La importancia de medir bien la docencia en los ránkings universitarios

Por MAR VILLASANTE

Un rosario de ránkings nacionales e internacionales ha irrumpido en los últimos años en la dinámica universitaria. Los expertos coinciden en que son una herramienta útil de evaluación, que ha contribuido a una mayor transparencia y competencia de las universidades. Sin embargo, tienen sus luces y sombras, porque también hay coincidencia en que suelen estar más centrados en la investigación que en la calidad de la enseñanza. Sus limitaciones hacen que la información que reciben los estudiantes sea insuficiente y confusa. Los términos, la metodología y los propios indicadores empleados parecen responder más a los intereses de instituciones académicas, administraciones y empresas que a los de los universitarios.

En el congreso Building Universities Reputation, celebrado en la Universidad de Navarra y que en su segunda edición ha girado en torno a la perspectiva del estudiante, responsables de estos rangos han puesto sobre la mesa algunas de estas barreras. Para empezar, a la hora de obtener la valoración de los estudiantes sobre sus universidades. Desde la Fundación CyD, que elabora uno de los informes más completos del panorama nacional con el modelo europeo U-Multirank, Ángela Mediavilla apunta que hay una baja tasa de respuesta a las encuestas online para conocer su satisfacción en cuanto a la calidad de la enseñanza.

Esta fundación ha llevado a cabo en el último año sesiones de trabajo con universitarios en Cataluña de las que se han extraído conclusiones como la desconexión de los indicadores con los estudiantes, la complejidad del lenguaje o el desinterés que muestran hacia las cuestiones relacionadas con la investigación y la transferencia. Contrario a la inquietud por las distintas áreas de conocimiento y por todas las cuestiones que afectan al currículum. Cierto es que resulta complicado atender a todas estas necesidades de información en un modelo dirigido a distintas audiencias, entre las que los alumnos son sólo una parte, y para ello habría que recurrir a otras herramientas complementarias como el QEDU del Ministerio de Educación, que filtra contenidos por títulos, rendimiento e inserción laboral.

Lejos de la empleabilidad

Dasha Karzunina, representante del QS University Rankings, reconoce la divergencia de intereses entre la Universidad y los alumnos, ya que los primeros giran en torno a la investigación y los segundos, a la enseñanza, la empleabilidad y el futuro. El QS ha realizado un estudio para conocer la interacción de los alumnos con las clasificaciones y ha podido comprobar que, en general, no entienden gran parte de la metodología, si bien hay aspectos más asequibles como la empleabilidad o el profesorado.

Según Karzunina, y teniendo en cuenta que el QS se encuentra muy orientado a la movilidad internacional, a los estudiantes de grado les preocupan cuestiones más inmediatas, como la enseñanza, la integración social, la vivienda, el transporte o la comida, mientras que los de máster y doctorado miran al futuro y se centran en la investigación o las oportunidades de colaboración con los profesores.

Aun así, al margen de todas las matizaciones que se abren, la posición de una universidad en términos de investigación se suele vincular directamente conuna mayor calidad de enseñanza y, por tanto, con más empleabilidad. Y esto beneficia al reducido grupo de universidades que, en realidad, llegan a formar parte del ránking, especialmente de los internacionales.

El profesor Hans de Wit, director del Centro para la Educación Superior Internacional del Boston College, llama la atención sobre el problema de cómo cuantificar y comparar la enseñanza a nivel internacional. «No hay una base común en los indicadores, que no abordan las cuestiones relacionadas con la enseñanza y el aprendizaje o la internacionalización de los resultados», señala.

Además, explica que las universidades públicas y privadas sin ánimo de lucro suelen ocupar los puestos más altos porque ponen el foco en la investigación, es decir, en el largo plazo, mientras que las privadas no ocupan estas posiciones porque se centran más en la enseñanza, que representa la ganancia a corto plazo. Y así las cosas, advierte del riesgo de convertir las listas de posicionamiento en un objetivo en sí mismo que dirija no sólo el trabajo de los centros, sino las políticas educativas de los países. También Mark Sudbury, de la St Mary’s University de Londres, coincide en que las listas deberían estar más enfocadas a los intereses de los universitarios, por ejemplo en cuestiones como la empleabilidad.

