Por MAR VILLASANTE
Aunque en países con gran desigualdad como España el origen es aún determinante para el futuro, la educación sigue siendo todavía clave
Está comprobado. La formación superior protege contra el desempleo, ofrece mejores condiciones laborales y contribuye a la movilidad social ascendente. Los datos son elocuentes y desmontan la imagen de la Universidad como una fábrica de parados, una idea a la que han contribuido los rigores de la crisis, la precariedad, la sobrecualificación de los graduados en determinados empleos o el éxodo a otros países.
Sin embargo, los titulados universitarios han resistido mejor la degradación del mercado de trabajo de los últimos años y el aumento de su tasa de paro (11%) ha sido inferior al del 18% del conjunto de la población activa, según el último informe La Universidad Española en Cifras 2014-2015 de la Conferencia de Rectores. Así, en 2013 el paro afectaba a una quinta parte de la población activa española (20,9%) frente a un 12,5% de esa población con estudios superiores, mientras que la situación era prácticamente de pleno empleo para aquellos con estudios de doctorado, con una tasa de paro de sólo el 4,2%.
Los datos de Education at a Glance de la OCDE confirman que la tasa de empleo de la población adulta española entre los 25 y los 64 años aumenta con el nivel educativo, de modo que se sitúa en un 55% para los españoles por debajo de la Educación Secundaria, un 66% por encima, llega al 77% de la población titulada con estudios de Grado, 79% en Máster y 87% en Doctorado.
La Universidad no sólo aporta una mayor accesibilidad al empleo, sino también un mayor nivel de rentas de trabajo y un mayor incremento de los ingresos a lo largo de la vida laboral. De hecho, en 2015 los ingresos medios de la población con educación superior fueron un 38% más altos de los que sólo terminaron la educación media, como indica el estudio La educación como ascensor social, publicado por La Caixa. Eso sí, según la Encuesta de Inserción Laboral de Titulados Universitarios del INE 2014, un 40% de los nuevos afiliados universitarios (49.000) se encuentra en los quintiles más bajos (cuarto y quinto) de sueldo y cotización a la Seguridad Social, mientras que en los más altos (primero y segundo) habría un 37% (unos 44.700).
Un remedio contra la adversidad
Con todo, la educación se ha revelado como un eficaz remedio en tiempos adversos. Las cifras del INE reflejan, por un lado, que la tasa de riesgo de pobreza o exclusión social para las personas que como máximo tienen estudios primarios (27%) prácticamente triplica a la de aquellos con estudios superiores (9%). Por otro lado, un análisis de Randstad a partir de los datos de la EPA muestra que, por tercer año consecutivo, la tasa de ocupación de los profesionales con formación académica superior ha aumentado en 2016 hasta el 88,4%, después de que cayera del 95% de 2007 al 84,2% en 2013. El mercado laboral español cuenta así con casi 7,7 millones de trabajadores con estudios superiores, 240.000 más que hace un año.
La Universidad española ha contribuido a la formación de estos millones de personas que, con independencia de su origen, han conseguido una plaza en el llamado ascensor social. Un fenómeno que cobró fuerza con la expansión de la enseñanza superior a partir de los años 80, de la mano de la universalización de la enseñanza obligatoria y de una toma de conciencia colectiva sobre el valor de la educación en el desarrollo personal y de la sociedad. Así lo indica el rector de la UNED y catedrático de Teoría e Historia de la Educación, Alejandro Tiana, preocupado ahora por la perspectiva, en su opinión equívoca, de que la formación se encuentra sobredimensionada, y quien se pregunta si, como sociedad, necesitamos formar lo que el mercado puede absorber o disponer de una población preparada para afrontar las oportunidades. En otras palabras, mirar al presente o pensar el futuro.
Las cifras de los rectores contradicen la versión de que tenemos demasiados universitarios. Porque el porcentaje de acceso a estudios de Grado en España se sitúa en el 46,3%, es decir, 10 puntos por debajo de la media europea (56%), mientras que el Máster se encuentra en el 10,2%, 12 puntos por debajo de la media. La otra cara apunta a un incremento del 5,3% en la demanda de estudios universitarios, sobre todo de posgrados, donde ha crecido casi el 60%.
Cuarta Universidad más cara de Europa
El caso es que en la últimas décadas la universidad ha conseguido estrechar paulatinamente las diferencias sociales, en buena medida con una política de tasas bajas y de becas que, más recientemente, ha sido relegada por un aumento de los precios públicos y un endurecimiento del acceso a las ayudas. «Todavía es pronto para ver los efectos pero es evidente que estos dos factores están jugando y tienen sus riesgos», advierte Tiana.
