Más educación, menos pobreza.

Por: Manuel Alvarez Trongé.

El 48% de los niños y niñas argentinas en edad escolar son pobres (el 48,8% de 0-14 años y el 39,7% de 15-29). Esta información, de por si tremendamente dolorosa, se conjuga con otras dos que integran el panorama de la realidad de los argentinos más necesitados: 1) según surge del Observatorio de la Deuda Social Argentina alrededor de 1.400.000 personas cayeron debajo de la línea de pobreza en el año 2016 y 400.000 se sumaron a la indigencia; 2) luego de años sin estadísticas serias, el Indec reveló que el 32,2% de los argentinos es pobre y el 6,3% es indigente. Los números citados parecen no indignar lo suficiente.

Hace ya diez años los títulos de diarios extranjeros informaban una noticia escalofriante sobre Argentina: “Hambre en el país de la carne”. Una década después continua habiendo hambre en diversos lugares de país y el ataque al flagelo de la pobreza, más allá de muy buenas iniciativas nacionales y provinciales, no puede decirse que sea prioridad de sus ciudadanos. Los argentinos reclamamos más por los medios (trabajo, salarios, seguridad) que por el fin. Y es en ese fin donde la Educación, como objetivo popular, no logra ocupar el lugar trascendente que debiera. El ciudadano común, y especialmente el segmento más vulnerable, no percibe al aprendizaje como su verdadera vía de acceso a un futuro mejor. Y es allí donde se requieren políticas públicas de Estado (no de gobierno) que definan un plan estratégico de país para atacar esta vergüenza nacional donde la buena educación pública debiera ser un eje estratégico que permita integrar diferentes asistencias sociales. Tres ideas para la acción:1) Declaración de emergencia educativa: el artículo 115 de nuestra Ley de Educación Nacional otorga esta facultad al Poder Ejecutivo (Ministerio de Educación), con acuerdo de la jurisdicción en cuestión y el Consejo Federal, cuando se encuentre en “riesgo el derecho a la educación de los alumnos que cursan los ciclos obligatorios”. Este riesgo es absolutamente indudable en distintas jurisdicciones vulnerables del país donde los alumnos no sólo no aprenden lo que corresponde sino que no terminan el ciclo obligatorio (las pruebas nacionales e internacionales indican que dos tercios no alcanza las habilidades mínimas para la vida adulta y más del 50% no termina el Secundario). Declarar la emergencia es una herramienta de política pública. Se la ha usado para declarar la emergencia económica, agropecuaria o social pero no lo hemos hecho en Educación.

Su declaración permitiría asignar recursos extraordinarios para las jurisdicciones que más están sufriendo la combinación de miseria y aprendizaje deficiente. Porqué no usarla para la Educación que es la madre de todas las batallas que debe dar un país contra la pobreza? 2) Las mejores escuelas entre los más necesitados: la declaración de emergencia educativa antes descripta no es una herramienta autónoma. Debe estar acompañada de asistencia Social y de Salud y de una mirada integral desde otras áreas del Estado que permita un plan integral contra la pobreza.

Y es con ese eje que se debe utilizar a las Escuelas públicas de los lugares más vulnerables del país, seleccionados con mediciones objetivas y fundadas, como integradoras de un decidido ataque al flagelo que la pobreza supone. Chile y Brasil, por citar experiencias en Latinoamérica, han llevado adelante planes similares como el Mil Escuelas chileno o las Escuelas del Mañana en Brasil, llevando las mejor infraestructura y los mejores profesores a las Fabelas y/o jurisdicciones mas necesitadas. Por qué no hacerlo en Argentina? Nuestra Ley de Educación, en su artículo 80 establece la obligación y la garantía de recursos para las escuelas más desfavorables y en el 83 que los docentes más calificados deben desempeñarse en dichas escuelas.

Esto sería usar esta institución, la Escuela Pública, como un centro de reconstrucción de la Argentina y de puesta en jerarquía de su función. 3) Tecnología y educación: no es posible seguir educando con un Maestro al frente, un pizarrón y pupitres en la era de las computadoras en un celular, que permiten el acceso a todo el conocimiento a solo un click de distancia. Inclusive para los alumnos de zonas más desfavorables el teléfono inteligente es una herramienta conocida. La revolución educativa para los más necesitados debe venir de la mano de las novedades tecnológicas para hacerla más eficiente e impactante, donde el Docente entusiasme y sea facilitador y enseñe a aprender utilizando internet y los nuevos medios de comunicación como usaron la tiza o los manuales los maestros del siglo XX. En definitiva, la buena educación es el mejor camino para erradicar la pobreza si se hace planificada e integralmente con otras asistencias como la social, de salud y de empleo joven. La Escuela pública de los lugares más pobres y en emergencia puede ser la plataforma ideal para una experiencia concreta que sirva como ejemplo multiplicador utilizando la tecnología para llegar a las decenas de miles de escuelas del país. Se puede y se debe hacer. La pobreza no espera.

Fuente: http://www.clarin.com/opinion/educacion-pobreza_0_ByBpzocPg.html

Imagen: http://www.resumenlatinoamericano.org/wp-content/uploads/2016/05/salarios.jpg

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Manuel Álvarez Trongé

Presidente de Proyecto Educar 2050