Vida significativa para un aprendizaje significativo. Una relación esencial.

Por Dr. Bernardo Trimiño Quiala.

La teoría acerca de la significatividad del aprendizaje del psicólogo y pedagogo estadounidense David Paul Ausubel plantea que el desarrollo de conocimientos en los niños, niñas, adolescentes y jóvenes no se efectúa por la acumulación de conocimientos, sino que éstos deben tener un significado para el sujeto que aprende; por esta razón considera que el aprendizaje significativo consiste en la adquisición de la información en forma sustancial y su incorporación dentro de la estructura cognoscitiva a partir de relacionar, de manera no arbitraria, el nuevo aprendizaje y con el conocimiento previo.

Otro aspecto necesario a destacar en la teoría de Ausubel, es el trabajo con los preconceptos, este científico destaca que el factor más importante que influye en el aprendizaje es lo que el estudiante ya sabe; de ahí que consideró al proceso de aprendizaje significativo como la relación que se establece entre lo que el estudiante ya conoce y lo que está aprendiendo.

Lo anterior hace evidente que nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes, deben tener una vida significativa que sirva de base, al ulterior desarrollo del aprendizaje significativo, ya que cuando un alumno aprende un determinado contenido en la escuela, no llena jamás un vacío, sino que desarrolla gradualmente interconexiones cognitivas y emotivas con lo que ya conoce y con las experiencias personales que ha adquirido durante su vida.

De ahí la importancia, de que padres y docentes hagamos significativa las experiencias vivenciales de nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes; como ruta esencial para que alcancen el necesario aprendizaje significativo, el que le servirá, para afrontar con éxito, los retos de la vida contemporánea.

Para ello, los padres deben evitar los conocidos errores básicos de la educación familiar; entre ellos: la sobreprotección, la indulgencia, el rechazo o abandono y el autoritarismo.

Los padres que sobreprotegen a sus hijos ejercen un control rígido y excesivo sobre sus vidas, con la intención de ampararlos de supuestos peligros; cuando en realidad, por lo general, hacen de sus hijos seres indefensos, reservados e incapaces de valerse por sí solos. La sobreprotección priva a los niños, niñas, adolescentes y jóvenes de la libertad de tener las experiencias de vida necesarias para desarrollar el aprendizaje significativo.

Tampoco favorecen el aprendizaje significativo de sus hijos aquellos padres indulgentes, que les entregan todo aquello que ellos quieren; muchos psicólogos advierten que los padres no deben dar absolutamente todo lo que piden sus hijos, porque así los vuelven exigentes en extremo, y no los preparan para la realidad de la vida, donde tendrán la oportunidad de exigir sus derechos, pero deberán cumplir con sus deberes como ciudadanos. La relación entre el cumplimiento de los deberes y la exigencia de los derechos es cardinal para el aprendizaje significativo.

El rechazo o el abandono es el extremo opuesto a la sobreprotección y la indulgencia, constituye una muestra de violencia y violación de los derechos de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes, ocurre cuando no se les brinda el cariño y respeto que éstos necesitan. Esta actitud implica la desatención, la negativa a satisfacer sus necesidades, el castigo, la amenaza y las críticas negativas frecuentes. Frente a estas manifestaciones en la familia, resulta muy difícil desarrollar el aprendizaje significativo.

Los padres autoritarios intentan dominar todos los aspectos de la vida de sus hijos, es la imposición inflexible de las normas de los adultos; de ahí que los niños, niñas, adolescentes y jóvenes no tienen oportunidad de plantear sus criterios, solventar sus dudas, ni hacer críticas que favorezcan a la familia; por lo cual tienden a mentir, a sentir falta de afecto y se ven imposibilitados a participar en la vida familiar. La imposibilidad de hacer proyectos de vida propios, la falta de afecto y de participación familiar, atentan directamente contra el aprendizaje significativo.

Por parte de los docentes, un número importante, cometen el grave error profesional de pensar que nuestra profesión consiste en la transmisión pasiva y unidireccional de contenidos en las clases; por lo cual no realizan un adecuado diagnóstico escolar; algunos no conocen siquiera el nombre de sus alumnos, así como las características de su contexto familiar y comunitario; por lo que desechan los antecedentes cognitivos y las experiencias de vida de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes que intentan instruir; y es que, dichos docentes, no han comprendido que el aprendizaje significativo, no es solamente instrucción; sino que es educación, fortalecimiento de valores, desarrollo de la personalidad y preparación para la vida.

Y es que ser padre, madre o docente, en estos tiempos, representa una gran responsabilidad; ya que siempre seremos el espejo en que se mirarán nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes, de ahí que debemos ser ejemplos como ciudadanos; respetar sus derechos y con ese mismo respeto hacer que cumplan sus deberes; brindarle la mayor cuota de amor y cariño, ellos nos lo devolverán día a día; acompañarlos en sus vivencias y experiencias personales, compartir con ellos, leer juntos, permitir que planteen todas sus dudas, escucharlos permanentemente, darle la mayor participación activa en la medida de sus posibilidades y divertirnos juntos.

Sólo así, en la unidad de acción entre la familia y los docentes, nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes, desarrollarán el necesario aprendizaje significativo. La unidad entre la vida significativa y el aprendizaje significativo es la garantía del desarrollo de una personalidad plena de satisfacción, creatividad, conocimientos y valores; constituye, además, la plataforma para que toda persona logre sentirse realmente libre y feliz.

Artículo enviado por su autor a la redacción de OVE

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Bernardo Trimiño Quiala

Centro de Investigación e Innovación Educativa del Sistema Educativo de Vallodolid