Convertidos en el cuarto país europeo con las tasas universitarias más elevadas, y con palmarias diferencias autonómicas, a los gastos de matrícula se añaden otros como la manutención o el alojamiento, que inciden directamente en el coste de oportunidad de las familias, es decir, lo que dejan de ingresar durante los estudios de su hijo. Este factor afecta a los grupos más vulnerables y explica la demanda de las llamadas becas salario como mecanismo de compensación.
La condición social, ¿hereditaria?
Llegados aquí, cabe preguntarse hasta qué punto se hereda la condición social. De acuerdo con los resultados de la investigación que desarrolla la profesora de Economía Olga Cantó, de la Universidad de Alcalá de Henares, entre dos personas con la misma formación pero descendientes de familias de distinto nivel social tendrá más opciones de encontrar un buen empleo el que proceda de la familia con más recursos. Si bien Cantó apunta que la universidad tiene una tasa de desempleo mucho más baja, confirma también que aquellos con mejor origen social tienen mejores oportunidades.
El trabajo compara los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida Europea, que incluye información sobre los europeos de 25 a 55 años cuando tenían 14 y en la actualidad. En opinión de esta investigadora, el sistema educativo español no ha sido capaz de igualar las oportunidades de los individuos como han hecho otros sistemas educativos europeos. En países como Italia y España, el origen resulta determinante porque los hogares que están más abajo en renta y riqueza no son capaces de romper esa transmisión y hacer que sus hijos puedan ascender. «Los países más desiguales tienen menos oportunidades generacionales y falta de movilidad social», defiende Cantó.
¿La clave está en los contactos? En parte sí, pero también en lo que sería la educación no formal, es decir, hasta qué punto los individuos de origen más bajo son capaces de alcanzar ciertas competencias, habilidades sociales, dominio del idioma y otros conocimientos que influyen decisivamente en una entrevista de trabajo, aspectos en los que la familia tiene una enorme influencia.
Son cuestiones que pueden marcar diferencias entre los titulados y que el rector de la UNED admite como «un desafío muy grande de la Universidad». Hay espacio de mejora en esta nueva responsabilidad. «Si no aportas esta formación favoreces que haya diferencias que proceden de fuera del sistema educativo y es un campo abierto para las desigualdades», puntualiza Tiana.
La educación como movilizador social
Autor del informe del Observatorio Social de La Caixa, el catedrático de Sociología Miguel Requena defiende la educación como «el canal más eficaz de movilidad social». El estudio divide las clases sociales en trabajadoras, intermedias y directivas. Dentro de cada una, los titulados superiores siempre tienen más ventaja: los universitarios hijos de padres trabajadores tienen 14 veces más probabilidades de convertirse en profesionales directivos; los titulados hijos de padres intermedios, tres veces más, y los hijos de directivos, dos veces más posibilidades de seguir siéndolo. «La educación no sólo facilita la movilidad social, sino que cuanto más abajo, más importa«, asegura.
Este estudio, que nació precisamente por la preocupación ante la idea extendida de que el sistema educativo ya no sirve para la promoción social, llega a la afirmación rotunda de que, «con carácter general, la educación aumenta las posibilidades de promoción y reduce las de descender, protege contra el desempleo, a hombres y mujeres por igual y a todas las edades, incluso durante la crisis», tal y como explica Requena.
Hay excepciones, que en su máxima expresión podríamos llevar a la de Amancio Ortega (uno en el mundo), pero todo apunta a que «para el grueso de la población la mejor opción es la educación». Lo que ni anula la ventaja social ni impide que los hijos de padres directivos alcancen más formación, como tampoco quiere decir que los universitarios tengan la misma ventaja que antes. «Ahora España tiene un 40% de titulados universitarios, cuando hace 40 o 50 años eran un 10%», destaca Requena. «Está claro que la educación no rinde tanto pero si no, qué futuro te espera, estarás condenado de por vida a un trabajo malo», advierte el catedrático.
Fuente: http://www.elmundo.es/f5/campus/2016/10/26/580f7515e2704e335f8b45ab.html
Imagen:https://www.google.co.ve/searchq=¿Funciona+todavía+la+Universidad+como+un+ascensor+social%3F&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwjYwczjj4TQAhXH4CYKHY9HAVMQ_AUICSgC&biw=1920&bih=974#imgrc=JOoaifSStst9OM%3A