Homenaje al maestro Rafael Tomás Fernández Heres

América del Sur/Venezuela/Octubre 2016/Omar Hurtado Rayugsen/http://revistas.upel.edu.ve/

Permítannos comenzar agradeciendo a la Sociedad Bolivariana de Venezuela, Capítulo Cojedes, al muy Ilustre Concejo Municipal de San Carlos de Austria y la familia Heres Villegas por habernos honrado invitándonos para que hiciéramos esta intervención. Intervención por demás inmerecida ante tan distinguida audiencia y desde los ambientes cargados de historia de esta casa natal de héroes de la Guerra Nacional de Independencia, como son los hermanos mártires Capitán Faustino Figueredo Mena (fallecido el 20 de mayo de 1818 en la batalla de la Laguna de Los Patos), el Teniente José María Figueredo Mena (desaparecido en la batalla de Boyacá el 7 de agosto de 1819) y el de más prologada vivencia el Coronel Fernando Figueredo Mena de quien resaltaremos, entre tantos aspectos notorios, que se cubrió de gloria en las acciones de Araure – de la que ayer se cumplieron ciento noventa y ocho años – y en la Campaña de Guayana; tan cercana a nuestros afectos personales. Arrancaremos la disertación en sí, informándoles que, aprovechando que estamos en la puerta de los llanos, en ella usaremos un baqueano. Para dichas funciones hemos elegido a Don Mariano Picón Salas, a quien – para utilizarla como epígrafe -, le hemos pedido prestada la siguiente cita: “…Una vasta cruzada educacional para crear… los constructores del Estado futuro, me parecen consignas bastantes [como] para colmar toda nuestra vida”. (Picón Salas, 1977: 203) En estas ideas, casi premonitorias que adelantaba desde Santiago de Chile en noviembre de 1933, Mariano Federico Picón Salas (Núñez, 1997:631 – 632) nos parece encontrar las líneas fundamentales que deben orientar nuestra participación, que – sin garantizarlo – aspiramos sea breve. Esta tarde la comunidad cojedeña le brinda un sentido homenaje a uno de sus más preclaros hijos: el Doctor Don Rafael Tomás Fernández Heres; designando bajo su eponimia esta Sala de Investigaciones Históricas, para lo cual han tomado en cuenta su destacada actuación en el mundo académico – intelectual; en la que resaltan su amplia obra escrita, fundamentalmente como historiador de la Educación y el Pensamiento Pedagógico nacional, su participación 8 Conferencia del Doctor Omar Hurtado Rayugsen, en el marco de la inauguración de la Sala de Investigaciones Históricas “Rafael Fernández Heres”, pronunciada el 6 de diciembre de 2011 en la Casa Histórica Figueredo, de la ciudad de San Carlos Edo. Cojedes. 9 Profesor Titular jubilado del Instituto Pedagógico de Caracas. Ex Vicerrector de Docencia de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador. Doctor en Historia (UCAB).

como docente a nivel doctoral y su notoria carrera como funcionario que lo llevó a ser Ministro de Educación y Director de la Academia Nacional de la Historia. Tal y como revelaron los Profesores Joel Manzanero y Jean Carlos Brizuela en Nota de Prensa difundida el 28 del pasado mes. A estas alturas, destacaremos que cuando el connotado emeritense hilvanaba en la austral capital sus ideas pensando en el devenir de la sojuzgada Venezuela, hacía escasos ciento treinta y un días que en el poblado de Nuestra Señora del Socorro de Tinaquillo había visto sus primeras luces el hoy homenajeado. En efecto, el 11 de julio en esa localidad adosada a las últimas estribaciones de la Cadena del Interior y bañada por las aguas del río Tamanaco, nació el primogénito del matrimonio conformado por Rafael Ramón Fernández, descendiente de los Jiraharas originarios habitantes del área y Vicenta María Heres Barrios, emparentada con los castellanos que en 1781 repoblaron el sector. Esta ligazón genética empezó, muy temprano, a definir la personalidad del infante quien como era usual en ese presente la Venezuela rural, recibió sus primeras letras en sencillos establecimientos de su lar natal. Pero, unos nueve años más adelante, su progenitor tomó una decisión crucial para el futuro del objeto de estas palabras. Lo llevó a la reina del Cabriales y lo entregó a la ducción de Monseñor Gregorio Adam Dalmau, (Fundación Polar, 1987, T 1: 47). La impronta de este ilustre prelado valenciano marcó de tal manera al joven tinaquillero que en el futuro el ya maduro intelectual lo ubicaría como el primero de sus grandes maestros.