Crece la importancia del boca a boca

Hay evidencias, señala, de que los estudiantes los consideran como una parte en su toma de decisiones, pero no lo son todo, y además, consultan más de uno. Tampoco son suficientes a la hora de construir una reputación y una marca. Las universidades deben preocuparse por entender las motivaciones de los alumnos, la importancia del boca a boca, las herramientas digitales y la comunicación directa. «Cada vez es más importante utilizar alumnos para contar historias a los futuros y a los actuales, porque hay una tendencia a confiar menos en las institucionesy más en lo que les cuentan«, sostiene. Por eso, se ha puesto el foco en ofrecer blogs y consejos creados por estudiantes para conocer sus experiencias cuando van a otros países.

Esta relación directa resulta determinante en la colaboración con las empresas y en sus políticas de reclutamiento. «Aquí entran en juego cuestiones de reputación histórica, de prestigio a lo largo de los años y una parte de ránking que al final se traduce en calidad«, asegura Salvador Palmada, socio de la firma Spencer Stuart en España. Las empresas, a su entender, tienen bastante bien definido dónde deben acudir para reclutar talento y, aunque considera que los ránkings son cada vez más rigurosos en la evaluación de la calidad, destaca la importancia del boca a boca, que la universidad desarrolle una estructura de antiguos alumnos y que fomente elnetworking. «Son los mejores embajadores de la universidad y con ellos hay que mantener un vínculo emocional», defiende.

Palmada recuerda que la reputación de una universidad favorece el empleo de sus titulados, y precisa a este respecto que diferentes facultades tienen diferente prestigio dentro de una misma institución académica. «En ocasiones las compañías están específicamente interesadas en ciertas disciplinas o facultades de determinados campus porque la industria ha estado involucrada en el desarrollo de estos cursos», añade.

Ofrecer información clara y honesta

De ahí la importancia de ofrecer una información por áreas de la institución. La decana de la Universidad de Utrecht Marijk van der Wende sostiene que, aunque cada vez son más precisos, el hecho de que las listas por rango tiendan a evaluar la Universidad como un todo agregado y de que presten más atención a la investigación que a la enseñanza no supone un elemento de peso para los estudiantes en primera instancia. El objetivo, asegura, se debe centrar en cómo ofrecer información clara y honesta para ayudar a los universitarios a elegir de manera razonada.

Pese a sus luces y sombras, el director del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE), Francisco Pérez, defiende que, aunque a veces puedan ser imprecisos, «los ránkings son herramientas útiles para los distintos grupos sociales con intereses en los resultados de las universidades, y aportan información fácil de interpretar para la toma de decisiones». Coincide en que la falta de indicadores fidedignos para medir la calidad de la enseñanza universitaria contribuye a que los más populares se centren más en los resultados de investigación, aunque aclara que en los nacionales resulta más fácil incorporar una solución satisfactoria.

Algunas cifras aportadas por el QS y THE revelan que sí hay demanda de información, pero más en los países asiáticos. Así, la web de QS recibe 140 millones de visitas al año, con una mayoría de usuarios de máster y doctorado. «Los estudiantes de Europa y Estados Unidos muestran una menor confianza en la clasificación y constituyen una parte menor en su toma de decisiones, mientras que en China y en Asia hay casi obsesión», concluye Dasha Karzunina.

Fuente: http://www.elmundo.es/f5/campus/2017/04/05/58e3f5da468aebbb6e8b458f.html

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El ‘profesor orquesta’: Un modelo que lastra a la Universidad española

  • MAR VILLASANTE

Cada vez más voces académicas defienden que disociar la docencia de la investigación y la gestión mejoraría los niveles de excelencia

Al profesorado universitario se le ha acumulado el trabajo. De un tiempo a esta parte, la transformación de la educación superior en los últimos años ha creado una suerte de hombres y mujeres orquestaobligados a realizar un mar de tareas. Detrás del gran escenario de dar clase o de investigar hay una carga de trabajo que tiende a crecer y una serie de disfunciones que producen una pérdida de competitividad del sistema universitario español.

