado conseguir empleo. Además, las presiones de las responsabilidades familiares provocan frecuentemente el abandono de la ocupación. La contradicción cuidado familiar y trabajo, da lugar a una importante desventaja laboral en contra de las mujeres, se estima que 40% de las trabajadoras dejan su empleo para cuidar de hijos y otros familiares.

Desde los ‘90 hasta ahora, las mujeres en América Latina, hemos aumentado en treinta puntos la participación en la fuerza de trabajo, actualmente la tasa laboral femenina es de 54%. Es un cambio imponente, radical, en un periodo de tiempo breve, pero que no ha impulsado cambiosen el modelo de familia, ni ha producido incorporación activa de los hombres al trabajo de cuidado. Tampoco los estados han priorizado sistemas de cuidado que apoyen a las mujeres trabajadoras. La gran mayoría de las trabajadoras latinoamericanas deben hacer magia para cumplir con sus tareas en la calle y en el hogar, recurrir a servicios privados para el cuidado de sus hijos menores, y grandes sacrificios de tiempo para atender a enfermos y otros dependientes.

Se requiere con urgencia políticas de cuidado que garanticen servicios públicos para cuidarde manera más equitativa y corresponsables niños y niñas, a personas mayores y a personas especiales en situación de dependencia. Necesitamos solidaridad social y justicia para sostener y cuidar la vida; no debe ser una tarea exclusivamente femenina. Se trata de que las trabajadoras tengan tranquilidad y energía para aumentar la productividad, en un contexto donde sus hijos y mayores estén atendidos y protegidos.

*Fuente de la imagen destacada: http://es.123rf.com/photo_18134278_el-hombre-y-la-mujer-trabajo-domestico-compartido.html

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Alba Carosio

Licenciada y Magíster en Filosofía (1982, 1985, Luz). Doctora en Ciencias Sociales, Universidad Central de Venezuela (2007). Directora del Cem (Centro de Estudios de la Mujer), Universidad Central de Venezuela.​Alba Carosio – Militante del Feminismo desde 1970. Integrante de la Red de Colectivos Socialistas Feministas La Araña Feminista – Directora de la Revista Venezolana de Estudios de la Mujer – Coordinadora de Investigación del CELARG (Centro de Estudios Latioamericanos Rómulo Gallegos)