Revisitando esta primera mudanza que le toco protagonizar, nos hemos preguntado ¿cuánto se llevó en sus pupilas y corazón este niño de la lontananza eterna y serena del llano, que se abre a partir de la ceja de montaña que cobijó sus primeros años, en el momento que lo permutaba por las riberas del antiguo lago de los Tacarigua? No lo sabemos.

Pero de lo que si estamos seguros es que desde su más temprana adolescencia valoró esa imperturbabilidad que define a la ola que cayó del cielo y que, gracias al benéfico influjo del tercer obispo de la Diócesis de Valencia, definió su inclinación hacia el estudio de lo clásico; es decir, hacia lo que permanece, lo que es fundamental, lo que pervive por encima del marasmo de las polémicas estériles. De esta suerte, son las palabras con las que abre uno de sus últimos trabajos, Ideas y Conflictos en la Educación Venezolana:, del que nos dice “Este breviario,…, está integrado por dos ensayos históricos: el primero es una presentación de las ideas que en estos quinientos diez años se han hecho presentes en el escenario educacionista… y el segundo, los conflictos que han surgidocomo consecuencia de la confrontación entre los defensores de unas y otras ideas”, (Fernández Heres, 2009: 9).

De tal manera, Monseñor Adam Dalmau prohijó estas ideas en el nativo del escalón piemontino central que para 1949, con escasos 16 años y recién concluido su bachillerato marcha a Roma a cursar estudios de filosofía luego de permanecer bajo la égida de su albacea acompañándolo en su continuo periplo pastoral y, lo más importante para la construcción de su propio devenir, leyéndole las sagradas escrituras, los clásicos de la edad de oro y las obras fundamentales de la historia de la cristiandad. En la Ciudad Eterna permanecerá casi cuatro años, tiempo que empleará en profundizar su acercamiento a los fundamentos greco romanos de la cultura occidental y que le permitirán regresar a la patria con el título de Baccalereum in Philosophia obtenido en la muy ilustre Pontificia Universidad Gregoriana.

Recién regresado al país consiguió su primer empleo como Catalogador Analítico en la Biblioteca Nacional. Las exigencias de este cargo le permitieron al aún adolescente Rafael Tomás proseguir el pergeñamiento de su perfil como investigador. Cuando el hoy epónimo rememoraba esta etapa de su vida la recordaba con enorme orgullo y satisfacción. En ella siguió leyendo y analizando la razón de ser de sus lecturas lo que significó que la semilla sembrada por el ductor continuó su promisor germinar.

Por esos años, consolidó su amistad con quien todavía era un joven sacerdote y luego se convertiría en otro destacado prelado, Monseñor José Alí Lebrún Moratinos, (Fundación Polar, 1997, T 2: 918). A este seglar porteño, nuestro biografiado lo consideraba como su segundo gran maestro. Suponemos que ello se debió al acercamiento natural entre quienes para esa época frisaban la edad intermedia promedio que asignaba la expectativa de vida al venezolano y a la que la naturaleza de sus estudios les permitió desarrollar fructíferas confrontaciones atrincherados en la perspectiva religiosa: uno en la vertiente seglar y el otro en la óptica laica; contrastaciones éstas que desembocaron en sólidos aprendizajes para ambos.

Al tiempo que ahondó en sus lecturas por razones laborales, avanzó en sus estudios formales. De allí que lo vimos incorporado a las aulas de la casi neonata Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Venezuela, de cuya Escuela de Filosofía egresó con su licenciatura en 1955; y años más tarde lo encontramos en la Universidad Católica “Andrés Bello” que le otorgó el Doctorado en Filosofía. Su contacto con “la casa que vence las sombras”,a superar los once lustros, le permitió cubrir distintos roles. De ellos le enorgullecieron fundamentalmente dos: (1) haber sido alumno de Picón Salas y (2) encontrar la ruta para servirle más útilmente al país: la de ser educador.