Un profesor universitario medio debe preparar e impartir clases, seminarios, prácticas de laboratorio, tutorías con decenas o centenares de alumnos a su cargo en distintos grupos, títulos y niveles. Corrige exámenes, trabajos de clase, participa en reuniones presenciales de coordinación, control y calidad y se pone al día en conocimientos y metodologías. Y eso, a grandes rasgos, en el aspecto docente.

En el investigador, dirige tesis de doctorado, supervisa los trabajos de investigación de estudiantes de fin de grado y máster, proyecta y desarrolla su propia investigación, dedica tiempo a su estudio, busca financiación, gestiona la parte administrativa y financiera de los proyectos, organiza grupos humanos altamente cualificados, acude a congresos, difunde los resultados mediante publicaciones científicas, manuscritos y presentaciones. También hace transferencias, prototipos, patentes. Explota las innovaciones y fomenta el emprendimiento, contribuye a la gestión y el gobierno interno de la universidad, participa en organizaciones científicas externas, en comités asesores, paneles de evaluación y tribunales académicos o de acceso y promoción de nuevos profesores.

Esta agotadora lista de funciones forma parte de la rutina habitual, aunque no diaria, de una parte importante de los docentes (no de todos). Y en todas ellas interviene, además, una complicada burocracia que obliga a gestionar solicitudes, permisos, informes, auditorías o justificaciones. Un aspecto que, si bien contribuye a rendir cuentas, acaba, cuando menos, por ensombrecer la verdadera función docente e investigadora. «Todo este conjunto desata una dinámica desbordante y frenética, similar al movimiento de un hombre-orquesta que no interpreta precisamente una tranquila balada country sino más bien un trallazo de rock & roll», asegura el profesor Francisco Monroy desde la Plataforma de Investigadores de la Universidad Complutense de Madrid.

¿Cómo se ha llegado a esta situación?

Por un lado, la adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior ha aumentado la carga de trabajo con la diversificación de los estudios, la reducción del número de alumnos por grupo, nuevas actividades y métodos de evaluación continua que han aumentado tanto las horas de clase como su preparación, así como las labores de coordinación docente y la gestión académica que requiere el nuevo entramado, según precisa Monroy.

En efecto, en los últimos años se ha disparado el número de enseñanzas en todos los ciclos. Los grados han pasado de los 2.338 en el curso 2010-2011 a los 3.243 de la actualidad, según los datos del Ministerio de Educación. Los másteres se han duplicado de 2.429 a 4.967 y la oferta de doctorados se ha incrementado de 1.624 a 2.928.

El problema es que la crisis ha acompañado este crecimiento con una reducción de los recursos. El último informe La universidad española en cifras de la CRUE revelaba que el conjunto de las universidades públicas presenciales registró una pérdida de personal docente investigador con dedicación plena del 4,11% sólo entre 2010 y 2014. La vía de la jubilación se ha llevado a 1.499 catedráticos y titulares de universidad, a lo que se suma el consabido envejecimiento de las plantillas y el bloqueo en la promoción de más de de 5.000 profesores acreditados.

Parece que las universidades han tenido que hacer más con menos. Menor gasto público en instituciones de educación superior (un 10,6% entre 2008 y 2012) y menor gasto en investigación (un 26,34% entre 2010 y 2014). Y con un crecimiento sostenido, además de en la docencia, en la producción y la productividad científica. Entre 2005 y 2014 hubo un incremento del 151% en artículos científicos publicados en las revistas de mayor impacto.

Pero la asimilación de las nuevas tareas no ha sido equilibrada en toda la comunidad universitaria. La Plataforma de Investigadores llama la atención sobre el hecho de que el personal de administración y servicios ha mantenido sus roles tradicionales, básicamente en cuanto a asistencia en los procesos de matriculación del alumnado y servicios básicos relacionados con el funcionamiento y mantenimiento de los centros docentes.

Espejo internacional

Por el contrario, en otros países europeos o en Estados Unidos, «es habitual que cada profesor disponga de personal técnico que apoye la actividad investigadora de su grupo de investigación, un apoyo administrativo para la gestión de los proyectos, además de un cuerpo profesionalizado de personal de administración y servicios que atiende las cuestiones de organización relacionadas con la docencia».

