Por. CARLOS ORNELAS
China, ¡oh!, la vieja y moderna China, tradicional y poderosa. Pekín, ¡oh!, la urbe antigua y moderna, capital de la segunda potencia del mundo. Tanto el país como la ciudad, con su ying y su yang, su lado bueno y su parte oscura, hospedaron al XVI Congreso Mundial de Sociedades de Educación Comparada (WCCES), del 21 al 26 de agosto.
Alrededor de mil 500 turistas académicos de más de 80 países y otros tantos profesores y estudiantes de posgrado chinos nos reunimos en la Universidad Normal (o Pedagógica) de Pekín para discutir productos de la investigación educativa comparada y perseverar con debates informados acerca de problemas y perspectivas de la educación en el planeta.
Como todos los congresos de esta naturaleza, el de Pekín tuvo un tema general que permitió incluir ponencias acerca de cualquier asunto y en todos los colores. La organización, siendo eficaz, dejó cierto recelo en algunos de los partícipes de Occidente; intervinimos una decena de mexicanos (otros no pudieron llegar); y el Consejo eligió una nueva presidenta y la sede del siguiente Congreso será en Cancún.
El tema eje —o manto protector— de las argumentaciones fue “La Dialéctica de la Educación: Perspectivas Comparadas”. Las conferencias magistrales abordaron asuntos del mundo en tanto que hubo ponencias que comparaban países, perspectivas teóricas, proyectos concretos o variaciones en el tiempo. Los discursos en la ceremonia de inauguración fueron breves —una virtud—, aunque con cierto aire de autocomplacencia, el yang.
La inauguración formal corrió a cargo del ministro de Educación de China, Chen Baosheng, y los de bienvenida fueron del presidente del Congreso Mundial de Sociedades de Educación Comparada, Carlos Alberto Torres, y del presidente de la Sociedad de Educación Comparada de China, Wang Yingjie. Hubo otros mensajes de recepción por parte de las autoridades de la Universidad.
Tras las formalidades comenzaron las tareas sustantivas. El mismo profesor Wang dictó la primera conferencia magistral; discurseó —con orgullo, sin disfraz— acerca de la educación en China y su papel en el mundo. La segunda fue de Andreas Schleicher, director del Programa Internacional de Evaluación de los Estudiantes (PISA), con el mensaje de la reforma educativa que promueve la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. Ruth Hayhoe y Carlos Alberto Torres cumplieron con sus parlamentos con tono crítico y, a la vez, propositivo.
En las más de 100 mesas de ponencias hubo de todo. Las más concurridas tenían que ver con reformas educativas y perspectivas internacionales. Contrario a los discursos formales, la mayoría de las ponencias aportaban más críticas que halagos: reprendieron la globalización, las tendencias privatizadoras y el predominio del mercado.
No obstante, también hubo mesas donde se proponía aprender de otras experiencias, del papel de la educación en la formación de una ciudadanía global y de las ventajas de hacer comparaciones con el fin de replicar las mejores prácticas. De nuevo, el ying y el yang, los polos opuestos que se juntan para hacer un todo.
La organización de las conferencias magistrales, las ceremonias y la cena de gala estuvieron a la altura; pero hubo ciertas confusiones y ausencias en las mesas de trabajo y presentación de ponencias. A algunos de nosotros nos molestó que en cada una de las salas de ponencias hubiera dos cámaras de seguridad y que se grabara todo, no sólo con fines académicos, sino de control político.
Por cuestiones burocráticas no pudimos celebrar la tradicional fiesta mexicana que organizamos en cada congreso desde 2007. Nos dijeron no y entendimos que si insistíamos pondríamos en problemas a nuestros anfitriones. Al parecer, las autoridades de la Universidad no tienen una línea del Partido que les indique cómo lidiar con reuniones donde no saben de antemano con qué fines se reúne —fuera de agenda— gente de varios países, ni lo que discutirán.
Entre los mexicanos hubo colegas de Tamaulipas, Tabasco, Nuevo León, Aguascalientes y, por supuesto, de la Ciudad de México. Marco Aurelio Navarro, presidente honorífico de la Sociedad Mexicana de Educación Comparada, representó un papel clave, tanto como ponente y como miembro del Consejo del WCCES. Por mandato de nuestra sociedad propuso a México como sede del siguiente Congreso Mundial. ¡Ganamos! Será en Cancún, en 2019.
¡Adiós, Pekín; bienvenido Cancún! Allí, la fiesta mexicana será en grande.
Fuente: http://www.excelsior.com.mx/opinion/carlos-ornelas/2016/09/07/1115428
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