A las clases del ideólogo de los centros superiores nacionales de formación docente, asistía embelesado ante la summa de conocimientos que extrapolaba aquel portento de la cultura, eran las palabras con las que definía a quien ha sido calificado como nuestro ensayista por excelencia. Fue tan profunda la impresión dejada por Don Mariano en él que lo ubicó como su tercer gran maestro. En función de lo avanzado, nos atrevemos a esbozar como premisa para una futura biografía del Doctor Fernández Heres, más dilatada que estas apresuradas notas, que en ella se destaque cómo los tres personajes que más lo influenciaron guardan entre sí el común denominador del amor por lo perenne: interpretación que él supo cultivar y exponenciar.

Su desempeño como funcionario público fue una estela de constante ascenso. Luego de ser promovido con honores del reservorio biblio hemerográfico de la Nación, se desempeñó con prestancia en diversas responsabilidades dentro del Ministerio de Educación: en la Dirección Técnica y de Planificación, en la Dirección del Departamento de Estudios Especiales y en la Dirección del Centro de Información y Documentación. Cargos que le permitieron consolidar su condición de organizador y de estudioso de los problemas de la empresa más enaltecedora que puede desarrollar el ser humano: la Educación. Como todos reconocemos, su nombramiento como Ministro del ramo es el resultado de un eficiente desempeño de más de dos décadas en el ente; pero, para nuestra sorpresa, éste no era el cargo que más lo enorgullecía sino que él lo vio simplemente como “el llamado al cumplimiento del deber”. Consideró más enaltecedor el haber tenido las posibilidad de ser el Director fundador del Colegio Universitario “Francisco de Miranda”; mientras que de su tránsito por el piso 20 de le esquina de Salas destacaba que su mayor satisfacción fue la de “haber firmado la Resolución que creó la Dirección Intercultural Bilingüe, que permitió incorporar al sistema educativo nueve etnias que, hasta entonces, permanecían excluidas de aquél”.

Cuando nos atrevimos (en una Entrevista personal que le solicitamos) a pedirle que hiciera el balance de una trayectoria que llegó a cubrir más de seis décadas; en la que vivenció el decir de su estudiado Simón Rodríguez, “Uno nace cuando comienza a brillar”, lo que en su caso fue válido a partir del momento en que sus discursos aprendidos y recitados de memoria impresionaron al obispo visitante; nos dijo que para él los hechos más significativos de su vida habían sido: (1) la posibilidad de ser maestro, (2) la generosidad con que lo trató la universidad, y (3) ser académico. Con el permiso de vuestra paciencia y la indulgencia de los familiares del Doctor Fernández Heres, nos referiremos a esta especie de auto confesión invirtiendo los factores.

La concreción de la viabilidad de ser Individuo de Número de doctas corporaciones nacionales e internacionales la entendemos como la derivada lógica de una vida consagrada a la indagación en los folios preservados en los archivos y bibliotecas públicos y privados, dentro o fuera del país, con la intención de desentrañar los intersticios de la imbricación educación y religión. Ello lo adelantó con una acuciosidad y un brillo que fue conceptualizado como el más culto y el mejor formado de todos los estudiosos de esta relación, (Luque, 2006:142), no siempre armónica. No debe sorprenderles saber que cuando le hicimos notar esta circunstancia su sencillez lo dominó y nos dijo: “Quítamele ese brillo, chico, que eso no es mío”

Los propósitos que lo inspiraron fueron magistralmente delineados por él cuando, el 14 de marzo de 1985, se incorporó a la Academia Nacional de la Historia con un enjundioso estudio sobre las “Vertientes Ideológicas de la Educación en Venezuela. Siglos XVIII al XX”; que fue calificado por el numerario que respondió al recipiendario como un: “Ensayo fundamental…respaldado y fundamentado en un magistral y erudito aparato crítico que ha sido manejado con la mejor técnica historiográfica, con la genuina vocación de un investigador, con la noble pasión de un educador y con la aguda inteligencia de un humanista”, (Bruni Celli, 1985).