Asimismo, hay un problema de falta de control del profesorado, como indica el docente de la Universidad Politécnica de Cartagena Pablo Mira, que hace relativamente fácil «dar clases, pasar de la investigación, no hacer gestión y ya está». Afortunadamente, son una minoría, pero en general «hay muchos recursos que están desaprovechados«, añade Mira, a la vez que defiende una mejor gestión y mayor flexibilidad para que aquellos que, por ejemplo, no quieren investigar puedan dedicarse a otras cosas.

Francisco Monroy incide, en este mismo sentido, en que «en otros sistemas de educación superior más avanzados los apoyos profesionales existen a través de una redistribución más racional de los efectivos«, y en que «un mayor y mejor apoyo profesionalizado en todas las facetas vendría a solventar los desequilibrios».

Esto aliviaría la carga más ingrata y pesada que llega de la gestión, una burocracia sobrealimentada con la carrera de las universidades por obtener parámetros de evaluación que justifiquen su calidad y mejoren los rankings, explica el investigador, aunque son de dudosa eficiencia y deterioran la docencia.

«Te pagan por dar clase, es lo que te exigen, todo lo demás viene añadido y encima lo complican con la desconfianza generalizada hacia el profesor investigador», se lamenta el catedrático de Matemáticas de la UCM Vicente Muñoz. Y además, los investigadores se ven obligados a conseguir sus propios recursos, lo cual, si bien fomenta el prestigio de las instituciones y la potencia investigadora, tiene su lado «perverso». Muñoz también alerta del hueco y el impacto que en la actividad investigadora ha dejado el descenso del personal postdoctoral, que se suma a la falta de becas para máster y que tiene repercusiones a largo plazo.

Actualizar la normativa

Aparte de más financiación y recursos, los docentes e investigadores demandan una organización más flexible, dinámica, eficaz y eficiente. ¿Es posible? El vicerrector de Personal Docente e Investigador de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), Carlos García de la Vega, explica que «la situación va por barrios» y que unas universidades han notado más que otras la merma presupuestaria y el ajuste de las plantillas.

A su juicio, resulta imprescindible discutir y aprobar un estatuto del PDI, un nuevo marco de referencia que permita superar la «regulación trasnochada» de los funcionarios universitarios, que deriva de la Ley de Reforma Universitaria de 1983, es decir, de hace más de 30 años. Entonces «no existía el profesorado con contrato laboral o el ayudante doctor ni se habían transferido las competencias a las comunidades autónomas», cada una de las cuales tiene ahora su propio convenio colectivo para los laborales, mientras que los funcionarios dependen del Estado.

Recuerda el vicerrector que los profesores antes sólo hacían clases presenciales y tutorías, por lo que esa nueva normativa debería actualizar una serie de actividades y funciones que conviene que tengan su justo reconocimiento. Y también habría que tratar de «buscar acomodo sin ofender a nadie». ¿Conviene renovar las actividades de administrativos y técnicos?«Sí, lo cual no quiere decir que peligren sus puestos, sino que cada vez que haya una oportunidad podamos ir cambiando cosas, también en la selección del profesorado», sostiene.

De la Vega apunta, en todo caso, que en algunas universidades hay sistemas de autorregulación mediante los cuales las asignaciones de las funciones docentes se deciden en los consejos de los departamentos de manera colegiada, lo que suaviza las dificultades y ofrece una mayor flexibilidad en la gestión de los recursos.

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¿Funciona todavía la Universidad como un ascensor social?

Por MAR VILLASANTE

Aunque en países con gran desigualdad como España el origen es aún determinante para el futuro, la educación sigue siendo todavía clave

Está comprobado. La formación superior protege contra el desempleo, ofrece mejores condiciones laborales y contribuye a la movilidad social ascendente. Los datos son elocuentes y desmontan la imagen de la Universidad como una fábrica de parados, una idea a la que han contribuido los rigores de la crisis, la precariedad, la sobrecualificación de los graduados en determinados empleos o el éxodo a otros países.

