Siria: enseñar bajo las bombas

Siria/03 novembre 2016/Fuente: El Mundo

Cientos de profesores por toda la geografía del desastre trabajan cada día para que esa cicatriz no sea mayor

Un ataque contra una escuela de Siria deja 22 niños muertos

El activista sirio Kenan Rahmani pasea por entre los cascotes. Hacia la derecha, penetra en un cuarto en cuyo interior el silencio es asfixiante. Casi todas las paredes se han vencido y algunos pupitres reposan bocabajo. Sale. Algo más allá, cuatro columnas huérfanas recuerdan que hasta hace tres días sostenían el techo que albergaba las aspiraciones de docenas de chavales del pueblo de Has, en la provincia de Idlib, por reconstruir el futuro que la guerra de sus adultos ha arrasado.

«Sin duda fue un ataque deliberado. No había objetivo militar cerca. La escuela fue golpeada varias veces», sentencia Rahmani a EL MUNDO. Lo mismo sospecha la ONU, cuyo secretario general, Ban Ki-moon, ha exigido una investigación para determinar si el ataque que sufrió aquel complejo de tres colegios el miércoles pasado, en el que murieron más de 20 escolares y seis maestros, es un «crimen de guerra». Rusia y Siria, señaladas como culpables por los testigos, han negado su autoría.

Según Unicef cinco escuelas sirias han sido objetivo de ataques sólo desde el 11 de octubre pasado, cuando cinco niños murieron por fuego opositor en el sur del país. Tres más perecieron por el mismo motivo anteayer en Alepo. El responsable de Unicef, Anthony Lake, se ha expresado con contundencia: «Los niños perdieron para siempre a sus familias, los profesores perdieron para siempre a sus estudiantes, una cicatriz más en el futuro de Siria».

Cientos de profesores por toda la geografía del desastre trabajan cada día para que esa cicatriz no sea mayor. Desafían la muerte por un compromiso superior. «La ignorancia alimenta la maldad», enfatiza Abdulkafi, uno de los pocos maestros de inglés que quedan en el este opositor de Alepo. Mientras este periódico le entrevista por teléfono no dejan de oírse, a lo lejos, los gorjeos de su hija Namar, de ocho meses. «Soy profesor aquí para que ella pueda gozar de la libertad que yo nunca tuve en Siria».

20.000 estudiantes en el Alepo rebelde

Este educador asegura que hay más de 20.000 estudiantes en el Alepo rebelde. A su cargo, 1.200 docentes. «Muchos no tienen titulación de magisterio. Ingenieros enseñan matemáticas, abogados sociales o filosofía y médicos, ciencias». Los comités de coordinación local, apoyados por ONG internacionales como Save the Children o People in Need, han organizado un sistema que ofrece clases diarias desde los siete años y que cuenta hasta con una universidad de tres departamentos.

«Puesto que los colegios formales son objetivo del régimen, hemos colocado pequeñas escuelas en casas particulares, normalmente en las primeras plantas para proteger mejor a los alumnos», detalla Abdulkafi. «Colocamos sacos terreros en las ventanas como pertrecho, y hemos tenido que prohibir a los alumnos salir a la calle durante el recreo para que no sean atacados», añade. Pese a la ayuda, falta material. «Los estudiantes deben compartir un libro entre dos o tres. Lo mismo con los pupitres».

Enseñar bajo las bombas, subraya Abdulkafi, exige mucho más que dotes de pedagogía. «Un profesor en Siria debe ser también un psicólogo. Cuando hay ataques en las proximidades no podemos dejarles acudir a sus casas porque podrían morir ellos también, así que trato de calmarlos contando chistes o prosiguiendo con la lección. Del mismo modo, debo ser cuidadoso con los ejemplos usados en clase, no hacer referencia a padres o hermanos, porque muchos no tienen, o no hablar de riqueza».

En la provincia sureña de Daraa, en territorio fuera del control de Damasco, los educadores de la ONG Olive Branch libran una batalla idéntica. «Debemos mantener a los niños en la escuela porque sin educación estos podrían recurrir a las armas», alerta Hamza, uno de los impulsores de un proyecto con trece escuelas, seis centros culturales, tres unidades de apoyo psicológico y tres talleres extraescolares. Sus edificios, por norma, están lejos de todo frente y cuartel militar.

La respuesta a esta iniciativa, que nació de un grupo de jóvenes manifestantes anti Asad, ha sido exitosa. «Al principio, los padres nos veían con escepticismo. No entendían que quisiéramos centrarnos en mantener escuelas en medio de una matanza de civiles. Ahora, tras ver el efecto positivo en los niños, su alegría por ir al colegio, nos felicitan y piden que organicemos más escuelas», celebra Hamza. «Los chicos demuestran en clase unas capacidades sorprendentes. Juegan, cantan y bailan».

Abdulkafi también está complacido con los beneficios de la escuela. «Si antes ir al colegio era una obligación, ahora son los mismos alumnos quienes se imponen al temor de sus padres y deciden acudir a clase». Aunque cueste la vida. «No olvidaré el 12 de julio pasado. Justo salía de la escuela de Al Ansari cuando un cohete la golpeó. Al alzarme vi alumnos corriendo despavoridos, muchos heridos, sangre por todas partes. Y alumnos de quienes justo acababa de despedirme, decapitados».

Fuente:http://www.elmundo.es/internacional/2016/10/28/58136feeca4741245c8b456c.html

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