La generosidad institucional que exaltaba es el resultado de una interacción que lo llevó con eficacia y coherencia a desempeñar cátedras, orientar proyectos, inaugurar y coordinar líneas de indagación y dirigir centros superiores de docencia e investigación. Por lo cual, las casas superiores de estudio le prodigaron reconocimientos múltiples. Verbigracia, los tres Doctorados Honoris Causa que recibió de la Universidad Nacional Abierta, la Universidad Católica del Táchira y la Universidad Nacional Experimental “Rómulo Gallegos”. Por su parte, los organismos encargados de certificar la calidad de las producciones científicas y los resultados de los inquerimientos racionalmente orientados, lo clasificaron – varias veces – en los más elevados niveles del mundo de la investigación acreditada.

Consideramos que el ser educador fue una función consustanciada con la personalidad de Don Rafael Tomás. Así lo avizoró el maestro de la modesta escuela pública donde cursó sus primeros grados, al encargarle, como una manera de canalizar su inquieta precocidad, que memorizara los discursos que luego, casi, declamaría ante los absortos ilustres visitantes. Su preceptor inicial también lo visualizó de esta manera cuando lo comisionaba para que le leyera alternadamente los materiales que, sin que el joven lo supiera, templarían el acero constitutivo del futuro docente. Ése ha sido el sendero que más satisfacciones le ha prodigado. Por ejemplo, siempre recordó con emoción cuando tuvo que identificar en la figura del joven, recién graduado de ingeniero que lo saludaba emocionado a las puertas del despacho ministerial, al limpiabotas adolescente a quien había protegido y estimulado cuando él cumplía su pasantía de novel funcionario por cargos de menor jerarquía.

Quienes nos beneficiamos con el trato que nos dispensó el Doctor Rafael Fernández Heres sabemos que fue reacio a reconocimientos, como el que se le prodiga en esta tarde. Si estuviera entre nosotros, con absoluta seguridad, protestaría contra ellos utilizando los finos modales y la firmeza de carácter que lo identificaron. Igualmente, nos consta que en la esfera pública junto a su oficio de maestro su blasón más preciado fueron sus libros a los que conceptuó, desde una inmensa modestia, como sus otros hijos.

Ellos ya superaron, largamente, la treintena. Citaremos algunos nada más: “Políticas Públicas sobre la Enseñanza de la Historia en Venezuela”, en Propuestas a la Nación, (2011), publicado por las Academias Nacionales; Ideas y Conflictos en la Educación Venezolana, (2009); Fermín Toro, (2009); “Un hecho significativo”, Estudio introductoria a Educación a Distancia en la Universidad Nacional Abierta, (2009); “Obra Pedagógica de Manuel Velásquez Level”, Estudio Preliminar a las Nociones del Arte de Enseñar dirigida a los Maestros y Maestras de Instrucción Elemental de Manuel Velásquez Level, (2008); Idealización, Libertad de Enseñanza y Autonomía Universitaria en Venezuela, (2008); Simón Rodríguez, (2005); La obra pedagógica de Guillermo Todd: Informes sobre el estado de la educación y propuestas para su reforma 1911-1918, (2005); Humanismo y educación en Venezuela (siglo XX), (2003); Pensamiento educativo en Venezuela. Siglos XVI al XX., (2003), Tomos I al V, editados por la Universidad Nacional Abierta; Convenio Venezuela – Santa Sede. 1958-1964, (2002); Conquista espiritual de tierra firme, (1999); La educación venezolana bajo el signo de la Escuela Nueva, (1997); La educación venezolana bajo el signo de la Ilustración.

(1995); La educación venezolana bajo el signo del Positivismo, (1994); Escritos del Dr. Rafael Villavicencio. “Compilación y Prólogo”, (1989) Cinco tomos; Rafael Villavicencio más allá del positivismo, (1988); Referencia para el estudio de las ideas educativas en Venezuela, (1988); La instrucción pública en el proyecto político de Guzmán Blanco. Ideas y hechos, (1987); El proyecto universitario de Andrés Bello (1843), (1987); Temas del pensamiento maritiano, (1983); Memoria de cien años, (1981- 1984) Siete volúmenes editados por el Ministerio de Educación; y Regionalización de la Educación en Venezuela, (1978), (Rivas D. y García Riera, 2006: 271-272).

Les confiaremos, buscando en ustedes una especie de complicidad, que el Doctor Fernández Heres fue uno de esos venezolanos incansables que no obstante haber desempeñado múltiples funciones cumbre y producido una numerosa y significativa obra, en cada ocasión nos sorprendía – otra vez – al decirnos: “Siento que todavía me falta algo. No estoy totalmente satisfecho”. Permítannos decirles que casi sentíamos vergüenza de nuestras limitaciones porque cada vez que lo encontrábamos nos hablaba de una nueva investigación que estaba adelantando o nos entregaba el último, perdón el penúltimo, libro surgido de la más reciente indagación que había logrado publicar.