Sin embargo, los titulados universitarios han resistido mejor la degradación del mercado de trabajo de los últimos años y el aumento de su tasa de paro (11%) ha sido inferior al del 18% del conjunto de la población activa, según el último informe La Universidad Española en Cifras 2014-2015 de la Conferencia de Rectores. Así, en 2013 el paro afectaba a una quinta parte de la población activa española (20,9%) frente a un 12,5% de esa población con estudios superiores, mientras que la situación era prácticamente de pleno empleo para aquellos con estudios de doctorado, con una tasa de paro de sólo el 4,2%.

Los datos de Education at a Glance de la OCDE confirman que la tasa de empleo de la población adulta española entre los 25 y los 64 años aumenta con el nivel educativo, de modo que se sitúa en un 55% para los españoles por debajo de la Educación Secundaria, un 66% por encima, llega al 77% de la población titulada con estudios de Grado, 79% en Máster y 87% en Doctorado.

La Universidad no sólo aporta una mayor accesibilidad al empleo, sino también un mayor nivel de rentas de trabajo y un mayor incremento de los ingresos a lo largo de la vida laboral. De hecho, en 2015 los ingresos medios de la población con educación superior fueron un 38% más altos de los que sólo terminaron la educación media, como indica el estudio La educación como ascensor social, publicado por La Caixa. Eso sí, según la Encuesta de Inserción Laboral de Titulados Universitarios del INE 2014, un 40% de los nuevos afiliados universitarios (49.000) se encuentra en los quintiles más bajos (cuarto y quinto) de sueldo y cotización a la Seguridad Social, mientras que en los más altos (primero y segundo) habría un 37% (unos 44.700).

Un remedio contra la adversidad

Con todo, la educación se ha revelado como un eficaz remedio en tiempos adversos. Las cifras del INE reflejan, por un lado, que la tasa de riesgo de pobreza o exclusión social para las personas que como máximo tienen estudios primarios (27%) prácticamente triplica a la de aquellos con estudios superiores (9%). Por otro lado, un análisis de Randstad a partir de los datos de la EPA muestra que, por tercer año consecutivo, la tasa de ocupación de los profesionales con formación académica superior ha aumentado en 2016 hasta el 88,4%, después de que cayera del 95% de 2007 al 84,2% en 2013. El mercado laboral español cuenta así con casi 7,7 millones de trabajadores con estudios superiores, 240.000 más que hace un año.

La Universidad española ha contribuido a la formación de estos millones de personas que, con independencia de su origen, han conseguido una plaza en el llamado ascensor social. Un fenómeno que cobró fuerza con la expansión de la enseñanza superior a partir de los años 80, de la mano de la universalización de la enseñanza obligatoria y de una toma de conciencia colectiva sobre el valor de la educación en el desarrollo personal y de la sociedad. Así lo indica el rector de la UNED y catedrático de Teoría e Historia de la Educación, Alejandro Tiana, preocupado ahora por la perspectiva, en su opinión equívoca, de que la formación se encuentra sobredimensionada, y quien se pregunta si, como sociedad, necesitamos formar lo que el mercado puede absorber o disponer de una población preparada para afrontar las oportunidades. En otras palabras, mirar al presente o pensar el futuro.

Las cifras de los rectores contradicen la versión de que tenemos demasiados universitarios. Porque el porcentaje de acceso a estudios de Grado en España se sitúa en el 46,3%, es decir, 10 puntos por debajo de la media europea (56%), mientras que el Máster se encuentra en el 10,2%, 12 puntos por debajo de la media. La otra cara apunta a un incremento del 5,3% en la demanda de estudios universitarios, sobre todo de posgrados, donde ha crecido casi el 60%.

Cuarta Universidad más cara de Europa

El caso es que en la últimas décadas la universidad ha conseguido estrechar paulatinamente las diferencias sociales, en buena medida con una política de tasas bajas y de becas que, más recientemente, ha sido relegada por un aumento de los precios públicos y un endurecimiento del acceso a las ayudas. «Todavía es pronto para ver los efectos pero es evidente que estos dos factores están jugando y tienen sus riesgos», advierte Tiana.