La angustia que esto nos producía la ejemplificaremos narrándoles cómo cuando lo entrevistamos para buscar algún orden en lo que, en ocasión cercana, intentábamos escribir y parte de lo cual les estamos leyendo, luego de obsequiarnos su “Ideas y Conflictos…, ya citado nos habló que para el año a entrar avanzaría una pesquisa sobre la temática: “Relaciones entre Estado y Universidad”, que pergeñaría dentro de su proyecto macro dirigido a esclarecer las “Huellas del Humanismo Clásico en el pensamiento venezolano”. Como observamos, todo ello en plena correspondencia con los tópicos centrales de su pensamiento existencial que para entonces ya había adquirido dimensiones colosales.

La discrecionalidad que hemos querido destacar en él fue su compañera perenne. La encontramos, como una especie de máximo común denominador, en toda su producción. Ejemplificaremos esta aseveración, recordando cómo cuando las Academias se propusieron, el mismo año de su lamentada partida, ofrecer su diagnóstico acerca del estado de la Nación, la Academia Nacional de la Historia lo seleccionó para que elaborara el documento que recogería la visión de la corporación sobre tan delicada materia. Al presentar su “Políticas Públicas…”, ya referenciado, nos dice que “El análisis de la intencionalidad que ha activado lo que se indica es extraer de los dirigentes de la cosa pública y de las leyes y decretos… las ideas fundamentales que han influido en la orientación de las decisiones pertinentes” (95) y concluye reclamando “…la vigencia de una posición ecléctica que descansa en el espíritu de democracia y tolerancia…” (154).

Señor Burgomaestre y Directivos de la Sociedad Bolivariana, el caballero a quien en este preclaro día honráis, fue un ciudadano probo que tuvo a honra y prez practicar la pedagogía del ejemplo, sin vanagloriarse de ello y sin necesidad de asociarse a cofradía alguna. Supo preservar, con la proverbial ponderación que en él fue innata, su digna vida privada de los vaivenes que la patria, hoy agradecida, le impuso.

Sin que nos anime un ápice de exageración, osamos decir que en el Doctor Fernández Heres adquieren plena vigencia los atributos que el autor de “Silva a la Agricultura de la Zona Tórrida” le atribuyó a Juan Germán Roscio Nieves, otro genuino representante de la prosapia de estas inmensidades y profundamente creyente como él. Guardando las distancias de los tiempos y circunstancias que vivieron y de los estilos y procederes de ambos civilistas, nuestro exaltado también fue: “… honesto ciudadano, amante esposo, / amigo fiel, y de las prendas todas / que honran la humanidad cabal dechado…Pues supo mantener serena el alma entre las olas de civil borrasca; arrastró cadenas, mirando con rostro igual la sonrisa aleve de la fortuna; y jamás abandonó su frente la dignidad modesta de la virtud”, (Rodríguez, 2011: 85).

En esta tarde luminosa nos acompañan, con afectuoso orgullo, su distinguida esposa, Doña Elvira Villegas, noble dama nacida en la Valencia señorial que cobijó al Doctor Fernández Heres en sus años de infancia y temprana juventud; sus hijos: Rafael Vicente, Sociólogo y Elvira, Educadora como él; en representación de sus otros hijos Rafael Gerardo, Abogado; y Rafael Tomás, experto en las artes culinarias, nada de chef nos confesaba en otra ocasión, y de sus seis nietos y una minúscula porción de los centenares de alumnos, seguidores y amigos que lograra cultivar durante décadas de ejercicio desinteresado. Cualquiera de los cuales ha podido hablarles con mayor propiedad de quien, sin falsas modestias, se siente altamente prestigiado con esta deferencia que sólo pueden explicar vuestra magnanimidad y la inmensurable condición humana del Doctor Rafael Fernández Heres.

Así, por ejemplo, lo destacó quien lo sustituyó como numerario en el Sillón J de la más que centenaria institución al calificarlo como “… gran señor de la amistad y académico ejemplar…” (Mondolfi Gudat, 2011: 8). Por otro lado, la naturaleza del compromiso en que nos han puesto as instituciones reseñadas fue silueteada por quien dijera la oración con motivo de su partida, al afirmar: “Por sobre todo, su devoción por los grandes ideales lo convirtió en centinela de un heroísmo silencioso convencido de que solo los desvelos educativos podían curar los dolores del alma y las plagas del cuerpo de los venezolanos”. (Del Rey, 2010: 21)

Concluiremos, afirmando nuestra percepción en cuanto a que estamos absolutamente convencidos que los motivos de este homenaje, tan justificado desde distintos ángulos, son la manera más expedita que el Doctor Rafael Fernández Heres concibió para honrar la memoria de sus seres queridos; en especial la de su padre quien debió hacer suya la exhortación que le dirigió Monseñor Gregorio Adam cuando, compungido, lo recibió de tan honestas manos; momento cumbre en que el excelso prelado exclamó: “No llores, Rafael, que esas lágrima tuyas son de oro”.

Ése es el azimut y el faro que siempre lo guiaron. Por eso nos sentimos comprometidos con su presencia que nunca nos abandonará y con su ejemplo que permanentemente nos iluminará, porque usted, Ilustre Epónimo de esta Sala de Investigación Histórica tiene suficientes méritos para inspirar a sus coterráneos de los llanos centro occidentales para que conviertan a la misma en una útil herramienta que extrapole las potencialidades del área hacia las nuevas generaciones. Ello es así, Don Rafael Tomás, como nos gusta llamarlo, porque usted y como nos dice Don Mariano Picón Salas en el pórtico con que abrimos estas líneas, asumió a través de la educación y con entereza “una consigna que ha colmado toda su vida”.

Referencias:

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Bruni Celli, Blas. (14. 03. 1985).Contestación de Don Blas Bruni Celli [Documento en línea] Discurso de contestación al Académico Don Rafael Fernández Heres en el acto de Incorporación a la Academia Nacional de la Historia. Caracas. Disponible: http://www.anhvenezuela.org/pdf/discursos/ [Consulta: 2009, noviembre 15]

Del Rey Fajardo S. J., José “Palabras pronunciadas con ocasión de la muerte del Dr. Rabel Fernández Heres”. Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Nº 372. Tomo XCIII. Octubre – Diciembre 2010.

Fernández Heres, Rafael, (2011) “Políticas Públicas sobre la Enseñanza de la Historia en Venezuela” en Propuestas a la Nación. Caracas. Italgráfica S.A.

Fernández Heres, Rafael, (2009). Entrevista concedida al autor el 01 / 12 / 2009 en la Presidencia de la Fundación de las Academias Nacionales, Palacio de las Academias. Caracas.

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Luque, Guillermo. (2006). “Sobre el Maestro Rafael Fernández Heres”, en Tópicos de Cultura. América Latina y El Caribe I. Caracas. Serie de Libros arbitrados del Doctorado de Cultura: América Latina y El Caribe. Universidad Pedagógica Experimental Libertador.

Mondolfi Gudat, Edgardo (2001) Una polémica en Londres en torno a la Independencia Venezolana (1811 – 1812).Discurso de Incorporación como Individuo de Numero a la Academia Nacional de la Historia. Caracas. Gráficas Franco.

Núñez, Roció. (1997) Picón Salas, Mariano”, en Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas. Fundación Polar. Tomo 3.

Picón Salas, Mariano. (1977). “Carta a Rómulo Betancourt” en J.M. Siso Martínez, Juan Oropeza et al Correspondencia cruzada entre Rómulo Betancourt y Mariano Picón Salas – 1931 – 1965. Caracas. Ediciones de la Fundación Diego Cisneros.

Rivas D., Rafael Ángel y García Riera, Gladys. (2006). Quienes escriben en Venezuela. Caracas. Impresos Minipres, c. a.

Rodríguez, Adolfo (2011) Juan Germán Roscio: el Máximo Constituyentista Venezolano. Villa de Cura. Editorial Miranda

Fuente:

http://revistas.upel.edu.ve/index.php/entretemas/article/view/1677/697

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Omar Hurtado Rayugsen

Profesor Jubilado. Docente e Investigador IPC – UPEL/ CIM - MPPEUCT