Convertidos en el cuarto país europeo con las tasas universitarias más elevadas, y con palmarias diferencias autonómicas, a los gastos de matrícula se añaden otros como la manutención o el alojamiento, que inciden directamente en el coste de oportunidad de las familias, es decir, lo que dejan de ingresar durante los estudios de su hijo. Este factor afecta a los grupos más vulnerables y explica la demanda de las llamadas becas salario como mecanismo de compensación.

La condición social, ¿hereditaria?

Llegados aquí, cabe preguntarse hasta qué punto se hereda la condición social. De acuerdo con los resultados de la investigación que desarrolla la profesora de Economía Olga Cantó, de la Universidad de Alcalá de Henares, entre dos personas con la misma formación pero descendientes de familias de distinto nivel social tendrá más opciones de encontrar un buen empleo el que proceda de la familia con más recursos. Si bien Cantó apunta que la universidad tiene una tasa de desempleo mucho más baja, confirma también que aquellos con mejor origen social tienen mejores oportunidades.

El trabajo compara los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida Europea, que incluye información sobre los europeos de 25 a 55 años cuando tenían 14 y en la actualidad. En opinión de esta investigadora, el sistema educativo español no ha sido capaz de igualar las oportunidades de los individuos como han hecho otros sistemas educativos europeos. En países como Italia y España, el origen resulta determinante porque los hogares que están más abajo en renta y riqueza no son capaces de romper esa transmisión y hacer que sus hijos puedan ascender. «Los países más desiguales tienen menos oportunidades generacionales y falta de movilidad social», defiende Cantó.

¿La clave está en los contactos? En parte sí, pero también en lo que sería la educación no formal, es decir, hasta qué punto los individuos de origen más bajo son capaces de alcanzar ciertas competencias, habilidades sociales, dominio del idioma y otros conocimientos que influyen decisivamente en una entrevista de trabajo, aspectos en los que la familia tiene una enorme influencia.

Son cuestiones que pueden marcar diferencias entre los titulados y que el rector de la UNED admite como «un desafío muy grande de la Universidad». Hay espacio de mejora en esta nueva responsabilidad. «Si no aportas esta formación favoreces que haya diferencias que proceden de fuera del sistema educativo y es un campo abierto para las desigualdades», puntualiza Tiana.

La educación como movilizador social

Autor del informe del Observatorio Social de La Caixa, el catedrático de Sociología Miguel Requena defiende la educación como «el canal más eficaz de movilidad social». El estudio divide las clases sociales en trabajadoras, intermedias y directivas. Dentro de cada una, los titulados superiores siempre tienen más ventaja: los universitarios hijos de padres trabajadores tienen 14 veces más probabilidades de convertirse en profesionales directivos; los titulados hijos de padres intermedios, tres veces más, y los hijos de directivos, dos veces más posibilidades de seguir siéndolo. «La educación no sólo facilita la movilidad social, sino que cuanto más abajo, más importa«, asegura.

Este estudio, que nació precisamente por la preocupación ante la idea extendida de que el sistema educativo ya no sirve para la promoción social, llega a la afirmación rotunda de que, «con carácter general, la educación aumenta las posibilidades de promoción y reduce las de descender, protege contra el desempleo, a hombres y mujeres por igual y a todas las edades, incluso durante la crisis», tal y como explica Requena.

Hay excepciones, que en su máxima expresión podríamos llevar a la de Amancio Ortega (uno en el mundo), pero todo apunta a que «para el grueso de la población la mejor opción es la educación». Lo que ni anula la ventaja social ni impide que los hijos de padres directivos alcancen más formación, como tampoco quiere decir que los universitarios tengan la misma ventaja que antes. «Ahora España tiene un 40% de titulados universitarios, cuando hace 40 o 50 años eran un 10%», destaca Requena. «Está claro que la educación no rinde tanto pero si no, qué futuro te espera, estarás condenado de por vida a un trabajo malo», advierte el catedrático.

Fuente: http://www.elmundo.es/f5/campus/2016/10/26/580f7515e2704e335f8b45ab.html

Imagen:https://www.google.co.ve/searchq=¿Funciona+todavía+la+Universidad+como+un+ascensor+social%3F&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwjYwczjj4TQAhXH4CYKHY9HAVMQ_AUICSgC&biw=1920&bih=974#imgrc=JOoaifSStst9OM%3A

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